El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas · número 205 · octubre-diciembre 2023 · página 14
Artículos

La amistad entre Manuel Azaña y José Antonio Primo de Rivera

Jeroni Miquel Mas Rigo

Se explica cómo nació la amistad entre José Antonio Primo de Rivera y Manuel Azaña, así como la admiración que el primero sentía por el dirigente republicano y cómo este intentó salvar la vida del líder falangista.

fotograma

1. La princesa Bibesco, Azaña y José Antonio

La primera vez que Manuel Azaña menciona, en sus Diarios, a José Antonio Primo de Rivera (en adelante, JAPR) es en la anotación correspondiente al 29 de septiembre de 1931, y dice así:

«Esta mañana, en el Consejo de ministros, hemos examinado la situación electoral de Madrid, donde se celebrará el domingo una elección parcial. Se presenta el hijo de Primo de Rivera y un comunista. Los partidos republicanos no han podido ponerse de acuerdo y cada uno presenta candidato. Son tres. En tales condiciones, ninguno puede triunfar, y la lucha estará entre Primo de Rivera y el comunista. […] Si a los tres meses de las elecciones generales y estando las Cortes españolas empeñadas en la cuestión de las Responsabilidades, resulta que la capital de la República envía a las Cortes al hijo del dictador, parecerá que Madrid se ha vuelto dictatorial, que absuelve a los dictadores.»{1}

En las elecciones generales de junio de 1931, hubo diputados que fueron elegidos en más de una circunscripción electoral. Así, Melquíades Álvarez, candidato de la Conjunción Republicano-Socialista, resultó elegido por Madrid (capital) y por Valencia. Al ser adscrito a la circunscripción de Valencia, quedó vacante un escaño por Madrid. Se presentaron para dicho escaño, en las elecciones parciales de 4 de octubre, los siguientes candidatos: Manuel Bartolomé Cossío, por la Conjunción Republicano-Socialista –que, finalmente, lograron presentar una única candidatura–; JAPR, independiente, y José Bullejos, por el Partido Comunista. Los votos obtenidos fueron, respectivamente, 56.404, 28.659 y 6.056. Los resultados para el joven (28 años) candidato independiente no fueron malos, si tenemos en cuenta que Cossío era un prestigioso pedagogo, con muchos años de servicio, y que contaba con el apoyo de todo el aparato de propaganda, especialmente diarios y semanarios, de los republicanos y socialistas.

La segunda referencia de Azaña es de 22 de abril de 1933: «Anoche en la embajada de México, la Bibesco tuvo la ocurrencia de proponerme que me presentaría al hijo de Primo de Rivera.»{2} Azaña era amigo de la Bibesco, como atestigua Carlos Morla Lynch, diplomático de la embajada de chile en España y amigo íntimo de Federico García Lorca, que anota en su Diario (25 de febrero de 1933), que asistió a una comida íntima en la mansión de los príncipes Bibesco (palacete que pertenecía a don Alfonso y doña Beatriz de Orleans), con motivo del cumpleaños de Elizabeth Bibesco. A la cena también asistieron Manuel Azaña, su esposa y su cuñado Cipriano.{3}

¿Quién era esa Elizabeth Bibesco (en rumano, Bibescu)? Se trataba de Elizabeth Asquith (1897-1945), hija de Herbert Henry Asquith, lord Oxford y Asquith, que había sido primer ministro británico de 1908 a 1916. El 29 de abril de 1919, se casó con el príncipe rumano Antoine Bibesco, que desempeñaba el cargo de primer secretario de la legación rumana en Londres y era 19 años mayor que ella. Al año siguiente, nació su única hija, Priscilla. Se mudaron a París, donde conoció a muchos escritores que la motivaron a escribir. En 1924, escribe la necrológica del padrino de su hija, Marcel Proust. Viajó con su esposo en su calidad de embajador rumano, sirviendo primero en Washington, de 1920 a 1926, y después en Madrid, de 1927 a 1931. Aunque Antoine fue destinado a la Embajada en Lisboa, su casa de Madrid permaneció abierta y en ella pasó largas temporadas la princesa.{4} Entre 1921 y 1940, publicó tres colecciones de cuentos, cuatro novelas, dos obras de teatro, y un libro de poesía. Su última novela, The Romantic, fue publicada en 1940 y está dedicada a José Antonio Primo de Rivera.{5} Cuando Rumanía se puso del lado de las tropas nazis, durante la Segunda Guerra Mundial, su madre intentó que se refugiara en Inglaterra, pero todos sus esfuerzos fracasaron. Con su salud deteriorada por el alcoholismo crónico, murió de neumonía en Bucarest, un mes antes del final de la guerra.{6}

