El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas · número 203 · abril-junio 2023 · página 8
Artículos

Indigenismo, indianismo

Francisco Benavente Meléndez de Arvas

La nueva balcanización de América

mural

Las tendencias sociopolíticas que recorren el continente americano al inicio de esta tercera década del siglo XXI, alteran principios que fueron desarrollados con esmero y esfuerzo por la humanidad para regular la convivencia, progreso y supervivencia a lo largo de su peregrinar desde el comienzo de la Historia. Principios basados en la racionalidad de planes y programas, principalmente.

Estas nuevas propuestas de regulación política adolecen de anomalías teóricas que tiñen de cierta irracionalidad dichas tendencias. Expondré su análisis, orientado a la eutaxia, según los presupuestos del materialismo filosófico y la teoría sintáctica del poder político; pensamiento esencial del fundador de la Escuela de Filosofía de Oviedo{1}, el profesor Gustavo Bueno –sit tibi terra levis–.

Se propone este escrito como réplica a lo expuesto en el documento de análisis publicado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos de título: Los movimientos étnicos en América Latina (IEEE 82/2022){2}.

Los hechos recientes, para fijar un encaje temporal

El rechazo del pueblo chileno del nuevo proyecto de Constitución, en el referéndum del 5 de septiembre de 2022, por una aplastante mayoría de dos tercios de los votantes, es un serio aviso a los muñidores de nuevas normas sociales de raíz constructivista. Se puede interpretar como una señal para que los legisladores chilenos abandonen ese tipo de propuestas y se pongan a la labor de desarrollar una Norma que propicie la eutaxia sociopolítica. De añadido, significa el rechazo de las derivas que pretendían transformar Chile en algo parecido a un siniestro caleidoscopio de tribus, una especie de zoo multicolor. Algo ajeno a la Patria chilena tal como parece entenderla su pueblo.

Indigenismo, indianismo

Dice el documento citado que:

«El indigenismo es una propuesta que enfatiza al indígena y su cultura como claves de la identidad nacional incorporándolos como ciudadanos plenos y propiciando su asimilación».

La cultura es un término polisémico que hemos de manejar con cuidado si lo tratamos en el contexto de otras categorías políticas. En este contexto, el concepto cultura indígena podría acabar reducido a tan solo folclore, y poco más. Por ende, «enfatizar» a un grupo humano por tan solo su folclore no parece muy político; no parece nada que se pueda reducir a «lo político», mucho menos aún a categorías que puedan relacionarse con el núcleo constitucional, en sentido planificador de la «rama estructurativa» del poder político (eje sintáctico del modelo canónico genérico de la sociedad política){3}.

Sostengo que es en este matiz donde reside el interés espurio que subyace en este intento de organizar la sociedad chilena como si de un puzzle humano se tratase.

Con estos mimbres no se comprende el significado de la consiguiente propuesta de tratar de elevar a «ciudadanos plenos» y «asimilarlos» después, a través de una indeterminada «identidad nacional».

Intentar introducir un particularismo subjetivo en la ecuación constitucional para elevarlo a «actor político» es simplemente anticientífico. Me explico.

Constitución política según el materialismo filosófico

Decía Bueno que el adjetivo «constitucionalista» designa al profesional o especialista que enseña o investiga en la ciencia político-constitucional, a la manera como el adjetivo «matemático» o «químico» designa al científico que cultiva las respectivas materias científicas{4}.

«Y, por supuesto, nada tenemos que decir contra esa costumbre, que cuenta además a su favor con el hecho de que muchos de esos científicos son además ‘sabios’, es decir, personas poseedoras de un saber complejo, sutil y maduro»{5}.

Bueno esboza una analogía profunda entre la ciencia constitucional y la Teología dogmática. Esta teología no tiene propiamente como objeto formal la Idea de Dios sino la Revelación, es decir, los múltiples dogmas que han ido depositando a lo largo de la Historia las fuentes de la Revelación.

Esto es relevante para la ciencia política, que tiene precisamente por objeto formal las leyes positivas, que han ido depositando a su vez las fuentes del Derecho y especialmente las que tienen que ver con el Estado y con su constitución jurídica.

Es preciso señalar el importante detalle que la citada Teología dogmática precedió a la ciencia político-constitucional, y aun a la de la ciencia jurídica. Otra cosa es que tanto la Teología dogmática como la ciencia política constitucional puedan utilizar conceptos o Ideas tomadas de otras ciencias o de diversos sistemas filosóficos para llevar adelante sus tareas. Tanto los teólogos dogmáticos como los teóricos constitucionalistas hablan de «doctrina» para referirse a esas construcciones supuestamente fundadas en una deducción de principios positivos y, en ambos casos, hay que subrayar que «la doctrina» no es algo que se intente reducir a la condición de un mero “subproducto” académico, ya sea de la Iglesia o del Estado, respectivamente.

Ahora bien, Bueno rechaza de plano el supuesto mismo de que puedan existir cuerpos doctrinales que se constituyen como un despliegue plural de un sistema de principios. No lo admite porque es la unidad de ese sistema la que no puede darse por supuesta. Hemos de estar atentos por lo tanto a la introducción "sorpresiva" de nuevas construcciones en el espacio estatal.

De la misma manera que los datos de la Revelación no desempeñan el papel de «primeros principios» en la Teología dogmática, lo mismo podemos decir de los datos de las fuentes del Derecho respecto de la Constitución en la ciencia política.

España en América. Breve revisión geopolítica del inicio de la acción imperial

Conviene recordar por qué llega España a América. En esencia se trató de un intento de sortear la barrera turca al comercio de Europa con Oriente. Es importante porque los «planes y programas» señalan con precisión la esencia de la acción intentada y ejecutada. España no «programó» una conquista, su plan era negociar, comerciar. Ocurre que se encontró una realidad inopinada, a la que tuvo que hacer frente con técnicas jurídicas y militares ex-novo.

En Eurasia, a través de la guerra y el comercio numerosas tribus, reinos e imperios mantuvieron una relación dialéctica más o menos intensa durante siglos, influenciándose unos a otros. Sin embargo, los dos grandes imperialismos del continente americano, el azteca y el inca –que habían asimilado, por la fuerza, a otros muchos pueblos y lenguas–, no habían recibido jamás la influencia euroasiática hasta 1521 y 1533, respectivamente{6}.

