El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas · número 193 · otoño 2020 · página 2
Artículos

Esquemas para un análisis de la caída del Imperio español (y 2)

Luis Carlos Martín Jiménez

Segunda parte de un ensayo sobre filosofía de la historia de España y las Repúblicas hispanoamericanas

independencia

B.2. Progressus de los Cabildos a las Repúblicas: ordenación de las guerras de independencia en fases y niveles: imperiales, capitulares, provinciales (nacionales)

Si en el apartado anterior hemos visto cómo los modelos de unidad isológicos en juego entran en contradicción, rompiendo las unidades sinalógicas, ahora se trataría de ver cómo desde las partes formales del todo se establecen, en el progressus inacabado, las unidades sinalógicas de una nueva unidad isológica, tanto más difícil cuanto extraña era al mundo hispánico, el Estado nación centralizado y liberal.

El problema de la resolución de las unidades políticas una vez desaparecido el fundamento de sus vínculos, la Corona, nos hace regresar a los cimientos “reales” (de “res”) políticos, las instituciones metabolizadoras, los pueblos y las ciudades. A partir de las cuales regenerar el tejido completo, y esto no es “historia jurídica”, o “documental”, sino práctica y pública, ya no digamos “espontánea” (lo que no puede ser copia “exterior” sino puesta en práctica de los derechos y libertades que ya poseían); el siguiente problema será el modo en que desde alguna de ellas se pueda regenerar el total imperial, lo que se intenta desde la Junta Central en 1809, en las Cortes de Cádiz en 1810 y a la vuelta del rey felón.

Ahora bien, la sinalogía aparecerá necesariamente como federalismo o confederalismo, en la medida en que el poder va de abajo a arriba (la soberanía de los pueblos), pero esto obliga a la precariedad, de modo que exige el centralismo o el cesarismo unitarista, lo que acabará por cree Bolívar como paso indispensable para la formación de los ciudadanos (la “apropiación” que es originariamente de derechas), y así se suelen leer las palabras de Bolívar cuando ejerce la legitimidad del gobierno al recibir la suprema autoridad y encarnar la idea del hombre-pueblo, el padre de la patria, que a través de la violencia funde el cuerpo político, cuando dice en Carta a Santander que el “pueblo está en el ejército”, que es “el pueblo que quiere, el pueblo que obra y el pueblo que puede” (Carta de Bolívar a Santander, Junio de 1821, Cartas del libertador, Caracas, Revista de indias, 2002, vol. LXII, nº 224, pág. 463-492; en Búsqueda de un punto fijo para la república. El cesarismo liberal, Venezuela, Colombia, 1810-1831”, Clement Thibaud, Banco de Venezuela, Fundación Vicente Lecuna, 1964- 1967, t. II, pág. 354)

Nosotros suponemos que es necesario según la Teoría del Estado que haya una apropiación del territorio, lo que implica necesariamente el ejército para la capa cortical, siendo este paso obligado tanto de unas gentes respecto a otras (un planteamiento que hace que los caudillos hispanoamericanos ya no se vean como “retrógrados” de la verdadera voluntad general, sino como elementos necesarios), o de una parte respecto al todo, lo que nos obliga a considerar la posición aunque fuere más inteligente maniobrar ante la imposibilidad de vencer en un autonomismo que tampoco supo ver ni Cádiz ni el trienio liberal.

De modo que esta última parte tiene por objeto mostrar cómo los modelos de unidad enfrentados obligan desde las partes a recomponer el tejido dañado, pero la sucesiva pujanza de ideas de unidad distintas hará imposible el triunfo de ninguna de ellas. Aquí no vamos a entrar en los detalles de tantas batallas en unas guerras tan dilatadas, sólo trataremos los logros circunstanciales e inestables que se van consiguiendo en el progressus al todo “común”. Como hemos dicho en la terminología que usamos, se trata de ver las unidades sinalógicas que surgen de las partes formales del todo según las cuatro ideas de identidad dependiendo del nivel del conflicto.

Ideas de unidad en cada nivel del conflicto

 centralistasfederales
Monárquicos(1)(3)
Liberales(2)(4)
 

Nivel Imperial o inter-virreinal:
(1) Fernando VII, Regencia (0) José I.
(2) Liberales gaditanos
(3) Juntas independentistas en América (1810)
(4) Liberales americanos en Cádiz

 

Nivel inter-provincial o virreinal:
(1) Autoridades virreinales (0) afrancesados
(2) Juntas superiores. Congresos en América.
(3) Independentistas monárquicos
(4) Federaciones, Confederaciones, Provincias Unidas

 

Nivel básico o capitular:
(1) Juntas de 1808 en España y 1809 en América (Decreto de Fernando VII (Cevallos)
(2) 1809-1810 Promulgación de Cortes en Cádiz. Juntas que hacen elecciones.
(3) Juntas independientes fernandinas
(4) Juntas independientes americanas

Ante todo hay que hacer notar cómo los conflictos sobre el entendimiento de la unidad total imperial se reproducen a escala modal, las provincias o virreinatos, y a escala celular, cada uno de los cabildos donde se discute quien es el soberano y cuál es el modo de unión entre las partes.

• Es un proceso dialéctico que regresa sobre los cabildos (“independencias relativas”) y en esta fase progresa hacia los reinos y provincias intentando llegar a la escala imperial.

• Hay una conjugación entre tipos de unidad y los conflictos territoriales:

→ Las relaciones (–“independencias”–) territoriales versan (tienen como contenido) las ideas de unidad (cómo y qué nos une);

→ Las diferencias entre ideas versan sobre derechos territoriales.

Clasificación de las guerras según los niveles del conflicto

   (Todo)
/
(partes)   
Nivel 1
(escala molecular)
 
Cabildos (1808- 11)
Nivel 2
(escala molar)
Virreinatos
(Provincias-Reynos) (1816-30)
Nivel 3
(orgánica)
 
Imperios (1808-30)
Cabildos[1]
Juntas, levantamientos, Proclamas, Declaraciones de independencia
[2]
Mompox / Cartagena
Cartagena / Nueva Granada (1810)
Dolores (1810)- Apatzingán (1814) / Virreinato. Nueva   España
[5]
(Motín de Aranjuez / Carlos IV)
Junta de Asturias… / José I - Imp. Francés (1808)
Virreinatos (Provincias)[3]
V. Perú, V. la Plata / Asunción (1811)
V. La Plata / Montevideo (1811)
[4]
(Casos)*
Caracas / C. G. Venezuela (1811)
Cundinamarca / Feder. Prov. De Nueva Granada (1812-14)
[7]
N. Granada, Gran Colombia (1815) (Imp. Inglés) / Morillo
V. la Plata - Chile (Cochrane) / V. Perú
Imperios[6]
I. Francés / Cádiz (Imp. Inglés) 1810-14
Imp. Inglés (1806-7) / Buenos Aires
I. Portugués (1814) / Montevideo
[8]
Imp. Francés / Indep. peninsular (I. Inglés)
I. Brasil (Prov. Cisplatina) / Provincias Unidas Rio de la Plata (Banda Oriental) - Imp. Inglés- 1825
[9]
Imp. Inglés / Francés / Imp. Español / Imp. Portugués
 

[1] Límite del Regressus: Espontáneos en 1808-1809; Inducidos por Cádiz en 1810. Obligados en 1811. Esta posición no entiende la lucha entre Cabildos, si no en cada cabildo en tanto es representación de una provincia, capitanía o virreinato, que como límite del regressus discute el modo de unidad general (metafinita), en que cada parte se ve como representación del todo.

