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← Quito 1985 · capítulo 6 · páginas 250-255 →

David Stoll · ¿Pescadores de hombres o fundadores de Imperio? El Instituto Lingüístico de Verano en América Latina

Planas y el CRIC

Dos acontecimientos en 1970-71, el escándalo Planas y la formación del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), marcaron una nueva etapa en la política indígena. Planas es una región petrolífera en los llanos orientales, a una hora de vuelo de Lomalinda, donde ranchos ganaderos han confinado a miles de indígenas Guahibo en bolsones de savana. Bloqueados por una cooperativa Guahibo, los ganaderos acusaron al organizador blanco de preparar un levantamiento comunista. Después que la policía, los soldados y los ganaderos mataron a una cantidad de indígenas y colonos simpatizantes, los Guahibo se defendieron con las armas primitivas a su disposición. Sacerdotes y antropólogos trajeron el lado Guahibo del conflicto a la atención nacional. La respuesta oficial confirmó que los indígenas no podían esperar justicia de parte de las autoridades, algunas de las cuales habían denunciado grandes extensiones en la misma área{17}.

Mientras la política indígena era debatida, el caso contra el Instituto Lingüístico empezó a surgir. Sin embargo, fue acusado de ayudar a sofocar la resistencia Guahibo sólo dos años más tarde, desde Nueva York. El Congreso Norteamericano sobre América Latina (NACLA) citó un informe de febrero de 1970 en El Espectador de Bogotá: el ILV había “entr[ado] a colaborar con el Gobierno en la acción cívica” para pacificar presuntas guerrillas Guahibo. Varios “profesores” estaban trabajando como enlaces/intérprete y el Instituto había “facilit[ado] sus equipos de radio para establecer comunicación directa” entre la estación local de policía y la capital departamental. NACLA añadió “apoyo aéreo” a estos servicios, que han figurado en las polémicas contra el ILV hasta el presente{18}. Pero ya que los develadores de las atrocidades de Planas no mencionaron tal rol, ni [251] tampoco parece haber surgido en el testimonio Guahibo, la única fuente es el informe periodístico. Según el ILV, cuyo equipo trabajaba entre los Guahibo muy al oriente, su único servicio fue un vuelo para el Coordinador de Asuntos Indígenas, Alejandro Reyes Posada. Según la traductora, su esposo y Reyes encontraron abandonados a todos menos uno de los asentamientos de Planas: allí aconsejaron a los Guahibo no huir al monte{19}. A continuación de otras inspecciones, Reyes ayudó a exponer el origen del conflicto en términos de agresión ganadera, brutalidad policial e indiferencia oficial frente a los derechos indígenas{20}.

Pronto, los misioneros evangélicos en la región fueron molestados por el espectáculo de sacerdotes menos interesados en decir misa que en revivir rituales paganos. Algunos misioneros católicos habían desertado de la causa común de destruir la religión tradicional: estaban tratando de decolonizar su trabajo al restaurar la confianza Guahibo en su cultura. El más importante adversario de este proyecto era Sophie Muller, una viejita fundamentalista de Nueva York acreditada por su propio imperio: miles de conversos en ocho idiomas esparcidos por los llanos y selvas del noreste de Colombia, sin mencionar logros extraordinarios en el Brasil. Cuando conocí a Muller en Bogotá en 1975, ella ya no era miembro de la Misión Nuevas Tribus. La razón principal aparentemente radicaba en que ella siempre la metía en problemas con las autoridades. Tal como el ILV, ella ha sido calumniada pero, como siempre, hay algo de verdad en la leyenda. “¿Destruyendo la cultura?” exclamó ella esa mañana de domingo. “¡Ojalá! Borracheras y bailes sin parar, tú sabes que bailar conduce a la inmoralidad. Los idiotas tenían toda esa brujería, los hombres tomarían y bailarían toda la noche, luego irían al monte con muchachitas para hacer sus inmoralidades”. Dijo que siempre tenía que aclararles a los indígenas quién era ella porque usualmente pensaban que venía del cielo{21}.

Muller llegó a Colombia a principios de los años cuarenta, como misionera independiente en busca de la tribu no alcanzada. Dijo que estuvo completamente sola o “más allá de la civilización durante los primeros veinte años, pero circuló entre grupos golpeados por la expansión colonizadora y las epidemias. Culpando de su sufrimiento a hechiceros, estos milenaristas nativos podían ser persuadidos de que la salvación estaba en rechazar la tradición a cambio de una mujer blanca enviada por Dios para [252] advertirles del cercano fin del mundo{22}. Muller comenzó su obra con los Curipaco, en Sejál sobre el río Guainía. A juzgar por su relato de las primeras conversiones masivas, su reputación mesiánica pan-tribal nació de un movimiento anti-brujería. Bajo la dirección de Muller, los primeros conversos Curipaco tiraron al río sus bolsos de objetos sagrados, destrozaron con hachas las canoas donde preparaban su cerveza casera y, como temían la hechicería de sus vecinos, la llevaron a la próxima aldea para dar a los culpables un severo sermón. Sucedió así en aldea tras aldea, dijo Muller; flotillas de canoas la seguían de una a la otra, y los hechiceros Curipaco se convirtieron en los ancianos de la nueva iglesia{23}. Los Curipaco llevaron la nueva religión a los Puinave, Cubeo y Guayabero. Los Puinave evangelizaron a los Piapoco, y ambos evangelizaron a los Guahibo, Cuiva y Sáliva. En el río Isana en el Brasil, indígenas Maniba (o Baniwa) construyeron alojamiento para su salvadora en dieciocho asentamientos. Querían que ella trajera pantalones del cielo, hiciera que sus cultivos crecieran bien, los protegiera de la enfermedad y espantara a las hormigas y malos espíritus. Dondequiera que sus conversos y su reputación fueran, Muller los siguió, en el curso de sus viajes traduciendo (al ojo) el Nuevo Testamento a tres idiomas y partes de él a ocho más{24}.

