El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org

logo EC

El Catoblepas · número 198 · enero-marzo 2022 · página 12
Libros

La nación y sus enemigos: el ideario político de VOX, la derecha identitaria española

Pedro Carlos González Cuevas

Recensión del libro Soberanía. Por qué la Nación es valiosa y merece la pena defenderse de Jorge Buxadé (Homo Legens, Madrid 2021)

portada

Desde el año 2008 la sociedad española está sometida a una profunda crisis que abarca la política, la economía, la sociedad, la cultura e incluso la identidad nacional. Esta crisis global provocó no sólo la deslegitimación del sistema bipartidista, sino la aparición de nuevos partidos políticos, como Podemos y Ciudadanos. Sin embargo, ambos partidos no significaron novedad alguna en el campo político español. Ciudadanos fue un remedo de la extinta UCD; y Podemos lo fue del PCE. La auténtica novedad vino de la mano del advenimiento de VOX. En mi libro VOX. Entre el liberalismo conservador y la derecha identitaria (La Tribuna del País Vasco. San Sebastián, 2019), planteé la hipótesis de que el ideario del partido verde giraba en torno a los polos liberal e identitario, nacido del rechazo del proceso de globalización, pero que, para lograr mayores éxitos electorales, debía elegir la segunda opción, dado que la alternativa liberal-conservadora ya estaba monopolizada desde hacía tiempo por el PP. La obra que comentamos creo que ha verificado dicha hipótesis, al igual que el contenido de la denominada Agenda España.

