El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas · número 209 · octubre-diciembre 2024 · página 13
Artículos

Los sindicatos verticales en la concepción de José Antonio Primo de Rivera

Jeroni Miquel Mas Rigo

En este ensayo analizamos los orígenes y naturaleza del sindicalismo vertical falangista, así como sus diferencias con el sindicalismo mixto franquista.{1}


1. Introducción

fe

Debemos empezar por señalar que la concepción falangista del sindicalismo –recogida en el punto 9 de las Normas programáticas del partido– no fue objeto de desarrollo y que, al estallar la Guerra Civil, se hallaba muy poco elaborada desde un punto de vista doctrinal. Ello se debe a que José Antonio Primo de Rivera, que no era ni mucho menos un teórico del sindicalismo, solo tuvo tiempo para dejar un esbozo de su propuesta sindical. Pero lo poco que hay, se le debe a él. En 1975, el jonsista Martínez Val se quejaba:

«Del notorio desvío y el persistente silencio que, desde siempre, con clara injusticia, se ha proyectado sobre el fundador de las JONS, ha llegado a hacer posible el extraño acontecimiento de que hombre tan bien informado y de tan amplias lecturas como fue Adolfo Muñoz Alonso haya escrito el capítulo José Antonio y el Sindicalismo, de su libro Un pensador para un pueblo (1969), sin citar ni una sola vez a Ramiro Ledesma, que fue el más fecundo paridor de ideas-fuerza para el nacionalsindicalismo.»{2}

Pero la verdad es que, como señala Francisco Bernal, Ledesma no se preocupó por esbozar cómo funcionaría una economía sindicalizada; aunque, a través de referencias parciales, es posible inferir algunos rasgos de su concepción sindical:

«Ledesma concebía el sindicalismo, en primer lugar, como mito movilizador destinado a ganar el apoyo de los trabajadores. En segundo lugar, el sindicalismo sería el principio organizador de la economía en el Estado salido de la revolución. […] Ledesma rechazaba que el sindicato fuese escenario de procesos de negociación contractual entre trabajadores y empresarios, dado que en el Estado nacionalsindicalista la regulación laboral debía ser resultado de decisiones jerárquicas, y no de negociaciones en que las partes hiciesen valer su fuerza. El sindicato no sustituiría a la propiedad privada, pero sí transformaría su gestión, introduciendo nuevos mecanismos de decisión que dirigirían la producción de acuerdo con criterios fijados por el Estado.»{3}

En el «Manifiesto político de las JONS», de octubre de 1931, conscientes de la falta de teorización sobre el sindicalismo nacional, se hace constar que: «Ya tendremos ocasión de explicar con claridad y detenimiento la eficacia social y económica del nacional-sindicalismo, única concepción capaz de atajar la crisis capitalista que se advierte.»{4} Pero lo cierto es que Ledesma nunca lo hizo y eso que tuvo ocasión de hacerlo en su importante libro Discurso a las juventudes de España (1935).

Como explicó, en 1964, un conferenciante cuyo nombre desconocemos:

«Ramiro Ledesma Ramos concebía los sindicatos como instrumentos para la política económica del Estado, para la intervención y control del Estado en el campo de la economía privada, con el fin de supeditarla [a] los supremos intereses del Estado. Ahora bien, creo que en ningún caso se preocupó Ramiro por la reforma de las relaciones laborales, por la revolución en la estructura de la empresa, no concibió otra organización de la economía que la capitalista. Para él, los sindicatos eran la horma que se colocaba sobre el mundo económico para supeditar o armonizar, por las buenas o por las malas, los intereses particulares de la producción económica a los superiores representado por el Estado.»{5}

2. Qué es el sindicalismo vertical

En el léxico falangista, «sindicato vertical» aparece, por primera vez, en la ponencia «Ante la lucha de clases», escrita a máquina, que se debatió en el I Consejo Nacional de Falange Española (4-7 de octubre de 1934). En ella se decía que la Falange «Es corporatista por entender que la constitución orgánica de la sociedad ha de basarse en la sindicación vertical por ramas de producción, ordenada al servicio de la integridad nacional.»{6} Se trata, como puede apreciarse, de una formulación abstracta, ambigua y, por consiguiente, poco precisa desde un punto de vista técnico. En cualquier caso, tiene un evidente sabor a corporativismo de tipo conservador.

Según Jerez Riesco, entre la documentación de ese I Consejo Nacional se encuentra un pliego escrito a mano, con lápiz, «como elemento de estudio, análisis y reflexión». Puede que se tratase de una enmienda a la propuesta de la Ponencia. En ese pliego se concreta más la formulación anterior. Así se dice que:

«Aspiramos a la constitución orgánica de la sociedad a base de Corporaciones por ramas de producción, integradas por Sindicatos obreros y Sindicatos empresarios y en los que capital, trabajo y técnica quedarán sometidos a la disciplina y autoridad del Estado.»{7}

Tenemos, pues, que se elimina la referencia al sindicalismo vertical y se recoge el sistema corporativo fascista (empresarios y obreros con sus propias organizaciones sindicales clasistas). En el escrito, también siguiendo la teorización fascista, se ataca al marxismo «Por negar la propiedad privada de los instrumentos de producción». Aunque no conocemos el nombre del redactor del documento, diríamos que su procedencia es jonsista. Aunque ese texto fue rechazado, pone de manifiesto que entre los consejeros había partidarios de copiar el sistema corporativo italiano.

Después del Consejo, el jefe nacional encargó a Francisco Bravo, jefe provincial de Salamanca y consejero nacional, que redactase un borrador de programa para el partido que tuviera en cuenta las ponencias aprobadas. El día 12 de octubre, Bravo remite a José Antonio un borrador de «Proyecto de programa de FE de las JONS». En el punto 3, se puede leer: «Aspiramos a la organización corporativista de la sociedad, por medio de la sindicación vertical por ramas de la producción, puesta al servicio de la integridad nacional.»{8} Doce días después, José Antonio escribe a Bravo para comunicarle que ha entregado a la Junta Política el proyecto de programa, con los materiales del Consejo, para que urgentemente elabore un proyecto definitivo.{9} El 3 de noviembre, la Junta entregó el programa al jefe nacional para que le diese el visto bueno. Según Ledesma, que presidía el organismo, él hizo la primera redacción, «que fue modificada por Primo de Rivera en el sentido de hacer más abstractas las expresiones y dulcificar, desradicalizar, algunos de los puntos».{10} En el punto 5 del programa se puede leer:

«Concebimos a España como un gigantesco Sindicato de productores. Daremos a la sociedad española una organización corporativa, mediante la sindicación vertical por ramas de la producción al servicio de la integridad nacional.»

Este punto en la redacción definitiva del programa, realizada por el jefe nacional, pasó a ser el punto 9 con este contenido:

«Concebimos a España en lo económico como un gigantesco sindicato de productores. Organizaremos corporativamente a la sociedad española mediante un sistema de sindicatos verticales por ramas de la producción, al servicio de la integridad económica nacional.»{11}

La referencia a la «organización corporativa de la sociedad mediante un sistema de sindicatos verticales», a la vez que la mención de España «como un sindicato de productores» ha dado lugar a prolíficos estudios sobre qué quería decir el fundador de FE. Incluso Franco le dijo a López Rodó que él no sabía qué eran los «sindicatos verticales», como no fuera que en ellos unos estaban arriba y otros abajo.{12}

En nuestro análisis debemos señalar, en primer lugar, lo que refiere el vasco Javier Martínez de Bedoya (1914-1991), jonsista del núcleo de Valladolid, sobre la diferente postura que mantenían Ramiro y José Antonio con relación a los sindicatos:

«El punto nueve se les encasquilló a ambos. Ramiro tuvo la amabilidad de pedirme opinión y yo discrepé de la posición de cada uno de ellos respecto al tema –el económico y el social– en el que coincidían José Antonio y Ramiro más de lo que ellos mismos suponían.

