Nódulo materialistaSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas, número 12, febrero 2003
  El Catoblepasnúmero 12 • febrero 2003 • página 18
Animalia

Actualidad filosófica de La Mettrie
y de su Obra filosófica:
«Los animales más que máquinas»,
«El hombre máquina», &c.

José Manuel Rodríguez Pardo

Se analiza la Obra filosófica de Julián de La Mettrie
a propósito de una petición informal realizada por Martín López Corredoira

«Y del Système de la Nature dice que él [Goethe] y sus amigos no podían comprender cómo semejante libro fuera peligroso: "Nos parecía tan gris, tan quimérico, tan muerto, que nos costaba esfuerzo aguantar su presencia, que nos hacía temblar como ante un fantasma".» Ernesto Cassirer

Julián de La Mettrie (1709-1751)Julián de La Mettrie, El hombre máquina (1748)Julián de La Mettrie (1709-1751)

1. Una «sugerencia» un tanto peculiar

Durante el verano del pasado año 2002, un colaborador de El Catoblepas nos advirtió de la existencia de un blog en el que se realizaba una reseña crítica de la revista. En dicha página, su administrador, que se oculta bajo el pseudónimo Polinesio, criticaba, de forma extremadamente escueta y desde una perspectiva liberal, algunos aspectos de la obra de Gustavo Bueno, así como algunos artículos publicados en El Catoblepas acerca de los problemas políticos en Venezuela{1}. Por ello intervinimos, intentando hacerle comprender que tales críticas no conducían a lugar alguno, y que si había que criticar algo, ello debía hacerse en la propia revista y de forma amplia y documentada. De otro modo, la comodidad de criticar sin profundizar en los argumentos del contrario, hace que la crítica pierda todo su valor y que resulte imposible ejercer derecho a réplica alguna.

Nos respondió el administrador de ese blog de forma evasiva, afirmando que no disponía de tiempo para realizar crítica alguna que estuviese a la altura de lo publicado en esta revista. Esta respuesta era halagadora, pero como afirmamos totalmente evasiva y manifestaba desinterés por polemizar seria y rigurosamente. Además, respecto a una de nuestras críticas, que destacaba el escaso arraigo del liberalismo en España, respondió el pseudónimo afirmando que lo mismo podía decirse del materialismo. Como tal afirmación nos parecía poco rigurosa, en la siguiente y última respuesta por nuestra parte, dada la negativa del administrador del blog a profundizar en el debate, nos limitamos, entre otras cuestiones, a criticar esa afirmación tan genérica acerca del materialismo:

«Sobre las carencias materialistas de la filosofía española habría mucho que decir. Muchas concepciones filosóficas que son consideradas comúnmente espiritualistas admiten una reinterpretación materialista. La Trinidad cristiana, por ejemplo, obliga al cuidado del cuerpo humano individual; afirma que la razón, el logos, necesita del cuerpo, cosa olvidada por la filosofía moderna posterior, hasta la época de Marx. El materialismo francés, normalmente considerado materialista, es claramente subjetivista, y por lo tanto acaba degenerando en idealismo.
De hecho, un autor de El Catoblepas, Martín López Corredoira, afirma ser un librepensador ilustrado al estilo de Holbach o La Mettrie, en el siglo XXI. Usted mismo podrá juzgar sobre el carácter materialista de esas doctrinas»{2}.

En principio, podría decirse que aquí culminó la cuestión. Sin embargo, cuál sería nuestra sorpresa al verificar que el 23 de octubre de 2002 se había incluido en ese sitio un comentario más a la crítica de El Catoblepas, firmado por el ya conocido por nuestros lectores Martín López Corredoira. Dicho comentario no se refería al tema central de la polémica, que era la propia revista, sino en concreto al párrafo citado más arriba acerca del materialismo. De ahí que Corredoira, quizás afectado por la referencia explícita a su persona, respondiera de forma escueta y desafiante:

«Vamos a tener que hacer como la Coca-Cola, poner marcas registradas para que nadie hable del materialismo en vano... Quizás es mi ignorancia la que no me deja ver ciertas cosas... ¿Podría explicárseme dónde está el idealismo de La Mettrie (o el "materialismo francés" en general) y por qué no se le puede considerar materialista? Habría que preguntar primero: ¿sabe usted quién fue La Mettrie y ha leído algo de él?».

Este desafío lanzado por Corredoira ha estimulado nuestro ingenio, y hemos pensado que lo más oportuno no era una respuesta apresurada en la misma página, que contradeciría el mensaje lanzado al administrador del lugar, sino un artículo elaborado y documentado, para que así compruebe nuestro conocido polemista que sí conocemos la obra filosófica de La Mettrie y sus límites. Por ello, en las siguientes líneas analizaremos de punta a cabo, una por una, las obras que componen la Obra filosófica de Julián de La Mettrie.

2. Las doctrinas de La Mettrie

2.1. Fuentes mundanas del materialismo de La Mettrie

Resulta evidente que las doctrinas filosóficas no pueden mantenerse en el vacío, pues dependen de unas fuentes no académicas del saber. Desde las posiciones del materialismo filosófico, resultaría falso mantener que la sabiduría filosófica brota de una conciencia pura, al margen de toda determinación mundana. Hasta tales determinaciones hemos de regresar para intentar encontrar el fundamento y la raíz de los problemas filosóficos de La Mettrie. Y es que aunque el materialismo francés entra en la esfera filosófica del fenomenismo o empirismo, como bien afirma Cassirer, su investigación sobrepasa con claridad esos límites, ya que el fundamento mismo de la filosofía no está en el análisis de las sensaciones, sino en la historia natural, la fisiología y la medicina{3}.