Las técnicas jurídicas que a España le resultó imprescindible implementar para racionalizar su acción sobre el continente recién descubierto se substanciaron en Normas y Leyes que sentaron las bases del Derecho Internacional y los Derechos Humanos, que han llegado hasta nuestros días. Técnicas jurídicas asumidas a posteriori por occidente durante centurias, con sus matices.

La escuela teológica española que recibió el encargo Real de analizar la legalidad o ilegalidad de la cristianización de América fue la «Escuela de Salamanca». Como señala Bueno, empezó a forjarse una íntima conexión entre la Teología, ampliamente desarrollada ya, y la Ciencia Política embrionaria en aquel entonces.

Los principios y valores que se discutieron fueron densos, potentes: derecho sagrado a la vida, principio de soberanía de las unidades políticas, límites legales de la acción militar, etc.

Solo España tuvo el coraje de realizar un debate de envergadura sobre la legitimidad y justicia de la presencia europea en las Indias, y lo hizo así porque el Poder y la Riqueza no podían ser la medida de todas las cosas. Para aquellas gentes de la España pre-moderna solo era bueno lo que fuese justo. Ninguna otra nación, ni antes ni después, actuó de esa manera. En ese sentido, España ha sido una excepción histórica. Lo señala Lewis Hanke{7}:

«La conquista de América por los españoles no fue solo una extraordinaria hazaña militar en la que un puñado de conquistadores sometió todo un continente en un plazo sorprendentemente corto de tiempo, sino, a la vez, uno de los mayores intentos que el mundo haya visto de hacer prevalecer la justicia y las normas cristianas en una época brutal y sanguinaria»{8}.

El Estatuto Jurídico que regló la vida en las tierras del Descubrimiento tenía una base crucial: los territorios no "pertenecen" a Castilla, sino que se unen a ella en la persona del Rey. Desde el inicio aquellos territorios compartieron los Órganos de Gobierno, especialmente los Consejos de Estado, de Hacienda y de Guerra{9}.

Acción generadora imperial sobre los ejes del espacio antropológico

El Régimen Jurídico y las Instituciones implementadas por el Imperio Hispano-Católico de los Austrias{10} en sus reinos americanos tuvieron una clara vocación protectora de las vidas y los derechos de los habitantes, especialmente de los originarios de aquellas tierras.

Los tres elementos estratégicos con los que se desarrolló la estructuración sociopolítica fueron: la Universidad, el Hospital y el Camino Real conector de ciudades. Su implementación en América dio como resultado una eutaxia que duró siglos, porque conocimiento, salud, y el orden urbanístico con las oportunas vías de comercio representaron un magnifico plan de desarrollo.

Pongo la Enseñanza en primer término dado que sin ella nada humano puede resultar. Actúa sobre el eje circular. España fundó centros de educación superior en número que excede la veintena{11}.

«Hasta la independencia salieron de ellos aproximadamente 150.000 licenciados de todos los colores, castas y mezclas»{12}.

Para garantizar la salud, y también en el eje circular, se implementaron normas precisas. Y si hay algo que demuestra que América nunca fue vista por España como un botín colonial lo señala la decisión de fundar Hospitales y desarrollar una política de protección de la salud que abarcara todas las razas y condiciones sociales.

En las Leyes de Indias vemos que la 1ª (del año 1541), Libro I, Título IV, ordenaba que se fundasen hospitales en todos los pueblos de Españoles e Indios «donde sean curados los pobres enfermos, y se ejercite la caridad cristiana».

Entre 1500 y 1550 se fundaron en territorio americano más de 25 hospitales del tamaño del «San Nicolás de Bari» y un sinnúmero de otros de menor tamaño. Existe documentación de la estructura arquitectónica de estas construcciones y su correspondiente debate de óptimos, pros y contras de los diseños específicos{13}.

Y así sucesivamente, y sin pausa, continuó la labor civilizatoria del Imperio hasta cubrir las necesidades de salud de los súbditos de aquellas Provincias Ultramarinas con unos estándares que para sí quisieran algunos de nuestros días, incluso en naciones desarrolladas. Da para escribir un tratado sobre el tema.

En el eje radial la labor fue inmensa. Los Caminos Reales son obra que sigue asombrando a los estudiosos de estos temas. Las infraestructuras de comunicaciones que se construyeron son, en esencia, la razón fundamental de toda la acción imperial.

Las vías de comunicación dotaron al sistema virreinal de una robustez institucional que duró siglos. Los caminos reales fueron una prioridad de la política de la Corona desde muy temprano. Se deben citar las «Ordenanzas de descubrimiento, nueva población y pacificación de las Indias» de 1573, con incidencia en la vertebración de las comunicaciones entre ciudades. Sobresalen el Camino Real de Veracruz y el Camino Real de Acapulco, que comunicaban Méjico con dichos puertos y a la vez hacían bioceánico el comercio de la que ya en esas fechas era una gran ciudad. Otro con resonancias históricas es el Camino Real de Tierra Adentro, de 2.560 Km. que se mantuvo abierto desde 1598 hasta 1882 con influencia geopolítica en dos ocasiones en la mismísima historia de los Estados Unidos.

Del mismo modo la construcción de ciudades siguió patrones racionales de urbanización, hecho que dejó y deja perplejos a cuantos estudian el asunto. El poblamiento y urbanización, la forma en cómo se desarrolló, sentencia la categoría de imperio generador de la acción de España en Indias. Cito solo los planes{14}: «Organización urbana ovandina» de 1502, ¡tan solo diez años después del Descubrimiento!, implementado por el ya citado Nicolás de Ovando; sistema de Alonso de Ojeda; «Modelo Mendoza» desde 1535; «Plan de Ordenamiento Urbano de las Indias» de 1573 ordenado por el Consejo de Indias; modelo de Bautista Antonelli, por orden de Felipe II en 1590; y «Plan Urbanístico para las Indias» de Carlos III.

Estos planes y programas densificaron y dieron carácter político a la incipiente capa basal, con unas características que aún perduran a pesar de las malaventurazas acaecidas sobre aquellas tierras.

