El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas · número 199 · abril-junio 2022 · página 11
Artículos

Llorenç Villalonga y el fascismo literario

Jeroni Miquel Mas Rigo

Se impugna la tesis que sostiene que el prejuicio contra las masas del novelista mallorquín es una demostración de su fascismo

 
Algunos datos biográficos

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Llorenç Villalonga Pons nació en Palma (Mallorca), el día 1 de marzo de 1897. A diferencia de sus dos hermanos (Guillem y Miquel), no quiso ser militar como su padre y estudió medicina, licenciándose en 1927. Ejerció la medicina en Palma, y después de unos estudios de fisioterapéutica realizados en París, empezó a trabajar como médico de guardia en el Manicomio Provincial (rebautizado, en 1937, con el nombre de Clínica Mental de Jesús). En 1931, bajo el seudónimo de Dhey, editó la novela Mort de dama, que le ocasionó la enemistad del círculo de escritores catalanistas, agrupados alrededor de la revista mensual La Nostra Terra (1928-1936). En 1934, publicó Centro, que era una recopilación de artículos periodísticos escritos durante el primer bienio de la República, que tenían un carácter marcadamente anticatalanista, pero no antirrepublicano ni fascista (como es habitual escribir por parte de sus adversarios). En 1936, en Barcelona, se especializa en psiquiatría. Nada más iniciada la Guerra Civil se afilia a la Falange. En esa época, siguiendo las órdenes del jefe provincial del partido, realizó una intensa actividad propagandística (artículos en prensa y conferencias transmitidas por radio) a favor del nuevo régimen franquista. Acabada la guerra, se apartó totalmente de la política{1} y dejó de escribir. En 1944 reinicia su actividad de publicista, pero ya no escribirá artículos de carácter específicamente político. Ya en los años del decenio de los 50 es cuando se activa su producción literaria. Así en 1956, se publicó en castellano su obra de mayor resonancia, y para algunos críticos la mejor de todas, Bearn o la sala de las muñecas. A partir de los inicios de la década de los 60, todos los libros que escribe lo son en lengua catalana. Las obras L’àngel rebel (1960) y El misantrop (1972), juntamente con las dos antes mencionadas, lo acreditan como uno de los más importantes novelistas en lengua catalana. Falleció en Palma el día 28 de enero de 1980.

El prejuicio contra las masas, ¿exponente del fascismo de Llorenç Villalonga? {2}

En el ambiente cultural de Mallorca encontramos, a menudo, referencias al fascismo de Llorenç Villalonga (en adelante, L. V.). Aunque en muchos casos esta calificación –normalmente utilizada más como insulto que no como una manifestación de una ideología política–, proviene de determinados individuos radicalizados,{3} sin ningún tipo de resonancia en el mundo académico; no es menos cierto que también hay estudiosos que incluyen al autor de Bearn dentro de la mencionada ideología. Ahora bien, una cosa es que L. V. hubiera militado, en un período determinado de su vida, en un partido de corte fascista y otra muy diferente es que su obra literaria, ya sea total o parcialmente, pueda calificarse de fascista. Esto suponiendo que realmente haya existido una literatura específicamente fascista.{4}

El profesor Jordi Larios está especialmente interesado en demostrar que el fascismo se encuentra presente en la obra de L. V.{5} De ello tenemos una muestra en su último trabajo: «El feixisme literari de Llorenç Villalonga: La gran batuda [La gran batida] i el prejuici contra les masses», incluido en la obra colectiva, cuyo director es el propio Larios, La cara fosca de la cultura catalana: la col·laboració amb el feixisme i la dictadura franquista (Palma 2013).{6} Larios pretende demostrar, a través del análisis de la protagonista de La gran batuda, «que su obra literaria, en vez de constituir una traba a la hora de aclarar su ideología, ofrece una ayuda considerable.» Una vez efectuado el análisis, el autor llega a esta conclusión:

En La gran batuda, Villalonga ficcionaliza el diagnóstico de La rebelión de las masas sobre la profunda crisis de la civilización europea contemporánea y tracta al personaje de Lili con el menosprecio que le inspira el protagonismo social y cultural de las masas, la decadencia de una sociedad que, al dejar de ser aristocrática, ha dejado de ser propiamente una sociedad. La aceptación de este diagnóstico y el desprecio por las masas que le es inherente son un dato valioso para sacar el intríngulis de su posición ideológica, para aclarar qué tipo de vínculo lo unía con el fascismo.

