El Catoblepas · número 209 · octubre-diciembre 2024 · página 9

Crítica a algunos aspectos de la base teórica del anarcocapitalismo
Olaf Domínguez Prada
El análisis austriaco no puede prescindir de las instituciones y las clases, aunque estas desaparezcan en el análisis

Resumen
La corriente anarcocapitalista se fundamenta en los estudios teóricos de la escuela austriaca. El individualismo metodológico y el análisis económico praxeológico colocan a la acción humana individual como centro de lo social. En ello se hallan contradicciones evidentes, como el hecho de que el análisis austriaco no pueda prescindir de las instituciones y las clases, aunque estas “desaparezcan” el análisis. Son las condiciones materiales las que fuerzan a los individuos a cooperar de una u otra manera, creando así las clases que conformen las estructuras resultantes y las instituciones que sostengan su racionalidad, incluyendo el Estado.
Presentación
Más allá de que nos guste o nos disguste, nuestras vidas –hablo de la vida de la mayoría de los seres humanos– se desarrollan dentro de un Estado. Al igual que la noche, por más que nos limite, el Estado siempre vuelve, está presente.
Este artículo apunta contra el anarcocapitalismo, tan en boga en estos tiempos de crisis sistémica, sobre todo ideológica. No aborda mi trabajo, sin embargo, el anarcocapitalismo directamente: mi propósito es realizar un breve ejercicio crítico en lo que concierne a ciertos aspectos teóricos de la escuela austriaca, base de la en estos días omnipresente corriente anarcocapitalista.
La escuela austriaca y la sociedad
El anarcocapitalismo se funda en el trabajo de una serie de economistas entre los que Ludwig von Mises aparece como la figura principal aunque también se incluya a otros como Carl Menger, Eugen von Böhm-Bawerk, Friedrich Hayek, etc. Desde una perspectiva individualista, la vida (humana) en sociedad la fundamentan en las interacciones de intercambio de mercancías, servicios o cualquier otra prestación, es decir, la cooperación económica entre individuos. Murray Rothbard, sin dudas el más importante divulgador de la obra de Mises, nos dice en El hombre, la economía y el estado:
El término “sociedad”, entonces, denota un patrón de intercambios interpersonales entre seres humanos. Es obviamente absurdo tratar a la “sociedad” como “real”, con alguna fuerza particular en sí misma.{1}
El anarcocapitalismo se enfrenta ideológicamente, en un sentido genérico, a cualquier forma de colectivismo, y toma como modelo a seguir el capitalismo, llevado hasta sus últimas consecuencias: un capitalismo sin un Estado que ponga cortapisas a los individuos –en realidad a los capitalistas, como se verá más adelante. Mises, que dedicó la mayor parte de su carrera intelectual a escribir en contra del socialismo, produjo la obra cumbre de la escuela austriaca, La acción humana, un tratado teórico donde demuestra a través del método praxeológico el carácter central que juegan las acciones individuales en la conformación y desarrollo social, lo cual nos resume Rothbard otra vez:
No hay realidad en la sociedad aparte de los individuos que la componen, y cuyas acciones determinan el tipo de patrón social que se establece.{2}
Hagamos entonces un breve repaso de los postulados austriacos antes de abordar sus contradicciones.
El individualismo metodológico
Los seres humanos aparecen ante nosotros como individuos que solo, según Mises, a través de un ejercicio racional llegamos a clasificar cuales miembros de entidades sociales. Solo los individuos actúan, no los grupos, pues aunque mentalmente atribuimos propósitos y fines al grupo, en realidad poseer propósitos y fines es una capacidad exclusiva de los individuos. Aquellas acciones que adscribimos a un grupo no pasan de ser el resultado de las acciones de los individuos que pertenecen al grupo, incluso cuando se dan casos de cooperación. Dice Mises:
Si escudriñamos el significado de las varias acciones ejecutadas por los individuos debemos necesariamente aprender todo acerca de las acciones del todo colectivo. Porque un colectivo social no tiene existencia y realidad fuera de las acciones de sus miembros individuales… No hay colectivo social concebible que no opere a través de las acciones de algunos individuos. La realidad de un íntegro social consiste en dirigir y provocar acciones definitivas por parte de los individuos. Entonces la forma de conocer a los colectivos es a través del análisis de las acciones de los individuos.{3}
Digamos, por ejemplo, que caminamos por una calle y observamos un grupo de muchachos que vienen en nuestra dirección y que a todas luces parecen constituir una banda de atracadores: independiente de sus rostros y gestos amenazantes, los afilados cuchillos que portan en sus manos dejan claro la intención de robarnos. Según el planteamiento de Mises, cualquier atribución que hagamos al conjunto de muchachos que tenemos frente a nosotros constituye una ilusión:
Es ilusorio creer que podemos visualizar colectivos como una totalidad. Nunca son visibles; su reconocimiento cognitivo siempre es el resultado de entender el significado que los hombres que actúan le dan a sus actos… el significado que ellos mismos otorgan a su presencia. Y el significado siempre es el significado dado por individuos. No son nuestros sentidos, sino el entendimiento, un proceso mental, lo que nos hace reconocer entidades sociales.{4}
Es decir que si queremos investigar el fenómeno banda de atracadores listos para atacarnos tendríamos que tomar como punto de partida de nuestra investigación el hecho de que si no hubiese individuos atracadores, no habría grupo de atracadores. Que terminemos desnudos en media calle se debe al accionar de cada individuo, diferenciando –deduzco– entre los que nos amenazan con sus cuchillos y los que nos quitan la ropa. Supongo que ha quedado claro que, según Mises, el grupo carece de intención colectiva.