 

[4]* Casos*: Provincias Unidas de Sudamérica (Buenos Aires) / Liga federal: Entre ríos, Corrientes, Córdoba…(1816)

 

V. Perú / V. la Plata (Chile) 1818 (Maipú)

 

Provincias Unidas de América Central / V. Nueva España (1820)

 

Venezuela, Ecuador / Gran Colombia (1829)

 

Buenos Aires / República oriental del Uruguay (1830)

 

Guatemala, El Salvador… / República federal de Centroamérica (1838)

 

[9] Inicio del Regressus y límite inalcanzado del Progressus.

El inicio del regressus desde el nivel imperial, cuando en América se está tomando posición desde los cabildos, se ejerce desde la península precisamente cuando el cabildo de Cádiz toma medidas hacia todo el Imperio. Por tanto, antes de ver el progressus desde los cabildos, el nivel orgánico fluctúa entre el modo U2 de las Cortes de Cádiz (1810-14), U1 de la vuelta de Fernando VII (1814-20), U2 con el Trienio liberal (1820-23) y U1 con la vuelta del absolutismo (1823-33), obligando a reconducir constantemente la posición de las partes que caen bajo su dominio en un efecto centrífugo progresivo.

Que las ideas de unión que vienen de la península son centralistas (acentuado por sus “lapsus” “colonialistas”) será lo que desde América aparece a partir de 1813 como una evidencia, y que las ideas de unión plural (o federal) son propiamente americanas también, sin embargo es una apariencia que tiene su fundamento en el afrancesamiento borbónico y luego gaditano revolucionario, obteniendo su fuerza en la unión de los reinos y provincias peninsulares contra la ocupación napoleónica, lo que no ocurrió en la España americana; y sin embargo es una apariencia falaz pues en realidad también hubo tensiones entre las primera juntas de 1808 y la central en la península, e inmediatamente después de terminadas las guerras en América con los carlistas monárquicos que tenían su fuerza en las provincias (o los nacionalismos periféricos después del 98 hasta la actualidad), por ello entonces y ahora la disyuntiva es la misma: o las unidades nacionales alcanzadas en progressus al todo originario o nada.

El problema que llamamos isológico era ¿cómo podrían las capitales de provincia mantener la unidad –sinalógica– orgánica de sus territorios si ellas mismas reclamaban la igualdad y autonomía para decidir frente a la antigua capital? Y dentro de cada provincia ocurrirá lo mismo, como se vio en el enfrentamiento entre Mompox y Cartagena. Preguntándolo de otro modo ¿no parece esta oposición una continuidad con el antiguo régimen, en la demanda de las capitales y los cabildos por conservar o alcanzar una autonomía, unos fueros y unos privilegios dentro de la idea de unión que se defendía en cada caso? Fue con el regreso de Fernando VII y la declaración de guerra a los insurgentes en marzo de 1814 cuando apareció la necesidad de unión sobrevenida de nuevo, por ejemplo al conformar una sola nación neogranadina, sin embargo como se vio con el éxito del general Morillo la fragilidad política era evidente, por lo que se la llamó “Patria Boba”. De modo que este epígrafe lo dividiremos en los niveles del progressus según avanza el conflicto y se alcanza su resolución final.

Como se ve, la idea federativa respondía antes al orden del antiguo régimen que a una “idea” moderna fruto de la fragmentación y a la ideología norteamericana (lo que llamamos unidad pluriestatal –U4– como reasunción de la soberanía). La nueva reordenación hace que ahora el centralismo de las capitales se vea como reedición del centralismo liberal (U2) contra la soberanía de los pueblos (U3), y de ahí que muchos indios o pueblos y cabildos o capitanías no acepten las juntas de Caracas o Buenos Aires, aliándose a los realistas; esto hará que el liberalismo federal de inicio se vea obligado a adoptar el centralismo virreinal como postura impositiva (de ahí la deriva hacia el caudillaje de Bolívar y tantos otros después).

El virreinato del Rio de la Plata tuvo el mismo problema que el de Cádiz, no considerando iguales a Bolivia, Paraguay y Uruguay; igual que el virreinato de Nueva Granada (Colombia a Venezuela y Quito, de modo que sigue la problemática imperial en el contexto americano pero a nivel virreinal.

En México el Congreso constituyente de 1823 debatió entre la soberanía nacional o de los Estados (provincias), llegando a la soberanía compartida y una constitución como la de Cádiz, con la diferencia del con-federalismo, llegando a las guerras civiles federalistas-centralistas de 1831 y 1834 que ganaron los centralistas; al contrario que la Asamblea Nacional constituyente de Centroamérica de 1824, que con base en la Constitución de Cádiz estableció el con-federalismo de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, que después de la guerra civil de 1826-29 se desintegró en 1838.

Partimos de que la tesis pluri-reinal que expresa Servando Teresa de Mier en la Idea de la constitución dada a las Américas por los reyes de España antes de la invasión del antiguo despotismo: “Es evidente, en conclusión: que por la constitución dada por los reyes de España a las Américas, son reinos independientes de ella sin tener otro vínculo que el rey… que por ruptura o suspensión de este pacto… la soberanía revierte a su titular original” (Rodríguez, Jaime, Fronteras y conflictos en la creación de las nuevas naciones en Iberoamérica”, Circunstancia, año III, nº 9, 2006, pág. 3), se vio agravada hacia el federalismo que multiplica los ayuntamientos por culpa el liberalismo, pues la Carta de Cádiz, como hemos señalado, transformó el mundo hispánico, no sólo por la amplitud de derechos y libertades sino porque permitió a las ciudades y pueblos que contaban con mil o más habitantes formar ayuntamientos, transfirió el poder político del centro a las localidades, socavando los acuerdos tradicionales por medio de los cuales las capitales de los virreinatos y de las audiencias dominaban el gobierno, incorporando cientos de miles de personas pertenecientes a las clases media y baja, incluyendo indios, mestizos y castas a la vida política –pareciendo irónicamente ser más “popular” y “democrático” que los movimientos insurgentes-. Hay que destacar aquí la idea de Flórez Estrada sobre las milicias nacionales para dar el poder a la nación frente a los borbones (Artículo 362 del Capítulo II de la constitución de Cádiz: “De las milicias nacionales: Habrá en cada provincia cuerpos de milicias nacionales, compuestas de habitantes de cada una de ellas, en proporción a su población y circunstancias”), pensadas para dar el poder a la nación.