Larios, con fundamento en el profesor Griffin, señala que: «Eso es lo que hizo Villalonga en su obra: escribir (sobre) el caos y la decadencia… desde la nostalgia del orden. No es extraño, pues, que amara la primera Falange, la Falange menos aburguesada, ya que, tal como indica Roger Griffin, el fascismo justamente quiere ser un antídoto contra las formas de decadencia que él detestaba.» [Las cursivas son del autor.]

Seleccionar una sola y, además, extraer un solo aspecto (la crítica a la vulgarización de la cultura) y silenciar otros (la sátira contra la sociedad de consumo y el progreso técnico descontrolado) nos parece que es hacer una lectura interesada. Considerar que La gran batuda es una novela fascista porque es una crítica a las masas y a la decadencia de la sociedad es una opinión demasiado simplista. El pensamiento de Anatole France (tan admirado por L. V.) tenía un componente de elitismo intelectual (la masa no es capaz de tener opinión propia), y también una concepción pesimista y conservadora de la historia, y eso no evitó que fuese socialista y, en determinadas épocas, se hubiera acercado a los comunistas.{7}

Larios insiste: «Villalonga comparte el desprecio por las masas con los intelectuales del modernism más reaccionario.»{8} Pero eso, por sí mismo, no demuestra el fascismo del novelista. Todas las ideologías conservadoras han tenido en poca consideración a las masas, incluso el pensamiento liberal está empapado de elitismo, por no hablar del elitismo burocrático e ideológico de los partidos comunistas.

En general, el modernismo fue un movimiento contradictorio (revolución y conservadurismo, romanticismo y clasicismo), preocupado por la decadencia y con un pensamiento apocalíptico. Estas características eran, sin duda, compartidas por el último L. V. Ahora bien, las afinidades, más que con los autores del modernism anglosajón, eran con los modernos antimodernos franceses (pesimismo, escepticismo ante el progreso, decadentismo, repulsa de la vulgaridad burguesa producto de la Revolución Industrial, etc.).{9}

Pero, también, las diferencias son importantes, en especial con los autores de la Revolución Conservadora alemana (excepto algunes influencias de Spengler). Estos, en general, propugnaban la conciliación de la tecnología moderna con el rechazo de la razón de la Ilustración y la defensa del romanticismo irracional (Thomas Mann lo resumió diciendo: «un romanticismo altamente tecnológico», y Goebbels: «un romanticismo de acero»).{10} En cambio, L. V. siempre quiso verse como un ilustrado del siglo XVIII y abominaba del romanticismo y de la tecnología («La cultura periclita en manos de la ciencia experimental, que no es sino técnica»; «contamos con una nueva clase de salvajes formada por los técnicos»; «el tecnicismo, sin norte, nos destina a la destrucción, sea en forma de autos o bombas nucleares»; «la técnica dispone hoy de más fuerza que antaño para ejercer la destrucción»).{11}

Por otro lado, para el profesor Emilio Gentile –quizás, el más importante especialista mundial en fascismo–: «En el caso del fascismo, de hecho, no creemos que se pueda hablar de “modernismo reaccionario”, como ideología antimoderna que pretende servirse de la tecnología para defender o afirmar el ideal de una sociedad tradicional puesta al reparo del movimiento de la civilización moderna. En este sentido el fascismo no fue antimoderno.»{12}

