El Catoblepas · número 208 · julio-septiembre 2024 · página 11

Gaspar de Portolá y la colonización de la Alta California (1764-1776)
Fernando Fernández Chacón
Descubridor español que ha sido denostado por la historiografía americana y nacionalista catalana

Soldados de cuera y el cuerpo del ejército colonial frente a las costas californianas, comandados por Gaspar de Portolá.
Este artículo pretende destacar la gran relevancia que tuvo el modelo colonizador hispánico llevado a cabo en la Alta California durante la segunda mitad del siglo XVIII. A partir de los diarios y documentos secretos que acompañaron las distintas crónicas de la gesta colonizadora queremos destacar la relevancia del militar y último conquistador en tierras americanas, Gaspar de Portolá. También nos detendremos en el papel desempeñado por aquellos exploradores españoles olvidados{1}, cuya intervención fue clave para llevar adelante el descubrimiento de nuevas tierras americanas en nombre de España, siguiendo la política colonial de la Corona hispánica, auspiciada por el ministro José de Gálvez, en su empeño por explorar y colonizar a toda costa estos territorios frente a los avances del imperio británico. Entre las principales causas del éxito y consolidación del modelo colonizador a diferencia del imperialismo inglés, hemos de destacar: el apoyo fundamental al programa de reformas desde los territorios ya consolidados del Virreinato de Nueva España, la importante colaboración de las instituciones de frontera (presidios y misiones), junto con aquellas otras que tradicionalmente habían sido utilizadas para el control y colonización del imperio (virreinatos, intendencias, misiones y presidios).
“La razón de que no hayamos hecho justicia a los exploradores españoles es sencillamente que hemos sido mal informados. Su historia no tiene paralelo… Amamos la valentía, y la exploración de las Américas por los españoles fue la más grande, la más larga, la más maravillosa serie de valientes proezas que registra la historia”. Charles F. Lummis{2}, Los Ángeles 1916
En este artículo pretendemos dar a conocer un hito histórico como fue el descubrimiento y colonización de la Alta California (1764-1770). Este fue llevado a cabo por unos pocos hombres, imbuidos por el ideario reformista implantado, a partir el modelo colonizador hispano en las tierras desconocidas de la Alta California. De este modo damos en parte respuesta acallando en justa medida con rigor histórico, determinadas corrientes de opinión aparecidas en foros y personalidades de la política de uno u otro continente, partidarios del revisionismo de la historiografía americana, anticolonial con el beneplácito del independentismo catalán, y que achaca a los descubridores de las tierras americanas(especialmente a un catalán ilustre como fue Portolá): ser colaboradores y cómplices de la política imperialista borbónica en tiempos de Carlos III.{3}
Para enmarcar cronológicamente el periodo, vamos a detenernos en los precedentes de las primeras exploraciones, para luego destacar el esfuerzo de la Corona por colonizar la Alta California (s. XVI), hasta llegar finalmente, al momento clave del descubrimiento y colonización de las tierras al septentrión de la Baja Californias, a mediados del siglo XVIII, por parte un reducido número de soldados, misioneros, ayudados por indios del lugar.
En este artículo, trataremos de resumir las etapas de la exploración y colonización de estas tierras americanas, a partir de la documentación consultada y obtenida de distintas fuentes como fueron los diarios de los exploradores, la cartografía del periodo, la bibliografía específica referidas a la temática colonizadora, así como a todas aquella publicaciones sobre la biografía de este insigne leridano, militar y fiel servidor del rey como fue don Gaspar de Portolá{4} . Del relato recogido en los “diarios” tanto de los navegantes, como de los propios expedicionarios, estos se convertieron en informes oficiales de primera mano para ser remitidos al monarca, con vistas a contrarrestar en aquellos años el auge colonial británico preservando la “territorialidad del secreto de los descubrimientos”. De esta forma hicieron llegar las autoridades militares y religiosas sus crónicas, seguimiento detallado y logros conseguidos en las distintas etapas del periplo, reseñando aquellas vicisitudes, miedos, enfermedades, muertes, brutalidad, resistencia, dudas, desventura y soledades vividas por aquellos heroicos personajes.
Para el seguimiento del relato cronológico, nos hemos apoyado preferentemente, en aquellas obras generales, provinciales y locales que tratan específicamente el periodo histórico estudiado. También nos detendremos especialmente, en las descripciones de los lugares que aparecen recogidos en los “diarios” de Portolá, Constansó, Crespí y Cañizares, donde se iban describiendo las distintas rutas apoyándose en la topografía, cartografiando los primeros mapas de la zona , describiendo el paisaje y los indios llamados “gentiles”, complementando las antiguas cartas náuticas - cartografía anterior a la época de la colonización-, completadas en las distintas etapas de la exploración de las costas. Las descripciones que aparecen en los “diarios” se han acompañado con aquellas publicaciones, trabajos, artículos de revistas y webs que nos remiten a la temática y a los personajes que participaron en la epopeya californiana. De esta forma, podremos construir e interpretar la significación que tuvo este descubrimiento y la colonización de “las Californias” y extrapolar dos procesos paralelos-en el tiempo y en las mismas fechas dentro de la contemporaneidad histórica-, salvando las notables diferencias con las colonizaciones de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena (Jaén) y la realizada en las colonias de la Alta California.
Marco geográfico de las primeras exploraciones en la Alta California
Los españoles ya conocían desde el siglo XVI la Alta California:
”Sabed que a la diestra mano de las Indias hubo una isla llama California muy allegada a la parte del Paraíso Terrenal”{5}.
Fruto de los viajes y navegación de cabotaje por la costa del llamado “mar de Hernán Cortés”, se habían recogido desde el siglo XV datos en forma de cartas marinas. Las descripciones eran imprecisas, con profusión de fantasías de los propios viajeros y navegantes, sin medición exacta de las coordenadas cartográficas al llegar a zonas de altas latitudes, tanto en las costas del Pacífico (Mar del Sur), como había ocurrido en tiempos de la circunnavegación magallánica.{6} La realidad empezó a perfilarse en los viajes realizados en tiempos de Hernán Cortés han estado datados. Tras la conquista de Méjico por parte de Hernán Cortés en 1522, el conocimiento geográfico de los principales accidentes costeros de estas costas tenía como principal objetivo proteger y defender los navíos que viajaban desde Filipinas a la Nueva España. Estas expediciones{7} serán llevadas a cabo por Francisco de Ulloa (1539), que llegará al extremo sur de la Alta California, descubriendo el delta del río Colorado, pasando por Rodríguez Cabrillo, que explorará entre 1542 y 1543 la costa noroccidental del continente americano hasta el paralelo 44º, llegando a navegar por lo que hoy se conoce como bahía de San Diego y Canal de Santa Bárbara. Le seguirá Salcedo en 1565 y finalmente Vizcaíno, el cual en 1602 y por orden de Felipe II organizó dos expediciones marítimas, con el objetivo de explorar el litoral de las costas septentrionales de Nuevo Méjico. Vizcaíno zarpó del puerto Acapulco el 5 de mayo de 1601. Durante el viaje se dio el nombre actual de San Diego y fue descubierto el puerto de Monterrey en honor al virrey Gaspar de Zúñiga y Acebedo{8}. Los deseos de la corona de España promoverán un Real Decreto de ocupación formal y definitiva, con la fundación de presidios y misiones, que afianzarán la auténtica posesión de las tierras, las cuales eran consideradas pertenecientes al imperio español de las Indias. A causa de los numerosos gastos para el sostenimiento de este imperio, se permitirá el ascenso de otras potencias en los territorios americanos. Así, los ingleses llegarán a San Lorenzo. Los rusos, desde el estrecho de Bering, irán descendiendo a las tierras altas de California.