En segundo lugar el apoyo de la constitución de 1812 a los ayuntamientos fue una estrategia de guerra, paradójicamente para los realistas, pues respecto a las castas de pardos e indios generó muchos cabildos que nunca habían tenido fuerza municipal. También la guerra facilito la igualdad impositiva que propugnará la constitución de Cádiz (los impuestos directos entre privilegios y exenciones) cambiando la Real hacienda por la Hacienda pública. De modo que la dialéctica va de la ausencia de la metrópolis, las guerras civiles que permiten la entrada de los ideales liberales de Cádiz a las posteriores guerras entre realistas e insurgentes (Manuel Chust y José Antonio Serrano, Nueva España versus México: historiografía y propuestas de discusión sobre la Guerra de independencia y el liberalismo doceañista” Revista complutense de Historia de América, 2007, vol. 33, págs. 13-33)

La experiencia constitucional la tuvieron en el dominio liberal centralista (U2) de 1810-14 y de 1820-23: Quito, Perú y Charcas, partes de Venezuela y Nueva Granada con elecciones constitucionales estableciendo diputaciones provinciales y ayuntamientos constitucionales. Igual que en los dos países de Norteamérica, México y las Provincias Unidas de Centro América.

Si de 1810 a 1814 el consejo de la regencia era el no acatado, cuando en 1814 Fernando VII derogó la constitución, sólo era independiente el Rio de la Plata en 1816. Pero las Provincias Unidas de Sudamérica de 1816 (con su segundo Congreso constituyente) están divididas en liberales, monárquicos, unitaristas y federalistas, incluso alguno pro monárquico francés (Rodríguez, J., Fronteras y conflictos en la creación de las nuevas naciones en Iberoamérica, Circunstancia, año III, nº 9, 2006)

El fracaso de Miranda en Venezuela y la compañía admirable posterior de Bolívar en 1813, cuando el 7 de Agosto llega a Caracas, aclamado como el Libertador, continuó con la represalia de Boves, y lleva a la desesperada Guerra a Muerte, con influencia de las ideas ilustradas, por ejemplo las napolitanas, cuando lo gobernaba Carlos VII (futuro Carlos III) de Ludovico Muratori, Antonio Genovesi o Gaetano Filangieri (La ciencia de la legislación), como se puede constatar en la constitución de la Angostura de Simón Bolívar en 1819.

De modo que desde las primeras independencias en las provincias de la Nueva Granada se vio que fueron las ciudades capitales las que asumen la soberanía, pero en un segundo momento son las ciudades secundarias las que se declaran pueblos soberanos, lo que desemboco en la imposibilidad de formar un gobierno general y la guerra civil.

Como no cabe hacer una lectura detallada de los acontecimientos, sí parece conveniente determinar sus fases principales, por ello vamos a utilizar los virreinatos como términos medios del conflicto para clasificar los hechos básicos del proceso de progressus al todo, en un primer momento (A) inter-provincial o virreinal, y en un segundo momento (B) inter-virreinal o imperial, finalizando (C) con su desfallecimiento (momentos que no son estrictamente sucesivos)

A. Fase inter-provincial o virreinal
1) Virreinato de Nueva Granada

El primer nivel de unión que se pretende alcanzar desde la posición de cada cabildo se realiza atendiendo a la estructura política existente, y por ello las capitales provinciales y virreinales son las que asumen un papel coordinador o centralizador, según los casos.

Por lo que respecta a la Nueva Granada diferenciaremos dos periodos bien distintos, el que va de 1810 a 1815 en torno a la primera república de las provincias neogranadinas –la Patria Boba–, y una segunda que se da en torno a la Gran Colombia (Nueva Granada) que ya está centralizada y militarizada (1819-30).

Desde un principio la confusión fue la constante. A la Junta de Santa Fe el 20 de Junio de 1810, o Junta Suprema Gubernativa, se enfrentan otras: Honda en Julio, Antioquía, Popayán, Neiva y Quibdó en Agosto; Tunja en octubre; Mompóx desconoce la regencia y la junta de Cartagena, todos ellos declarando lealtad a Fernando VII, defendiendo sus lazos con España. Por ejemplo, el 5 de Agosto Mompox, declara por su cabildo la independencia, negando autoridad a Santa fe al ser residencia o sede de las autoridades del “antiguo régimen”, pero también de Cartagena que es la capital provincial. La particularidad de Mompox era haber tenido el privilegio de poseer un puesto de Corregidor entre 1776 y 1777 lo que le daba una especie de autonomía frente a Cartagena, pero al perder la consideración de provincia que tres años antes le había concedido Carlos III afirma en la asunción de la soberanía su definición, como más tarde volviendo a serlo entre 1826 y 1831, y declarándose estado soberano entre 1840 a 1842, para terminar en 1907 como departamento.

Ante la situación dirá Antonio Nariño en septiembre de 1810:

“En el estado repentino de la renovación, se dice que el pueblo reasume la soberanía, pero en el hecho ¿cómo es que la ejerce? Se responde también que por sus Representantes. ¿Y quién nombra estos Representantes? El pueblo mismo. ¿Y quién convoca este pueblo? ¿Cuándo? ¿En dónde? ¿Bajo qué formulas? Esto es lo que… nadie me sabrá responder” (Mcfarlane, Anthony, Hacia la independencia colombiana: La época de la “Primera República” en la Nueva Granada (1810-1815), en Las independencias Iberoamericanas ¿Un proceso imaginado?, Juan Bosco Amores Carredano (ed.), Universidad del País Vasco, Bilbao, 2009, pág. 75)

Nariño argumenta a favor de un Congreso en Bogotá, pero su propuesta fue desdeñada por las provincias; Cartagena llamó a un Congreso General en Medellín (federalista frente al unitarista), donde aún reconociendo la Regencia y las Cortes Españolas rechaza el gobierno mandado por éstos, declarándose en noviembre de 1811 independiente; luego Cundinamarca reconocerá a Fernando VII. En 1811 Nueva Granada tenía provincias fieles a la Regencia (Santa Marta, Pasto, Popayán) otras Federadas y otras unitaristas, las que se enfrentan en 1811 y 1812 en Cundinamarca (unitaristas) con Nariño federalista, que al obtener el poder se hace centralista, en cambio en el congreso se hace un Acta de Federación de las Provincias Unidas de Nueva Granada (27 de noviembre de 1814) con Camilo Torres (más afines a la estructura de la Confederación americana de 1776 que a la Constitución federal de 1787).

