El Catoblepas · número 207 · abril-junio 2024 · página 2
En torno al capítulo III del ensayo I de los Ensayos Materialistas
José Luis Pozo Fajarnés
Lógica de clases y materia ontológico-general{1}
«Pero la Idea de Materia sólo puede entenderse como término de un proceso crítico regresivo. En el instante en que la materia sea pensada como una entidad o conjunto de entidades que puedan ser consideradas en sí mismas, recaeríamos en la metafísica.» (Gustavo Bueno, Ensayos materialistas, pág. 59.)
Introducción
Este texto se ha redactado para enfocar un asunto relacionado con el tema del Curso de verano desarrollado en Santo Domingo de la Calzada, con el título «Los Ensayos materialistas de Gustavo Bueno, 50 años después». La cuestión se presentó como pregunta, dirigida a los componentes de la mesa redonda que tuvo lugar en la tarde del jueves 21 de julio de 2022. El tema que precisaba clarificación, tal y como era visto por nosotros, tenía que ver con la relevancia, o no, de la Lógica de clases cuando es tomada en serio por Gustavo Bueno a la hora de decir –lo que pueda ser dicho– de la Materia ontológico-general. Debido a que el tiempo dedicado a las intervenciones del público y a las respuestas a sus preguntas era muy limitado, la respuesta recibida –en este caso por Tomás García López– no satisfizo en modo alguno la demanda. De ahí la justificación de este texto que incide en la problemática cuestión planteada, y que pretende clarificarla. Por otra parte lo que aquí se dice se conectará con la tesis defendida por nosotros en nuestro artículo, publicado en el número 199 de la revista El Catoblepas: «El síndrome del Ego trascendental», ya que consideramos que unas cuestiones y otras tienen mucho en común.
El conocimiento de la Materia ontológico-general es una cuestión de gnoseología. En base a ello debemos puntualizar, además, que los tratamientos ontológico y gnoseológico que aquí vamos a desarrollar van a ir de la mano. Gnoseología y ontología están involucradas, y esta involucración es tan estrecha que podemos hablar de inseparabilidad entre ellas, de modo que cuando atendamos a una o a otra solo será porque se hayan logrado disociar. No en vano el mecanismo de la symploké, presente en el mundus adspectabilis, ordena el modo en que conocemos este. De modo que la inseparabilidad/disociabilidad entre un ámbito y otro del sistema del materialismo filosófico está ejercitada a lo largo de este escrito, tal y como por otra parte comprobamos que sucede al leer los Ensayos materialistas.
1. La anástasis como modo de llegar a la Materia ontológico-general sin salir del mundus adspectabilis
Los Ensayos materialistas de Bueno se refieren a la idea de materia como una «idea dialéctica» (Bueno, Ensayos materialistas, pág. 60). Una idea dialéctica que se caracteriza por un cometido perfectamente definido: el de destruir los límites de las materialidades contenidas en el Mundo que conocemos (mundus adspectabilis). El movimiento propio de esta idea dialéctica es el de una regresión que partiendo de una idea de materia (la Materia ontológico-especial) se quiere ir hacia otra (la Materia ontológico-general) que no puede reconocerse debido a que, pese a estar en él, no puede ser percibida en ese Mundo. Cuando nos referimos a ella nunca lo hacemos como cuando nos referimos a lo que encontramos en el mundus adspectabilis. No podemos referirnos a la Materia ontológico-general tal y como nos referimos a las morfologías que podemos reconocer en el mundo.
Los diferentes sistemas filosóficos que se han ido expresando en el tiempo pasado han señalado la existencia de ideas que podemos relacionar con la idea de Materia ontológico-general del materialismo filosófico. Eso sí, no debemos dejar de mencionar que si queremos relacionar una y otras hay que salvar demasiada distancia. Solo podemos hablar de «salvar las distancias» figurativamente, ya que la distancia es insalvable. Todas esas otras ideas son metafísicas, y la propuesta por Bueno no lo es. Eso sí, cuando dependamos del artificio de la Lógica de clases, la referencia a esas ideas será menos problemática.
Pero ahora estamos prescindiendo del aparato lógico, de modo que solo podemos expresar lo que sean estas ideas, propuestas por los sistemas idealistas, mediante lo que se denomina un «conocimiento negativo». Un modo de conocer que sin embargo huye del sentido devaluador, incluso eliminador, que ostenta la via remotionis. Por esa vía de la negación puede llegarse a la idea de «materia prima», del mismo modo que en teología se podía llegar a Dios. En uno y otro caso el introductor de este modo de conocer es Aristóteles, ya que quién inauguró el saber teológico, en sentido natural, fue él. La materia prima de Aristóteles o el Dios de la Teología natural negativa se expresaba señalando que ambos son in-temporales, in-espaciales, in-finitos, &c.
Tal y como hemos afirmado, este conocimiento negativo es conocimiento, y lo podemos comprobar al atender a su propia definición, pues pese a que la mecánica que lo dirige afirma «lo que no es», no se elimina la expresión última del punto de referencia, no se niega la meta final de las negaciones, sino todo lo contrario. El ejemplo que expone Gustavo Bueno es el siguiente: «no es posible pensar un número primo tal que por encima de él no haya otro» (Ensayos materialistas, pág. 60). La negación no borra el número primo que cada vez tiene un orden más alto si no que afirma su posibilidad.
Ese mismo modo de afirmar, dependiente de la negación dialéctica, es el que consideramos presente en lo que ahora nos ocupa: la afirmación de la Materia, en su sentido ontológico-general. Así pues, concluimos que aunque las determinaciones de la Materia ontológico-general a las que se llegue sean negativas, eso no niega ninguna de esas determinaciones, sino que las afirma, del mismo modo que sucede con la afirmación de un número primo cada vez mayor: La negación dialéctica «sólo puede alimentarse de afirmaciones, de positividades dadas –la materia cósmica, mundana, “lo que hay”» (Ensayos materialistas, pág. 60.)
Abundando en esta cuestión, señalaremos que de la idea de Materia ontológico-general solo puede derivarse conocimiento de un modo autocontextual. Pero, ¿qué podemos decir ante modos de entender la idea de Materia que niega esta posibilidad? Si atendemos a sus razones incidiremos que señalar que de la idea de materia, al analizarla, solo se derivan tautologías, además de círculos viciosos insoslayables. En respuesta a las objeciones, Bueno nos dice que la primera afirmación es errónea, pues los conocimientos que no son tautológicos no solo son los que derivan de comparar las distintas realidades con contextos exteriores a ellas: «Es ya un error pensar que la comparación de una totalidad consigo misma, es decir, el análisis autocontextual, no puede arrojar sino tautologías» (Ensayos materialistas, pág. 61). Y la segunda afirmación también es matizada por él, pues, pese a la petición de principio implicada por no salir de los límites prefijados de la Idea de materia, se pueden «alcanzar determinaciones esenciales no tautológicas» (Ensayos materialistas, pág. 61). Estas afirmaciones están ejemplificadas en el texto mediante una llamada de atención a la biología:
Cuando los biofísicos determinan –a partir de una ley de difusión de gases por tubos, según la cual el tiempo varía, no en función de la longitud del tubo, sino de su cuadrado– los límites máximos que puede alcanzar el cuerpo de los insectos (en los cuales el aire se introduce directamente en su interior por unos tubos diminutos, por los cuales también sale el anhídrido carbónico), dado que la eficacia del sistema de ventilación disminuye rápidamente con el aumento del tamaño del animal, se mueven dentro de la estructura del insecto ya dada (células que necesitan respirar, disposición comparada con un sistema o modelo tubular) y, en consecuencia, las conclusiones sobre el tamaño máximo de los insectos son, en un cierto sentido, una petición de principio, una conclusión negativa (concluimos que «no pueden ser mayores») más que positiva (porque lo que se dice es que los insectos son así «porque son así») (Ensayos materialistas, pág. 61.)
El regressus dialectico que aparece expresado en los Ensayos materialistas, y que delimita lo que puede decirse de la Materia ontológico-general, no discrimina entre lo que más adelante Bueno desarrolló, y que son las dos figuras de la dialéctica que ese regressus define: la anástasis y la catástasis{2}. Esta segunda figura señala que «el desarrollo regresivo de los procesos según una ley de identidad conduce a un límite contradictorio en sí mismo que obliga a la detención del proceso» (Bueno, Sobre la idea de la dialéctica y sus figuras, pág. 50). Esta figura no es la que a nuestro juicio se adecua a lo que Bueno expone en los Ensayos, cuando entra a colación ese regressus a la Materia ontológico-general.
La figura que sí se adecua es la anástasis, pues además de considerar la detención del proceso dialéctico se produce un retroceso al Mundo. Es aquí donde se da circularidad. La circularidad que procura esta figura dialéctica. La anástasis es definida por Bueno en el artículo citado del siguiente modo: «En la anástasis, el desarrollo de un esquema material de identidad conduce a una configuración contradictoria que obliga (apagógicamente) a un regressus equivalente a una detención o involución del proceso antes de alcanzar su límite (una retirada a fases intermedias o una retirada total)» (Bueno, Sobre la idea de la dialéctica…, pág. 48){3}.
Aunque Bueno no se refiere a esta figura concreta de la anástasis (por el hecho señalado de que tardará más de veinte años en organizarlas en un esquema de cuatro figuras, en las que hay otras dos más, las relacionadas con el progressus: la metábasis y la catábasis), los ejemplos que leemos en los Ensayos materialistas siguen el esquema dialéctico expresado por esta figura:
Cuando los astrofísicos concluyen (salva veritate), a partir de una ley de Fermi («la presión de un gas electrónico aumenta con su densidad, y es inversamente proporcional a la potencia 5/3 del volumen ocupado»), que Júpiter es un planeta cuyas dimensiones no pueden ser superadas por ningún cuerpo en estado sólido, evidentemente no parten de principios ajenos a la estructura de la misma materia física de la que el planeta Júpiter está constituido: átomos, moléculas, gas electrónico. El «arco» descrito por nuestros conocimientos podría quizá analizarse de este modo: si Júpiter alcanzó el tamaño máximo que puede alcanzar un sólido es debido a que está constituido por las partes de un sólido tales que, supuesto un tamaño mayor, y, por tanto, una alta presión en el interior, por encima del punto crítico, estas partes reventarían. Evidentemente, las leyes de las partes han sido establecidas al considerar estas partes ya dadas en el todo; por lo cual, las leyes de las totalidades no son, desde este punto de vista –tanto se trate de los insectos como de los planetas– sino una reexposición de las condiciones en las que se daban las partes, una petición de principio. Pero saber que Júpiter tiene el tamaño máximo imaginable (si los cálculos están bien hechos) es un saber real sorprendentemente nuevo, un saber fundamental. Otro tanto podríamos decir de la conclusión relativista, según la cual es imposible aceptar velocidades superiores a la luz; o, por último, la conclusión negativa de que, en el «cero absoluto», la energía térmica debe desaparecer. (Ensayos, págs. 61-62.)
Y algunos años después de escribir los Ensayos materialistas seguía expresando ejemplos muy similares. Uno de los que podemos traer aquí es el de la tabla periódica de los elementos, pues esta, necesariamente será finita: los elementos químicos de un mayor peso atómico derivarían en un colapso cuántico. En 1995, en el artículo de la revista El Basilisco que lleva por título Sobre las ideas de la dialéctica y sus figuras pone el ejemplo de la finitud del «mundo de la gravitación»: «Partiendo de la ley de la gravitación F = G (m1 · m2 / d2) puedo formar una serie según que m1 y m2 se sitúen en función con un aumento de d, lo que determinará una disminución de F; si d tiende a infinito, F tiende a 0; por anástasis, detengo el crecimiento de d y declaro finito al mundo de la gravitación» (Gustavo Bueno, Sobre las ideas de la dialéctica…, pág. 49.)
La conclusión de este apartado la vamos a dar sin tomar distancia alguna de lo que leemos en las primeras páginas del capítulo III del Ensayo I de los Ensayos materialistas. La filosofía materialista, la que ha inaugurado Gustavo Bueno, señala que fuera de la Materia nada hay. Lo que este capítulo quiere investigar es lo que pueda decirse de la Materia ontológico-general. Y lo que de entrada puede decirse es lo que ya hemos introducido, que de su idea «solo cabe un análisis autocontextual» (Ensayos, pág. 62). De manera que el análisis de la idea de Materia solo puede circunscribirse en unos límites expresados por el movimiento dialéctico anastático: el materialismo filosófico «se propone instituir sistemáticamente el análisis de la Materia a partir de la materia mundana dada, como análisis ontológico general, es decir, como análisis capaz de regresar sobre los límites del propio mundo (p. ej., el espacio y el tiempo) dado como contexto (autocontexto) único» (Ensayos, pág. 63.)