Del eje angular se podría hablar largo y tendido. Asombra el esfuerzo de exportar una Teología dogmática que la humanidad había tardado siglos en elaborar en Eurasia y unos cuantos más en interiorizar, trasladarla a América e implantarla en un continente que jamás había tenido noticia de ella. Y con tanta eficiencia que llegó a ser tierra de Santos.

Ni América Latina ni Iberoamérica: «Comunidad hispánica»{15}

No es intención de este análisis relatar los hechos del Descubrimiento y posterior españolización jurídica de los territorios de ultramar. Tan solo me propongo hacer luz sobre el confusionismo realmente existente sobre hechos y conceptos concretos. Una falta de claridad conceptual derivada de la propaganda negrolegendaria cuyos intereses espurios son causa de funestos resultados para los habitantes del continente. Esta «leyenda negra» en nuestros días "cancela" intelectualmente toda exposición, publicación y todo debate de los hechos realmente ocurridos, como los citados anteriormente, que contradigan el «relato cognitivo» que ella divulga.

“América latina”, “Iberoamérica” o “Hispanoamérica” son denominaciones de cuño ideológico de origen bien determinado y muy estudiado. En tiempos del Descubrimiento sin embargo recibían otros nombres, como «los reinos de ultramar», «reinos de Indias», «aquellos y estos reinos», «los reinos de acá y de allá», etc.

“América latina” es una denominación impulsada por la Francia del Segundo Imperio para intentar englobar a los países de habla española, portuguesa y francesa. Una taxonomía política cuyo objeto era distinguirse de los países americanos de habla inglesa con ocasión de la promoción al trono de Méjico del emperador Maximiliano. Pero el término tiene la peculiaridad de no ser un concepto superponible a “América del Sur” porque tanto el Canadá francófono, como el propio Méjico forman parte de la América del Norte, desde el punto de vista geográfico.

“Iberoamérica” afina la intención geográfica al incluir al Brasil de lengua portuguesa. Aunque “Hispanoamérica” tampoco resultaría alejada de ese ajuste, sobre todo si por “Hispania” se entiende lo que engloba a Portugal.

Sin embargo la cuestión del «rótulo geográfico» nos lleva a las categorías «unidad e identidad» tal como las redefine Gustavo Bueno, aplicables de pleno a este complejo conjunto de pueblos, naciones étnicas y políticas que viven en América, al sur del paralelo 30º Norte. Esa inmensa mayoría de pueblos y naciones americanas que, junto con España, constituyen lo que podemos llamar sin empacho “Comunidad Hispánica”.

Conceptos de «unidad e identidad» en el materialismo filosófico{16}

Ninguno de estos dos términos es unívoco. “Unidad” tiene dos acepciones principales: la acepción isológica –semejante pero sin conexión– y la acepción sinalógica –distinto, pero formando conjunto por esa misma unión–{17}.

Identidad” tiene también muchas modulaciones. Es un término sincategoremático, que sólo alcanza significado preciso cuando va incluido en sintagmas de forma genitiva. Por ello, la identidad implica siempre algún tipo de unidad (isológica o sinalógica). En cualquier caso, habrá que distinguir sobre todo entre identidades esenciales (que corresponderían al griego “isos”) e identidades sustanciales (que corresponden al griego “autos”).

La gran variedad de concepciones ideológicas aplicadas a “América del Sur”, variedad aparentemente caótica, puede sin duda ser clasificada a partir de muy diversos criterios. Uno de ellos precisamente constituido a partir de algunas composiciones de ciertas modulaciones de las ideas de unidad sinalógica y de identidad de las que acabamos de hablar.

Partiendo, como cuestión de hecho, de la multiplicidad de los pueblos, naciones o estados que constituyen la clase “América del sur” como unidad sinalógica, podemos distinguir dos grandes tipos de concepciones según que la naturaleza de esa unidad sinalógica se entienda, o bien como una superestructura accidental a la misma unidad sinalógica; o bien como un componente estructural, o acaso infraestructural, de los propios términos de esa multiplicidad. Por otra parte, cada uno de estos tipos de concepciones, según la unidad considerada, admite diferentes modos de entender la identidad entre los términos en cuanto mantienen relaciones de parte a todo, atributivo o distributivo.

«Unidad e Identidad» aplicadas a la «Comunidad hispánica», según el materialismo filosófico{18}

La propuesta de Bueno para propiciar un encaje de análisis que nos aproxime la intra-estructura del complejo espacio antropológico del que tratamos, combina las alternativas que resultan de la composición de los criterios lógico materiales antes citados y construye una taxonomía que encuadra el abundantísimo material institucional, económico y político, y también literario, que rodea el término «América del Sur».

Taxonomía específica

Considerando las concepciones que presuponen la naturaleza superestructural (accidental) de su unidad tenemos las siguientes alternativas:

a) Modelos nacionalistas de identidad: se manifiestan en instituciones o procesos tales como las Constituciones de las Repúblicas americanas que surgieron tras el desmembramiento del Imperio hispánico, en la medida en que se orientaron hacia el nacionalismo radical.

b) Modelos inter-nacionalistas de identidad: Distinguimos cuatro versiones de esta alternativas

– Versión anarquista.

– Versión marxista tradicional.

– Versión positivista o universalista, en general.

– Versión humanista o existencialista o personalista.

Si consideramos concepciones que presuponen la naturaleza estructural (esencial) de su unidad tenemos lo siguiente:

c) Si entendemos que la identidad de «América del Sur» se superpone a su unidad, en cuanto constituye un todo atributivo, la versión es:

– Alternativa sudamericanista.

d) Si la identidad se aplica a su unidad en cuanto que es parte de un todo atributivo “orgánico” (una “Sociedad”, una “Civilización”, etc.), las versiones serán:

– Alternativa panamericanista.

– Alternativa occidentalista.

– Alternativa hispanista.

De todas ellas debemos resaltar la alternativa sudamericanista porque daría cabida al concepto indigenista, en el límite (la “Indoamérica”, de Haya de la Torre, 1961, por ejemplo).

