Nódulo materialistaSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas
  El Catoblepasnúmero 2 • abril 2002 • página 10
Política

Babel redivivo,
o divide y vencerás

Gustavo Bueno Sánchez

Durante el siglo XX la fragmentación lingüística de los hombres y el adoctrinamiento en el Nuevo Testamento se ha convertido en importante instrumento político e ideológico al servicio del Imperio capitalista.

Cuentos para niños que siguen sirviendo a muchos adultos

Los diez primeros versículos del capítulo diez del Génesis relatan una fantástica repoblación humana postdiluviana, propia de un modo de entender ciertas cosas hace veintitantos siglos, y que gracias a la incansable labor de distintas variedades de talibanes bíblicos siguen creyendo, en estos inicios del tercer milenio, muchos millones de hombres (en realidad jamás hubo tantos «millones de creyentes» como existen hoy, pues nunca tampoco tantos millones de hombres se disputaron la tierra al mismo tiempo –pero, ¿podría mantenerse la frágil eutaxia global si toda la «cantidad humana» del presente fuese consciente, ilustrada y reivindicadora, y no se mantuviese a la mayor parte de los seis mil millones de hombres en un prudente estado de atontamiento o semiadormecimiento?–):

«1. Estas son las generaciones de los hijos de Noé: Sem, Cham y Japheth: y les nacieron hijos después del diluvio. 2. Hijos de Japheth: Gomer, y Magog, y Madai, y Javan, y Thubal, y Mosoch, y Thiras. 3. Y hijos de Gomer: Ascenez, y Riphath, y Thogorma. 4. Y hijos de Javan: Elisa, y Tharsis, Cethím, y Dodaním. 5. Por estos fueron repartidas las islas de las gentes en sus territorios, cada uno conforme a su lengua y sus familias en sus naciones. 6. Y los hijos de Cham: Chus, y Mesraim, y Phuth, y Chanaan. 7. Hijos de Chus: Sabá, y Hevila, y Sábatha, y Regma, y Sabáthaca. Los hijos de Regma: Sabá y Dadan. 8. Y Chus engendró a Nemrod: este comenzó a ser poderoso en la tierra. 9. Y fue forzudo cazador delante del Señor. Por lo cual salió el proverbio: Forzudo cazador delante del Señor como Nemrod. 10. Y el principio de su reino fue Babilonia, y Arach, y Acad, y Chalane, en tierra de Senaar.»{1}

En los nueve primeros versículos del capítulo siguiente se relata la manera como un celoso Señor, al ver que los hombres unidos comenzaban a desmandarse olvidando su autoridad, decidió dividirles confundiéndoles con lenguas diferentes que fragmentasen el poder que podían alcanzar en menoscabo del suyo:

«1. Era entonces la tierra de un solo lenguaje, y de unas mismas palabras. 2. Y como partiesen de Oriente, hallaron una campiña en la tierra de Senaar, y habitaron en ella. 3. Y dijo cada uno a su compañero: Venid, hagamos ladrillos, y cozámoslos al fuego. Y se sirvieron de ladrillos en lugar de piedras, y de betún en vez de argamasa. 4. Y dijeron: Venid, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cumbre llegue hasta el cielo: y hagámonos célebre nuestro nombre, antes de esparcirnos por todas las tierras. 5. Y descendió el Señor, para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de Adam. 6. Y dijo: He aquí el pueblo es uno solo, y el lenguaje de todos uno mismo: y han comenzado a hacer esto, y no desistirán de lo que han pensado, hasta que lo hayan puesto por obra. 7. Venid, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, de manera que ninguno entienda el lenguaje de su compañero. 8. Y de este modo los esparció el Señor desde aquel lugar por todas las tierras, y cesaron de edificar la ciudad. 9. Y por esto fue llamado su nombre Babel, porque allí fue confundido el lenguaje de toda la tierra; y desde allí los esparció el Señor sobre la faz de todas las regiones.»{2}

Estos dos relatos han servido y siguen sirviendo como historia, ejemplo, modelo, &c., y durante siglos han sido objeto de disputas interpretativas, filigranas hermenéuticas y erudiciones varias. Todavía a finales del siglo XX un literato italiano, Umberto Eco, puso muy contento a su indocto público cuando en La búsqueda de la lengua perfecta comunicó la buena nueva del gran descubrimiento que se debía a su numen privilegiado: el capítulo once del Génesis contradice al capítulo diez, pues en aquél se dice que antes de Babel se hablaba una sola lengua, mientras que éste asegura que los hijos de Noe ya se habían dividido en lenguas y naciones. Así, por ejemplo, el Instituto de Cultura de la Ciudad de México, al emitir el 26 de marzo de 1999 un manifiesto titulado «El derecho a Babel», agradece con penosa ingenuidad al famoso novelista el supuesto desvelamiento:

«[...] nadie, salvo Umberto Eco, reparó jamás en esa inconsistencia bíblica: que las lenguas estaban diferenciadas aún antes del episodio de Babel y, por lo tanto, que la diversidad podía ser mirada por Occidente como una riqueza, más que como un castigo [...] de cara al próximo Milenio, es necesario reivindicar el derecho a Babel como la afirmación de la identidad planetaria de la Ciudad de México: españoles, libaneses, centroamericanos, judíos, chinos, italianos, japoneses, alemanes, uruguayos, coreanos, estadounidenses, franceses, chilenos, eslavos, argentinos, caribeños, conforman distintas formas de sentir y sobrevivir la misma ciudad. Las maneras en que cada uno de estos grupos y sus diversas migraciones a la metrópoli se han aclimatado en el Anáhuac contienen una gran parte de la historia viva de la Ciudad de México, de la construcción de una identidad cambiante, sin cuyos principales momentos sería difícil entendernos. [...] Ser es existir en contacto con los otros y el derecho a Babel es, precisamente, el ejercicio del encuentro.»

Un predecesor y paisano de Umberto Eco, más erudito e imaginativo, el dominico Giovanni Nanni de Viterbo, o Annio de Viterbo, ejerció a finales del siglo XV sus dotes de gran fabulador «mejorando» sin pudor algunos fragmentos conservados de Beroso (un sacerdote de Bel, coetáneo de Platón, que escribió en griego una obra histórica en la que se recoge la tradición babilónica), a base de elementos tomados del Génesis, de Flavio Josefo... y de su propia caradura, hasta construir uno de los primeros textos ficción de la historia de España. Cien años después del falso Beroso, el sabio padre jesuita Juan de Mariana (1536-1623), iniciaba de este modo no menos fantástico la Historia General de España que dejó dispuesta el año que se cumplía el primer centenario del Descubrimiento:

«De la venida de Tubal, y de la fertilidad de España. Tubal hijo de Japhet fue el primer hombre que vino a España. Así lo sienten y testifican autores muy graves, que en esta parte del mundo pobló en diversos lugares, poseyó y gobernó a España con imperio templado y justo. La ocasión de su venida fue en esta manera. El año que después del diluvio general de la tierra, conforme a la razón de los tiempos más acertada, se contaba ciento y treinta y uno, los descendientes de Adan nuestro primero padre se esparcieron y derramaron por toda la redondez de la tierra, y por todas las provincias: merced del atrevimiento con que por consejo y mandato del valiente caudillo Nembrot acometieron a levantar la famosa torre de Babylonia, y castigo muy justo del desprecio de Dios. Confundióse el lenguaje común de que ántes todos usaban, de manera tal que no podían contratar unos con otros, ni entenderse lo que hablaban. Por donde fue cosa forzada que se apartasen y se derramasen por diversas partes. Repartiose pues el mundo entre los tres hijos de Noé desta suerte. A Sem cupo toda la Asia allende el rio Euphrates hacia el Oriente, con la Suria donde está la Tierra santa. Los descendientes de Châm poseyeron a Babylonia, las Arabias, y a Egipto con toda la África. A la familia y descendencia de Japhet, hijo tercero del gran Noé, dieron la parte de Asia que mira al Septentrion, desde los famosos montes Tauro y Amano: demas desto toda la Europa. Hecha la partición en esta forma, los demas hijos de Japhet asentaron en otras provincias y partes del mundo; pero Tubal que fue su quinto hijo, enviado a lo postrero de las tierras donde el sol se pone, conviene a saber a España, fundó en ella dichosamente, y para siempre en aquel principio del mundo, grosero y sin policia, no sin providencia y favor del Cielo la gente Española y su valeroso imperio. De donde en todos los tiempos y siglos han salido varones excelentes y famosos en guerra y en paz: y ella ha siempre gozado de abundancia de todos los bienes, sin faltar copiosa materia para despertar a los buenos ingenios, y por la grandeza y diversidad de las cosas que en España han sucedido, convidalles a tomar la pluma, emplear y exercitar en este campo su elocuencia...»{3}

Historia que era todavía mejorada en 1645 por Rodrigo Méndez Silva, quien ya en plena competitividad europeísta, no se olvidaba de recordar que la España comenzó a ser poblada un año antes de que lo fuera la Francia, nuestra vecina y por consiguiente eterna enemiga (una «recién llegada»):

«La muy celebrada siempre ínclita España, dignísima cabeza de Europa y parte más Occidental della, Emperatriz de dos Mundos, Reina de las Provincias, Princesa de las Naciones, Cadena de los infieles, Columna de la Fe, Protectora de la Religión, Trompa del Evangelio y Primogénita de la Cristiandad, a quien las edades apellidan Ilustre, pregonan Opulenta, publican Valiente, confiesan Invicta, y aplauden Soberana, que pintan algunos Cosmógrafos en figura y geroglífico de hermosísima grave y triunfante Doncella, adornada de preciosos vestidos, ceñida sus sienes con Imperial Diadema, Cetro en la diestra mano, en la siniestra el bello Cornucopia de Amaltea, fecundo colmo de varios frutos, cofres de riquezas, escudo, dardos o saetas, y a sus pies gran número de Coronas: Fue poblada por el Patriarca Tubal, hijo quinto de Japhet, hijo de Noe, que la empezó con sus gentes Armenios y Caldeos año de la creación del mundo 1798, del Diluvio universal 142 y antes del nacimiento de Christo 2163, un año antes que comenzase Samotes, o Samoteo, hermano suyo, a poblar el Reyno de Francia, según escribe el famoso cronológico Gerónimo Martel (...)»{4}

En nuestros días, aunque todavía discípulos aventajados del falsificador Annio de Viterbo sigan elaborando historias ficción, al servicio de las ideologías que les mantienen, los intereses que las nutren y los políticos que colaboran ardorosos a sustentar eficazmente todo el tinglado, el rigor metodológico, la crítica positivista y un conocimiento cada vez más firme de nuestro pasado y de nuestro presente, han relegado ya a mera curiosidad extravagante aquellos cuentos para niños que no hace tanto pasaban por historias rigurosas. Beroso, Flavio Josefo, Juan de Mariana o Rodrigo Méndez Silva podrán tener cierto interés arqueológico, pero nadie buscará en ellos la última palabra de nada. ¿Pero qué sucede con el libro del Génesis, y con el resto de los que forman la Biblia, el Antiguo pero sobre todo el Nuevo Testamento? Nuestro lector no necesitará que ofrezcamos por escrito ninguna respuesta, y ya hemos visto cómo incluso un personaje como Umberto Eco, por ejemplo, atribuye beligerancia a esos relatos cuando trata de construir una historia, se supone que rigurosa, de las lenguas, &c.

Aparecen hombres con los que no contaba ni la Biblia ni la Edad Media

A finales del siglo XV sabían los españoles que ya no era suficiente con barrer el Islam de la Península ibérica y de Europa, pues los musulmanes se estaban reorganizando en los confines del mundo entonces conocido, representando un peligro tanto para el trono (un imperio emergente que podía hacer peligrar el propio) como para el altar (deseoso de restaurar una catolicidad añorada tras la cerril heterodoxia de los cada vez más numerosos hijos de Mahoma). La reconquista de Granada era un primer paso, tras el que debía seguir la recristianización del norte de Africa y la total conversión o neutralización «del turco». Y cuando geógrafos y marinos impetuosos, recordando añejas hipótesis sobre la esfericidad de la Tierra, propusieron abrir una nueva vía, que dando la vuelta «por detrás», hasta alcanzar los nebulosos territorios de la China, pudiese facilitar tener limitado al turco también por su retaguardia, Isabel de Castilla no dudó en financiar y proteger la empresa (al apostar entonces por la «teoría de la esfera»{5} se estaba haciendo posible que unos pocos años después protagonizase España la primera globalización efectiva: el Primum circumdedisti me que dedicó Carlos V a Juan Sebastián Elcano).

Sabemos bien que aquella empresa había de provocar descubrimientos imprevistos (que iban a dejar en un segundo lugar la propia confirmación de la esfericidad de la Tierra), el Descubrimiento por antonomasia para «la humanidad»: que el Mundo no se agotaba alrededor del Mediterráneo (incluyendo los territorios de Africa y Asia, cuyos límites ya eran conocidos) pues resultaba que había un insospechado «Nuevo Mundo», que además estaba poblado, y bien poblado, por hombres de los que no tenía noticia ni siquiera la Biblia, que pasaba por ser «la palabra Dios». Sin olvidarnos que, aplicando la distinción introducida por Pike –del que deberemos hablar en breve– podamos decir que desde la perspectiva emic de Cristóbal Colón, él no descubrió América (se murió sin saber lo que había hecho, incluso creyó al final de su vida, descartado ya que aquello fuera la China, que había topado con el Paraíso de los cuentos bíblicos), aunque desde una perspectiva etic, la de nuestra geografía (que es además «la Geografía»), podamos celebrar el 12 de octubre de 1492 como la fecha en la que los españoles realizaron «el descubrimiento de América».

