El Catoblepas · número 192 · verano 2020 · página 3
Crítica al texto de Rafael Vázquez: Fotografía: apariencia y verdad
José Luis Pozo Fajarnés
Se critica el artículo publicado en El Catoblepas 188 (verano 2019)
El texto de Vázquez –que aparece en el título de este comentario crítico– nos recuerda a lo tratado por Gustavo Bueno en Zapatero y el pensamiento Alicia (Temas de Hoy, Madrid 2006). Así es como lo entendemos al observar como las diversas críticas que se le hicieron tanto a su mentor Pablo Huerga como a él mismo, se repiten en Fotografía: apariencia y verdad, como clichés, a los criticadores. La repetición la hace del modo simple en que la Alicia del cuento de Lewis Carroll, se sitúa el otro lado del espejo. La ecolalia aparece constantemente en el texto cuando de un modo errado repite, como un eco, lo que se les ha dicho a ambos. Y los argumentos que le sirven para apuntalar esas críticas no tienen una mínima coherencia con relación al sistema que lleva a gala profesar.
Ecolalia en espejo
Para que el lector pueda corroborar lo que acabamos de decir, remitimos al texto de Tomás García López, El materialismo fotográfico y pictórico de Pablo Huerga visto desde el materialismo filosófico (El Catoblepas 101, julio 2010, página 1). En este texto, las aportaciones de su autor, sí están ajustadas a la filosofía del materialismo filosófico expresada sobre todo, en este caso, al libro de Gustavo Bueno, Televisión: Apariencia y Verdad (Gedisa, Barcelona 2000). También remitimos al trabajo de Rufino Salguero Rodríguez, Desactivar el vacío (El Catoblepas 7, septiembre 2002, página 14) y al del autor de esta réplica Preámbulo para una filosofía del cine (El Basilisco 51, 2018, págs. 30–59). En unos y otros se pueden reconocer las mismas críticas que Vázquez dedica a los dos primeros autores citados, Tomás García López y a Rufino Salguero. Críticas que son esa suerte de ecolalia que hemos señalado. Vázquez, como la Alicia del cuento de Carroll, atraviesa el espejo. Lo que se le dijo previamente, ahora tiene el sentido contrario, y no tiene ningún pudor en rebotarlo, como el reflejo de la imagen del espejo.
Pero ahí no acaba todo, pues Vázquez acompaña los calificativos especulares con nuevos argumentos descabalados. Mientras que en los artículos señalados los argumentos de esas críticas eran de peso, lo que Rafael Vázquez dice, para apuntalar los calificativos que les dedica a ambos, deriva de una incomprensión de lo que Gustavo Bueno ha dejado escrito. Además, debemos puntualizar algo muy importante: el recurso a la terminología del materialismo filosófico, sin que se coordine con las ideas que vertebran el sistema, emborrona lo que se pretende argumentar. Por eso aseguramos que, su último texto, como por otra parte sucedía con los previos, es un cúmulo de disparates.
La fotografía no es clarividente
Para que pueda verse lo errado que es el texto de Vázquez vamos a dar algunos ejemplos de la confusión en que nos sumerge. Como vamos a poder comprobar, afirma lo contrario respecto de lo expresado por Bueno en Televisión: Apariencia y Verdad. Un texto fundamental para el sistema, y a partir del que Huerga lleva a cabo el trabajo criticado por Tomás García López, pero que, desde la falta de entendederas de la que hace gala, le sirve a Vázquez para expresar las estrafalarias tesis de su último artículo: además de querer descalificar a Tomás García y a Rufino Salguero, pretende ir más allá. Aunque solo consigue que los disparates se multipliquen.