Y dicho de un modo más abarcante, pues es lo que corresponde considerar en este estudio, es pertinente comenzar a tener en consideración las diferencias primeras que Bueno sitúa en el mundus adspectabilis, a modo de géneros, y que son tres y solo tres, y los «lugares» en los que habrá que escudriñar para poder decir lo que sea de la Materia ontológico-general:
La Ontología general la entendemos como el análisis de la Idea general de Materia (M). Suponemos, desde luego, que esta materia no podría ser pensada en sí misma, fuera del contexto de la propia realidad material que nos es dada en el Mundo –la materia cósmica, que se distribuye en los Tres Géneros M1, M2 y M3 (ver Ensayo II). Por consiguiente, la Idea «M» de Materia ontológico-general solamente puede entenderse en el contexto del Mundo (Mi = {M1, M2, M3}) y entenderla como una Idea que ha sido dialécticamente construida (históricamente) a partir del regressus de ese mismo universo [Un regressus definido por la figura dialéctica de la anástasis, la cual sería definida –como hemos ya señalado– años después por Bueno en el artículo Sobre la idea de la dialéctica…] (Ensayos, pág. 64; lo que aparece entre corchetes es nuestro.)
Llegados a este punto se hace precisa una aclaración. Así expresado el contexto del Mundo, como Mi y sus ideas componentes (Mi={M1, M2, M3}), no estamos todavía inmersos en la mecánica de la Lógica de clases ni de la Lógica formal. Esa expresión de lo que pueda ser el contexto del Mundo es una mera variable, y no está expresada como una clase de clases (Ensayos, pág. 66). De este modo podremos verla una vez que pongamos a trabajar el artificio lógico. Solo así será posible expresar muchas más cosas en relación a las conexiones que se dan entre materialidades. Y pese a que esto solo pueda ser del modo abstracto en que lo permite la ciencia de la lógica.
1.1. La cuestión de la circularidad entre géneros de materialidad
Nuestro punto de vista no atiende al habitual modo epistemológico que sostiene el idealismo, sino que es gnoseológico. Esto quiere decir que dejando de lado la relación del conocimiento de lo que sea verdad, dependiente de la relación entre el sujeto y el objeto, los juicios que se hacen para llegar a verdades científicas tendrán que incidir en dos ideas muy diferentes, que se conjugan una con otra, las ideas de materia y forma. La atención que hagamos de estas dos ideas nos sirve además para clasificar diferentes teorías de la ciencia que se han dado y se dan, y que son el descripcionismo, cuando se atiende a la materia, el teoreticismo, cuando la atención es de la forma, el adecuacionismo, que atiende a ambas, y por último el circularismo que se opone diametralmente a la anterior, y por ende, a las otras dos también. Esta falta de atención a la materia y la forma, lo que expresa, es una negación de una y otra como hipostatizaciones (así son consideradas por descripcionismo, teoreticismo y adecuacionismo), y no que el circularismo no tenga en cuenta la materia y la forma, pues como ya hemos señalado, son la primera referencia de la gnoseología.
La materia y la forma, expresadas de este modo, están presente en los estromas que pueden reconocerse en el mundus adspectabilis. Estos estromas son reconocibles, manipulables y definibles dado que son expresiones concretas de la Materia ontológico-especial. En el seno de los estromas, y en sus conexiones con otros diferentes, encontramos ideas como son las de discontinuidad, pluralidad o symploké. Estas ideas se hacen reconocibles precisamente porque nos movemos en el ámbito morfológico de la Materia ontológico-especial.
Solo de un modo generalista, lisológico en terminología materialista, podremos hablar de discontinuidades, pluralidades o symploké al referirnos a la Materia ontológico-general, que está también ahí, en lo que conocemos, en el mundus adspectabilis, pero sin que pueda ser reconocida. Y está ahí –tiene que estar ahí– sin ningún género de dudas, porque de lo que haya más allá de los límites de ese mundo –unos límites que no son fijos, pues el saber humano cada vez los va ampliando más y más– nada es posible decir, porque nada hay. Pero sí podemos expresar con rotundidad que en el terreno conocido que se amplíe, lo que podamos decir de la Materia ontológico-general será, solamente, lo que hoy puede expresarse, del modo lisológico señalado.
Así pues, en el mundus adspectabilis encontramos estromas, no encontramos sustancias aristotélicas pues hemos rechazado lo que Aristóteles señalaba como realidades que hay en la Naturaleza, en el sentido en el que él señalaba lo que esta era. No tenemos en cuenta sus ideas de materia y forma hipostasiadas (tampoco los datos inconexos referidos por Hume, ni los fenómenos kantianos, tampoco encontramos hechos). Los estromas son contenidos del mundo a la vista y son los contenidos de la materia primogenérica. Los estromas accesibles a nuestro conocimiento pueden relacionarse entre sí en lo que denominamos el entorno del estroma, suelen darse contactos entre unos y otros en lo que conocemos como su contorno. O sea los estromas se dan en symploké. Y respecto de su dintorno, diremos que las partes de que están formados también están bien definidas.
La palabra estroma se expresa como una suerte de cobertura, de tejido. Bueno nos ha señalado, los tapices para con ello entender su configuración. Los tapices tienen un anverso, perfectamente definido en sus costuras, y un reverso en el que las puntadas no expresan forma alguna sino un caos que nada tiene que ver con lo representado al otro lado, pero eso sí, un caos que no puede dejar de considerarse pues no podemos separarlo de lo que por el otro lado se concreta. Pero los estromas no son tapices que nos permitan ver el reverso del anverso. En los estromas no cabe mirar por detrás, porque no podemos hacer esa operación, no tenemos acceso al reverso. Lo que esconde el estroma no es morfológico. El mirar el reverso de un tapiz real, que sirve de metáfora para entender que es un estroma, sirve para que nos percatemos de que, en ese reverso, nada puede distinguirse parecido a las formas del anverso. La acción imposible de mirar en el «reverso» de un estroma es del mismo calado que la acción que vemos pintada en la fantasía cosmológica expresada por Flammarion: el personaje del cuadro no puede hacer lo que falazmente pinta el autor, que es ni más ni menos que salir del mapamundi que lo envuelve a él mismo.
Así pues, el materialismo filosófico expresa que el conocimiento científico no puede referirse al conocimiento de la Materia ontológico-general. Lo que conocemos es siempre contenido de la Materia ontológico-especial. De modo que también debemos puntualizar que, lo que entendemos por circularismo, solo puede adecuarse a la relación entre las ideas de Materia ontológico-general y de Materia ontológico-especial de un modo oblicuo, desde la plataforma de los estromas y del conocimiento que tenemos de ellos.
Concluimos por tanto en que no podemos pensar discontinuidades en el seno de esa materia generalista porque solo las encontramos en lo que podemos conocer a través de los sentidos o en lo que conocemos de otros géneros de materialidad: entre los contenidos de las ciencias positivas se dan discontinuidades que conocemos de modo recto. Así pues, si hablamos de discontinuidad en la Materia ontológico-general, esa expresión es oblicua, pues solo podemos hablar de discontinuidades en Mi, y lo mismo con cualesquier atribuciones que podamos dar a M: la pluralidad no puede reconocerse en la Materia ontológico-general pues solo es susceptible de ser percibida en el mundus adspectabilis, y lo mismo sucede con la idea de symploké. El circularismo que es la concepción gnoseológica de la ciencia aceptada por nuestro sistema, no tiene una aplicación ontológica clarificadora de lo que entendemos por Materia ontológico-general, pese a reconocer que el Ego trascendental sea la idea que consigue enlazar o llevarnos de una a otra. El problema es que el discurrir de ese «trayecto» se desdibuja en esa suerte de generalización que está presente en la descripción de M. Es un trayecto que solo puede recorrerse en la consideración de las ideas cardinales del materialismo filosófico, y solo puede ser expresado en el terreno de la lógica.
1.2. Precisamos de la lógica de clases
Lo que se puede decir de la Materia ontológico-general tiene una metodología muy concreta en las páginas del capítulo III del Ensayo I. Bueno decide tener en cuenta un instrumento presente en el tercer género de materialidad para continuar su análisis de la Materia ontológico-general, este instrumento es la lógica. Encontramos en las páginas que siguen dos aparatos lógicos: el de la Lógica de clases y el de la Lógica de relaciones. La lógica es aprovechada por Bueno para tratar cuestiones que se circunscriben a esa Materia de la que solo tenemos un conocimiento generalista, muy distinto del que tenemos de las materialidades cognoscibles, de los estromas que encontramos en el mundus adspectabilis. Mediante la llamada de atención a esta lógica se trata de eliminar (artificiosamente, pues este recurso es precisamente eso, un artificio) la infranqueable distancia entre las materialidades general y especial.
Entiéndase también respecto de lo que estamos expresando no se desprende que haya dos modos de conocer, uno abstracto, que se relacionaría con la lógica, y otro concreto, el que depende del conocimiento de los estromas. Que haya dos modos de conocer lo ha defendido y lo defienden las filosofías idealistas, al separar el conocimiento sensorial del intelectivo. Este modo de ver es reluctante al modo de ver del materialismo filosófico. Nuestro modo de entender lo que es el conocimiento expresa este como un solo un modo de conocer. Lo podemos señalar diciendo que el conjunto del saber y del hacer (deshacer) no amerita diferentes estructuras cognoscitivas. Todo saber deriva de un hacer quirúrgico (deshacer con las manos lo que se presenta ante nosotros, para volver a rehacerlo también con las manos). Reconocemos una suerte de evolución, por tanto, expresada en un primer modo de conocer técnico, del que derivará primero el conocimiento científico, y más adelante el tecnológico. El saber propio de la filosofía siempre será secundario respecto de los tres señalados. Pues bien, el instrumento de la lógica no es externo a este desarrollo. Su articulación, respecto de lo que pretende conocerse con ella, es un episodio reiterado de ese desarrollo. La Lógica de Aristóteles está implicada en la ciencia de la Geometría, esa lógica sufrió algunas modificaciones y desarrollos durante el periodo helenístico y en la Edad Media. Los últimos desarrollos considerables se darían a finales del siglo XIX y principios del XX. La lógica sigue siendo un instrumento eficaz en los saberes científicos y tecnológicos que siguen desarrollándose. Y en la filosofía materialista también, pues su eficacia está probada cuando se trata de segregar la metafísica implicada en otras filosofías con las que se confronta.
Bueno se aprovecha de la lógica tal y como hemos señalado. Lo podemos comprobar al leer el capítulo III del Ensayo I, pero también en algún capítulo posterior. Por este motivo, cuando nosotros nos ponemos a la tarea de estudiar lo que Bueno nos dice de la Materia ontológico-general en los Ensayos materialistas, nos vemos abocados a tener en cuenta lo que tenemos ante nuestros ojos página tras página. En ellas se nos muestra como la Lógica de clases es imprescindible cuando se trata de decir «lo que sea» de la Idea de Materia ontológico-general (aunque también se hace imprescindible cuando hay referencias a los géneros de materialidad, teniendo en cuenta que los functores de la Lógica de clases no se refieren tanto «a las materialidades mismas cuanto a sus Ideas por cuanto, como ideas, estas materialidades se comportan en gran medida como clases» (Ensayos, pág. 64). O sea, que nos servimos de la Lógica de clases porque las Ideas –y no las materialidades mismas– tienen el comportamiento de las clases.
En su libro de 2016, El Ego trascendental, señala este instrumento –la Lógica de clases– como «tosco artificio», pero no podemos sacar de contexto lo señalado por Bueno en ese texto. La lógica de clases resulta ser tosca por el mero hecho de que decir «inclusión» –o en otros casos «intersección» o «unión»– es un modo muy reductor de expresar las conexiones y relaciones que se dan por la symploké que está presente en el mundus adspectabilis. Symploké que debe ser considerada a muy diferentes escalas y que se deja de lado al tener en cuenta cada una de las Ideas de los géneros de materialidad como clases. Por todo esto que acabamos de señalar, cuando penetramos en los Ensayos materialistas, comprobamos que la Lógica de clases es la piedra angular en lo tocante a lo que puede decirse respecto de las relaciones entre las ideas cardinales del materialismo filosófico.
Entre 2007 y 2010 Gustavo Bueno desarrolló su Filosofía de la música (no escrita, solo tenemos acceso a sus planteamientos acudiendo a las grabaciones de sus clases magistrales). El grueso fue expresado en 2007, en el extenso curso desarrollado en el Conservatorio de música de Oviedo, más de treinta horas de explicaciones, divididas en veintitrés sesiones. En 2010, fue en el contexto del VII Curso de verano desarrollado en Santo Domingo de la Calzada. Allí, Bueno dio tres conferencias sobre el asunto tocante a la música, que venían a desarrollar algunos aspectos de lo dicho ya en Oviedo. La Lógica de clases fue una herramienta que le sirvió para desarrollar la relación entre música y lenguaje.
Previamente, en su artículo sobre arquitectura y filosofía también hizo algo similar (podemos leerlo en «Arquitectura y filosofía», en Filosofía y Cuerpo, Ediciones Libertarias, Madrid 2005, págs. 405-481). Y aprovechó las posibilidades clarificadoras de la Lógica de clases también cuando se puso a la tarea de desenredar el embrollo de lo que supone lo que entendemos por «hombre». Un «Tratado», el «del hombre», que se quedó en el proyecto de ser llevado al papel, pero que podemos acceder a su desarrollo atendiendo a las cuatro lecciones que, con el título El Reino del hombre, nos dio en la Fundación que lleva su nombre, entre el 21 de octubre y el 11 de noviembre de 2013.