Elizabeth admiraba al arisco republicano{7} y estimaba al joven falangista.{8} Azaña y la princesa se conocieron a finales de marzo de 1932.{9} La amistad entre JAPR y Elizabeth –según Martín Otín, que consultó los archivos donde se guardan los documentos de la princesa–, debió iniciarse después de la fallida intentona de Sanjurjo (agosto de 1932).{10} Si bien resulta claro que fue la Bibesco quien puso en contacto a JAPR con Azaña, desconocemos cuándo se conocieron. En mi opinión, no debió ser con anterioridad al año 1934; es decir, después de que el republicano dejase de ser jefe del Gobierno, como consecuencia de las elecciones de noviembre de 1933. Es más, me inclino por creer que la amistad sería posterior a la puesta en libertad de Azaña (había sido encarcelado por los sucesos revolucionarios de Asturias y la rebelión de la Generalidad catalana), que fue el 28 de diciembre de 1934. Si fue así, habría coincidido con la radicalización de JAPR y su alejamiento de los monárquicos de Renovación Española. No podemos descartar que en esa radicalización pudiera haber influido Elizabeth, a quien él llamaba «mi princesa roja».

La amistad entre el republicano y el falangista está atestiguada por la carta que este le escribió en inglés, desde la prisión celular de Madrid y el 17 de marzo de 1936, a la Bibesco:

«Este pobre Asana [así se referían a Azaña] es un perfecto orate. ¿Cuánta gente puede entenderle en esta inhóspita España? Fuera de ti y de mí, muy pocos. Pero tú no estás en España y este idiota me pone en prisión en vez de llamarme para tener rápidamente una conversación.» Más adelante, se refiere «a nuestro pobre insensato e inofensivo amigo Asana».{11}

2. José Antonio habla y escribe sobre Azaña

El 21 de marzo de 1935, JAPR interviene en el debate parlamentario sobre las proposiciones acusatorias contra Manuel Azaña, por la revolución asturiana y la rebelión de la Generalidad catalana en octubre del año anterior. Así mismo, se le acusaba de haber apoyado, durante el primer bienio republicano, un intento de revuelta militar en Portugal. Para el líder falangista, de lo único que se podía acusar Azaña era no haber hecho la revolución española:

«la inaplazable y necesaria revolución española, que ya vamos en camino de escamotear. España necesita una revolución que le devuelva el sentido de un quehacer en el mundo y que la instale sobre una base social tolerable. La base social española está saturada y entrecruzada de injusticias; los españoles, todavía en una gran parte, viven al nivel de los animales.»{12}

El 26 de mayo de 1935, en el estadio de Mestalla (Valencia), Azaña pronunció un discurso multitudinario donde habló de «un ajuste de cuentas» y anunció que en las elecciones futuras la opción sería «entre República y anti-República».{13} Este discurso jacobino y excluyente no gustó a JAPR, que escribió que:

«Hubo un momento en que pareció que el señor Azaña iba a ser el hombre de la República. […] Era, sin duda, un sujeto político del mayor interés, un hombre llegado al primer puesto de mando, casi sin compromisos […] este ateneísta arisco y misterioso podía, acaso, realizar experiencias sorprendentes.»

Sin embargo, Azaña había fracasado:

«¿Cuál fue la causa del fracaso de Azaña? Es posible que se sobrepusiera quién sabe qué antiguo resentimiento individual a sus condiciones de político. Es posible que esas condiciones externas –y extraordinarias– de político se malograran en la inutilidad por falta de un aliento fecundo. Azaña o la infecundidad, podría llamarse el ensayo que sobre él se escribiera.» (Arriba, 30-V-1935).

El día 20 de octubre, en el Campo de Comillas (Madrid), Azaña pronunció otro discurso «monstruo». Este discurso para JAPR fue «penetrante y desconsolador como una autopsia.» Achacaba a la torpeza de las derechas (que no habían sido generosas en lo social) que Azaña fuera a tener: «dos ocasiones decisivas en su vida: una, la del primer bienio; otra, la de 1936. Algunos se quedarán estupefactos cuando lean este vaticinio; quienes lo vieron estampado aquí hace un semestre no tendrán motivos de estupor.» [La cursiva es del original]. El discurso le pareció elegante no «de intelectual, de estilista, se mantuvo de punta a punta en un juego dialéctico refinado y sutil.» Además, «Tampoco se le puede negar el acierto en una gran porción de la crítica contra el segundo bienio agonizante.» Pero, considera que el discurso es «completamente estéril» porque

«en su programa económico social, ni un atisbo de solución revolucionaria asomaba a sus labios. Recargar los impuestos, quebrantar los grandes patrimonios… Bien, ¿y qué? ¿Y el sistema? ¿Prevalecerá el sistema capitalista? Entonces se repetirá lo del primer bienio; economía capitalista y aspavientos para atemorizarla; maquinaria capitalista y arena en sus cojinetes. Lo peor de todo: el desquiciamiento paralítico. ¡Lástima de 250.000 oyentes! ¡Cuántas y cuántas cosas sugestivas, revolucionarias y hacederas se les hubieran podido decir!» (Arriba, 31-X-1935).