Bolívar y demás entendieron el federalismo como impracticable, así lo expone en su famosa Carta de Jamaica de 1815: “En Nueva Granada las excesivas facultades de los gobiernos provinciales, y la falta de centralización en el general, han conducido a aquel precioso país al estado al que se ve reducido en el día” (Bolívar, S., Carta de Jamaica, Fundación Editorial Epígrafe, Colombia, 2003). Nueva Granada era una colección de ciudades-estado. En 1815 y 1816 se restablece el monarquismo borbónico, sólo en 1819 acogerán a Bolívar.

Por lo que respecta a la Capitanía general de Venezuela, la junta de Caracas se levanta en 1811 contra los pronunciamientos de las provincias, logrando reunir representantes en el Congreso (con elecciones al modo de las cortes de Cádiz), actuando ante el bloqueo de los puestos por la regencia, mientras se levantan venezolanos regencistas contra autoridades peninsulares republicanas en ciudades como Valencia, esclavos y pardos fidelistas, o después de Coro, la Guayana contra Miranda. Así el Congreso de 21 de diciembre de 1811 federalista, no puede resistir el poder de las provincias, el 25 de Julio de 1812 se capitula, promulgando la constitución de Cádiz y ateniéndose a las represalias.

Bolívar en mayo de 1813 es nombrado brigadier del Ejercito de la Unión en el Congreso de la Nueva Granada, con la autorización de Camilo Torres (presidente de la Confederación Granadina) para penetrar en Venezuela, era la llamada por su rapidez “Campaña admirable” (tan solo de tres meses) restaurando la República, aunque los líderes locales y los caudillos luchaban cada uno por su cuenta. De modo que cuanto Boves encauza el descontento llanero y entra en Caracas el 16 de Julio de 1814 sigue con el ensañamiento que inicia la guerra a muerte de Bolívar.

2) Virreinato de Buenos Aires

Este caso es semejante al de Nueva Granada, en la medida en que los conflictos provinciales aparecen inmediatamente con la franja oriental y la intendencia y gobernación de las misiones.

Si el regressus en el río de la Plata hace que se instale la “Junta Provincial Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata”, que representa sólo al cabildo aunque tiene como horizonte toda la América, en 1811 impone en el progressus el “Estatuto Provisional Provincias Unidas del Río de la Plata”, que en 1813 se llamará “Soberana Asamblea Constituyente de las Provincias del Rio de la Plata” y en 1816 proclamará la independencia con el nombre de “Provincias Unidas de Sudamérica”, cuando aún suponían el todo del que salieron; será en el Congreso de 1825 cuando se llamarán “Provincias Unidas del Sud de América” o “Confederación Argentina”; aún con el caudillo federal Juan Manuel de Rosas, desde las provincias seguían llamándose “Confederación de las Provincias Unidas del Río de la Plata”, no será hasta el triunfo de la capital cuando en la Convención de 1860 se incluya el artículo: “Las denominaciones adoptadas sucesivamente desde 1810 hasta el presente, a saber, Provincias Unidas del Río de la Plata, República Argentina, Confederación Argentina, serían en adelante nombres oficiales indistintamente para la designación del gobierno y territorio de las provincias, empleándose las palabras Nación Argentina en la formación y sanción de las leyes” (Citado de Rosenblat por Díaz-Caballero, J., El incaismo como primera ficción orientadora en la formación de la nación criolla en las Provincias Unidas del Río de la Plata, A contracorriente, 2005, pág. 78)

En Buenos Aires, ni Uruguay (Artigas) ni Paraguay reconocían la Junta porteña. Y se enfrentaban al virrey del Perú. Por referirnos al Uruguay, en septiembre de 1808 Elio (enfrentado y sustituido por el virrey Liniers) se levanta en Cabildo abierto subordinándose a la Junta de Sevilla y a la Central Metropolitana. Cuando la Junta de Buenos Aires no reconoce a la Regencia, se enfrenta de nuevo a la de Montevideo. El 12 de enero de 1811, es Elio ahora Virrey el negado por la Junta de Buenos Aires, el que avanza con el llamado “grito de Asencio” a quien se suma el militar Gervasio de Artigas. La Corte de Rio aprovecha para intervenir. Un Imperio lusitano donde de modo parecido al Español, mientras en Brasil se prolonga el Antiguo Régimen en Lisboa se convocan Cortes constituyentes, desobedecidas por el Monarca, de modo que según Kenneth Maxwell, en 1822 se produce la independencia de Portugal respecto de Brasil, más que al contrario (Sánchez Gómez, Julio, Brasil y Uruguay: dos procesos de independencia íntimamente relacionados, en Las independencias iberoamericanas ¿Un proceso imaginado?, Juan Bosco Amores Carredano (ed.), Universidad del País Vasco, Bilbao, 2009); y curiosamente será Uruguay la que obtendrá su independencia de Brasil.

En 1812 queda la Junta Porteña centralista, frente a los federalistas de Artigas. En 1815 se forma la “Liga Federal” con Misiones, Corrientes y Córdoba bajo la dirección de Artigas. Sin embargo se le va a oponer Montevideo, lo que les lleva en 1816 a colaborar con los lusitanos (lo que desemboca en su exilio hacia 1820). Un Artigas que nunca quiso la independencia del Uruguay, pues en 1815 rechaza indignado la posibilidad de independencia que le ofrece el Directorio de Buenos Aires, buscando la unidad de todas las provincias basada en “la libertad de los pueblos que deben gobernarse por sí, divididos en provincias” (nuestra idea de unidad cuarta).

En la Plata el gobierno porteño no había podido declarar la independencia, pues no era acatado más que en una parte del virreinato, teniendo enfrente a Artigas (Banda Oriental), a Montevideo con Elio, Paraguay fuera y a los portugueses invadiendo parte del territorio; el 2 de septiembre de 1811 se llegan a reconocer las cortes de Cádiz, en 1812 se subleva Belgrano y llega San Martín, que en torno a la llamada logia Lautaro se hizo con el gobierno cuyo fin era “la elevación de los pueblos a la existencia y dignidad que no han tenido es decir, a proclamar la independencia– y (conseguir) la organización del Estado”.