Entre las instituciones que pudieran ser consideradas adscritas, al menos por modo ejercido, a esta alternativa se pueden citar las siguientes Organizaciones Intergubernamentales (OIG):

– Conferencia de Santiago de 1959 (zona de libre cambio: Argentina, Brasil, Chile, Uruguay);

– Conferencia de Montevideo, 1959-60;

– Tratado de Asunción (Mercosur, 1994);

– Instituto Indigenista Interamericano;

– CREFAL (Centro de Educación Fundamental para el desarrollo de la América Latina); citado sin perjuicio de que ésta institución está auspiciada por la UNESCO y por la OEA.

Entre las corrientes filosóficas que podrían adscribirse a esta alternativa citaríamos, ante todo, a lo que suele denominarse “bolivarismo”, en cuanto comprende no sólo el proyecto de una “Confederación Andina”, sino también el de una “Anfictionía” de todos los países hispanoamericanos{19}.

Matices geoestratégicos de las «independencias»

La cuestión primordial que subyace en lo que aquí se expone es tratar de comprender cómo y por qué se desmontó la eutaxia que la Corona de España consiguió hacer reinar en América durante siglos.

La causa primera responde, en mi opinión, a una finalidad superior que buscó servir, y consiguió servir, a los intereses históricos del imperio depredador que se enfrentó al Imperio Hispano-Católico de los Austrias primero, y al Imperio Atlántico de los Borbones{20} después.

Los siglos de enfrentamiento que Las Españas libraron con las naciones e imperios europeos antagonistas se tradujeron en una guerra sin cuartel. La técnica más insidiosa usada en ella fue una acción de propaganda intensa e innovadora que sedimentó en forma de Leyenda Negra anti-española. Es ésta, por otra parte, una de las más eficaces formas de enfrentar a los imperios generadores, por unidades políticas incapaces de enfrentar militarmente al hegemón.

Los planes británicos para el conflicto, los que nos interesan por su desarrollo posterior con consecuencias, arrancan con un Plan Estratégico para conquistar las Provincias de España en América elaborado en 1711. Le siguió un Plan Táctico cuyo despliegue hubo de esperar hasta 1804: el "Plan Operativo Británico para ejecutar el Plan Estratégico de 1711 y consumar la conquista económica y financiera de las Provincias de España en América"{21}.

Era una propuesta elaborada para «humillar a España»{22}. Era realmente un Plan para hacerse con los territorios de los Virreinatos, auténticas Provincias de las Españas; desmantelar sus estructuras jurídicas y económicas; saquear el Tesoro de las Haciendas Virreinales{23}; e imponer su «Rule Britannia». Y todo porque la riqueza americana era necesaria para satisfacer las inmensas y crecientes necesidades de financiación de las elites del Reino Unido.

El objetivo inicial fue La Boca del Río de la Plata, de la que señala el plan estratégico citado que:

«no tiene otra fortificación para su defensa, que un pequeño fuerte de tierra, rodeado de un foso, que monta 18 ó 20 cañones»{24}.

Señala así mismo del virreinato que:

«… la generosidad, tanto de su clima como de su suelo y estoy persuadido que puedo fácilmente probar, que la situación, en relación con el Comercio de esta Nación, es de la mayor importancia y que ningún lugar o País bajo el cielo, es tan capaz de aumentar el comercio y la riqueza de Gran Bretaña…»{25}.

Un Plan para la rapiña por otra parte, muy preciso porque pone sobre el tapete el resorte que habrá de pulsar la fuerza de ocupación, dado que informa de la cuestión clave: el criterio de que separando la estructura minera (Perú y Bolivia), de la estructura de carne vacuna (Pampas de Buenos Aires) y de la estructura de yerba mate (Paraguay), la producción armónica con capacidad de impulsar el desarrollo a través de la minería de la plata y, consecuentemente, el posterior desarrollo industrial de la zona, será imposible.

Hasta su implementación al inicio del XIX ocurrieron los hechos de guerra por todo el Caribe y parte de la costa del Pacífico, de todos conocidos, con el intento de penetración desde el norte: Portobello, Cartagena de Indias, La Habana, Puerto Rico, Jamaica …

El Imperio Atlántico de los Borbones resistió firmemente. Resultó que era imprescindible atacar la propia metrópoli o de otro modo el subcontinente sería invulnerable. Y eso solo se atrevió a hacerlo en aquel tiempo un genio militar de la otra potencia en liza: Napoleón. Solo entonces pudo Inglaterra acometer la balcanización de la Comunidad Hispánica en América.

Independencias, partición de los Virreinatos. La primera balcanización de la Comunidad Hispana

Para llegar al núcleo de la cuestión indigenista es prioritario documentar cómo se desmontó la estructura virreinal de las Provincias americanas de las Españas. No insistiré en el trasfondo geopolítico de la cuestión, mejor que nos lo cuenten los hechos ocurridos.

Ya se comentó que la crisis anglo-española de los siglos XVI, XVII y XVIII se desarrolló con dureza e intensidad pero sin que sufriera menoscabo la integridad territorial del Imperio de Las Españas.

Si tomamos el modelo canónico de sociedad política, propuesto por el profesor Bueno, como herramienta de análisis, hemos de señalar que Las Españas tuvieron durante cuatro siglos, del XV al XVIII, una potentísima capa cortical que protegió a un incipiente Estado primero, y propició el desarrollo de la labor de imperio generador después. Pues mientras España desplegaba la más grande acción civilizadora que vieron los siglos, la dialéctica de Estados{26} explica como desplegó su acción imperial en la propia Europa.

El imperio generador desplegado por España desde el siglo XVI tenía todas las características de ese tipo de Estado ya que estableció relaciones políticas de sinalogía con su entorno y en grado máximo (sinalogía de X con Y con isología política máxima).

La norma de imperio generador significa «la intervención de una sociedad en otras sociedades políticas con objeto de “ponerse a su servicio” en el terreno político», es decir, orientándose a “elevar” a esas sociedades, más primarias políticamente, a la condición de sociedades soberanas. Se trata, por tanto, de generar Estados nuevos. La robustez de las instituciones implementadas da cuenta de la labor ciclópea que España volcó en sus Provincias, tanto europeas como americanas.