Cuando Ramiro Ledesma Ramos redactó el programa de las JONS tuvo como principal preocupación acercarse lo más posible a la Confederación Nacional del Trabajo, organización laboral del anarco-sindicalismo. Sus ideas de entonces eran que, por un lado, “la supuesta crisis del capitalismo es para nosotros más bien crisis de gerencia capitalista” y, por otra parte, que “la doctrina marxista no afecta a la producción, a la eficacia creadora, sino tan sólo a vagas posibilidades de distribución”, proponiendo como solución “la polarización de la producción en torno a grandes entidades protegidas”. Parecía que, con esta última expresión, quisiera aludir y acercarse a las asociaciones espontáneas de carácter productivo que defendía el anarquismo en régimen autogestionario. Pero, claro, Ramiro, a diferencia de los anarquistas, creía en el Estado y, por eso, introducía un estado sindicalista que “afirmase como fines suyos las rutas económicas de esas entidades”. Lo malo era que a esas entidades las dio el nombre de corporaciones al mismo tiempo que el de sindicatos, provocando una confusión mayor y digo mayor porque bastante era la que se desprendía de una fórmula económico-social colectivista que pretendía ser antimarxista y que terminaba poniendo a todos los sindicatos productivos, a la economía, bajo el control del Estado. Yo era decidido enemigo de esta postura en función de mis radicales criterios contrarios a todo cuanto fuese caer en la estatificación de la vida (nota esencial del marxismo en su primera y eternizable fase), pusiérase bajo el rótulo que se pusiese esta estatificación.

José Antonio aceptaba, también, la fórmula colectivista, la encajaba en su sentido arquitectónico de la política con el nombre de “sindicatos verticales” y clarificaba su alcance precisando que esa verticalidad suponía la propiedad sindical de los medios de producción.

Ante los argumentos opuestos –evidentemente, no sólo los míos– Ramiro y José Antonio decidieron oscurecer tácticamente su pensamiento y a fuer que lo consiguieron al redactar definitivamente el punto 9: España, gigantesco sindicato de productores; organización corporativa; sistema de sindicatos verticales; integridad económica nacional. ¿Es que se podían reunir más perífrasis en ocho líneas?»{13} [La cursiva es nuestra].

Martínez de Bedoya –que procedía de las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica de Onésimo Redondo, y que junto al excenetista Emilio Gutiérrez Palma, fueron los únicos de la importante agrupación de Valladolid que siguieron a Ledesma en la escisión de 1935–, es condescendiente con este último. Ya que en las JONS anteriores a la fusión con FE, también hay confusionismo con relación a los términos «corporativismo» y «sindicalismo». A veces parece que se trata de conceptos sinónimos, como en el punto 11 del programa político de las Juntas, donde se expresa el deseo de que «las Corporaciones y los Sindicatos sean declarados organismos bajo especial protección del Estado». En otras ocasiones, se adopta la fórmula del fascismo italiano, los sindicatos como entidades de primer grado que se integran en las corporaciones, entidades de segundo grado (una especie de juntas de patronos y obreros unidos paritariamente para tratar asuntos comunes de trabajo y producción). Ramiro era, sin ninguna duda, partidario del corporativismo italiano. Así, en el mismo número de la revista doctrinal JONS donde da cuenta de la creación de la Secretaría sindical de FE de las JONS, vemos que mantiene la división clasista:

«Tenemos que advertir que todo cuanto organice en este sentido la Secretaría sindical entre los trabajadores asalariados, se ha de corresponder con una organización similar en la otra vertiente social-económica, la zona de quienes dirigen las empresas y tienen en su mano los medios de producción. […] Impulsaremos, pues, a medida que sea posible, los Sindicatos de empresarios (patronos) […].» (JONS, núm. 11, VIII-1934).

Como ya señaló Martínez Mayor, en 1972, correspondió a José Antonio la tarea de deslindar los términos corporativismo y sindicalismo.{14} Es cierto que en los «Puntos Iniciales» de FE (7-XII-1933) se recogen los principios del corporativismo fascista. Después hay un cambio evolutivo, y los sindicatos pasan de ser «órganos directos del Estado» a «entidades al servicio de la integridad económica nacional», en las cuales «el Estado descargará una serie de funciones económicas»; y de aceptar la colaboración de clases, se pasa a la eliminación de estas por la atribución de la propiedad de los medios de producción a los sindicatos. Primo de Rivera coincide con el economista y sociólogo francés Sammy Beracha, ya que este, con relación a la reforma del Estado, había escrito:

«1º El sindicalismo debe pasar de la esfera del derecho privado y de la costumbre, a la esfera del derecho público. El sindicalismo debe hacerse obligatorio para toda la producción y debe ser dotado de ciertas atribuciones de poder público.

2º La función de dirección de las fuerzas económicas detentada por la plutocracia, debe llegar a ser atribución principal de los Sindicatos, de las Federaciones Sindicales y del Estado.

Se trata, pues, de una verdadera revolución económica. Porque la sindicalización del poder económico no es sino la supresión de la economía capitalista, la agregación de todas las funciones económicas a los Sindicatos o Federaciones sindicales, convertidos en centros directores de la economía.»{15}

Se dice que el sintagma «sindicato vertical» lo introdujo Primo de Rivera,{16} y desde entonces se viene especulando de dónde lo tomó. El escritor vanguardista Ernesto Giménez Caballero (que solía firmar sus escritos en La Gaceta Literaria como «Gecé»), después de contarnos que: «Había trabajado mucho en el Fuero del Trabajo y en la organización del Sindicalismo nacional cuya idea originaria fue mía desde mi Manifiesto de 1929 en La Gaceta Literaria», añade, con su habitual cinismo: «No sé a quién se le ocurrió denominar a este Sindicalismo, creador y unificante, vertical. Nombre un tanto pedante y vanguardista que no haría fortuna porque no terminó nunca de entenderse ese calificativo.» Termina diciendo que el sindicato es la «colaboración de los tres elementos creadores: el productor u operario, el empresario y el representante estatal.»{17} Gecé –que dice que le dieron la Medalla de Oro (del Trabajo, suponemos)–, además de ser un personaje un tanto patético, siempre fue un fascista confeso.

Desde una perspectiva mucho más seria, Bernal García escribe:

«Una de las cuestiones que permanecen más oscuras en torno al sindicalismo vertical es la de sus orígenes teóricos. Ciertamente, José Antonio había mostrado interés, desde antes de iniciar su carrera política, por aquellas ideologías que aspiraban lograr una síntesis entre nacionalismo y sindicalismo: Georges Sorel, Leon Duguit, Ramiro de Maeztu y G.D.H. Cole estuvieron entre sus lecturas habituales. Del mismo modo, fue un conocedor profundo de la realidad corporativa del fascismo italiano. Se ha señalado también que la influencia de Ramiro Ledesma Ramos resultó determinante en la opción del fundador de la Falange por el nacionalsindicalismo, de manera que la mala relación existente entre ambos líderes fascistas habría sido compatible con una cierta “filiación” ideológica del uno respecto al otro.»{18}

Según Narciso Perales, el origen de la terminología sindicato vertical hay que buscarla en el industrial alemán Hugo Stinnes (1870-1924):

«El concepto de Vertical lo tomó José Antonio de Hugo Stinnes, teórico alemán del verticalismo, del solidarismo industrial, autor del nombre de Sindicato Vertical. Este preconizaba y poseyó un sistema de organización económica flexible y racionalizado en el que las Empresas se agrupaban por ramas de la producción desde las dedicadas a la extracción de las materias primas hasta las comerciales de productos manufacturados. El sistema permite una planificación constante, aumenta increíblemente la productividad y suprime los intermediarios.»{19}

En 1922, el dirigente anarcosindicalista, aunque en seguida pasado al bolchevismo, Joaquín Maurín{20} había escrito:

«Hugo Stinnes ha llegado por este procedimiento de concentración a ser el dueño absoluto de casi la mitad de Europa. ¿Cómo se verifica esto? Un determinado ramo de industria, la metalurgia, por ejemplo, forma un trust, es decir un trust de forma horizontal. Veamos cómo aparece el trust vertical y de qué manera se combinan ambos. La metalurgia puede encontrarse en que si el trust horizontal de minas se pone en rivalidad con el de la metalurgia, a éste le fallará la materia prima. Es necesario, pues, unir el trust de minas al de la metalurgia, esto es, concentrar ambas industrias. Pero aun agrupadas estas dos industrias, si surge la discrepancia con el trust de transportes, la vida económica peligra. Urge, pues, incorporar también los transportes. Y como esta mutua relación, esta interdependencia es total en la industria, toda ella se concentra. […] El ca­pitalismo moderno ha obligado a que el proletariado creara sus sindicatos de industria, porque la existencia de los trusts horizontales exigía el sindicato horizontal en la misma industria. La combinación del trust horizontal y vertical, tanto si residen en manos de un Stinnes, como en las del Estado, origina en el pro­letariado la creación a la vez de una combinación de fuerzas sindicales, con una coordinación sólida que permita encargarse de la economía sin que ocurra un retroceso, en el momento del hundimiento Capitalista.»{21}