En mi opinión, el conservadurismo cultural y religioso del último L. V., aunque incorporase elementos inconformistas avanzados (crítica a la sociedad de consumo y a la tecnología deshumanizada), estaba alejado de la revolución fascista o vanguardista (modernista, en terminología anglosajona) y, en algunos aspectos (crítica al Concilio Vaticano II), se podía acercar al neotradicionalismo franquista.{13} Es más, cuanto más conservador se hace más se aleja. A La gran batuda se ríe, reiteradamente, de la pintura cubista y abstracta de Picasso. En cambio, Ramiro Ledesma Ramos, que sería el fundador de la primera organización fascista española, las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS), escribe: «El otro día me enseñaron un retrato cubista. Quien me lo mostró sonreía escéptico y burlón, como diciendo: “¡Qué mamarracha!” Yo le convencí, y le hice ver que lo prefería a uno de los mejores de Velázquez.»{14} La actitud de L. V. ante las vanguardias es la propia del hombre vulgar, no de la minoría selecta.{15}

De otra parte, es obvio que el novelista está influido por la Rebelión de las masas, pero conviene especificar que, cuando Ortega habla de «masas», no se refiere a una clase social: «La división de la Sociedad en masas y minorías excelentes no es, por lo tanto, una división en clases sociales, sino en clases de hombres.»{16} En el ataque de Ortega al «hombre vulgar» no tenemos que ver una actitud reaccionaria. Según J. P. Borel, «Vulgar no se relaciona ni con el origen, ni siquiera con la educación o la cultura, sino con las ambiciones del hombre masa, cuyo ideal es parecerse a todo el mundo y disolverse en el anonimato.»{17} En el mismo sentido se expresa L. V.: «al decir masas no me refiero precisamente a los pobres, sino a los especialistas, ciegos fuera de su especialidad, y a los nuevos, novísimos, ricos.»{18} O cuando escribe al escritor Baltasar Porcel: «en España (y esto es una de las causas de nuestra decadencia) el pueblo es superior a la burguesía […] Las clases adineradas, más o menos –no me atrevo a decir “altas”– cumplen menos su misión que las bajas, que son a veces heroicas –sentimiento desconocido por la burguesía–.»{19}

Según Larios, la aceptación del elitismo de Ortega y Gasset y su crítica a la vulgaridad de las masas es lo que determina el vínculo que unía a L. V. con el fascismo. Pero no todo el mundo piensa de este modo, así Luciano Pellicani, con la ayuda de Norberto Bobbio y Giovanni Sartori, afirma que las teorías elitistas no implican por sí mismas una visión antidemocrática de la «Sociedad».{20} También María Luz Morán ha puesto de manifiesto que el camino que siguieron los elitistas clásicos no fue claramente el de la adhesión al régimen fascista, sino más bien el de la separación entre democracia y liberalismo.{21}

La tesis del profesor Larios es que, atendido que la La gran batuda fue escrita el año 1968, el autor de Mort de dama habría profesado siempre, aunque de manera ondulante, la ideología fascista. Se trata de una interpretación que, en mi opinión, es producto de un prejuicio antivillalonguiano y de una concepción del fascismo que hoy (después de los estudios de De Felice, Gentile, Griffin, Gregor, Payne, Sternhell, etc.), en el ámbito académico, ya solo sostienen, y no creo que todos, los autores marxistas.

Todo indica que Larios no ha leído el Discurso a las juventudes de España, donde Ramiro Ledesma escribe:

Pues bien, en esta época son las masas los instrumentos únicos de grandeza nacional […] No hay Patria grande, libre y fuerte si no tiene como resorte una enorme plataforma hecha con el aliento de las masas […] Las juventudes lograrán con relativa facilidad la adhesión de las masas si saben encarnar en sus propagandas la angustia actual del pueblo. A la nacionalización de las grandes masas populares españolas se oponen en rigor dos actitudes y dos fuerzas, que actúan en sentido diferente. […] Las juventudes que orienten sus luchas en pos de la revolución nacional no pueden olvidar ni un solo minuto que la conquista de las masas es un factor ineludible del éxito.{22}