En 1814 se nombra al Doctor Francia supremo dictador del Paraguay después de vencer a Bergrano en 1811 y declarar la independencia americana el 12 de octubre de 1811. San Martín organiza el ejército, mientras Güemes ataca con los gauchos a Pezuela. Brown liquida la flota de Montevideo que es tomada por los porteños. Pero con la caída de Chile en octubre de 1814, la amenaza de Artigas en la Banda Oriental y sobre todo la vuelta de Fernando VII, en Buenos Aires se halza la bandera española (mientras se negocia el protectorado inglés). San Martín en Mendoza se encuentra con los fugados de Chile, mandando a Bernardo O´Higgins su organización. El 3 de Agosto de 1814 se levanta el Cuzco (con soldados de Salta), en 1815 fueron sometidos ayudados por los vecinos. En Chile José Miguel Carrera en octubre de 1812 todavía no había declarado la independencia; Osorio en octubre de 1814 llega a Santiago que lo ven como ocupación peruana.

Esta inclusión del virreinato del Perú, que intercala desde el principio ambos niveles, recuerda su antigua jurisdicción virreinal e inicia un conflicto jurisdiccional que determina la rápida autarquía del Paraguay, recordando su estatus de Provincia “Gigante de Indias”, perdido en 1617 y “madre de ciudades”, al ser Asunción fundada en 1537 (como recuerda Rodríguez Pardo, La independencia del Paraguay no fue proclamada en mayo de 1811, El Catoblepas, nº 116, 2011; y se puede ver en nuestra Figura 29, lo que obliga a la primera independencia absoluta (al menos sobre el papel) del Alto Perú al final del mismo.

Parece claro que nadie quería la independencia antes de 1810 (salvo casos aislados como Mier o Miranda que hablaban de la independencia de América desde el modelo de unidad 4 contra el influjo francés) y que las primeras juntas son a imitación a las de España, es decir, lo que no se quiere aceptar es el Consejo de Regencia que ofrecía inmensas dudas; sin embargo los partidarios de ella, el Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros levantaron la Guerra Civil, y la idea de destituirlo no fue de criollos sino de Martín de Alzaga y de Pascual Ruiz Huidobro; de modo que fue el choque de la regencia con las juntas los que condujo a la guerra civil “levantándose contra la españolísima Junta de Buenos Aires en Córdoba, con Liniers; en la Asunción, con Velasco; en Montevideo con todo el pueblo; en Perú y el Alto Perú , con el virrey y en España, con los consejistas” (De Gandía, Enrique, El manifiesto a las naciones del congreso general constituyente, Boletín Americanista, nº 7-9, 1961, p. 117). Es decir, U1 contra U3.

Cuando vuelve Fernando VII, Rivadavia, Belgrano y Sarratea, ofrecen a Carlos IV y Fernando VII nuevamente estas tierras pero con un régimen republicano, democrático y liberal como el de las Cortes de Cádiz, ofrecimiento que se niega desde el despotismo declarándoles amotinados (en Tucumán siempre se pensó en una solución hasta que no se pudo); cuando el 4 de mayo de 1814 (tras el manifiesto de los Persas de abril de 1814) en Valencia Fernando VII anula la Constitución, da la razón a los independentistas: de manera que sorprendentemente los americanos fieles al Rey quedan deslegitimados, al igual que los independentistas.

B. Fase inter-virreinal o imperial

En esta segunda fase de progressus la situación será distinta al acercarse al nivel imperial, no sólo por la intervención monárquica sino por el papel de los otros Imperios. Como el progressus pasa por la guerra, será fundamental el papel de los ejércitos en la conformación de la capa cortical de las nuevas naciones, no hay que olvidar nunca el plano o fondo común de la confrontación entre Imperios (desde que Francia e Inglaterra jamás reconocieran el tratado de Tordesillas de 1494); por ello no sólo el papel de Inglaterra como mediador o el de Portugal en América (y luego el de Norte América) o el de la Santa Alianza en España es aplicable de modo formal en el desarrollo de los conflictos, sino que hay que señalar otros modos de intervención igualmente significativos, si bien de modo indirecto, aunque no menos importante para la resolución de los conflictos a nivel provincial o virreinal.

Nos referimos al papel de los mercenarios, es decir de los llamados voluntarios británicos (pero también alemanes, franceses y norteamericanos) que participan principalmente como mandos en las guerras que se producen de 1817 a 1825; participación extranjera que aunque poco conocida, no por ello es menos significativa (Enrique Rodríguez, Moisés, Los voluntarios de la libertad: Voluntarios británicos en las guerras de independencia de América Latina. Boletín de la R. A. de Historia, tomo CCIV, Madrid, 2007), pues de los aproximadamente 10.000 veteranos venidos de las guerras europeas y que fueron reclutados a gran escala, muchos de ellos crearon los ejércitos de “patriotas” que vencieron en las campañas decisivas.

Casos significativos hay muchos, resaltaremos el de Thomas Cochrane almirante de la armada chilena en la guerra con el Perú, o William Brown como fundador de la marina argentina, quien determina el congreso negociado de Lord Ponsonby donde se obliga a la independencia del Uruguay de Brasil (quienes no querían la independencia); Martin Guise es el padre de la marina peruana, e Illengworth creó la armada ecuatoriana.

Es decir, si en la marina hubo alrededor de 4.000 oficiales y tripulaciones de británicos, en la tierra pasa otro tanto: el General William Miller comanda la caballería peruana que en Junín y luego en Ayacucho concluirán la guerra en 1824.

Es ésta una política bien calculada, fruto de años de lucha en que la unidad prima sobre la división, por ello a partir de 1817 se ve el papel clave de los ejércitos; en este sentido Luis López Méndez como representante de Bolivia en Londres, contrata seis sub-oficiales para formar las unidades de combate. La “Expedición de los cinco coroneles” consiste en contratar mercenarios, enviando a centenares de soldados de fortuna a Sudamérica.

La Legión Irlandesa fue reclutada por John Devereaux en Dublín. La legión Británica compuesta por 250 hombres (el diez por ciento del ejercito patriota) libero el centro de Nueva Granada, bajo el coronel John Mackintosh que vence en el momento crítico en Pichincha (1822). La legión británica de Venezuela con 350 hombres se cubre de gloria en Carabobo (1821). El batallón de Rifles del coronel Robert Piggot fue la mejor unidad del ejército colombiano.

