El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas · número 207 · abril-junio 2024 · página 5
Voz judía también hay

España nuevamente aliada del nazismo

Gustavo D. Perednik

El gobierno español premia a quienes masacraron a Israel y proclaman que lo destruirán


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Pedro Sánchez saluda a Mahmud Abás (a) Abu Mazen

Sirvan de prólogo a este artículo cinco datos históricos que hemos desarrollado anteriormente, a saber:

1) La causa palestina surgió hace un siglo como una extensión del nazismo en Medio Oriente. Su fundador y primer líder fue un conspicuo aliado de Hitler: Amín Hajj Al-Husseini;

2) Su sucesor y sobrino, el egipcio Yasir Arafat, lideró cuarenta años de terrorismo contra los ciudadanos de Israel, perpetrado por la OLP, que había sido fundada en un momento en el que no existían “territorios ocupados” a liberar, y por lo tanto resultaba cristalino que su única meta era destruir el Estado judío. Nunca procuraron crear un Estado palestino (si lo hubieran deseado, habrían podido alcanzarlo en varias ocasiones);

3) Los impulsa un objetivo genocida totalmente desconectado de las dos variables que suelen  esgrimirse mendazmente para justificar sus masacres:

A) Cuán enorme o diminuto sea Israel. Los judíos estuvieron dispuestos a aceptar un territorio desértico menor que el de Luxemburgo en aras de convivir en paz, y siempre chocaron con la violenta intransigencia árabe;

B) Cuán maligna o beneficiosa sea la conducta de los hebreos. La supuesta maldad inherente de Israel resulta de una mitología inventada para legitimar, a posteriori, la cruzada para destruirlo (“apartheid”, “genocidio”, “limpieza étnica”);

4) El pueblo palestino es muy joven, y para autoafirmarse recurre a la clepto-historia, el robo de la historia judía que les facilita retrotraerse a la antigüedad (como en la absurda noción de que “Jesús fue palestino”);

5) Una buena parte de los europeos, arraigados en prejuicios judeofóbicos, abrazan prestamente la mitología palestinista y sienten a Israel como la encarnación del mal (los “pérfidos judíos”).


Dadas las circunstancias, no sorprenderá que incluso un ataque sádico como el del 7/10 (violaciones, torturas de niños, secuestros, masacre de 1300 personas, todo jactanciosamente difundido por los verdugos), una invasión genocida de tal enormidad, sea sistemáticamente soslayada, y los críticos “criptodrinos” se focalicen en los supuestos excesos de la víctima israelí al defenderse. A Israel lo dejan solo en el rescate de sus secuestrados, los que no reciben medicamentos ni visitas de la Cruz Roja, y ni siquiera se brinda una lista de quiénes van sobreviviendo las documentadas torturas de Hamás. Ha quedado demostrado que la ONU se sumó a Hamás, incluso en la consumación física de las atrocidades. Para ajustar el acoso, las cortes de La Haya acusan de genocida a la víctima del genocidio. Acertadamente, el reciente libro de Bernard Henri Levy se titula Soledad de Israel

Vale un párrafo adicional sobre la índole de Hamás, la tiránica agrupación salafista que aspira a islamizar el planeta por la fuerza, castiga brutalmente “desvíos sexuales” y somete a la mujer al “honor familiar”, la pedofilia y otros abusos y que, inverosímilmente, goza de la simpatía del “progresismo” a modo de  recompensa a su meta de eliminar al pérfido.

La plataforma de Hamás culpa a los judíos de todos los males y proclama que debe atacárselos dondequiera se encuentren; sus líderes se comprometen por televisión a que repetirán el 7/10 hasta tanto desaparezca “la raíz del mal” (así denominan a Israel, tanto ellos como el gobierno de Irán y sus pasivos cómplices en Occidente).

Verificados los dos datos mencionados (la meta declarada de masacrar a los judíos, y el empleo de métodos de la SS) queda justificada la definición de “nuevos nazis” para estos enemigos de Israel,  definición reconfirmada por la mentada progenie del movimiento palestino.

La diferencia entre Hamás y la Autoridad Palestina se reduce a que la inspiración del primero es el fundamentalismo religioso, y la de la segunda es el nacionalismo irredentista. Pero la coincidencia entre ambos es mucho mayor: la meta de borrar a Israel del mapa. La Autoridad Palestina no condena la invasión genocida del 7/10; la justifica. Las encuestas muestran que la mayoría de los palestinos la aprueban sin reservas.

Cabe agregar que entre 2005 y 2023 Hamás gobernaba Gaza sin “ocupación”, y procedió a invadir Israel para “liberar del río al mar”, léase un nuevo Holocausto. (En 2005 Israel se había retirado unilateralmente de Gaza, removiendo del territorio hasta el último judío). Ante este cuadro tan extremo, Israel no tiene absolutamente ninguna alternativa más que emprender la batalla en la que está empeñado. Pero un grupo de gobiernos con Pedro Sánchez a la cabeza se han propuesto deslegitimar la autodefensa hebrea, ya que no la consideran suficientemente humanitaria. Para el mitómano Sánchez el contraataque israelí se dedica a “bombardear hospitales, escuelas y viviendas, y castigar con hambre, frío y terror a más de un millón de personas en Gaza". Omitió que después de todo ello bebemos la sangre de los niños gazatíes en satánicos rituales pascuales. En suma: una banda nazi se lanza con desenfreno a masacrar a los israelíes, y Sánchez se posiciona en contra de Israel. Como en 1940, España se ha aliado al nazismo.