Soberanía. Por qué la Nación es valiosa y merece la pena defenderla, tiene un claro contenido identitario. Su autor, Jorge Buxadé Villalba, es un barcelonés nacido en 1975, abogado del Estado y diputado en el Parlamento europeo, Vicepresidente Nacional del Área Política de VOX y del Consejo del Partido de los Conservadores y Reformistas Europeos (C.R.E.). Su punto de partida es la defensa del principio de soberanía nacional frente tanto al secesionismo de los nacionalismos periféricos como al globalismo exterior representado, sobre todo, por los proyectos federalistas presentes en la Unión Europea. El autor toma la idea de soberanía de Jean Bodin, “un tipo de poder concreto, específico, que se ejerce por el soberano, sobre una comunidad humana que llamamos Nación”, y que se encuentra limitado “por la ley divina y natural, las leyes fundamentales del Reino y las costumbres y tradiciones del pueblo”. El autor estima que la Constitución de 1978 se fundamenta en “la indisoluble unidad de la Nación española”, porque el sujeto político es España. En ese sentido, Buxadé se muestra como portavoz de una concepción conservadora, burkeana, historicista de la nación; es “el pueblo, y sus instituciones históricas y presentes, el pueblo que fue, y el que está por hacerse”. Se trata de un “sujeto político, previo a la Constitución, preexistente y por ello superior”. Desde esta perspectiva, rechaza el “Estado de las autonomías”, al que califica de “Caja de Pandora”, “un modelo de descentralización complejo, caótico y diseñado desde su origen con la intervención de quienes querían destruir la Nación”. Consecuentemente, Buxadé se muestra partidario de su abolición “conforme a ley”. Primero, mediante la recuperación de competencias transferidas a las comunidades autónomas; y posteriormente, mediante la reforma constitucional. Su objetivo es la construcción de un “Estado descentralizado administrativamente, pero concentrado en todo lo relativo al ejercicio de los poderes soberanos: un solo Parlamento, un solo Gobierno titular del poder ejecutivo, un solo Poder Judicial, un solo Ejército; un único sistema educativo y sanitario y una administración de Justicia”. Al mismo tiempo, Buxadé critica la partitocracia dominante en el campo político español; más que una democracia, se trata de un “Estado de partidos”, donde éstos se “han hecho con el poder efectivo en España, hurtándolo a los españoles”. PP y PSOE “han colonizado abruptamente los resortes institucionales de la comunidad nacional y la ahogan hasta la asfixia”. Frente a ello, propugna el control económico-financiero de sus ingresos y gastos, poner fin a las subvenciones y a las fundaciones. De la misma forma, se muestra partidario de la ilegalización de los partidos separatistas, “que pervierten el orden político y propugnan la desigualdad de derechos y deberes entre los nacionales”. Ante el tema de la emigración, propugna la revisión de la concesión de la nacionalidad a los extranjeros, recuperando la “preeminencia del ius sanguinis” y atajar el recurso al “matrimonio de conveniencia”.  Somete a crítica igualmente el denominado “consenso progre”, con temas como el aborto, el animalismo, el multiculturalismo, la ideología de género, el ecosocialismo, o el cambio climático, que califica de “irracional y arbitrario”. Su programa es la denominada Agenda 2030, cuyo objetivo es la instauración de “una nueva religión civil mundial que no permite el disentimiento y que condena al disidente a la muerte civil”, “un proyecto totalitario”, que intenta la edificación de la denominada “Gobernanza Mundial”, y que garantiza la hegemonía de “las falsas elites”, “las potentes burocracias de Bruselas, Ginebra, o Nueva York”, que “decidieron rebelarse contra el pueblo llano, contra las clases medias y contra los valores, costumbres  y tradiciones seculares de las naciones”; y crear  “un ser humano sin raíces, solitario, descarnado, atropelladamente extraído de su familia, de su entorno cultural y sentimental, sin ligación con su historia, sin nación, y por supuesto sin fe”. El modelo social que subyace en ese proyecto es la “sociedad abierta” de Popper y Soros, “una sociedad sin recursos emocionales, culturales, espirituales para afrontar el presente y al futuro, son referencias en el pasado”, “vacía”. En lo relativo a la política exterior, el autor somete a crítica el multilateralismo; y se muestra partidario del bilateralismo, recuperando parte de la autonomía de decisión. Denuncia el olvido del campo por parte de las elites globalistas. Frente al concepto de “Desarrollo Sostenible”, propugna el “Desarrollo Integral” y una “Ecología Humana y Nacional”, basada “en lo local, lo cercano, lo común”. Desde estas premisas, Buxadé se muestra lógicamente muy crítico con el actual modelo de Unión Europea, al igual que con las tendencias federalistas. En su opinión, el único modelo europeo viable es el de una “Europa fuerte que respete la idiosincrasia de cada uno de los Estados que la conforman y su soberanía nacional”, “una Europa de las Naciones y no una Europa de los burócratas, sin identidad nacional”. La Unión Europea debe basarse en los principios de “atribución, proporcionalidad y subsidariedad”, para garantizar el respeto a las competencias soberanas de los Estados miembros. De esta forma, las naciones deben estar protegidas de “la injerencia de la Unión en las políticas relacionadas con el derecho de asociación, el derecho de huelga o a imponer cierres patronales y regular y controlar salarios y los sistemas salariales”. En definitiva, VOX significa “la Alternativa Social y Patriótica” frente al “Partido Único del Consenso Progre”.