Empecemos por uno de ellos, el cual está dirigido tanto a contrarrestar lo que se la criticado como a dirigirnos a su tesis principal, que por cierto no se aleja mucho de ser formulada como otra ecolalia: tal y como leemos en el texto de Bueno que la televisión formal es clarividente (tesis primera de su libro), Vázquez asegura que la fotografía es clarividente. Lo primero que nos llama la atención es que en su artículo no se mencione la distinción entre televisión formal y televisión material. Distinción que es clave para este asunto. Vázquez, sin embargo, no le da importancia alguna, pues no se menciona ni una sola vez en su panfleto contra Tomás García López. Los argumentaos de Bueno, respecto de la televisión formal, para él no son relevantes. La clarividencia que declara en la fotografía viene expresada en afirmaciones como la que sigue: “las apariencias que produce la fotografía no reproduce la realidad, sino que son en cierto modo la misma realidad.” (R. Vázquez, El Catoblepas 188, página 3). Este despropósito, y otros muchos del mismo calado son los que vamos a confrontar aquí.
Bueno nos dice que la televisión formal es clarividente. Asegura que cuando la televisión tiene este carácter formal, consigue lo que antes solo se afirmaba mitológicamente: ver a través de los cuerpos opacos. El ejemplo que nos da es el de la bola de cristal, tan famosa entre visionarios, brujos y adivinadores desde el tiempo de los druidas. Bueno nunca dice en su libro que nada que no sea la televisión formal puede tener ese carácter diferenciador. Esa diferencia específica que hace que sea diferente a cualquier otra tecnología (descartamos la magia, por supuesto, pues una cosa es el mito de la clarividencia y otra que una tecnología lo haya hecho posible). La fotografía, por lo tanto, no es clarividente: la fotografía no tiene nada que ver con la televisión formal.
Además, Bueno, indirectamente incluso lo niega. Para contraponer la televisión clarividente a la que no lo es, leemos en Televisión: Apariencia y Verdad gran cantidad de conexiones entre el cine y la televisión material. En el cine –esto parece que Vázquez no lo tiene en cuenta, pese a sus diferentes análisis que del cine ha publicado– está incluida la fotografía necesariamente, sino no habría cine. Todo esto que acabamos de afirmar nos permite, ya de entrada, negar rotundamente la clarividencia de la fotografía defendida en su artículo.
Pero, qué tendrá que ver compartir fotografías con la clarividencia
Vázquez vuelve de nuevo a incorporar, en uno de los argumentos que baraja para apuntalar su tesis de la fotografía clarividente, el mecanismo inaugurado por Alicia al atravesar el espejo. Lo hace al regalarnos su argumento que demostraría la clarividencia fotográfica: Asevera que gracias a Internet y la telefonía móvil se pueden compartir fotografías, y que ese rapidísimo envío de fotografías es el que aporta la clarividencia. No cae en la cuenta, nuestro ingenioso autor, que esta rapidez en el envío de apariencias, también sucede con cualquier mensaje. Es más, las fotografías enviadas son ellas mismas mensajes, o fragmentos de mensaje. Nos preguntamos –pues es obligado hacerlo, por lo que acabamos de decir– si los mensajes enviados por teléfono son clarividentes. Quizá también lo sean los que lanzan al mar los náufragos para que alguien acuda a rescatarles, o las señales de humo que vemos en las películas de indios.
La velocidad de transmisión no cambia la esencia de la fotografía. La imagen fija que vemos en el móvil –antes solo la veíamos en el papel– dice muy poco de los sucesos fotografiados. Estos sucesos no son fijos, tienen sentido en el discurrir temporal y espacial. El mero hecho de que la fotografía sea estática la desecha como posibilidad de transmisión clarividente. Es absurdo imaginar que la clarividencia de las bolas de cristal de los druidas, o de los videntes y magos medievales, se diera mediante imágenes fijas. Por otra parte, y aunque nos separemos del fenómeno mitológico clarividente, queremos apoyarnos también, de cara a reforzar nuestro argumento, en los actuales videntes. El fenómeno paranormal –por ponerle un calificativo– de la videncia sería imposible si fuera fijo. La visión de los espíritus, por parte de esos embaucadores (este es uno de los calificativos, todos hechos en el mismo sentido) no puede implicar estatismo. Si estuvieran estáticos, tampoco les podrían hablar. Una fijación similar a la de la fotografía, anularía el milagro.