La movilización de las masas es una característica esencial del fascismo, hasta tal punto que, si no existe, no se puede hablar de fascismo.{23} Podrá haber dictadura de derechas, militar o civil, pero no habrá fascismo. Es precisamente por eso que Ortega abomina del fascismo y del bolchevismo («fascismo y comunismo son dos típicos movimientos de hombre-masa»).{24} Por otra parte, Larios parece desconocer que L. V., años atrás, había defendido los derechos de las masas:

La época actual, por su estructura específica, se halla menos necesitada de genios que las anteriores. Los temperamentos bovinos, de laboratorio, gregarios y oscuros, importan mucho más a nuestro estilo que los Kant o Krisnamurti. El superhombre a los Nietzsche, producto de una fantasía enferma, no tiene ni pretende ya tener contacto con nuestra realidad.{25}

Larios, como todos los antivillalonguianos modernos, ha bebido abundantemente en las fuentes del benedictino mallorquín Josep Massot i Muntaner: «gracias al trabajo imparcial y riguroso del mismo Massot, que ha iluminado las zonas oscuras y ha llenado las lagunas del relato de Villalonga sobre su falangismo y su franquismo.» Ahora bien, no conozco que Josep Massot –que es un historiador serio y riguroso, que se esfuerza en buscar la objetividad, aunque no siempre haya acertado con el novelista palmesano–{26} se haya referido, en ningún sitio, al fascismo literario de L. V. Es cierto que ha conceptuado La gran batuda como una «exhibición de conservadurismo a ultranza»,{27} pero solo desde un desconocimiento de las ideologías contemporáneas se puede confundir conservadurismo, aunque sea a ultranza, con fascismo.{28} Por otra parte, el ataque que hace, en el libro, a la sociedad de consumo y a la tecnología{29} presenta puntos de contacto con el ecologismo.{30} En su concepción, y en eso coincide con muchos críticos de la sociedad de consumo, la urbanización, la industrialización y la maquinización son productores de hombres masa.{31} Incluso, en la crítica que hace a la cultura de los años 60, podemos ver coincidencias con la crítica conservadora a la posmodernidad del filósofo francés Alain Finkielkraut:

Así pues, la barbarie ha acabado por apoderarse de la cultura. A la sombra de esa gran palabra, crece la intolerancia, al mismo tiempo que el infantilismo. Cuando no es la identidad cultural la que encierra al individuo en su ámbito cultural y, bajo pena de alta traición, le rechaza el acceso a la duda, a la ironía, a la razón –a todo lo que podría sustraerle de la matriz colectiva–, es la industria del ocio, esta creación de la era técnica que reduce a la pacotilla las obras del espíritu (o, como se dice en América, de entertainment). Y la vida guiada por el pensamiento cede suavemente su lugar al terrible y ridículo cara a cara del fanático y del zombie.{32}

Por si lo que acabo de decir no fuera suficiente, Larios, necesitado de encontrar influencias fascistas en los escritos de L. V., se aferra al poeta Jaume Pomar, biógrafo de L. V., para informarnos que, en la década de 1930, «integrará elementos ideológicos de Ramiro Maeztu, Charles Maurras y Pierre Drieu La Rochelle, con sus fermentos del fascismo.»{33} Ahora bien, como ya puse de manifiesto en su momento, esa pretendida influencia de Maeztu, Maurras y Drieu La Rochell no existió, o cuando menos, no ha sido nunca probada.{34}

——

{1} En el mes de abril de 1939, Villalonga anota en su Diario de guerra: «Ha terminado la guerra. “Hace más de un siglo que no habíamos tenido una victoria tan aplastante.” De acuerdo. Pero es una victoria contra nosotros mismos, porque, ¿Quién pagará los platos rotos?»

{2} Traducción al castellano de la introducción a: Jeroni M. MAS RIGO/Bernat MAS LÓPEZ: Llorenç Villalonga i el feixisme, Palma, Lleonard Muntaner editor, 2019, pp. 9-18.