Precisamente fue la robustez del estatuto jurídico desplegado lo que provocó la reacción dialéctica de los otros Estados que no quisieron asumir la norma imperial. La tabla de relaciones posibles{27} evolucionó y acabó por llevar al enfrentamiento militar y político que durante el XVIII mostró características de un choque de civilizaciones, esta vez sí que lo hubo, entre un imperio generador y otro que acabó tomando la forma de imperio depredador, una situación que el profesor Bueno describe como:

«…un enfrentamiento total, que podría simbolizarse en el antagonismo entre Alejandro y Darío: "así como no puede haber dos Soles en el Cielo, tampoco cabemos Darío y yo en la Tierra"»{28}.

La cuestión es que un imperio de características depredadoras impone su estilo de sociedad como modelo soberano al que habrán de plegarse las demás sociedades políticas, y en el límite tenderá a anexionarlas bajo su tutela. Es la norma política del colonialismo. Las demás sociedades políticas sólo existirán, para la de referencia, a título de colonias, susceptibles de ser explotadas. La norma implica poner a las demás sociedades al servicio de la sociedad imperialista{29}.

El vuelco se produjo, precisamente, cuando España sufrió la invasión napoleónica y para resistir, replegado a la numantina el poder político en Cádiz, no tuvo más remedio que pedir y recibir ayuda de su peor enemigo secular. Pagamos por ello un alto precio. Aún lo seguimos pagando.

Gran Bretaña se cobró la ayuda por su auxilio para expulsar a Napoleón de la península ibérica con dos condiciones draconianas: libre comercio de exportación e importación de las provincias de Hispanoamérica con Inglaterra exclusivamente; y la segunda, más grave aun, Gran Bretaña sería mediadora entre el gobierno español y las Juntas que los “rebeldes” hispanoamericanos, todos ellos formados y organizados por Gran Bretaña, iban formando en los Virreinatos y Capitanías Generales{30}.

La “acción exterior” inglesa tuvo una ayuda inestimable, que Inglaterra trabajó con inteligencia, la adscripción de la sociedad criolla cuyos miembros actuaron como auténticos «perduelios»”{31}. Su actuación, difícil de calificar, ayudó decisivamente al desmantelamiento de las estructuras del Imperio. Con ello destruyeron el futuro de todas las clases sociales ajenas a las elites criollas. La historia no precisa ser recordada, es de sobra conocida.

De Provincias de las Españas al caos

El método que se empleó para la subversión del orden imperial se basó en tres principios. El fundamental del citado Plan fue el eterno divide et impera; los otros dos: clamar por su derecho al libre comercio, «Trades, no Countries» (cuánto daño hizo, y hace aún por cierto); y establecer como base estratégica la ciudad de Buenos Aires.

Dominado Buenos Aires, quedaba expedita la vía de acceso al interior del subcontinente americano. Buenos Aires fue pues, vía de acceso fluvial y vía de penetración comercial, financiera y de ocupación, a la que se añadió posteriormente una emigración reglada, desde Gran Bretaña.

Si tenemos presente el modelo canónico de sociedad política ya citado, el «ataque» se planeó para afectar a las tres capas del cuerpo de la sociedad política (eje semántico). Por el orden descrito, se actuó para desmantelar la capa conjuntiva: se desmontaron las Instituciones Jurídicas de garantía de derechos y se extirpó la Administración virreinal que tenía un alto grado de autonomía económica y política. Era primordial para acceder sin cortapisas ni impedimento al Tesoro de las Reales Haciendas de los Virreinatos.

La exigencia e imposición del «libre comercio» atacaba la capa cortical anulando el poder federativo autónomo, imponiendo un sistema de proteccionismo comercial basado en aranceles férreos, que yuguló la economía de las Provincias americanas. Al mismo tiempo se disolvía el poder militar, en el que formaban parte muy activa los indígenas y mestizos, y se hicieron con el poder diplomático introduciendo sus propios agentes en el sistema de Repúblicas resultante.

Y finalmente se abordó la disolución de la capa basal{32} anulando la estructura de propiedad de tierras y bienes de producción, e imponiendo una redistribución a través de personas interpuestas.

«Después de la pérdida de los Estados Unidos, Gran Bretaña –para alcanzar y mantener su creciente hegemonía mundial– procedió con firmeza a reclutar los cerebros que desde adentro de las “Españas” americanas asumieron la complicada tarea de efectuar la secesión-separación de los mismos de la España peninsular europea. Buscó para esto a hispanoamericanos que actuaran como traidores a la tierra y cultura de su nacimiento, o como ingenuos entregadores del patrimonio físico y cultural de las tierras en que nacieron. El objetivo era que quienes le procuraban esto entregasen a los intereses radicados en Gran Bretaña y Holanda el control y la pertenencia total de Hispanoamérica. Era una conquista económica con una finalidad precisa, real, concreta, únicamente material. Quienes conseguían llevar a cabo los planes, pasaban a la posteridad histórica como idiotas de una ingenuidad inconcebible o como “patriotas” o “próceres” de pueblos pedagógicamente colonizados en la ignorancia. No era cuestión que preocupase nunca a los beneficiarios holandeses y anglosajones los métodos empleados para lograr el rédito obtenido»{33}.

El resultado es de sobra conocido. Lo llamativo es que una gran parte de las élites surgidas tras las mal llamadas «guerras de independencia» se mantuvo fiel al invasor y siguió fielmente las instrucciones que Gran Bretaña, informalmente, enviaba a través de sus diplomáticos, agentes de inteligencia y comerciantes.

Consecuencias de la primera balcanización en la estructura social

Con las independencias de las Provincias americanas el destino de los ciudadanos ajenos a las elites traidoras quedó sellado. Las políticas anglosajonas habituales en todas sus colonias aplicadas a los «no blancos» también se implementaron esta vez en los nuevos territorios que sometieron a subordinación desde inicios del XIX.

Una razón añadida para ello en este caso fue la resistencia combativa de indios y mestizos a que les fueran sustraídas sus tierras y derogados sus derechos largamente disfrutados durante la égida hispana. De hecho, sirva de ejemplo, estas buenas gentes se opusieron a Bolívar y sirvieron fielmente a Boves, el jefe español que acaudilló las clases bajas contra la aristocracia criolla en 1814, en un enfrentamiento sangriento. No podía ser de otro modo: defendían sus estatus jurídico de español.