De igual manera, en cuanto al Estado, dice Mises:
El verdugo, no el Estado, ejecuta al criminal. Es el significado que dan las personas relacionadas a las acciones del verdugo lo que las cataloga como una acción del Estado. Un grupo de hombres armados ocupa un lugar. Es el significado que dan las personas relacionadas lo que imputa la ocupación no a los soldados u oficiales en el mismo momento, sino a su nación.{5}
Praxeología y economía
Como he dicho la base teórica del anarcocapitalismo radica esencialmente en los estudios económicos de la escuela austriaca con la acción individual como eje central del análisis{6}. De nuevo, sólo los individuos humanos actúan con un propósito en mente para lograr un fin, o sea alcanzar un estado más satisfactorio que el inicial (por mucho que se equivoquen). Para ello se hacen valer de medios que constituyen los bienes, los cuales, al ser escasos, deben ser economizados, y se dividen en dos tipos: bienes de consumo si satisfacen directa e inmediatamente los deseos del individuo y factores de producción si sirven para satisfacer deseos indirectamente mediante su transformación en bienes de consumo en el futuro. Los factores de producción son la tierra (o la Naturaleza), los bienes de capital (las herramientas, incluyendo a las máquinas) y el trabajo.
A la hora de valorar el trabajo –calcular el salario o precio que se le paga por sus servicios al trabajador, el dueño del factor de producción trabajo–, se calcula la utilidad (marginal) de la inversión para el capitalista. Sin entrar en detalles sobre el cálculo, basta decir que todos los factores –tierra, herramientas y trabajo– se miden esencialmente por el mismo rasero desde el punto de vista del capitalista (siempre que sirvan en la producción de distintos bienes, pues en caso contrario, serían específicos y su precio estaría sujeto a una negociación).
Discusión
El credo anarcocapitalista propone la abolición del Estado… pero, visto lo visto, creo una obligación preguntar qué pretenden abolir los anarcocapitalistas. ¿Acaso no es el agente de la agencia tributaria quien nos reclama los impuestos (un robo según los anarcocapitalistas)? Entonces, ¿para abolir el Estado debemos eliminar físicamente al inspector de hacienda? ¿O tenemos que abolir la agencia tributaria, el ministerio de hacienda y el banco central? Está de más decir que podemos eliminar a todos los inspectores de hacienda, ministros, verdugos, soldados y oficiales del ejército, y con ello no eliminaremos ni la agencia tributaria, ni los ministerios, ni el sistema de justicia ni el ejército: al día siguiente tendremos nuevos funcionarios ocupando sus puestos. Para abolir el Estado estaríamos obligados a eliminar las instituciones que lo constituyen, pero ¿acaso esto no delata la existencia de entes o realidades sociales con sus intenciones o razones de existir propias más allá de los individuos?
El trabajo lo realizan seres humanos, y si seguimos la lógica de Mises, lo podemos considerar una acción humana, pues ¿quién duda que todo trabajo se realiza con un propósito en mente de un individuo, en este caso, del trabajador? Es decir que de pronto nos hallamos ante la presencia de una acción cuyo significado, al igual que la labor del inspector de hacienda o del verdugo, debería investigarse a partir del significado que le otorgan los individuos, como dicta la praxeología, lo cual la escuela austriaca se salta a la torera, colocando el trabajo al nivel de la tierra y las máquinas. Resulta esto sumamente sospechoso, pues el trabajo en las sociedades capitalistas podría muy bien considerarse la actividad de una clase social, los trabajadores asalariados (los proletarios en términos marxistas), asunto que sí se puede investigar más allá de los individuos, pues ellos mismos, los austriacos, lo hacen en su elaboración teórica: reducen la acción humana trabajo a factor de producción, o sea, a una abstracción.