La colonización de la Alta California. El modelo de las Intendencias
Durante el siglo XVIII, los monarcas Borbones llevaron a cabo una importante reforma administrativa en las colonias españolas, entre otras la introducción de la figura de los Intendentes{9}, que a la postre será el “motor del cambio” en calidad de agente real enviado a California para poner freno a tantas corruptelas y caos hacendísticos en los virreinatos .
Consolidadas las Intendencias peninsulares, se replanteó por parte de los ministros de Carlos III (Gálvez y Múzquiz) la posibilidad de su implantación en las Indias. Dicha misión será encomendada a un Visitador general. Para iniciar, pues, dichos cambios en la administración y proceder a la colonización de las tierras del Norte de Méjico, contará el rey con la singular colaboración de Don José de Gálvez{10}.
La Intendencia de Nueva España
Partiremos de la justificación de la importancia del programa de reformas llevado a cabo por el malagueño José de Gálvez en pro de la reorganización de la administración territorial española en el Virreinato de la Nueva España: en efecto, al poco de llegar en 1765, en menos de dos años, elaboró en colaboración con el Virrey Marqués de Croix{11} un informe donde propondrá a la vista de los buenos resultados en la gestión de hacienda provincial, la implantación del modelo de la Intendencias.. Ambos (Gálvez y de Croix) estudian la viabilidad de su aplicación, apelando a la utilidad y conveniencia del establecimiento de Intendencias en Nueva España. También se refiere a la urgente necesidad de esta reforma refiriéndose a los corregidores, alcaldes mayores y tenientes como “ruinosa plaga de más de 150 hombres que van de España con el único fin de enriquecerse”.{12} Ésta servirá de modelo para que se implante en años posteriores en el Virreinato de la Plata (1782).
Entre las preocupaciones que tendrá el Visitador general de la Nueva España estarán: preparar a la Nueva España para que pudiera defenderse de las agresiones territoriales extranjeras (los rusos y piratas ingleses) que iban arribando a las costas de la Alta California poniendo en peligro el navío de Manila que arriba a las costas de Méjico. Otras preocupaciones estaban enfocadas a la recaudación y fomento de las explotaciones de las riquezas novohispanas para poder afrontar los numerosos gastos{13}. Pensaba que, reorganizando dichas provincias con la creación de una Comandancia General para las Provincias Internas, amenazadas ya por los intereses e injerencias de navíos extranjeros en el Pacífico. Por tanto, Gálvez consideró que para dicha estrategia de proteger la región y consolidar la colonización del noroeste era menester ocupar la Alta California.
El inicio de la ocupación de la Alta California
Los avisos de alarma dados en 1761 por el embajador del rey ante el zar de Rusia, dan cuenta al rey de España de los intereses comerciales (en la búsqueda de pieles) de los cazadores rusos que descienden desde las tierras de Alaska hacia California. Paralelamente, persisten las preocupaciones del gobierno borbónico, fruto de su política exterior, por encontrarse en pleno acecho marítimo y terrestre por parte de franceses, corsarios ingleses y comerciantes rusos en su deseo de fundar colonias en el norte de América. Finalmente, los miedos a que se truncara el comercio de los navíos desde Filipinas a la Nueva España. En respuesta a tales amenazas, la corona emitirá la Real Orden de 23 de enero de 1768 para la ocupación inmediata de la Alta California, de los famosos puertos de San Diego y Monterrey{14}. Esta Real Orden coincidía con el Plan que Gálvez había propuesto días antes. Así pues, el Visitador General de la Nueva España, apoyado por el Virrey Francisco de Croix, se decidirá por que la solución pasará por ocupar el puerto de Monterrey y así proteger el galeón.
El desconocimiento de los lugares y la veracidad de las descripciones de las exploraciones anteriores debían acallar los miedos, acelerando así una primera expedición desde las costas al norte de la Baja California. Se pondrán en marcha los expedicionarios reclutados en Nueva España con la inestimable dirección de Gaspar de Portolá. Como militar experimentado había llegado en 1764 al continente americano en calidad de capitán de la Compañía del recién fundado Regimiento de Dragones España del Virreinato de Nueva España (1769), apoyando y dando viabilidad al proyecto de Gálvez y Croix. Es en este preciso momento cuando aparece nuestro personaje.


Gaspar de Portolá, primer Gobernador de la Península de California{15}.
Biografía del Personaje
Como contribución a la biografía de uno de los últimos conquistadores de América y de las tierras de California, desconocido para muchos y al que queremos destacar entre sus virtudes que justifican su gesta: un estricto concepto del honor y de la obligación de que estaba imbuido este noble militar de formación castrense, perfilando su personalidad a lo largo de toda su vida.
Nació en la ciudad de Balaguer (Lérida) en 1717 donde regresará en 1786 para morir años más tarde en Lérida capital. La noble ciudad de Balaguer, capital de la Comarca de la Noguera y cuna del Condado de Urgell, en su larga historia, albergó como escenario importantes gestas de personajes ilustres de la historia de Cataluña. Fue en esta singular ciudad, donde años más tarde, con el advenimiento de los Borbones y el Decreto de Nueva Planta, el más ilustre de sus hijos, no se rindió por llevar los honores del servicio a su rey hasta los confines del Nuevo Mundo. Paradójicamente, su figura ha trascendido más allende de los mares (California) que en su propia tierra y país. Así, gracias a su descubrimiento, se ha dado nombre a la actual ciudad de Portolá en el estado de California. Pero el reconocimiento más significativo es haber dado el nombre hoy a la actual bahía de San Francisco.