Es preciso insistir en que la independencia solo fue apoyada por la minoría criolla acaudalada y anglófila. De hecho el libertador Bolívar en su rebelión contra la Corona tuvo que servirse de fuerzas militares extranjeras –cinco mil soldados británicos, en este caso– para vencer el rechazo popular a sus políticas, que venían dirigidas desde el exterior{34}. Y pagar su precio por esa ayuda, obviamente.

Como se puede suponer los indígenas, mestizos y clases desfavorecidas en el falaz trueque pagaron cara la osadía de su oposición a los designios de la potencia colonizadora. Se siguieron políticas terribles contra ellos. Entre otras cosas, perdieron su libertad y sus derechos consolidados y garantizados por España.

Como cita el profesor José C. González:

«En 1776 el Virrey titular del Virreinato del Río de la Plata, Juan José de Vértiz y Salcedo (que era mexicano) celebró un Tratado con las Tribus Autóctonas, cuyos integrantes, como se ha dicho, eran súbditos de la Corona de España, “con retención de su propio sistema autóctono, económico, político y legislativo”»{35}.

Si hace dos siglos y medio ya estaba resuelto el asunto del Estatuto Jurídico que regulaba las cuestiones propias de los españoles indígenas ¿qué orden político se está proponiendo e intentando imponer hoy con el constructo del indigenísmo?, ¿De qué nos están intentando convencer con estas extrañas teorías indianistas?

Por significativo, citamos parte del testimonio que el citado autor inserta a continuación sobre la experiencia parlamentaria de Demetrio Inca Yupanqui, coronel del Regimiento de Dragones en territorio peninsular y diputado en las Cortes de Cádiz por el virreinato de Perú en 1810:

«… Como Inca, indio y americano, ofrezco a la consideración de V.M. …».

Es decir, no solo vivían allí como súbditos libres, también se encuadraban institucionalmente en puestos de relevancia siguiendo patrones comunes de culturación, hoy inexistentes en aquellos territorios.

El resultado de todo ello resulta desolador. Durante el régimen virreinal como Provincias de Las Españas, las Leyes protegieron derechos y propiedades que tras las mal llamadas «independencias» fueron derogadas sin contemplaciones para indígenas, indios, y para todo aquel que careciera de recursos.

Crítica de los conceptos de las propuestas indigenistas

Estructuras sociales y estructuras políticas

El concepto de "pueblos indígenas", salvo que se refieran a las conurbaciones humanas, queda inserto en el concepto de sociedad natural de Bueno. La taxonomía por etnias basada en procedencias geográficas –afrolatinos, afroamericanos, etc.– resulta más difícil de encajar en ninguna categoría política . Los conceptos y categorías utilizadas por estas nuevas corrientes quedan reducidas a simples constructos, un intento de articular políticamente una idea posterior igualmente falaz: "identidades nacionales de raíz étnica".

Explicación política desde el materialismo filosófico

Desde la explicación materialista, nos encontramos en la frontera de la existencia de sociedades humanas primigenias que todavía no han alcanzado la forma de sociedades políticas. Sociedades humanas naturales, según la doctrina de Bueno.

Desde la perspectiva del estudio de las categorías políticas, la línea divisoria entre las sociedades naturales y las sociedades políticas se sitúa en el límite en el que la sociedad natural incluya solamente lo relativo a las bandas y clanes de grupos; tal como los descritos por los etnólogos. Puede que suene supremacista e incluso inhumano, pero es que así resulta del trato que le dan a la cuestión estos nuevos “teólogos de la indianidad”. Así lo entiende el materialismo filosófico.

Por otra parte, al hablar de sociedades naturales no podemos eliminar de ellas todo vestigio o rudimento formal de componente o función política. Por el contrario, tenemos que reconocerlos de modo parcial. La sociedad política aparecerá cuando estos componentes políticos de las sociedades naturales se desarrollen hasta alcanzar una proporción y estructura determinadas.

Político” o “política” hace referencia a una sociedad y sólo a su través, a los individuos de la misma. “Política” es todo aquello que aparece ordenado al planeamiento o subsistencia de una sociedad, globalmente considerada.

Las sociedades naturales no son igualitarias, son filarquías. En ellas, por su condición de pre-políticas, la convergencia entre las partes de la sociedad es un resultado continuado de la coerción o presión ejercida por el grupo dominante. La divergencia existe también en ellas, siempre existe, pero es una divergencia de individuos entre sí o de individuos con grupos, que no logran constituirse en grupo disidente con capacidad de alterar el equilibrio tribal. En esas condiciones subsiste la estructura de sociedad natural.

La idea expuesta en el artículo que aquí se debate, de que los estados decimonónicos americanos pretendieron "superar las estructuras coloniales por la homogeneización de la población" no encaja en el análisis político materialista.

Un intento de desestructuración política de este tipo siempre es resultante de un proceso externo de composición, por intrusión de un grupo invasor llamado a intentar desempeñar las funciones ulteriores de parte integradora. Pero esa acción no dejará de ser una simple forma de invasión, de subordinación, de colonialismo.

Lo más inquietante hoy, es comprobar la persistencia de este esfuerzo desorientador,. Aún inquieta más que sea compartido por intelectuales de diversa procedencia a lo largo de décadas, o que incluso la misma ONU esté involucrada en ello.

Conceptos difícilmente congruentes con lo político, como el de justicia racial; o reclamos como el de uno los ideólogos de esta segunda balcanización, Fausto Reinaga, que exige la «libertad de mi raza que occidente esclavizó», son malas aproximaciones teóricas.

El materialismo filosófico explica con contundencia que el poder político, en tanto que poder sintáctico, desde una perspectiva morfológica, tiene unas funciones propias como son seleccionar, coordinar, dirigir, bloquear, etc., que le son genéricas. De acuerdo con su modelo analítico, el profesor Bueno distribuye el eje sintáctico del sistema gnoseológico en tres momentos: términos, relaciones y operaciones. Ello significa que hemos de concretar el poder político como un conjunto de tres factores: poder formador de términos, poder de establecimiento de relaciones y poder ejecutivo de operaciones.