Diecisiete días más tardes, en el cine Madrid de la capital de España, pronuncio un discurso donde, después de repetir que Azaña –que tenía «unas nada comunes dotes de político»–, perdió una gran ocasión, en el primer bienio, «de trazar las líneas de una gran época histórica», añadió:

«Azaña no tendría ahora las masas del 14 de abril, las masas ingenuas y alegres del 14 de abril. Si ahora viniera Azaña, sería sobre el lomo de otras masas harto distintas, de las masas torvas, rencorosas, envenenadas por los agentes españoles del bolchevismo ruso. Y contra esas masas, que ya no serían dócil instrumento en las manos de su rector, sino torrente que le desbordase y le sometiera a su arbitrio; contra esas masas el esteticismo elegante y estéril de Azaña no podría ni poco ni mucho.» (Arriba, 21-XI-1936).

En el citado discurso del Campo de Comillas, Azaña había dicho: «yo no me hago el distraído y nosotros vemos el torrente popular que se nos viene encima, y a mí no me da miedo el torrente popular ni temo que nos arrolle.»{14}

El 13 de febrero de 1936, tres días antes de las elecciones, JAPR es entrevistado por un periodista de izquierdas, natural de Gijón, pero con pasaporte argentino. A la pregunta: «¿Qué opina usted de Azaña?» Responde: «Es un temperamento político magnífico. Pero es casi seguro que no tenga valor para desligarse de la extrema izquierda, en la cual se apoya ahora.»{15}

El 20 de febrero, se reúne la Junta Política de Falange para analizar los resultados electorales. El Frente Popular ha obtenido, por un puñado de votos de diferencia, una aplastante victoria en número de escaños. Alejando Salazar, jefe nacional del Sindicato Español Universitario, nos ha dejado en su diario personal esta reseña de la reunión:

«José Antonio está desconocido. Nos ha expuesto su fe ciega en Azaña. Cree que ha de conseguir realizar una labor de revolución nacional. Prefiero desde luego el Gabinete de Azaña al anterior, pues al menos en éste hay vena grande y viva, no apocamiento ni tibieza. Nunca, sin embargo, ha llegado a tener fe en su obra. No sabe conducirse solo. Si pide el apoyo de las derechas lo veremos convertido antes de un año en un nuevo Lerroux más, “traidor” a la causa republicana. Si sigue donde está, habrá de seguir la conducta marxista que se le marque.»{16}

El 23 de febrero, apareció en Arriba el artículo «Aquí está Azaña». En él JAPR escribe que:

«Y a estas horas está en el poder un ministerio presidido por el señor Azaña. He aquí la “segunda ocasión” de este gobernante, anunciada en el artículo que Arriba publicó acerca de él a raíz de su discurso del Campo de Comillas. Grave ocasión, y peligrosa. Pero llena de sabroso peligro de lo que puede dar resultados felices. […] Esto no quiere decir –¡Dios me libre!– que se convierta en un gobernante conservador: España tiene su revolución pendiente y hay que llevarla a cabo. Pero hay que llevarla a cabo –aquí está el punto decisivo– con el alma ofrecida por entero al destino total de España, no al rencor de ninguna bandería. Si las condiciones de Azaña, que tantas veces antes de ahora hemos calificado de excepcionales, saben dibujar así las características de su gobierno, quizá le aguarde un puesto envidiable en la historia de nuestros días.»

3. Las gestiones de Azaña para salvar a José Antonio

En la tarde del 20 de febrero, Azaña pronunció una alocución radiada destinada a tranquilizar a la oposición: «Nosotros no conocemos más enemigos que los enemigos de la República y de España y no tenemos que perseguir a nadie mientras todos se limiten al cumplimiento de los derechos que la Constitución a todos nos concede.»

Confiando en las palabras de Azaña, al día siguiente, el jefe nacional dicta unas «Instrucciones a todas las Jefaturas territoriales, provinciales y de las JONS ante las circunstancias políticas», que persiguen obtener una tregua por parte del Frente Popular:

«El resultado de la contienda electoral no debe, ni mucho menos, desalentarnos. […] Las derechas, como tales, no pueden llevar a cabo ninguna obra nacional porque se obstinan en oponerse a toda reforma económica y con singular empeño a la reforma agraria. […] En cambio, las izquierdas, hoy reinstaladas en el Poder, cuentan con mucho mayor desembarazo para acometer reformas audaces. […] Son muchas las dificultades y, por consecuencia, los riesgos de fracaso; pero mientras las fuerzas gobernantes no defrauden el margen de confianza que puede depositarse en ellas, no hay razón alguna para que la Falange se deje ganar por el descontento. […]

Para previsión del contenido en los anteriores párrafos se formulan las siguientes instrucciones concretas:

1ª Los jefes cuidarán de que por nadie se adopte actitud alguna de hostilidad hacia el nuevo Gobierno ni de solidaridad con las fuerzas derechistas derrotadas. Nuestros Centros seguirán presentando el aspecto sereno y alegre de los días normales.

2ª Nuestros militantes desoirán terminantemente todo requerimiento para formar parte en conspiraciones, proyectos de golpe de Estado, alianzas de fuerzas «de orden» y demás cosas de análoga naturaleza.