{3} El escritor y poeta José Carlos LLOP ha ironizado sobre la fobia que provoca el novelista mallorquín en determinados individuos; cf.: «Primicia: ¿fue Villalonga Jack el destripador?», Diario de Mallorca (7-XI-2010). Como dijo Renzo de FELICE: «El fascismo ha provocado infinitos daños, pero uno de los más graves ha sido dejar en herencia una mentalidad fascista a los no fascistas, a los antifascistas […]. Una mentalidad de intolerancia, de atropello ideológico, de descalificación del adversario para destruirlo.»; cf.: Entrevista sobre el fascismo con Michael Ledeen, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1979, pp. 13-14.

{4} Según el historiador Ernst NOLTE, el fascismo, a causa de su naturaleza difícilmente clasificable –a un tiempo progresiva y reaccionaria– y del hecho de haber triunfado con tanta rapidez, era incapaz de generar por sí mismo una obra literaria específica; véase: El fascismo. De Mussolini a Hitler, Barcelona, Plaza & Janés Editores, 1974, p. 126. Esta opinión es compartida por E. R. TANNENBAUM: La experiencia fascista. Sociedad y cultura en Italia (1992-1945), Madrid, Alianza Editorial, 1975, p. 333.

{5} Jordi Larios, que fue profesor de la Universitat de les Illes Balears (1982-1987), es un estudioso de la obra de L. V. Ya su tesis doctoral de 1986, que permanece inédita, versó sobre Llorenç Villalonga. Teoría literaria i novel·les. Posteriormente, publicaría Llorenç Villalonga i la fi del món, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2007, una recopilación de cuatro artículos aparecidos en revistas especializadas.

{6} Se trata de una selección de ponencias que se presentaron al congreso sobre The Dark of Catalan Culture: Far-Right Ideologies in the Work of 20 th-Century Catalan Artists and Writers, que se celebró los días 4 y 5 de julio de 2008, con una subvención del Institut Ramon Llull.

{7} Cf. Vicent SIMBOR ROIG: Llorenç Villalonga a la recerca de la novel·la inefable, Valencia/Barcelona, Institut Interuniversitari de Filologia Valenciana i Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1999, pp. 47-49.

{8} Para John CAREY: «Los intelectuales dieron vida a la teoría de la vanguardia como un elemento de la reacción contra los valores de las masas […] En consecuencia, aunque la vanguardia suele darse las de progresista, es siempre reaccionaria»; cf. Los intelectuales y las masas, Madrid, Siglo XXI de España Editores, 2009, p. 19. Esta opinión, que se me antoja reduccionista, suele ser compartida por los autores de corte marxista; véase D. BECERRA MAYOR: «Fascismo y vanguardia. Introducción a la producción ideológica de la pequeña burguesía», Verba Hispánica, núm. 15, Liubliana, 2007, p. 225.

{9} Los antimodernos, antes reputados de reaccionarios, hoy son considerados como los primeros autores modernos. Se trataría de modernos decepcionados o desengañados, difíciles de clasificar, literaria y políticamente, a la derecha o a la izquierda y que no son reducibles a un tipo único; cf. A. COMPAGNON: Los antimodernos, Barcelona, Acantilado, 2007. Entre los antimodernos franceses podemos citar a Chateaubriand, Baudelaire, Flaubert, Proust, Barbey d’Aurevilly, Huysmans, Bernanos, etc. En su biblioteca, actualmente custodiada por la Fundació Literària de Mallorca (antes, Fundació Llorenç Villalonga), no hay ningún libro d’Ezra Pound ni de W. B. Yeats y de T. S. Eliot (que son los autores más conocidos del modernism anglosajón) solo encontramos el libro de poemas Quatre quartets, Palma, Daedalus, 1965.

{10} Véase J. HERF: El modernismo reaccionario, México, Fondo de Cultura Económica, 1990, en especial el primer capítulo. Entre los intelectuales que se incluyen en el modernismo reaccionario alemán tenemos a Ernst Jünger, Oswald Spengler o Carl Schmitt.