Siguiendo con un relato prosopográfico que nos aportan unos trabajos y artículos dedicados a su figura{16}, diremos que, en su linaje aparece ya el sello de la nobleza catalana de segunda categoría. Nació en 1723 siendo el segundo hijo del noble Francisco de Portolá y Subirá y de Teresa Rovira y Sanispleda, los cuales ostentaban el título de Barones de Castellou de Monsec, título que había recibido su familia en los últimos años del siglo XVII. Como era entonces habitual entre los nobles jóvenes, el hijo varón siguió la carrera de armas llegando al grado de alférez del Regimiento de Dragones de Villaviciosa y Numancia en 1734. Sirvió en él hasta que en 1743 fue ascendido a teniente durante las campañas de Italia. Como consecuencia de las heridas sufridas en el valle del Po, le obligaron a trasladarse a España, para reincorporarse a su regimiento en Andalucía en la campaña de Portugal. En 1764 fue nombrado capitán del Regimiento de Dragones de España con destino a servir en el Virreinato de Nueva España. Cruzó el Atlántico en el navío “Galicia”, que partió del puerto de Cádiz al año siguiente un veinte de agosto, llegando a San Juan de Ulloa (Veracruz) en noviembre, después de haber hecho escala en La Habana. En ese mismo año (1765) había llegado también el Visitador General Gálvez. Una vez allí participó en la primavera de 1767 en una expedición militar a la región de Sonora bajo el mando del coronel Elizondo, y allí fue nombrado gobernador de “las Californias”, convirtiéndose, por tanto, en el primer Gobernador de California. Ocupó su residencia en el presidio de Loreto, desde donde se dedicó a la organización y administración militar de los territorios bajo su mando, que ocupaban el sector occidental de las Provincias Internas del Norte de Nueva España.
Portolá encontró desde su llegada graves problemas en la administración de las misiones de las Californias, especialmente por la escasez de víveres que le debían de suministrar por vía marítima los navíos enviados por el virrey marqués de Croix. Por ciertas circunstancias especiales e imprevistas, tan pronto hubo llegado a tierras mejicanas a cambiar sus planes, obligando a Portolá desde el 26 de junio de 1767 a la ejecución efectiva por parte del virrey de Nuevo Méjico del Decreto de expulsión de los jesuitas cuyo encargo recaerá en el propio Portolá. Aun así, los cronistas jesuitas lo describen como un caballero católico y discreto juez. Así lo expresaba el padre jesuita que estaba al frente de la misión de Loreto antes de desalojarla: “…El Gobernador, no sólo nos trató con cortesía, como el Rey ordenaba, sino que nos aprovisionó con largueza en todo lo necesario para el viaje”. El problema que abordó al poco de tomar el mando fue el de advertir al virrey de la necesidad del reforzamiento de las poblaciones que circundaban las misiones, pues consideraba su aislamiento como un problema para la expansión posterior de los territorios españoles. En 1768 recibirá la visita de Gálvez, quien durante los ocho meses anteriores había organizado la defensa militar de estos territorios de la Baja California, preparando la expedición a la Alta California frente a la presión rusa e inglesa que avanzaban desde el norte. En la primavera de 1769 Portolá salió en expedición hacia la Alta California acompañado del misionero fray Junípero Serra, con la misión de encontrar y tomar posesión para luego colonizar el puerto de Monterrey. A esta expedición acontecida entre los años 1769 y 1770, se le llamará la Expedición Portolá. Llegará primero al puerto de San Diego y Monterrey y de paso descubriendo la bahía de San Francisco. Estos importantes lugares, amén de otros enclaves localizados en su recorrido, quedaron desde entonces incorporados a la historia y a la topografía californiana.
Tras regresar a Méjico en 1770, ascendió a teniente coronel al año siguiente. Más tarde trasladó a Barcelona, donde permaneció hasta 1776, en que lo nombran gobernador de Puebla en Méjico. En esta ciudad desempeñó su cargo hasta 1784, fecha en la que regresó a España ya ascendido al grado de coronel. En 1786 fue nombrado teniente del Rey de la plaza de Lérida, y falleció en esta ciudad el 10 de octubre de 1786{17}. Boneu Company, biógrafo y estudioso de este personaje, que dedicó gran parte de su vida a resaltar la talla de este ilustre personaje, la resume en estas palabras:
“Vivió soltero y dedicado al servicio de las armas y del Rey, caracterizándose por su valentía, prudencia, serenidad. Fue parco en palabras, militar sereno en sus decisiones, ferviente católico y muy respetuoso con sus amigos y con su tropa. Gran amante de su tierra y de sus paisanos (Balaguer, Lérida), donó toda su fortuna para la fundación de obras piadosas, con lo que se inició la Casa de Expósitos y Misericordia de Lérida (solar donde hoy se ubica la Diputación de Lleida). El linaje de los Portolá abarca siete generaciones. Uno de los últimos descendientes fue Buenaventura Portolá Rodeja, farmaceútico de Figueras (Girona) el cual falleció el 10 de setiembre de 1944 en su casa solariega de Vilanant (Girona).”
Entre una selección de escritores de historiadores americanos{18} citados por Carner Ribalta, se han entresacado algunas notas que apuntan a otros rasgos de su personalidad y a un perfil de gran hombre al servicio de su objetivo y de las órdenes de sus superiores. El gran acierto que tuvo Gálvez al poco de llegar al Virreinato de la Nueva España fue mayor al disponer de dos figuras claves para el descubrimiento y conquista de los nuevos territorios: Portolá y Fray Junípero Serra{19}. En 1769 el impetuoso Gálvez los llamó; a Portolá lo nombró Comandante en Jefe de las expediciones de mar y tierra a Monterrey; y a Serra, Presidente de las Misiones. Se establecieron rutas a seguir, se planificaron y situaron las misiones a fundar, los presidios y sus dotaciones de tropa; se ordenaron las provisiones de ganado y pertrechos, fueron traídas cantidades de grano, harina, herramientas y se reunieron las tropas procedentes de los presidios de Loreto y San Blas, para que formaran parte de las fuerzas regulares en la marcha. Entre estas se contaba con una compañía de Voluntarios de Cataluña que por primera vez fue destinada al descubrimiento y conquista de tierras para la Corona. Por otra parte, el padre Serra contaba con cinco misioneros, entre los que estará su cronista (padre Crespí). Junto a estos personajes destacará por su labor cartográfica y detallado relato del viaje y sus experiencias del otro diario del ingeniero Constansó. Él se encargará de confeccionar nuevas cartas geográficas y señalar en ellas las nuevas localizaciones de los poblados y los accidentes naturales del territorio descubierto (ver en el anexo gráfico). Finalmente, un cirujano (Pedro Prat) atenderá los casos de escorbuto y enfermedades que afectaron a la mayoría de la expedición. A la sombra de todos estaba la fuerte personalidad organizadora de Gálvez, que no dejó ningún detalle: extenderá órdenes para cada uno de los jefes de cada sección, controlará la recogida y envío de víveres y materiales, &c. A partir de las cartas que le remitieron los miembros de las Juntas de Guerra para consulta, formadas por Crespí, Palou (franciscanos), Portolá, Fages (militares) y Constansó (ingeniero). De su lectura, se deduce que esta gran aventura, odisea por mar y tierra, ha sido valorada por los historiadores americanos, por su gran organización y precisión, que no tienen parangón con las anteriores de Hernán Cortés. Las expediciones por mar saldrán del puerto del puerto de la Paz en la Baja California y estarán formada por los paquebotes “San Carlos”, “San Antonio” y “San José”, que trasladarían al puerto de San Diego todo el material y pertrechos para el establecimiento de los presidios y misiones. Finalmente, la expedición por tierra se dividirá en dos secciones: la primera, al mando del capitán Rivera; la segunda, al mando de Portolá que llevará consigo al padre Serra. Su destino estará fijado en montar el campamento base en la misión de Santa María desde donde partirá el capitán Rivera. Se iniciará la marcha de Portolá el 1 de julio de 1769 y terminará el 3 de junio de 1770 en Monterrey.