El comienzo de esta fase la ponemos alrededor de 1814, cuando Fernando VII toma partido por uno de los bandos, desde entonces (y no antes) llamado realista y el otro insurgente (Céspedes del Castillo, Guillermo, América Hispánica (1492-1898), Labor. Dirigida por Manuel Tuñón de Lara. Barcelona, 1986), la que en 1816 sólo implicaba a Buenos Aires. Así quedan por un lado Realistas con Fernando VII y por otros insurgentes con liberales (en 1817 vuelven los ejércitos libertadores: San Martín y Bolívar). Es decir, los fidelistas en 1816 empiezan a llamarse realistas, y los independentistas, patriotas. Al tiempo que había en el ejercito realista, oficiales liberales y absolutistas en los cuerpos expedicionarios de ultramar.

1) En el conjunto de Sudamérica

Abascal en 1813 desde Chiloé y Valdivia marcha contra Concepción de modo que perdonando a todos dejo un Gobierno fiel en Chile. Sin embargo en 1815 la política de la Corona con Chile, cambió y hubo represiones y desplazados. Al regresar Fernando VII, se hicieron gestiones para entenderse con la realeza. En España, 69 diputados al frente de los cuales estaba el canónigo Joaquín Pérez y Martínez por la Nueva España (con otros americanos como el Duque de San Carlos o Blas Ostolaza) apela al artículo 15 de la Constitución, en que el Rey debe sancionar las leyes para ser válidas, impugnando la Constitución, pero sobre todo por el efecto pernicioso que tendría en América, al ir contra las antiguas leyes (el llamado Manifiesto de los Persas de 12 de abril de 1814). Muchos de los americanos de Cádiz rodearon a Fernando VII y fueron los firmantes del manifiesto.

El mexicano Miguel de Lardizábal fue designado ministro de Indias, cuyas instrucciones para el ejército de “pacificación” de Morillo en Real decreto de 1 de Julio de 1814 por la junta de generales con Castaños a la cabeza, buscaban la clemencia con los independentistas. El 1 de julio de 1814 Morillo manda un ejército de pacificación (500 oficiales y 10.000 soldados), toma Cartagena y hunde la república con las Provincias Unidas.

En 1816 se reunía el congreso de las Provincias Unidas en Tucumán, que fuera de la amenaza “pacificadora”, pues todo el mundo creía que el ejército iba a la Plata (un cambio secreto o sobre la marcha que les recriminará Abascal), proclama la independencia con un Inca como Rey de las Provincias Unidas de Suramérica. Brown con una flotilla hacia incursiones en el Pacífico (el Callao, Guayaquil)

Antes del sitio a Cartagena, Bolívar se embarca el 9 de mayo en dirección a Jamaica. Las Provincias Unidas son derrotadas en febrero de 1816 (renunciando Camilo Torres al gobierno), La Madrid se retiro hacia Popayán esperando el alzamiento de Quito por las acciones de Brown en el Pacífico. La política de represalias se llevo a gente como Villavicencio y Montufar en 1816 o al propio Camilo Torres.

En Uruguay esta fase la ponemos al comenzar los diez años de administración portuguesa y luego brasileña, denominándose, provincia “Cisplatina” siempre en el Antiguo Régimen, ratificada por la asamblea de Junio de 1821 (negando la posibilidad de su autodeterminación); es ante la ruptura del Brasil con la metrópoli en 1822 cuando está obligada a posicionarse y empieza la guerra de Buenos Aires con Brasil en 1825. Así se llega a la paz de 27 de agosto de 1828 impuesta por los británicos y a una independencia que nadie había pedido, en este caso del Brasil.

Desde Haití, Bolívar vuelve sobre Venezuela en Marzo de 1816 con el compromiso de liberar a los esclavos, fracasa y vuelve a Haití. En general, a los independentistas les sorprendió que fueran los liberales y los extranjeros, gente como Javier Mina –el Mozo–, los que montaran expediciones contra Fernando VII. Bolívar utilizará corsarios extranjeros como Aury y Brión, vendiendo patentes de corso como en Buenos Aires a norteamericanos o franceses.

El 18 de diciembre de 1816 Bolívar bajo protección haitiana, con tres goletas, llega al continente, con otro convoy del Francés Villeret y las armas que transportaba, gracias a Sutherland, para formar un gran ejercito.

Bolívar desde Margarita recupera Angostura y la vieja Guayana, reclutando oficiales y voluntarios británicos que venían de las guerras napoleónicas, dividido el ejército de Morillo. Ataca Nueva Granada en Boyacá en agosto de 1819 entrando en Bogotá, estableciendo la República de Colombia. El levantamiento de Riego en enero de 1820 deja a Morillo sin los recursos que esperaba de España. En 1819 sólo Chile, Argentina y la Nueva Colombia eran independientes (el sur chileno, regiones de Nueva Granada y Venezuela eran realistas), la Logia Lautaro gobierna Chile en 1817 y 1820, y son con los pronunciamientos (el arma del liberalismo), cuando en 1820 se niega Riego a ir con 20.000 hombres a combatir a sus hermanos americanos, ¿es que no ocurre en la península lo mismo que en América?, ¿no se está eligiendo un modo de unidad sobre el total?

Por lo que respecta al Virreinato del Perú, su posición asume el nivel imperial desde el principio con Abascal, esto hace que su independencia, como la de Nueva España dependa de esta escala de problemas.

Si la rebelión del Cuzco se sofoca en 1815 por el general Juan Ramírez, será la derrota de Maipú en 1818 el principio del avance hacia Perú, donde los ingleses participan con la toma del puerto de Valdivia por Thomas Cochrane en 1820. La estrategia de San Martín en 1820 era esperar que el régimen realista se desintegrara. A finales de 1821 los realistas evacúan Lima y San Martín entra sin oposición, el 12 de Julio la crisis de 1821 se pudo explicar en el conflicto entre oficiales liberales en torno a La Serna (que pensaban que la constitución arreglaría los problemas) y los absolutistas.

La independencia del Perú en 1821 por José de San Martín es “imaginada” en la medida en que “el ejercito realista del virrey José de la Serna mantenía el control de la mayor parte de la sierra y había dejado más de 3.000 hombres en la fortaleza del Callao. Aunque José Canterac abandonó esta plaza en septiembre de 1821, retornó Lima en 1823 y en febrero de 1824 el Callao, que permanecería en manos realistas hasta enero de 1826” (Ibídem, pág. 113)

Después de Maipu, en noviembre de 1818 San Martín ofrece al Perú una confederación con Chile y la Plata, pero en 1820, cuando el virrey Pezuela pretendía acabar con la anarquía en la Plata, triunfa la sublevación de Riego; San Martín parte en agosto de 1820 con su expedición al Perú y la flotilla que lord Cochrane trasporta a Pisco 6.000 hombres, difundiendo una proclama en que decía “la revolución en España es de la misma naturaleza que la nuestra: ambas tienen la libertad por objeto y la opresión por causa”, pero no le valía la constitución de Cádiz pues no tenía “la intervención de nuestros representantes”. San Martín no ataca Perú sino que esperó el desmoronamiento virreinal; en efecto, los jefes del ejército destituyen al virrey Pezuela y ponen al liberal La Serna. El l4 de Junio de 1821 entra San Martín en Perú, con el ejercito realista resistiendo en el Alto Perú; se entrevista con Bolívar en Guayaquil, donde parece que el primero le disuade de su plan monárquico.