{11} Todas estas citaciones proceden del prólogo (de solo dos páginas) de La gran batuda, Barcelona, Club Editor, 1968, pp. 9 y 10.

{12} E. GENTILE: Fascismo. Historia e interpretación, Madrid, Alianza, 2004, p. 310. Esta también es la opinión de R. GRIFFIN: Modernismo y fascismo, Madrid, Akal, 2010. Para este autor, «el fascismo no es reaccionario en la medida que no rechaza el mundo moderno para volver al pasado; sino que pretende construir una modernidad alternativa paralela al bolchevismo, pero al mismo tiempo diferente.»

{13} «El franquismo continuó siendo una forma de autoritarismo reaccionario bajo una fachada modernizadora. Sin embargo, antes de que el régimen absorbiera y debilitara a Falange, ésta había sido una forma de modernismo programático»; cf.: R. GRIFFIN: «El fascismo y las vanguardias», Afinidades, núm. 5, Granada, 2011, p. 20.

{14} R. LEDESMA RAMOS: El Quijote y nuestro tiempo, en Obras completas, Madrid-Barcelona, Fundación Ramiro Ledesma Ramos, 2004, vol. I, p. 308. El libro, aunque escrito el año 1924, no sería publicado, con mutilaciones, hasta el 1971. El escritor vanguardista Giménez Caballero relata que él y unos amigos, el verano de 1934, se encontraron a Pablo Picasso, en el Club Náutico de San Sebastián, y que el pintor les dijo que no podía hacer una exposición en Madrid porque el Gobierno no tenía dinero para pagar el seguro de las telas: «“No tenemos dinero para eso –me respondió ingenuamente el delegado oficial–, pero… podríamos poner Guardia Civil por la vía del tren (¡Ja, ja, ja!)” Entre los que rodeábamos a Picasso –todos fascistas– estaba José Antonio Primo de Rivera: “Algún día nosotros pondremos para recibirle una Guardia Civil, pero como honor, y tras haberle asegurado su pintura”, dijo José Antonio»; cf.: «El arte y el Estado», Acción Española, núm. 70-71 (febrero de 1935), p. 259. Debemos mencionar que el edificio del Club Náutico de San Sebastián, uno de los primeros ejemplos de racionalismo arquitectónico en Europa, había sido proyectado por el arquitecto José Manuel de Aizpurúa (1902-1936), que era amigo de Federico García Lorca y delegado nacional de Prensa y Propaganda de Falange.

{15} «El arte nuevo tiene a la masa en contra suya y la tendrá siempre […]. Habituada a predominar en todo, la masa se siente ofendida en sus “derechos del hombre” por el arte nuevo, que es un arte de privilegio, de nobleza de nervios, de aristocracia instintiva»; cf. J. ORTEGA Y GASSET: La deshumanización del arte, Madrid, Alianza Editorial, 1994, pp. 13-14.

{16} J. ORTEGA Y GASSET: La rebelión de las masas, Madrid, Espasa Calpe, 1976, p. 69. Para Ortega, «El hombre masa es el hombre cuya vida carece de proyecto y va a la deriva. Por eso no construye nada, aunque sus posibilidades, sus poderes, sean enormes»; ibidem, p. 95.

{17} J. P. BOREL: Introducción a Ortega y Gasset, Madrid, Guadarrama, 1969, p. 174. Por otra parte, el hombre masa es rechazado por Ortega porque es hostil al liberalismo, «con una hostilidad que se parece a la del sordo hacia la palabra»; cf.: «Prólogo para franceses» en La rebelión de las masas, ob. cit., p. 43. En otro pasaje asevera que el liberalismo «es el derecho que la mayoría otorga a la minoría y, por tanto, el más noble grito que ha sonado en el planeta»; ibidem, p. 115.

{18} Prólogo de La gran batuda, p. 10.

