El Catoblepas · número 206 · enero-marzo 2024 · página 15
La validez de la novela como obra historiográfica. Un estudio de caso: la figura de Gaio “Calígula”
Lucas Tamargo López
A propósito de una polémica reciente, se estudia la validez de la novela como estructura formal para plasmar interpretaciones historiográficas con potencia y rigor, tomando por ejemplo dos obras sobre el tercer emperador de Roma
1. Introducción
1.1. En torno a una polémica reciente
El 5/10/23 se publicaba en el diario El País una entrevista a José Ángel Mañas a propósito de su última novela, Berenguela, en torno a la segunda esposa de Alfonso IX (Olaya, 2023). La entrevista fue efectuada por Vicente Olaya, quien parece ser que cometió la tremenda desfachatez de referirse al entrevistado como “historiador”{1} basándose en cuestiones tan irrelevantes como el que el autor haya dedicado cuatro años de su vida a estudiar la licenciatura en Historia o que tenga una amplia obra de novelas históricas, cuyo rigor es cuestión aparte.
El calificativo hirió la sensibilidad de dos profesores de Hª Medieval, de cuyo nombre preferimos no acordarnos, que consideran que aplicarlo a alguien que se dedica a la mundana labor de escribir novelas supone rebajar el estatus intelectual de los historiadores «de verdad», muy ajenos a las ocurrencias disparatadas de alguien como Mañas, a quien acusan de hablar sin saber. Uno de estos dos historiadores profesionales facilitaba los requisitos para ser considerado tal: no solo ser graduado en Historia, sino también doctor y mantener una «labor de investigación continuada a través de los canales y foros homologados académicamente». Debemos pues dejar de llamar historiadores a charlatanes tales como Tácito, Tucídides, Polibio, Beda el venerable, Ibn Jaldún, Edward Gibbon o Modesto Lafuente.
Realmente lo que ha causado esta reacción no es el que Mañas carezca de estudios de doctorado y sus publicaciones no sean avaladas por la ANECA, sino más bien el que se dé la autoridad que implica la palabra «historiador» al hablar de Historia a alguien que se atreve a proponer una visión historiográfica contraria a la de los indignados. En la entrevista el autor marcaba como origen de la nación histórica española la conformación del reino de Asturias, lo cual ellos califican de revisionismo y de un negacionismo que «equivale a cuestionar las vacunas o la evolución humana», un infundado bulo propio de la «ultraderecha»,{2} contrario a la verdad científicamente demostrada que ellos proponen: el origen moderno de «España», que Mañas retrotrae al reino de Asturias, y la invalidez del término «Reconquista». Serían así charlatanes fascistizantes y anticientíficos autores como Gustavo Bueno, Iván Vélez, Pedro Insua, Francisco García Fitz o Álvaro Solano, el primero doctor en Filosofía y los dos últimos en Hª medieval, con la bendición de la ANECA.
Mencionado Gustavo Bueno, es oportuna la afirmación que hacía en su breve ensayo ¿Qué es la filosofía? (1995) de que todos somos filósofos, pues todos analizamos ideas, aunque hay una diferencia entre la buena filosofía (académica en el sentido platónico, no necesariamente universitaria) y la mala filosofía (mundana), marcada por la definición y potencia de las categorías empleadas y la incurrencia o no en mitos oscuros y confusos. Se puede hacer rimar esto con la pregunta de quién es o no historiador, planteando una diferencia entre buenos y malos historiadores en lugar de simplemente negar el adjetivo a quien dice cosas que no nos gustan. Sería así historiador quien se dedica a la Historia, y no solo en formato académico, pues no se puede negar la estrechez de miras de quien desprestigia la literatura como forma de objetivar ideas de gran potencia (¿acaso Cervantes o Unamuno se dedican simplemente a inventar para entretener?). En cuanto a la diferencia entre buenos y malos historiadores, dejamos que cada uno aplique su criterio siempre y cuando este se fije en lo estructural, la forma de hacer Historia, y no en la afinidad ideológica con los resultados de su aplicación.