El Descubrimiento trastocó las prioridades. Los españoles se dieron cuenta rápidamente de que aquellos seres con los que se habían encontrado –a pesar de ser ignorados por la Biblia, y a pesar de haber sido ignorados por quienes se suponía tenían que haberles predicado hacía ya milenio y medio (lo cual era más grave, pues ¿dónde quedaba el imperativo «Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura» que Jesucristo había impuesto a sus apóstoles{6}?)– no eran monstruos ni simples animales, sino hombres susceptibles de ser elevados a la condición de personas. Para el trono era urgente actuar, antes de que otros tronos quisieran aprovecharse también del Descubrimiento. Para el altar era más urgente cristianizar aquellos ignorantes, víctimas en todo caso del poco celo de los primeros apóstoles, que convencer y hacer volver al redil a los impenetrables hijos de Mahoma, otrora fieles y ahora pertinaces infieles. Un «efecto colateral» del Descubrimiento fue la tregua que pudo disfrutar durante siglos el Islam, que fue creciendo y pudo consolidar su presencia en terrenos inhóspitos –pasarían siglos hasta que Europa descubriese petróleo en el oculto subsuelo de aquellos desiertos–, hasta llegar a esa «presentación global» y simultánea ante la mayor cantidad de hombres jamás reunida, gracias a la televisión formal, que supuso el irrepetible espectáculo del once de septiembre del primer año del siglo XXI.

Los españoles advirtieron pronto que aquellos hombres recién descubiertos, aunque salvajes, hablaban lenguas susceptibles de ser reducidas a las categorías del latín y del español, lenguas que muy pronto fueron escritas en alfabeto cristiano, y conceptualizadas gramaticalmente –desde las categorías del latín y de la Gramática del español, que Nebrija había publicado, también es casualidad, un par de meses antes del Descubrimiento–: el Arte para aprender la lengua mexicana del franciscano Andrés de Olmos (1547), la Gramática o Arte de la lengua general de los indios de los Reinos del Perú, del dominico Domingo de Santo Tomás (1560), el Arte en lengua zapoteca, del dominico Juan de Córdoba (1578), el Arte y gramática general de la lengua que corre en todo el reyno de Chile, del jesuita Luis de Valdivia (1606), la Gramática y Arte nueva de la lengua general de todo el Perú, llamada lengua Quichua, o lengua del Inca, del jesuita Diego González Holguín (1607), el Arte y Vocabulario de la lengua guaraní, del jesuita Antonio Ruiz (1640), el Arte y Vocabulario de la lengua de los indios chaymas, cumanagotos, cores, parias y otros diversos de la provincia de Cumana, o Nueva Andalucía, del capuchino Francisco de Tauste (1680), el Arte de la lengua maya del franciscano Gabriel de San Buenaventura (1684), y tantas otras obras similares, fueron publicadas mucho antes que las equivalentes de muchas de las lenguas habladas por los europeos. El año que se cumplió el quinto centenario del Descubrimiento fue celebrado por nosotros con la publicación de un hermoso libro de José Luis Suárez Roca, Lingüística misionera española (Pentalfa, Oviedo 1992, 326 págs.), en el que su autor detalla con sabiduría y erudición la manera en la que el imperialismo generador hispánico logró incorporar a la civilización (hispánica y cristiana) aquellos hombres, auxiliado por las distintas clases de clérigos de que disponía (franciscanos, dominicos, jesuitas, &c.); libro de obligada lectura para quien no quiera ser ignorante de estas cosas.

La «romanización» de América, por el Imperio hispano aliado con la Iglesia romana, no estuvo ajena a los intereses particulares del trono y del altar (ni por supuesto pudo ignorar la situación nueva que se produjo tras la escisión de los reformados protestantes y el correspondiente auge del capitalismo y del imperialismo depredador que le es propio{7}). En un primer momento algunos clérigos creyeron conveniente enseñar a los indios a leer y escribir en latín, mejor que en español (como testimonia fray Juan de Zumárraga en 1537). El Nuevo Mundo les permitía soñar una situación inesperada, en la que muchos hombres «nuevos», cristianizados en latín, pudiesen formar la base de la siempre añorada teocracia papista –de haberlo conseguido quizá no estaría considerada hoy como «muerta» la lengua del Imperio romano, que luego lo fue de la Iglesia de Roma–.

Pero el Imperio español, por muy católico que fuera, sabía bien, tras siglos de lucha con el Islam, que era necesario servirse y colaborar con el clero, pero nunca permitir que pudiera producirse la supremacía del Altar. En 1550, el emperador Carlos V ordenaba formalmente enseñar el castellano a los naturales de las Indias. Ese mismo año fray Rodrigo de La Cruz había enviado una carta al monarca en la que defendía la necesidad de imponer en Méjico una única lengua que superase las dificultades derivadas del gran número de idiomas locales en los que ni los indios se entendían entre sí, pero proponiendo el bondadoso fraile que fuera el náhuatl quien cumpliese esas funciones de lingua franca, pues sostenía que sería más fácil de enseñar que el español. Los frailes procurarán obstaculizar el proyecto imperial de extender el español, y tenían capacidad para hacerlo, pues al fin y al cabo eran quienes trataban más directamente con los indios en cuestiones de instrucción, y eran los «técnicos» en lograr que la cristiandad no perdiese más almas. Incluso en 1570 Felipe II llegó a declarar el idioma náhuatl como oficial para los indios de la Nueva España. Así, en el tercer concilio limense de 1582-1583, los clérigos allí reunidos prohibían ya que el indio hubiera de aprender sus oraciones en latín, establecía que fuera instruido en su lengua, sin privarle, si así lo deseaba, aprender en español la doctrina católica. Puesto que había resultado irrealizable un imperio católico de lengua latina en América, mayores posibilidades ofrecía el control del altar sobre las varias lenguas de los indios que el imperio de la lengua española. La dificultad venía de la propia división interna del Altar católico (jerarquías, órdenes y compañías en competencia, desviaciones particulares...)

En 1590 se instruye al Consejo de Indias que «importa mucho que todos los indios sepan la lengua castellana, así con más facilidad y copia de ministros pueden ser doctrinados y enseñados, para que se les quiten las ocasiones de idolatrías y otros vicios y cosas en que se distraen por medio de su lengua». En 1595 se dictan instrucciones a los virreyes de la Nueva España y del Perú sobre la enseñanza que debía impartirse a los indios: «como porque viviesen con más policía, se ha tratado y deseado que desde niños aprendiesen la lengua castellana, también porque en la suya se dice que les enseñan sus mayores los errores de sus idolatrías, hechicerías y supersticiones que estorban mucho en su cristiandad». Sucedía que la Iglesia «en efecto, había aceptado y estimulado el empleo de los idiomas indígenas, aun con todos los problemas que planteaba la selva de lenguas que existía (Acosta), la dificultad de aprenderlas y de expresar correctamente en ellas el dogma católico.»{8}

Casi mediado el siglo XVII el presbítero Fernando de la Carrera, al ser destinado como párroco de unos indios hablantes de la lengua yunga (en el Perú), se dio cuenta de que sus predecesores habían logrado que aquellos indios de la parroquia de San Martín de Reque creyesen que San Martín –el Apóstol de Galicia– era Dios y que residía en el cielo. Cuando reunió a todo el pueblo y en su lengua materna les explicó «quién era san Martín, y cómo y por qué medio gozaba de Dios, pero que no era Dios, ni el bulto o Imagen que del Santo estaba en el altar era el propio San Martín», los indios, como es natural, le tomaron por hereje. Tuvo que convencer al cacique del pueblo de que «Dios es trino y uno, y que San Martín no es Dios». El cacique –en boca de Fernando de la Carrera, autor del Arte de la lengua yunga, Lima 1644– habría argumentado que el error en el que estaban se debía a que no habían sido adoctrinados en su lengua materna, y sí en la castellana «que aunque la entendemos no es más que lo necesario para la comunicación de los españoles». Fernando de la Carrera, desde la superioridad que le daba poder hablar en español con sus semejantes, y convencido de la incapacidad de los indios para alcanzar su instrucción, defenderá contra la Corona el fomento de las lenguas locales:

«Y entender, que siendo como son de tan corta capacidad, ellos entienden lo que se les enseña y predica en la lengua castellana, es gastar el tiempo en vano, y sino véanse los años que ha que los están enseñando, que son más de ciento, y el aprovechamiento que tienen que aunque su Magestad en cédula de dos de Marzo de 1634 tiene mandado que se enseñe la lengua Castellana a los naturales, que estuvieren en la edad de la puericia, primero que ellos estén capaces para poderlos enseñar en nuestro idioma, se han de pasar más años que ha los de la conquista»{9}

Pero en la primera mitad del siglo XVIII se produce en la Nueva España un fenómeno curioso, que presenta así Súarez Roca: «en 1728, descendientes de nobles indios solicitan a la Iglesia un programa eficaz de enseñanza del español con el fin de alcanzar su integración y participación en la vida social y de superar las deficiencias de su vida religiosa y espiritual. Tal actitud chocaba con los intereses de muchos sacerdotes y eclesiásticos, especialmente los que habían nacido en el virreinato, los cuales compartían, por varias razones, las posiciones negativas de sus predecesores. Los sacerdotes criollos, que tenían mayor probabilidad de saber un idioma indígena, podían ser destituidos de sus parroquias por curas de la Península, más preparados en materias teológicas y administrativas, si se hacía obligatoria la enseñanza y predicación en lengua española»{10}

Preocupado por la actividad disolvente de los religiosos defensores de las lenguas vernáculas (que impedía la integración efectiva de los indios como personas en el resto de la sociedad), en 1768 el Arzobispo de México, Antonio Lorenzana, informa a Carlos III de la necesidad de escuelas para enseñar el idioma español a los indígenas, pues aprendiéndolo «podrán ser oficiales de la República, y explicarse con sus Superiores, ennobleciendo su nación, y desterrando la ignorancia que tienen, no sólo de los misterios de la Fe, sino también del modo de cultivar sus tierras, cría de ganados y comercio de frutos». Dos años más tarde el ilustrado Carlos III publicó su famoso decretó de 1770, en el que ordena a todas las autoridades del Perú, Nueva España y Nueva Granada que extiendan el español, que «se extingan los diferentes idiomas de que se usa en los mismos dominios y sólo se hable el castellano». Veinte años más tarde la Francia que añoraba convertirse en el Imperio emancipador de la humanidad, ejecutaba a una escala menor, un proyecto similar, punto de partida necesario para poder abordar el fracasado proyecto globalizador napoleónico: «A partir de 1790 el abate Henri Gregoire comienza a reunir los informes de los administradores y comisarios de los diferentes territorios que reclaman en su mayoría la introducción de la lengua nacional en el campo, con el objeto de eliminar los patois, aquellas malditas jergas –esta fue la expresión comúnmente utilizada– que dividían a los franceses»{11}.

El español deja de ser la lengua del Imperio,
pero se potencia en los Estados herederos

A lo largo del siglo XIX, desde las Cortes de Cádiz hasta el mítico 1898, el Imperio español se fue disolviendo y transformando en un importante número de repúblicas independientes, dotadas como es natural de muchos rasgos comunes debidos a su común historia, entre los que no son magnitud despreciable la comunidad de lengua y de religión: la mayor parte de los católicos del mundo hablan hoy español. Restañadas las heridas provocadas durante el parto del imperialismo generador, a finales del siglo XX las Cumbres Iberoamericanas representan un modo de articulación entre Estados iguales del que no puede ofrecerse otro ejemplo, como tampoco ninguna otra lengua sino la española tiene asegurada su uniformidad a escala planetaria gracias a la voluntad efectiva de una red bien articulada de Academias Nacionales de la Lengua Española, que comparten gramática, diccionario y planes de conjunto. Es bien sabido que la unidad lograda por la lengua española, en dos docenas de Estados y varios cientos millones de hablantes, es mucho mayor que la alcanzada por el inglés, su competidor natural, la lengua del imperialismo depredador.

Aunque no conviene olvidar, por otra parte, que uno de los lugares donde más inquina existe contra la lengua española es la propia España. La tarea se inició a finales del siglo XIX, por parte de los elementos más reaccionarios y conservadores de la sociedad,{12} se aprovechó de la inestabilidad política de los años treinta y conoció su esplendor tras la restauración borbónica y el establecimiento de las Comunidades Autónomas. Numerosos clérigos, pero sobre todo ex seminaristas, «curas rebotados» e incluso alguna antigua novicia, han sido los principales agentes del proceso babelizador que viene sufriendo España durante el último cuarto de siglo. Una ilustre generación de dialectólogos{13} vieron como muchos de sus discípulos elevaban a la categoría de lenguas aquellas modalidades que ellos les habían enseñado: los bables se convirtieron en una «lengua asturiana» de gabinete, el castúo se transformó en extremeño ficción («El términu Cahtúo eh máh local y particular qu'el d'Ehtremeñu, qu'eh máh unibersal, puehtu que con él se comprendí la rehión entera... por esu bemuh hucheáu a la muehtra gramática: Gramática ehtremeña»), y así sucesivamente. La organización Proel (agentes del ILV-SIL en España) está traduciendo el Nuevo Testamento al aragonés y al suletino (una variante del euskara batua que afecta a 8.500 personas). En Asturias ha sido la protestante Sociedad Bíblica de Londres quien ha promovido, en armoniosa colaboración con el Obispado católico y clérigos locales (el «Colectivu Fernández de Castro»), una traducción directa del Nuevo Testamento al asturiano, presentada por el Consejero de Cultura (del Partido Socialista Obrero Español, profesor de hebreo y arameo, que no ha tenido inconveniente en presentarse ante la prensa como «creyente» y «practicante») y financiada por las instituciones{14}, &c.

Los traductores del Nuevo Testamento como agentes del nuevo Imperio

Y así como la Antropología clásica estuvo al servicio del Imperio inglés (que decayó a la par que a los antropólogos se les terminaban los «salvajes» con los que entretenerse), los traductores del Nuevo Testamento se han consolidado a lo largo del siglo XX como uno de los principales agentes al servicio del Imperio norteamericano, que no sólo es depredador, sino protestante: «un misionero me ahorra cien marines», sabe el emperador de Washington, sumando la sabiduría de El Escorial y el pragmatismo de Napoleón.