Bueno señala, respecto de la Lógica de clases, que es un instrumento imprescindible si se quiere huir de las ambigüedades que el lenguaje procura a la hora de relacionar términos referidos a uno y otro conjunto (sean los de filosofía y arquitectura en un caso, o lenguaje y música en el otro){4}. Esto nos permite corroborar lo que podemos apreciar en los Ensayos materialistas, la relevancia de la Lógica de clases para desarrollar las pretensiones de Bueno en el estudio de la Idea de Materia ontológico-general, y poder tomar cierta distancia de su afirmación de El Ego trascendental, pues esta tiene recorrido en el sentido concreto que previamente hemos puntualizado, y es poco riguroso extrapolarla a otros tratamientos. Veamos lo que nos dice en El Ego trascendental, que a estos respectos, este texto, que es de 2016, no difiere de lo que había escrito Bueno en el año 2009, con el título El puesto del Ego trascendental en el materialismo filosófico, publicado en el número 40 de la revista El Basilisco{5}:
Cuando definimos a E en función de Mi (como totalidad de M1, M2, M3), tenemos que aceptar que Mi, aun trascendiendo a E, está dado morfológicamente en relación a él. Es decir, tenemos que aceptar la condición antrópica (o zootrópica) del Universo, sin que esto signifique que Mi es un «contenido de conciencia», con el consiguiente «problema de la trascendencia» (que Hume planteó en toda su crudeza). Pero sólo podremos distanciarnos del idealismo solipsista cuando a su vez afirmamos que el sujeto corpóreo y el Ego con él es sólo una parte, entre otras, del Universo. Representamos estas relaciones, aunque sea por el tosco artificio de la Lógica de clases, escribiendo:
(E ⊂ Mi) ∧ (Mi ⊂ E)
En los Ensayos materialistas citábamos, como ilustración de esta fórmula, un pensamiento de Pascal: «En cuanto cuerpo, el Universo me reabsorbe como a un punto; en cuanto espíritu yo lo reabsorbo a él» (El Ego trascendental, pág. 77.)
El «tosco artificio» de la Lógica de clases precisa de muchas concesiones para mostrar efectividad: con este recurso se toman las ideas cardinales del materialismo filosófico como conjuntos de términos, y solo pueden ser consideradas así mediante tales concesiones. Sin embargo, nos permite fuera de toda ambigüedad expresar que Mi está incluido en E, y que E está incluido en Mi. Y que, a renglón seguido, Bueno pueda afirmar la igualdad entre ambas Ideas (E=Mi){6}. Pero no solo eso, sin recurrir a la Lógica de clases no podríamos atender a la conexión que hace respecto de las ideas de un espiritualista como Pascal, para poder entenderlas, y ponerlas en su sitio, desde las de nuestro sistema. La atención a la lógica nos permite sacar a la luz el materialismo inmerso en ese modo espiritualista de expresar las relaciones entre el Mundo y la conciencia. No en vano Gustavo Bueno ha señalado que el idealismo no es filosofía, que toda visión del mundo no puede ser más que materialista.
Reconocemos por tanto la tosquedad –paralelamente a reconocer el beneficio de la claridad expositiva de la cuestión por mor de la propia particularidad de la lógica– al percatarnos de que con tal recurso, tenemos que dejar de expresar explícitamente lo dicho previamente: que aunque Mi trascienda al Ego trascendental, aquella está dada morfológicamente en relación a él; que Mi no es nunca un «contenido de conciencia»; o que no puede haber referencia a la Idea de la trascendencia. De ahí también la tosquedad, pero eso sí, reiteramos que sin dejar de considerar las ventajas que proporciona su uso a la hora de establecer las conexiones –coordinaciones– entre las Ideas cardinales del materialismo filosófico, y de otras Ideas que desde nuestro sistema debemos tener también muy en cuenta, cuando estas sean objeto de análisis y de confrontación.
En La metafísica presocrática, Bueno trae luz a lo que estamos diciendo cuando relaciona las ideas cardinales de los sistemas que se han dado a lo largo de la Historia de la filosofía, recurriendo a la consideración de las ideas del materialismo filosófico como clases y a la inclusión de unas en otras:
Las relaciones constitutivas de las ordenaciones básicas se atribuirán al ámbito mismo de cada sistema. Si, para orientarnos, consideramos las diferencias –naturalmente abstractas– que puedan establecerse entre el período esclavista y el período medieval por medio de las diferentes ordenaciones entre E, Mi y M, parece claro que estas relaciones diversas son de la siguiente índole: en el ámbito antiguo, E está subordinado al mundo (Mi) y a la materia (M): la conciencia o autoconciencia no figura nunca como subordinante del mundo o de la materia impersonal. Incluso las conciencias divinas, en los mitos clásicos, aparecen subordinadas a una «fase» impersonal. Fanes, creador del mundo, a su vez, brota de un Huevo y los dioses demiurgos están sometidos al destino. En cambio, sería característico del ámbito medieval (judío, musulmán y, sobre todo, cristiano) la identificación del principio absoluto con un Dios personal creador del mundo de las formas. Transcribiendo estas relaciones a nuestro sistema de coordenadas, diríamos ahora que E (puesto que sólo a través de E podemos, en el materialismo filosófico, reconocer estatuto filosófico a ese Dios personal) es una entidad a la que aparece subordinado Mi e incluso M. Y si «Dios» se identifica con E, desaparece fenomenológicamente como tal, aún cuando deba ser reconocido en nuestro sistema, a la manera como los dos focos de la elipse son reconocidos en el centro de la circunferencia, considerada como una elipse límite. Constatamos de paso que estas relaciones entre M y E (o entre Mi y E) están determinadas por vía religiosa –que a su vez está sostenida por determinaciones político-sociales, histórico-culturales, económicas. Pero lo cierto es que este cambio de la posición relativa de E respecto de Mi y de M es significativo en máximo grado para toda filosofía de la época. Con objeto de regularizar el simbolismo –y a sabiendas de que con ello damos una rigidez a las ordenaciones que convendrá en cada caso suavizar– nos parece útil acudir al relator de clases «⊂» en tanto que transcribe, más o menos, las relaciones de subordinación o de inserción, por ejemplo, del mundo en Dios (Mi ⊂ E) –«todas las cosas están en Dios; en él vivimos, nos movemos y somos»–. Y en tanto que esta relación es antisimétrica, y no excluye su recíproca (E ⊂ M). La transitividad de esta relación es también propiedad muy valiosa, porque permite recoger en las fórmulas muchas conexiones históricas entre las diferentes ordenaciones básicas […] Las ordenaciones básicas serían, según, lo dicho, las tres siguientes, enumeradas precisamente según la sucesión de los períodos históricos a los cuales suponemos se coordinan:
I – E ⊂ Mi ⊂ M
II – Mi ⊂ M ⊂ E
III – Mi ⊂ E ⊂ M
(Gustavo Bueno, La metafísica presocrática, págs. 28-29.)
2. La Lógica de clases como recurso que permite referirse a la Materia ontológico-general
En el texto de referencia para este artículo leemos que El Ego trascendental no es una suerte de sujeto antropológico ni etológico que reciba estímulos del exterior, tampoco es un «sujeto» sustancializado exterior al Mundo: «El “Ego trascendental” es la misma práctica o ejercicio (de índole histórico-social) en la cual el Mundo se constituye como objeto» (Ensayos, pág. 65). Esto que acabamos de leer en el texto de Bueno lo representa, a su vez, de esta manera:
E = (M1 ⋃ M2 ⋃ M3) [P. I]
Para Bueno este es un postulado, el primero que considera en los Ensayos. La unión de los tres géneros de materialidad define el Mundo (define la Materia ontológico-especial). La fórmula puede resumirse así: (E = Mi). En los Ensayos también se lee la fórmula (E = M), pero la «M» de la fórmula no es la Materia ontológico-general sino la especial. Algo que Bueno aclara en el escrito, y que no puede dar lugar a ningún género de dudas, respecto de a qué se refiere con esa M (cuando atendamos al contexto 𝔐 de la Materia ontológico-general, veremos que es por mor de la Lógica de clases que se conectan las dos ideas señaladas M y E, ya que Mi no se representa en el contexto, aunque está siempre presente de forma ejercitada):
Podemos concluir que (M1 ⋃ M2 ⋃ M3) define a «M» como Mundo (o Materia ontológico-especial), por lo cual la expresión [P. I] se transformaría en esta otra:
(E = M) [P. I"]
fórmula en la que se establece la identidad entre el Ego trascendental y el Mundo, tal como aparece en el concepto de apercepción trascendental de la Crítica de la razón pura.
En resolución, el Postulado primero es, en su núcleo, un postulado crítico, por cuanto establece siempre que la Idea de Materia ontológico-general (M) sólo puede comprenderse regresivamente a partir de sus contenidos (M1, M2, M3), pero en tanto que este regressus pasa precisamente por la mediación de un Ego (E), definido precisamente como el proceso o ejercicio mismo de la regresión (ejercicio que comporta la práctica social misma de la abstracción de las «cosas del mundo», las guerras y la muerte) de este conjunto de Géneros de Materialidad hacia la Idea de Materia ontológico-general.
La Materia, en cuanto dada en algún Género cósmico, es decir, en cuanto «Mi», como variable cuyo campo de valores no es otro sino {M1, M2, M3} resulta así contextualizada por la propia Idea de Materia regresivamente obtenida; o, si se prefiere, esta idea está contextualizada por la Materia cósmica (Mi), en cuanto procede regresivamente de ella. (Ensayos, pág. 67.)
Respecto de esta larga cita debemos hacer dos puntualizaciones, apoyándonos en lo que Bueno nos dice, que nos parecen pertinentes. Ambas referidas a las dos fórmulas que atienden a los géneros de materialidad respecto de M:
1. La fórmula (M1 ⋃ M2 ⋃ M3) define el Mundo como una clase de clases. Como una reunión de clases. Algo que es compatible con la reducción de unas clases a otras. Tales reducciones derivan en que esa fórmula (M1 ⋃ M2 ⋃ M3) define a M como Mundo, en sentido de la Materia ontológico-especial. Y, solo por ello, la igualdad E = (M1 ⋃ M2 ⋃ M3), puede expresarse como (E = 0 M). Lo que precisamos puntualizar es lo siguiente, que no podemos dejar de percatarnos de que estamos en el terreno de las fórmulas teoréticas, en el terreno de las expresiones formales, en el terreno de la lógica de clases. Las reducciones que Bueno señala solo son susceptibles de darse en el contexto de la lógica. Solo así puede entenderse tal igualdad.
2. La expresión {M1, M2, M3} no es de la Lógica de clases. Esta expresión lo que permite es expresar el Mundo como una variable. Además, debe darse un paso previo de abstracción de lo que hay en el mundo. Sin esa abstracción, sin el recurso a la lógica, E no podría conectar Mi con M. (E = M) es una expresión abstracta, teorética, formal. Por eso Bueno puede poner a renglón seguido el ejemplo de Kant. Solo por ser una expresión de la lógica podemos comparar (meter en el mismo saco) los Egos trascendentales de Bueno y Kant (teniendo en cuenta las grandes diferencias que uno y otro tienen en los dos sistemas), y la idea de Mundo en Kant y la de Materia ontológico-general en Bueno, para equipararlas tal y como se «equiparan» en la cita de los Ensayos materialistas que hemos traído a colación.
Resaltamos «equiparan» debido a que tal equiparación no es algo que pueda llevarse a cabo, pues lo único que puede admitirse es lo que ya hemos puntualizado: con el recurso a la lógica lo que conseguimos es expresar las ideas metafísicas de otros sistemas, al sacar a la luz lo que de materialistas pueden tener (solo cabe una lectura materialista de lo que sea el mundo, pues en el mundo solo hay materia). Algo que solo puede suceder al pasar sobre ellos el tamiz del materialismo filosófico, en este caso recurriendo al artificio de la lógica.
Siguiendo con otros asuntos relacionados con lo dicho, Bueno pasa a afirmar que la Materia ontológico-especial está incluida en la Materia ontológico-general. La fórmula que lo expresa es su segundo postulado:
(Mi ⊂ M) [P. II]
El ejercicio que nos proponemos no puede reexponer toda la argumentación expresada en este capítulo III, por lo que no atenderemos a algunas apreciaciones imprescindibles en el contexto de la obra pero que no son pertinentes tener en cuenta para lo que nosotros aquí nos proponemos, que es, entre otras cuestiones importantes, apuntar la relevancia de la Lógica de clases en los Ensayos. Una relevancia tal que permite hacer referencia, de un modo preciso, a la Materia ontológico-general. Fuera del marco de la Lógica de clases las conexiones que esta tiene con el Mundo se presentan en los movimientos dialécticos que hemos señalado. El vínculo entre Materia ontológico-general y Materia ontológico-especial –sin salimos del marco de la lógica–, solo puede expresarse mediante el recurso a la anástasis señalada.
