El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas · número 206 · enero-marzo 2024 · página 20
Libros

Ubi sunt

Héctor Vizcaíno Rebertos

Reseña de la novela El naufragio de los imperios. Memorias de amor. Vol. 1. El Reino del Ocaso, de Iker Izquierdo (Ediciones Catay, Taiwán 2023)


cubierta

El Reino del Ocaso es la primera entrega de una serie de cuatro volúmenes que componen El naufragio de los imperios. Memorias de amor, escrita por Iker Izquierdo (1981), periodista y traductor afincado en Taiwán.{1}

Este volumen inicial se presenta como una novela de aprendizaje (sentimental, pero y, sobre todo, racional) con la forma de unas memorias escritas por un protagonista anónimo (siempre que se pronuncia o aparece su nombre se silencia con unos puntos suspensivos), que sabemos, a través del Incipit con que se abre, escritas a instancias del autor real, Iker Izquierdo, y fechadas en 2057 –actualizado, así, el tópico literario del Ubi sunt.

Tras el breve prólogo mencionado (pp. 13-15), la trama, estructurada en seis capítulos bastante homogéneos en extensión, relata en primera persona «la vida de un joven español de provincias a caballo entre dos siglos», en concreto, la infancia, adolescencia y primera juventud de un muchacho gijonés, nacido en 1979, y su tránsito, utilizando la fórmula de Javier Gomá, desde el estado estético al estado ético. La narración comienza con el tópico de la humilitas autorial («Todas las frases memorables con las que arranca una novela han sido ya escritas, cuando no recauchutadas una y mil veces. No quiero perder tiempo pensando en oraciones epatantes solo para terminar siendo cursi o uno de esos que siguen las modas ataviándose con una pluma de avestruz y fingiendo ser Ave del Paraíso. Además, el tiempo apremia y tengo muchos años que abarcar. Empezaré por el principio y Santas Pascuas» [p. 16]), tono en el que se va a desenvolver toda la novela. Ese estilo sencillo y nada pomposo es una de sus virtudes, pues esta sencillez narrativa camufla un uso ingenioso de recursos narrativos y retóricos, que, como escritor inteligente, Izquierdo sabe ocultar. Vemos al protagonista convertirse, gracias a la destartalada biblioteca paterna, en un lector empedernido y un cinéfilo, con estética mod o gafapasta, y, en su tránsito del colegio al instituto y del instituto a la facultad de Derecho, conformar sus primeras verdaderas amistades, sus primeros fracasos amorosos, una personalidad inicial afable pero algo insegura, inmadura para las relaciones sentimentales, aunque muy sentimental, y aproximarse tímidamente a la política (a la PSOE state of mind). Tras finalizar la carrera, gracias a la ayuda de sus padres, el anónimo protagonista se muda solo a Madrid, primer viaje de muchos que vendrán, para comenzar un doctorado en Relaciones Internacionales, donde se amplían sus círculos filiales, conoce al Doctor Uría, un paternal director de tesis, a Olivia, su mujer, a Leonardo de Pasamonte y Toscanini, colega del doctor Uría, genio y figura y Marqués de la Merindad, y a Felicity Fly, su primer amor, una chica de Brístol que le da tres vueltas y termina dejándolo, por inmaduro, iniciándose con la ruptura una subtrama muy de salseo. Para reponerse de la ruptura, animado por un amigo del instituto (Iker Izquierdo), el protagonista decide poner tierra y mar de por medio y hacer una estancia de investigación en Dublín, donde perfila y termina su tesis doctoral sobre las relaciones diplomáticas entre España e Irlanda. Allí, en el salón de la casa que comparte con dos compañeros, conoce a una coreana enigmática y algo estrafalaria, Nayeon, que suponemos tendrá un peso importante en la segunda parte. Tras regresar a Madrid a defender la tesis y obtener el cum laude, recibe la oferta del Marqués de la Merindad de convertirse en su asistente personal en Pekín, primer contacto con un mundo laboral que, hasta sus veintiséis años, había postergado. La novela se detiene justo ahí, en el momento en el que el joven, tras unos meses de preparación con el señor Zhu, está a punto de viajar a China. Entremezclados con la trama, vemos desfilar algunos de los acontecimientos políticos más determinantes de esos años: las legislaturas de Aznar, el Prestige, los atentados del 11 de marzo en Madrid, la victoria de Zapatero, los atentados de Londres, todo ello, acompañado de la banda sonora de esa época: Los 40 principales, Sabina, Platero y tú, Seguridad Social, Fito y Fitipaldis, The Cure, The Cramberris, y un largo etcétera.

