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Fortunata y Jacinta

Imperiofobia, rusofobia, hispanofobia, Elvira Roca

Forja 006 · 9 octubre 2018 · 8:26

¡Qué m… de país!

¡Buenos días sus Señorías! Mi nombre es Fortunata y Jacinta y aquí comienza un nuevo programa de “¡Qué m… de país!”. En capítulos anteriores vimos que no se puede confundir Imperio con imperialismo y que todo poder hegemónico genera por defecto una leyenda negra.

En su fantástico libro Imperiofobia y Leyenda negra, María Elvira Roca Barea nos cuenta, por ejemplo, que los griegos ponían verdes a los romanos acusándoles de ser unos bárbaros y de no tener un origen noble. A lo que los romanos contestaban: ¡Pero bueno, pero cómo que no! Entonces se inventaron aquello de Eneas, este héroe de la guerra de Troya que había conseguido escapar y huir hasta el Lacio, reivindicando para el pueblo romano un origen épico y sagrado.

Los europeos hacemos lo mismo con los estadounidenses, a quienes generalmente miramos por encima del hombro (sobre todo cuando votaban a Bush y más ahora que han votado a Donald Trump), y nos decimos aliviados: “Ves, si es que son unos zoquetes y unos mostrencos”. Cuando se van a guerrear por ahí les llamamos imperialistas y abusones y denunciamos su arrogancia, su soberbia y su orgullo patrio.

Lo que nos pasa realmente, esto lo ha diagnosticado muy bien María Elvira, es que a los europeos nos alivia profundamente machacar el prestigio de los EEUU porque de alguna manera tenemos que compensar el haber perdido el poder hegemónico que tuvimos en un momento dado y que ahora ya no tenemos.

Lo curioso del caso, señala María Elvira Roca Barea, es que habitualmente estos pueblos imperiales suelen demostrar una profunda admiración por aquellos que les insultan: les pasó a los romanos con Grecia y a los Estados Unidos de Norteamérica con Europa. Los españoles reaccionamos de idéntico modo nos con los humanistas italianos cuando nos acusaban de impuros (por estar mezclados con sangre judía y mora), y de ser unos impíos (malos cristianos). Y también les pasaba a los rusos, quienes admiraban profundamente a los ilustrados franceses a pesar de que estos les tildaban de ignorantes, cazurros, berzas y palurdos.

España y Rusia comparten el hecho de soportar dos leyendas negras grandes como himalayas, leyendas que, lejos de estar desactivadas por el paso del tiempo, andan más alborotadas que nunca. Recuerden lo que decía Gestrude Stein: ‘Escarba en un español y encontrarás un sarraceno; dentro de un ruso y encontrarás un tártaro’.

Hace ya algunas décadas que una parte importantísima de la historiografía especializada (no solo la española o, incluso, a pesar de la española), ha terminado consensuando una visión renovada sobre los hallazgos y extravíos del Imperio español, sus aciertos y sus defectos, sus dulzuras y sus violencias. Pero basta echar un vistazo a la wikipedia, mirar algunos documentales de la BBC o hablar con amigos a la hora del café para darse cuenta de lo insertada que está en el imaginario popular la idea de una España imperial opresora, monacal, vaga, pendenciera e ignorante. Esta misma semana escuché decir a una historiadora colombiana de enorme éxito en los medios de comunicación, que en la España del siglo XVI solo podía haber ladrones y soldados porque al expulsar los españoles a los árabes perdimos la capacidad de sacarle fruto a la tierra y al expulsar a los judíos perdimos toda capacidad intelectual. Aparte de ladrones y soldados, terminó diciendo, había grandísimos artistas –¡cómo no!–, formidables escritores y pintores.

Topicazo al canto: España es un país reaccionario, atrasado y cavernícola, extraordinariamente dotado para la producción de arte y de bellas conversaciones pero incapacitado para el pensamiento científico y filosófico. Y esto es un sentir muy general que se encuentra uno tanto en los medios académicos como en las tertulias de televisión.

Menos mal que, de vez en cuando, salen políticos de las izquierdas de antes, las de verdad verdadera, como Julio Anguita o Alfonso Guerra y dicen: “Yo soy de izquierdas y muy de izquierdas pero, antes de nada, soy español”. Y, qué quieren que les diga, a mí eso me hace mucha ilusión, porque que estén todo el día machacándome a lo Ortega y Gasset, diciendo que España es un país anómalo y fallido y que los españoles no le llegamos ni a la suela del zapato a los alemanes, es una cosa insoportable.

 



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