Cuando introdujimos la vía negativa nos referimos a la Materia ontológico-general con calificativos que solo podemos perfilar en el contexto de la Materia ontológico-especial. De modo que cuando decimos, de la Materia ontológico-general, que es una pluralidad in-finita, in-conmensurable y dis-continua, estas calificaciones, repetimos, son lisológicas, pues solo de ese modo podemos expresarlo: decir pluralidad infinita no permite conocer contornos, entornos o dintornos que pudieran dar lugar a morfologías, como sucede con los estromas del mundus adspectabilis; decir inconmensurable tampoco permite expresar nada de lo que pueda ser, pues nada podemos poner frente a ella para compararla; y respecto de la calificación de discontinua, tal afirmación no clarifica su ser porque en M no podemos reconocer la symploké presente en Mi. Una característica, esta, que anula la posibilidad de explicitar lo que tenga de discontinuo en su seno. Que sean modos lisológicos los caracteres de lo que define a la Materia ontológico-general no permite que podamos conocer nada de ella, como conocemos de los estromas que encontramos en el Mundo, y que son los que permiten el desarrollo técnico, científico y tecnológico, y más allá de estos, la filosofía. Solo en el marco de esta última es en el que podemos expresar la idea de Materia ontológico-general.
Por otra parte, es pertinente también señalar que, tras reconocer determinaciones en lo que conocemos del Mundo (afirmativamente), surgirán las consiguientes co-determinaciones. Pero esto solo pasa en el lugar señalado, que es en el que se pudieron derivar las unidades de medida –que son M3– a partir de las técnicas desarrolladas previamente, y por ser aplicadas a morfologías concretas, que son imposibles en M. Esas determinaciones y co-determinaciones no pueden darse en M, están negadas. Como hemos apuntado previamente, en M no caben las unidades de medida. Pero, eso no es todo, cuando nos referimos a la Materia ontológico-especial, Mi, o al Ego trascendental, E, sucede lo mismo. Solo podemos hablar de morfologías y caracteres de las mismas al hablar del mundus adspectabilis:
En el sistema del materialismo filosófico, tanto las ideas de materia ontológico general (M) como las ideas ontológico especiales de los géneros de materialidad (M1, M2, M3) y la misma idea de Ego trascendental (E) se mantienen a escala lisológica. Los géneros de materialidad y E proceden, cabe decir, de un lisado de las morfologías del mundus adspectabilis; la materia ontológico general M procede de un lisado de los lisados ontológico-especiales previos.
En cambio son morfológicas las ideas de las categorías, entendidas como totalidades atributivas (tales como «campo gravitatorio» o «campo electromagnético», de la Física; «sistema de los elementos», de la Química; «biosfera», de la Biología; asimismo son morfológicas las categorías tecnológicas y artísticas tales como «arquitectura», «música»..., sin perjuicio de que estas categorías morfológicas, en relación con las lisológicas de rango trascendental, admitan también un tratamiento lisológico de rango categorial). También son morfológicas las plataformas categoriales constitutivas de la Scala Naturae. (No se considerará impertinente subrayar en este lugar hasta qué punto el materialismo filosófico mantiene, en su ontología, una perspectiva diametralmente opuesta a la del sistema hegeliano: la Materia ontológico general, en efecto –que, desde el punto de vista «sintáctico», podría coordinarse con el Ser de la Lógica hegeliana–, no tiene como referencia el Mundus adspectabilis –la Naturaleza y el Espíritu de Hegel–, aunque sólo pueda llegarse a ella a partir de este mismo mundo, y aunque pueda volverse al Mundo a título de «límite revertido».)
Acaso el criterio más preciso que pueda ofrecerse para determinar, en el materialismo filosófico, cuándo prevalece la perspectiva lisológica y cuándo la morfológica, sea el criterio hilemórfico: cuando se tratan cuestiones que implican internamente el hilemorfismo (la posibilidad de distinguir, en cada caso, entre materia y forma) la perspectiva es inequívocamente morfológica; cuando esto no ocurre, la perspectiva es lisológica{7}.
Pues bien, dicho esto, y antes de pasar a estudiar los contextos de la Materia ontológico-general, es preciso llevar a cabo una importante aclaración. Podemos ver que en lo dicho hasta ahora hay una cierta borrosidad, algo que habitualmente hemos reconocido también en los distintos comentarios que de modo verbal o escrito tratan de este importante libro, del que solo estamos estudiando –desde luego que sin separarlo del contexto total de la obra– el capítulo III del Ensayo I. Creemos que es de suma importancia que el lector del texto de Bueno, así como el que lea todo lo que de él se haya escrito, o que escuche todo lo que en la red pueda escucharse, tome ciertas precauciones: cuando se traten cuestiones que tienen que ver con la lógica –el tratamiento de las ideas del materialismo filosófico y sus conexiones y relaciones– es pertinente disociarlas de las que tratan de las ideas desde un plano ontológico. Y también es preciso disociar unas y otras afirmaciones de las que se refieren a lo que hay en el mundus adspectabilis. Los tres modos de tratar la ontología materialista, desde la gnoseología, son inseparables, pero si no se disocian, la claridad se pierde. Por eso solicitamos del lector de los Ensayos, así como del que atienda a este texto y a otros que traten de cuestiones similares, que haga ese esfuerzo de crítica. También hacemos con esto una llamada a los que trabajen sobre el texto de Bueno. En pro de la claridad que aquellos precisan para la comprensión de esta importante parcela del sistema.
2.1. Los contextos 𝔐 y 𝔑 de la Materia ontológico-general
Como hemos señalado, cuando Bueno nos dice qué es la Materia ontológico-general, y la relación que tiene con las otras ideas capitales de la ontología materialista, lo hace mediante el recurso a la Lógica de clases, introduciendo dos contextos asimilables a dos vías: la progresiva y la regresiva. Con ello se solventan artificiosa pero eficazmente las limitaciones dialécticas implicadas en la perspectiva ontológica. Puntualizamos que estamos ahora atendiendo a las ideas de M, Mi y E, y que aquí no estamos hablando en absoluto de morfologías. Nos movemos en el terreno de lo lisológico, tanto cuando nos referimos a las propias ideas como cuando decimos de ella lo que sea que las pueda caracterizar. Por otra parte, atender a la Lógica de clases no cambia para nada el marco lisológico de referencia.
Clarificada la situación teórica y doctrinal en la que estamos situados, podemos decir que el contexto progresivo de la Materia ontológico-general conecta a esta, por intermediación de E, con Mi. M se refiere a Mi con la necesidad que le confiere está lógica. Bueno nos dice que «la versión metafísica de esta necesidad sería la tendencia secular a construir cosmogonías, en las cuales, a partir de un “ápeiron” primordial –M–, se intenta obtener un mundo efectivo Mi»{8} (Ensayos, pág. 68). La conexión con Mi también se da en el otro contexto de la Materia ontológico-general, el regresivo. En este, el Ego trascendental tiene una participación necesaria: «puesto que “E” es la propia constitución de la Idea general de Materia, a partir de Mi» (Ensayos, pág. 68).Como vemos, el recurso a la Lógica de clases, no solo es eso, un mero recurso, sino que es algo imprescindible. El primero de los contextos, el progresivo. Bueno lo nombra mediante la letra 𝔐 (M gótica):
𝔐 = [M, E]{9}
Y el segundo, con la letra 𝔑 (N gótica):
𝔑 = [M, Mi]{10}
Además de estos dos contextos, Bueno añade un tercero, el contexto 𝔐’. Los dos previos son los esenciales de la Idea de Materia ontológico-general, este tercero no lo es, es solo una transformación de 𝔐, una trasformación de la lógica que lo define, y que solo cambia su sentido, pero no las referencias ontológicas que soporta. Los términos de 𝔐 son tomados como clases, de modo que la vinculación entre ellos se da mediante los functores de esta lógica. Los de 𝔐’ sin embargo se conectan entre ellos mediante los functores de la lógica de relaciones.
Acaso esta diferencia en la forma lógica explique por qué el contexto 𝔐’ adquiere un aspecto más próximo a los procedimientos categoriales (científicos, no filosóficos) al eliminar explícitamente (aunque no implícitamente) E, mientras que 𝔐 conserva el sabor de los planteamientos transcendentales clásicos (Ensayos, pág. 69.)
Esta cita de Bueno nos da la pista de lo que estamos defendiendo: de la Materia ontológico-general podemos decir más cosas de las señaladas hasta ahora (lo que la define de modo lisológico, igual que al resto de ideas cardinales del materialismo filosófico), gracias al potencial y a la abstracción que nos ofrece la lógica. En este caso a la Lógica de clases. Los elementos que tenemos en cuenta, de cara a decir lo que sea de M, son los del mundus adspectabilis{11}. De allí los tomaremos, como no puede ser de otra manera, como términos. Además de esto, vamos a poder recurrir a las figuras del Espacio gnoseológico. Lo podemos hacer porque estamos situados, no en la idea de M, sino en los contextos prefijados por Bueno. La referencia de cualquier figura del Espacio gnoseológico está vetada en la Materia ontológico-general tomada esencialmente, pues es una idea, además de que todo lo que digamos de ella será a modo de lisologismos. Sin embargo, el recurso a sus contextos, que son inequívocamente lógicos, nos abre el camino vetado, y la posibilidad de comprenderla de ese modo oblicuo, que no recto.
Como hemos señalado, para referirnos a M mediante sus contextos 𝔐 y 𝔑, el recurso es el de la Lógica de clases. Pero como vamos a comprobar, atender a la Lógica de clases es debido a que si se tomaran las ideas como proposiciones, no sería potente para decir algo de las relaciones que se dan entre materialidades ontológicas, siempre por mor del papel del Ego trascendental. Esté está expresado explícitamente (Lógica de clases) o implícitamente (la llamada de atención a la lógica de relaciones del contexto 𝔐’). Pero la Lógica formal no queda descartada en este capítulo, como vamos a comprobar.
Lo que afirmamos de la Materia ontológico-general se deriva de la consideración que se hace de la Lógica de clases que, aunque imprescindible para expresar aquella, desaparecerá en el discurso, al modo de lo que podemos expresar como el salto de lo considerado en el eje sintáctico (los términos, las operaciones y las relaciones) a lo que tenemos en cuenta en el eje semántico (los referenciales, los fenómenos y las esencias). Respecto de lo expresado por Bueno en cada uno de los tres contextos de la Idea de Materia ontológico-general, comprobamos que el punto de partida de su tratamiento es el sintáctico, dando paso en cada uno de ellos al tratamiento de lo que se considerará en el eje semántico y el pragmático.
Hasta que Bueno no desarrolla la Teoría del cierre categorial no queda expresado de un modo perfectamente estructurado lo que acabamos de exponer. Pero es pertinente señalar que la definición del Espacio gnoseológico tiene referentes previos, los que el mismo Bueno relacionó en el Estatuto Gnoseológico de las Ciencias Humanas (1976){12}. Quizá la sustitución más sonora es la que derivó en que el tratamiento de los mismos como «ejes lingüísticos» pasó a ser la de «ejes gnoseológicos». Ese modo de tratar la cuestión gnoseológica en los Ensayos es la que deriva en que se hable en diversos momentos de «gramática»{13}.
La descripción de los ejes la encontramos en la sección III (Gnoseología analítica), capítulo II (Conceptos fundamentales de la Gnoseología analítica), apartado 3, que lleva por título Introducción de los tres ejes lingüísticos y de sus divisiones en Gnoseología. Los tres ejes lingüísticos (contexto sintáctico, relación semántica y dimensión pragmática) podemos asimilarlos a los tres ejes del Espacio gnoseológico (sintáctico, semántico y pragmático). En este mismo capítulo del Estatuto, y en el siguiente (Teoría de las figuras gnoseológicas), desglosa las figuras de cada uno de lo que luego llamó ejes del Espacio gnoseológico, de modo que reconocemos en las que menciona las que quedarán fijadas después:
Las figuras gnoseológicas lineales son, como hemos dicho, figuras genéricas. Distinguimos nueve figuras (o tipos de partes formales de las ciencias) –las partes formales efectivas se realizan en alguno de estos tipos– de primer orden, a las que asignaremos las siguientes denominaciones: configuraciones [quedaría posteriormente fijado como «términos»], proposiciones [lo mismo, como «relaciones»], operaciones, referenciales, conceptos fenoménicos (o fenómenos), conceptos esenciales (o esencias), autologismos, dialogismos y normas gnoseológicas [estas últimas, luego expresadas solo como «normas»] (Estatuto Gnoseológico de las Ciencias Humanas, págs. 443-444; lo señalado entre corchetes es nuestro.)
Alguien podría decir que lo que estamos tratando son cuestiones ontológicas y que, con esta propuesta que aquí hacemos, el punto de vista es gnoseológico. Nosotros estaríamos de acuerdo en la apreciación del crítico, pero la solventaríamos al poner ante él la imposibilidad de separar ontología de gnoseología.