Reivindicación del sionismo

La campaña antisionista de Sánchez le valió la gratitud explícita de Hamás, dado que los palestinos han recibido un reconocimiento europeo entendible como un galardón por el 7/10. Sánchez no sólo ha dispensado reconocimiento de “Estado” a un ente que existe para destruir al judío de los países (y que en estos días lo intenta) sino que promueve en Europa el cerco a Israel con una valla de soledad. Recuerda al diplomático alemán Rudolf Schleier, que en 1944 convocó a una “Sociedad de Naciones” del mundo llamada “Voelker gegen Juda - Los pueblos contra Judea”. Ochenta años después, desde la Moncloa se está remedando esa iniciativa, aunque ahora Judea cuenta con un ejército para defenderse.

Si Sánchez es judeofóbico o no, es una cuestión tan secundaria como la caracterización de la política de Otto von Bismarck. Cabe el paralelo. Hacia la segunda mitad del siglo XIX se había difundido en Alemania que los judíos son una raza oriental separada, y Bismarck reparó cínicamente en que el odio antijudío podía utilizarse como factor aglutinante. No necesariamente compartía ese odio, pero le era útil. Notablemente, León Trotsky tituló su denuncia contra la judeofobia (1912) La cuestión judía en Rumania y la política de Bismarck.

En la España de 2024, se ha difundido la creencia de que el sionismo es un poder perverso que expulsa y despoja, y Sánchez sabe que la animadversión hacia Israel puede unificar a los “progres”. En qué crean o dejen de creer ciertos políticos, es menos relevante que sus estentóreas acciones.  

El sionismo es el anhelo de recuperar Judea, y nació apenas Judea fue arrebatada a los judíos. Cuando esta verdad sea aprehendida, se desmoronará la causa palestina y el resto de las patrañas de nuestros enemigos. El sionismo es antiguo. Judea fue destruida, por primera vez en 586 aec por los babilonios. A partir de entonces, la idea sionista nutre inseparablemente las fuentes judías: el Tanaj, Talmud, textos clásicos, grandes pensadores judíos de todas las épocas. La perogrullada de que “sionismo y judaísmo no son lo mismo”, es similar a sostener que “la física y la ciencia no son lo mismo”. Claro que no: la ciencia es el género, y la física es la especie. El sionismo es parte del judaísmo, desde sus albores.

A partir de su destrucción, Judea fue ocupada (o intentaron ocuparla) una quincena de imperios, pero nunca fue un país independiente sino cuando la poseyó el pueblo hebreo. Contra varios de los imperios que la avasallaron, los judíos se levantaron en armas para recobrar su tierra. En la modernidad se movilizaron para ello, y alcanzaron su meta. Se cumplió la aspiración sionista del retorno.

La historia judía es impensable sin la añoranza por Sion. Puede verse también en España, donde tuvieron lugar los grandes debates intelectuales del pensamiento judío medieval. Yom Tov Ben Abraham de Sevilla o Rabenu Behaye de Zaragoza, y Najmánides de Gerona refutando a Maimónides de Andalucía. La temática es vasta: la naturaleza del idioma hebreo, el significado del llamado Árbol del Conocimiento, la identidad del Job bíblico y, notablemente, el ideal de poblar la Tierra de Israel y cómo ha de reconquistarse. Me referiré en un próximo artículo a sus fértiles polémicas. Abundan los ejemplos de grandes rabinos y eruditos que debatieron la idea sionista a lo largo de la historia. El judaísmo es, probablemente, la religión, cultura o civilización, más ligada a una tierra específica.

De las exégesis bíblicas judías, la principal es la de Rashi (Rabí Shelomo Itsjaki). Fue escrita alrededor del año 1100, y sorprenden sus primeras palabras, con las que explica el primero de todos los versículos, el de la creación de los cielos y la tierra. Tratándose de un rabino medieval que vive en Francia, bien podría iniciar su comentario al Génesis con conceptos teológicos. Pero no; Rashi se pregunta por qué la Biblia comienza con el relato de la Creación, y responde sin ambages: es para mostrar que la Tierra de Israel le fue entregada al pueblo hebreo. Esta llamativa priorización al glosar nada menos que la formación del universo, no es una excentricidad. Es representativa de la centralidad que aquel terruño tuvo en la conciencia judía a lo largo de milenios. Fue parcialmente heredada por la cristiandad. Que Jesús fuera “palestino” es un ridículo anacronismo. Era un judío en Judea; se regía por el calendario que rige hoy en Israel, y hablaba el idioma del Talmud. Estudiaba el mismo libro de los israelíes, practicaba su misma religión y asumía su misma historia. El sionismo es un reflejo de esa prístina verdad.

El embate contra el sionismo, al que Europa se deja arrastrar en una carrera suicida, lleva hoy a una alianza con Hamás y Hizbolá en contra de la única democracia de la región, del único país liberal en el que se respetan los derechos humanos. Qué triste que España se haya sumado a la carrera, veloz y hacia atrás.

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