1.2. En defensa de la Literatura
Varias son las cuestiones de fondo en esta polémica: el elitismo academicista, el debate sobre el origen de la nación española (con las diversas acepciones de «nación»), la imposición ideológica bajo amenaza de ser considerado «fascista» o la capacidad de la novela para transmitir ideas de cierta potencia, más allá del simple entretenimiento. Será este último el asunto que trataremos aquí, tanto por ser sobre el que menos se ha tratado a nivel general como porque ambos profesores indignados han hecho énfasis en él: uno afirmando que «un novelista no escribe ni “analiza” la Historia (¡“analizar el Medievo”!), la recrea, se la inventa, para entretenimiento y disfrute», y otro, vía Twitter, que «Pretender aprender sobre la #Reconquista [mantenemos la almohadilla del original] leyendo libros de seudohistoriadores [sic. “pseudohistoriadores”] aficionados o sobre la conquista y colonización de América viendo documentales patrocinados por la ultraderecha es equivalente a pretender curar un cáncer de pulmón fumando dos paquetes de tabaco al día».
Delimitado el objetivo de nuestra crítica, procedemos a tratar de demostrar que la literatura tiene una capacidad para expresar ideas complejas que, si se usa bien (no digamos que sea el caso de Mañas, tampoco lo negamos), no tiene nada que envidiar a un ensayo o un artículo científico. Para demostrar esto, nada mejor que el ejemplo, para lo cual recurriremos a un objeto de estudio lo suficientemente impopular entre las masas y alejado en el tiempo como para evitar problemas de asociación ideológica, y que conocemos bien por nuestra labor como historiadores de la Antigüedad: el debate historiográfico en torno a la personalidad, posibles trastornos y motivaciones del emperador romano Gaio «Calígula».
Para abordar el caso consideramos suficiente dos ejemplos, cada uno magistral en un sentido distinto. Por un lado, el más que conocido Calígula de Albert Camus, muestra de cómo la literatura permite transmitir plenamente la filosofía existencialista del autor, aprovechando para llevar a cabo una interpretación de la personalidad de Gaio que ha calado incluso en las interpretaciones llevadas a cabo por historiadores de referencia para su estudio. Por otro, el más reciente El rey de Nemi de Sandra Parente, obra que parte de un evidente manejo de la bibliografía especializada sobre el Emperador (realmente se puede detectar la voz de estos autores tras los personajes de la novela) y transmite una imagen sorprendentemente equilibrada, mejor que la de muchos ensayos con citas a pie de página. Finalmente, vemos necesario presentar antes de hablar de estos libros cuál es la definición de «Literatura» que manejamos y cuáles consideramos que son sus funciones, a lo cual procederemos a continuación.
2. ¿Qué es la Literatura? La respuesta de la crítica de la razón literaria
La teoría de la literatura que aquí manejamos es la de Jesús G(onzález) Maestro , quien partiendo de los postulados del materialismo filosófico (convenientemente redirigidos y adaptados a las exigencias de la Literatura) propone la siguiente definición general:
La Literatura es una construcción humana y racional, que se abre camino haciala libertad a través de la lucha y el enfrentamiento dialectico, que utiliza signos delsistema lingüístico, a los que confiere un valor estético y otorga un estatuto de ficción,y que se desarrolla a través de un proceso comunicativo de dimensiones históricas,geográficas y políticas, cuyas figuras fundamentales son el autor, la obra, el lector y elintérprete o transductor. (González Maestro, 2017, p. 126).
Por supuesto la definición real del autor referido es mucho más compleja, pasando por su delimitación desde el espacio antropológico, el ontológico, el gnoseológico y el estético, entre otras muchas precisiones, aunque creemos que este párrafo tan sintético baste para definirnos en un trabajo de estas características; para más detalle, animamos a consultar la obra citada.