Aunque creemos más probable que el concepto de la «verticalidad» le llegara a José Antonio a través de Sammy Beracha. Este explica que: «La economía sindicalista debe ser, por su propia constitución, una integración vertical y horizontal, de las fuerzas productivas.»  [La cursiva es del original]. Por lo tanto, el problema de las relaciones entre las diferentes industrias «no se plantea en modo alguno a propósito de la economía sindicalista, que armoniza el trabajo de todas las industrias para el mayor bien de la sociedad.»{22} Pero antes ha hecho referencia a lo que podría ser la integración vertical:

«los derechos de las agrupaciones sindicales deberán tener su origen, no sólo en sus intereses profesionales y sociales, sino también en sus deberes profesionales y nacionales. Es decir, que si el sindicalismo, en conjunto, poseerá el monopolio de la función directriz de la economía general, los Sindicatos particulares no podrán invocar contra él el monopolio de una función económica particular. El Estado sindical, estará, como se ve, centralizado y descentralizado a la vez».{23}

Más adelante, en la línea de Maurín, escribe Beracha cómo debe organizarse el movimiento sindical:

«Así es como hay que formar, prescindiendo de la colaboración capitalista, Consejos de fábrica y Federaciones sindicales calcadas sobre la realidad de la organización capitalista de la producción. Es indispensable adaptar, en la medida de lo posible, la organización sindicalista a la evolución del movimiento capitalista combinando carteles sindicales que correspondan a los carteles organizados por el capitalismo. […] En vez de limitarse a la organización de los productores por profesiones, por oficios, debe completar esta organización con la formación de Federaciones sindicales, correspondientes a los grandes carteles o trusts cuyos obreros es necesario reagrupar […]»{24}

De todo lo expuesto, podemos destacar dos aspectos de la «verticalidad»: i) la constitución de sindicatos de industria (mejor que federaciones sindicales que agrupen a sindicatos de oficios), y ii) una estructura jerárquica, los «sindicatos particulares» deberán respetar las directrices económicas establecidas por los «sindicatos nacionales».

En España, fue el dirigente y teórico ácrata Anselmo Lorenzo (1841-1914) quien defendió, en 1911, la necesidad de transformar los antiguos sindicatos de oficios (u horizontales) «en sindicatos industriales y de efectuar la concentración de estos de tal forma, que pudieran hacer frente con éxito a la fuerza de la concentración económica manejada por las grandes empresas capitalistas que, en España, ya se estaban estableciendo.»{25} Es decir, frente a los trusts verticales había que oponer los sindicatos industriales (o verticales) de ramo.

Fue en el II Congreso Nacional, que se celebró en Madrid a fines de 1919, cuando la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) acordó la constitución de los sindicatos de industria y la implantación del «sindicato único». El sindicato único es la reunión en un solo organismo de todos los trabajadores de una población poco importante, o bien la reunión en un solo organismo, igualmente de todos los trabajadores del mismo ramo e industria y de sus derivados y anexos, de una población de importancia.{26} Como escribe el historiador falangista García Venero: «Habían hallado la fórmula del Sindicato Único […]. La idea de la fusión sindical de todos los trabajadores interesados en una rama o industria era la réplica a la concentración técnica y capitalista.»{27} En el III Congreso de la CNT (11-16 de junio de 1931), se completó la estructura orgánica con las Federaciones Nacionales de Industria, señalando que el sindicato de Industria es el que «acoge en su seno a todos los trabajadores de una industria determinada sin distinción de profesionales». Denominándose «sindicato único» en las pequeñas poblaciones, donde no era posible, por la exigüidad numérica de los trabajadores de las diferentes especialidades profesionales, constituir sindicatos específicamente industriales.

El sindicato de industria (o sindicato vertical){28} es la reunión en un solo organismo de todos los trabajadores que pertenecen al mismo ramo o industria (sanidad, construcción, transporte, etc.).  El sindicato de oficio (u horizontal), agrupa a los trabajadores por razón de su oficio, función u ocupación (camareros, peluqueros, electricistas, etc.), con independencia del sector de la actividad del ramo. Como ha sido puesto de manifiesto, el sindicato de oficio dificulta la negociación colectiva, porque en una misma empresa pueden existir varios oficios y por lo tanto varios sindicatos. La unificación de los oficios en un único sindicato de industria no solo permite la unificación del trabajo, sino que también permite la negociación colectiva por rama, realizada con las cámaras empresariales, que se organizan también por rama de producción. También implica dotar al operario no especializado (que suele ser más radical), de más poder de decisión en las votaciones, ya que es mayoritario dentro de cada industria. Además, en caso de huelga, puede paralizar toda una actividad o servicio público (sanidad, transportes…).

En 1937, en Valladolid, se publicó el libro ¡España, despierta! (Lo que es el nacional-sindicalismo), cuyo autor es X. Y. Z. (que corresponde a Antonio J. Onieva).{29} Este libro fue publicado poco después del Decreto de Unificación de FE de las JONS y Requetés, aunque escrito con anterioridad a dicha norma. En el apartado dedicado a «Sindicación vertical obrera», podemos leer:

«Es la conocida también con el nombre de Sindicato de industria vertical, a saber: todos los obreros de dicha industria y nada más que ellos, forman un solo sindicato. No es por tanto sindicato de oficio, ni de rama ni horizontal; es una piña sindical que no depende más que de sí misma. Es un sindicato obrero vertical que domina el trabajo de todas las ramas de la producción [...]» (pp. 102-103). [La cursiva es nuestra].

Onieva critica a los autores «católicos» que identifican el sindicato vertical con la corporación. Así escribe que «no creemos exacta aquella interpretación, porque el sindicato vertical por ramas de la producción no es otra cosa que el sindicato de industria. […]» (pág. 125). [La cursiva es nuestra]. En el mismo sentido Pedregal: «Sindicatos verticales, o Sindicatos de ramas como han llamado otros»{30}, y también Serrano: «Si en la metalurgia agrupamos por un lado a toda la minería, por otro a los fundidores, por otro a los comerciantes del ramo, etc., tendríamos sindicación horizontal, mas si a todos ellos los metemos en un Sindicato solamente, entonces habrá surgido el Sindicato vertical.»{31}

Por lo tanto, en aquella época y en la España nacional, había estudiosos que sabían que sindicalismo vertical no significaba sindicalismo mixto de patronos y obreros; sino que es aquel que agrupa a todos los trabajadores del mismo ramo productivo en un solo sindicato. Es decir, se trata del sindicato de industria que viene a sustituir el antiguo sindicato de oficios u horizontal. En nuestra opinión, para Primo de Rivera el sindicato vertical por ramas de producción era la versión falangista del sindicato de industria de la CNT. Los otros sindicatos españoles seguían estructurados en una organización horizontal de sindicatos de oficios.