{19} B. PORCEL i L. VILLALONGA: Les passions ocultes. Correspondència i vida, Barcelona, Edicions 62, 2011, p, 380-381. La carta está datada el 15-VIII-61.

{20} Véase E. ÁLVAREZ TÓLCHEFF: «Ortega y Gasset y el socialismo. (A propósito de un libro de Luciano Pellicani)», Sistema, núm. 52, Madrid, 1983, p. 114. Al contrario de lo que opina Larios, precisamente «La rebelión de las masas es, entre otras cosas, una entusiasta defensa de la democracia liberal frente a los ataques del comunismo y el fascismo como movimientos políticos emergentes representativos del modo de ser del hombre-masa, y sólo la sesgada interpretación de los filocomunistas ha podido tergiversarla vinculándola erróneamente con el fascismo»; cf.: I. SÁNCHEZ CÁMARA: «El liberalismo de Ortega y Gasset», Revista de Occidente, tercera época, 108, Madrid, 1990, p. 76-77

{21} Cf.: M. L. MORÁN: «La teoría de las élites», en Historia de la Teoría Política, 5 (Madrid 2002), p. 135. Esta es también la opinión de E. A. ALBERTONI: Gaetano Mosca y la formación del elitismo político contemporáneo, México, Fondo de Cultura Económica, 1992, p. 125. El mismo Ortega explica que: «liberalismo y democracia son dos cosas que empiezan por no tener nada que ver entre sí y acaban, por ser, en cuanto tendencias, de sentido antagónico»; cf.: J. ORTEGA Y GASSET: «Notas del vago estío» (1925), en Obras completas II, Madrid, Taurus, 2004, p. 541. Para Hayek: «La democracia se opone al gobierno autoritario, al liberalismo se opone el totalitarismo.»; cf.: F. A. HAYEK: Los fundamentos de la libertad, Madrid, Unión Editorial, 1978, p. 143. Las reticencias de los teóricos del elitismo (y también las de L. V.) hacia la democracia eran debidas al temor que tenían que la sociedad de masas arrastrase la alta cultura. Otra cuestión, que excede del objeto de este trabajo, es si, más allá de la teoría, es posible un estado auténticamente liberal sin democracia. En cambio, no nos ofrece duda alguna que sin liberalismo político no es posible la democracia.

{22} R. LEDESMA RAMOS: Discurso a las juventudes de España (1935), en Obras Completas, ob. cit., volumen IV, p. 44. Es cierto que se puede alegar que las masas fascistas estaban impregnadas de ideología elitista (culto al líder y jerarquía, espíritu de abnegación y sacrificio) y, por lo tanto, no eran peligrosas para la burguesía. Pero eso no nos ha de hacer olvidar que en el momento de la Marcha sobre Roma había más trabajadores industriales afiliados al fascismo que los que había al bolchevismo en el momento de la Revolución de Octubre.

{23} Según Emilio GENTILE, la primera característica del fascismo es que es: «Un movimiento de masas […] que funda su identidad no en la jerarquía social y la proveniencia de clase, sino en el sentido de la camaradería», cf.: Fascismo, ob. cit., p. 88. Para Renzo de FELICE, «el fascismo es un movimiento revolucionario […] que tiende a la movilización, no a la desmovilización de las masas, y la creación de un nuevo tipo de hombre»; cf.: Entrevista sobre…, ob. cit., p. 52. Es por eso, que Juan José Sebreli ha podido decir que Perón era fascista, y Videla no. Otro tema sería la manipulación que las élites del fascismo, como las del comunismo, hicieron de las masas.

{24} «En el orden cronológico, el primero que puso explícitamente de relieve los estrechísimos vínculos entre el fascismo y la sociedad de masas fue J. Ortega y Gasset, en su ensayo de 1925 «Sobre el fascismo» y luego en el volumen La rebelión de las masas, Madrid, 1930.»; cf. R. de FELICE: El fascismo. Sus interpretaciones, Buenos Aires, Paidós, 1976, p. 29, n. 24.