La estructura general de los lenguajes científicos reflejará de algún modo la estructura global de las ciencias, o, por lo menos, podremos esperar configurar a partir de aquella estructura un sistema de coordenadas –aunque solo un sistema de coordenadas– capaz de acoger el contenido principal de las formaciones gnoseológicas. La situación podría compararse a las que componen las rayas del espectroscopio por respecto a la estructura de átomos responsables de aquellas rayas. La banda espectroscópica corresponde al lenguaje. A partir del análisis de las rayas de esta banda (–distancias entré rayas de la banda– diríamos, sintaxis de las mismas –coloración– diríamos semántica) han podido los físicos y los químicos llegar a establecer la estructura de los átomos cuya heterogeneidad no excluye su nivelación (no reductiva) en una banda común. Ciertamente, a partir del reflejo espectroscópico no podríamos esperar agotar la complejidad de las totalidades atómicas –pero tampoco el análisis de las bandas espectroscópicas reduce aquellas totalidades a su plano–. Del análisis del componente lingüístico de las ciencias tampoco podemos esperar agotar la integridad de la estructura de las mismas –pero siempre que acertemos en el tratamiento de las partes lingüísticas, en tanto que asociadas a contenidos de escala gnoseológica, sí podemos esperar obtener una retícula común, unas coordenadas capaces de instituir un análisis, relativo a estas coordenadas, de los Organismos científicos–. Esté análisis, pese a que se realiza desde un sistema de coordenadas cuyos ejes son de índole lingüística, no tiene nada que ver, en principio, con él reduccionismo lingüístico de la Teoría de la Ciencia o de la reducción de las ciencias a «lenguajes bien hechos». Y no deja de ser paradójico que muchos de quienes practican la reducción lingüística en el análisis gnoseológico, no hayan hecho uso sistemático de la estructura de los lenguajes en general (Estatuto, págs. 357-358.)
La transformación que Bueno lleva a cabo, desde la propuesta hecha en el Estatuto a la que desarrolla en su Teoría del cierre categorial, no la vemos como esencial, pues solo tenemos que ver que se cambian algunos términos, pero que las referencias son las mismas. Una trasformación que incide en una elección de una parte de la lingüística ajustada a una mayor abstracción. Bueno recurre a las estructuras de los lenguajes para los análisis gnoseológicos. Como ya hemos apuntado, el caso que nos compete, que es el que ejercita Bueno en los Ensayos, es el lenguaje de la Lógica de clases. Y lo lleva a cabo en los dos contextos esenciales de la Idea de Materia ontológico-general, el 𝔐 y el 𝔑.
3. El contexto 𝔑
Por otra parte, los ejemplos de Bueno son aquí de índole categorial, al pasar del eje sintáctico al semántico, nosotros, mutatis mutandis, llevamos ese salto en los ejes del plano categorial (el de la lógica) al ontológico especial, de modo que la sintaxis que propicia la Lógica de clases nos permite decir lo que sea del Mundo, pero tamizándolo mediante las ideas cardinales del materialismo filosófico, tal y como se comprueba en el desarrollo que hace Bueno del contexto 𝔑.
3.1. Contexto sintáctico
La fórmula 𝔑 = [M, Mi] nos dice que el contexto 𝔑 presenta la idea de Materia ontológico-general (M) en función de la Materia ontológico-especial, de sus tres géneros: Mi, M2, M3. Y como ya hemos señalado previamente los tres géneros están incluidos en M, «en cuanto idea término de un regressus» (Ensayos, pág. 70). Regressus que se expresa mediante la llamada a la figura dialéctica de la anástasis. El postulado II [P. II] lo expresaba de este modo: La Materia ontológico-especial está incluida en la Materia ontológico-general (Mi ⊂ M.)
Haciendo un recorrido resumido de lo que Bueno nos dice aquí no podemos dejar de señalar estos hitos fundamentales en la derivación lógica que desarrolla a partir de lo dicho hasta ahora. Como podremos comprobar la lógica de enunciados también es un recurso imprescindible:
– El postulado II (Mi ⊂ M) no implica formalmente su recíproco M ⊂ Mi
– Se dan dos posibilidades: M ⊂ Mi (al regressus intencional –Mi ⊂ M– no le corresponde regresión ontológica efectiva que permitiera señalar que la Idea de Materia desbordara el ámbito mundano Mi: la Idea permanece quoad rem incluida en Mi) y M ⊄ Mi (en ese regressus anterior le corresponde quoad rem una idea de Materia irreductible al ámbito mundano: M ⊄ Mi.)
– Por el postulado II las formulas [(M ⊂ Mi), (M ⊄ Mi)] se combinan en dos proposiciones compuestas que entre sí mantienen una relación de oposición contradictoria (simbolizada por la denominada disyunción excluyente –w–, que afirma que la verdad de su relación deriva de que una de las dos es verdadera, pero no ambas a la vez). Las proposiciones son estas: (1) (Mi ⊂ M) ∧ (M ⊂ Mi); (2) (Mi ⊂ M) ∧ (M ⊄ Mi). La proposición (2) es la negación de la proposición (1).
– Por la antisimetría de la relación de inclusión (⊂) se equiparan las proposiciones (1) y (2) a estas otras: (1)’ [M = Mi] y (2)’ [M ≠ Mi].
– De manera que el contexto 𝔑 permite que expresemos mediante la disyunción excluyente la siguiente fórmula que combina las proposiciones anteriores: 𝔑 = [(Mi ⊂ M) ∧ (M ⊂ Mi)] w [(Mi ⊂ M) ∧ (M ⊄ Mi)].
La lectura de estas fórmulas le permiten a Bueno representar dos concepciones ontológicas que se dan en disyunción (aquí se verifica el paso del plano sintáctico al semántico): la mundanista, que afirma que «los géneros mundanos están incluidos en la Idea de Materia (Mi ⊂ M)» (Ensayos, pág. 72); y también que «la Idea de Materia no rebasa el ámbito mundano… (M ⊂ Mi)» (Ensayos, pág. 72). Y la segunda fórmula, separada de la anterior por la conectiva de la negación excluyente, tiene una correspondencia muy diferente:
La segunda fórmula corresponde a todo tipo de concepciones que partiendo, desde luego, de la inmersión de los materiales mundanos en la Materia ontológico-general (Mi ⊂ M), defienden la regresión real de la Idea de materia y, por tanto, la tesis de que la Materia ontológico-general no puede considerarse como reducida a las materialidades cósmicas (M ⊄ Mi). Llamaremos materialismo, en el sentido ontológico general, a este tipo de concepción (o, si se prefiere: esta es la definición que, en el contexto 𝔑, construimos como correspondiente al concepto de materialismo ontológico general). (Ensayos, pág. 72.)
3.2. Relación semántica
Estos dos apartados (el previo y el que ahora comienza), referidos al contexto 𝔑, mantienen la terminología de Gustavo Bueno del Estatuto, y no la que se propondrá más adelante, al referirse de modo definitivo a los ejes del Espacio gnoseológico. Siguiendo ahora con lo afirmado al final del anterior, podemos comprobar que el paso a las relaciones semánticas ya se ha dado. Se ha definido, en este contexto regresivo de la Materia ontológico-general, lo que significa el materialismo, podemos decir su esencia (de modo que podamos sin ningún género de duda afirmar el paso de lo sintáctico a lo semántico), y por ende, lo que no es materialismo.
Así pues, en el subepígrafe anterior ya hemos pasado de la estructuración lógica referida al contexto 𝔑 a la consideración de doctrinas diferentes, pero la traducción de lo sintáctico a lo semántico tiene mayor desarrollo en este contexto. Los términos que baraja Bueno en este apartado, y de los que nos da definiciones en algunos casos directamente y en otros de modo tangencial, son los que vamos a relacionar a continuación, aunque sin recuperar los desarrollos implicados en sus tratamientos, pues tal ejercicio sobrepasaría los intereses de este escrito. Bueno señala algunas definiciones «metalingüísticas», como las de materialismo ontológico general y la concepción opuesta del «monismo». La primera la expresa de un modo simple –según sus palabras– como «todo tipo de práctica lingüística que estipula que el símbolo M no es un símbolo variable» (Ensayos, pág. 72). Y cuando define monismo lo hace del siguiente modo: «Monismo designa a todo tipo de práctica lingüística que estipula la consideración de M como un símbolo variable cuyo campo de variabilidad esté constituido por {M1, M2, M3}» (Ensayos, pág. 72). Más adelante hará lo mismo con términos como mundanismo, el cual se conectará con otros términos como los de pluralismo o atomismo, y otros derivados de este último como es el de acosmismo. Y más adelante se referirá a lo que implica el inmaterialismo y la metafísica… Entre todos estos términos se darán dependencias que Bueno tiene en consideración, pero también disociaciones muy claras, pues el materialismo filosófico se caracteriza por la pluralidad, confrontándose al mundanismo y al monismo
Desde las coordenadas del materialismo filosófico se expresarán los distintos monismos (metafísica), presentados como tres casos límite dependientes de la reducción de Mi a cada uno de los tres géneros de materialidad. La reducción de Mi a M1 definirá el naturalismo filosófico. La reducción de Mi a M2 hará lo mismo con el espiritualismo filosófico, incidiendo sobre todo en la variedad del idealismo. Bueno hace un recorrido por los diferentes idealismos expresados en la Historia de la filosofía, desde la Filosofía antigua a la del Idealismo alemán. Por último la reducción de Mi a M3 correspondería al esencialismo, que algunos determinan como idealismo pero esto oscurece la clasificación, pues la adecua a la anterior reducción. Por eso Bueno prefiere expresar el resultado de esta reducción cómo idealismo terciario.
3.3. Dimensión pragmática
Siguiendo con la tripartición expresada en el Estatuto, debemos señalar aquí que en los contextos en que nos estamos moviendo, las figuras del eje pragmático solo podrían referirse a un Ego trascendental que está siempre ejercitado. Como hemos visto, esta Idea, es la que permite conectar la Materia ontológico-especial con la Materia ontológico-general (tal y como estamos comprobando en este tercer capítulo del Ensayo I, por el recurso a la lógica; el monismo que desechamos no precisa de ello).
Bueno, en El Ego trascendental señala que los diferentes «Egos» expresados en la tradición filosófica –al final de su libro señala el Nous de Anaxágoras, el Demiurgo de Platón y el Primer Motor de Aristóteles– no son el Ego trascendental:
Al igual que sucedía con el Nous de Anaxágoras, el Demiurgo platónico, al perder su corporeidad, debía perder también su condición de sujeto capaz de intervenir de un modo inteligible en la ordenación del Mundo. Su ejercicio como Ego trascendental quedaría anulado por la representación mítica a través de la cual tal ejercicio podría ser conceptualizado. (…) Ni el Primer Motor es un Demiurgo egoiforme (no conoce al Mundo) ni el Acto Puro, en cuanto «pensamiento del pensamiento» (νόησις νοἡσεως νόησις), es un Ego trascendental, puesto que no puede tener al Mundo como objeto de su pensamiento{14}. Pero un pensamiento egoiforme que sólo puede pensar en sí mismo, deja de ser un ego trascendental (según la definición que utilizamos). Es, como ya hemos subrayado, un «ego autista», sublime soledad, solitario, un ego límite que lleva también al límite la contradicción de la propia idea de un Ego convertido en un autologismo puro. (El Ego trascendental, págs. 346-347.)
Con Bueno, afirmamos que el Ego trascendental que permite la conexión entre los dos géneros de materialidad no puede ser un Ego autista, pues en su «acción» no expresa solo autologismos. El recurso a la Lógica de clases es precisamente uno de los contenidos imprescindibles en este eje (en esta «dimensión pragmática»): las reglas y preceptos de la Lógica proposicional constituyen el contenido fundamental de las normas pragmáticas. Lógica que hemos comprobado cómo se aplica en este contexto 𝔑, concretamente cuando se ha recurrido a la negación excluyente que es un functor de esta lógica. Y es que sin el recurso a las proposiciones, construidas gracias a poder recurrir a sus conectores (además de a los relatores de la Lógica de clases), no podría darse un paso. Por otra parte el propio ejercicio lógico desarrollado implica diferentes autologismos (cada vez que se aplica una ley de Morgan se ejercita un autologismo) y dialogismos implícitos: la expresión de las leyes de la lógica precisó de dialogismos, que se dieron a lo largo de la Historia desde Aristóteles hasta Bertrand Russell y Alfred Whitehead, dialogismos que están involucrados en las operaciones llevadas a cabo.
4. El contexto 𝔐
Pese a que en los Ensayos no se menciona el recurso a los ejes del Espacio gnoseológico, sí encontramos los ejes de este Espacio ejercitados cuando se desarrollan los contextos de la Materia ontológico-general. Tal y como hemos comprobado, al hacer la lectura del primero de los contextos, el 𝔑, hemos reconocido cómo los ejes de ese Espacio vertebraban su expresión. En el contexto 𝔐 vamos a rastrear también los contenidos referidos al «contexto sintáctico», a «la relación semántica» y a la «dimensión pragmática». Por otra parte, estamos incidiendo en el relevante papel de la Lógica de clases en la expresión de lo que entendemos por Materia ontológico-general. Sin no atendemos a esta lógica nada podemos expresar de este género de materialidad{15}.
Bueno titula el apartado en el que trata esta cuestión como «La función general Materialismo/Inmaterialismo en el contexto 𝔐». El anterior contexto regresivo 𝔑 nos permitió definir tanto el materialismo como lo que no lo era.