3ª Se evitará todo incidente; para lo cual nuestros militantes se abstendrán en estos días de toda exhibición innecesaria. Ninguno deberá considerarse obligado a hacer frente a manifestaciones extremistas. […]»{17}

Pero, como escribe Payne, el Gobierno se había comprometido con los partidos del Frente Popular a aniquilar a FE.{18} Hasta los días 24 o 25 de febrero, los falangistas se convirtieron en el objetivo predilecto de la violencia selectiva de los extremistas de izquierda; pero a partir del 27, estos organizaron represalias que agravaron la situación. Como escriben M. Álvarez Tardío y R, Villa García: «los choques mencionados entre izquierdistas y falangistas propiciaron redadas gubernativas orientadas únicamente a desarticular a los segundos».{19}

En la noche del 26 de febrero, en un registro policial efectuado en la sede de FE, son halladas algunas porras y armas de fuego. Al día siguiente, por orden gubernamental, eran clausurados todos los centros de FE. La actuación arbitraria del Gobierno del Frente Popular fue posible por cuanto, el 17 de febrero (Gaceta del 18), se declaró el estado de alarma (el equivalente al actual estado de excepción) en todo el territorio nacional. El estado de alarma se mantuvo en vigor hasta el estallido de la Guerra Civil, mediante prórrogas de treinta días, siendo aprobada la última el 15 de julio. Durante este período quedaron en suspenso los derechos de no ser detenido o preso sin resolución judicial, de circular libremente, la libertad de prensa, la de reunión y la asociación y la sindicación.

El 5 de marzo, en el número 34 del semanario Arriba (este número, que fue en su casi totalidad secuestrado por la policía, sería el último; ya que el semanario fue suspendido indefinidamente por el Gobierno), ya se advierte que las cosas no van como deberían ir. En este último número, se publica el artículo «Por mal camino» y ya comienzan los reproches de JAPR: «Ya han empezado las detenciones arbitrarias […] los registros domiciliarios, las clausuras de centros que funcionan dentro de la ley. […]»

Ante esa persecución, se rumoreó que Azaña aconsejó a JAPR que se marchara al extranjero. Francisco Bravo se hizo eco del rumor: «Se dijo insistentemente por España entera que un amigo de José Antonio, amigo también de Azaña, visitó al Jefe de la Falange para indicarle la conveniencia de que se refugiara en el extranjero mientras pasaba el nublado.»{20} Ximénez de Sandoval le preguntó a JAPR, en conversación en la Cárcel Modelo de Madrid, qué había de cierto en el rumor y que aquel esquivó la respuesta diciendo: «¿Hubiera sido una cosa extraordinaria?»{21} Vemos que no negó el rumor. Es más, si no hubiesen sido amigos, sí que hubiera sido una cosa extraordinaria que, mientras la policía perseguía a los falangistas, el presidente del Gobierno se preocupase por la suerte de su líder. Si no lo confirmó, pudiera pensarse que fue para no destapar su relación de amistad con el presidente del Consejo de Ministros (poco después, presidente de la República). Es evidente que a este no le convenía que se hiciera público dicha amistad.

Según el embajador estadounidense:

«Como ocurrían choques entre los extremistas, Azaña llamó a José Antonio Primo de Rivera, al que respetaba por su valor, y le pidió que abandonara el país voluntariamente, bajo algún pretexto, hasta que los ánimos se apaciguaran. […] Pero Primo de Rivera se negó a salir, y Azaña lo puso en prisión para protegerlo. Yo sé que sus amigos, y su misma familia, estaban convencidos de que Azaña, con eso, le salvó la vida.» [La cursiva es mía].{22}

Otra intervención de Azaña, para salvar la vida de JAPR, fue realizada a principios de agosto de 1936, ya iniciada la Guerra Civil. La encontramos mencionada en una anotación del «Cuaderno de la Pobleta», del día 17 de junio de 1937, que dice así: «Cuando Ossorio supo, porque yo se lo conté, mi intervención personal para librar a José Antonio{23} del asesinato que iban a perpetrar algunos fanáticos de Alicante, se quedó callado. “¡Cómo! ¿Le parece que he hecho mal? ¿Me he excedido?” “No sé, no sé…” “¿Resultará que ha sido una pifia?” “¿Por qué no…?”»{24}

Con relación a ese episodio, hace años di a conocer un documento –custodiado en el Archivo Carlos Esplá–, que relata la intervención de Azaña y que ahora reproduzco nuevamente:

«Se reúne en Alicante el Frente Popular, para discutir, la propuesta del Partido Comunista, la ejecución o paseo{25} de José Antonio Primo de Rivera. Se celebra esta reunión, deliberadamente, cuando se encuentra ausente de Alicante el Sr. Valdés Casas, Gobernador de la provincia, y le sustituye en el cargo D. Lorenzo Carbonell.{26}

Bajo la presidencia del Sr. Millá,{27} del Partido Comunista, se discute la proposición, siendo aprobada con el voto en contra de Unión [Republicana] e Izquierda Republicana, representadas por D. Antonio Ramos y D. José López Pérez. Para cumplir el acuerdo, se obtiene de D. Lorenzo Carbonell la firma de un oficio ordenando el traslado de los hermanos Primo de Rivera al Penal de Cartagena, traslado que debe efectuarse en una camioneta del Cuerpo de Seguridad, al mando de Vicente Alcalde, del Partido Comunista, encargado de realizar la ejecución, una vez la camioneta [esté] fuera de la ciudad. Marcha este a la cárcel y conociendo la resistencia de los hermanos Primo de Rivera a abandonarla, les dice que la C.N.T. proyecta asaltarla y matar a los presos. Acceden estos ante este argumento, reciben sus efectos y se disponen a salir. No se encontraba en él, el director del Establecimiento, cuya firma era necesaria para que saliera José Antonio. Este retraso hizo imposible se realizara la ejecución.