En todo caso, importan aquí especialmente las cuatro principales figuras literarias: el autor, quien construye las ideas que están objetivadas formalmente en los materiales literarios;{3} el lector, que interpreta la obra para sí mismo; el transductor, que interpreta la obra para los demás; y la obra, que tiene un sentido físico (M1), el libro en sí, un sentido psicológico (M2) y un sentido conceptual (M3). En cuanto al significado de estas tres partes de la obra, remitimos a la teoría de la materia ontológico-general desarrollada por Bueno en los Ensayos materialistas (Bueno, 1972).
Figura 1. Esquema de las figuras literarias (González Maestro, 2017, página 163.)
Siguiendo este esquema, nos encontramos en la polémica de la que parte este artículo con lectores que niegan la posibilidad por parte del autor de incluir ideas historiográficas dentro de la materia lógica de su obra, lo cual demuestra la incapacidad de estos para efectuar de forma eficaz su función transductora. A continuación, intentaremos servir nosotros como transductores de otras obras, tratando de interpretar adecuadamente su sentido y su forma para extraer como resultado los discursos historiográficos que tratan de objetivar sus autores.
3. Aproximación al ejemplo tratado: la problemática en torno a Gaio “Calígula”
No es este lugar para hacer un estado de la cuestión de los estudios sobre el emperador Gaio, pues sería tema para un artículo propio. Para posibles interesados, baste hacer una enumeración de obras clave en orden cronológico: L. Quidde (1913) , H. Willrich (1903), J.P.V.D. Balsdon (1934), D. Nony (1986), A. Barrett (1989), A. Ferrill (1991) y A. Winterling (2006), entre otras de menor calado. Si se quiere empezar por la mejor, la obra canónica es la de Barrett, aunque para quien prefiera una lectura más breve la de Winterling en poco espacio ofrece una visión clave para entender tanto el reinado de Gaio como el sistema imperial en sí. Advertimos al lector que no se moleste en buscar las obras citadas en la bibliografía, pues preferimos evitar que se nos acuse de engrosarla con referencias que simplemente hemos mencionado sin darles un uso real, y no creemos que nadie tenga problemas para identificarlas con el autor y año mediante una rápida búsqueda en la red.
Siendo breves, lo que discuten estos autores es qué pasaba en la cabeza de un emperador del que todos los autores (senatoriales) nos dicen que era un loco peligroso que se ganó su asesinato a pulso. Si a alguien interesa, nosotros mantenemos una postura cercana a la de Winterling, según la cual muy buena parte de lo que se nos dice es una leyenda negra que se debe al enfrentamiento entre un emperador de tendencias autocráticas, filoheleno y orientalizante, y unos senadores (quienes escriben la Historia) defensores de los valores tradicionales romanos y que además no quieren verse desplazados de su posición de poder, desencadenándose precisamente desde época de Gaio y con una larga duración una dialéctica emperador-senado que despuntaría en casos como los del aquí tratado, Domiciano, Cómodo, Caracalla… Nos oponemos así a posturas conservadoras como la de Ferrill, que consideran esta desinfección de reliquias infectas un revisionismo que complejiza demasiado la obviedad de que Gaio era un degenerado.
Sobre esta base, procedemos a presentar dos obras literarias que presentan el gran valor historiográfico de construir visiones de Gaio, no vamos a decir acertadas porque coincidan con nosotros, pero sí más complejas y realistas que las tradicionales: una, la de Camus, dando un giro copernicano respecto a lo que hasta entonces pensaba el común de los mortales al oír el nombre de «Calígula», y otra, la de Sandra Parente, dándole una forma atractiva, profunda y simbólicamente muy eficaz a un entretejimiento de diversas visiones historiográficas que resulta en una de las mejores semblanzas de Gaio, en cuanto a su realismo, que hemos visto hasta el momento.