El materialismo filosófico es reluctante al adecuacionismo
Respecto de la fotografía originaria, solo cambia la tecnología utilizada para imprimir o dejar ver lo que aparece. Hasta hace muy poco, las fotografías precisaban de papel (antes, incluso de otros soportes menos funcionales). Ese papel estaba impregnado de productos químicos, que conseguían «revelar» las diferentes impresiones luminosas recibidas previamente, en otro soporte intermedio. Soporte que también se elaboraba con productos químicos: el celuloide. Este celuloide, también denominado «película fotográfica», quedaba imprimido de lo que se denomina una «imagen latente», la cual solo se haría fija en un segundo revelado, el que la lleva al papel. Ahora la tecnología es diferente, se fundamenta en lo que se llaman píxeles («elementos de imagen»), que no precisan para su fijación de productos químicos, sino de tecnología informática. Como hemos dicho, conseguir el producto final es más rápido, pero lo esencial en la fotografía no cambia.
La fijación de un instante expresa una apariencia, que podrá tener relación con muy diferentes modulaciones de la verdad. En el apartado 6 del capítulo V de Televisión: Apariencia y Verdad, Bueno tiene en cuenta once distintas modulaciones. Lo que allí podemos leer nada tiene que ver con las cuatro modulaciones de la verdad seleccionadas por Vázquez en su panfleto. Debemos señalar que si sucede que la fotografía realizada se coordina con contenidos relevantes, para la historia fenoménica, podrá incluirse adjetivamente en los relatos. Pero de esto a decir que toda fotografía, enviada mediante el sistema de telefonía móvil, muestra apariencias que son clarividentes, hay un abismo. Por otra parte, colegimos en base a los argumentos relacionados con la verdad en la fotografía que Vázquez nos apunta, que la verdad por él considerada es la del adecuacionismo. Esto lo deja ver claramente cuando se refiere a las fotografías de identificación (suponemos que con ello se refiere a la fotografía del DNI. Y también cuando se refiere a que los familiares reconocen las fotografías de sus familiares. Nos preguntamos si el hijo huérfano identifica a su padre por la fotografía que hay en la cómoda de la habitación de su madre, o porque ella misma le dijo que, el que aparece en la foto, era su padre.
Vázquez y los autores que tiene en cuenta, en su artículo difamatorio contra Tomás García López, tienen en común un tratamiento de la fotografía como representación de lo real que parte de una perspectiva epistemológica. Nosotros rechazamos esas representaciones de lo real por ser adecuacionistas. Según hemos podido comprobar, Vázquez asegura que lo que aparece en la fotografía representa la realidad externa fotografiada, incluso que es «la misma realidad». Este adecuacionismo expresaría la verdad. Un adecuacionismo originario de los planteamientos aristotélicos y que muchos filósofos de la ciencia defienden. Sin embargo, el adecuacionismo es rechazado por la gnoseología de nuestro sistema. La teoría de la representación, implicada en el adecuacionismo, se aleja totalmente de lo que expresa el materialismo filosófico para el conocimiento. Este sistema filosófico nos dice que, para el conocimiento, es preciso tener en consideración los tres ejes del espacio gnoseológico. Solo mediante las diferentes operaciones autológicas y dialógicas implicadas en sus figuras es posible expresar, en primer lugar lo que se presenta ante los sentidos de forma inmediata, y también del modo inmediato, por ejemplo, de la fotografía. La conexión entre ambas apariencias ya es harina de otro costal. Lo que podemos asegurar es que la adecuación no es operativa.