Mientras tanto, D. Agustín Mora y D. José Alonso Mallol,{28} y quizás otros republicanos de Alicante, llamaron telefónicamente a Madrid para comunicar el acuerdo al Gobierno y que este tratara de impedirlo. Llama a Alicante D. José Giral.{29} Habla con Presidente del Frente Popular, Sr. Millá, conminándole para que se suspendiera el acuerdo. Este no le hace caso, declarando que era un acuerdo del Frente Popular de Alicante y que el Gobierno no tenía porque intervenir. Parece ser que llamó después D. Indalecio Prieto al Sr. Cañizares. Y por fin, D. Manuel Azaña, Presidente de la República, hablando con el Sr. Cañizares quien pasó el aparato al Sr. Millá. Este comienza a titubear en su conversación con el Presidente, quien le dice que le responde con su cabeza de la vida de José Antonio y que se están jugando la Jefatura del Estado.{30} Al terminar la conversación entre el Sr. Millá y el Sr. Azaña, aquel anuncia que ante la actitud del Sr. Presidente, hay que reconsiderar el acuerdo y suspender la ejecución. Pero como esta se encuentra en vía de realización, se designa a los Señores Cañizares y Antonio Ramos para que rápidamente logren impedirla.

Marchan estos, sin escolta, en un coche y encuentran en las puertas de la Cárcel al Sr. Alcalde con los hermanos Primo de Rivera que se disponían a marchar. Al anunciar que queda suspendido el traslado de los presos, José Antonio pregunta que a qué se debe esa medida, contestándole Cañizares que “lo que se pensaba realizar, ya no se realizaría”. El Sr. Alcalde insiste en llevar a cabo la ejecución. Se discute y únicamente logra el Sr. Ramos, invocando la disciplina existente dentro del Partido Comunista, que hablé con Millá (el hombre más destacado de este Partido en Alicante) y obedezca sus razones. Así lo hace, ordenando Millá al Alcalde suspenda la ejecución, volviendo los hermanos Primo de Rivera a ser internados en la cárcel.»{31}

En el mes de octubre de 1936, hubo otro intento de Azaña para salvar a JAPR, que ha pasado desapercibido hasta ahora. El día 3 de ese mes, la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo había acordado nombrar a Federico Enjuto Ferrán «juez especial para instruir el sumario contra José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia por supuestas responsabilidades en la actual rebelión militar». El día 14 Enjuto llega a Alicante y el día 16 se inicia la tramitación del sumario. El día anterior, o sea el 15, el diplomático chilenoCarlos Morla escribe en su Diario que:

«Se ha acordado nombrar una comisión de tres embajadores –los únicos que hay– Chile, Brasil y México, para conferenciar con el presidente de la República. Hace el efecto de que van a quejarse del ministro de Estado al primer magistrado de la Nación, que es, hoy, un cero a la izquierda.» [Tal y como había vaticinado JAPR, Azaña estaba desbordado por las masas extremistas; pero ello fue después de empezar la Guerra Civil.]

La queja consistía en que el ministro, el socialista Álvarez del Vayo, no reconocía el derecho de asilo en las embajadas. Al día siguiente, Morla da cuenta del resultado de la visita:

«Azaña habría dicho que no sólo era partidario de él [derecho de asilo], sino que iba mucho más lejos que el propio Cuerpo Diplomático. Vería con agrado que se encontrara asilado en una Embajada el jefe de los rebeldes…

Nuestro embajador [de Chile, que no debía ser muy espabilado] le contestó:

—¿Para tener un enemigo menos?

A lo que Azaña replicó:

—No, señor embajador, para salvar una vida más.»{32}

¿Qué jefe de los rebeldes se encontraba en la cárcel? Aunque JAPR no era, ni de lejos, el jefe político de los rebeldes, los gubernamentales así lo creían. Lo que sugieren las palabras del presidente de la República, era que los embajadores pidieran que se respetara la vida de JAPR para poder él, a su vez, presionar al presidente del Consejo de Ministros, el socialista Largo Caballero. Pero, los embajadores no captaron el sentido de las palabras del jefe del Estado. Hay un dato que corrobora nuestra tesis: el 12 de octubre, Pérez Quesada, encargado de Negocios de la Embajada de Argentina, a instancias del PEN Club de Buenos Aires, había redactado una nota solicitando la liberación de JAPR; ya que este, a juicio de los intelectuales argentinos, «es un alto espíritu que honra a la cultura hispana». Esa nota a Morla, que debía estar resentido por el reciente asesinato de García Lorca, le pareció: «sencillamente imposible. Es larga, inentendible [sic] y llena de argumentos absurdos».{33}

Por último, nos vamos a referir a los apuntes que dejó Azaña sobre las gestiones que realizó para evitar el fusilamiento de JAPR:

«Conversación con Just acerca del destino de P.[rimo] de Rivera — Con Funes, para que alargue el proceso — Cuando le telefoneo para lo del salvamento de P.[rimo] de Rivera, me cuenta que acaba de enterarse de los 52 fusilamientos de Alicante — Lo de Murcia [Texto 1, líneas 127-132].

