El Catoblepas · número 195 · abril-junio 2021 · página 13

La creación de la fábula de Jesucristo:
del Mesías histórico judío al mito del Dios encarnado universal
José María del Olmo Gutiérrez
Se aborda el proceso histórico y cultural que llevó de la creación de una secta judía en Palestina a la gestación de la religión cristiana
«Quantum nobis notrisque ea de Christo fabula profuerit, satis est omnibus seculis notum.»
[Desde tiempos inmemoriales es sabido cuán provechosa nos ha resultado esta fábula de Jesucristo.]
(Felipe de Mornay, Mysterium iniquitatis, seu Historia papatus, Saumur 1611, pág. 620.)
Carta de León X (1513-1521) al cardenal Pietro Bembo, recogida por Pico della Mirandola
y por el obispo anglicano John Bale, The Pageant of Popes (1555).
El mundo occidental tuvo su origen a orillas de Mar Mediterráneo. Tres fuentes básicas dieron lugar a esta civilización: Grecia, que aportó el canon escultórico, los órdenes arquitectónicos clásicos, la filosofía y la democracia; Roma, que dio origen al derecho latino, las lenguas romances/neolatinas como el castellano o el catalán y las obras públicas; e Israel, que fue génesis del cristianismo y la moral asociada a esta religión. De Oriente Próximo vinieron también la agricultura y la ganadería, el uso de la moneda (Lidia), la vida urbana y el comercio (Mesopotamia), la escritura (Sumeria) y el alfabeto (Fenicia), el aceite y el vino así como los principales elementos de lo que entendemos por civilización.

1. Barrio judío de Jerusalén con el Muro de las Lamentaciones y la Mezquita de Omar al fondo.
En el ámbito hispano, la religión ha sido un agente definidor de las relaciones sociales durante muchos siglos. Las creencias, los rituales, la moral y la doctrina cristianos han conformado un corpus cultural cuya influencia llega hasta la actualidad. Desde el Medioevo hasta prácticamente el siglo XXI cristiano, la fe religiosa ha influido en la legislación, las relaciones de poder y la mentalidad popular de los ibéricos. Aquí, el cristianismo, en su versión católica, ha sido utilizado para discriminar a judíos, musulmanes, escépticos o cristianos separados del dogma oficial de la Iglesia Romana.
¿Qué es el cristianismo? ¿Cuándo y dónde surgió? ¿Quién fue Jesucristo? ¿Qué relación tiene esta religión con el antijudaísmo? El cristianismo es la sacralización de la vida y el mensaje de Jesucristo. Dicha figura es considerada a la vez hombre y dios –aunque con diferencias según la confesión– por los creyentes de tal religión. Desde un punto de vista histórico, el cristianismo supone la principal aportación del pueblo hebreo –y una de las más importantes influencias semíticas junto con el alfabeto– al ámbito geo-cultural occidental. La religión cristiana ha sido un factor primordial a la hora de conformarse el sentido de identidad europeo.

2. Muro de las Lamentaciones en Jerusalén.
Las fuentes para el conocimiento de Jesús no son muchas y se reducen a los Evangelios (canónicos, gnósticos y apócrifos){1}, las Cartas de Pablo y los Hechos de los Apóstoles (Lucas). Tales obras fueron escritas –mayoritariamente– entre finales del siglo I y comienzos del II d. C. Actualmente, textos como el Papiro Egerton (siglo II d. C.) y otros contemporáneos como P1 o P2, el Manuscrito de Nag Hammadi (siglo IV d. C.), el Manuscrito Sinaítico (siglo IV d. C.){2}, el Códice Vaticano (siglo IV d. C.), el Códice Benzae Cantabrigensis (siglo V d. C.), el Códice Alejandrino (siglo V d. C.), el Códice Washingtoniano (siglo V d. C.) el Códice Ephraemi Rescriptus (¿?) son los testimonios directos más antiguos que se conservan como referencia a dicho personaje. Otros escritos coetáneos –transmitidos por los copistas medievales– que se refieren a su figura o contexto histórico son las citas de historiadores como Flavio Josefo (Antigüedades judías), Tácito (Anales) o Suetonio (La vida de los césares), así como fuentes del ejemplo de los Manuscritos del Qumrán (siglo II a. C.-I d. C.) o el Talmud babilónico.

3. Puerta de Damasco, en Jerusalén.
El cristianismo tiene su raíz en la Palestina del siglo primero. En esta época, el territorio se encontraba bajo dominación romana. El país estaba densamente poblado y sus habitantes eran principalmente hebreos, aunque también había helenos (gentes de cultura griega), romanos y otras gentes orientales. La economía se basaba fundamentalmente en las actividades agrarias, aunque existía una pequeña porción de artesanos y comerciantes que desempeñaban un importante papel en la misma. Gran parte de la población era pobre y los judíos ricos pertenecían a la familia de Herodes y a la oligarquía sacerdotal, que era saducea. Políticamente hablando, las instituciones hebreas conservaron amplia autonomía durante esta fase de la ocupación romana; ejemplo de ello era el Sanedrín, que desde Jerusalén ostentaba la suprema autoridad jurídica y religiosa controlando el culto del templo. En tiempos de Jesús el pueblo israelita utilizaba el arameo como vehículo de comunicación habitual, aunque también se hablaba el griego ático o koiné. El hebreo estaba prácticamente reducido al ritual litúrgico. Los judíos tenían festividades regulares. Un día de descanso semanal, el sábado (Sabbath); la Pascua, en la que se celebraba la fundación de la nación hebrea; Pentecostés, donde se conmemoraba la entrega de las leyes por Dios a Moísés y la fundación de la religión; los Tabernáculos, las excursiones por el desierto, el momento en que la nación y la religión confluyeron; el Año Nuevo (Rosh Hashaná), en memoria de la Creación; y el Día del Perdón, en previsión del Juicio Final.
En el contexto temporal próximo y contemporáneo a la vida de Jesús, el judaísmo se encontraba dividido en varias facciones político–religiosas. De entre ellas, se tiene constancia de la existencia de al menos cuatro corrientes principales, a las que habría que añadir la de los samaritanos. Siguiendo al historiador judío Flavio Josefo y en base a lo que sabemos en la actualidad, éstas son:
Saduceos.- Formaban la nobleza sacerdotal y laica, ocupando el estrato superior de la sociedad hebrea. Representaban la ideología conservadora, que en lo religioso anteponía la autoridad del Pentateuco (los cinco libros de la Ley: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) a la ley oral. Los saduceos pretendían una vinculación directa a Sadoc, el sumo sacerdote a quien David pusiera la frente del templo de Yahvéh; eran una derivación del sacerdocio sadocita, el legítimo. Dominaban en el Sanedrín y tenían la responsabilidad del culto en el templo de Jerusalén así como de las ordenaciones sacerdotales. No creían en la existencia del más allá, ni en la resurrección de los muertos, así como tampoco en la actuación de los ángeles ni de la Providencia. Tenían una concepción religiosa no antropomórfica.