4.1. Contexto sintáctico
Los términos que se barajan en 𝔐 son los de la Lógica de clases, como sucedía también en 𝔑. Las operaciones que aquí se llevan a cabo son algo más complejas. Como sucedía también allí, las fórmulas que surgirán de las diversas operaciones se relacionarán con las diferentes posiciones ontológicas (dándose el salto del plano sintáctico al semántico), las cuales se enumeran al hacerlas depender de sus correlatos expresados mediante fórmulas de la Lógica de clases, las cuales pasarán a estar inmersas en el juego de proposiciones de la Lógica formal.
Las fórmulas proposicionales que se van construyendo precisan de los functores que previamente había manejado en el contexto 𝔑, aunque se añaden otros diferentes, como es la función de Sheffer (simbolizada de este modo «↑», que va a ser imprescindible para introducir el aparato operacional, pues solo mediante su utilización se expresará la incompatibilidad entre fórmulas (la función de Sheffer dice que dos proposiciones, sean simples o compuestas, no pueden ser verdaderas a la vez, y que los valores de la función son verdad en todas las demás posibilidades combinatorias). En las operaciones consiguientes serán relevantes leyes lógicas, como son las leyes de interdefinición de conectores, entre las que podemos destacar las de Morgan.
Las ocho combinaciones posibles, Bueno las hace depender de la relación entre la Materia y el Ego trascendental (señalará la coordinación histórica de estas Ideas del materialismo filosófico con las de la tradición filosófica: «mundo» y «conciencia»){16}. Coordinación que, como ya hemos señalado, puede ser expresada gracias a este artificio que Bueno desarrolla: el tratamiento de las ideas cardinales del materialismo filosófico como si se tratase de clases lógicas{17}.
[1] (E ⊂ M) ↑ (M ⊂ E) [5] ¬ [(E ⊂ M) ↑ (M ⊂ E)]
[2] ¬(E ⊂ M) ↑ (M ⊂ E) [6] ¬ [¬(E ⊂ M) ↑ (M ⊂ E)]
[3] (E ⊂ M) ↑ ¬(M ⊂ E) [7] ¬ [(E ⊂ M) ↑ ¬(M ⊂ E)]
[4] ¬ (E ⊂ M) ↑ ¬(M ⊂ E) [8] ¬ [¬(E ⊂ M) ↑ ¬(M ⊂ E)]
Como la función de Sheffer equivale a la negación de los valores de verdad de la conjunción, obtendremos estas fórmulas, las cuales las podremos transformar a su vez al aplicar las leyes de Morgan.
[1] ¬(E ⊂ M) ∨ ¬(M ⊂ E) [5] (E ⊂ M) ∧ (M ⊂ E)
[2] (E ⊂ M) ∨ ¬(M ⊂ E) [6] ¬(E ⊂ M) ∧ (M ⊂ E)
[3] ¬(E ⊂ M) ∨ (M ⊂ E) [7] (E ⊂ M) ∧ ¬(M ⊂ E)
[4] (E ⊂ M) ∨ (M ⊂ E) [8] ¬(E ⊂ M) ∧ ¬(M ⊂ E)
Estas fórmulas se oponen contradictoriamente dos a dos, y es importante que las tengamos por lo que son: estructuras teoréticas, o sea, estructuras formales. Al negar la fórmula [1], se obtiene, por la ley de Morgan la fórmula [5], ya que por esta ley la conjunción negada de dos proposiciones afirmadas, equivale a la disyunción de esas dos mismas proposiciones negándolas (de modo que las dos proposiciones que aparecen en un primer término negadas, pasan a estar afirmadas, tal y como podemos comprobar):
¬[¬ (E ⊂ M) ∨ ¬(M ⊂ E)] = (E ⊂ M) ∧ (M ⊂ E)
(y lo mismo recíprocamente):
¬[(E ⊂ M) ∧ (M ⊂ E)] = ¬(E ⊂ M) ∨ ¬(M ⊂ E)
Las ocho fórmulas que surgen de tales coordinaciones van de lo más extraño al materialismo filosófico (fórmula 8) a lo que podemos considerar más afín, en una suerte de escala progresiva de afinidades: «desde una perspectiva algebraica, la quinta y la cuarta pueden ser consideradas como los puntos de referencia, en tanto que las demás pueden considerarse como procediendo de ellas, por medio de operaciones de negación» (Ensayos, pág. 92). De entre todas se destaca la fórmula [5]:
[5] (E ⊂ M) ∧ (M ⊂ E)
Esta fórmula es equivalente a la igualdad entre Materia y Ego trascendental (M = E). Así lo afirma Bueno, apoyándose en la definición matemática de la antisimetría, que nos dice que dados dos elementos a y b, si a está relacionado con b (aRb) y b está relacionado con a (bRa), entonces a = b. La fórmula, y lo que implica, nos permite comprender el sentido de la afirmación que identifica conciencia y mundo en la ontología kantiana. Eso sí, no podemos dejar de considerar que estamos expresando igualdades y demás relaciones entre ideas del materialismo filosófico en un sentido formal. Y que lejos de este sentido no podríamos expresar estas igualdades. Esto justifica la relevancia que estamos dando –la que por otra parte ha dado Gustavo Bueno– a la lógica a la hora de relatar lo que pueda decirse de la Materia ontológico-general y de sus relaciones con las demás ideas cardinales del materialismo filosófico.
A partir de esta fórmula [5] –(E ⊂ M)∧(M ⊂ E)–, al aplicar la expresión del Ego trascendental como conjunto unión de los tres géneros de materialidad, la fórmula [5] se transforma en esta otra:
[(M1 ⋃ M2 ⋃ M3) ⊂ M] ∧ [M ⊂ (M1 ⋃ M2 ⋃ M3)]
Esta fórmula es, en palabras de Bueno: «la fórmula de la Ontología especial, puesto que es la misma exposición del Mundo, cuando interpretamos “M” como “Mi”» (Ensayos, pág. 92.)
La igualdad de M y E (M = E), que hemos obtenido ahora de la fórmula [5], es la que hemos visto expresada en el postulado II. Allí Bueno la había derivado de un modo diferente (atendamos a la petición que hace Bueno relacionada con distinguir la Lógica de la ontología):
No cabe confundir (M1 ⋃ M2 ⋃ M3) con {M1, M2, M3} = Mi porque la primera expresión representa al mundo de la Ontología especial como una clase de clases –una reunión de clases–, mientras que la segunda se refiere al Mundo (Mi) como una variable. Pero, teniendo en cuenta que la reunión de clases –compatible con la reducción de unas clases a otras (por ejemplo, para M1 ⊂ M3, y dado que entonces M1 ⋃ M3 = M3 tendríamos (M1 ⋃ M2 ⋃ M3) = (M2 ⋃ M3)– es una operación que muchas veces –ella o la alternativa que le va asociada– se considera implícita entre los valores de un campo de variabilidad, de forma que, supuesto xi = {x1, x2, x3… xn}, entonces
podemos concluir que (M1 ⋃ M2 ⋃ M3) define a «M» como Mundo (o Materia ontológico-especial), por lo cual la expresión [P. I] se transformaría en esta otra:
(E = M){18}
fórmula en la que se establece la identidad entre el Ego trascendental y el Mundo, tal como aparece en el concepto de apercepción trascendental de la Crítica de la razón pura. (Ensayos, pp. 66-67.){19}
Como hemos señalado en diferentes ocasiones, esta igualdad esta expresada en el contexto de la Lógica. Así nos lo hace ver él mismo, de modo que a renglón seguido, él mismo clarifica la cuestión. De manera que retomando la fórmula
E = (M1 ⋃ M2 ⋃ M3) [P. I]
y sustituyendo «E» por «M», dada su igualdad teorética (formal), obtenemos:
M = (M1 ⋃ M2 ⋃ M3)
Aquí M tiene una determinación particular, aparece como «Mundo», como Materia ontológico-especial. De modo que la fórmula [5] es «una fórmula de referencia de la Ontología especial» (Ensayos, pág. 93). Y solo se hace incompatible con el materialismo –el materialismo definido en el contexto 𝔑–{20} cuando en la fórmula se interpreta «M» como «materia» no especial sino general (pág. 93; démonos cuenta de que acabamos de cambiar de plano, de lo sintáctico que expresa la Lógica de clases a lo semántico que suponen las ideas ontológicas de Materia; por ello se hace precisa la aclaración de Bueno).
Con todo, esta fórmula [5] –(E ⊂ M) ∧ (M ⊂ E)– no es la fórmula que podamos adecuar al materialismo en sentido estricto:
No puede considerarse «materialista», simplemente, a una doctrina que defienda que «o bien la conciencia no está incluida en el mundo, o bien el mundo no está incluido en la conciencia». Quien defendiese ambos términos de la alternativa, mantendría una suerte de dualismo de la materia y la conciencia, que sólo Berkeley –también Fichte– llamaría «materialista» (Ensayos, pág. 93; el añadido entre guiones es una aclaración del propio Bueno a pie de página).
Por otra parte, la fórmula [1], que es la contradictoria de la [5] no pone ante nosotros la «estructura teorética del inmaterialismo» (reiteramos que estas estructuras son teoréticas, o lo que es lo mismo, formales).
Bueno descarta los pares [4], [8], y los pares [2], [6]. De manera que será el par [3], [7], el buscado. La fórmula [7] –(E ⊂ M) ∧ ¬(M ⊂ E)– será la que de un modo más adecuado esquematiza el materialismo. Esta fórmula expresará semánticamente que la conciencia está incluida en la Materia (Bueno señala que en este contexto M), negando lo contrario:
Esta fórmula [7] contiene por sí misma la crítica al «mundanismo de la realidad», y no es otra cosa sino esa crítica, mediante la afirmación crítica, metacósmica, de que la Materia general no se reduce al Ego, que, a su vez, implica los Tres Géneros «mundanos» de «M». La contradictoria de [7] es [3], que deberá servir para esquematizar el inmaterialismo. En efecto, en la fórmula [¬(E ⊂ M) ∨ (M ⊂ E)], el inmaterialismo se nos presenta, no como mera negación de [7], sino afirmando positivamente que: o la materia está incluida en la conciencia, o, en todo caso, que la conciencia no está contenida en la materia. Es preciso no olvidar, con todo, la conexión entre «inmaterialismo» y «mundanismo» (conexión a la que ya atendimos en el contexto 𝔑 anterior) (Ensayos, pág. 94; lo puesto entre paréntesis es nuestro).
Otra importante operación es la que le permite a Bueno ordenar las diferentes determinaciones que puede adoptar el materialismo. Estas determinaciones son denominadas por él, valores. Su expresión –la deducción de los mismos– viene determinada por la sustitución de «M» por los distintos géneros de materialidad (M1, M2, M3). Esto es pertinente llevarlo a cabo por la perspectiva adoptada en este contexto. Esta perspectiva tiene en cuenta el materialismo como una idea-función.
Bueno, además, desecha el esquema que considera el materialismo como estructura. La Lógica de clases y la formal tienen el recorrido que tienen. Nos permiten referirnos a la Materia ontológico-general y al resto de ideas cardinales. También nos permiten coordinar la visión del mundo de otros sistemas (sus ideas cardinales) con las del materialismo filosófico.
Si consideramos el materialismo filosófico como mera estructura, los tipos de materialismo que se consideraran se contemplarían como transformaciones con una invariante, la de la Idea de Materialismo filosófico-general. Un esquema inaplicable. Bueno nos da dos ejemplos que clarifican tal imposibilidad:
Este esquema resultaría, aquí, inaplicable o muy forzado: ¿Cómo reducir las acepciones de «Materialismo» a la condición de transformaciones o variantes de un mismo mito en el sentido de Lévi-Strauss? ¿Cuál sería la transformación idéntica? Mucho menos rendimiento obtendríamos de la aplicación del esquema del género porfiriano –haciendo de la Idea de materialismo un concepto unívoco, del cual las acepciones o usos fueran especies–, porque entonces no recogeríamos la circunstancia esencial de que algunas de estas especies se oponen, dialécticamente, entre sí, en cuanto a la misma enseñanza materialista, y, además, desplazaríamos el centro de gravedad de la Idea de Materialismo hacia su definición genérica, por respecto de la cual resultarían accidentales, en cuanto al contenido materialista, las especies. Con razón puede afirmarse que la conceptuación porfiriana, y la «estructuralista», carecen de capacidad para recoger las novedades históricas o, en general, las novedades evolutivas. (Ensayos, pág. 105.)