En efecto, entre los comisionados de paz enviados por España en 1820 llega Manuel de Abreu a Lima. José de la Serna en enero de 1821 da un golpe militar en Aznapugnio para proclamar la constitución liberal española. El 2 de Junio de 1821 se encuentran La Serna y San Martín quien propone la creación de una regencia, con La Serna como presidente, negociando la independencia del Perú bajo un príncipe español; La Serna se niega por no “anteceder a la aprobación de las Cortés”. En 1823 se restablece el absolutismo; Valdés y Conterac y el absolutista Olañeta, se oponen a La Serna (liberal); en enero de 1824 el ejército realista del Alto Perú se subleva con el absolutista Pedro Antonio Olañeta contra el virrey al saber que había caído la constitución. Tras una prolongada campaña en la batalla de Tarabuquillo, Sala, Cotagaita y finalmente la Lava el 17 de agosto de 1824, ambas fuerzas realistas del virreinato del Perú (liberales) y de las provincias del Alto Perú (absolutistas) se diezmaron mutuamente. Juan Carlos Losada habla de la “traición de Ayacucho” afirmando que el resultado estaba pactado de antemano, con un pacto de silencio entre liberales (jefes españoles y líderes independentistas) contra un rey tirano como Fernando VII (Losada, J.C., Batallas decisivas de la Historia de España, Ed. Aguilar, 2004)

En la batalla de Junin sólo interviene la caballería, venciendo Bolívar, La Serna capituló (con 10.000 hombres) el 9 de diciembre de 1824. Cuando al fin Lima es rendida en 1824 por los realistas, se refugian en el Callao 2.500 oficiales, soldados y 4.000 civiles que mueren en el asedio ante su capitulación. “De esta manera, podemos concluir que España había perdido el Perú, a pesar de que la mayoría de los limeños políticamente activos habían optado a favor de la muerte en vez de la independencia” (Ibídem, pág. 113)

Fue Sucre quien venció a los realistas en la sierra, en Ayacucho. De ahí a la constitución de Bolivia (a imagen de la constitución de Cádiz en 1826 (ver Ramos, D., La creación de Bolivia y el origen del Decreto de Paz de 9 de Febrero de 1825, Revista de Estudios Políticos, nº 153-154, 1967)

2) Virreinato de Nueva España

Como en los anteriores virreinatos hay un progressus inter-provincial donde después de Hidalgo, Morelos llegó a tomar Acapulco y Oaxaca, y en el Congreso de Chilpancingo en noviembre de 1813 se fecha el acta de independencia de la América septentrional que ya es liberal (como Bolívar y las Provincias Unidas de Nueva Granada) y mira al resto, como el Anahuac a las provincias de Guatemala.

En 1814 las tropas de Calleja al tomar el trono Fernando VII vencen a Morelos. Aún así el 22 de octubre de 1814 promulga el Decreto constitucional del Estado independiente. En 1815 todo parecía declinar en el área independentista, con Morillo en Nueva Granada, Abascal en Chile y el Alto Perú.

En 1816 se releva a Calleja y Abascal. La expedición de Mina con 300 norteamericanos, aconsejado por Mier, desembarca en abril de 1817 en la Huasteca, fusilado poco después. De hecho en 1820 la guerra de independencia estaba en punto muerto, cuando llego la proclama obligada de Fernando VII: “marchemos francamente y yo el primero por la senda constitucional”.

El paso de los conflictos al nivel imperial se produce en la Nueva España no con la entrada del Absolutismo (U1) sino del liberalismo en España (U2); es decir, tras el regreso de Fernando VII, Venegas fue sustituido como Virrey en 1813 por Félix María Calleja, que mato a Morelos en 1814, y en 1815 parecía ganada en toda América la situación. Sólo Vicente Guerrero luchaba en el sur y cuando en 1820 parecía todo calmado, como decimos, se proclama la constitución de Cádiz.

El virrey Apodaca para evitar problemas con el pueblo que proclamaba la constitución de Cádiz y la paralización de la actividad militar contra los independentistas de Riego, jura la constitución. Las negociaciones liberales desmoralizan a los realistas americanos, a partir de 1820 los liberales expulsan a los jesuitas de España y reforman las órdenes religiosas, reduciendo el ejército; la respuesta fue inmediata con el Plan de Iguala en sentido contrario. El 24 de febrero de 1821 se declara la independencia del reino, con un gobierno monárquico de Fernando VII para impedir la revolución. El 28 de septiembre de 1821 la Junta Provincial Gubernativa proclama el Acta de Independencia del Imperio Mexicano con Iturbide. En septiembre de 1821 hizo lo mismo la Capitanía General de Guatemala.

Al rechazar las Cortes de España la independencia, se prorroga la Regencia de 1821 a mayo de 1822, el 5 de enero de 1822 se sumaba la Capitanía General de Guatemala. El 12 de mayo de 1822 se proclama a Iturbide como Agustín I emperador de México, que tiene que clausurar el Congreso. El gobernador de Veracruz, Santa Ana se subleva en 1822 en el Plan de Casa Marta. De modo que las provincias no acataban a Iturbide, que abdica en marzo de 1823. Se separan las Provincias Unidas de Centroamérica (excepto Chiapas). Las regiones mexicanas hacen caso omiso del poder ejecutivo central (Guadalajara, Zacatecas, & c.) El Yucatán propone la solución federalista. La polémica se desata entre Miguel Ramos Arizpe en el “Águila mexicana” y los centralistas de “El Sol”, con Lucas Alamán. En 1824 se aprueba el Acta Constitucional de la federación de “estados independientes libres y soberanos”. En 1825 la primera república federal forma gobierno, divididos entre escoceses (centralistas pro-hispanos) y la sociedad de York (federalistas del “Águila Mexicana”). En las elecciones para el congreso de 1826 ganan los yorkinos decretándose la expulsión de los españoles, extremándose en 1829. Desde España llega una expedición del ejército con 3.000 hombres a Tampico, rindiéndose el 10 de septiembre.