4. La interpretación filosófica de la Historia a través de la Literatura: Calígula de Albert Camus
Dentro del ámbito literario, la obra sin duda más conocida sobre Gaio es el Calígula de Albert Camus (1944), una obra de teatro en cuatro actos: uno que narra el descenso a la locura del Emperador y otros tres sobre los últimos momentos de su reinado. Como era de esperar, Camus recurre a los principales elementos de la leyenda negra caliguliana: el incesto con Drusilla, los robos de herencias, las numerosas y arbitrarias ejecuciones, la divinización, la organización de un lupanar en el Palatino, el fornicar con las mujeres de los senadores y el hacer a estos correr tras su litera. A pesar de esto, la obra tiene un interés original por su interpretación de las acciones del emperador, muy de acuerdo con la filosofía del absurdo recurrente en la obra de Camus: al morir Drusilla Gaio sufre una crisis existencial tras observar que la gente muere sin ser feliz; decide despertar al mundo presentándose como ejemplo, librarse del «superego» freudiano y hacer de su vida una obra de arte al estilo nietzscheano, simplemente ser feliz sin detenerse en las consecuencias. La felicidad se alegoriza en la luna, siendo su objetivo «conseguir la luna», lo cual hace referencia al episodio en que el senador Lucio Vitelio encuentra a Gaio hablando con Selene.
Para el Gaio de Camus, los senadores son culpables de sus fechorías por no rebelarse contra él, rebelión que él espera y promueve; como le dice Helicón a Escipión, «sé que podrías matar a Calígula y que él no lo vería con malos ojos» (Camus, 1989, p. 28). Un pasaje bastante ilustrativo es el siguiente (Camus, 1989, p. 25), donde la «paciencia» se refiere a lo dicho unas escenas atrás: que los senadores están esperando al momento adecuado para derrocarle; la paciencia es el aguante de los senadores :
HELICÓN: La ejecución alivia y libera. Es universal, fortalecedora y justa tanto en sus aplicaciones como en sus intenciones. Se muere porque se es culpable. Se es culpable porque se es súbdito de Calígula. Luego todo el mundo es culpable. De lo que se infiere que todo el mundo acaba muriendo. Es cuestión de tiempo y de paciencia.
CALÍGULA: ¿Qué os parece? ¿A que es un hallazgo lo de la paciencia? ¿Queréis que os diga una cosa? La paciencia es lo que más me admira de vosotros.
Cuatro son las etapas que M.A. Laurence (2011) diferencia para la producción literaria de Camus : la “literatura solar” (1), el ciclo del absurdo o de la negación (2), el ciclo de la rebeldía (3) y la etapa “de la soledad y de las dudas” (4); Calígula se encuadraría en el segundo ciclo, junto con otras obras capitales del autor francés: El malentendido, El extranjero y El mito de Sísifo. En palabras de Laurence, este ciclo:
Indaga sobre el destino del hombre que se encuentra tanto en comunión como en oposición con el mundo que lo rodea. El hombre es mortal, el mundo es eterno, a partir de la toma de consciencia de esta situación el hombre comienza a rebelarse contra su destino y desea, desesperadamente, encontrarle un sentido al mundo. Este ciclo se encuentra inscripto en el contexto de la segunda guerra mundial, de ahí que aparezca inmortalizada la angustia colectiva universal.
En este marco, Calígula ilustra la rebelión contra el absurdo del mundo a través de la autodeshinibición por parte del Emperador, que demuestra su libertad dando realización a todos sus impulsos y ocurrencias; con esto busca despertar a sus contemporáneos, motivándoles a seguir sus pasos y rebelarse a través del magnicidio.Frente a lo absurdo de la vida Camus propone la rebelión como una manera activa de combatir las injusticias. A partir de la rebelión (aun cuando se trate de un acto individual) la colectividad existe. Mediante una ética y una estética del rechazo y la contradicción el hombre se rebela contra el absurdo, expresándonos en la terminología propia de estas corrientes.