Para entender el punto 9 de la Norma programática, hay que tener en cuenta tres aspectos. Primero, el programa fue redactado antes de romper con la derecha alfonsina y, por lo tanto, no había que asustar a los reaccionarios.{32} Esto podría explicar su redacción un tanto oscura y ambigua, como ha señalado Martínez de Bedoya. Un segundo aspecto, es que Primo de Rivera todavía no había comenzado –por lo menos públicamente– su radicalización,{33} que le llevaría a hablar de la sindicalización de las empresas (sindicalismo integral, años después conocido como sindicalismo autogestionario). Incluso es probable que, cuando se redactó la Norma programática, todavía creyese en un sistema corporativista de colaboración de clases. Una muestra de la evolución joseantoniana es la aparente contradicción que encontramos en la conferencia de la Unión Mercantil de Madrid (9 de abril de 1935), cuando, después de denunciar que el Estado corporativo es un buñuelo de viento (por mantener «intacta la relación del trabajo en que la configura la economía capitalista; subsiste la posición del que da trabajo y la posición del que arrienda su trabajo para vivir»), añade que en un desenvolvimiento futuro

«todos los que forman y completan la economía nacional, estarán constituidos en Sindicatos verticales, que no necesitarán ni de Comités Paritarios ni de piezas de enlace, porque funcionarán orgánicamente como funciona el Ejército, por ejemplo, sin que a nadie se le haya ocurrido formar comités paritarios de soldados y jefes.»{34}

El profesor Lazo, exdiputado socialista, cree que no hay que entender que lo que propugna el nacionalsindicalismo es que los patronos serían el equivalente a los mandos del ejército y los obreros a la clase de tropa.{35} Abundamos en esa opinión. Creemos que lo que quería decir el líder falangista es que solo habrá trabajadores, técnicos y directivos en función de sus cualidades profesionales y que, al no existir el dador de trabajo, no habrá relación bilateral de trabajo, sino que esta relación será orgánica, ya que la empresa será de todos (como el Ejército que no es solo de sus mandos). Aunque la forma en que lo expresó José Antonio resulta muy confusa. La explicación que cabe dar a ello (al margen de que cuando dictó la citada conferencia su radicalización no había hecho más que empezar) es que se dirigía a empresarios y no quiso molestarlos, máxime cuando habían tenido el detalle de invitarlo a pronunciar su disertación en una cátedra «en la que tantas voces autorizadas se oyeron». De todas maneras, hay que tener en cuenta que el nacionalsindicalismo, a diferencia de los sistemas exclusivamente colectivistas (hoy, prácticamente desaparecidos), admite la propiedad y la iniciativa privada en los casos de pequeñas empresas individuales o familiares y, en estos casos, el empresario podría participar en el sindicato, no como aportador del capital, sino en su condición de directivo.

Un tercer aspecto, el punto 9 se está refiriendo a la organización económica del Estado una vez realizada la revolución nacionalsindicalista; es decir, después de haber desmontado el sistema capitalista (que «no es sólo una tarea económica; esto es una alta tarea moral»).{36} Por consiguiente, el «verticalismo» joseantoniano no es aplicable en una economía capitalista, en la que se mantiene la dualidad del que da trabajo (empresario) y la del que arrienda su trabajo por un salario (obrero). Por eso, como ya había sido apuntado por Bedoya, el punto 9 debemos relacionarlo con otros dos puntos del programa falangista:

«Repudiamos el sistema capitalista, que se desentiende de las necesidades populares, deshumaniza la propiedad privada y aglomera a los trabajadores en masas informes, propicias a la misera y a la desesperación.» (Primer párrafo del punto 10).

«Nuestro régimen hará radicalmente imposible la lucha de clases, por cuanto todos los que cooperan a la producción constituyen en él una totalidad orgánica.» (Primer párrafo, in fine, del punto 11).

También debemos relacionar el punto 9 con otras manifestaciones del jefe falangista:

«Se llegará a no enajenar el trabajo como una mercancía, a no conservar esta relación bilateral de trabajo, sino que todos los que intervienen en la tarea, todos los que forman y completan la Economía Nacional estarán constituidos en Sindicatos Verticales.» (Conferencia del Círculo de la Unión Mercantil).

«En lo económico, FE de las JONS tiende al sindicalismo total; esto es, a que la plusvalía de la producción quede entera en poder del Sindicato orgánico, vertical, de productores, al que su propia fuerza económica procuraría el crédito necesario para producir, si necesidad de alquilarlo –caro– a la Banca. Quizás estas líneas económicas tengan más parecido con el programa alemán que con el italiano. Pero, en cambio, FE de las JONS no es ni puede ser racista.»{37} (Contestación a un cuestionario, 16 de junio de 1936).

«Poco más o menos, los socialistas entregan la plusvalía, es decir el incremento de valor del trabajo humano, a la colectividad organizada en Estado. En cambio, el sistema sindicalista adjudica esta plusvalía a la unidad orgánica del mismo trabajador. Se diferencian los dos del sistema capitalista actual en que éste la adjudica al empresario, al que contrata el trabajo. […]  Falange Española […] al decidirse por uno de esos dos sistemas optó por el sindicalista, porque creo que conserva en cierto modo el estímulo y da una cierta alegría a la unidad orgánica del trabajo.»{38} (Juicio oral de Alicante, 18 noviembre de 1936).

En la primera referencia a la plusvalía (Arriba, 21 de noviembre de 1935), José Antonio había dicho que esta asignaría «al productor encuadrado en sus Sindicatos.»{39} Después vemos que dijo que se adjudicaría al sindicato (o unidad orgánica del trabajo). Esto ha hecho decir a Mercedes Peñalba, un tanto gratuitamente, que a Primo de Rivera «su nacionalismo cobró mucha más fuerza que su socialismo y acabó reclamando la plusvalía para la nación, es decir, en última instancia, para el Estado.»{40} En nuestra opinión se trata de una maduración teórica, quizás motivada por las críticas que los economistas realizaron a la teoría marxista de la plusvalía. Así para Marín Civera, en la economía sindical, la plusvalía ya no es el beneficio que embolsa una clase particular de la sociedad, sino que se aplica al mantenimiento de la sociedad, para que todos puedan atender sus necesidades sociales en su integridad.{41}

Como ha señalado Gómez Molina, que ha estudiado la influencia de Carlos Marx en el pensamiento económico de José Antonio:

«La plusvalía es una columna vertebral del análisis marxista del capitalismo. La inclusión de la plusvalía en el programa de la Falange se sitúa junto a otras propuestas de porte izquierdista, pero entraña una importancia suprema. A pesar de su gran calado ha quedado desvaída. Cuando se habla de la radicalización de José Antonio, que ciertamente se produjo, no se suele enfatizar la asignación de la plusvalía al trabajo. Pero es ahí en donde está la radicalización decisiva, muy por encima de la nacionalización de la banca, de la sindicalización de la economía o de la “reinstalación revolucionaria del pueblo campesino”».{42} [La cursiva es del original].

Para el profesor Fernando Suárez, que sería ministro de Trabajo en el último Gobierno de Franco, la sociedad sindicalista propugnada por José Antonio debería conducir a los postulados básicos siguientes:

«I. Los medios de producción no pueden estar en manos del capitalismo privado, ni en manos del Estado, sino en manos de los trabajadores organizados en Sindicatos. II. Las empresas son comunidades de trabajo, son propiedad mancomunada, común participación en beneficios y gestión común, en lo posible. III. Tales empresas se organizan en Sindicatos por ramas de la producción. IV. Los Sindicatos regulan la producción y financian su desarrollo, mediante sus propios sistemas de crédito.»{43}

3. Los sindicatos verticales y el «corporativismo integral» de Ugo Spirito

El «sindicalismo total» del fundador de FE estaba en la línea del «corporativismo integral» del filósofo político Ugo Spirito (1896-1979). Este representó la «izquierda fascista» y sus ideales económicos no solo no se llevaron a la práctica, sino que al final cayó en desgracia a los ojos de Mussolini. Después de la II Guerra Mundial, se sintió atraído por el comunismo soviético y, posteriormente, por el maoísmo.{44} En el II Congreso de Estudios Sindicales y Corporativos (Ferrara, 5-8 de mayo de 1932), Spirito presentó su ensayo: «Individuo y Estado en la economía corporativa». Veamos un extracto:

«toda la gran industria y la gran banca tienden cada vez más hacia las formas de trusts o, en todo caso, de sociedades anónimas con un enorme capital y un número muy elevado de accionistas. Entonces la vida de la sociedad se desprende progresivamente de la figura del empresario y se atenúa el carácter de la iniciativa privada y de la economía individual. […]

Este es el estado de la vida económica actual, de este periodo de transición de la antigua organización individualista a la nueva corporativista. Lo privado y lo público o lo individual y lo estatal se han fusionado sin llegar a hacerlo realmente y han acabado aumentando su distancia mutua. […] El siguiente paso a dar, para eliminar progresivamente estas contradicciones, tendrá que ser el acercamiento efectivo y la fusión gradual del capital y el trabajo. […]