Claramente subyace una contradicción en el tratamiento que se hace del trabajo en el análisis austriaco, pero nada más lejos de la realidad: el único actor a tener en cuenta en su estudio económico, el único individuo con propósitos y fines, es el capitalista. Todo queda plenamente sustentado en el individualismo metodológico. Así se justifica la sociedad capitalista y el dominio de esta por la clase capitalista. Cabe preguntarse, con Marx, si no pensamos como vivimos… o creemos que vivimos, porque, al fin y al cabo, los dementes también piensan.
La contradicción en la metodología de la escuela austriaca solo se resuelve si, en lugar de encuadrarla dentro de la ciencia, la reducimos a ideología clasista, con lo que damos por hecho de que existen las clases sociales. Ciertas propiedades nos permiten catalogar a los individuos como miembros de una categoría social, la cual cobra existencia real y efectiva más allá de sus miembros particulares. En el caso de la clase trabajadora, por ejemplo, podríamos decir que es la clase de los asalariados, que se diferencia de la clase de los capitalistas. No necesitamos conocer la función específica del individuo Pedro dentro del aparato productivo para saber, tan pronto nos diga que trabaja para otro a cambio de un salario, que son muy altas las probabilidades de que Pedro carezca de conocimientos amplios del estado de la empresa para la cual trabaja; tenga limitado el tiempo para ir al baño y corra el riesgo de ser despedido sin previo aviso.
Al añadir “probabilidades” con anterioridad simplemente aceptamos que es posible la existencia de subclases dentro de los asalariados, por ejemplo, los gerentes, e incluso subclases dentro de las empresas capitalistas (según lo miremos). El ser asalariado no significa que el trabajador se sienta representado necesariamente por el partido de los revolucionarios y tenga que sumarse a la lucha contra el capital, pues la categoría “revolucionario” no está delimitada por el “ser asalariado”. No niego la existencia del individuo; sencillamente, la organización social adopta una pluralidad de categorías, clases o grupos que, según qué propiedades, encasillan a los individuos, sin que esto signifique que los individuos no puedan moverse entre o pertenecer a varias clases, o estas a otras clases, incluso en contradicción dialéctica las unas con las otras.
Es decir que de lo que se trata cuando nos embarcamos en una tarea clasificatoria es de tener muy claro cuál es el asunto o problema específico que pretendemos resolver. Para esto tenemos que hacernos preguntas específicas y hallaremos respuestas específicas. Solo así llegamos, por ejemplo, a la psicología y la psiquiatría, las cuales comparten objeto de estudio –la mente humana– y llegan a respuestas y recetas distintas, tanto así que se puede dar el caso que un sicólogo recomiende un psiquiatra, y viceversa. De igual manera, resulta fácil diferenciar entre la virología y la epidemiología, por mucho que ambas lidien con viruses. ¿Acaso estamos ante algo muy diferente en presencia de fenómenos sociales como la producción y la distribución de bienes? ¿Dónde queda rebasada la praxeología de Mises? La producción se presenta como un proceso invariable a través del tiempo al tomar como punto de referencia al capitalista –el Robinson Crusoe de siempre– y responder las preguntas de la forma que interesan al capitalista, o a la clase capitalista, reduciendo a un medio productivo a los trabajadores.
Materia, ser humano e instituciones
Quien haya presenciado una carrera de ciclismo conoce la ventaja que tiene el pelotón sobre cualquier ciclista individual, o incluso, sobre la escapada (unos cuantos ciclistas). No hay que ser un genio para, tras ver una o dos carreras, aprender a diferenciar entre el pelotón y la escapada, y la ventaja de material, como en el ajedrez, de la que goza el pelotón en el llano (si hablamos de pelotón en la montaña nos estamos refiriendo al llamado “autobús”, el grupo de ciclistas rezagados, normalmente velocistas y ciclistas que, en una vuelta como el Tour de Francia, se toman el día de descanso o no tienen un buen día, y colaboran para no llegar demasiado tarde –fuera de control–, y ser descalificados). Un pelotón se mueve a una velocidad más alta que cualquier individuo o grupo pequeño, pues no solo la masa de ciclista protege más del viento a sus integrantes, reduciendo el gasto de energía, sino que la labor de tirar del pelotón se comparte entre más corredores, normalmente de los equipos interesados en acabar con la escapada, por lo que el tiempo de descanso de los individuos que colaboran en tirar es mayor. Lo mismo pasa cuando hay viento de costado y se desatan los abanicos, apareciendo una estructura diagonal –el echelon– que protege a sus miembros del viento y les ofrece una ventaja estructural frente a los ciclistas que se ven forzados a seguir en fila india en el bordillo de la carretera. Téngase en cuenta que el éxito de un echelon depende de varios factores, no solo de su composición individual: la presencia de varios corredores del mismo equipo; la presencia de corredores con órdenes de no trabajar; la presencia de buenos rodadores; el ancho de la carretera; el largo de la carretera; la distancia hasta la meta, &c., &c. Se considera el ciclismo como un deporte de equipo, no individual, aunque al final del Tour de Francia o la Vuelta a España haya un ganador que se lleve todos los honores, quien tradicionalmente, por cierto, ha compartido el premio con sus gregarios, los otros miembros del equipo (más mecánicos y masajistas).