Es una visión de la mentalidad de Gaio más bien imaginativa, pues no hay materiales históricos para sustentarla firmemente, pero aun así plausible, pues encajaría plenamente con lo que de él nos dicen las fuentes. Desde luego marcaría escuela, pues una búsqueda del término «Calígula» en los repositorios de prensa histórica y un par de horas de nuestra vida permiten observar que entre la adaptación de la novela de Robert Graves Yo, Claudio y la obra teatral de Camus Gaio pasa de ser una caricatura empleada como epítome del tirano sádico y deleznable a ser un personaje que despierta gran interés, así como un desafío para los actores, que deben saber reflejar su carácter y un estado psicológico que empieza a matizarse. La versión dibujada por Camus es considerada un «formidable retrato» (Diario de Burgos, 21/12/1978, pág. 3) del Emperador, siendo tomada casi como la interpretación canónica del porqué de su comportamiento. Las representaciones de la obra son numerosas incluso en la década de 1990.
Tal vez la interpretación de Camus peque de inventiva, pero no deja de ser cierto que da una explicación racional al comportamiento de un emperador que hasta entonces se había tenido por un loco sádico. A nuestro parecer se trata desde luego de un avance en la desinfección de la leyenda negra en torno a él, lo cual no había sido logrado antes por ningún escrito académico.
5. La objetivación de un debate historiográfico en materiales literarios: El rey de Nemi de Sandra Parente
En el punto donde termina la obra de Camus, la muerte de Gaio, comienza la historia de una novela realmente interesante: El rey de Nemi. El juicio de Calígula, de Sandra Parente (2017). Ofrece este libro un planteamiento original, pues el protagonista es un Gaio que después de muerto y tras un encuentro con Caronte debe someterse a un juicio para decidir si pasará la eternidad en la gloria de los Campos Elíseos, el sufrimiento del Tártaro o la mediocridad de los Asfódelos; como juez tendrá al rey Minos, como fiscal al mismísimo Cicerón y como jurado a los más ilustres romanos del pasado, destacando sus bisabuelos Augusto y Marco Antonio como los que más presencia tienen, tal vez como forma de subrayar el que este emperador fuera el primero en el que la sangre de Neos Dyonisos y del favorito de Apolo confluyen. A lo largo de un juicio en el que tanto Gaio como el Arpinate van llamando a diversos testigos, tales como Agripina , Tiberio , Caerea , Livia o Drusilla , vamos alternando entre los diferentes testimonios y constantes flashbacks que nos narran la vida del tercer emperador desde su infancia en Germania hasta su asesinato.
Como primera valoración, el que la autora sea historiadora titulada y arqueóloga no es solo un adorno para las solapas: la novela, sin sacrificar un estilo extraordinariamente ameno, está perfectamente documentada y ambientada, siendo además bastante didáctica, lo que no quita un cuidado por no aburrir al público experto, pues no cae en explicaciones excesivas y en ocasiones te permite adivinar a quién tienes delante sin revelar directamente su identidad. Tanto para Gaio como para otros personajes controvertidos, como Livia o Tiberio , se ofrecen tanto las visiones más negativas como las justificaciones, dejando en la mayoría de los casos una imagen gris, de ambigüedad moral, ciertamente realista. Un ejemplo es el caso de Livia: mientras Gaio permanece a la vera de su madre esta le describe las maquinaciones de su bisabuela de un modo perfectamente acorde a la leyenda negra, y se presenta a Tiberio como corrompido por esta; no obstante, cuando Gaio se traslada a la casa de Livia vemos que la descripción de Agripina no se corresponde con la realidad, pues actúa como mentora de Gaio y se reconoce el papel de la anciana matrona defendiendo a la familia de Germánico de las maniobras de Sejano , auténtico corruptor de Tiberio, así como se subraya el absurdo de las acusaciones de asesinato de los hijos de Agripa . Una imagen equilibrada se nos muestra finalmente en el más allá, donde Livia es capaz de testificar contra su bisnieto dando rienda suelta a las más duras acusaciones a cambio de que su hijo sea liberado del Tártaro; por lo tanto, se concluye que siendo una mujer dedicada a su familia y no deseando la desgracia de ninguno de sus parientes -incluyendo a Agripina y Germánico- es capaz de traicionar a algunos de ellos por el bien de su descendencia.