Fariseos.- Surgieron probablemente del movimiento hasídico del siglo II a.C., pero sus raíces quizá se hunden en la época de dominación persa (siglo VI-V a.C.). Eran representantes del movimiento sacerdotal creado tras el destierro babilónico del siglo VI. Daban tanta importancia a la ley escrita como a la tradición oral. Acomodaban la interpretación de la Ley a las necesidades de cada momento. Controlaban la religiosidad de las sinagogas y las escuelas rabínicas, tanto elementales como superiores, en donde se dedicaban al estudio de los textos religiosos. Su doctrina de salvación era generosa con los israelitas, siendo menos entusiastas con los paganos, aunque la intensidad de tal diferencia de trato varía según los maestros o los libros. Los fariseos eran laicos y solían estar presididos por escribas (seglares cultos). Antonio Piñero considera como doctrina propia del fariseísmo la concepción de Dios como un ser absolutamente espiritual, trascendente, incomprensible, sabio, justo, misericordioso y padre de los hombres. El nombre de Dios no podía ser pronunciado, sino sustituido por otros términos. Ellos pensaban que Dios podía ser adorado desde cualquier lugar y que el hombre es libre para elegir el bien o el mal. Los fariseos concebían la creación divina del ser humano, así como la existencia de la resurrección, los ángeles, los demonios, los espíritus y el Juicio Final. Eran enemigos de los romanos y, al igual que en la época macedónica, rechazaban las imposiciones externas, aunque sin adoptar una postura violenta.
Esenios.- El desarrollo de esta secta tuvo lugar entre los siglos II a.C. y I d. C. Probablemente, su origen deba situarse en los exiliados hebreos de Babilonia, quienes durante el destierro conservaron una visión hiperpurista del dogma religioso, el cual llevarían consigo tras su regreso a Palestina. Según Josefo, los esenios aparecieron en tiempos de Jonatan Macabeo, quien al enfrentarse al Maestro de Justicia, provocó la ruptura del bloque hasídico y la consiguiente dispersión de los distintos grupos judíos, que anteriormente habían formado un todo homogéneo para hacer frente a Antíoco IV. Varios autores del siglo I d. C. se ocuparon en describir la vida de los esenios, como el naturalista latino Plinio el Viejo, el ya mencionado Josefo, Filón de Alejandría y, ya en el siglo III d. C., Hipólito de Roma. Además de la información que nos dan estos autores, tenemos otra fuente complementaria, los Manuscritos del Qumrán, redactados por los propios esenios durante su estancia a orillas del Mar Muerto. Los esenios conformaban una corriente ascética de tipo mesiánico, la cual planteaba una religiosidad intransigente unida a un anhelo aislacionista. Hacían vida cenobítica –ermitaña– en torno al desierto y creían que el templo de Jerusalén estaba mancillado por un sacerdocio indigno, pues se autoconsideraban los únicos herederos del auténtico Israel, utilizando para sí mismos la denominación de «el resto». El esenismo tuvo sus principales focos de recepción en algunas ciudades de Judea y a orillas del Mar Muerto. Llevaban una vida comunitaria y no existía propiedad privada entre ellos. Se regían por un sistema normativo riguroso que penaba la más leve falta. Los interesados en entrar a la secta debían someterse a un período de prueba que duraba tres años. En las plegarias que precedían a la comida debían jurar ser piadosos; observar la justicia con los hombres; no perjudicar a nadie; socorrer a los justos y odiar a los injustos; obedecer a la autoridad permitida por Dios; no ser insolente cuando se tiene un rango superior; no distinguirse de los demás en la forma de vestir; no robar ni buscar ganancias ilícitas; no ocultar nada a la comunidad y no descubrir nada de ella a los ajenos de la misma (ni los libros ni los nombres de sus ángeles tutelares). Los esenios expulsaban de la comunidad a quienes cometían graves infracciones, a los que solían abandonar a su suerte, aunque podían readmitir a los arrepentidos. Se reunían un centenar de personas para tratar los asuntos judiciales. Veneraban a Moisés y castigaban con la muerte a quien blasfemaba contra él. Obedecían a los ancianos y se lavaban después de hacer las necesidades corporales. Se subdividían en cuatro grupos dependiendo de la fecha o antigüedad de ingreso en la comunidad. Muchos de los miembros vivían más de cien años. Su cosmovisión concebía que los cuerpos son incorruptibles y las almas inmortales, considerando el cuerpo como una cárcel temporal. Creían, al igual que los griegos, que a las almas buenas les estaba reservada una morada más allá del «Océano», y a las malas una lóbrega caverna. Algunos preveían el futuro a través de los libros sagrados. En sus ceremonias compartían pan y vino. Josefo señala a otro grupo de esenios, semejante en todo a los anteriores salvo en que son partidarios del matrimonio. Los esenios del Qumrán, tal y como ha demostrado la arqueología, sabían fabricar armas. Según Filón y Josefo, el número total de esenios se cifraba en 4.000.
Zelotes.- Es la cuarta secta descrita por Josefo en sus Antigüedades judías. Doctrinalmente, coincidían con los fariseos en todo salvo en que no admitían más señor que a Dios. Josefo da menos importancia a los zelotes ( «celosos») que a otras variantes judaicas. Eran contrarios a pagar tributo al emperador romano y a los matrimonios mixtos entre judíos y no judíos. Propugnaban la acción violenta, con la que pretendían crear un Estado teocrático libre de extranjeros y de paganos. Se cree que el fundador de la secta fue Judas el Galileo, natural de Gamala, quien tenía un fuerte talante independentista. Los zelotes iniciaron la crisis que daría lugar a la primera guerra hebraica (66-73 d. C.) contra Roma.
Samaritanos.- El caso samaritano es singular ya que se trata del único grupo judío que nunca ha sido expulsado de Palestina. Escisión religiosa del S. VI a. C –como consecuencia del conflicto surgido entre los hebreos palestinos y los que regresaron del exilio babilonio–, los samaritanos tienen su templo en el monte Gerizim y siguen realizando prácticas ancestrales como la de sacrificar corderos. Actualmente, este colectivo lo conforman medio millar de personas, quienes se autoconsideran los verdaderos portadores del judaísmo.
La vida de Jesús se desarrolló entre el último cuarto del siglo I a.C. y las tres primeras décadas del inicio de la era cristiana. En este período, Palestina se vio gobernada por Herodes el Grande (muerto el 4 a.C.), sus hijos, Arquelao, Filipo y Herodes Antipas y, a partir del año 6 d. C., por los prefectos romanos Coponio, Marco Ambibulo, Anio Rufo, Valerio Grato y Poncio Pilato (quien accedió al cargo en el año 26). Las autoridades romanas, por conveniencia política, respetaron las costumbres religiosas judaicas. Por tal razón, no se instalaron en Jerusalén estatuas ni estandartes. Sin embargo, otros aspectos de la política de Roma para con los hebreos provocaron su odio hacia el ocupante latino, como el nombramiento por los gobernantes foráneos del Sumo Sacerdote y el cobro de duras contribuciones. La situación se agravó por la dureza y poca habilidad de ciertos gobernadores romanos, como Poncio Pilato, quien introdujo en Jerusalén los estandartes del ejército y sustrajo cierta cantidad del tesoro del templo para costear las obras de abastecimiento de agua de la ciudad.
Se han escrito ingentes cantidades de papel sobre la vida y la trayectoria religiosa de Jesús. La mayor parte de los investigadores aceptan en consenso la existencia real de este personaje. Los últimos estudios biográficos concluyen que su natividad aconteció seis años antes del comienzo oficial de la era cristiana. Tal error de cronologización se debe al monje Dionisio el Menor (Dionisyus Exiguus), quien tras recibir en el 515 d. C. el encargo del Papa Hormisdas para datar la fecha de nacimiento de Jesucristo –no concretada por los Evangelios–, concluyó que éste había sido concebido en el año 753 (Ab urbe condita){3} de la edad romana. En las fuentes neotestamentarias se apunta que el hombre-dios cristiano habría nacido cuando Herodes el Grande gobernaba en Palestina. Este rey murió en el año 4 a.C. El lugar de su nacimiento se sitúa en Belén (Judea) o en Nazareth (Galilea). Mateo y Lucas afirman que Jesús fue alumbrado en Belén, pues según el profeta Miqueas, en esta ciudad nacería el Mesías tras ser anunciado por una estrella. En opinión de Lucas, los padres del predicador se trasladaron a Belén con ocasión de un censo decretado por Augusto. El gobernador Quirino ordenó en el año sexto hacer un recuento general de la población de Judea. Los progenitores, al parecer, residían en Belén antes de su huida a Egipto, reinstalándose posteriormente en Nazareth por miedo a Arquelao, que gobernaba en Judea.