La singularidad y heroicidad de esta expedición convertida en hito histórico, en que, al frente de la misma estuvo un grupo reducido formado por militares, misioneros e indios. Portolá lo relata años más tarde con estas palabras:
“...recogí la pequeña porción de víveres que no se corrompió en los barcos y continué por tierra a Monterrey, en compañía de aquel corto número de personas o, por mejor decir, esqueletos a quienes habían perdonado el escorbuto, la sed y el hambre…”.
Sin percatarse de la significación del descubrimiento, dejaron señalado y expedito lo que años más tarde sería llamada como el Camino Real de las Misiones Franciscanas. A partir de este momento los diarios de Portolá, del ingeniero Constansó y del franciscano Crespí y del piloto Cañizares{20} nos van a ir dando cuenta del relato, día a día, hasta el descubrimiento definitivo del puerto de Monterrey. La importancia de las descripciones e impresiones recogidas en los Documentos Secretos de esta expedición radica en que nos permiten valorar en su justa medida, a través de esas fuentes principales, las duras circunstancias que vivieron, así como los desánimos y penurias en salud y alimentación por las que deberán pasar los expedicionarios en las costas de la Alta California. Estos documentos han sido transcritos por Boneu Companys{21}, y son de gran interés para el estudio y desarrollo del proceso y del avance en estas tierras desconocidas hasta la fecha. Tanto los escritos remitidos al Virrey como a Gálvez, van a justificar esta empresa, avalada por la singular forma de tomar decisiones al reunirse periódicamente los expedicionarios con el Comandante Portolá. Se llamarán Juntas de Guerra y en ellas, cada uno de los representantes (Constansó, Fages, Rivera y Crespí ) expondrán por escrito su propuestas para secundar o cuestionar con su voto las acciones a seguir en cada momento.
Las etapas de la expedición{22}:
I. De Villacatá a San Diego (1 julio de 1769).
II. A la búsqueda del deseado Puerto de Monterrey (14 de julio de 1769).
III. Descubrimiento del Puerto de San Francisco (31 de octubre de 1769).
IV. El regreso a San Diego (24 de enero de 1770).
V. La Segunda Expedición. Toma de posesión de California y descubrimiento de Monterrey (llegan el 23 de mayo de 1770 y tomaron posesión el 3 junio de 1770).
[ Expediciones en busca de la bahía de Monterrey ]
Los protagonistas e instituciones de frontera: misiones y presidios, soldados de cuera
En su expansión hacia el norte de Nueva España los conquistadores habían utilizado un patrón colonizador que les permitía atraer, civilizar y controlar las tribus nómadas que encontraban a su paso, de tal forma que ambos grupos – el de los colonizadores y el indígena-, podían convivir en el mismo espacio. La misión y el presidio fueron los elementos principales de ese patrón. Ya desde el siglo XVI, la hostilidad, no solo de los indios sino del ambiente mismo de la zona septentrional novohispánica de esas tierras, fue conformando y definiendo las características y las funciones de la misión y el presidio, como elementos fundamentales del proyecto colonizador, como podremos comprobar.

La tropa singular: los dragones y los soldados de cuera. En la historia militar, la creación de este singular regimiento, así como sus uniformes y servicios encomendados, se remonta a 1707. Su vistoso uniforme y colores de su casaca vienen reflejados en el propio retrato de Portolá. En cambio, los soldados de cuera, constituyen como cuerpo de élite –soldados presidiales– en la lucha contra los indios al proteger sus espaldas con láminas de “cuero” para evitar las flechas de los indios, siendo éste su peculiar uniforme ganándose la fama por ser hábiles en el dominio del territorio de la Baja California.
Las primeras misiones se instalaron en lugares que no habían sido conquistados por los españoles, alejados del centro político y económico del Virreinato, donde los grupos indígenas eran nómadas y seminómadas y se les llama en los “diarios” gentiles; y a los pueblos aislados de los indios del interior se les llamará rancherías. Los primeros misioneros realizaban la labor de cristianizar al indio. El real erario financió las misiones hasta que podían mantenerse por sí solas en un régimen autárquico. El misionero era jefe y administrador en la misión. Sin embargo, políticamente los indios estaban organizados como un pueblo, con sus jefes políticos y militares que ellos mismos elegían{23}. El misionero se apoyaba en un cierto número de soldados que lo ayudaban en su misión civilizadora. En el siglo XVIII se romperá el aislamiento fundando misiones cerca de los pueblos indígenas, lo cual servirá de guía en la fundación de las misiones de la Alta California. El punto de apoyo para la colonización posterior de estas tierras fueron las antiguas misiones jesuitas del noroeste. Al lado de la misión se encontraba el presidio{24}. Era un puesto militar que se establecía estratégicamente en el territorio recién ocupado para proteger de los indios a las misiones y a otros reductos de población (rancherías). Se trataba de un baluarte militar en el cual se fijarán las expansiones territoriales hacia el norte de California. Asimismo, poniendo los primeros cimientos del origen de algunos poblados americanos llamados a ser grandes ciudades (San José, Monterrey, San Francisco). En los presidios propiamente dicho, no sólo vivían los soldados, sino también sus familias, y a su alrededor se congregaron los mismos nativos, que buscaban protección. Los soldados se debían autoabastecer cultivando o enseñando a los indígenas los rudimentos de la agricultura para poder subsistir en lugares tan remotos y continuamente asediados. De esta manera, empezaron a formarse las poblaciones permanentes a las que hoy algunas ciudades americanas deben su nombre y emplazamiento.