Reaparición del proceso de P.[rimo] de R.[ivera] Antecedentes — Motivos de mi repugnancia — Lo ha fusilado Alicante, después del bombardeo — Gestiones del Gobernador: nadie se atrevió a tomar la responsabilidad — Terribles represalias —Idea errónea de Esplá de lo que es la función del Gob[ier]no. en materia de indulto: cree que es una revisión — La Bibesco — Carta de M.[iguel] P.[rimo] de R.[ivera]» [Texto 2, líneas 197-203].

No comentaré estos apuntes, pues ya lo hice en un número anterior de El Catoblepas.{34}Solo resaltar que a Azaña el fusilamiento de JAPR le produjo «repugnancia» y que, al igual que Indalecio Prieto y otros ministros, quería alargar el proceso para ganar tiempo y poder canjearlo con otro preso de relevancia que estuviese en la zona rebelde.{35} Ese preso era seguramente el hijo de Largo Caballero. El bombardeo del puerto de Alicante, en la madrugada del 5 de noviembre, que coincidió con el cambio de Gobierno en la zona gubernamental, frustró la posibilidad del canje.

Quiero acabar este estudio reproduciendo, una vez más, un fragmento del artículo que escribió Enrique de Aguinaga, recientemente fallecido, titulado «José Antonio y Azaña» (ABC, 6-VI-1996):

«Del infructuoso desvelo de Azaña por salvar a José Antonio hay un indicio confirmado por el doctor Francisco Vega Díaz (Sevilla, 1907-Madrid, 1995) que, según sus propias palabras, no quiso «llevarse al otro mundo» el secreto guardado escrupulosamente durante cincuenta y cinco años: el mensaje que, en noviembre de 1936, entregó personalmente a José Antonio en la cárcel de Alicante.

Con precisiones minuciosas, el doctor Vega relata en «Ultimidades» cómo, envuelto en extremadas precauciones y complicadas instrucciones, Amós Salvador, «antiguo y gran amigo de Azaña»,{36} le encomendó «un sobre privadísimo», sin señas, que habría de entregar en mano a una persona hasta la que llegaría siguiendo una misteriosa cadena de enlaces prevenidos.

Finalmente, a solas con él, en una dependencia de la cárcel de Alicante, el doctor Vega reconoció al destinatario del mensaje: José Antonio Primo de Rivera. Como saludo, en un diálogo escueto, uno y otro recordaron sus encuentros distantes del Café Lión, en las tertulias de «La Ballena Alegre». En seguida le entregó el sobre.

José Antonio abrió el sobre y extrajo un papel, manuscrito. Lo leyó y releyó. Sólo hizo un comentario: «No podía esperar menos de él. Lo agradezco con toda el alma». Luego añadió: «Cumplo con el compromiso, aunque me gustaría conservar este papel». El propio José Antonio sacó de su bolsillo una caja de cerillas, encendió una y el doctor Vega deshizo la ceniza con los dedos. Antes de ser reintegrado a su celda, José Antonio se despidió del mensajero con un apretón de manos y con estas palabras: «¿Volveremos a vernos en “La Ballena Alegre”? Pienso que no…»

Después, con la misma acumulación de precisiones, Vega relata cómo dio cuenta del cumplimiento de su misión, cómo quedó comprometido a no comentarla y cómo, años después, asistiendo de un gran infarto de miocardio a Amós Salvador, que falleció en 1963, éste le reveló que el mensaje entregado a José Antonio provenía de Azaña.»

Azaña, el 22 de junio de 1937, recibió en audiencia al juez Federico Enjuto. Sin duda, el presidente quería conocer de primera mano lo relativo al proceso y fusilamiento de su amigo.{37}

——

{1} Manuel Azaña, Memorias políticas y de guerra, I, Crítica, Barcelona, 1980, p. 198.

{2} Manuel Azaña, Memorias… I, ob. cit., p. 198.

{3} Carlos Morla Lynch, Diarios españoles, vol. I (1928-1936), Renacimiento, Sevilla 2019, p. 428. También RIVAS CHERIF, Cipriano de: Retrato de un desconocido, Grijalbo, Barcelona, 1979.