En el modelo canónico gustaviano estos componentes se entrecruzan con las capas de la sociedad política respectivamente en las ramas determinativa, estructurativa, operativa del poder. Toda esta construcción doctrinal se enfoca hacia una finalidad primordial: la eutaxia de una sociedad política soberana.

No encuentro nada de todo ello en la cascada de propuestas que escuchamos en estos días para aplicar sobre indios e indígenas del continente americano.

Epílogo

De acuerdo con la teoría de Bueno, se considera que el Estado está constituido por tres capas, que nos informan de las dimensiones de su poder soberano. La capa basal muestra la parte económico-productiva del poder del Estado.

Si fracasan las estructuras de la capa basal de las Naciones de la Comunidad Hispánica, en la que residen los poderes gestor, planificador y distributivo, nada ni nadie estará seguro en América. Es muy probable que estemos presenciando la aparición de nuevas elites extractivas, y que estemos enfrentando un alto riesgo de que allí se consoliden. Si ello sucediera, para empezar, no habría espacio para una soberanía política material{36}

Se ha mencionado que las relaciones de sinalogía entre Estados son determinantes de los sucesos posteriores. Estas relaciones suelen desarrollarse en forma de difusión de políticas, por acción «ejemplar» en el mejor de los casos. Pero empezamos a acostumbrarnos a observar que casi siempre ocurre por acción «coactiva», cuando no directamente agresiva.

Despojemos por lo tanto el concepto «ejemplar» de todo atisbo de presunción de superioridad o supremacismo, y comprendámoslo solamente como «la capacidad de generar prolepsis (planes) eutáxica» para una aceptación pacífica de quien lo quiera tomar así.

Lo que están proponiendo estas corrientes ideológicas de indianismo es simplemente lo contrario, la distaxia, planes de desestabilización, de desestructuración social, que no pretenden otra cosa que la eliminación de los Estados tal como los conocemos, y sustituirlos por lamentables kakistocracias{37}.

La mayoría de propuestas analizadas pueden calificarse como una mezcla de constructivismo apoyado en unidades e identidades imperfectas. Por un lado, la difusión de políticas y construcciones postmodernistas{38}, con un metafísico discurso liberador, no dejan margen a una verdadera política. Así mismo, la propuesta subjetivista de implementar políticas de la representación no lleva a nada coherente, sino más bien a todo lo contrario.

Considerando las permanentes interacciones de la dialéctica de Estados, es muy importante señalar que los enemigos del Estado son siempre enemigos públicos, siempre los encontraremos en el nivel político, y nunca enemigos privados –individuos–. Solo otro Estado está a la misma escala de comparación en la relación dialéctica. Por ende, señalemos sin ambages que todos aquellos individuos o grupos que operen dentro de un Estado en contra del interés general del mismo, o directamente en favor de intereses extranjeros, actúan objetivamente como agentes de otros Estados{39}, y en contra del propio.

Un matiz importante relativo a los planes y programas posibles en la sociedad política nos enseña que éstos se fundan en el «recuerdo del pasado». Volvemos a la certeza de la acción de la teología política que los ha ido «depositando» en el espacio social a lo largo del tiempo en un proceso de prueba y error dirigido a la búsqueda de un óptimo, la eutaxia política.

A través de este proceso el curso operatorio del Estado se conecta a una institucionalidad histórica pretérita. Este discurso niega, por irracional, que pueda existir un referente futuro aplicable a este curso operatorio porque aún no se ha dado, no existe{40}. En conclusión, dado que estas normas potencialmente eutáxicas no pueden crearse ex-nihilo, la acción del curso operatorio del Estado solo podrá ser de dos tipos; o bien las instituciones históricas pretéritas, propias de ese Estado, se desarrollan y evolucionan hacia el bienestar común; o actuarán otras, que por desgracia procederán de una imposición ajena, extranjera, interesada.

Pero si se da la segunda alternativa el riesgo de distaxia será alto, porque es más que probable que dichas instituciones alóctonas sean de un modo u otro incompatibles con la propia naturaleza histórica del Estado receptor. Esta distaxia, en el límite, puede provocar potencialmente la desaparición del Estado mismo.

No se debe olvidar que el Estado lleva en su ser la vocación de perdurar en el tiempo de forma indefinida. Imaginar uno que prevea su propia extinción es un absurdo lógico. Insisto en que en el sentido real-materialista los procesos orientados a la desintegración de un Estado sólo pueden obedecer a intereses ajenos, a planes surgidos de la confrontación dialéctica con otros.

Las opciones son claras, la elección está en manos de los ciudadanos de la Comunidad Hispánica.

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{1} https://fgbueno.es/act/efo.htm

{2} Federico Aznar Fernandez-Montesinos, Los movimientos étnicos en América Latina. Documento de Análisis IEEE 82/2022. (ieee.es/contenido/noticias) (consultado 26/12/2022).

{3} https://www.filosofia.org/filomat/df597.htm

{4} Gustavo Bueno Martínez, Panfleto contra la Democracia realmente existente, 2004.

{5} Ibidem.

{6} Marcelo Gullo Omodeo, Madre Patria, Editorial Planeta SA, Barcelona 2021.

{7} Lewis Hanke, La lucha por la justicia en la conquista de América, Editorial Sudamericana. 1949. (Citado por González, J. Carlos, op. cit.).

{8} Citado por Gullo Omodeo, op. cit.

{9} M. Elvira Roca Barea, Imperiofobia y Leyenda Negra, Siruela, Madrid 2017, pág. 296

{10} Denominación que le da Fernando Olivié en su obra «La herencia de un Imperio roto».

{11} Tomo como ejemplo la Real Universidad de México –Universidad de San Pablo– creada por Real Cédula del emperador Carlos I, el 21 de septiembre de 1551, he inaugurada el 25 de enero de 1553, tan solo transcurridas seis décadas desde el Descubrimiento. Llegó a tener veinticuatro cátedras. Y para que quede clara, ab initio, la intención civilizatoria del Poder Imperial podemos señalar que admitía en sus aulas tanto a españoles como a mestizos e indios. Todos ellos disfrutaban de la condición de súbdito de la Corona en igualdad jurídica.