4. Iglesia de la Natividad de Belén. Aquí se supone que nació Jesucristo.
Jesús se crió en el seno de una familia hebrea de lengua aramea. Tenía cuatro hermanos (José, Judas, Simón y Santiago) y dos hermanas (Miriam y Salomé) y al menos un primo (Juan el Bautista). Su padre era carpintero y quizá él también. Justino dice que hacía yugos y arados. La familia se tenía por descendiente de David; así lo creyeron los sinópticos Mateo{4} y Lucas, y varias confesiones del cristianismo primitivo. Jesús predicó principalmente en Galilea, aunque también ejerció vida pública en Samaria y en Judea. La duración de su predicación oscila entre uno y tres años, según los evangelistas, siendo esta etapa la más conocida de su vida, ya que las fuentes apenas hacen mención de su infancia y adolescencia. El líder religioso fue condenado por el prefecto/procurador romano Poncio Pilato, quien con la connivencia de los sectores dirigentes judíos, urdió el proceso buscando argumentos de todo tipo para acusarle. Jesucristo era un agitador político-religioso que amenazaba los intereses y el dominio de las facciones poderosas a causa de su mensaje mesiánico-apocalíptico. A ello se une la consumación de hechos concretos, como la predicación en Jerusalén, la expulsión de los mercaderes del templo o la autoproclamación de ’Rey de los Judíos’, acontecimientos que le hicieron antipático ante una parte de sus correligionarios hebreos. El rabino fue crucificado por orden de Pilato. La crucifixión era una forma de ejecución capital propia de criminales y esclavos –dicha sentencia sólo la podía aplicar el procurador romano, dejándose a las autoridades israelitas la potestad de decretar lapidaciones–, no pudiéndose aplicar a ciudadanos romanos. Al parecer, fue condenado un viernes de la semana de Pascua. Según los evangelistas, era viernes 15 de Nisán (fecha coincidente con el inicio de la primavera, entre marzo y abril), dato que plantea un problema, ya que coincidía con un día sagrado judío y en fiestas tan señaladas no se podía llevar a cabo un proceso y una ejecución. Juan es el único que data la muerte de Cristo el 14 de Nisán. En cuanto al año de su crucifixión, también existen serias dudas, aunque se estima que tuvo lugar en el 30 d. C. Jesús fue enterrado en un sepulcro excavado en la roca, en Jerusalén, después de haber sido perfumado el cadáver.
Jesucristo fue un judío que predicó exclusivamente entre y para judíos. No tenía una intención universalista, pues nunca dio a conocer su mensaje a la población no hebrea que vivía en Palestina. Pruebas de ello son: la predicación de su mensaje en territorios de población judía; su presencia en sinagogas o en lugares concretos sagrados para los israelitas, como el río Jordán o el templo de Jerusalén; el uso del arameo como vehículo de predicación, lengua que sólo utilizaba la población israelita, siendo ininteligible para griegos y romanos; la alusión constante que hace al Dios único de los judíos, Yahvéh (en hebreo, «Yo soy el que soy»); y la aparición en los evangelios de nombres hebraicos entre los personajes. El propio nombre de Jesucristo tiene una raíz hebrea. Este vocablo procede de los términos Mashiach (= «Ungido» o «Mesías») y Yehoshuah (= «Yahvéh es salvación»), los cuales hacían referencia al Mesías que vendría a liberar al pueblo de Israel. Dichas palabras, que tenían un carácter impersonal en esta lengua semítica, adquirieron un sentido personalizado al traducirse al griego (Iesous Xristos) y al latín (Iessus Christus). Pablo de Tarso fue el primero en emplear al título de ’Señor‘, que es la interpretación helenística del calificativo de ‘Cristo’ –Khristós es la traducción o equivalencia del epíteto mashiach{5}–, utilizado por la primitiva comunidad judeocristiana de Jerusalén pero incomprensible para los griegos. Por eso, cuando el cristianismo comenzó a helenizarse al expandirse hacia el mundo gentil (no judío), el calificativo ‘Cristo’ pasó a convertirse en una especie de segundo nombre, mientras que al Jesús «resucitado» se le aplicó el título de «Señor» o Kyrios, que era la fórmula empleada habitualmente por los greco-hablantes cuando se dirigían a su dios personal. La tradición cristiana, pese a los cambios sufridos, aún conserva el recuerdo de que su dios-hombre fue crucificado con la siguiente leyenda: Iessus Nazarenus Rex Iudeorum (Jesús ‘El Nazareno’, Rey de los judíos).
El predicador hebreo fue hijo de su época y partícipe del proceso de incertidumbre e iluminismo que afectaba al judaísmo más radical. Su mensaje y ritualidad no fueron originales, pues contenían puntos presentes en la tradición hebraica y comunes a otras variantes de esta religión. De este modo, la doctrina de Jesús no es sino una reinterpretación de los 10 mandamientos dados por Dios a Moisés, que resumidos vienen a decir{6}: «Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo». La creencia en el demonio, los ángeles y la libertad moral era compartida por los fariseos. La fe en la llegada del fin del mundo, el rechazo al adulterio, el exorcismo y la curación por medio de la imposición de manos así como la elección de un grupo de doce seguidores o el uso de apelativos como ’Hijo de Dios’ o ’Hijo de la luz’ eran comunes entre los esenios del Qumrán, quienes tenían un Consejo compuesto por tres maestros y doce discípulos, cuyo guía principal se autodenominaba ’Maestro de Justicia’. El número doce era sagrado para los judíos, ya que representaba a cada una de las antiguas tribus hebreas, y en el caso de Jesús, podía responder al sentido simbólico que se quería dar a su figura, la cual, junto con los doce apóstoles –cada uno representante de una tribu–, dirigiría al pueblo de Israel hacia el final de los tiempos. Respecto a los rituales, todos eran de uso normal dentro del judaísmo, y así, la purificación por medio del bautismo ya era utilizada por los esenios del Mar Muerto, quienes realizaban inmersiones acuáticas diarias, y por Juan el Bautista, a cuyo círculo pertenecieron Jesús y alguno de sus discípulos. El desarrollo de la Última Cena coincide en fecha con la celebración de la Pascua judía (= Semana Santa cristiana), en primavera.
En el Nuevo Testamento, al igual que en el Antiguo, aparece el concepto eretz (= «tierra» o «mundo» en hebreo), que se refiere únicamente a Palestina o al pueblo israelita. Ello demuestra la existencia de una cosmovisión religiosa cerrada dentro del judaísmo, sólo accesible a los hijos de madre judía o a los conversos, pero hermética a todos los gentiles ajenos a la Ley de Moisés. En la época de Jesús, se estaba desarrollando en Palestina un importante movimiento mesiánico, el cual predecía el advenimiento de un liberador que expulsaría a las tropas extranjeras del país, en la creencia de que el renacimiento del Reino de Israel sería la antesala del fin de los tiempos. Dentro de dicho contexto, Jesús apareció como un judío ultraortodoxo que había autoasumido el papel de Mesías presente en las antiguas escrituras. Se creía inspirado y dotado por una supuesta entidad suprema, Dios, la cual le habría encargado guiar al pueblo hebreo antes del Juicio Final. Su pretensión era recuperar los principios de la Antigua Alianza, que él consideraba contaminados por la interpretación «hipócrita» que de ella hacían los escribas y los fariseos. Jesús era un judío purista que creía en la llegada inminente del fin del mundo. El papel que desempeñó encajaba perfectamente dentro de la tradición mesiánica de que era partícipe el judaísmo más providencialista, que desde hacía siglos estaba esperando la llegada del Enviado. En el Antiguo Testamento esto se hace patente en profetas como Isaías, Daniel o Ezequiel{7}, quienes pronosticaban la futura llegada de un guía aglutinador del pueblo de Sión. Según Ezequiel, la aparición del enviado acontecería de la siguiente manera (Ez. 34, 11.13.15-16):
«Así dice el Señor Dios: –Aquí estoy yo; yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él. Sacaré mis ovejas de en medio de los pueblos, las reuniré de los países y las llevaré de nuevo a su suelo. Las pastorearé por los montes de Israel, por los barrancos y por todos los montes de esta tierra. Yo mismo apacentaré a mis ovejas y yo las llevaré a reposar. Buscaré la oveja perdida, haré volver a la descarriada, curaré a la herida y sanaré a la enferma.»