El anonimato del protagonista y narrador, al menos en esta primera entrega, permite leerla como una novela generacional de un tipo humano muy concreto. Me refiero al que podríamos bautizar como el Homo academicus hispanicus, una especie que pobló las academias españolas del cambio de siglo, auspiciada por los últimos coletazos del Estado del Bienestar (el colchón familiar o una beca FPU) y los estertores de un gremio académico todavía decente en ese entonces. Estudiante, generalmente, de alguna licenciatura de humanidades o sociales que, acabada la carrear, inicia el doctorado, en el que, en su fase aún de desarrollo, conviven la inmadurez emocional, la ingenuidad política, la fatuidad y cierta pedantería, y, mientras hace la tesis, comienza a acusar las grietas del sistema de creencias en que está instalado para, finalmente, contemplarlo estallar por mítico: la caída del caballo, la salida de la caverna, el absolutismo de la realidad. En ese sentido, El Reino del Ocaso es la narración del aprendizaje de buena parte de una juventud que, como dice el mismo protagonista, «fuimos de la generación de la disyuntiva Oasis-Blur, de Historias del Kronen, del debate Aznar-González y, en fin, fuimos la generación de los años más salvajes del Estado del Bienestar: quien más, quien menos, tenía un ordenador, un walkman, suscripción a Canal+ y mil duros para salir los fines de semana a los bares». La experiencia generacional relatada es la de una juventud que asiste a la disolución de la nebulosa ideológica del pensamiento-Alicia que habitaba por la paulatina comprensión de una realidad no subsumible en el sistema de clichés desde los que se leía: izquierda/derecha, lo progre, el fundamentalismo democrático, la cultura, la felicidad canalla, es decir, aquellos grandes mitos cuya trituración llevó a cabo Gustavo Bueno (presente implícitamente en la narración), sobre todo aunque no solo, en la última fase de su obra.

Decíamos al comienzo que la novela puede encuadrarse en el tópico literario del Ubi sunt. Y esa es la tesis de la novela: la nuestra es una época de transformaciones radicales de las instituciones antropológicas, cuyo desenlace producirá un mundo irreconocible. El conjunto de instituciones que ahora habitamos, en poco más de treinta años, serán un recuerdo del que, en virtud de la aceleración histórica, parecerá que median eones. Así lo atestigua el motivo que anima finalmente al autor a redactar sus memorias y enviárselas a Izquierdo: «El mundo ha cambiado tanto (…) que los jóvenes de ahora [2057] no miran nuestra juventud como nosotros mirábamos la de nuestros padres, a saber, como una época pasada esencialmente ligada a la nuestra por costumbres e instituciones comunes, si acaso con un poco más de polvo; pero ahora, después de lo ocurrido durante las últimas tres décadas, nuestra juventud más parece relato fantástico de los que se cuentan junto al fuego, que realidad concebible y reconocible en el presente.» (pág. 14) Tal es uno de los sentidos en que se ha leer el título de la serie, El naufragio de los imperios, tomado de una frase de Bueno en España frente a Europa. Como conjetura aventuramos que es muy posible que en las siguientes entregas la trama, detenida ahora en 2006, tras cubrir el tiempo histórico que falta hasta el presente, se adentre en un ensayo de futuro-ficción en el que se muestre a través de los ojos del narrador el hundimiento definitivo de ese mundo, que la generación millenial encontró en su ocaso. 

En suma, El Reino del Ocaso es una novela disfrazada de narración sencilla, en absoluto simple, muy amena, hasta el punto de leerse sola, cargada de nostalgia, en la que comienza a trenzarse una symploké de ficción, ideas y recursos narrativos redonda que dejan al lector con ganas de más. Esperemos que las siguientes entregas mantengan el nivel de esta primera.

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{1} Para más información sobre la novela y otros temas, cf. «Yo también fui progre… y constitucionalista. FORJA 232.» Entrevista de Paloma Hernández (Canal de YouTube Fortunata y Jacinta) a Iker Izquierdo: gqlDZlASf68.


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