* * *

A diferencia de lo aducido por el autor en las primeras páginas del libro, su contenido no se reduce a unas “reflexiones personales a vuela pluma”. Como ya hemos señalado, supone, en el fondo, toda una declaración de principios, o, lo que es lo mismo, la clarificación definitiva del proyecto político defendido por VOX. Sus reflexiones son, al mismo tiempo, el reflejo de un estado de ánimo colectivo. Buxadé forma parte del nutrido grupo de descontentos respecto al proceso de globalización y sus consecuencias de orden económico, social, político y cultural. En buena medida, por emplear el célebre término empleado por José Ortega y Gasset, nos encontramos ante un nuevo “tema de nuestro tiempo”. Por cierto, suele emplearse, por parte de los europeístas españoles, la frase del filósofo madrileño “España es el problema y Europa es la solución”, mientras se olvidan, o se desconocen sus críticas al historiador Arnold Toynbee, por el rechazo del Estado-nación, sin tener ningún proyecto alternativo para su sustitución. Y es que la polémica en torno a la globalización, el cosmopolitismo y la crisis del Estado-nación es algo que transciende a la dicotomía derecha/izquierda. En realidad, ha sido la izquierda, al lado de la derecha identitaria, quien ha sometido a crítica con mayor tenacidad dicho proceso.  Ahí está la polémica entre Jürgen Habermas y Wolfgang Streeck. En Francia, junto a Jacques Sapir se encuentra Eric Zemmour, Marine Le Pen o Jean Luc Mélechon. En Italia, junto a Salvini o Georgina Meloni, se encuentra Diego Fusaro. Hasta hace poco tiempo, este tipo de polémica no había tenido lugar en España. VOX ha sido quien ha roto ese consenso. El PP, bajo el liderazgo de José María Aznar, hizo suyo el diagnóstico de Francis Fukuyama sobre el “fin de la historia” y la eterna hegemonía del liberalismo. Su proyecto político fue deudor de las ideas de Karl Popper y de Friedrich Hayek. “Sociedad abierta” y globalización, tal fue su mensaje. El 11 de septiembre de 2001 acabó con ese sueño. La historia retornaba; y las sociedades occidentales se enfrentaban al nacionalismo, la izquierda radical y los populismos. El propio Fukuyama reconocía que en lo sucesivo el tema de la identidad nacional iba a ser dominante en las sociedades occidentales. Y, como señalaba Samuel P. Huntington, la adhesión al conservadurismo era consecuencia del sentimiento y la certeza de que la sociedad o sus instituciones con las que nos sentimos identificados podrían dejar de “existir repentinamente”.  

Tal es la percepción dominante en la obra de Jorge Buxadé. En Soberanía, no sólo se percibe la influencia de Jean Bodin o Francisco Vitoria, sino la de tradicionalistas y conservadores como Edmund Burke, Joseph de Maistre o Maurice Barrès. Lejos de ser perjudicial, esta influencia es lo que más enriquece doctrinalmente al libro. Como señaló reconoció el teólogo progresista Jean Batipte Metz, el tradicionalismo puso de manifiesto muchas de las insuficiencias del liberalismo progresista, resaltando las virtudes del arraigo, las costumbres y las identidades históricas. En ese sentido, el surgimiento de VOX ha sido producto de las contradicciones de la derecha hasta ahora hegemónica y de la conciencia de las disfunciones del actual sistema político español y europeo. Era lo que muchos percibían, pero no encontraban los cauces políticos para defender sus convicciones. Hoy, se ha puesto en entredicho lo que hasta hace poco se consideraban fundamentos de la civilización occidental: religión, familia, nación, unidad nacional. Todo ello se está sometiendo a un profundo proceso de deconstrucción intelectual. En el caso español, muchas de las certezas sobre las que descansaba el régimen de 1978 se han evaporado. Continua la lucha entre laicistas y católicos, entre monárquicos y republicanos; el modelo autonómico de descentralización ha saltado por los aires, con la exacerbación del secesionismo en Cataluña. La partitocracia pone en cuestión la representatividad del orden político. El sistema económico ha mostrado su impotencia ante el paro. España es igualmente uno de los países más desindustrializados de la Unión Europea. Y el “invierno demográfico” pone en cuestión la continuidad social. El actual modelo de Unión Europea no genera adhesión en las poblaciones; tan sólo en las elites políticas y económicas. Como dicen los seguidores políticos de las doctrinas de Jacques Lacan, no produce “goce”.  La Unión Europea actual carece de identidad y provoca efectos deletéreos como la catástrofe griega o el Brexit.

En definitiva, la gran virtualidad de VOX en general y de las reflexiones de Buxadé en particular, es la de haber planteado problemas hasta ahora ocultados, no solo por la izquierda, sino por la derecha representada por el PP. Naturalmente, de las telas de araña generadas hace cuarenta años no se sale fácilmente. Sin embargo, como dijo alguien, la política es el arte de hacer posible lo necesario.

El Catoblepas
© 2022 nodulo.org