Dentro de la misma línea, se encontraban los esenios del Qumrán, quienes en época de Jesús creían en la venida de, al menos, dos Mesías (Manuscrito del Qumrán 4Q 521 o 4Q Sobre la Resurrección, frag. 2,2 1-14):
«(Porque los cie)los y la tierra escucharán a su Mesías, (y nada de) lo que en ellos hay se apartará de los santos mandamientos. Esforzaos los que buscáis al Señor en su servicio... ¿Es que acaso no vais a encontrar así al Señor, los que esperáis en su corazón? Porque el Señor vigilará a los justos y llamará a los justos por su nombre, y hará descender el espíritu sobre los humildes, y dará nuevas fuerzas a los fieles mediante su poder. Porque honrará a los justos en el trono del dominio eterno, liberando a los cautivos, otorgando la vista a los ciegos, rectificando a los desviados. Siempre estará al lado de los que esperan. Juzgará con su misericordia y nadie recibirá con retraso la recompensa de su buena (obra), y el Señor realizará actos gloriosos como no se produjeron nunca, tal y como él di(jo), porque curará a los maltrechos y resucitará a los muertos, anunciará buenas noticias a los sencillos, enriquecerá (a los pobr)es, guiará a los hambrientos... y todos...»
Algunos autores opinan que Juan el Bautista o el propio Jesús de Nazareth fueron miembros, o cuando menos, recibieron alguna influencia de la comunidad del Qumrán. Jesús, según la tradición cristiana, pasó los 40 días de retiro en el monte Quruntul (Jericó), en el desierto de Judea, a 11 kilómetros de las cuevas del Qumrán. Esta región, rica en cavernas, tenía una larga tradición eremítica. Las grutas qumránicas estuvieron habitadas hasta la primera guerra judaica, 35 años después de la muerte del predicador, lo que hace factible dicha hipótesis. La zona de Jericó es un puente natural de tránsito entre Jerusalén y la región de Galilea, por lo que Jesús tuvo que utilizar esta vía durante sus predicaciones.
El predicador judío hacía constantes referencias a pasajes del Antiguo Testamento en sus parábolas, el cual nunca rechazó como punto de inspiración para la tradición hebrea. Así, en los versículos 17 y 18 del capítulo quinto del Evangelio según Mateo dice:
XVII. «No penséis que he venido para abolir la Ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir.»
XVIII. «Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la Ley, hasta que todo se haya cumplido.»
En otros pasajes Jesús insiste en la profesión judaica de su mensaje. Mateo vuelve a reflejar este hecho cuando narra la recomendación que el predicador hace a sus discípulos al respecto (Mt 10, 5-7): «No vayáis a los gentiles ni penetréis en ciudad de samaritanos; id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel, y en vuestro camino predicad diciendo: El Reino de Dios se acerca». Más adelante, el predicador se justifica ante una mujer cananea que tiene una hija endemoniada y a la que, en principio, él niega ayuda argumentando que (Mt 10,5-7): «No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel... No es bueno tomar el pan de los hijos y arrojarlo a los perrillos».
Marcos y Lucas también recogieron la vocación exclusivista de Jesús, quien ya tenía predefinidos a los receptores de su mensaje. En Marcos (cap. 12, vers. 28-31), el profeta resume así la asunción de la ley mosaica: «Se le acercó uno de los escribas que había escuchado la disputa, el cual le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? Jesús contestó: ’Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas‘. El segundo es éste: ‘Amarás al prójimo como a ti mismo’. Mayor que estos no hay mandamiento alguno». Lucas, por su parte, relata de la siguiente manera el encuentro inesperado acontecido entre Cleofás, otro discípulo y Jesús, a quien no reconocen y desvelan su pasión (Lc. Cap. 24, vers. 19-21): «Lo de Jesús Nazareno, varón y profeta, poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo; como le entregaron los príncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados para que fuese condenado a muerte y crucificado. Nosotros esperábamos que sería Él quien rescataría a Israel; más con todo, van ya tres días de esto».
Jesús no escribió nada, no tuvo cargo sacerdotal alguno, no salvó al pueblo de Israel, ni fundó una nueva religión. La acción del predicador fue espontánea y no tenía una proyección de futuro a largo plazo. La conversión de la secta judía de los cristianos en una nueva religión tuvo lugar a finales del siglo I, a partir de varios acontecimientos:
La intervención de Pablo, quien condujo al grupo a la herejía al sacralizar la figura de Jesús y predicar su mensaje entre la población pagana de Oriente Medio y Asia Menor, lo que le enfrentó a la corriente purista dirigida por Santiago, hermano de Jesús, que pretendía seguir una directriz propiamente hebraica. El precedente de dicha herejía se encuentra en Jerusalén, donde se produjeron las primeras disensiones entre los israelitas de lengua aramea y los helenizados. Los helenistas se enfrentaron a los hebreos tradicionalistas en las sinagogas de la Diáspora a raíz de la actuación de Esteban, un judío griego que criticaba a Moisés. Fue acusado de blasfemo por atacar al templo y a la Ley. Los judeo-cristianos helenistas se dispersaron por Palestina tras el linchamiento de Esteban, hacia el 33-35 d. C. Los helenistas, que tenían ideas universalistas, pronto se independizaron de la facción más conservadora{8}. Los representantes del helenismo fundaron la comunidad de Antioquía, no seguían la ley mosaica y tenían como objetivo la conversión de los gentiles. Su fundación data del año 35 y de aquí procede Pablo (Saulo de Tarso){9}, quien predicó durante más de dos años en Siria, Cilicia y Grecia. El dogma principal de esta comunidad era el anuncio de la crucifixión y de la resurrección de Jesús. En el año 49 o 50, tuvo lugar una asamblea reconciliadora en Jerusalén, en donde Pedro, que defendía la expansión a los gentiles, y los judaizantes radicales llegaron a un compromiso por el que se eximía del cumplimiento de la ley mosaica a los cristianos procedentes de la gentilidad, pero obligándoles a abstenerse de comer carne sacrificada a los ídolos y a no ingerir sangre, ni consumir animales estrangulados, así como a no contraer uniones ilegales. Con todo, las tensiones continuaron, pues Pablo reivindicaba su evangelio como opuesto a la Ley al equiparar a judíos y gentiles en sus Cartas a los romanos, a los gálatas y a los corintios. El reformador rompió con el legalismo hebreo al afirmar que la sola fe en Jesús era suficiente para obtener la salvación. Con esta maniobra, Pablo universalizó y dio pie a la paganización del mensaje judaico de Jesús, tergiversando así el sentido original del mismo. Reformula la Alianza con el Nuevo Israel, que tiene en el Mesías a su eje de referencia. Pablo reinterpreta al personaje con ideas nuevas: Ley mosaica → Amor a Jesús y fe en la Resurrección; circuncisión carnal → conversión espiritual; visión hebrea → interpretación helena; Jesús hombre → Cristo sacralizado como un semidios.
