El Catoblepas · número 206 · enero-marzo 2024 · página 19

Infancia e infantilización de la idea de España
Javier Turnes
Reseña del libro Cuando España echó a andar, de Pedro Insua (Ariel, Barcelona 2023)
Pedro Insua (Vigo, 1973) realiza desde hace años lo que un filósofo debería: polemizar y discutir en los foros públicos en un esfuerzo por desmitificar las ideologías que habitan el presente, más o menos latentes, más o menos explícitas; procurando destruirlas, demolerlas al modo heraclíteo y socrático: con la dialéctica. Desde sus inicios la filosofía opera forzando los límites de algo mediante el uso del lógos: la opinión, el número, la justicia, la guerra, la nación, &c. Según el paradigma en el que Pedro se sitúa -el materialismo filosófico-, el pensamiento siempre se ejerce contra algo. Lo vemos una vez más en su última obra: puesto que la génesis de España sólo se podrá entender también contra algo.
Ya que Pedro Insua está seducido tanto por la Historia como por la Filosofía, me parece oportuno justificar en esta reseña el trabajo que realiza en Cuando España echó a andar desde ese quehacer y esa mirada que venimos de definir y a la que llamamos ‘filosofía’. Un quehacer irremediablemente público y explícito en el mundo entorno, asumiendo que la filosofía está condicionada por la praxis y que lo mismo es saber que hacer.
En coherencia con el legado filosófico de su maestro Gustavo Bueno, el autor entiende que la filosofía encuentra su objeto en el proceso de desarrollo de otros saberes, a los que les ocurren problemas que quizás eventualmente desborden su propio ámbito de saber: otros saberes que pueden ser muy diversos, que pueden ser artísticos, científicos (por ejemplo, en la geometría o en el arte aparecen problemas que no son conceptualmente geométricos o artísticos). Y, por supuesto, histórico-políticos, como es el caso que nos ocupa. Si no me equivoco, esta es la intención que late detrás de este libro.
El área de la historia política se encuentra a menudo con una instrumentalización perversa, que tiene como finalidad legitimar (políticamente) un determinado relato (histórico). Estas prácticas son muy dañinas para las ciencias humanas puesto que habita en ellas una hegemonía dupla que consiste en apoyarse, por una parte, en una supuesta neutralidad y objetividad científicas que sólo asumen como válidas determinadas pruebas experimentales y descuidan el valor de autoridad de la experiencia (no olvidemos que un experimento siempre está decidido de antemano, no se nos impone cual sacudida experiencial. El experimento significa un cierto desligamiento o desvinculación de la cosa, del hecho, del proceso); pero al mismo tiempo y por otra parte, esta supuesta neutralidad positivista frente a los hechos legitima con facilidad que este tipo de formas o narrativas teóricas puedan ser transferidas con criterios partidistas, sesgados y justificados de modo escurridizo y oscuro fundamentándose, precisamente, en esa supuesta neutralidad del experimento que es imposible en un área como la historia.
Lo que nos encontramos en Cuando España echó a andar, es un texto que transita esa difícil senda. Un texto sobre la infancia de España elaborado desde su adultez, que analiza la construcción del hecho histórico “nacimiento de España” mediante una perspectiva independiente de la infantilización y velocidad de algunas mitologías en curso sobre las naciones en general y sobre la(s) nacione(s) peninsulares en particular. ¿Cómo entendemos con rigor la infancia de una nación infantilizada? Creo que este sería el lugar desde el que se aborda el doble objetivo del libro.
He aquí el reto de Pedro Insua: revisar a un tiempo el devenir y la historia de España en un presente en el que muchos relatos se cruzan y se crispan. Evidentemente es un reto difícil ya que la historia, como decíamos, es paradójica como área de conocimiento: es un conocimiento del pasado que se hace desde el presente.
Si asumimos que las ideas –como la de España– no surgen de la nada sino que, siguiendo la concepción histórica y ontológica de K. Marx, son las condiciones materiales de existencia las que determinan las ideas, Cuando España echó a andar, se fija específicamente en ese “cuándo”, en ese momento del tiempo, en una ruptura, en una interrupción de un proceso en curso. Aunque W.Benjamin criticaría a K. Marx el haber trasladado una idea demasiado lineal, mecánica y homogénea del tiempo, creo que Pedro logra aquí situar apropiadamente esa interrupción y sus consecuencias. El nombre de esa interrupción sería ”Alfonso X”. Y su obsesión, “el imperio”: el fecho del imperio. Un proyecto universal que desborda a España es lo que genera a España. Suele suceder: la pasión matemática desata la obra músical de Xenakis, &c.
Volviendo a la perspectiva metodológica híbrida del libro (filosofía e historia), debemos recordar que lo que esos otros saberes como la historia le suministran a la filosofía y sobre los que ella trabaja, son los conceptos y las ideas. Concepto es todo lo que tiene que ver con un área de saber: artístico, técnico, científico; e Idea sería aquello que desborda esos saberes técnicos, científicos, políticos, &c. Entonces, las ideas se nutren enteramente de esos conceptos diversos. Las ideas no brotan en el cielo, ni bajan del cielo, ni vienen de la conciencia pura; las ideas vienen de los objetos reales, de las realidades que nos rodean. Aquí situamos el caso que nos ocupa (y continuando con el uso que estoy haciendo de los conceptos recogidos en la Teoría del cierre categorial de Gustavo Bueno) los objetos con los que se encuentra Pedro en su abordaje de la idea de
Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