Muller alcanzó la cima de su influencia durante la Violencia, sin duda experimentada en carne propia por algunos de sus seguidores. La violencia contra los indígenas ayuda a explicar los cargos de lavado cerebral y explotación contra Muller: otros colonizadores estaban molestos por una política de aislacionismo militante que convenía a los indígenas tanto como a su profeta. Según la Comisión Matallana, que investigó al ILV y a la Misión Nuevas Tribus en, 1974, “el punto fundamental del adoctrinamiento [de Muller]… consiste en convencerlos de que cualquier contacto… que tengan con el 'blanco' determina la perdición de sus almas… [Argumentando] que la vida indígena, eminentemente comunitaria, es lo que Dios quiere… lucha permanentemente para que los indígenas no adquieran… los vicios más generalizados en los colonos”{25}. Cuando los católicos obligaron a irse a los misioneros protestantes durante la Violencia, Muller se quedó en áreas donde el sacerdote y el policía nunca llegaban. A diferencia de los [253] católicos, ella reclutó a pastores indígenas y no levantó estaciones misionales que explotaran la mano de obra indígena.

Con todo, para los años setenta el imperio de Muller estaba desmoronándose. Para los misioneros más jóvenes y cautos de Nuevas Tribus y del Instituto Lingüístico, los hechos de este apóstol les produjeron una desesperación perplejizante. Ellos no podían cumplir las expectativas sobrenaturales que ella había despertado. Tampoco podían ignorar las creencias tradicionales, tales como el temor a los chamanes Curipaco, que ella había consagrado en iglesias. Los conversos estaban en rebelión contra sus modos autoritarios. Y también había más competencia efectiva que antes. “Influencia?” respondió Muller. “Ya no. Eso es cosa del pasado cuando yo podía decirles qué hacer y ellos me seguían. [Otros foráneos] están entrando por todos lados ahora, bandas enteras están volviendo a sus viejas costumbres”. Ella estaba especialmente disgustada con los Guahibo y los Cuiva, quienes dijo destruían sus mentes con un alucinógeno, tal como lo hacen sus conversos Guayabero, como lo ha descubierto el ILV. Cuando Muller regresó a una aldea Guahibo cerca de Planas en 1974, sólo tres familias seguían siendo fieles todavía. Las otras se habían pintado y estaban bailando sus bailes. No le permitieron quedarse en la aldea, y un vocero le dijo que ella los había engañado{26}.

Como la nueva moda en las misiones católicas a la cual culpa por tales reveses, Muller no era amiga de los ganaderos ambiciosos. En 1967, un hombre que reclamaba ocho mil hectáreas en el territorio de Vichada dijo a una corte que ella había llegado a su propiedad con doscientas personas armadas con arcos y flechas y escopetas. Bajo órdenes de ella, los indígenas trabajaron día y noche para levantar un cerco de quinientos metros, que despojó al ganadero de la mayor parte de su denuncio{27}. Pero tampoco era Muller una amiga de la cooperativa Guahibo destruida en 1970. Ella consideraba a su organizador un comunista, y sus nuevos rivales católicos (“¡quieren que los indígenas regresen a sus viejas costumbres!”) eran claramente sus sucesores. En el Libro de Revelaciones hay dos bestias, explicó, una roja y otra blanca. Una ha de gobernar el mundo y la otra es la falsa iglesia. “La primera deben ser los comunistas”, dijo, “ellos son los únicos que quieren dominar el mundo entero, y la otra debe ser el ecumenismo”. [254]

“Quieren sacar primero a los gringos y luego a los [evangélicos colombianos], para tomar el control sobre todos. Una cooperativa es justo lo que necesitan para comenzar. Le dicen a todos de comprar y vender allá, ponen todo eso bajo su control, y ya está. Eso es lo que hizo ese Jaramillo: él llevó a los indígenas a la cooperativa y luego les dijo que atacaran los ranchos blancos. Yo les dije que no fueran, les advertí que habría lío porque la junta es dirigida por este no-creyente que tiene otros propósitos. Entren a una cooperativa con otros creyentes, les dije. Es ahí donde siempre empiezan las revoluciones”{28}.