Este cuidado por no caer en visiones maniqueas se traduce para el caso de Gaio en un relato de su vida perfectamente humano, sin caer en caricaturizaciones; pero donde tal vez se aprecia mejor es en el juicio, cuando Gaio contesta a las acusaciones de Cicerón y sus testigos, y su voz pone sobre la mesa los argumentos de Anthony Barrett , Aloys Winterling o Geoff W. Adams . Una novela, por lo tanto, que nos da imágenes perfectamente equilibradas tanto de Gaio como del resto de personajes implicados y detrás de la cual se aprecia una investigación exhaustiva.
4. Conclusiones: la relación entre Historia y Literatura
Tras todo lo dicho, esperamos haber demostrado que la Literatura histórica no es, como decían los profesores indignados, una mera forma de entretenimiento producto de pseudohistoriadores que no hacen más que embarullar los conocimientos de Historia de sus lectores. Tras repasar una definición de «Literatura» que, teniendo la ficcionalidad como uno de sus elementos constitutivos, va mucho más allá del mero entretenimiento, hemos tratado de mostrar por un lado cómo mediante una obra de teatro se puede cambiar para bien la imagen que las masas tienen de un personaje histórico, y por otro cómo es perfectamente posible tratar un debate historiográfico de forma rigurosa a través de una novela.
Queda así patente, si hemos defendido nuestros argumentos adecuadamente, que la Literatura puede perfectamente ser un medio más por la que el historiador transmita sus ideas, siendo ya cuestión aparte si la novela está escrita por un buen o un mal historiador, lo cual se refleja en el resultado. Esto no muestra sino la estrechez de miras, los prejuicios y el elitismo académico de unos profesores que desprecian la Literatura como forma de articulación de ideas historiográficas, filosóficas o de cualquier tipo, con lo cual rechazan la potencia de un Cervantes, un Dante, un Homero, un Unamuno o un Dostoievski por tratar de expresarse mediante discursos carentes de resumen, abstract, bibliografía y citas en el texto.
Vuestra merced, señor mío, está muy engañado, y piensa muy a lo antiguo si piensa que yo he escogido mal en fulano, por idiota que le parece; pues para lo que yo le quiero, tanta filosofía sabe, y más, que Aristóteles.(Cervantes, Quijote, I, 25).
5. Bibliografía
Bueno, G. (1972). Ensayos materialistas. Taurus.
Bueno, G. (1995). ¿Qué es la filosofía? Pentalfa.
Camus, A. (1989). Calígula. Alianza.
González Maestro, J. (2017). Crítica de la razón literaria. Academia del Hispanismo.
Laurence, M. A. (2011). Albert Camus y su noción del absurdo: un análisis de Calígula. Espéculo, 47.
Olaya, V. (2023). “José Ángel Mañas, escritor: “España, como nación, nace en Covadonga”, El País.
Parente, S. (2017). El rey de Nemi. El juicio de Calígula. Evohé.
Robles, J. (2019). “El mito de la extrema derecha”, Fundación Gustavo Bueno, EFO 195.
——
{1} Tras la polémica se optó por cambiar el titular, pasando de “José Ángel Mañas, historiador” a “José Ángel Mañas, escritor”.
{2} Sobre el uso y abuso de este término, véase la correspondiente lección de Joaquín Robles en la Escuela de Filosofía de Oviedo (Robles, 2019) .
{3} Que nos sobrevivirán a todos.