El Catoblepas · número 193 · otoño 2020 · página 5
Filosofía e historia en Yejezkel Kaufmann
Gustavo D. Perednik
Un académico que abarcó los dos aspectos clave del pensamiento judío
El pasaje desde la filosofía antigua y medieval hacia la moderna, implicó el traslado del foco de análisis: la gnoseología se abría paso para reemplazar a la ontología. La pregunta esencial dejaba de ser qué es el universo, y cedía su preeminencia a la cuestión epistémica de cómo el universo es conocido.
En el terreno más específico de la filosofía judía, el tránsito desde lo medieval a lo moderno significó alejar la lente del texto judaico y de las fuentes del judaísmo, para poder adentrarse cada vez más en elucubraciones acerca de la índole del pueblo judío y su destino. El interés del estudio fue centrándose menos en los conceptos judaicos esenciales, y más en hurgar por el sentido de la historia del pueblo hebreo.
Previamente a la modernidad, los filósofos israelitas solían dedicarse primeramente a los textos seminales del judaísmo, y luego a las máximas ideas que se desprendían de esas fuentes, tales como: la creación ex nihilo, y la cosmovisión de la historia como un sendero hacia la redención humana. Esta última concepción nutrió a diferentes modelos filosóficos modernos, como los casos de Hegel, Marx y Croce, entre otros.
En el contexto de la evolución del pensamiento judío, la cronología de la filosofía judía medieval puede sintetizarse en dos períodos de tres siglos cada uno; España fue el único país que fue lid protagónica en ambos períodos.
Durante el primero (c. 900-1200) la filosofía judía se enmarcó en el renacimiento cultural del Islam. Fue escrita mayormente en árabe con grafía hebrea, y apuntó a construir un puente conceptual entre la metafísica y el judaísmo. Alcanzó su cúspide con Maimónides (m. 1204), precedido en medio siglo por quien fuera en retrospectiva su némesis intelectual: Judá Halevi (nacidos respectivamente en Córdoba y en Tudela).
Durante el segundo período medieval (c. 1200-1500), y ya en el ámbito de la cristiandad, la filosofía judía fue escrita enteramente en hebreo, y su temática fue cabalmente teológica. Sus máximos exponentes fueron el barcelonés Hasdai Crescas y el aragonés Josef Albo. En sintonía con la mayoría de los filósofos medievales en general, tampoco los pensadores hebreos de marras supusieron que hubiera contradicción alguna entre la razón y la fe.
A partir de la modernidad, los filósofos judíos fueron abordando cada vez con mayor énfasis el significado de la historia judía, y menos la exégesis de su literatura. El nuevo abordaje fue coronado por el hegeliano Najman Krochmal (m. 1840) quien fue el primero en plasmarlo sistemáticamente, en su libro Guía de los perplejos de este tiempo.
Un siglo más tarde, la filosofía judía produjo un par de lumbreras que supieron integrar los dos enfoques en una retrospectiva general. Las magna opera de uno y otro vieron luz en alemán y hacia 1920. Se trata de La religión de la razón desde las fuentes del judaísmo de Hermann Cohen, y La estrella de la redención de Franz Rosenzweig.
Para Cohen, padre de la Escuela de Marburgo y maestro de Ortega y Gasset, la razón es la fuente de la religión y, más concretamente, el judaísmo aportó a esa fuente con el concepto seminal de la compasión, que transforma al ser humano en un sujeto moral. A partir de la concepción judaica nacería la universalidad, ya que en el antiguo Israel el extranjero no es considerado bárbaro, sino un miembro de la sociedad y objeto de la compasión.
Rosenzweig, por su parte, inició una nueva escuela de pensamiento, Das Neue Denken, a partir de combinar vívidamente varias ideas eminentemente judaicas como las mencionadas: la creación de la nada que otorga sentido, y el mesianismo.