Todo esto relacionado con el ciclismo podríamos trasladarlo a otras áreas de la experiencia humana, desde las formaciones tácticas de un ejército a una cadena de montaje de coches. Más allá de los fines personales, y las muchas maneras particulares que los individuos puedan lograr cumplirlos con éxito, las condiciones materiales de la existencia exigen, no solo el trabajo en conjunto, sino la formación de ciertas estructuras específicas de acoplamiento en las que no caben los particularismos o los individualismos (o de estar presentes, ponen en peligro a dichas estructuras, cuando no a los mismísimos “descarriados”). Por seguir con el ciclismo como modelo ilustrativo: en el momento que un equipo se dedica a la caza de la escapada, no es el momento de satisfacer los deseos de orinar. Por ello existen leyes no escritas en el ciclismo que permiten en cierto momento de la competencia una especie de ceremonia en la que los ciclistas cumplan con sus necesidades fisiológicas sin verse amenazados por cualquier intento de ataque del resto. Dado la ventaja del pelotón se puede considerar la escapada como una ceremonia en sí misma, una ceremonia que sirve para que, dándole visibilidad a los patrocinadores, sobreviva el ciclismo. Las leyes no escritas son parte esencial del mantenimiento del orden social, por encima de cualquier individuo, así hablemos de la familia, de la escuela o el centro laboral. Claro que siempre puede aparecer alguien que se atreva a violarlas –la oveja negra de la familia, digamos–, pero por lo general, cada cual sabe que en una situación determinada, tiene un papel asignado y unas reglas a seguir, como las leyes de la gramática de cualquier lengua.
Para operar racionalmente los seres humanos necesitamos cierto nivel de predictibilidad y certidumbre, que se deriva, de la repetición y el aprendizaje, es decir, de la práctica: no podemos reinterpretar el mundo a cada instante tras la huella de cada actor (sobre todo, ante una banda de atracadores). Coincido con Gustavo Bueno cuando dice:
…si logramos establecer… que las instituciones (y no la mente y el cerebro) son los cauces generadores de la racionalidad humana, entonces podemos concluir que la definición de Aristóteles (el hombre como “animal racional”) sólo alcanza verdadera profundidad a través de una definición morfológica tal como la del hombre como “animal institucional”.{7}
Tal vez también coincida Mises cuando dice que “la realidad de un íntegro social consiste en dirigir y provocar acciones definitivas por parte de los individuos”.
Hemos de suponer que en su momento no bastaron las leyes no escritas, y entonces se codificaron en barro: surgió el Estado. La competencia –la guerra– por territorios mayores propone condiciones que requieren una organización diferente del cuerpo social, por ejemplo, la monarquía. El jefe tribal se convierte en rey, cuya presencia física debe hacerse presente a cualquier individuo en todos los rincones del reino. Esto solo es posible con un aparato estatal, o sea, un ejército de representantes del rey que transmiten e imponen la ley.
Conclusión
El anarcocapitalismo, cuyas bases teóricas nacen en la escuela austriaca, pretende abolir el Estado, o sea miles de años de racionalidad, tanto las leyes escritas como las no escritas de las que nos servimos para vivir, como no puede ser de otra manera, en comunidades civilizadas. Por supuesto que, de darse un régimen de naturaleza anarcocapitalista, no desaparecerían todas las instituciones, sino más bien que algunas, como la propiedad privada empresarial, podrían, ya sin Estado, convertirse en racionalidad única del nuevo órden social, como propone la escuela austriaca. Mientras esperamos por ello, el Estado se encarga de proteger los intereses capitalistas, creando nuevas instituciones, por ejemplo, las empresas too big to fail.
——
{1} Murray Rothbard, Man, economy and state, Ludwig Von Mises Institute, Auburn 2004, pág 84.
{2} Ídem, pág. 84.
{3} Ludwig von Mises, Human Action, Ludwig Von Mises Institute, Auburn 1998, pág. 42.
{4} Ídem, pág. 43.
{5} Ídem, pág. 42.
{6} Ver Murray Rothbard, op. cit., págs 453-500.
{7} Gustavo Bueno, “Ensayo de una teoría antropológica de las instituciones”, El Basilisco, 37, 2006, págs. 7-8.
Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