Pero, surgido de una antítesis de clases, y de la necesidad de resolver el conflicto de forma inmediata, el corporativismo sólo pudo dar un primer paso, cuyo significado y valor sólo puede entenderse a la luz del desarrollo posterior. Por ahora el corporativismo no es integral: hay sindicalismo junto a él [confederación de sindicatos de trabajadores y confederación de organizaciones empresariales]. Esto significa que la distinción de clases no está completamente superada […] En realidad, la distinción entre empleador y trabajador está destinada a desaparecer […] El proceso de fusión y la eliminación progresiva de los últimos fenómenos de clase debe ser la tarea futura del corporativismo […]

¿Cuál será el futuro? Dados los términos del problema, tal y como lo planteamos, la solución lógica parece ser la de la corporación propietaria y los accionistas corporativos de la corporación. Es una solución que, al menos sobre el papel, resuelve las antinomias antes mencionadas, une el capital y el trabajo, elimina el sistema dualista, fusiona la empresa con la corporación y, finalmente, permite una identificación efectiva de la vida económica individual con el Estado. De hecho, si imaginamos la transformación de una gran sociedad anónima en una corporación, nos damos cuenta inmediatamente del cambio radical de todas las relaciones económicas y de la posibilidad de lograr un sistema verdaderamente armonioso. El capital pasa de los accionistas a los trabajadores, que se convierten en propietarios de la corporación por su parte en función de sus rangos jerárquicos particulares». [Las cursivas son del original].

Esta propuesta (que la propiedad de las empresas debería pasar de los accionistas a los trabajadores, que las poseerían y las dirigirían de acuerdo con su competencia técnica, eliminando así la lucha de clases), produjo en los medios sindicalistas, universitarios y burocráticos, de Italia, escándalo casi general.{45} Los fascistas conservadores llegaron a tildarlo de bolchevique.{46} Como escribe Tannenbaum:

«El propio Spirito consideraría más tarde esta idea como «comunista», aunque realmente estaba más cerca de la tradición de Proudhon, de los anarcosindicalistas y de los fracasados comités de fábrica implantados en Italia inmediatamente después de la revolución de 1917, que del socialismo de Estado de la Unión Soviética en la década de 1930. En cualquier caso, Spirito creía que su concepción de la corporazione proprietaria (una corporación que era propiedad común de todos los que trabajaban en ella) expresaba el sentimiento religioso, moral y político total de la revolución fascista.»{47}

Más recientemente, para Sonia Michelacci:

«Spirito se había dado cuenta que la Carta del Trabajo –y el mecanismo diseñado en ella para la colaboración entre clases y categorías– no podía resolver el problema social, porque no ponía todos los elementos de la producción al mismo nivel. Es decir, el corporativismo fascista había mantenido viva la oposición entre el capital y el trabajo, previendo la existencia de una Confederación de organizaciones industriales y de una Confederación de sindicatos de trabajadores.»{48}

Recordemos que el jefe de Falange, en la conferencia de la Unión Mercantil, había dicho que el Estado corporativo italiano era un buñuelo de viento, «por mantener intacta la relación de trabajo en los términos en que la configura la economía capitalista; subsiste la posición del que da trabajo y la posición del que arrienda su trabajo para vivir.» Y que «el capital es un instrumento económico que tiene que servir a la economía total y que no puede ser, por tanto, el instrumento de ventaja y de privilegio de unos pocos que tuvieron la suerte de llegar antes.»

En el semanario Arriba (2, 28-III-1935) podemos leer: «y como meta más lejana, sin logro inmediato, la supresión del salariado mediante el Sindicato propietario, en el que sus miembros sean accionistas, interesados directa e inmediatamente en la Empresa.»

Por otra parte, Spirito creía que los obreros, al ser copropietarios de su corporación, se interesarían más en su buen éxito. Sabemos que José Antonio optó por el sistema sindicalista, frente al socialista, precisamente porque creía que conservaba el estímulo y daba una cierta alegría a la unidad orgánica del trabajo. Pensamos que es más que probable la influencia del filósofo italiano en el pensamiento sindical del fundador de la Falange. La corporación propietaria de Ugo Spirito es el equivalente del sindicato vertical de Primo de Rivera.

4. Sindicalismo vertical versus sindicalismo mixto

Después que Primo de Rivera se hubo «radicalizado», sindicato vertical no podía significar sindicato mixto de empresarios y obreros (como fueron los sindicatos franquistas). Es obvio que quien estaba en contra del corporativismo, por mantener la relación de bilateralidad entre empresario y trabajador, no podía aceptar un sindicato mixto o amarillo. Más adelante, en el «Cuaderno de notas de un estudiante europeo» (1936, ¿septiembre?), escribió que el fascismo es «Falso además en lo económico, porque no se remueve la verdadera base: el capitalismo. Eso del sistema corporativo es una frase: conserva la dualidad: patrono-obrero, aunque agigantada en los sindicatos. Es decir, persiste el esquema bilateral de la relación de trabajo y, atenuada o no, la mecánica capitalista de la plus-valía{49} [a cursiva es del original.]

En aquella época, el sindicato mixto estaba muy desprestigiado en España. Al respecto se pudo decir, desde la propia Organización Sindical Española, franquista, que:

«[La Iglesia] intentó con evidente ineficacia, el Sindicato mixto, agrupando en una sola asociación elementos obreros y patronales, que careciendo en tal forma sindical de todo interés común, tuvieron lánguida vida, resultando meras instituciones benéficas las que pudieron subsistir, sin atender ninguno de los fines económicos o de clase que el Sindicato persigue, por lo que de tales, apenas tenían otra cosa que su nombre».{50}

En 1938, cuando ya se había promulgado el Fuero del Trabajo, Guillén Salaya, jonsista y excenetista, escribe: «Nuestro Nacionalsindicalismo rechaza de plano la teoría de la lucha de clases y une jerárquicamente a todos los elementos humanos de la producción en la gran tarea nacional a realizar».{51} El autor habla de «elementos humanos», y el capital, cosa distinta del empresario profesional o jefe de la empresa, no es un elemento humano de la producción. Es curioso destacar que la Declaración XIII.3, del Fuero del Trabajo, determina que el sindicato vertical integra a «todos los elementos que consagran sus actividades a cumplimiento del proceso económico», sin especificar qué tipos de elementos integra; pero en la Declaración VIII.1 encontramos que: «El capital es un instrumento de la producción.» Por lo tanto, ya tenemos oficializado el sindicato mixto, con la denominación de sindicato vertical.

 Muchos años después, en 1963, el nada sospechoso profesor Fernando Suárez, en el trabajo antes citado, explicaba la profunda diferencia que separaba el nacionalsindicalismo del sindicalismo mixto y oficializado que consagraba el Fuero del Trabajo: «Resulta claro que el sindicato vertical definido en la Declaración XIII [del Fuero del Trabajo] es distinto del concebido por los doctrinarios del Nacionalsindicalismo, ya que en la práctica se configura como un sindicato mixto y no como sindicato vertical.» De la misma opinión es el profesor de Derecho laboral Efrén Borrajo, al decir que el sindicalismo vertical de José Antonio Primo de Rivera:

«se refería a una pretendida organización socioeconómica en la que no cabía el carácter “mixto” o de dualidad de partes (empresarios y trabajadores) por cuanto se partía dogmáticamente de una afirmación de unidad, al refundir a dichos empresarios y trabajadores en la figura del «productor», cualificado funcionalmente como trabajador directivo o trabajador ejecutivo, pero no por su condición económica y social; el Fuero del Trabajo y, más tarde, su desarrollo legislativo, desvirtuaron la concepción original de la que se tomó tan solo la terminología.»{52}

Para el nacionalsindicalismo era fundamental acabar con el capitalismo agrario, el financiero y el industrial de las grandes empresas. José Antonio habló de instaurar en su lugar la propiedad individual, familiar, comunal y sindical.{53} En este mismo sentido, tenemos la observación de Martínez de Bedoya:

«que la imputación de la plusvalía a los productores de cada sindicato es, justamente, la justificación del sindicalismo vertical y de la propiedad de los medios de producción atribuidos a los sindicatos. Para poder imputar los beneficios al productor es por lo que el sindicato recaba la propiedad de los medios de producción».{54}