El cambio de directriz dentro del judaísmo a partir del Concilio de Jamnia (80-90 d. C.), en que el sector hillelita de los fariseos tomó las riendas futuras, excluyendo a los saduceos, a los judeocristianos y a los esenios. Los parientes de Jesús desaparecen tras la destrucción del Templo y se rompe todo vínculo con el grupo original.
La aparición de distintas corrientes dentro de la nueva fe que se irían multiplicando con el tiempo: nazarenos, judeocristianos, paulistas, santiaguistas, monofisitas, católicos… En este contexto, en Antioquía se aplicó a los seguidores de Jesús el término de cristianos como concepto despectivo por parte de las autoridades romanas, siendo finalmente asumido como propio.
La tradición oral se canoniza en fuentes escritas entre el año 60 y el siglo II d. C. por parte de autores evangelistas que no conocieron a Jesús ni fueron testigos presenciales de su vida y mensajes. Además, escriben sus testamentos en griego mientras que el predicador utilizaba el arameo.
La imagen de Jesús enseguida fue desvirtuada conforme la secta judía de los nazarenos se transformaba en una nueva religión. Para sus primeros seguidores, Jesús fue rabino, profeta y Mesías{10}. Los profetas fueron denunciantes, intérpretes teológicos y consejeros prácticos. El profetismo comenzó defendiendo la pureza de la religión yahvista contra las desviaciones. Más tarde, otros aspectos se incorporaron a su crítica: los problemas sociales, las relaciones políticas y las acechanzas exteriores. Este fenómeno perduró durante toda la historia antigua del pueblo hebreo, especialmente en momentos de crisis socio-económica o de ocupación extranjera, en los que los profetas suponían un punto de referencia para el pueblo llano. Los conceptos de «Mesías» e «Hijo de Dios» pronto adquirieron connotaciones distintas para judíos y cristianos. Los primeros, consideran al Mesías como un libertador que, guiado por la mano divina, va a resucitar el Reino de Israel antes del fin de los tiempos, preparando a los judíos para el Juicio Final; en cambio, el término de «Hijo de Dios» se refiere a la relación del hombre con su «Creador», aunque también es utilizado para definir a aquellos individuos a quienes Yahvéh ha concedido una serie de cualidades especiales tales como la capacidad de profetizar o de curar. Para los cristianos, mientras tanto, el papel de Mesías tiene un carácter universal, ya que, según ellos, Jesús es hijo y representante de Dios en la tierra y su acción alcanza a todos los humanos, sean o no hebreos. Los seguidores de la doctrina cristiana creen que Jesús es el único y verdadero Mesías-Dios, quien ha de volver antes del «Último Día» para resucitar a los elegidos de salvación. Jesús es visto como un ser excepcional que reúne en sí cualidades tanto divinas como humanas, las cuales se manifestarían en dos venidas: la primera, en la que anunciaría su mensaje y se daría a conocer como hijo de Dios; y la segunda, en la que vendría a juzgar a todos los hombres en función de su fe y sus obras. Esta visión contradice la judía, para la que el Mesías estaría aún por venir una primera y única vez.
Paralelamente, se da cada vez un mayor carácter mágico al personaje: se considera que nace a partir de una mujer virgen; se le atribuyen poderes milagrosos como la curación de enfermos a través de la canalización de energías (¿reiki?), el exhorcismo a través de la sugestión psicológica o la resurrección de los muertos; se considera que él mismo resucitó al tercer día tras ser crucificado. La creencia en la resurrección era compartida por otras religiones, como la egipcia, donde este atributo se asociaba a los faraones, asociados a Amón Ra o a Osiris, o la romana, en la que se divinizó a algunos emperadores durante el siglo I (Calígula y Nerón). A posteriori, se representaría su cuerpo y su sangre de manera simbólica en las misas católicas en el rito de la eucaristía, donde el creyente accede a la comunión con Jesucristo ingiriendo la hostia consagrada y el vino. Los restos anatómicos o arqueológicos atribuidos a Jesús de Nazareth, a los apóstoles o a los santos se convertirían en reliquias, o sea, en objetos de culto y adoración, como es el caso de la Sabana Santa de Turín, el Santo Sudario de Oviedo o el Lignum Crucis de Santo Toribio de Liébana.
Los musulmanes, por el contrario, ven a Jesús como el anteúltimo profeta antes de Mahoma. La religión islámica conserva la acepción judaica del profeta, en la que éste es representado como un individuo a quien Dios ha iluminado con el don de la palabra para dar a conocer su mensaje entre la Humanidad. El profeta tiene un carácter humano y universal, no siendo nunca confundido con la divinidad. Además de los mencionados, los musulmanes también consideran profetas a Lot, José, Salomón, Job y Juan Bautista. El Corán emparenta a los árabes –nexo semítico con los hebreos– con los patriarcas Abraham e Ismael. La tradición mahometana, al igual que la judía y la cristiana, mantiene al Antiguo Testamento como eje referencial de su credo.
Los primeros judeo-cristianos conformaron una secta que hoy sería considerada peligrosa en la qué, presumiblemente, y teniendo en cuenta los datos que aporta el Nuevo Testamento, sería común el “lavado de cerebro” en base a métodos coercitivos. Entre sus rasgos se podría concluir que destacaba por:
1. Aparecer como un grupo cohesionado por una doctrina trascendente de tipo religioso. La misma estaba dirigida por un guía carismático, egocéntrico y demagogo con ciertos rasgos psicopatológicos de trastorno narcisista (identificación velada con Yahveh y autoconsideración como un ser especial y único), paranoide (desconfianza y rechazo de los escribas y los fariseos) y límite (intento de expulsar a los mercaderes del templo, provocación a las autoridades políticas y religiosas en Jerusalén) de la personalidad que pretendía ser la misma divinidad -un ser invisible y omnipotente del que no existen pruebas objetivas de su existencia salvo entelequias individuales- o un encarnado de ella (Mesías) en posesión de una «Verdad Absoluta».
2. Tenía una estructura teocrática, vertical y totalitaria donde la palabra de Jesucristo debía ser considerada dogma de fe. El Mesías intervendría hasta en los detalles más íntimos y personales de sus adeptos más cercanos y exigía que sus órdenes fueran ejecutadas sin la menor crítica.
3. Se exigía una cohesión total al grupo y se obligaba, bajo presión psicológica de elección para la salvación divina o la condenación a romper con todos los lazos sociales anteriores al culto: trabajo, familia, amigos, esposa e hijos. Este hecho se ve claramente en la conversión de los apóstoles.
4. Los apóstoles vivían en total dependencia de la secta y la autonomía personal era mínima.
5. Se suprimieron las libertades individuales en cuanto a opiniones y críticas. No había posibilidad de elección sin peligro de coacción psicológica (condenación).
6. Se controlaba la información que llegaba a sus adeptos, manipulándola a conveniencia.
7. Se utilizaban sofisticadas técnicas psicológicas que servían para anular la voluntad y el razonamiento de los acólitos mediante la oración y la profesión de fe. Ello podía provocar alteraciones mentales y psiquiátricas graves.
8. Se propugnaba un rechazo parcial de la sociedad y de algunas de sus instituciones (crítica a los fariseos, expulsión de los mercaderes del Templo de Jerusalén). Existía una bipolarización entre el grupo (identificado con el Bien) y la sociedad (identificada con el Mal y a la que habría que salvar). Jesús, además de ciertas psicopatologías producto de un gran sufrimiento, mostraría una gran inadaptabilidad social: desestructuración en la adolescencia de su vida familiar y quizás carencia de una estabilidad matrimonial en el contexto judío de su época.