Un siglo después de ellos dos, el pensador israelí Yehezkel Kaufmann (m. 1963) logró abarcar creativamente los dos aspectos del filosofar judaico, y explicó mejor que nadie antes que él, tanto la idea esencial del judaísmo como la complejidad del deambular histórico de los judíos.
Valoración de Kaufmann
A pesar de haber sido un prohombre del pensamiento judío, Yehezkel Kaufmann quizás no haya recibido aún sus merecidos laureles. Incluso la vasta Encyclopaedia Judaica (1972) apenas atinó a incluir sobre él una entrada sólo en los anexos.
Kaufmann atinó a huir a tiempo del infierno que acechaba a Europa, y en 1929 emigró de Berlín a Eretz Israel. Durante dos décadas fue docente secundario de Tanaj (Biblia Hebrea) en Haifa, y desde 1949 profesor en la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Sus dos grandes obras reflexionan en torno de sendos temas primordiales. Con un pie en la filosofía judía tradicional, la segunda de sus obras se sume en un profundo análisis del Tanaj, y define el significado último del contraste entre la cosmovisión bíblica y el paganismo. Con el otro pie en la filosofía judía moderna, la primera de sus obras discurre sobre el singular destino del pueblo hebreo. En ambos casos, sus conclusiones fueron sustanciales para el desarrollo del pensamiento judío.
Los títulos de las obras son: Exilio y extranjería (1930) de más de mil páginas, y la monumental Historia de la fe de Israel, publicada en ocho tomos (1937-1948).
Por cada una de ellas, el autor recibió el Premio Bialik, del que fue el primer galardonado y uno de los pocos en serlo dos veces. Este premio comenzó a ser otorgado anualmente por la Municipalidad de Tel Aviv, desde 1933, en dos categorías: literatura hebrea y filosofía judía.
El Premio Bialik fue inaugurado como un homenaje al sexagésimo aniversario del gran poeta hebreo, y el propio Jaim Bialik (m. 1934), al leer el manuscrito del libro antes de su publicación, escribió al presidente de la Universidad Hebrea de Jerusalén que “se trata de una obra grandiosa, diría salvadora del pensamiento judío”. Lleva por subtítulo Estudio socio-histórico del destino de la nación judía desde la antigüedad hasta el presente.
La obra analiza la tensión entre el universalismo y el particularismo dentro del judaísmo, una tensión que se halla en la raíz misma de la cuestión estudiada. Dos de las conclusiones de Kaufmann son: que el factor preservador de la vida singular de la nación judía es su religión; y que la irreversible salida del gueto por parte de los judíos en el momento de la Emancipación los dejó indefensos en un entorno hostil.
Más famosa y consultada es su Historia de la fe de Israel, especialmente gracias a la síntesis que publicó en inglés Moshé Greenberg (Universidad de Chicago, 1960) bajo el título de La religión de Israel desde sus comienzos hasta el exilio babilónico.
El enciclopédico ensayo cuestionó la Crítica Bíblica de Julius Wellhausen, que a la sazón señoreaba en los estudios bíblicos, y presentó una visión alternativa de la fe israelita como una creación original y espontánea del pueblo hebreo, muy distante de ser una simbiosis de otras culturas o el resultado de influencias exógenas. La fe de Israel se perfila en Kaufmann como una vocación sin precedentes, libre de toda mitología.
Otro fenómeno que Kaufmann ve como privativamente israelita es el de la profecía, la corriente de la antigüedad que vino a cumplir con un mensaje de crítica social. Los tres siglos de profetismo hebreo prohijaron la priorización de la ética por sobre todo culto y ritual, en lo que constituye una revolución en el devenir de la religión.
Con una perspectiva de más de siete décadas, la obra académica de Kaufmann conforma un valioso recurso para comprender las raíces de la civilización Occidental, tanto en lo referido a la innovación que propone su libro seminal, como en lo que compete a la comprensión del pueblo que legó esa cultura.