Para el profesor Fernández-Carvajal, el sistema sindical franquista «se sobrepone a una estructura económica capitalista, ya que el nacionalsindicalismo de José Antonio fue vaciado de su contenido revolucionario».{55}  El profesor Muñoz Alonso, falangista, todavía es más contundente: «La verticalidad sindical no es una concepción viable en un régimen de empresa liberal-capitalista –quede bien claro–; sino que opera para su desarticulación y resulta adecuada para el desarrollo de la economía en un régimen de empresa comunitaria.»{56} En el mismo sentido, el actual presidente de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo, Antonio Sempere Navarro:

«La transmisión de la propiedad de los medios de producción a las organizaciones verticales no pasa de ser una tesis sindicalista de primera hora, prontamente olvidada y relegada […] No puede pensarse que el nacionalsindicalismo de José Antonio y el del Fuero y legislación que lo desarrolla sean una misma cosa.»{57}

Más recientemente, el profesor M. A. Giménez ha insistido en la misma idea:

«El sindicalismo que estableció el Fuero del Trabajo difirió, en definitiva, de su concepción por los fundadores de la doctrina nacionalsindicalista. Y ello porque la estructura sindical vertical se implantó sin configurar los presupuestos que podían haberla hecho posible; esto es, destruir el sistema económico-social capitalista y sustituirlo por la propiedad sindical.»{58}

Resumiendo, que no se puede implantar el sindicato vertical si previamente no se ha desmontado el capitalismo. Es decir, se han atribuido los medios de producción a los sindicatos. Así José Antonio pudo decir que: «Los sindicatos no son órganos de representación, sino de actuación, de participación, de ejercicio.» Por lo tanto, cuando este habla de «productores» no hay que entender empresario, dueño de la empresa, y trabajador, el que arrienda su trabajo por un salario; sino que ser refiere a todos los que intervienen en la producción: directivos, técnicos y obreros.{59} Pero la empresa (excepto en las pequeñas de tipo individual o familiar; es decir, que no sean sociedades anónimas por acciones) no es del capitalista, sino del sindicato (o del municipio, si se trata de servicios o actividades económicas municipalizadas). Es decir, no habría empresarios ni trabajadores asalariados y, consecuentemente, no habría clases sociales. «La forma de materializar estos títulos sobre lo producido y la producción, es la atribución de la propiedad de los medios de producción al sindicato, entendiendo por sindicato la unión de productores».{60}

Como correlato de toda esa nueva estructuración económica, se pretende incluso suprimir al que aporta el capital (que, repetimos, no es el dueño de la empresa, sino que participa, en el porcentaje que se determine, en los beneficios generados por la actividad económica), mediante la nacionalización del servicio del crédito. Como dijo, en febrero de 1936, el propio José Antonio: «El capital, en cuanto es instrumento para el logro nacional de la producción, debe pertenecer a los productores mismos –en sus formas individuales y sindicales– y a la integridad económica nacional.»

Otra consecuencia, de suprimir la propiedad privada de los medios de producción es que: «Pierde sentido la relación laboral basada en el contrato de trabajo, el cual supone un acuerdo de intereses entre el titular patrimonial de los medios de producción y el trabajador, por cuanto se está dando por supuesta la titularidad sindical de éstos.»{61} Según otro autor:

«Para José Antonio Primo de Rivera, la atribución de la propiedad de los medios de productivos y su plusvalía al sindicato conllevaría, derivada y necesariamente, radicales cambios en la esfera laboral; entre ellos, los comportados por la supresión del esquema imprescindible a las relaciones bilaterales de trabajo.»{62}

Si no hay contrato, tampoco habrá el salario entendido como la contraprestación que recibe el obrero del empresario por arrendar su trabajo para vivir. Como dijera Raimundo Fernández-Cuesta en 1935:

«Los sindicatos descargarán al Estado de una serie de funciones económicas que ellos deberán asumir, desburocratizando la economía y llegando a la supresión del salario mediante el reparto equitativo de beneficios entre todos los factores que han intervenido en la producción.»  (Arriba, 6, 25-IV-1935).

Recordemos que hemos visto que en Arriba (2, 28-III-1935) se puede leer: «y como meta más lejana, sin logro inmediato, la supresión del salariado mediante el Sindicato propietario, en el que sus miembros sean accionistas.»

Como una demostración del carácter revolucionario del sindicalismo falangista, tenemos lo que declaró Ramón Sales, presidente de la Confederación Nacional de Sindicatos Libres de España, a un periodista: «como comprenderá, no se puede ir a ninguna parte con un hombre [Primo de Rivera] que quiere hacer la revolución fascista cogido del brazo de los anarquistas.»{63}

Como ocurre con cualquier propuesta revolucionaria, se ha dicho que este sistema autogestionario es utópico. Posiblemente sea así; pero eso no podía saberse en los convulsos años treinta del siglo pasado. De todos modos, gracias al pensamiento utópico se pueden crear condiciones para la reforma social, de modo que lo que en un momento puede ser utópico oportunamente se convierte en real.{64}

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{1} Se trata de una versión revisada y muy ampliada del capítulo IV.1 del libro que publiqué con el título De los Sindicatos Libres a los Sindicatos Verticales. Aproximación histórica al nacionalsindicalismo (1931-1937), Punto Rojo Libros (Sevilla 2022).

{2} MARTÍNEZ VAL, José María: ¿Por qué no fue posible la Falange? Dopesa (Barcelona 1975), p. 173. José Mª Martínez Val (1916-1999), abogado, en 1933 se afilió a las JONS, y en 1935, fue el único afiliado de la no pequeña agrupación de Zaragoza que, en la escisión de enero de 1935, siguió a Ramiro Ledesma y colaboró en el semanario La Patria Libre; en la posguerra, fue gobernador civil de Lérida.

{3} BERNAL GARCÍA, Francisco: «El sindicalismo vertical. Control laboral y representación de intereses en la España franquista. La Delegación Nacional de Sindicatos (1936-1945)». Tesis doctoral. European University Institute. Department of History and Civilization, p. 147.

{4} La Conquista del Estado, núm. 23 (24-X- 1931), en LEDESMA RAMOS, Ramiro: Obras Completas, Fundación Ramiro Ledesma Ramos (Madrid-Barcelona 2004), vol. III, p. 310. Podemos presumir que Ledesma se sintiese próximo al teórico Lagardelle; ya que, en el número 4 del semanario (4-IV-1931), reprodujo un artículo suyo «El hombre real y el sindicalismo».

{5} «La reforma de la empresa. Las charlas de La Ballena Alegre.», p. 22. [En línea] <http://www.patriasindicalista.es/ateneoazul/>

{6} JEREZ RIESCO, José Luis: En busca del acta perdida. Los Consejos Nacionales de la Falange presididos por José Antonio, Ediciones Barbarroja (Madrid 2012), p. 164-165. Desconocemos al autor o autores de la ponencia; aunque pensamos que José Antonio debió participar en su redacción.  Entre la documentación que se recoge en el libro, no figuran los debates que se produjeron en relación a dicha ponencia. Tampoco se nos informa dónde se encuentra guardada dicha documentación.

{7} Ibidem, p. 167.

{8} Ibidem, p. 214-215.

{9} PRIMO DE RIVERA, José Antonio: Obras Completas, Plataforma 2003, (Madrid 2007), vol. I, p. 720.

{10} LEDESMA RAMOS, Ramiro: ¿Fascismo en España?, en Obras…, ob. cit., vol. IV, p. 277. Las correcciones de Primo de Rivera fueron, en realidad, más de estilo y de técnica jurídica que de otra cosa.

{11} PRIMO DE RIVERA, José Antonio: Obras…, ob. cit., vol. I, p. 796.

{12} TUSELL, Javier: Franco en la Guerra Civil. Una biografía política.  Tusquets Editores (Barcelona 1992), p. 259.

{13} MARTÍNEZ DE BEDOYA, Javier: Memorias desde mi aldea. Ámbito (Valladolid 1996), p.80.

{14} MAYOR MARTÍNEZ, Luis: Ideologías dominantes en el sindicato vertical. Ed Zero [1972], p 90.