Los presidios de la Alta California compartirán rasgos de los de las Provincias Internas. En 1772 el Reglamento del marqués de Rubí hizo que se formara un cordón fronterizo de presidios que protegieran el resto de territorios del interior. Es por todo ello por lo que la fundación de misiones y presidios constituye un capítulo importante en el proceso de colonización. Cabe finalmente destacar que en la Alta California la Corona simultaneó los modelos de misión-presidio con la llegada de colonos, con el objeto de impedir que las misiones obtuvieran el preponderante papel económico que tuvieron en el sistema jesuita y así acelerar el proceso civilizador de los indígenas mediante el ejemplo. Por tanto, para tener una idea clara del desarrollo histórico en la Alta California no hay más alternativa que incluir un tercer elemento: los pueblos.
La formación de pueblos no fue un fenómeno aislado en la expansión hacia el norte. Ya desde el siglo XVI se dictaron disposiciones que estimulaban el asentamiento de colonos, como la donación de tierras, y marcaban las pautas de la organización administrativa que deberían tener estos centros de población. Los grupos de colonos que hasta entonces habían llegado al norte, con excepción de los que se asentaron en la zona del Nuevo Santander, lo habían hecho por iniciativa propia. En la Alta California, por el contrario, fue el gobierno virreinal el que reclutó y financió totalmente las expediciones colonizadoras; suyos serán los méritos de los intentos y proyectos ensayados para promover el traslado de colonos a las nuevas tierras. Este el rasgo más particular de la ocupación de la Alta California.
Fray Junípero Serra y Gaspar de Portolá
Las misiones de Fray Junípero en la Alta California no hubieran tenido el arraigo, la continuidad en el tiempo, ni la trascendencia para el futuro de los pueblos -que aparecerán con nombre del santoral franciscano en las tierras de la Alta California-, si no hubiera sido por la estrecha colaboración de un catalán y fiel amigo Gaspar de Portolá con el fraile mallorquín. Serán estas dos figurascoetáneos en el tiempo y en su misión colonizadora. Tanto en sus orígenes fundacionales, como en la llegada de ambos a estas tierras, confluyeron los mismos objetivos y espíritu aventurero para llevar a buen término la misión encomendada por Gálvez:
“Extender la religión entre los gentiles por medio pacífico de establecer misiones que hagan la conquista espiritual, e introducir la dominación del rey nuestro señor”. (José de Gálvez).
Estas mismas palabras figurarán en las instrucciones de Gálvez al poco de tomar posesión el nuevo gobernador, Gaspar de Portolá. De dichas palabras deducimos una de las más importantes preocupaciones que el Visitador tenía en aquellas tierras remotas. Pero la primera y escabrosa misión será nada más llegar de España, sustituir a los jesuitas en sus misiones y hacer cumplir la Pragmática de 1767, donde se dictaba su expulsión en todos los territorios y misiones del septentrión novohispano, siendo los franciscanos y los dominicos quienes se hicieron cargo de ellos tras el desalojo forzoso{25}. No por ello, los franciscanos se apropiaron de sus pertenencias, ya que desde que Fray Junípero arribó en 1749 a Nueva España, ya existían misiones de esta orden religiosa.
La llegada de los franciscanos con el propósito de extender sus misiones hacia el norte significará también una mayor implicación en California del virreinato y de la Corona, dispuestos a mandar los soldados necesarios para proteger las nuevas misiones y poblados y a establecer nuevos presidios.

Los soldados y los frailes franciscano frente a la bahía de San Francisco.
En poco tiempo surgió entre Junípero y Portolá una profunda amistad, fruto del entendimiento y alimentada por convencerse mutuamente de lo más importante, que era entonces fundar un presidio y una misión en la bahía de San Diego y en una segunda fase, la misión y presidio de Monterrey, para lo que se planificó la expedición anteriormente descrita. Fray Junípero formó parte de la marcha terrestre que partirá de la misión de Loreto. El proyecto estudiado al detalle contemplaba 3 “columnas”.
La primera, como fuerza militar, partirá de San Blas el 12 de marzo de1768 y llegará el 1 de abril a Loreto. Una parte de esta saldrá el 9 de enero de 1769 en el paquebote “San Carlos” y el resto en el “San Antonio”. Otra segunda columna, formada por soldados de cuera y algunos indios al frente del capitán del presidio de Loreto, Rivera Moncada, que junto al sargento Ortega partirán deVellicatá al Sur en el istmo de la península de California. Estarán acompañados por el franciscano Crespí (biógrafo de Serra) y el piloto Cañizares (diario del primer viaje). Serán a partir de estos tres diarios los que constituyen una fuente importante para el seguimiento y cotejo de las descripciones que se citan en cada una de las exploraciones. Finalmente, la tercera y más importante columna era la que comandaba Portolá en calidad de capitán de Dragones del regimiento de España y Comandante de toda la expedición. El día 13 de mayo, esta columna alcanzó Vellicatá, en donde Serra fundó la misión de San Fernando. Partirán a continuación hacia el norte, hasta que a mediados de julio alcanzaron por fin la bahía de San Diego. A los pocos días se celebrará una misa solemne, concretamente el 16 de julio de 1769, naciendo así la primera de las misiones de la Alta California fundada por Fray Junípero Serra: San Diego de Alcalá, germen de la actual ciudad de San Diego. Pero la principal fundación tendrá lugar tras el descubrimiento del puerto de Monterrey el 3 de junio de 1779 y la fundación de la misión de San Carlos de Monterrey. En ella estará hasta su muerte y se convertirá en el principal centro de la acción misionera.

Celebración eucarística a la llegada a Monterrey.
Entre los méritos alcanzados que se le atribuye a esta gesta de unos pocos exploradores estuvo que, ante la escasa disponibilidad de alimentos enviada por mar, se agravó por el retorno de los expedicionarios que regresaban de San Francisco; sufrir la crudeza de un duro invierno. Finalmente, el 24 de marzo llegará providencialmente (así lo recogerá la crónica y el diario de Serra) el barco “San Antonio”, tras celebrar una misa el día de San José los desanimados soldados se verán reconfortados con esta noticia de la llegada del barco comandado por Juan Pérez que llegará cargado de víveres después de salir del puerto de San Blas el 20 de diciembre de 1769. Portolá organizó de forma inmediata un segundo intento de llegar a la bahía de Monterrey. Saldrá el 17 de abril de San Diego junto al Juan Crespí y Pedro Fages y 12 soldados. Por mar saldrá el “San Antonio” con fray Junípero Serra, Constansó y Pedro Prat. Esta vez sí descubrirá Monterrey el 24 de mayo de 1770. El navío de refuerzo “San Antonio” llegará el 31 de mayo. Pedro Fages certifica la toma de posesión el 3 de junio, fundando la misión de San Carlos de Monterrey.

Escrito que certifica la toma de posesión del puerto de Monterrey.
-Los fines colonizadores: ambos coinciden en su objetivo inicial y fundamental, que pretendía en un caso repoblar tierras y el propósito de la corona de asegurar el dominio marítimo y fronterizo en la Nueva España.