9. Tenía como actividad fundamental el proselitismo o captación de adeptos. La secta vivía de las donaciones que hacían los seguidores y simpatizantes.
10. Bajo coacción psicológica los nuevos acólitos entregarían sus bienes materiales al grupo.
11. Estaba dirigida por un guía con ciertos rasgos psicóticos qué, supuestamente, tendría experiencias parapsiquicas (P. Ej. Tentación del demonio en el desierto de Judea, en Jericó).

5. Souvenir de Tierra Santa con agua del río Jordán, tierra, aceite e incienso.
La religión cristiana conformó su corpus doctrinario-ritual a partir de la manipulación de la vida y el mensaje de Jesús. Con posterioridad a la redacción de los Evangelios y obligados por el éxito predicador que había alcanzado Pablo entre los gentiles –contrario a Jesús y a la Iglesia primigenia de Jerusalén (Efesios 2, 19-21 o 3, 4-6)–, se añadieron unos versículos al final de Mateo y Marcos –aunque no así en el texto de Lucas– con una supuesta declaración de Jesús, ya resucitado y poco antes de ascender al cielo, en la que ordenaba predicar el evangelio «a toda criatura » (cfr. Mt. 28,19 y Mc 16,15). Durante los cuatro primeros siglos de la era cristiana, la nueva fe se fue haciendo más compleja a raíz de la hibridación de elementos judaicos y paganos. Del judaísmo se mantiene la creencia en el dios único (Yahvéh), la referencia al Antiguo Testamento y el bautismo mediante inmersión acuática. Asimismo, se conserva el ceremonial judío que tenía lugar en las sinagogas: profesión de fe; lectura de la Torá (o del Nuevo Testamento) y los libros de los profetas, predicación y eucaristía. La ceremonia se termina con la palabra Amén, que en hebreo significa «Así sea».
A esta base hebraica pronto se añadieron elementos paganos, como la Navidad. La Natividad es la fecha en que se conmemora el nacimiento de Jesucristo a partir de una mujer virgen. El término «Navidad» –contracción de «Natividad»– procede del vocablo latino Navitas, reduccionismo de las palabras Nativitas Solis Invicti (= «Nacimiento del Sol Invicto»). La Nativitas Solis era una fiesta religiosa romana de carácter agrario que se celebraba a finales de diciembre, época en la cual se festejaba el aumento del tiempo de luz solar (Solsticio de invierno). Igualmente, en este mes se celebraban las fiestas en honor de Baco (Dionisos){11}, dios del vino, y de Astarté, diosa asirio-fenicia de la que se recordaba su concepción (en La Biblia, Isaías profetiza el nacimiento del Mesías de Israel a partir de una mujer virgen). Para los seguidores del mitraísmo, religión persa surgida durante el s. II a.C., el 25 de diciembre suponía la festejación del nacimiento del dios Mitra, quien fue alumbrado por una mujer virgen tras ser anunciado por una estrella. El día de Navidad fue asumido por la Iglesia romana en el año 337 d. C., cuando el Papa Julio I designó oficialmente el 25 de diciembre como fecha natal de Jesucristo. La figura de su madre, María (Miriam) también fue sacralizada en un sentido paganizante con la cristianización del culto a Cibeles (Anatolia)/Deméter (griega)/Ceres (romana) y otras figuras que simbolizaban el culto a la diosa-madre neolítica, cuyas reminiscencias se remontan a los cultos paleolíticos a las venus, asociadas a la fertilidad, la fecundidad y la abundancia.
Los misioneros cristianos de este período paganizaron{12} parte de la vida y el mensaje de Jesús para así atraerse a los adeptos de las religiones mistéricas orientales, las cuales, al igual que el cristianismo, se expandieron durante los siglos I y II en la parte occidental del Imperio romano. La asunción de creencias mistéricas «culminó» en el año 325 d. C., durante el Concilio de Nicea, momento en que la Iglesia decretó la consustancialidad entre Dios (Yahvéh) y Jesús. Jesús fue considerado –sobre todo en el orbe católico– a partir de entonces como el hijo y la encarnación del «Creador» en la Tierra. El cristianismo se convirtió en una religión mistérica al expandirse desde el Oriente helenístico hasta el Occidente latino. La predicación de los nazarenos siguió las principales rutas marítimas de la Antigüedad: Asia Menor–Sicilia–Roma; norte de África (Alejandría)–Sicilia–Roma; Roma–Hispania, etcétera. La nueva fe tuvo su foco de extensión en las ciudades del Imperio, quedando la religión pagana cada vez más relegada al ámbito rural.

6. Lugares de peregrinación de Tierra Santa.
La nueva religión inició su expansión en las sinagogas de la Diáspora, en donde los seguidores de la secta cristiana coexistían con otras variantes judaicas. Los primeros seguidores del cristianismo eran hebreos y gentiles vinculados al judaísmo. Los israelitas exiliados se dividían en: judíos de Ley, nacidos de madre hebrea; judíos conversos, paganos convertidos que siguen los 613 preceptos dietéticos y sociales de la religión mosaica; y temerosos de Dios (prosélitos de la puerta), individuos vinculados al judaísmo que reconocen a un Dios único pero no están circuncidados ni siguen los preceptos mosaicos. Los temerosos de Dios son los que primero y en mayor número se convirtieron al cristianismo. Posteriormente, la fe cristiana se expandió casi exclusivamente entre los paganos, dejando a los judíos como un elemento extraño y antitético a la doctrina de Jesús.
La conversión de la secta de los nazarenos en una nueva religión provocó el enfrentamiento entre judíos y cristianos paganizantes. Pablo encontró desde el primer momento una oposición judaica a su predicación. En torno al año 36, los hebreos de Damasco se opusieron a Pablo (Hch. 9, 22-23) y lo mismo sucedió en el 48 con los de Antioquía de Pisidia (Hch. 13, 50). En Iconio, los judíos incitaron a los gentiles contra los cristianos. Los judíos de Antioquía e Iconio persuadieron a la multitud de Listra a apedrear a Pablo, quién fue arrastrado fuera de la ciudad y dado por muerto (Hch. 14, 19). En Tesalónica una multitud enfurecida intentó asaltar la casa de Jasón, donde se hospedaban Saulo de Tarso y Bernabé, provocando la intervención de los magistrados (Hch. 17, 5-8). Los hebreos de Corinto intervinieron contra Pablo ante el procónsul romano Galión, que se negó a aceptar denuncias que se fundamentaran en disputas internas sobre la interpretación de la Ley (Hch. 18, 12-17). En Jerusalén, los judeo-cristianos, fieles observantes de la tradición (Hch. 21, 20-26), habían oído que Pablo inducía a los judíos que vivían entre paganos a que abandonasen la ley mosaica, no circuncidaran a sus hijos y no siguieran las costumbres, lo que motivó que el predicador presentara una ofrenda para demostrar que seguía practicando la legislación. Este texto de Lucas señala la existencia en Jerusalén de una comunidad de cristianos fieles observantes de la ley judía, liderada por Santiago, hermano de Jesús. Dicho factor planteó un serio problema entre Saulo y los judíos de la Diáspora. La predicación de Pablo provocaba agitación y tumulto en las comunidades hebreas, causa por la que será acusado por Tertulo ante el procurador romano Antonio Félix (Hch. 24, 4).