{15} BERACHA, Sammy: Racionalización y revolución. Ediciones Dédalo (Madrid 1934), pp. 158-159

{16} «La locución Sindicato vertical es un invento del creador de Falange quien solamente nos transmitió el nombre y junto a él un ideario económico y social, pero no un concepto acabado de lo que fuera.»; SERRANO Y SERRANO, Ignacio: El Fuero del Trabajo. Doctrina y comentario, Valladolid 1939, p. 352.

{17} GIMÉNEZ CABALLERO, Ernesto: Memorias de un dictador. Planeta (Barcelona 1981, 1ª edición 1979), p. 142. Según Esteban Roldán, en carta dirigida a Franco el 27-IV-1937: «Giménez Caballero, eminente por tantos conceptos, se recuerda que José Antonio lo señaló como un caso muy especial. Fue un detractor sistemático de la obra de aquel genio a quien tanto debemos todos. Sean cuales fueron sus méritos en la Falange ese nombre significa traición hacia la persona de lo que es para todos sagrado: el Jefe.» Esteban Roldán Oliarte es el autor de La traición de los Franco. ¡Arriba España!, que fue publicado con el seudónimo de Luis Pagés Guix en 1938. Hasta el año 2020, se desconoció la identidad de Luis Pagés. Para más información, MAS RIGO, Jeroni Miquel: «Esteban Roldán Oliarte, el falangista que escribió La traición de los Franco». El Catoblepas, núm. 194 (invierno 2021). «Gecé», coincidiendo con la escisión de Ramiro Ledesma (enero de 1935), se separó de FE, y meses más tarde fundó, con el apoyo económico del financiero Juan March, el Partido Económico Patronal Español (P.E.P.E.), participando en las elecciones de febrero de 1936, integrado en la coalición contrarrevolucionaria, sin lograr salir diputado por Madrid. Según Unamuno: «Para José Antonio Primo de Rivera guardo un afecto muy grande. […] Eugenio Montes tiene mis simpatías. […] En cambio, Giménez Caballero es un loco.» (FE, 2-I-1937). Tomo la cita de LAZO, Alfonso: Historias falangistas del sur de España, Espuela de Plata (Sevilla 2015), p. 117.

{18} BERNAL GARCÍA, Francisco: «El sindicalismo vertical…», ob. cit., pp. 182-183.

{19} PERALES HERRERO, Narciso: «José Antonio, Hoy», conferencia pronunciada, el 9 de marzo de 1968, en el Círculo Doctrinal «José Antonio» de Barcelona. Narciso Perales (1914-1993), Palma de Plata de la Falange, en 1965 fundaría el clandestino Frente Sindicalista Revolucionario.

{20} Joaquín Maurín Juliá (1896-1973), en octubre de 1921 fue elegido secretario general de la CNT; en 1922 fue uno de los fundadores de los Comités Sindicalistas Revolucionarios, como corriente bolchevique dentro de las CNT; en febrero de 1924 ingresó en el Partico Comunista de España; en 1931 fundó el Bloque Obrero y Campesino, que en 1935 se fusiono con la trotskista Izquierda Comunista de Andreu Nin, dando lugar al Partido Obrero de Unificación Marxista; pasó toda la guerra en prisión y fue indultado en 1946, gracias a la intercesión de un falangista, excomunista que había sido vocal de la Komintern, Óscar Pérez Solís.

{21} «El sindicalismo a la luz de la revolución rusa (Los problemas que plantea la revolución social)», se trata de una recopilación de artículos escritos por Joaquín Maurín y publicados en el periódico Lucha Social de Lérida, durante el primer semestre de 1922.

{22} BERACHA, Sammy: Racionalización…, ob. cit. p. 170.

{23} Ibidem, p. 168.

{24} Ibidem, p. 206.

{25} Cf. CORTÉS, Joaquín: Por el sindicalismo, hacia una España libre (México 1963), p. 157. Joaquín Cortés Olivares (1895-1979) fue un dirigente de la CNT, signatario del «Manifiesto de los treinta» que, al final de la Guerra Civil, se exilió en México y, en los años 60 del siglo pasado, defendió las negociaciones de los cincopuntistas llevadas a cabo entre militantes de la CNT y representantes de la Organización Sindical franquista.

{26} BUENACASA, Manuel: ¿Qué es el Sindicato Único?, Editorial Aurora, Bilbao, s/a, p. 7.

{27} GARCÍA VENERO, Maximiano: Historia de las Internacionales en España, Ediciones del Movimiento (Madrid 1957), tomo II (1914-1936), p. 276.

{28} No confundirlo con el sindicato mixto, en el que se agrupan obreros y empresarios. Eso fue lo que hizo el régimen franquista: confundir los sindicatos verticales con los sindicatos mixtos, que no son sindicatos de clase. En esa interesada confusión jugo un papel importante el jesuita Joaquín Azpiazu Zulaica (1887-1953), principal teórico español del corporativismo de tipo social-católico; véase, su folleto ¿Corporativismo o Nacionalsindicalismo?, Editorial Navarra (Pamplona 1938), donde se encuentra reproducido un artículo anterior: «Corporativismo y Nacional-sindicalismo», publicado en Razón y Fe, noviembre de 1937.

{29} Antonio Juan Onieva Santamaría (1886-1977) fue un periodista y escritor asturiano que militó en el Partido Reformista de Melquíades Álvarez. En el epílogo del libro, Enrique Esteban escribe: «El autor, cuyo nombre es forzoso ocultar por el momento, camisa azul, curtido en el frente y la retaguardia …» (p. 187). Suponemos que los motivos, por los cuales tenía que ocultar su nombre, eran debidos a evitar represalias contra sus familiares, ya que Asturias todavía no había sido liberada.

{30} PEDREGAL, Luis J.: Notas al Fuero del Trabajo, Cádiz 1938, p. 227.

{31} SERRANO Y SERRANO, Ignacio: El Fuero…, ob. cit., p. 347.

{32} La ruptura se produjo como consecuencia de no querer integrarse FE en el Bloque Nacional, que lideraba José Calvo Sotelo. Esa negativa de José Antonio provocó que Ramiro Ledesma se separara de Falange, pues este contaba con la ayuda económica de los monárquicos para crear la Central Obrera Nacional Sindicalista, y de ese modo tener su propia esfera de poder autónoma respecto del partido.

{33} Creo necesario advertir que la radicalización se dio en José Antonio; no, por supuesto, en todos los dirigentes del partido, que continuaron creyendo que los sindicatos verticales no eran más que una versión española del corporativismo fascista. Esto fue debido a que la radicalización del líder falangista, que lógicamente fue gradual, no llegó a completarse ni a consolidarse por falta material de tiempo. De ahí las contradicciones y la falta de madurez que podemos encontrar en algunas de sus propuestas y actitudes. En este sentido, debemos mencionar que Raimundo Fernández-Cuesta, secretario general de FE, en un curso para cuadros del partido, dijo que: «Debemos también formar Sindicatos verticales y nacionales. Es decir, Sindicatos que, en lugar de ser exclusivamente de obreros o de patronos, inspirados tan sólo en un interés de clase, por creer que es ésta la que une a los hombres, lo estén por la igualdad de interés en la producción, ya que vemos muchas veces que los proletarios de una industria determinada tienen más vínculos con los capitalistas de esta industria que con los proletarios que trabajan en otra industria competidora y opuesta.» (Arriba, 25 de abril de 1935). Hay que señalar que Fernández-Cuesta, durante el período republicano, no volvió a referirse a los sindicatos verticales en esos términos.

{34} Ibidem, p. 956.

{35} Cf. LAZO, Alfonso: Historias falangistas…, ob. cit., 306.

{36} Discurso en el Cine Europa (Madrid 2-II-1936) en: PRIMO DE RIVERA, José Antonio: Obras…, ob. cit., p. 1354. Esa era una diferencia fundamental en relación con la derecha y la extrema derecha. Así, para Calvo Sotelo (que tenía más formación económica que Primo de Rivera), el capitalismo (incluido el financiero) no es un mal sistema económico, lo que es malo es el mal uso que del capital puede hacerse en nombre de un capitalismo sin freno; CALVO SOTELO, José: El Capitalismo contemporáneo y su evolución, Cultura española (Valladolid 1938), p. 145 y ss.

{37} Ibidem, p. 1504.