-Las autoridades: el Visitador José de Gálvez, el virrey Marqués de Croix y Portolá.
-Los poblados: para el caso americano, son diseñados y edificados con la supervisión de ingenieros militares en los puntos y enclaves del llamado Camino Real{26} que va desde San Diego a San Francisco. En el desarrollo de las construcciones (presidios, misiones y poblados) estarán al frente militares e ingenieros especializados. Serán al principio obras sencillas, con materiales pobres, tanto en los presidios como en las misiones, pero a tenor de los planos de los principales presidios van a disponer de una tipología propia de la ingeniería militar española (en forma de estrella). En las poblaciones californianas, se construyen, según se va avanzando en tierras fértiles, desde simples empalizadas que se convertirán más tarde en presidios, reforzándolos con sillares de materiales, hasta pequeñas iglesias con materiales sencillos como ladrillo, adobe &c., distribuyendo las diferentes estancias, para el servicio llamadas a ser las futuras misiones franciscanas. El conjunto de misiones o primeros poblados fundados tanto en el camino de la costa como en el interior entre los años 1687 y 1786, superarán en número a las NN.PP.
-Los religiosos{27}: El tradicional enfrentamiento entre dos poderes (político y religioso) no va a aparcar sus diferencias en la política colonizadora del siglo XVIII. Se traducirá con particular eco durante el reinado de Carlos III, en las ya enraizadas controversias respecto a la labor desarrollada en las misiones y conventos de los jesuitas tanto en la Península como en el Nuevo Mundo. Desde el principio del reinado el rey y sus ayudantes ilustrados querían separar el poder civil del eclesiástico. Todos los conflictos que hubo entre el papado y la realeza española vienen de ahí. La confluencia de intereses en el papel a desempeñar por parte de las órdenes religiosas en los nuevos asentamientos de la Corona, hará que se opte por sustituir las misiones y conventos de los jesuitas en California, dando el papel preferente y apostando por la orden de los franciscanos en la persona de fray Junípero Serra. A ello se sumará la reciente expulsión de los jesuitas (1767) en todos los territorios de Carlos III. Por otra parte, los nombres de las poblaciones americanas serán tomados del “Santoral”, tanto si eran fundación de los jesuitas, como si se trataba de los franciscanos y dominicos. Las diferencias en este sentido sí son claras, al no coincidir los nombres religiosos de la toponimia americana con los asignados a las colonias de Andalucía. En cambio, en la advocación a la Inmaculada en las iglesias de las Nuevas Poblaciones, se rendirá culto oficial, por el patronazgo de Carlos III a la advocación a la Inmaculada Concepción.
-Los colonos: el contingente hispano e indígena fue copando sobre la marcha las misiones y presidios al desplazar la escasa población hispana residente en las misiones y poblados, junto con indios civilizados, desde una parte de la Baja California a la Alta California; otra forma fue acudiendo a las antiguas misiones jesuíticas que ya estaban arraigas en la tierras del interior (antes de la expulsión había 15 misiones jesuíticas). Lo que sí quedó detallado –en forma de inventario antes de la expedición de Portolá – es el número de indios que conformaban su contingente: en total iban 83 indígenas; el resto del equipo lo formaban: militares, marinos, voluntarios catalanes, soldados, carpinteros, sirvientes, pastores, carreteros, hasta completar el total de 250 hombres. Está claro que no hay punto de comparación entre el número de efectivos en un mismo proceso y años, si a eso le sumamos el número elevado de bajas.
Los recursos materiales y víveres fueron puntualmente registrados en un estadillo que acompaña las instrucciones remitidas por Gálvez. Fueron las duras condiciones del envío por barco de tales provisiones, como los retrasos en la llegada de dichos víveres, lo que va a producir en ambas colonizaciones una serie de consecuencias: la falta de alimentos por las malas cosechas y, por ende, la propagación de enfermedades como el escorbuto o las fiebres tercianas, con el aumento del número de enfermos y muertos y con el consiguiente retraso en la consecución de los objetivos propuestos por Los diarios y escritos remitidos a las autoridades irán acompañados con profusión de detalles de las grandes penurias que padecieron los expedicionarios. Coparán la crónica “día a día” en cada uno de los diarios reseñados anteriormente.
-El transporte: el primer traslado fue también en barcos a los puertos próximos al inicio de la colonización. Posteriormente, los bagajes y animales de tiro acompañarán el traslado de los colonos a sus respectivos poblados.
-El urbanísmo: no se producen grandes cambios en el modelo diseñado y planificado para la construcción de las fortificaciones llamadas presidios. También en las misiones franciscanas la construcción de sus iglesias y ermitas presenta una planta y fachadas similares entre sí en todas ellas a lo largo de la costa californiana. Sobre los emplazamientos y tamaño, no se pueden comparar los pequeños poblados americanos o “ranchería” con las colonias fundadas en los mismos años en las Colonias de Sierra Morena por Pablo de Olavide, ya que los pueblos indígenas limítrofes vivían diseminados y algunos cercanos a la misión; en cambio, el poblamiento rural concentrado irá jalonando el camino Real de Andalucía. Más adelante las llamadas “rancherías” californianas se convertirán en explotaciones agropecuarias con los indios civilizados, complementadas por otras creadas por los nuevos colonos que ocupan las tierras del interior o circunvalaban los primeros presidios.
-La legislación: sometida bajo el principio de convivencia e integración entre criollos e indios. Gálvez no intervendrá en el proceso de reglamentación de los primeros colonos, ya que será sustituido a los pocos años y dejará en manos del nuevo virrey Bucarelli, los gobernadores y las ordenanzas de los Intendentes, que harán uso de sus competencias en lo que respecta a la organización de los nuevos territorios.
-Los protagonistas: muchos de los que acompañarán las decisiones de las autoridades en materia repobladora aparecen en calidad de ingenieros, marinos, misioneros, soldados; siempre bajo la supervisión de las instrucciones del Ministro-Visitador que nombrará como Comandante en Jefe a Portolá; y a Serra, Presidente de las Misiones .
El final de la aventura colonizadora
Las estrategias que fueron planificadas por Don José de Gálvez y secundadas por una media docena de frailes franciscanos y un centenar de soldados españoles, en su gran mayoría de ascendencia catalana, junto a otro centenar de indios mexicanos, llevaron una titánica tarea de conquistar, evangelizar y colonizar la Alta California, hoy Estado Americano, que con orgullo debe su nombre a estos dos personajes: Portolá y Serra.