Es pertinente incidir, a estos respectos, que la teoría representativa que estamos negando afirma que, el sujeto que conoce, representa lo que ve. Esta representación sería mental. Se dibujaría, como un cuadro o una fotografía en un lugar indeterminado del interior de la cabeza de sujeto. De ese modo es como puede darse una adecuación entre lo que hay fuera, real, y lo que según ellos construyen los órganos sensoriales en el cerebro. Esa representación ha sido rechazada en muy diferentes ocasiones. Bueno se ha preocupado de ello, pues el materialismo filosófico inaugurado por él rechaza cualquier tipo de metalismo, de idealismo. La realidad solo puede ser calificada como «realidad material».
Vázquez asegura que la fotografía, cualquier fotografía, es susceptible de «certificar ontológicamente la existencia de lo que muestra» (Vázquez, verano 1999). La fotografía que vemos –por ejemplo en un DNI– es, sin embargo, una mera apariencia, la cual puede ser veraz o falaz. Vázquez supone dado el objeto, parte de su realidad, como si eso fuera tan sencillo. Después tiene en cuenta su representación fotográfica. Lo que aparece en la fotografía también es real, según Vázquez.
¿Quién asegura la realidad de uno y otro? ¿Cómo sabemos que, eso, de lo que no se duda, es real? (y con esto no es que estemos haciendo concesiones a la epistemología cartesiana. Lo que estamos haciendo es anular la potencia de la petición de principio implicada en el adecuacionismo) La respuesta del adecuacionista es que, el que pone la realidad entre la «representación» y «lo representado», es el sujeto. Sujeto que en ningún momento es considerado por Vázquez como sujeto crítico, que pueda poner en duda que, lo que ve en la pantalla, sea una construcción ficticia. Lo que corrobora esa adecuación es algo muy similar al mecanismo humeano de la causalidad. Es verdad, no por el criterio verum est factum ni por ninguna otra verdad impersonal (debemos incidir en que Vázquez no atiende tampoco a discriminación alguna en las verdades que señala para la fotografía, de entrada, entre verdades personales e impersonales), sino que es verdad, según entendemos al leer lo que Vázquez nos dice, porque estamos acostumbrados a que nos manden fotografías de lo que se presenta a la vista del que nos envía la foto, o del que nos muestra su DNI.
La policía será la encargada, si es el caso, de corroborar la identidad del dueño de ese DNI. Aquí se ve claramente el papel que juega el eje pragmático del espacio gnoseológico: la verdad de la «identidad» del dueño del DNI será expresión de un dialogismo entre el que muestra ese DNI y el policía que corroborará su autenticidad. Esta acción policial siempre es pertinente, pues la imagen de la foto no tiene la relevancia que Vázquez le prodiga, nada menos que la rimbombante «certificación ontológica». Aunque sería preciso que nos aclarara lo que nos quiere trasmitir con semejante sintagma. La identidad del sujeto portador del DNI será corroborada sobre todo por la numeración en el reflejada. Todo lo demás es pura palabrería, dependiente de un adecuacionismo que, tal y como hemos dicho, el materialismo filosófico rechaza.
En resumen
Lo que aquí hemos señalado, para contrarrestar las afirmaciones de Vázquez, nos lleva a concluir que lo que logra la televisión formal no es lo que logra la fotografía. Cuando vemos una foto, lo que vemos en la pantalla del móvil, ya no está sucediendo. Nuestros ojos ya no miran aquello, están mirando lo que aparece en la pantalla. Pero esto no es relevante para el autor de Fotografía: apariencia y verdad. Lo importante para él son el cúmulo de despropósitos que vierte en su artículo, de los cuales hemos seleccionado solo unos pocos, los que hemos considerado relevantes para argumentar contra lo que nos dice. Argumentos que hemos esgrimido frente a las afirmaciones gratuitas, delirantes y difamatorias que Rafael Vázquez dirigió a Tomás García López y a Rufino Salguero.
En Reguerones, a 15 de julio de 2020