{38} Ibidem, p. 1607. Lo curioso es que Fernández-Cuesta, en abril de 1935, había rechazado la plusvalía «por sus errores científicos que Bernstein, Henri de Man, Sombart y otros varios han conseguido demostrar, sino además por la ausencia de aquellos valores espirituales inherentes a la personalidad y a la dignidad del hombre». Véase nota n. 32.

{39} «Obreros españoles» en: PRIMO DE RIVERA, José Antonio: Obras…, ob. cit., vol. II, p. 1206. La referencia a la plusvalía en el nacionalsindicalismo no se debe, como siempre se dice, a José Antonio, sino a Julio RUIZ DE ALDA, que ya la mencionó en el Discurso del Teatro de la Comedia, fundacional de FE, cuando dijo: «los Sindicatos intervendrán en la plusvalía de las Empresas». Se dice que antes de la fundación del partido, Ruiz de Alda se había entrevistado con el dirigente sindicalista Ángel Pestaña.

{40} PEÑALBA-SOTORRÍO, Mercedes: «El sindicalismo vertical: una ambición frustrada y una burocracia lograda», en Cabana, Ana; Lanero, Daniel y Santidrián, Víctor Manuel (Eds.), VII Encuentro de Investigadores del Franquismo, 2011. academia.edu.

{41} CIVERA, Marín: El sindicalismo. Historia. Filosofía. Economía. (Valencia 1931), p. 131. Martín Civera (1900-1975) pasó del anarcosindicalismo al Partido Sindicalista. Al morir Ángel Pestaña, lo sustituyó en la presidencia del partido.

{42} GÓMEZ MOLINA, Adriano: «Carlos Marx en José Antonio», El Catoblepas, núm. 101, julio 2010.

{43} SUÁREZ GONZÁLEZ, Fernando: «El sindicalismo vertical y el Fuero del Trabajo», Revista de Trabajo, núm. 2, 1963.

{44} Sobre Spirito, véase FERNÁNDEZ RIQUELME, Sergio: «Filosofía y política en Ugo Spirito. La utopía del comunismo jerárquico» en Historia y Política, núm. 22, Madrid (julio-diciembre 2009).

{45} Cf. ROSENSTOCK-FRANCK, L: La Economía corporativa fascista doctrinal y práctica. Sus orígenes históricos y su evolución, M. Aguilar (Madrid 1934), p. 424.

{46} También el líder falangista fue acusado de bolchevique por sus discursos en favor de la Reforma agraria; PRIMO DE RIVERA, José Antonio: Obras…, ob. cit., p. 1096. Este en el discurso pronunciado en el Parlamento, el día 24 de julio de 1935, había dicho: «No se pueden emplear ciento sesenta años para hacer la reforma agraria; es preciso hacerla antes, más de prisa, urgentemente, apremiantemente, y por eso hay que hacerla, aunque el golpe les coja y sea un poco injusto, a los propietarios terratenientes actuales; hay que hacerla subestimando el valor económico, como se ha subestimado el valor jurídico.»; Ibidem, p. 1088.

{47} TANNENBAUM, Edward R.: La experiencia fascista. Sociedad y cultura en Italia (1922-1945). Alianza Universidad (Madrid 1975), p. 123. En parecidos términos se había expresado, muchos años antes, un profesor socialista español: «pero lo más trascendental son las palabras de Spirito en el Congreso de Ferrara, reconociendo que la economía fascista, como las otras, son compromisos que no pueden satisfacer a nadie, ya que es mixtura de iniciativa privada e intervención de Estado, y abogando por la fusión de capital y trabajo para llegar finalmente a la Corporación propietaria, esto es, una fórmula próxima a la de Proudhon.»; RIOS, Fernando de los: «Hacia el Estado Corporativo», Leviatán, nº 2, junio-1934. P. 16.

{48} MICHELACCI, Sonia: El comunismo jerárquico, Ediciones Fides (Torredembarra 2023), p. 150.

{49} PRIMO DE RIVERA, José Antonio: Obras… ob. cit., vol. II, p. 1562. Aquí podemos ver otra influencia de Sammy BERACHA, ya que este había escrito que: «La conquista del fascismo se afirma al principio por medio de ideas sindicalistas. Mussolini invoca a Jorge Sorel. Pues el verdadero rostro del movimiento fascista no tarda en aparecer detrás de la careta sindicalista. El fascismo ha sometido a los Sindicatos a su dictadura. El Estado fascista está muy lejos de haber realizado el sindicalismo libre de Sorel.»; La racionalización…, ob. cit., p. 200. [Las cursivas son del original.]

{50} [Anónimo]: «Noción del Sindicalismo Vertical», Revista de Organización y Acción Sindical, núm. 4, abril 1939, p. 228.

{51} GUILLÉN SALAYA, Francisco: Qué son los Sindicatos Verticales, Yugos y Flechas (San Sebastián), p. 43.

{52} BORRAJO DACRUZ, Efrén: Introducción al Derecho del Trabajo. Tecnos (Madrid 1996), pp. 149-151.

{53} «El carácter marginal de la propiedad individual deriva del hecho que se señalan tres tipos de propiedad colectiva –familiar, comunal y sindical–»; cf. MARTÍNEZ DE BEDOYA, Javier: «El sindicalismo español de 1936 a 1939», Revista de Política Social, núm. 51, 1961.

{54} MARTÍNEZ DE BEDOYA, Javier: «El sindicalismo español…», ob. cit., p. 17.

{55} FERNÁNDEZ-CARVAJAL GONZÁLEZ, Rodrigo: La Constitución Española. Editora Nacional (Madrid 1969), 2º edición, p. 155.

{56} MUÑOZ ALONSO, Adolfo: Un pensador para un pueblo. Almena (Madrid 1971), p. 258.

{57} SEMPERE NAVARRO, A. V.: Nacionalsindicalismo y relación de trabajo. Akal Editor (Madrid 1982), p. 93-94.

{58} GIMÉNEZ MARTÍNEZ, Miguel Ángel: «El sindicalismo vertical en la España franquista: principios doctrinales, estructura y desarrollo»; Revista Mexicana de Historia del Derecho, vol. XXXI, enero-junio 2015, [En línea]: unam.mx.

{59} En una sociedad socialista, el programa de acción de la clase obrera, según Joaquín Cortés, «debería basarse, entre otros motivos, en los siguientes objetivos generales: 1) Unidad positiva y completa entre los hombres de ciencia, los técnicos y los trabajadores manuales que intervengan en todos los procesos científicos, culturales y económicos vitales de la nación, en una CENTRAL SINDICAL DE PRODUCTORES.» [Las mayúsculas son del original]; cf.: Por el sindicalismo…, ob. cit., p. 176. También para Sammy BERACHA, el concepto productor integra al obrero y al técnico, Racionalización…, ob. cit. p. 10.

{60} MARTÍNEZ DE BEDOYA, Javier: «El sindicalismo español…», ob. cit., p. 14.

{61} MAYOR MARTÍNEZ, Luis: Ideologías dominantes…, ob. cit., p. 97.

{62} SEMPERE NAVARRO, A. V.: Nacionalsindicalismo…, ob. cit., p. 91.

{63} Cf. Unión Obrera (6-VI-1936), órgano de la CNSL; en el mismo periódico (29-V-1936) se puede leer: «Llamar hermanos a los peores enemigos de la sociedad [es decir, a los anarquistas] sólo se le ocurriría a un chiflado con megalomanía revolucionaría». Tomo las citas de WINSTON, Colin M: La clase trabajadora y la derecha en España (1900-1936), Ediciones Catedra (Madrid 1989), p. 300. En esa época, la CNSL, que propugnaba un sistema corporativo para la economía y el trabajo, estaba en la órbita de los monárquicos alfonsinos y de la Unión Militar Española. Su presidente, el catalán Ramón Sales, antiguo carlista radical de comunión diaria, sería detenido y ejecutado, a principios del mes de noviembre de 1936, por descuartizamiento (fue encadenado de pies y manos a cuatro camiones que arrancaron en direcciones distinta) frente a la sede del diario cenetista Solidaridad Obrera.

{64} FERRATER MORA, J.: Diccionario de Filosofía. Alianza Editorial (Madrid 1980), p. 3363-3364.


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