En la estela del levantamiento de Planas todos los concernidos, salvo tal vez los indígenas, anticipaban otro levantamiento indígena. Las especulaciones se centraban en los Andes del sudoeste de Colombia y, en particular, en el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC). Fundado en 1971 por los Páez, un pueblo famoso por sus hazañas guerreras, el CRIC ganó el apoyo de los grupos vecinos indígenas y no indígenas, se convirtió en un modelo para organizaciones en otras partes del país, y ha sufrido proporcionalmente. Sus tácticas datan de principios de siglo cuando los Páez enfrentaban la insuperable potencia de fuego de un gobierno centralizado que estaba colonizando su territorio. Dado que sus resguardos o reservas estaban protegidos por la ley, los Páez se dirigieron a los tribunales y, como otros campesinos, se sumaron a ligas agrarias para presionar al Estado. A continuación de la Violencia, durante la cual ellos lucharon y murieron por el Partido Liberal, otra vez enfrentaron un régimen que supuestamente estaba comprometido con la reforma agraria. Habiendo resultado infructuosas las gestiones burocráticas y judiciales, el CRIC alentó al gobierno a aplicar la ley al montar invasiones no-armadas de tierras de resguardo robadas y someterse al arresto masivo. En pocos años recobró miles de hectáreas. El CRIC se unió también a la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), organizó granjas y tiendas cooperativas, empezó a capacitar a sus propios maestros bilingües, y erosionó el voto clientelista con el cual los terratenientes/políticos locales legitimaban su dominio{29}. Al grito de guerrillas, narcotraficantes y subversión, los terratenientes soltaron a sus pistoleros. Las fuerzas armadas militarizaron la zona. Para 1979 más de cuarenta y cinco líderes del CRIC habían sido asesinados, sin que un solo responsable fuera llevado a juicio{30}. Algunos miembros detenidos fueron torturados, una práctica denunciada por el obispo católico local{31}. [255]

Los misioneros evangélicos se han mantenido en silencio sobre la persecución: sus iglesias están creciendo como un refugio de la violencia oficial, de la cual ellos, como los terratenientes que contratan a los asesinos, culpan a los subversivos. Evangélicos con lealtades 'comunistas' pueden ser encontrados en la región; al norte, el ejército ha llegado a acusar a las sectas evangélicas de compartir sus diezmos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia{32}. Pero entre los Páez y sus vecinos Guambiano, el protestantismo ha llegado a ser identificado con oposición al CRIC y colaboración con esquemas gubernamentales basados en intereses terratenientes{33}. La Alianza Cristiana y Misionera es la principal misión evangélica: cuando visité su estación cerca a Silvia en 1975, maestros Páez y Guambiano dijeron que ellos se rehusaban a apoyar al CRIC porque éste negaba al Dios (evangélico) y no respetaba al gobierno. “El gobierno nos da mal pero Dios nos ha ordenado que nosotros obedezcamos”, citó uno a Romanos 13:1{34}. El traductor-Guambiano del ILV pensaba que la militancia política destruiría la cultura indígena, una posición compartida con otros de la filial. Pensaba que los indígenas debían continuar comprando tierra fuera de sus resguardos, en vez de luchar por reconstituirlos. En 1980, el traductor fue forzado a irse cuando su propia clientela evangélica se sumó a los otros Guambiano para organizar una invasión de tierras bajo el liderazgo del CRIC.

Notas

{17} Pérez Ramírez 1971 y Bonilla 1970.

{18} Gossain 1970, citado en Hart 1973:25-8. NACLA había planteado el tema por primera vez en febrero de 1972, después de lo cual los colombianos confrontaron al ILV con esta información.

{19} Entrevista del autor, Lomalinda, 30 de septiembre 1975.

{20} Bonilla 1970:17-18.

{21} Entrevista del autor, Bogotá, 7 de diciembre 1975.

{22} Goldman 1981 y Wright 1981b:4, 9.

{23} Entrevista del 7 de diciembre.

{24} Muller 1952:52, 60, 67, 103, 107 y 1960:1, 3, 4.

{25} Matallana Bermúdez 1976:51-5, 73-4.

{26} Entrevista del 7 de diciembre.

{27} Pérez Ramírez 1971:79-80.

{28} Entrevista del 7 de diciembre.

{29} Corry 1976:24-9 y Antonil 1978:229-69.

{30} pp. 38-41 NACLA Report on the Americas (New York) julio/agosto 1979.

{31} pp. 16-18 Alternativa (Bogotá) 14 de agosto 1978.

{32} p. 9B Tiempo (Bogotá) 9 de diciembre 1978.

{33} Si acaso esta afirmación fue cierta, ya no lo es ahora. Según Joanne Rappaport (en prensa), muchos evangélicos Páez y Guambiano han rechazado las enseñanzas políticas de sus misioneros y apoyan la lucha del CRIC por la tierra.

{34} Entrevistas del autor, 3 de noviembre 1975.

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