{25} DHEY: «Spengler y el alma germánica» (se trata de nueve artículos que L. V. publicó en el diario de Palma El Día (de 25-XI-1934 a 29-XII-1934). En esa época, el escritor era muy crítico con el autor de la Decadencia de Occidente y Años decisivos.

{26} En mi opinión, Massot no ha estado muy afortunado con L. V. por falta de empatía; ni tampoco, por exceso de generosidad, con Josep Miralles, el obispo mallorquín que bendecía los aviones italianos que iban a bombardear el Levante español. La verdad es que su relativismo ético («entre Dios y el Diablo solo hay un malentendido»), que no solo era filosófico, no hace, precisamente, que sea fácil sentir simpatía por nuestro protagonista. Según Baltasar PORCEL: «Villalonga era fundamentalmente inmoral»; cf. «Llorenç Villalonga o les passions ocultes» en A. SANTA (ed.): Llorenç Villalonga. Camins creuats IV, Lleida, Universitat de Lleida i Pagès Editor, 1997, p. 91.

{27} En cambio, el profesor Jaume VIDAL ALCOVER, con relación a La gran batuda, escribe: «Cabe empero pensar que L. V. es siempre más inconformista que retrógrado, puesto que no admite que el pasado haya sido mucho mejor que el presente y afirma, casi dogmáticamente, que los paraísos sólo son verdaderos cuando ya no existen»; cf.: Llorenç Villalonga (o la imaginació raonable), Palma, Ajuntament de Palma, 1984, p. 23.

{28} Zeev STERNHELL, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, en el libro El nacimiento de la ideología fascista, Madrid, Siglo XXI Editores, 1989, puso de manifiesto que no es posible identificar el pensamiento conservador o de derechas con el fascismo.

{29} Son muchos los científicos que son escépticos sobre el uso correcto de las tecnologías. Así el astrofísico y cosmólogo Martin Rees declaró, en 2017, que: «Soy bastante pesimista sobre la idea de que las futuras tecnologías estarán extendidas y serán usadas de la forma más beneficiosa.»

{30} Silvia VENTAYOL BOSCH, en el prólogo de su libro El malson de Llorenç Villalonga. (Estudi d’«Andrea Víctrix»), Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2015, escribe: «Ante la afirmación de que Villalonga era defensor del consumo responsable, ecologista, antitotalitario, detractor del armamento nuclear, defensor de la ciencia humanizada, seguro que más de un lector se quedará perplejo.»

{31} Su amigo Bernanos consideraba que los movimientos totalitarios hallarían en el maquinismo un aliado eficaz, que, con la ayuda de la propaganda, serviría para crear una enorme empresa universal de embrutecimiento. Cf. Antoni VICENS CASTAÑER: Georges Bernanos, entre el amor y la ira, Barcelona, Universitat de Barcelona, 2003, pp. 190-191.

{32} A. FINKIELKRAUT: La derrota del pensamiento, Barcelona, Anagrama, 1987, p. 139.

{33} Cf. J. POMAR: La raó i el meu dret. Biografia de Llorenç Villalonga, Palma, Moll, 1995, pp. 79-80.

{34} Véase mi comentario al libro de Jaume Pomar: A la recerca de Llorenç Villalonga, en Lluc, núm. 825 (Palma 2001), pp. 53-55. Debo mencionar que Jaume Pomar (1943-2013), en la presentación de su libro, que tuvo lugar el 24-V-2001 en la sede de la Fundació Casa-Museu Llorenç Villalonga (Binissalem), tuvo la elegancia de reconocer que seguramente se había precipitado al atribuir influencias de Maurras i de Drieu La Rochelle. Sobre la poca simpatía que sentía L. V. por Ramiro de Maeztu, véase mi introducción a: Llorenç VILLALONGA: Articles polítics (1924-1936), Fundació Casa Museu Llorenç Villalonga y Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2002, pp. 45-48.

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