El resto de fundaciones que irán apareciendo a posteriori desde 1771 a 1782 (San Antonio, San Gabriel, San Luis, San Francisco, San Juan, Santa Clara y Buenaventura) demuestran la ingente labor y el celo fundacional de los seguidores de estos dos grandes prohombres. El militar leridano pedirá traslado a Cataluña, a sabiendas de que había cumplido fielmente su misión, sin apoyo de Gálvez, con el que a última hora se enemistó. Tampoco se ha prodigado por una parte de la historiografía catalana, la relevancia que ha tenido la figura de Portolá en la historia de España, pese a haber dejado la huella de su nombre en ciudades y pueblos que hoy día celebran su heroicidad en Estados Unidos.
El llamado Camino Real, que hoy transcurre con más de mil kilómetros desde San Diego a San Francisco, rinde homenaje al corolario de sufrimientos, sobrepasados por el espíritu de superación de estos últimos colonizadores (Portolá y Serra), elevándolos a la categoría de ilustres impulsores de las colonizaciones de Carlos III en América. El rosario de ciudades que en la actualidad transcurren en este camino entre México y Estados Unidos, es el fruto y tributo de las huellas imborrables de estos dos personajes. El hoy Estado de California donde se ubica la meca del cine, se ha convertido en un emporio de riqueza, turismo, poblado de lujosas mansiones, pero que hasta la llegada de los españoles, solamente eran tierras pobladas por indios salvajes, cuyas hazañas han sido recreadas en las películas del Oeste sin hacer mención a las misiones franciscanas, presidios y al papel civilizador de los exploradores hispánicos. Y es que, las huellas imborrables de la toponimia de las ciudades de la Alta California no dejan la menor duda de la herencia española en aquellas tierras.
Anexo cartográfico

Mapa Constansó (1769). Plano de la costa del sur corregido hasta el Canal de Santa Bárbara, en el año 1769, confeccionado por el ingeniero Constansó, acompañante de Portolá.
ES.41091.AGI/27.17//MP-MEXICO,251BIS, Archivo General de Indias.
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{1} censored by authoritative algorithmic censorship
{2} Charles F. Lumis, Los descubrimientos españoles del siglo XVI, Madrid, 1987, p. 42. Cita insertada en Mª E. Roca Barea, Imperiofobia y Leyenda Negra, Madrid 2016, pág. 293.
{3} Durante los días duró el llamado procés català, la escultura del conquistar Gaspar de Portolá fue rociada con pintura amarilla y rodeada de un lazo amarillo en el paseo de su ciudad natal (Balaguer), como respuesta al representar una figura histórica colaboradora con los Borbones y su relación con la historia de España.
{4} Pese a todo, en el año 2017 la Diputación de Lleida organizó, entre sus actividades, un homenaje al ilustre ilerdense, una exposición organizada por el Instituto de Estudios Ilerdenses dedicada a la figura de Gaspar de Portolá. También, fruto de los actos con motivo del Congreso Internacional con motivo del tricentenario del nacimiento de Gaspar de Portolá en el 2017 se publicó una obra conmemorativa para acompañar los actos de homenaje al insigne descubridor, recogiendo una serie de artículos en una obra coordinada por Josep Lluia RIBES (ed.) que lleva por título : El món de Gaspar de Portolà, Instituto de Estudios Ilerdenses, Lleida, 2017. También hemos obtenido datos precisos, a partir la lectura de dicha obra y del facsímil del original: “Diario del viaje de Don Gaspar de Portolá” Véase en https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/64723. Consultado el 10/02/2018.
{5} La obra de García Ordóñez de Montalvo titulada Las sergas de Esplandián, daba noticias del mítico reino donde “dícese que reinaba la reina Calafia” (término del que provendría California). La teoría más respaldada es que la palabra California deriva del nombre de la regente de un paraíso ficticio dominado por amazonas negras, la reina Califia. El mito de Califia se registra en una obra de 1510, Las hazañas de Esplandián, quinta secuela de Amadís de Gaula.
{6} La relevancia significativa que tuvieron para los reyes del imperio español (al igual que sucedió con los “diarios” de Portolá y Constansó) y de todas aquellas otras crónicas que recogerán las diferentes visiones de los lugares descubiertos en las primeras exploraciones marinas desde el siglo XV. En la actualidad vendrían a llamarse dichos informes “Secretos de Estado” de lo descubierto en aquellas recónditas tierras, que facilitaron un cambio en el tiempo de la cosmovisión europea del Nuevo Mundo. También, tenían como objeto dichos informes: preservar los intereses estratégicamente y militarmente; ya que eran claves para el mantenimiento de vasto imperio. Es lo que ha venido a decirse para algunos historiadores denominan “territorialidad del secreto”. Véase el artículo de Jesús Vegazo titulado: “Maximiliano Transilvano: “La cosmovisión europea de la circunnavegación magallánica”, Cartare,8, (2018), Cádiz.
{7} En la cartografía del mapa de la época (1769) elaborado por el acompañante de Portolá (Constansó) inserta en el Anexo gráfico final, donde aparecen indicadas las zonas de la costa exploradas y colonizadas. "Plano de la costa del sur corregido hasta el Canal de Santa Bárbara, en el año 1769". Mapa Constansó, ES.41091.AGI/27.17//MP-MEXICO,251BIS.
{8} Esta exploración servirá de base y referencia oficial para la expedición de Gaspar de Portolá, aunque por sus imprecisiones en la descripción de la costa, llegó a confundir el puerto en su primera expedición y estuvo a punto de echar a pique la exploración– al no coincidir las coordenadas indicadas –en sus primeros avistamientos de la costa. Gracias a su tesón y espíritu militar, estas tierras descubiertas, llegarán a ser llamadas años más tarde “las Californias”.
{9} FERNÁNDEZ CHACÓN, F.: La Intendencia de Jaén en el siglo XIX: Tránsito del Antiguo Régimen a la Etapa Liberal, tesis doctoral, UJA, 2023.
{10} Sobre la figura relevante del ministro de Indias José de Gálvez, destacamos su obra como inspector e impulsor de la Implantación de las Intendencias al poco de llegar a Nueva España (1765). En poco más de dos años elaboró un informe que sería suscrito por el entonces Virrey Marqués de Croix. Fue premiado con el título de marqués de Sonora y vizconde de Sinaloa. Podemos ampliar esta temática a otras obras complementarias sobre la importancia de los Intendentes como la publicada por Navarro García, L.: Servidores del rey: Los intendentes de Nueva España, Sevilla 2009.
También se alude a su papel como impulsor de una política americanista y notable colaborador de Carlos III, acérrimo defensor de los intereses de España en América. En MARTÍN, RUIZ J. Mª: “Gálvez y la política americanista de Carlos III”, Baetica, 12, (1989), pp. 197-202.