Si antes nos hemos demorado en esbozar las dialécticas entre el trono y las distintas sensibilidades del altar, respecto de las lenguas, durante el auge del imperio hispánico, ha sido para tener presentes los parecidos, pero sobre todo las diferencias, de la estrategia babelizadora ejercitada por los agentes de la lengua inglesa. No se trata sólo de introducir la confusión por medio de la fragmentación de las lenguas (hemos visto cómo el autor del Génesis sabía ya que las lenguas no sirven tanto para unir cuanto para separar y dividir a los hombres), sino de colaborar al freno del imperio de la lengua española (que se mantiene lozana a pesar de que ya no existe el Imperio español) para favorecer la globalización que el nuevo Imperio quiere imponer, en inglés por supuesto... manteniendo a millones de hombres neutralizados en la inocente estupidez de los cuentos infantiles.

Una conversación en la cuna del Imperio hispánico

Se me permitirá recordar una conversación que tuvo lugar no en cualquier sitio, sino precisamente en Covadonga, el lugar donde se inició la reconstrucción del imperio romano contra el Islam, el lugar donde se puso en marcha el imperio que hablaría en español: todavía hoy el sucesor de Pelayo, el Príncipe de Asturias, asiste a las cumbres iberoamericanas en calidad de heredero de la Corona.

En 1985, cuando preparábamos el III Congreso de Teoría y Metodología de las Ciencias, decidimos invitar a Kenneth L. Pike, nombre muy sonoro entre nosotros por lo familiar que se había hecho en nuestro entorno la distinción, por él introducida, entre las perspectivas emic y etic. (Sirva esta pincelada como recuerdo de Kenneth Lee Pike, presidente emérito del Instituto Lingüístico de Verano, fallecido no hace mucho en Dallas (Tejas), precisamente el último día del pasado siglo, el 31 de diciembre de 2000.)

Sabíamos que Kenneth Lee Pike había nacido en 1912, y dudábamos que aceptase nuestra invitación. Sin embargo confirmó rápidamente que se desplazaría hasta Asturias para participar en un congreso de filosofía: luego supimos que precisamente había decidido por entonces dedicarse un tiempo al estudio de la filosofía, por el pintoresco procedimiento de pedirle a la bibliotecaria de su institución que le proporcionase libros para aprender filosofía en tres años, por lo que nuestra invitación llegó en el momento oportuno de su biografía.

Pike resultó ser un personaje singular, simpático, extrovertido y directo, ávido de conocer lo que ignoraba. En más de una conferencia se le vio dormitar, pero al final Pike se acercaba al conferenciante y le decía: «Me ha interesado mucho lo que estaba diciendo, pero me he dormido, ¿me podría resumir su conferencia en cinco minutos?» Cuando supo la asignatura que impartía tuve que resumirle en otros cinco minutos la Historia de la Filosofía española, y en cinco minutos fue preciso condensar la historia de la conquista musulmana y de la reconquista cuando, en compañía del húngaro Janos Kelemen, le llevamos a conocer Covadonga. Era un soleado domingo de finales de septiembre, y en un atasco que tuvimos que sufrir, Pike aprovechó para fijarse con delectación en los signos y gestos no verbales que se cruzaban los cabreados conductores: le interesaba más eso que el significado político de Covadonga, por el que no paraba de preguntar el colega húngaro. Tras las visitas de rigor al Real Sitio, procedía que en el propio restaurante del Hotel Pelayo nuestros amigos extranjeros saboreasen su primera fabada asturiana: el húngaro no se podía creer que nuestro plato por antonomasia tuviese su equivalente en Hungría (incluso se llevó varias latas de fabada en conserva para que le creyesen sus compatriotas cuando contase su descubrimiento), y Pike se empeñó en acompañar la fabada con Coca-Cola, a pesar de los esfuerzos de Alberto Hidalgo por animarle con el vino o la sidra. Por la tarde, en Niembro, fue tomada la fotografía que figura en el libro de Gustavo Bueno, Nosotros y ellos, ensayo de reconstrucción de la distinción emic/etic de Pike (Pentalfa, Oviedo 1990). Pero lo que aquí nos interesa es recordar una respuesta que Pike nos dio en la sobremesa de aquella fabada.

Aunque Pike tenía un reconocido prestigio en lingüística, no era esta sino mera actividad instrumental, auxiliar necesario para poder cumplir la misión en la que estaba inmerso: evitar que ningún hombre pudiera ignorar la Biblia en su propia lengua, evitar que ningún alma pudiera dejar de leer, o por lo menos escuchar en su lengua materna, las escrituras por antonomasia. La pregunta era inevitable y la respuesta sorprendente:

— Pero no les suenan muy lejanos a los mixtecos o a los cakchiquel las andanzas de filisteos, efesios, corintios, Belén o el rey Herodes.

— No, porque lo que hacemos es adaptar lo que se cuenta en la Biblia al entorno y al contexto de quienes van a leerla en esa lengua. Los nombres de montes, ríos y lugares geográficos los sustituimos por nombres cercanos a ellos, y así también adaptamos los nombres de los pueblos que se mencionan, según sean amigos y enemigos...

— Y entonces cuando les traducen la Biblia a los enemigos de los anteriores, pues a la inversa, ¿no?

Los traductores bíblicos Wycliffe

La organización a la que perteneció Pike toda su vida se llama Wycliffe. Así se presenta en 2002 esta organización a través de su página web, disponible significativamente en español, en inglés y en chino [la lengua del último Imperio generador, la lengua del último Imperio depredador, la lengua del Imperio en fase de consolidación que probablemente cuajará en este mismo siglo XXI, para bien o para mal, quizá lleguemos a verlo]:

«Traductores Bíblicos Wycliffe. Wycliffe es una familia de creyentes internacionales e interdenominacionales, unidos con un solo propósito: Llevar la Palabra de Dios a todos los pueblos del mundo en el idioma de su corazón. La Visión. En Wycliffe creemos que cada persona, sea hombre, mujer, o niño debe de tener la Palabra de Dios en su idioma, de modo que ellos también puedan conocer a Jesucristo. Él llama a todos los creyentes, personas como tú y yo, a que compartan Su Palabra con toda criatura. Esta es nuestra misión: Glorificar a Dios en obediencia a la Gran Comisión mediante una estrategia única en la cual se integra la traducción de las Escrituras, el enfoque académico y el servicio, de manera que toda persona tenga acceso a la Palabra de Dios en su propia lengua. La traducción de la Biblia es el propósito de Wycliffe, porque la Palabra de Dios es esencial para que el cristiano crezca.»{15}

Y ésta la frase que se resalta, firmada por Lamin Sanneh, de la Universidad de Yale: «la traducción está profundamente relacionada con la concepción original del Evangelio: Dios, quien no tiene favoritos lingüísticos, ha determinado que todos nosotros tengamos las Buenas Nuevas en nuestra lengua nativa.»