{4} José Antonio Martín Otín, El hombre al que Kipling dijo sí, Ediciones Barbarroja, Madrid 2005, p. 53. Según el embajador estadounidense, que presentó sus cartas credenciales el primero de junio de 1933, su primer contacto con el cuerpo diplomático aconteció «cuando la princesa Elizabet Bibesco nos invitó por teléfono a comer al día siguiente»; BOWERS, Claude G.: Misión en España, cito por la edición de Ediciones Éxito de 1978, p. 69.

{5} La dedicatoria dice así: «A José Antonio Primo de Rivera. Este libro que te iba a dedicar sigue siendo tuyo porque aquellos a los que amamos viven para siempre en nuestro corazón y mueren solo cuando nosotros morimos.»

{6} Datos extraídos, con algunas rectificaciones mías, de Linda Davis, «¿Cómo fue la famosa Elizabeth Charlotte Lucy Asquith Bibesco?»
es-findagrave-com. [Consultado el 28-V-2023].

{7} Según un periodista inglés, Elizabeth «sentía una enorme admiración por Manuel Azaña, que yo no compartía, pero en cambio concordábamos plenamente en nuestra debilidad por José Antonio Primo de Rivera, el hijo mayor del último dictador.»; BUCLEY, Henry: Vida y muerte de la República española. Austral, Madrid, 2004, p. 97.

{8} «Elizabeth Bibesco me habló mucho de Primo de Rivera, a quien estimaba sobremanera, y hasta me leyó algunas cartas de él que me permitieron hacerme una opinión sobre el fundador del falangismo.»; MADARIAGA, Salvador: General, márchese usted, Grupo Libros, 88, Madrid, 1992, p. 62.

{9} Manuel Azaña, Memorias… I, ob. cit., p. 444-445. Según el memorialista, que no puede disimular su misoginia, la princesa «está algo loca» y «se echa encima de los hombres, quizá con la esperanza de que los hombres se echen encima de ella; pero no es nada apetitosa.» Ella le paga con la misma moneda: «Era feo y a menudo estaba en desacuerdo con él, pero sus cartas eran una delicia.» ; MARTÍN OTÍN, José Antonio: El hombre al…, ob. cit., p. 59

{10} José Antonio Martín Otín, Ibidem. En mi opinión, la relación íntima debió demorarse unos meses, pues en esas fechas, al parecer, la Bibesco todavía mantenía relaciones con el pintor Luis Quintanilla (1893-1978). Este fue detenido con motivo de la Revolución de Octubre (en su estudio se reunía el Comité Revolucionario), y sería puesto en libertad, gracias a las gestiones de la madre de la Bibesco, en el mes de junio de 1935; cf. QUINTANILLA, Joaquín, F.: Al final de la cabriola: conversaciones con el pintor Luis Quintanilla, Cantabria, 2018, p. 59 y ss. Quintanilla se relacionó con la princesa a través del periodista norteamericano Jay Allen; y, curiosamente, JAPR afirmó, en el proceso de Alicante, que conoció al periodista por mediación del príncipe Bibesco (¿o se trataría, en realidad, de la princesa?). Quintanilla, que era amigo de Luis Araquistaín y de Azaña, creó una red de espionaje al comienzo de la Guerra Civil en el sur de Francia.

{11} Fotocopia de la carta, así como su traducción, en José Antonio Martín Otín, El hombre al…, ob. cit., p. 62-63. En la carta también le dice: «Recibí un maravilloso telegrama tuyo cuando Asana llegó al poder.» El telegrama, datado en París, el 29 de febrero de 1936, dice así: «Je pense a toi. Love»

{12} José Antonio Primo de Rivera, Obras Completas, vol. II, Plataforma 2003, Madrid, 2007, p. 903. El diario republicano El Sol (22-III-1935), el de mayor prestigio en aquellos momentos, tituló la reseña de la intervención del falangista en estos términos: «El señor Primo de Rivera cree que no es culpable el S. Azaña.» JAPR, según su compañero de escaño Francisco Moreno, al término de sus discursos parlamentarios preguntaba siempre: «¿Te has fijado si le ha gustado a Azaña?»; cf. VELARDE, Juan: El Nacional-Sindicalismo cuarenta años después, Editora Nacional, Madrid, 1972, p. 64.

{13} Octavio Ruiz-Manjón, «La vida política en el segundo bienio republicano», en: JULIÁ, Santos (coord.): República y guerra en España (1931-1939), Espasa Calpe, Madrid, 2006, p. 118.

{14} No podemos descartar, atendida la similitud de las palabras empleadas, que Azaña se hiciera eco de alguna objeción que le hubiese hecho JAPR en sus conversaciones.

{15} Pablo Suero, España levanta el puño, p. 87. La entrevista no se encuentra recogida en las Obras Completas de JAPR.

{16} Rafael Ibáñez Hernández, Estudio y acción. La Falange fundacional a la luz del Diario de Alejandro Salazar (1934-1936), Ediciones Barbarroja, Madrid, 1993, pp. 40-41.

{17} José Antonio Primo de Rivera, Obras Completas, Plataforma 2003, Madrid, 2007, v. II, p. 1398-1399.

{18} Stanley G. Payne, El colapso de la Segunda República. La Esfera de los Libros, Madrid, 2003, p.299.