Las disensiones surgidas entre judeo-cristianos y paulistas no tardaron en derivar en una disputa violenta entre paganos, judíos y cristianos. En el año 62, por orden del sumo sacerdote Ananías y del Sanedrín –cuando el gobierno romano de la provincia estaba vacante–, fueron lapidados Santiago el Menor y otros nazarenos de Jerusalén. Santiago, que rezaba con asiduidad en el templo de Jerusalén, fue arrojado desde el pináculo del mismo y, posteriormente, lapidado y rematado. En las Actas de los Mártires los judíos y los paganos arremetieron contra los cristianos. El mismo hecho martirologico –a la postre aprovechado por los propagandistas cristianos– se repite en las Actas de Policarpo de Esmirna, de Poncio, de Ameliano y de Pionio. En algunos casos, como en el martirio de Pionio, los judíos fueron cómplices pero no partícipes ni causantes de las persecuciones. Los hebreos intervenían a título individual o local, pero no existía una conjuración judaica ni parece que desempeñaran un papel determinante en la represión anticristiana. Prueba de ello es el hecho de que varios mártires cristianos fueron enterrados en cementerios judíos: Agrícola, Vital, Vicente, Orantio, Aggeo y Cayo. Asimismo, los primeros paulistas de Cartago eran enterrados en necrópolis hebraicas.

7. Maalula (Siria). Esta localidad cercana a Damasco es uno de los pocos lugares donde se practica el rito siríaco –una de las manifestaciones más antiguas del cristianismo como religión– y se habla el arameo, la lengua de Jesús de Nazareth.
El alejamiento progresivo acontecido entre las doctrinas mosaica y cristiana hizo que esta última se fuera cargando de un fuerte componente judeofóbico conforme se paganizaban la vida y el mensaje de Jesús. El antisemitismo cristiano se inicia con el Evangelio –último en redactarse– de Juan, aunque no adquiere gran complejidad hasta el siglo IV d. C. El principal fundamento teológico que se utiliza contra los judíos es la acusación colectiva de deicidio{13}. Según autores como Asterio de Amasia, Gregorio de Nisa y, sobretodo, Juan Crisóstomo, el pueblo hebreo sería el único responsable de la muerte de Jesucristo. Aparte de este prejuicio religioso, los literatos cristianos plantean cuatro cuestiones más para justificar su ruptura con el judaísmo: el rechazo de Israel y la vocación de los gentiles; el cumplimiento de la ley; el monoteísmo y la cristología. Los autores paulistas recogen sus argumentos contrahebraicos en las Sagradas Escrituras. Esteban, Ambrosio y Agustín acusan a los israelitas de obstinarse en su fe y no ver la «luz del Nazareno». Según Gregorio de Nisa (Catequesis, 385 d. C.), los judíos son ciegos y obstinados en el error; asesinos de profetas; rebeldes de Dios; colaboradores en la muerte de Cristo; blasfemos; repudiadores de la ley de sus padres; comparsa del diablo; raza de víboras; delatores, etcétera. Este autor introdujo toda una serie de bulos que se han mantenido en la tradición cristiana hasta la actualidad.

8. Nuevo Testamento copto impreso en árabe.
Algunos escritores cristianos recurrieron a una reinterpretación manipulativa del Antiguo Testamento. Ya en la Carta de Bernabé, escrita hacia el 130, se expresa la pretensión de los cristianos de la gentilidad de ser el verdadero Israel. Según él, los judíos habían interpretado mal la ley al darle un sentido literal. Para este autor, la ley estaría destinada a cristianos, no a los judíos –engañados por un ángel malo–, a quienes compara con los paganos idólatras. Aristón de Pella escribió una apología cristiana contra el judaísmo hacia el año 140: Discusión entre Jasón y Papisco sobre Cristo. La obra relata la discusión acaecida entre un judeo–cristiano y un hebreo mosaico, y en ella se pretende demostrar en Jesús el cumplimiento de las profecías bíblicas referentes al Cristo. Al final de la obra, Papisco acaba reconociendo a Jesucristo como hijo de Dios y solicita el bautismo. El libro apologético cristiano más antiguo conservado es el Diálogo de Trifón, de Justino. Trifón, un rabino judío (Tarfón), relata su conversión tras la disputa que tuvo con un cristiano en Éfeso. En la primera parte, describe su condición intelectual y afirma que la ley mosaica tuvo validez durante cierto tiempo y que la nueva ley, el cristianismo, era válida para toda la Humanidad y para siempre. En la segunda parte, se justifica la adoración de Cristo como Dios. Durante la tercera, se pretende demostrar que el verdadero Israel es la comunidad cristiana, para lo que se refiere a una alusión veterotestamentaria sobre el repudio divino del pueblo hebreo y la elección de los gentiles. Otros autores, como Tertuliano (Contra los judíos), Noviciano, Hipólito de Roma o Eusebio de Cesárea insisten en lo mismo.
Los autores cristianos asumieron como propios muchos de los prejuicios pre-existentes en la literatura grecorromana. La misantropía, el sedicionismo –presente en Celso{14}–, la circuncisión y las prescripciones alimenticias son fuente argumental de rechazo que se repiten en el pensamiento cristiano. Afraates (270?-345?) y numerosas corrientes monásticas posteriores al siglo IV acusan a los hebreos de sensuales y de desenfrenado apetito carnal. Dicho argumento refleja la contraposición existente entre el ascetismo, la exaltación de la virginidad y la invitación a la represión de la sexualidad propias de los cristianos y las ideas de procreación de que era partícipe el judaísmo. Jerónimo, por su parte, censura a los judíos por su avaricia. El autor les reprocha su lujo, su amor al dinero, a la ostentación y a la buena mesa.

9a. Iglesia de San Jorge. Lalibela (Etiopía).
El odio antijudío pronto se hizo ley. La institucionalización definitiva de la religión cristiana durante el siglo IV d. C. acabó con la tolerancia religiosa que había caracterizado al Imperio Romano. En esta época, la Iglesia hizo un símil del aparato burocrático imperial{15}: el dirigente romano asume el título de Máximo Pontífice{16}; la Iglesia adopta la división provincial bajo-imperial del obispado para instaurar sus diócesis; el cristianismo reutiliza los templos paganos, etcétera. Igualmente, el emperador Constantino inició un proceso –sólo interrumpido por Juliano ‘El Apóstata’– de imposición religiosa que perseguía un mayor reforzamiento del poder civil. El emperador sacralizó su dominio al proclamarse defensor de la fe cristiana. A partir de aquí, se instauró el cesaro-papismo, un mecanismo de complementariedad y aparente competencia entre los poderes civil y religioso. La Iglesia y el Estado vieron unidos sus destinos en un interés común; la primera legitimaba de forma religiosa la existencia de aquel, y el segundo utilizaba todos los resortes legales y militares para que se hiciera efectiva la defensa del dogma frente a otras doctrinas. La oficialización definitiva de la religión cristiana en su versión católica tuvo lugar a partir del edicto decretado por Teodosio en el año 380: «Todos nuestros pueblos deben incorporarse a la fe transmitida a los romanos por el apóstol Pedro, a la que proclama el pontífice Dámaso y Pedro, obispo de Alejandría, en lo concerniente a la Santa Trinidad, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Sólo los que observen esto tienen derecho al título de cristianos católicos. Los otros son herejes y están infamados. Sus lugares de reunión no tienen derecho al nombre de Iglesia. Dios se vengará de ellos. Nosotros también» (C. Th. XVI. 1.2).

9b. Fueron excavadas en la roca en el siglo XII-XIII. Etiopía (Abisinia. Reino de Preste Juan) fue cristianizada en el siglo IV.