Y a renglón seguido nos da las razones de por qué el esquema funcional que propone sí es el que permite ordenar unos valores del materialismo que son aplicables al Mundo (aunque ese paso lo daremos en el siguiente apartado, ya que tiene que ver con el eje semántico):
Pero si apelamos al esquema funcional, la Idea general de materialismo filosófico es ahora, principalmente, la característica de esta función, así como la determinación de los contextos de variables independientes a las que esta función cubre. Y los usos y acepciones de «Materialismo» podrían pasar como valores de la idea funcional. Del mismo modo que los valores de una función matemática o lógica pueden ser opuestos entre sí, así también podían serlo las acepciones o usos de «materialismo» interpretados como valores de una función. Por lo demás, el tipo de función que correspondería a la Idea de Materialismo no sería el de una función booleana, porque la Idea de Materialismo filosófico puede tomar más valores que los booleanos. Contiene acoplada, ciertamente, una función booleana, pero la función es de índole diferente: es una función ideal, una función cuyos valores son Ideas filosóficas. Su forma lógica es la de una función proposicional. (Ensayos, págs. 105-106.)
La fórmula que caracteriza las relaciones entre materialismo e inmaterialismo es esta:
[¬(E ⊂ M) ∨ (M ⊂ E)] w [(E ⊂ M) ∧ ¬(M ⊂ E)]
(inmaterialismo) (materialismo)
Es pertinente aclarar que esta fórmula está considerada en el plano ontológico-general, y que lo que pueda decirse a partir de ella respecto los diferentes tipos de Materialismos y Espiritualismos depende precisamente de la reducción a la que quedan sometidas algunas ideas de relaciones ontológico-generales. Reducción llevada a cabo por el método del que estamos participando, el de la Lógica de clases:
Es, pues, en el plano ontológico general en donde consideramos a la fórmula anterior, más que como una fórmula funcional, como la característica «f» de una función y = f(x), en la cual la variable independiente «x» tuviera, como campo de variabilidad, ciertas ideas de relaciones ontológico-generales que han sido reducidas, como antes dijimos, al espacio de clase; por tanto, a la relación lógica «inclusión». Entonces, como valores de esta función obtendríamos los diferentes tipos de Materialismo/Espiritualismo (mundanismo) correspondientes a cada valor de la variable, por medio de la transformación general, representada en la característica funcional (o interpretada como tal). (Ensayos, págs. 104-105.)
Al sustituir «M» por los distintos géneros de materialidad (M1, M2, M3), obtenemos:
[¬(E ⊂ M1) ∨ (M1 ⊂ E)] w [(E ⊂ M1) ∧ ¬(M1 ⊂ E)]
(i1) (m1)
[¬(E ⊂ M2) ∨ (M2 ⊂ E)] w [(E ⊂ M2) ∧ ¬(M2 ⊂ E)]
(i2) (m2)
[¬(E ⊂ M3) ∨ (M3 ⊂ E)] w [(E ⊂ M3) ∧ ¬(M3 ⊂ E)]
(i3) (m3)
Bueno afirma que el sistema combinatorio que propone no es utópico sino ajustado a la realidad. Es una suerte de «teoría de teorías» (de las teorías históricamente dadas) que le sirve para analizar el «material de experiencia»: «el conjunto de todas ellas dibuja el cuadro de posibilidades en el que se mueve todo discurso filosófico, mundano o académico, que opera con el par de conceptos (arcaicos, si se quiere, pero, por ello mismo, constitutivos de nuestra racionalidad) de conciencia y mundo» (Ensayos, pág. 90). Esto nos permite volver a señalar el relevante papel de la Lógica de clases, que solo en un sentido sesgado, el que ya hemos señalado previamente, puede ser calificado de «tosco», ya que, según señala Bueno, los conceptos que va desgranando definitoriamente: materialismo, idealismo, espiritualismo, &c., no son arbitrarios, no son meras convenciones (aquí aparecen las esencias que el eje semántico contiene como tercera figura): «Lo que haya en un principio de estipulación queda desbordado ampliamente por los imperativos objetivos del sistema: dada la interpretación “de los términos”, es el propio sistema el que impone la constitución de los conceptos correspondientes a cada fórmula.» (Ensayos, pág. 90.)
Lo que Bueno propone, tal y como él mismo señala, presenta las conexiones más obvias entre las doctrinas que examina. El recurso a las Lógicas de clases y de enunciados nos ofrece, entre otras, la posibilidad de relacionar rigurosamente el idealismo y el espiritualismo de un modo sencillo:
La sencillez de la teoría de teorías propuesta, por lo demás, sólo probaría que, desde un punto de vista arquitectónico al menos, las complejas y enmarañadas disquisiciones filosóficas en tomo al materialismo que cruzan toda nuestra historia filosófica y la llenan de contenido, se mantienen dentro de opciones extraordinariamente sencillas. Esta conclusión, por lo demás, carece de interés para quien no haya experimentado la impresión de complejidad que necesariamente se recibe cuando se han saludado las argumentaciones tan variadas de las filosofías clásicas. (Ensayos, pág. 91.)
Como hemos indicado, no pretendemos reexponer lo que este capítulo III desarrolla, por lo que no es preciso que sigamos glosando los planteamientos ejecutados por Bueno aprovechando la sintaxis lógica. Por otra parte, ya en este apartado hemos visto cómo va traduciéndose lo que es expresado en este lenguaje a lo que encontramos en el Mundo, a las diferentes expresiones de «lo que hay» y que nosotros tomamos aquí como lo que tenemos que incardinar como «relaciones semánticas». Algo que hacemos siguiendo la terminología de Bueno, expresada poco después de publicados los Ensayos, en el Estatuto.
4.2. Relación semántica
En el apartado anterior ya hemos intercalado, en algunos casos, lo que suponían algunos de los resultados de la lógica de clases expresados mediante una significación ontológica, concretamente la que permitía discriminar entre materialismo e inmaterialismo. Esta discriminación adquiere un mayor calado en el contexto 𝔐, tal y como hemos podido ver mediante el desarrollo de fórmulas, cuando se han expresado los distintos valores que emanaban de la fórmula general. La fórmula que relaciona, mediante la inclusión, el Ego trascendental (E) y la Materia (M). La Lógica de clases nos permite sustituir la letra «M» del Materialismo ontológico-general por M1, M2, M3, de modo que «obtenemos las tres determinaciones o valores especiales de la fórmula del Materialismo general» (Ensayos, pág. 106). Estos valores eran los que ya expusimos en el apartado anterior: i1, m1, i2, m2, i3, m3. Resumiendo lo que Bueno nos dice de estos valores:
– i1, remite a posiciones afines al empirio-criticismo,
– m1, al mecanicismo,
– i2, se aproxima a posiciones subjetivistas,
– m2, nos presenta el sociologismo (materialista),
– i3, evoca el psicologismo lógico, y, por último,
– m3, nos entrega al formalismo terciario (materialismo esencialista)
Atendiendo a los opuestos de cada uno de ellos Bueno elabora una tabla que permitirá la definición de lo que ha conseguido expresar de modo abstracto: la «tabla enriquece los conceptos analíticos, por cuanto prevé, en principio, 23 = 8 sistemas posibles de filosofías, según los valores especiales de la función materialista (Ensayos, pág. 109.)
(1) [m1, m2, m3] = [¬i1, ¬i2, ¬i3]: Materialismo absoluto.
(2) [m1, m2, ¬m3] = [m1, m2, i3]: Materialismo «existencialista».
(3) [m1, ¬m2, m3] = [m1, i2, m3]: Materialismo «esencialista».
(4) [¬m1, m2, m3] = [i1, m2, m3]: Materialismo «sociologista».
(5) [m1, ¬m2, ¬m3] = [m1, i2, i3]: Dualismo.
(6) [¬m1, m2, ¬m3] = [i1, m2, i3]: Idealismo histórico.
(7) [¬m1, ¬m2, m3] = [i1, i2, m3]: Idealismo objetivo.
(8) [¬m1, ¬m2, ¬m3] = [i1, i2, i3]: Idealismo absoluto.
4.3. Dimensión pragmática
En este contexto 𝔐 hemos podido comprobar que la Lógica de clases y la de proposiciones tienen un papel relevante, incluso más extenso que en el contexto 𝔑 desarrollado previamente. Como sucedía en este contexto, sucede en el 𝔐: Las reglas de la Lógica de enunciados constituyen el contenido de las normas pragmáticas que aquí hemos podido reconocer. Lógica que hemos comprobado cómo se aplica en este contexto 𝔐, concretamente cuando se recurre a las leyes de la Lógica formal y, por ello, el recurso a los functores de esa misma lógica, y es que sin recurrir a las proposiciones o enunciados no podría darse un paso. Si ello no se hubiera hecho no podría haberse comprobado cómo las distintas proposiciones barajadas se transformaban unas en otras, mediante negaciones y afirmaciones propiciadas por esas mismas leyes lógicas. Además, los autologismos y dialogismos, en los que incidimos en el contexto 𝔑, siguen desarrollando el mismo papel en este contexto 𝔐.
5. El contexto 𝔐’
Este contexto adquiere significado ontológico solo por la coordinación que mantiene con el 𝔐: «Es entonces, a través de 𝔐, como los conceptos, en sí no ontológicos, de referencia pueden reexponerse como un transformado de 𝔐 que llamamos 𝔐’» (Ensayos, pág. 110.)
5.1. Contexto sintáctico
Los conceptos no ontológicos que Bueno considera en este tercer y último contexto relativo a la Idea de Materia ontológico-general, son cuatro (con la llamada a estos nos situamos ya en el eje semántico del Espacio gnoseológico, aunque las relaciones semánticas serán desarrolladas en el siguiente apartado). Dos de ellos emanan de dos de las ideas ontológicas cardinales del materialismo filosófico, la de Materia y la de Ego trascendental. Con cada una de ellas Bueno coordina las que son pertinentes en este nuevo contexto, en el que la lógica a desarrollar no es la de clases sino la Lógica de relaciones, pues es mediante proposiciones como podemos establecer relaciones entre términos.
Con la Idea de Materia (M) pasa a considerar aquí el concepto-relación K{21} (con este nuevo concepto –no ontológico– se refiere a los estímulos: K no es ya una clase sino «una relación de determinación, puesto que suponemos que la relación semántica estimula la conducta del sujeto estimulado» (Ensayos, pág. 112). Respecto de la idea de Ego (E), se coordinará con el nuevo concepto–relación Σ. En la Lógica de relaciones Σ expresa un predicado, mediante el cual asignamos propiedades que recaerán en diferentes objetos considerados en la relación. Objetos estos que asimilaremos a mensajes que derivarán de diferentes conciencias: «Los destellos de un faro son “mensajes” para el marino que los percibe (tienen el predicado Σ) (Ensayos, pág. 111). El «mensaje» referido no es una pertenencia a una estructura lingüística sino que es lo que procede de otra conciencia, como lenguaje. Y es por ello, que, «el predicado Σ es esencialmente diádico, es una relación» (Ensayos, pág. 111.)
Al componer diferentes proposiciones mediante el recurso a estos dos conceptos–relaciones surgirán otras dos diferentes relaciones: la de simbolización (S) y la de regulación o programación (R). Estas se harán patentes al componer las relaciones originarias de modo intensional, o sea, combinando los dos predicados –el K y el Σ– mediante el producto relativo:
A. Σxy ↑ Σyz = Kxz
B. Kxy ↑ Kyz = Σxz
C. Kxy ↑ Σyz = Sxz
D. Σxy ↑ Kyz = Rxz
La relación Sxz puede interpretarse como una relación simbólica o de simbolización. Por ejemplo: «x» estimula físicamente a «y», de suerte que, por ello, «y» envía un mensaje a «z». Con esto, «x» adquiere el valor de un símbolo.
La relación Rxz nos sugiere una relación de regulación o programación: «x» es un mensaje para «y», según un código tal que «y» estimula a «z». Rxy recoge tanto una conducta mágica como una programación racional. (Ensayos, pág. 114.)
Pero además del producto relativo –simbolizado por «↑»–, se pueden construir en esta Lógica de relaciones –apoyándonos ahora en el producto y la suma– otros conceptos. Las expresiones que ahora podremos construir serán de este estilo:
Kxy ∧ Σzx
Que siguiendo a Bueno, afirmaremos que, a partir de ella, podrá construirse una proposición que haga referencia a algo que ya estará libre de abstracción, pues expresaremos que existen en el mundus adspectabilis entidades relativas a esos conceptos previos:
(Ǝx) (Ǝy) (Ǝz) [Kxy ∧ Σzx]
Con esta fórmula lo que queremos decir es que realmente existen algunos estímulos que son a la vez mensajes: proposición esta que «como su subcontraria [Kxy ∧ ¬Σzx] es empírica, del estilo de esta otra: "Existen gatos blancos, de ojos azules, que son sordos"» (Ensayos, pág. 115.)
Para terminar con este apartado debemos atender a los nuevos conceptos que expresan los términos de la Lógica de relaciones, al presentarse mediante las diferentes propiedades y desarrollos que Gustavo Bueno ha considerado en los contextos previos. Las fórmulas por él derivadas son las siguientes cuatro fórmulas –esquemas– que hace corresponder a cuatro valores ontológico-generales:
A. Σxx ∨ ¬Σxx
B. Kxx ∨ ¬Kxx
C. Kxx ∨ ¬Σxx
D. Σxx ∨ ¬Kxx
aunque con ello nos situaremos plenamente en lo que interesa al segundo eje del Espacio gnoseológico, por lo que será pertinente cambiar de subepígrafe.