{11} Francisco de Croix era natural de Lille y ostentó el Virreinato desde 1766 a 1771, coincidiendo con nuestro personaje Gaspar de Portolá, al que requerirá para aplicar las instrucciones en materia de conquista y afianzar los intereses coloniales de Gálvez. Además de su participación en el proyecto de Intendencias, destacará por ser un organizador de expediciones del ejército a su mando. Por otro lado, su biografía queda retratada en la obra de ALCÁZAR MOLINA, C: Los Virreinatos en el siglo XVIII, Barcelona,1945. Es descrito como “amigo del lujo y del buen vivir”, fiel soldado, buen gobernante, aunque fue sustituido en 1771, mientras realizaba los trabajos con Gálvez, por el virrey Bucarelli.
{12} NAVARRO, GARCÍA, L: Intendencia de Indias, Sevilla, 1959, pp. 22-23.
{13} NAVARRO, GARCÍA, L: José de Gálvez y la General de las Provincias Internas del Norte de Nueva España, Sevilla 1964, pp. 275 y ss.
{14} “Noticias al Alto Gobierno de España de las repetidas tentativas de una nación extranjera, sobre las costas septentrionales de la Carolina, con miras nada favorables a la Monarquía y a sus Intereses, mandó el Rey al Marqués de Croix, su Virrey, y Capitán General de la Nueva España, diese eficaces providencias para resguardar aquella parte de sus dominios de toda Invasión e Insulto” cita extraída de la obra de CONSTANSÓ, M.: Diario histórico de los viajes de mar y tierra hechos al norte de la California. Biblioteca Nacional, Madrid, inserto en el libro de BONEU, COMPANYS, F: Don Gaspar de Portolá. El noble militar leridano, descubridor y primer gobernador de California, Madrid, 1970, p. 13. También en The Discovery of San Francisco Bay.The Portolá expedition of 1789-1770.The Diary of Miguel Constansó, P.Browning, California, 1992.
{15} En la Diputación de Lleida ha estado expuesta una exposición organizada por el Instituto de Estudios Ilerdenses sobre la figura de Gaspar de Portolá titulada “El món de Gaspar de Portolà”.También a través de la web hemos podido visionar dicha exposición en línea fpiei.cat. Consultada el 12/02/2018.
{16} PÁRAMO, P: “Exploradores españoles olvidados del siglo XVIII, SGE, 1999.
{17} En su hoja de Servicios aparece dicho nombramiento, si bien aparece en 1762 a la edad de 46 años con 28 años de servicio, por lo que deducimos que en el momento de ser nombrado teniente del Rey habían pasado 24 años más en su carrera militar. Morirá a los 69 años, siendo enterrado en la iglesia de San Pedro de Lérida. En BONEU, COMPANYS, F: Don Gaspar de Portolá. El noble militar leridano, descubridor y primer gobernador de California, Madrid, 1970.
{18} BANCROFT, G: History of California vol. II, 1542-1800, pág. 172 alude a “que fue el primero de la lista de los gobernadores de California “…hombre nonchalant (despreocupado) y popular, pero valiente y honrado”. Al hablar de su relación con Gálvez este mismo autor expresa su reflexión al decir “Gálvez tuvo suerte de encontrar en la Baja California a un hombre del calibre de Portolá”. También el historiador Denis, A. J: Spanish Alta California, habla de que “se ha descrito a Portolá como un comandante lleno de bohemia, popular y valiente. Hay que hacer constar su honestidad, cosa que no se puede decir de muchos de los que ocuparon cargos en la Nueva España en tiempos de Cortés”. Su personalidad la describe con estas palabras: “La manera como Portolá conducía la expedición y venció las enormes dificultades, su paciencia ilimitada, su valor, sentido común y persistencia, hacen de él un caudillo de excepcional habilidad”. Finalmente, historiadores americanos como ATKINSON, F.W en su obra titulada: The Argonauts of 1769, publicada en Pajaronian Press, Watsonville, California, viene a decir: “Portolá se comportó siempre hacia todos con mucha circunspección y prudencia…Del descubridor de San Francisco, el tacto del cual, la perseverancia y el coraje alto es bien conocido, poca cosa más se sabe”.
{19} PERNÍA PALLARÉS, M. L: “En el Tercer Centenario de Fray Junípero Serra” ,en Péndulo XXIII, Málaga , 2012 .En este artículo se recoge una breve crónica de esta expedición, abundando en la biografía del compañero de Portolá , fray Junípero Serra, como primer fundador de las misiones franciscanas en California.
{20} BERNABÉU ALBERT, S: “Por tierra nada conocida”. El diario inédito de José de Cañizares a la Alta California (1769) “, Escuela de Estudios Hispano-Americanos ( CSIC ), Tomo LX, 1, 2003.
{21} BONEU, COMPANYS, F: Documentos secretos de la expedición de Portolá, Instituto de Estudios Ilerdenses, CSIC, Lérida, 1973.
{22} Estas etapas han sido representadas cartográficamente y descritas posteriormente a partir de la información recopilada por los distintos “Diarios” de Constansó, Portola, Crespí y Cañizares. Nos hemos apoyado en parte en esa cartografía depositada en el Archivo de Indias- del ingeniero Constansó -así como de las reproducciones impresas en la reciente obra de RIBES FOGUET, J.L. (ed. ): El món de Gaspar de Portolà,IEI,201, como en enlace de web IEI: gaspardeportola.xaviercaliz.com Consultada el 12/2/2018.
{23} BOLTON, H.E: “La misión como institución de frontera”, Oklahoma, 1964.
{24} SEGURA GARCÍA, G: “El septentrión novohispano en tiempos de Gaspar de Portolá”, recogida en la obra recopilatoria de RIBES, J. L. (edit.): “El món de Gaspar de Portolà”, Lleida 2017, pp. 93-118.
{25} El relato de la llegada de Portolá desde el puerto de San Blas a la misión de San José y al presidio de Loreto, es tratado por las crónicas jesuíticas con especial delicadeza Viene a decir el padre jesuita Ducrue: “cumplió con puntualidad y con toda cortesía, simpatizando con nosotros. Y si no pudo anular estas órdenes, hizo patente el engorro que ellas ocasionaba”. BONEU, COMPANYS, F: Don Gaspar de Portolá. El noble militar leridano, descubridor y primer gobernador de California, Madrid, 1970, p. 8.
{26} El Camino Real era la vía de comunicación terrestre que unía las misiones de la Baja California y la Alta California, fundadas entre 1683 y 1834. Originalmente fue un camino de herradura, pero ha sido modificado y mejorado con los años. En la actualidad forma parte de la red de carreteras de México y los Estados Unidos. 508 millas de distancia separan ambos núcleos, en donde se repartirán las 21 misiones franciscanas.
{27} El problema de la expulsión de los jesuitas y las malas relaciones con el clero han sido tratado por Mª Elvira Roca Barea en su obra titulada: Imperiofobia y leyenda negra, Madrid, 2016, pp. 336-341.
Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