{19} Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García, 1936 Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular, Espasa, Barcelona, 2017, pp. 349-350.

{20} Francisco Bravo, Historia de Falange Española de las J.O.N.S., Ediciones FE, Madrid, 1940, p. 160. Hay que advertir que en los Diarios de Azaña hay un hueco inexplicado que abarca desde el 20 de febrero de 1936 hasta los sucesos de principios de mayo de 1937.

{21} Felipe Ximénez de Sandoval, José Antonio (biografía apasionada), Fuerza Nueva Editorial, Madrid, 1980, p. 459. En la segunda edición (1949), se incluye una nota a pie de página en la que se menciona que Raimundo Fernández-Cuesta dice que «la entrevista con Azaña no pasó de ser una leyenda». No debió quedar muy convencido el biógrafo, porque en las sucesivas ediciones no alteró la redacción de lo relatado, aunque mantuvo la nota de Fernández-Cuesta.

{22} Claude G. Bowers, Misión en España, ob. cit., p. 216. Recordemos que JAPR, en la carta mencionada, le dice a Elizabeth: «y este idiota me pone en prisión». No podemos descartar que la fuente de Bowers fuera la propia princesa.

{23} El hecho de que en esta ocasión lo designe por su nombre de pila es una prueba más del afecto que había entre los dos políticos.

{24} Manuel Azaña, Memorias… II, ob. cit., p. 84.

{25} Subrayado en el original.

{26} Lorenzo Carbonell Santacruz era el alcalde de Alicante.

{27} Rafael Millá Santos, que era presidente de la Federación Local de la U.G.T., sería elegido, el 29 de septiembre, presidente del Consejo Municipal, o sea, alcalde de Alicante. Millá se exilió enla URSS donde, como consecuencia de los sufrimientos morales y materiales que padeció, acabaría con trastornos mentales; véase ETTORE VANNI: Yo, comunista en Rusia, Barcelona, 1952, p. 202.

{28} José Antonio fue detenido el 14 de marzo de 1936 por orden de José Alonso Mallol, a la sazón director general de Seguridad.

{29} José Giral Pereira (1879-1962), a la sazón, presidente del Consejo de Ministros.

{30} Este solo hecho, que no tiene parangón en la otra zona, demuestra la categoría humana del líder republicano, tan denostado por las derechas.

{31} Jeroni Mas Rigo, «Federico Enjuto Ferrán, instructor del sumario de José Antonio en Alicante», en Altar Mayor nº 94 (2004), p. 909-926. Este artículo se halla reproducido en mi libro La manipulación del proceso de José Antonio.

{32} Carlos Morla Lynch, Diarios españoles, ob. cit., vol. I, pp. 829-830. Este dejó anotado, el 23 de noviembre de 1936: «He sentido una pena sincera con la sentencia y el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera. Claro está que era señalado, pero es atroz ver caer a un muchacho tan joven y tan valiente.» Morla, que tenía la mayor estimación por el líder falangista, le había dicho el 17 de septiembre de 1932: «Tienes la suerte de que te quieran hasta tus enemigos.»

{33} Ibidem, p. 828.

{34} Jeroni M. Mas Rigo, «Manuel Azaña y el proceso de José Antonio Primo de Rivera en Alicante», El Catoblepas, 41, julio de 2005. Este artículo también se haya reproducido en La manipulación del proceso…, ob. cit.

{35} Según Pere Bosch-Gimpera, consejero de Justicia de la Generalidad de Cataluña: «Es feren diferents gestions, àdhuc a l’estranger, i el generalísimo Franco no sembla haver manifestat gran interès que el canvi es realitzés»; cf. Memòries, Edicions 62, Barcelona, 1980, p. 209. Bosch visitaba a menudo a Azaña, que en aquella época residía en Barcelona, y cabe en lo posible de que este fuera su fuente de información, ya que añade que al presidente el fusilamiento de JAPR le produjo una gran indignación.

{36} Amós Salvador Carreras (1879-1963) firmó en nombre de Izquierda Republicana el programa del Frente Popular y fue ministro de Gobernación en la primavera de 1936.

{37} En sus Diarios, Azaña no recoge la entrevista. Federico Enjuto Ferran –que, en compensación por su actuación en el sumario de JAPR, había sido agraciado con el nombramiento de magistrado del Tribunal supremo, al igual que el fiscal del caso, Vidal Gil Tirado–, temiendo que el Frente Popular perdiera la guerra, se exilió sin autorización. En La Vanguardia, del día 12 de julio de 1938, con el título “Una expulsión”, apareció este comunicado: «El Secretariado del Partido Comunista ha facilitado una nota en la que da cuenta de la expulsión de su militante Federico Enjuto Ferrán, magistrado del Tribunal Supremo, por haberse valido de engaños para abandonar su puesto y desertar al extranjero, traicionando la confianza puesta en él por el Gobierno de la Republica y por el Partido.» Tres días antes, había sido declarado renunciante a su cargo de Magistrado del Tribunal Supremo por no haberse reintegrado a su destino.


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