El «Campamento Wycliffe» fue fundado en 1934 por el californiano Guillermo Cameron Townsend (1896-1982), y tomó su nombre de Juan Wiclef (1324-1387), el teólogo reformador anticlerical inglés, que tradujo la Biblia a su lengua ya en 1384. Townsend consolidó su fundación en 1942, al crear dos organizaciones hermanas: Wycliffe Bible Translators (WBT) y el Instituto Lingüístico de Verano (ILV) –o Summer Institute of Linguistics (SIL)–

En 1917, el año de la gran Revolución del siglo XX, el joven Townsend se fue a América Central como un predicador más de la Biblia. Junto con su esposa Elvira se instaló entre los indígenas cakchiquel de Guatemala, y en 1926 publicaba ya un análisis estructural del sistema verbal cakchiquel (dicen sus biógrafos oficiales, como si Townsend hubiera aprendido aquel idioma desde ningún sitio: «por ende se convirtió en uno de los primeros hombres en tener éxito en describir el complicado sistema gramatical de un idioma vernáculo a base de su propia estructura. Antes, la mayoría de los que habían intentado analizar los idiomas indígenas americanos habían tratado de forzar sus análisis al molde del latín debido a su influencia europea.»). Este norteamericano adaptó el alfabeto del idioma cakchiquel al del castellano (hablado por la mayor parte de aquellos indios) e introdujo el «método psicofonémico» para enseñar con sus cartillas en la lengua hablada en la que aquellos guatemaltecos jamás habían escrito ni leído. La versión oficial de aquellos hechos es narrada así: «En cuanto al aspecto espiritual, Townsend y sus talentosos co-traductores cakchiqueles tradujeron con diligencia el Nuevo Testamento a su idioma, publicándolo en forma bilingüe [con el español]. A medida que se formaban pequeños grupos de estudio, los cakchiquel encontraron en las páginas del Nuevo Testamento traducido a su idioma, una defensa ante la intrusión del mundo industrializado y su secularismo inevitable.» Conviene volver a leerlo para creérselo: «los cakchiquel encontraron en las páginas del Nuevo Testamento traducido a su idioma, una defensa ante la intrusión del mundo industrializado y su secularismo inevitable.» Más claro agua.

En 1931 el catedrático mejicano Moisés Sáenz conoció a Townsend por casualidad en Guatemala, y le invitó a realizar labor similar en Méjico. Pero todavía era pronto, era preciso organizar la cosa, poner en marcha un campo de entrenamiento: en 1934 reunió a un joven cakchiquel con tres estudiantes en una granja abandonada de Arkansas: «Los estudiantes adquirieron experiencia en la vida primitiva y aprendieron técnicas de supervivencia en el rústico interior de las montañas Ozark. Se sentaban en barrilitos donados. La teoría lingüística utilizada en esta sesión se derivó principalmente del trabajo de Townsend sobre el idioma cakchiquel, y el joven cakchiquel constituyó una ayuda valiosa para poner en práctica la teoría presentada.» Al año siguiente fueron cinco los misioneros lingüistas entrenados, entre ellos Kenneth L. Pike, quien pronto iniciaría junto con su esposa Evelyn su tarea entre los mixtecos mejicanos: «El Nuevo Testamento en la lengua mixteca de San Miguel fue publicado en 1951: el primero de Traductores Bíblicos Wycliffe. Los Pike fueron testigos de cómo la existencia de un alfabeto en la lengua de este grupo, elevaba la autoestima de la comunidad. "¡Ahora somos gente!", decían. Antes, debido a la falta de un alfabeto en su propia lengua, los mixtecos habían sido discriminados por otros grupos alfabetizados.» La cosa fue creciendo... y así, poco a poco, el Instituto Lingüístico de Verano logró a lo largo del siglo XX describir y analizar 1.724 idiomas, manteniendo en estudio otros 1.053 idiomas. Babel redivivo al servicio del Nuevo Testamento y del Imperio.

En 1935 ya pudo viajar Townsend, su esposa y unos cuantos estudiantes a México. Al apoyo entusiasta inicial de Moisés Sáenz se sumó la colaboración decidida de Mariano Silva Aceves, entonces Director del Instituto Mexicano de Investigación Lingüística, ex-rector de la Universidad Nacional Autónoma de México. Además «el Secretario de Trabajo, el Lic. Genaro Vásquez, intensamente interesado en un programa cultural para los indígenas, autorizó que su departamento publicara las cartillas que Townsend había preparado para enseñar a leer a los nahua-hablantes.»

El espaldarazo a la tarea de Townsend vino de la mano del propio Presidente de México, General Lázaro Cárdenas: los misioneros de Townsend podían servir al Estado mejicano en su labor frente a Iglesia católica, residuo de un Imperio, el español, del que ya habían logrado liberarse... Así se narra desde las páginas oficiales de la WBT:

«El Presidente de México, General Lázaro Cárdenas, se enteró de que los Townsend vivían en un pueblo náhuatl empobrecido y los visitó allí. Expresó cierto interés por los esfuerzos lingüísticos que Townsend había realizado y por las cartillas en náhuatl que había elaborado, pero estaba especialmente entusiasmado por los proyectos de ayuda práctica que los Townsend ya habían empezado. El Presidente Cárdenas rápidamente vio la necesidad de añadir esta ayuda especializada al programa educativo del gobierno en las áreas indígenas. Invitó a Townsend a que trajera todo el personal que pudiera reclutar para que estudiara las lenguas minoritarias de México y para enseñar a la gente, siguiendo el ejemplo de Townsend, especialmente en lo referente a proyectos prácticos. Con este estímulo, los Townsend reclutaron más jóvenes en los Estados Unidos y regresaron a México el otoño siguiente, 1936, con un grupo más grande de estudiantes. En parejas, los estudiantes se diseminaron por varios pueblos apartados de México para empezar la tarea prodigiosa de aprender un idioma no escrito. Mientras tanto, en el pueblo náhuatl de Tetelcingo donde laboraban los Townsend, el programa de ayuda práctica se amplió para introducir el cultivo de un huerto de naranjas y agregar clases de costura a la escuela primaria en la comunidad. Todo fue adelantado con la cooperación de los funcionarios gubernamentales impulsados por Cárdenas. (...) En base a sus quince años de contacto con el Presidente Cárdenas, Townsend escribió una biografía del renombrado estadista. Admiraba mucho al General y creía que la historia de su vida inspiraría a muchos y fomentaría la comprensión entre las naciones. La biografía fue publicada en 1952. Después de la muerte de Cárdenas en 1970, Townsend amplió la biografía de este eminente líder mexicano, publicada en inglés y castellano. El Presidente Ramón Magsaysay, de las Filipinas, derivó el modelo de su gobierno populista de los principios encontrados en la primera edición de la biografía.»{16}

En 1946, culminada la segunda guerra mundial y en sus inicios la guerra fría entre el Imperio americano y el Imperio soviético, William Cameron Townsend, bien asentada ya su organización en la Nueva España, comenzó la conquista del Perú, con la profesionalidad, los métodos y los medios de un ejército bien pertrechado:

«Después de un viaje de reconocimiento por vía aérea y fluvial de la topografía de la zona que duró seis semanas, Townsend y sus colegas empezaron a resolver los enormes problemas logísticos que esta vasta zona inhóspita planteaba. En primer lugar, se tenía que abrir a fuerzas en plena selva un lugar para edificar un centro de abastecimiento que también serviría como centro de estudios etnolingüísticos. Se establecieron a orillas de una laguna llamada Yarinacocha. Al principio parecía que los problemas eran insuperables, pero empezó a llegar ayuda de parte de amigos en los Estados Unidos, México y Europa. Para solucionar los problemas de transporte, grupos cívicos y amigos donaron pequeños hidroaviones para que los lingüistas pudieran volar a comunidades remotas. El más notable fue el obsequio de un hidroavión bimotor Catalina, el "Moisés Sáenz", obsequio de los amigos mexicanos al gobierno peruano para la labor del ILV. Durante veinte años este avión anfibio, honrando la memoria del educador mexicano que invitó a Townsend a su país, voló miles de kilómetros en la región amazónica del Perú.»{17}

Al final del siglo XX el ILV está presente en muchos lugares del mundo, y ha capacitado lingüísticamente a más de 40.000 estudiantes, todo un ejército para difundir el Nuevo Testamento en mil lenguas, para mayor gloria del Imperio: «Al terminar el siglo el personal del ILV está compuesto por aproximadamente 5.000 miembros procedentes de más de 40 países. Más de 70 países están representados por los 1.576 idiomas estudiados por el personal del ILV. Normalmente trabajan por invitación de un gobierno, una universidad o una comunidad donde se habla una lengua minoritaria, y a menudo, en virtud de los términos de un convenio de cooperación cultural.»

Los «indios» que contracelebraban en 1992 el quinto centenario del Descubrimiento, habían ya detectado por lo menos a los agentes del nuevo Imperio. En un Encuentro Continental de Pueblos Indios celebrado en Quito, se difundió un Mandato de los Pueblos Indios de América en torno a la Territorialidad, en el que puede leerse, escrita en español, la siguiente advertencia: «p. Respecto a las sectas religiosas, como el ILV, nuevas Tribus, Alas del Socorro y otras que se encuentran operando dentro de nuestros territorios, declaramos que si no existe voluntad política de los gobiernos para expulsarlas, serán nuestras propias organizaciones las que emprendan luchas de expulsión.»

Un nuevo catálogo de las lenguas

Richard S. Pittman, otro discípulo de Townsend, publicó en 1951 la primera edición de un nuevo catálogo de las lenguas del mundo, The Ethnologue. En el año 2000 el ILV ha publicado la décimo cuarta edición de esta obra, disponible desde 1996 en internet, en la que se describen 6.700 lenguas habladas en 228 países (con la información más importante: la referida a la disponibilidad de la Biblia, o al menos del Nuevo Testamento, en cada lengua). Esta obra, en su decimotercera edición (1996), ofrecía la relación de las cien lenguas con mayor número de hablantes: según los misioneros del ILV las veinte lenguas más habladas serían las siguientes (son todas las que cuentan además con más de 50 millones de hablantes):

Orden Lengua País originario Hablantes
1Chino MandarínChina885.000.000
2EspañolEspaña332.000.000
3InglésRU, EEUU322.000.000
4BengalíBangladesh189.000.000
5HindiIndia182.000.000
6PortuguésPortugal170.000.000
7RusoRusia170.000.000
8JaponésJapón125.000.000
9AlemánAlemania98.000.000
10Chino WuChina77.175.000
11JavanésIndonesia, Java75.500.800
12CoreanoCorea75.000.000
13FrancésFrancia72.000.000
14VietnamitaViet Nam67.662.000
15TeluguIndia66.350.000
16Chino YueChina66.000.000
17MarathiIndia64.783.000
18TamilIndia63.075.000
19TurcoTurquía59.000.000
20UrduPakistán58.000.000

¿De verdad es creíble que existieran en 1996 más hablantes del español que del inglés? Al presentar al español con una ligera ventaja sobre la lengua del imperio, ¿no estaría el ILV buscando nuevos apoyos para poder terminar de una vez con el predominio católico e hispánico, y emprenderla de una vez con el chino?

Notas

{1} La Santa Biblia, traducida al español de la Vulgata latina, y anotada conforme al sentido de los Santos Padres y Expositores Católicos, por el Ilmo. Sr. D. Felipe Scio de San Miguel, Tomo primero, segunda edición, Barcelona 1856, págs. 87-88 [Génesis X:1-10]. Anota Scio al versículo primero: «Todo lo que aquí dice Moisés es por prolepsis o anticipación; porque todo esto no aconteció sino después de la confusión de las lenguas en la torre de Babel...». Dedica a Tubal la nota 6: «Quieren unos que de estos procediesen los iberios, que habitan de la otra parte del Ponto Euxino; y otros con San Jerónimo, los españoles, que antiguamente fueron llamados iberios». Y repite en su nota 17 (al versículo 5): «Todo esto se ha de aplicar a los tiempos que sucedieron a la dispersión de Babilonia; porque hasta entonces no se había hecho esta división de familias ni de naciones, ni se conocía otro idioma que el hebreo, y otro muy semejante a él, como veremos en el capítulo siguiente.»

{2} La Santa Biblia, traducida al español de la Vulgata latina, y anotada conforme al sentido de los Santos Padres y Expositores Católicos, por el Ilmo. Sr. D. Felipe Scio de San Miguel, Tomo primero, segunda edición, Barcelona 1856, págs. 90-92 [Génesis XI:1-9]. En la nota 9 al versículo 7 puede leerse: «Muchos de los intérpretes antiguos dicen, que siendo setenta las cabezas o caudillos de las familias, según el texto Hebreo y la Vulgata, se dividieron en otros tantos pueblos, hablando cada uno su propia lengua. Los modernos reducen a un pequeño número las matrices u originales, mirando a todas las otras como dialectos de estas. Sea de esto lo que fuere, no podemos menos de admirar dos grandes milagros que obró el Señor en la dispersión de estos pueblos. El primero, que todos olvidaron su primera lengua, que era la única, y que todos entendían (...). El segundo milagro fue, que cada pueblo, a excepción de la familia de Heber, comenzó a hablar una lengua nueva no entendida de los otros. Por lo cual se vieron obligados a separarse entre sí y a seguir y hacer cuerpo con aquellos cuya lengua entendían.»

{3} Historia General de España, compuesta, enmendada y añadida por el Padre Juan de Mariana, de la Compañía de Jesús, Imprenta de Leonardo Nuñéz de Vargas, Madrid 1817, tomo 1, págs. 1-5. Libro Primero, Capítulo primero: «De la venida De Tubal, y de la fertilidad de España».

{4} Rodrigo Méndez Silva, Población general de España, Diego Díaz de la Carrera, Madrid 1645, folio 2 recto.

{5} Ver Gustavo Bueno, «La teoría de la esfera y el Descubrimiento de América», El Basilisco, nº 1 (segunda época), 1989, páginas 3-32; y, por ejemplo, Gustavo Bueno, «La nostalgia de la barbarie, como antiglobalización», antílogo al libro de Juan Zerzan, Malestar en el tiempo, Ikusager, Vitoria 2001.