El triunfo del cristianismo en su rama católica a partir de la celebración del Concilio de Nicea (325) y de la progresiva interrelación entre la Iglesia y el poder civil supuso un endurecimiento de las posturas dogmáticas frente a los herejes, los paganos y los judíos. La legislación antipagana se fue endureciendo a lo largo del siglo IV, culminando su haber durante la época de Teodosio{17}. Este emperador convocó en el año 381 el Concilio de Constantinopla, donde se decretó la consustancialidad del Espíritu Santo con el Padre (Dios) y con el Hijo (Jesucristo). En el 383, convocó otro Concilio donde se invalidó todos los credos salvo el de los seguidores de Nicea y de Noviciano (rigorista del siglo III d. C.). Entre el 384 y el 388 el emperador reforzó las disposiciones contra los herejes{18}, confiscando sus lugares de culto, prohibiendo todo tipo de proselitismo (C. Th. XVI. 5.12) y expulsando a sus sacerdotes. En el 391, se condenó terminantemente el sacrificio de víctimas, la visita de templos y la veneración de estatuas (C. Th. XVI. 10.10). Un año después, en 392, se prohibió todo tipo de sacrificios, incluidos los privados, como encender lumbre a los lares, ofrecer vino al genio o incienso a los penates y consultar las entrañas de las víctimas. El cristianismo católico actual se conformó como una religión mediterránea donde se hibridaron creencias y ritos de raíz hebrea y otros adosados de origen pagano, la filosofía griega y el marco institucional romano. En este contexto, la Iglesia romana quiso confusamente hacer sinónimos los conceptos de cristianismo y catolicismo.
El antisemitismo cristiano queda enmarcado dentro de la política represiva llevada a cabo contra las corrientes religiosas no católicas. En este sentido, durante el año 384 se prohibió a los judíos tener esclavos cristianos y, cuatro años después, en el 388, se castigó como adulterio los matrimonios entre cristianos y judíos. La legislación contrajudaica aísla aún más a los hebreos, dándoles un carácter de pueblo proscrito. A partir de aquí, se acentúa la enajenación entre las poblaciones cristiana y judía. Como resultado de todo ello, se perpetúan los estereotipos antisemitas tradicionales dentro del orbe cristiano y se alienta la endogamia y el etnocentrismo religioso dentro del colectivo israelita. Los judíos pudieron seguir practicando su religión ya que se esperaba su futura conversión y como cumplimiento del mandato divino (Agustín).
Fuentes
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Del Olmo Gutiérrez, José María. Apostasía silenciosa: España deja de ser católica, Éride Ediciones, Madrid 2010, pp. 91-118.
Internet. Documanía. Jesús hijo de Dios 1 / Jesús hijo de Dios 2 / Jesús hijo de Dios 3.
Internet. Gnosis. La familia de Jesús 1 / La familia de Jesús 2.
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Internet. Ivoox. Cantabria Oculta. Jesucristo: Análisis del personaje.
Muy Especial. Varios, «El mundo de las religiones», n° 25, primavera de 1996, pág. 39.
Muy Historia. Varios, «Jesús a la luz de la Historia», n° 4, 2006.
Muy Historia. Biografías. Varios, «Jesús. El hombre y su tiempo», 2015.
Rodríguez, Pepe. El poder de las sectas, Ediciones B, S.A., Barcelona 1997, pp. 47-48.
Rodríguez, Pepe. Mentiras fundamentales de la Iglesia católica, Ediciones B, Barcelona 1997.
Varios. La Santa Biblia, Ediciones Paulinas, Madrid 1964.
Varios. Cristianismo primitivo y religiones mistéricas, Ed. Cátedra, Madrid 1995, pp. 19-247.
Vidal Manzanares, César. Los esenios y los Rollos del Mar Muerto, Ed. Martínez Roca S. A., Barcelona 1993.
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{1} Los Evangelios canónicos fueron escritos entre 40 y 80 años después de la muerte de Jesús. Estos textos estarían basados en algunos documentos que posteriormente se extraviaron. Los estudiosos de la Biblia han identificado dichos paleo-evangelios como: Fuente Q (de German Quelle), un documento escrito en arameo que llegó a manos de los evangelistas, quienes lo tradujeron al griego; Urmarcos (Marcos primitivo), un borrador que Marcos había escrito basándose en los discursos de Pedro sobre Jesús; y L, una colección de informes sobre Jesús que tenía Lucas exclusivamente.
{2} A los Evangelios de Marcos, Mateo y Lucas se les llama «Evangelios Sinópticos», porque se basan en los mismos documentos perdidos y tienen mucho en común. El de Juan, por el contrario, es distinto de los otros tres y fue el último en escribirse. Al contrario que los otros, Juan era un griego converso que desconocía la tradición judaica.
{3} Desde la fundación de Roma.
{4} Según Mateo y Lucas Mateo (Leví), fue el único de los cuatro evangelistas que conoció personalmente a Jesús, siendo un antiguo discípulo suyo. Otros evangelistas discípulos de Jesús fueron Judas (hermano o nieto suyo) y Pedro, pero sus testimonios se han perdido.
{5} La unión de los vocablos Mashiach Yehoshuah significa literalmente «Ungido siervo de Yahveh».
{6} Esta frase es atribuida a Hillel, un maestro fariseo contemporáneo a Jesús. Parece ser que el predicador frecuentó su círculo, o cuando menos, recibió ciertas influencias de este maestro.
{7} Ezequiel (600 a.C.) predicó durante el exilio babilónico. Algunos profetas mayores y menores (p.ej. Miqueas 4-3 y 5-3) ya aludían a la universalización del judaísmo entre los gentiles antes del Juicio Final. Éste fue el argumento que utilizaron los judeo-cristianos para predicar entre los gentiles.
{8} Liderada por Santiago, hermano de Jesús.
{9} Pablo (Saulo de Tarso) era un hebreo de formación farisaica que conocía perfectamente las tradiciones judía y griega. Se educó en Tarso (Turquía) y estaba al tanto de las tendencias del judaísmo de la Diáspora. Tenía la ciudadanía romana. Antes de «convertirse», había sido un feroz perseguidor de los nazarenos. Nunca conoció a Jesús y sus cartas fueron redactadas en torno al 50-60 d.C.
{10} Dentro de la historia del pueblo hebreo ha habido muchos personajes que se han autoproclamado Mesías. Así, tenemos figuras como Teudas (año 44 d.C.), Benjamín, ‘El Egipcio’ (58 d.C.), Simón Bar-Kochba (131 d.C.), David Alray (1160 d.C.), Sabatai Zeví (1648 d.C.) y Lubavitch (actualidad). Todos ellos asumieron el papel profético libertador de Israel existente en el Antiguo Testamento, al igual que Jesús.
{11} Los nacimientos de Baco, Astarté y de otros dioses precristianos acontecieron a partir de una mujer virgen.
{12} «Pagano» tiene su raíz en la palabra latina paganus, la cual a su vez deriva del vocablo pagus (= «aldea»). El término, que originalmente refería a los habitantes del campo, posteriormente se usó para definir a los seguidores de la religión grecorromana, mayoría en el ámbito rural.
{13} Aquí hay que incluir a Melitón de Sardes.
{14} Autor latino que critica por igual a judíos y cristianos. De los primeros rechaza su superstición y de los segundos, su ruptura con respecto a la ley mosaica.
{15} Otros elementos que definirán a la Iglesia son la elección de Roma como capital del orbe católico y la utilización del latín como lengua oficial.
{16} Éste era uno de los títulos que ostentaba el emperador (Pontifex Maximus). El emperador romano cedió este título en el año 379 d.C.
{17} Teodosio era de origen hispano, nacido en Coca (Segovia) dentro de una familia terrateniente y cristiana.
{18} Aquí se incluyen cultos paganos como el maniqueísmo y herejías tales que el donatismo o el arrianismo.