A Guerrero le sucede Bustamante (centralista y pro-escocés), en este clima se suceden levantamientos y gobiernos.

C. Alcance del progressus y desfallecimiento (vuelta al nivel provincial o virreinal)

Ofrecemos una rápida lectura de las actas de independencia para ver el referente del que se predica la independencia; por ejemplo el Paraguay en 1811 reconoce a Fernando VII: “Harán juramento ante escribano de no reconocer otro soberano que al señor D. Fernando VII” (Ibídem, Constitución de la Junta de Gobierno de 1811”, pág. 77), disponiendo “que mientras no se forme el congreso general, esta provincia se gobernará por sí misma; sin que la Exma. Junta de Buenos Aires pueda disponer y ejercer jurisdicción sobre su forma de gobierno, régimen, administración ni otra alguna causa correspondiente a esta misma provincia” (Ibídem, pág. 79), provincia que se “independiza” de Buenos Aires (aunque en 1842 diga “Que nuestra emancipación e independencia es un hecho solemne e incontestable en el espacio de más de treinta años” (Ibídem, Acta de independencia de la República del Paraguay, pág. 83)

Independencias referidas a la Corona (U1 o U0, recuérdese que oficialmente la Corona de España está en manos francesas hasta 1814): en el acta de Independencia de Chilpancingo la independencia es del trono español “que en tal concepto queda rota para siempre jamás y disuelta la dependencia del trono español” (Ibídem, Acta de independencia de Chilpancingo de 6 de noviembre de 1813, pág. 41) cuando solo un año antes López Rayón hacía residir la soberanía del señor don Fernando VII y su ejercicio en el Supremo Congreso Nacional Americano (Elementos constitucionales, de 30 de abril de 1812). Que en el Acta de la Declaración de la Independencia Argentina, el 9 de julio de 1816, el Congreso de las Provincias Unidas declara “su emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España” (Ibídem, pág. 20), al igual que Chile en la “Proclamación de la Independencia de Chile” de 1 de enero de 1818, dice “separarse para siempre de la Monarquía española”. La “Declaración de Independencia (25-VIII-1825)” del Uruguay no lo es de España, sino del Brasil: “En consecuencia de la antecedente declaración, reasumiendo la Provincia Oriental la plenitud de los derechos, libertades y prerrogativas, inherentes a los demás pueblos de la tierra, se declara de hecho y de derecho libre, e independiente del rey de Portugal, del emperador del Brasil, y de cualquiera otro del universo” (Ibídem, pág. 69)

Con esto queremos resaltar que cuando se cita a España como referente de la independencia es a partir de 1821, cuando ha vuelto la constitución liberal del congreso gaditano (U2), así el 28 de septiembre de 1821 el Acta de Independencia del Imperio Mexicano pronunciada por su Junta Soberana dice: “que es nación soberana e independiente de la antigua España” (ofreciéndose a Fernando VII); en el “Acta de independencia” de Bolivia el 6 de Agosto de 1825 dice: “emanciparse del poder injusto, opresor y miserable del rey Fernando VII,…, la condición degradante de colonia de la España…, y siendo al mismo tiempo interesante a su dicha no asociarse a ninguna de las repúblicas vecinas” (Ibídem, pág. 65), con una concepción cercana al modelo III que únicamente habíamos visto en el precedente de Tunja, cuando el 10 de diciembre de 1813 hablaba de colonias y de la independencia del gobierno de la Península (Declaración de independencia de la provincia de Tunja, 10 de diciembre de 1813, en Martínez Garnica, Armando e Quintero Montiel, Inés, Actas de formación de juntas y declaraciones de independencia (1808-1822). Reales audiencias de Quito, Caracas y Santa Fe, UIS, 2007)

En todos los casos, la disolución de los territorios que de algún modo llegan al nivel de los Virreinatos se disuelven, ya sea del monarquismo planeado por San Martín, del liberalismo del Congreso de Panamá de Bolívar o del federalismo del Imperio mexicano; por no citar lo que aún depende de la Península, donde ha desaparecido la dialéctica constitutiva del proceso, y donde lo que queda es ajuste de lo dado, por ello no nos vamos a extender, pues la cuádruple alianza (con Inglaterra y Francia) en 1834 hace de España una caricatura simiesca colonialista, con expediciones militares ridículas en Marruecos (1859-60), la deplorable del Pacífico frente al Perú y Chile (1863-66), la de Cochinchina en el noroeste asiático (1857-63), una incursión en México (1861-62) y un intento de reincorporar Santo Domingo (1861-65). Las posesiones en Filipinas, Cuba y Puerto Rico (y Santo Domingo hasta 1865) en la Constitución del 37 serán llamadas abiertamente Colonias.

En Cuba la guerra de los diez años o de Yara (1868-78) iniciada por terratenientes fracasó. Frente a las oligarquías conservadoras, en Cuba surge un liberalismo que pretende ser igual que en la península. En 1880 toda la producción azucarera está ya bajo control yanqui y en 1895 entra en guerra con España.

En filipinas la única ciudad era Manila, con 10.000 habitantes castilas blancos de 150.000 almas. En los pueblos de hispanización sólo era español el fraile. El comercio se efectuaba por el Galeón de Acapulco y desde 1785 se creó la Real Compañía de Filipinas (suprimida en 1834) que se independiza en 1896. La guerra de secesión americana (1861-65) y la guerra hispano-americana de 1898 lo deshicieron totalmente.

Pero las guerras entre las nuevas Repúblicas continuarán a lo largo del siglo XIX enfrentando a Chile contra Perú-Bolivia en 1839; el Paraguay de 1864-70 con el Dictador Francisco Solano López contra Buenos Aires y Brasil; la Guerra del Pacífico de 1879-84 que enfrentó a Chile contra Perú y Bolivia, o en otras como la Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay, por no citar las guerras o campañas genocidas contra los indígenas que se suceden en todas las regiones en expansión, como la conquista del desierto en Argentina. Son Estados en contínua crisis fiduciaria que en el último tercio del siglo XIX empezaron a consolidarse.

Es decir, sólo aquellos conjuntos institucionales que ponemos en las capitales fueron capaces de apropiarse de una capa basal frente a otras, delimitando una capa cortical aún difusa y que fluctuará enormemente, aumentando en la Argentina o Chile y menguando nada menos que a la mitad en México. Sólo estas capitales, en general sedes de virreinatos, de capitanías o de audiencias, pueden sujetar el desfallecimiento de un progressus al todo que aún resuena en los restos del imperio.

El Catoblepas
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