{6} «14. Finalmente estando sentados a la mesa los once, se les apareció; y les afeó su incredulidad y dureza de corazón; por no haber creído a los que le habían visto resucitado. 15. Y les dijo: Id por todo el mundo, y predicad el Evangelio a toda criatura. 16. El que creyere, y fuere bautizado, será salvo: mas el que no creyere, será condenado. 17. Y estas señales seguirán a los que creyeren: Lanzarán demonios en mi nombre: hablarán nuevas lenguas. 18. Quitarán serpientes, y si bebieren alguna cosa mortífera, no les dañará: pondrán las manos sobre los enfermos, y sanarán.» La Santa Biblia, traducida al español de la Vulgata latina, y anotada conforme al sentido de los Santos Padres y Expositores Católicos, por el Ilmo. Sr. D. Felipe Scio de San Miguel, Tomo quinto, segunda edición, Barcelona 1857, pág. 148 [Evangelio de San Marcos, 16:14-18].

{7} Sobre los conceptos de imperialismo generador e imperialismo depredador véase Gustavo Bueno, España frente a Europa, Alba, Barcelona 1999.

{8} José Luis Suárez Roca, Lingüística misionera española, Pentalfa, Oviedo 1992, página 265.

{9} José Luis Suárez Roca, Lingüística misionera española, páginas 269-270.

{10} José Luis Suárez Roca, Lingüística misionera española, página 273.

{11} José Manuel Fernández Cepedal, «Lengua universal, lengua francesa y 'patois' durante la revolución francesa», en El Basilisco, 2ª época, nº 1, 1989, páginas 41-48.

{12} En los estatutos del Euskeldun Batzokija, fundado por Sabino Arana Goiri, redactados en 1890 y aprobados en la Asamblea constituyente de 15 de julio de 1894 (reeditados todavía en 1935 por el Partido Nacionalista Vasco) puede leerse: «Art. 3. Jaungoikua. Bizkaya será católica-apostólica-romana en todas las manifestaciones de su vida interna y en sus relaciones con los demás pueblos. Art. 4. Bizkaya se reconstituirá libremente. Restablecerá en toda su integridad lo esencial de sus leyes y las buenas costumbres de nuestros mayores. Se constituirá, sino exclusivamente, principalmente con familias de raza euskeriana. Señalará al Euskera como lengua oficial. Art. 5. Eta. Bizkaya se establecerá sobre una perfecta harmonía y conformidad entre el orden religioso y político, entre lo divino y lo humano. Art. 6. Distinción de Jaungoikua y Lagizarra. Bizkaya se establecerá sobre una clara y marcada distinción entre el orden religioso y el político, entre lo eclesiástico y lo civil. Art. 7. Anteposición de Jaungoikua a Lagizarra. Bizkaya se establecerá sobre una completa e incondicional subordinación de lo político a lo religioso, del Estado a la Iglesia. Art. 11. Se prohibe el emitir y el recitar, en las veladas, frases o conceptos anticatólicos o españolistas. Art. 12. Se prohiben: la blasfemia, los cantares impíos y obscenos, los juegos de azar y los cantos genuinamente españoles. Art. 13. Se prohibe toda discusión sobre puntos religiosos, por juzgarse indiscutible la Religión Cristiana y su Doctrina. Art. 27. Queda absolutamente prohibida la entrada en el local de la Sociedad a extranjeros que profesen otra religión o que procedan de nación enemiga de Bizkaya. Art. 29. Se suplica a los socios hablen en euskera a los sirvientes de la Sociedad, y prefieran en sus conversaciones el uso de su propia lengua. Art. 38. Ningún socio podrá, bajo la pena de expulsión, colaborar en periódico o almanaque euskeriano españolista, ni en extranjero que sea masónico o simplemente liberal, ni en español que no sea puramente religioso, científico, literario, agrícola, industrial o comercial. Art. 59. Habrá socios originarios, adoptados y adictos. Será originario el soltero o viudo sin familia cuyos cuatro primeros apellidos sean euskéricos. Será adoptado el soltero o viudo sin familia que tenga entre sus cuatro primeros apellidos alguno o algunos euskéricos, siendo erdéricos los restantes, pero heredados de abuelos nacidos en territorio euskeriano. (...).»

{13} «Dije antes que tales monstruos producen risa en el primer instante; pero son tan nefastos en el fondo, tan estúpidos en la intención que, pasado el inicial jolgorio, lo que nos han dejado a los dialectólogos cabales ha sido un regusto amargo, una extraña desazón, una impresión de ultraje y, lo que es peor, la certeza de que los frutos de nuestro trabajo podían ser manipulados y utilizados por cualquier imbécil o por cualquier desaprensivo con finalidades diametralmente opuestas a las que nos guiaron a nosotros y nos sirvieron de justificación. Lo que al principio parecía una broma intrascendente, lo que yo llamé la sayaguesización de los dialectos, la aparición de los nuevos sayagueses, fue tomando un tinte cada vez más siniestro hasta desembocar, creo yo, en lo que podemos estimar como una verdadera crisis de la dialectología, pues algunos de los manipuladores, sin otra actividad que la de amañar, para sus personales fines, los resultados del trabajo ajeno, han llegado hasta la docencia universitaria y eso es ya algo más que un bromazo. Que Manuel Alvar y Tomás Buesa, por ejemplo, tengan que contemplar como se despedazan sus estudios sobre las hablas pirenaicas para utilizarlos como materiales de construcción de una imaginaria 'fabla' o lengua aragonesa; que Jesús Neira o el propio Emilio Alarcos tuvieran que padecer los desafueros de los promotores de la 'llingua' asturiana, que unen a su cerrilismo una considerable agresividad, son algo más ya que meras anécdotas de este interminable carnaval lingüístico español, donde todo el mundo parece decidido a disfrazarse de algo que no es, hasta el punto de que sólo empezamos a resultar llamativos los que vamos con la cara descubierta.», se lamenta el académico Gregorio Salvador, «Función del dialectólogo», en Homenaje a Emilio Alarcos Llorach, Gredos, Madrid 2001, pág. 199.

{14} Asegura la revista Palabra Viva, de las Sociedades Bíblicas: «La Consejería de Cultura del Principado de Asturias un año más, ha concedido una subvención, en esta ocasión de cuatro millones de pesetas, al proyecto de traducción de la Biblia interconfesional al Asturiano desde los textos originales. El proyecto está siendo realizado por las Sociedades Bíblicas Unidas. Sin duda, este apoyo económico supone una inyección importante para poder sacar a la luz el Nuevo Testamento y Salmos que estará disponible en breve. Es importante resaltar que, este gesto por parte del Principado supone un apoyo incondicional a su pueblo; enriqueciendo su lengua (porque será el libro más extenso publicado en la lengua asturiana) y su cultura; además de proporcionar a los asturianos la Palabra de Dios cerca de sus propias raíces culturales e históricas. Además se ha ofrecido a diferentes a entidades financieras la posibilidad de apoyar este proyecto. La Caja de Asturias ha otorgado, también en años pasados, diversas subvenciones: En este año se ha comprometido con un millón de pesetas para la traducción de la Biblia. Damos gracias a Dios por ello y esperamos que esta traducción sirva para que más personas puedan conocer a Jesucristo.»

{15} http://www.wbt.org/hisp/home.htm

{16} Calvin T. Hibbard (Townsend Archives), «Biografía de Guillermo Cameron Townsendh (1896-1982», en http://www.wbt.org/hisp/WCT/home.htm

{17} Ibidem

 

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