A más de las cátedras señaladas es obligatorio citar, por su importancia clave en lo que aquí nos interesa, que también contaba con la de Lenguas Indígenas (azteca y otomí) para que no cayesen en el olvido.

{12} Roca Barea, op. cit., pág. 306

{13} No era algo nuevo, ya antes en 1503 el gobernador de La Española, Nicolás de Ovando, había fundado el hospital de San Nicolás de Bari en cumplimiento del capítulo 12 de las "Instrucciones" que los Reyes Católicos entregaron en marzo de ese mismo año y que ordenaban «hacer en las poblaciones donde se viere que fuera más necesario casa para hospitales en que se acojan y curen los pobres, así de los cristianos como de los indios». No se hizo por "sentimiento paternalista de la acción Real»; era todo un bloque de medidas generadoras de eutaxia.

Otro ejemplo más tenemos en Hernán Cortés de Monroy y Pizarro Altamirano, calificado por la leyenda negra, y hoy también por la [in]-cultura woke de depredador de indios. Fundó hospitales para todos los habitantes del recién pacificado territorio de lo que hoy es Méjico. El primero el de la «Purísima Concepción y Jesús Nazareno» fundado en la Ciudad de México en 1521, que en 1578 acogió la Facultad de Medicina de la Real y Pontificia Universidad de México, la actual Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Fue este un proyecto personal de Cortés y a sus expensas, establecido para que prestara servicio a españoles, indígenas y castas. También por su propia iniciativa se fundó el «Hospital de San Lázaro», el primer establecimiento dedicado a los leprosos sin distinción de raza o clase social. ROCA BAREA, op. cit.

{14} Para una descripción más amplia véase Roca Barea, op. cit., págs. 298 y ss.

{15} categoría política adaptada de Gustavo Bueno, artículo «España y América» (consultado 28 de diciembre de 2022).

{16} Doctrina filosófica del profesor Gustavo Bueno que se cita ampliamente en este artículo.

{17} A modo de explicación, Bueno señaló: «La clase de los “proletarios” de los diferentes países capitalistas durante el siglo XIX gozaba de una unidad isológica: el lema del Manifiesto Comunista, “Proletarios de todos los países, ¡uníos!”. Pretendía –puede decirse– transformar esa unidad isológica en una unidad sinalógica.

{18} Adaptado de Gustavo Bueno, Artículo cit.

{19} Sus principales pensadores e ideólogos son:

– Enrique Rodó (1871-1917) por su Ariel (1900), símbolo de una civilización nueva de raíces grecolatinas y cristianas pero recuperadas y enriquecidas por la totalidad de los países de América latina, enfrentada a Calibán, símbolo de la civilización materialista encarnada en los Estados Unidos de América del Norte.

– José de Vasconcelos (1882-1959) y su La raza cósmica (1925): aunque universalista o “cósmica”, en cuanto a su término ad quem (como los modelos de la alternativa b), se diferencia de ellos porque el término a quo propuesto no es representado como algo previo a la realidad de Iberoamérica, sino que se constituye a partir de ella, en una “Universópolis” situada cerca del Amazonas.

– Leopoldo Zea con su «América como conciencia» (1953); y su «Discurso desde la marginación y la barbarie» (1968), subrayando los valores occidentales en bancarrota y una nueva autoctonía, que no es la precolombina, ni la occidentalista.

– Félix Schwartmann, con su El sentimiento de lo humano en América (Santiago 1953).

– La llamada “filosofía de la liberación”: Enrique Dussel, Filosofía de la liberación (México 1977);

– Horacio Cerutti, Filosofía de la liberación latinoamericana (México 1983), con su metáfora del colibrí frente al búho hegeliano; Josef Estermann, Filosofía andina (Quito 1998) y su “pachasofía”. (BUENO, Gustavo, art. cit.)

{20} Denominaciones de Fernando Olivié, op. cit.

{21} Para un detallado relato véase José C. González, La Involución Hispanoamericana. De Provincias de las Españas a Territorios Tributarios, 1ª edición – «Docencia, 2010» Buenos Aires. pág. 29 y sig.

{22} «Una propuesta para humillar a España». Escrita en 1711 en Gran Bretaña por una persona de distinción. Traducción, advertencia preliminar y notas por el Capitán de Fragata R.E. Bernardo N. Rodríguez. Ed. Departamento de Estudios Técnicos Navales. Comando en Jefe de la Armada. Secretaría General. Buenos Aires, 1970, pág. 17. [Texto referido: «Una propuesta para humillar a España». 1711. Impreso por J. Roberts, cerca de Oxford Arms, en Warwick Lane. (Precio un Chelín). (Sic)]. Citado por GONZALEZ, José C. – op cit.

{23} José C. González, op. cit., págs. 284 y sgs.

{24} «Una propuesta…» op. cit.

{25} Op. cit.

{26} véase https://filosofia.org/rev/bas/bas23008.htm

{27} véase https://filosofia.org/filomat/df586.htm

{28} Ibidem.

{29} véase https://filosofia.org/filomat/df583.htm

{30} José C. González, op. cit., pág. 441 y sgs.

{31} Ibidem

{32} Recordemos que la capa basal, que en sí es económica, se hace política (económico-política) cuando se representa como objetivo de los planes y programas de la sociedad.

{33} José C. González, op. cit., págs. 326,327.

{34} Marcelo Gullo, op. cit., pág. 273

{35} José C. González, op. cit., pág. 198

{36} José Ramón Bravo García, Filosofía del Imperio y la Nación del siglo XXI, Pentalfa, Oviedo 2022, pág. 179: “Cuando un Estado encuentra límites al ejercicio de su soberanía en función de la superior potencia de otro(s), aunque públicamente sea reconocido como soberano, diremos que su soberanía es más formal que material. Desde una perspectiva realista-materialista esta distinción es esencial.”

{37} Gobierno de los peores o ineptos. Bravo García, op. cit.

{38} propias de pensadores como Derrida, Foucault, Lyotard y otros.

{39} Ibidem, pág. 180

{40} Ibidem, pág. 180


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