5.2. Relación semántica
Como acabamos de apuntar, los cuatro esquemas van a indicarnos diferentes valores en el plano ontológico-general. Valores que de la función que coordina el tándem considerado en el contexto N: espiritualismo (idealismo) / materialismo. Los valores expresados previamente, son designados por Bueno del siguiente modo. (Así podemos leerlo en Ensayos, pág. 119):
A. Espiritualismo de la sustancia / Materialismo de la sustancia.
B. Espiritualismo de la conciencia / Materialismo de la conciencia.
C. Espiritualismo de la libertad / Materialismo de la libertad.
D. Espiritualismo de la verdad / Materialismo de la verdad.
La significación ontológica de los predicados K y Σ se consigue al «asumirlos en sus componentes significativos» (Ensayos, pág. 120). Los estímulos (K) implican causalidad y determinismo, al considerarlos intensionalmente. Pero no solo eso:
El par de predicados {K, Σ}, para decirlo brevemente, comienza a tener significado filosófico cuando sus términos aparecen como determinaciones coordenadas punto a punto con los términos del par clásico de la ontología «ser, conocer». Por lo demás, {K, Σ} constituyen una determinación del par ser-conocer mucho menos sospechosa de sustancialización metafísica que el par «objeto, sujeto» de la filosofía tradicional, porque siendo relaciones, nos preservan de la hipostatizaciónsugerida por los sustantivos «objeto» y «sujeto». El contexto 𝔐 precisamente quería evitar esta sustancialización. (Ensayos, pág. 121.)
Y por lo que se refiere a la extensión de los predicado K, Σ, o sea, al tener en cuenta los distintos x, y, z –además de otros que pudieran ser pertinentes– que aparecen en las relaciones referidas, la penetración en el plano ontológico se consigue al no asumirlos como términos categoriales –«como designando regiones o clases determinadas: fenómenos electromagnéticos, sistema de neuronas». Ensayos, pág. 121– y sí trascendentalmente:
Esto equivale a tratar a x y z como designadores de entes en su generalidad y, sobre todo, en su integridad –aquella que, precisamente, es abstraída por la lógica formal: en expresiones tales como Qxy suponemos definida una clase o campo de Q que no agota a «x» o a «y», por cuanto éstos pueden pertenecer también a otras clases o campos de relaciones: «x», que es compatriota de «y», es, a la vez, un punto de un campo gravitatorio (Postulado de symploké extensional); «x» e «y» designan, por tanto, los términos, en tanto son intersecciones de todas las clases o campos a las cuales puedan pertenecer. (Ensayos, pág. 121.)
Las prevenciones señaladas por Bueno, y que hemos recogido aquí, aunque de un modo resumido, permiten llevar a cabo una lectura ontológica de las formulas presentadas en el apartado anterior, el dedicado a la sintaxis. Esta interpretación ontológica, a la par que semántica, permite la construcción de «modelos ontológicos límite» (Ensayos, pág. 122). Bueno pone como ejemplo la termodinámica, dado que lleva a cabo construcciones similares: el perpetuum mobile de primera especie sería una suerte de modelo límite, en este caso no ontológico sino termodinámico:
Lo que pretendemos hacer aquí es lo siguiente: construir cuatro modelos ontológicos límite {Kxx, Xxx, Rxx, Sxx) cuyas negaciones respectivas (¬Kxx, ¬Σxx. ¬Rxx, ¬Sxx) nos permitan formular cuatro determinaciones (valores) de la ontología materialista. Efectivamente, como veremos, estos esquemas no son utópicos, sino que nos conducen derechamente a concepciones filosóficas bien conocidas, y que, por ello, podemos considerar como sistemáticamente recuperadas. (Ensayos, pág. 122.)
Estas cuatro concepciones filosóficas son las cuatro que hemos enumerado al principio del apartado. El desarrollo que lleva a cabo Bueno en las páginas que siguen, y que es la expresión semántica de lo que previamente había presentado en el contexto sintáctico original, no vamos a plasmarlo aquí, por lo que solo remitimos a él para su lectura: Ensayos, págs. 122-146.
5.3. Dimensión pragmática
Como hemos visto en los contextos 𝔑 y 𝔐, esta dimensión pragmática está implicada en la plasmación que en este tercer contexto –𝔐’– hace Bueno de la Lógica de relaciones. Las diferentes operaciones llevadas a cabo por él dependen de mecanismos autológicos, los cuales llevan implicados dialogismos previos que están implícitos en las reglas –normas– de la lógica formal. La atención que le brindamos nos permite desarrollar relaciones entre predicados, además de que nos permite la referencia a las ideas cardinales del materialismo filosófico, apoyándonos en los contextos 𝔐 y 𝔑 de la Materia ontológico-general, expresados por Gustavo Bueno.
6. Conclusión
Este estudio tiene en consideración lo que Bueno nos cuenta en el capítulo tercero del Ensayo I de los Ensayos materialistas. Y se desarrolla también a partir de los apuntes que fueron tomados a la hora de releerlo antes de la asistencia al Curso de Verano que, sobre estos Ensayos, realizó la Universidad de la Rioja en Santo Domingo de la Calzada. Con él hemos pretendido expresar la relevancia que la lógica tiene a la hora de, no solo eliminar ambigüedades y posibles conexiones metafísicas que puedan emborronar el discurso, sino la relevancia que demuestra a la hora de decir lo que sea de las ideas cardinales del materialismo filosófico y de las relaciones que se dan entre ellas. Como hemos visto, esto hubiera sido imposible sin el recurso de los contextos 𝔑, 𝔐 y 𝔐’ que introduce Bueno a la hora de estudiar estas relaciones.
Como hemos señalado, sin atender a la lógica, concretamente a la Lógica de clases y a la Lógica formal, la confrontación con las ideas de otros sistemas filosóficos, espiritualistas, monistas y de otra índole, tampoco se podrían haber dado del modo claro en que hemos visto que se da. Mediante esos recurso hemos sido testigos de cómo pueden entenderse los sistemas previos desde los parámetros del materialismo filosófico, y no lo contrario, además de que de ese modo pueden ser una vez demarcados posteriormente demolidos.
Bibliografía
Gustavo Bueno, Ensayos materialistas, Taurus, Madrid 1972.
– La metafísica presocrática, Pentalfa, Oviedo 1974.
– Estatuto Gnoseológico de las Ciencias Humanas [Fundación Juan March], Oviedo 1976.
– “Sobre la idea de la dialéctica y sus figuras” El Basilisco, 1995, número 19, páginas 41-50.
– “En torno a la distinción “morfológico/lisológico” (y 3)”, El Catoblepas, julio 2007, número 65, página 2.
– “El puesto del Ego trascendental en el materialismo filosófico”, El Basilisco, 2009, número 40, páginas 1-104.
– El Ego trascendental, Pentalfa, Oviedo 2016.
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{1} Texto de la lección impartida el 20 de febrero de 2023 en la Escuela de Filosofía de Oviedo: “Apuntes sobre el capítulo III del Ensayo I de Ensayos materialistas”.
{2} Mientras que los Ensayos materialistas son de 1972, la propuesta de las figuras de la dialéctica aparece en 1995, en el número 19 de la revista El Basilisco, con el título: “Sobre la idea de la dialéctica y sus figuras”.
{3} En el texto “El síndrome del Ego trascendental”, publicado en el número 199 de la revista El Catoblepas, decíamos lo siguiente: «Ya hemos señalado que solo puede decirse de la Materia ontológico-general que es lo que «está» presente en el límite del regressus dialéctico. La figura que es protagonista de este movimiento dialéctico es la anástasis, pues siempre se vuelve al Mundo (la anástasis se produce por la necesidad de evitar la contradicción de la causa sui o creación de energía de la nada, que no es otra cosa que lo asimilado a Dios, y de la Materia ontológico-general no puede predicarse nada que se asemeje a tal idea)».
{4} Gustavo Bueno ha hecho uso de la Lógica de clases en diversas ocasiones, las cuales ya hemos mencionado. Por nuestra parte lo hemos hecho en la obra de reciente publicación Filosofía del cine; en la que, mediante el recurso a la Lógica de clases, relacionamos el cine con el lenguaje, pero también el cine con la ciencia y con la filosofía.
{5} Aunque en el libro hay algunas ampliaciones de gran relevancia, en este apartado no encontramos nada de ello
{6} Entiendo que la referencia a la lógica de clases como «tosco artificio» es adecuado aquí, porque la igualdad es entre Mi y E. Si entrara a colación M tendríamos que reconocer el beneficio de tal tosquedad. La igualdad kantiana, inasumible desde nuestros parámetros, entre mundo y conciencia, precisará de un desarrollo más exhaustivo del aparato lógico, pero el punto de partida de tal desarrollo es esta fórmula.
{7} Gustavo Bueno, “En torno a la distinción “morfológico/lisológico” (y 3)”. Concluimos, de esta lectura, que solo trae luz, a la perspectiva lisológica, el tratamiento de las ideas cardinales del materialismo filosófico como clases.
{8} Como vimos en el apartado anterior, si atendemos a sistemas filosóficos previos al del materialismo, podremos afirmar que aquellos pueden ser entendidos desde la expresión de las ideas cardinales de este, del materialismo filosófico (y no viceversa), de este modo reconocemos la posibilidad de asimilar las ideas propuestas por los diferentes sistemas desarrollados en periodos de la filosofía previos a las ideas de Mi, M y E, salvando las distancias.
{9} En este contexto están por tanto representados M y E, mientras que Mi, aunque también presente, solo lo está en ejercicio.
{10} Aquí el que no aparece representado, pero si en ejercicio, es E.
{11} Lo que se puede decir de M es por mor de la oblicuidad a la que antes nos hemos referido.
{12} El Estatuto es fruto de un trabajo de investigación promovido por la Fundación Juan March, que comenzó en 1973. Por lo que podemos considerar la expresión de estos «ejes gnoseológicos» a mucho antes de su publicación en 1976.
{13} Leemos en los Ensayos: «… es Gramática de las ciencias naturales el análisis del “significado geométrico” de los poliedros regulares, como componente de la Cristalografía» (pág. 12); «Las ideas clave que inspiran un proyecto de “Gramática de la Filosofía” como el presente pueden exponerse de este modo: los sistemas filosóficos se construyen sobre un número indeterminado, pero finito, de términos X, Y, Z… W, que representan Ideas filosóficas» (pág. 451). El proyecto de análisis histórico-filosófico que expresa Bueno en sus Ensayos es precisamente ese: el de una “Gramática filosófica”.
{14} Bueno, sin embargo, sí tiene en consideración una idea de Ego trascendental en Aristóteles, diferente de su consideración del Primer Motor: «Nos referimos a la famosa idea aristotélicadel alma que, en cuanto facultada por las potencias sensibles einteligibles, tiene la capacidad, como νοῦς παϑετικός, de “llegar a ser de algún modo todas las cosas” (Sobre el alma, III, 8, 431b21: ἡ ψῦχή τα ὄυτα πάς ἐστί)» (El Ego trascendental, pág. 347.)
{15} Gustavo Bueno, en las diversas ocasiones en las que ha recurrido a la lógica, siempre ha señalado que si no se llevaba a cabo tal recurso «era imposible dar un paso».
{16} Por dificultades relacionadas con el procesador de textos, a la hora de escribir la notación de la «negación lógica», hemos cambiado, el símbolo del negador, en todas las fórmulas y proposiciones que aparecen negadas en el texto del 72.
{17} Como ya hemos podido también comprobar, en La metafísica presocrática desarrolla esta posibilidad de un modo exhaustivo, al clasificar cualesquier sistemas filosóficos mediante su consideración como tales clases, y los consiguientes relatores aplicados a las mismas, mediante los cuales proponen inclusiones entre unas y otras, de cara a ordenarlas en unos sentidos u otros.
{18} Esta expresión es, como ya hemos señalado, una expresión formal.
{19} Debemos tener en consideración que este modo de referirse a la filosofía kantiana en el marco de estos contextos de referidos a la Materia ontológico-general, solo puede entenderse, en su «afinidad», porque estamos en el terreno de la Lógica formal y de la Lógica de clases. Solo por mor de las posibilidades que nos brinda el recurso a esas lógicas puede observarse tal «afinidad» entre el idealismo kantiano y el materialismo filosófico.
{20} Así nos referimos antes a esta cuestión, citando a Bueno: «La segunda fórmula corresponde a todo tipo de concepciones que partiendo, desde luego, de la inmersión de los materiales mundanos en la Materia ontológico-general (Mi ⊂ M), defienden la regresión real de la Idea de materia y, por tanto, la tesis de que la Materia ontológico-general no puede considerarse como reducida a las materialidades cósmicas (M ⊄ Mi). Llamaremos materialismo, en el sentido ontológico general, a este tipo de concepción (o, si se prefiere: esta es la definición que, en el contexto 𝔑, construimos como correspondiente al concepto de materialismo ontológico general)». (Ensayos, pág. 72.)
{21} El concepto K es el que también considera Gustavo Bueno, en su libro Televisión. Apariencia y Verdad, para expresar los contenidos del Mundo que aparecen en la pantalla. K pueden ser tanto las apariencias como sus realidades correlativas.