Así, es evidente que las nociones que presenta La Mettrie en obras como El hombre planta están inspiradas en Linneo. Su propia experiencia como médico le llevó directamente a la cuestión del hombre máquina, tachada de posición grosera por contemporáneos suyos como D'Argens, Diderot o Voltaire. Sus estudios anatómicos demuestran además que ciertas partes del organismo animal se siguen moviendo una vez muerto. Es decir, el cuerpo se compone de materia orgánica, células, que aún pueden seguir vivas durante un cierto tiempo. Los estudios de Cowper sobre las glándulas de la uretra, de Fallopio sobre los conductos, de Fracastoro sobre la sífilis, de von Haller sobre la excitabilidad de los músculos, la medicina de Guillermo Harvey, los estudios de Malpighi sobre la composición del estrato profundo de la epidermis, los de los conductos excretores de Stenon, de Willis y las funciones de las partes del cerebro, &c., le dan una base muy importante para sus aseveraciones. Pero sin duda la mayor inspiración la obtuvo en su estancia en Leiden con Boerhaave, quien hizo una clasificación sistemática de las enfermedades y se dedicó a la disección corporal{4}.

Tampoco debemos olvidar ni desdeñar el contexto histórico en el que escribe La Mettrie. Su biografía abarca la primera mitad del siglo XVIII, una época de declive de las monarquías absolutistas. En tal situación de desencanto, no cabe duda que filosofemas como los epicúreos, interpretados al estilo moderno como puro libertinaje y desentendimiento de la política, crearon escuela en Francia. Incluso a pesar de esta orientación hacia el goce y el subjetivismo, el materialismo francés siempre mantendrá el núcleo fundamental del epicureísmo. Ello se comprueba en numerosas ocasiones al leer la obra de La Mettrie y su crítica de los prejuicios, sin duda próxima a la crítica del temor que hacía Epicuro.

Tomando el título de la obra más conocida de Julián de La Mettrie, El Hombre Máquina, parece evidente que la primera analogía que nos viene a la mente hoy día es la de la máquina industrial. La máquina, que fue básica en el espectáculo teatral y en el combate en la antigüedad, pasó a ser parte de las despreciadas artes mecánicas en la Edad Media. Y aunque en el siglo XVIII aún es rudimentaria, ya en 1690 Denis Papin había descubierto los procesos de dilatación y condensación del vapor en ebullición en un cilindro. No obstante, tal hallazgo carecía de utilidad inmediata. No sucedería así con Savery, que en 1698 lo hizo práctico, ni con Newcomen que le aumentó su potencia. Pero La Mettrie sólo conocía los artefactos de la industria textil, las paletas del siglo XIII.

No obstante, ya entonces se habían creado los primeros autómatas, que sin duda inspiraron la obra del médico francés. Se sabe que Julien Lerroy y Jacques Vaucanson crearon inventos mecánicos con forma de pato y de hombre. Descartes, según el padre Nicolás Poisson, también tenía en mente esos proyectos, pero la propia contradicción entre una res cogitans independiente de la res extensa cerraba la posibilidad de identificar al hombre con una simple máquina. La insatisfactoria solución de la glándula pineal provocará la tensión entre ocasionalistas, materialistas (entre los que se hallará La Mettrie), psicologistas, idealistas, &c. Como bien dijo el Padre Mersenne, el cartesianismo resultaba un antídoto contra el ateísmo. Tampoco debemos dejar de mencionar el autómata del físico y matemático alemán Christian Cottlies Kratzenstein, que pronunciaba las cinco vocales, y que es citado por La Mettrie en su Venus Metafísica.{5}

2.2. La filosofía de La Mettrie y sus fuentes: El hombre máquina, Los animales más que máquinas, &c.

Evidentemente, el regressus hacia las fuentes mundanas de la filosofía de La Mettrie nos aporta abundante material que hemos de tener en cuenta. No obstante, la labor filosófica quedaría incompleta si no efectuáramos el progressus para explicar los fenómenos. Es decir, que podemos encontrar los fundamentos de la teoría de La Mettrie en la propia situación histórica, social y científica de la época, pero sólo desde la teoría de La Mettrie puede darse cuenta de esa época ilustrada a la que nos referimos. Así pues, hemos de revisar con atención los antecedentes filosóficos de La Mettrie. Básicamente están inspirados en el materialismo atomista de la antigüedad (concretamente el epicureísmo), así como sostenidos en las concepciones cartesianas de la materia. No conviene olvidar que fue precisamente Descartes quien identificó a la tradición antigua con el materialismo, en su famosa distinción entre res cogitans y res extensa. Hasta la época de Bruno aún se identificaba radicalmente epicureísmo y materialismo.

Serán precisamente las contradicciones entre el mecanicismo y la metafísica de Descartes, su famoso ocasionalismo, las que hagan dudar a Malebranche, Leibniz, Bayle, Espinosa y otros de la solidez del cartesianismo, hasta llegar al deísmo ilustrado. La Mettrie, sin duda influido por este proceso, se trae de Inglaterra a Bacon, Locke y Newton, aunque desechando el deísmo. Para entonces, como decimos, ya han surgido los adversarios del método cartesiano: Gassendi, Espinosa, Bayle, Fontenelle, &c. hasta llegar a Voltaire. Sobre ellos precisamente dirige su atención en una de sus obras, la titulada Recapitulación de los sistemas.{6} Aunque ésta, como todas las obras escritas por Julián de La Mettrie, sea un breve tratado, y no exhiba excesiva enjundia filosófica, es interesante para conocer estas fuentes doctrinales que estamos indagando.

En dicho tratado comenta los problemas de la cartesiana res cogitans y la glándula pineal como relator suyo respecto a la res extensa. Sobre ello afirma lógicamente que lo que no tiene extensión no puede actuar sobre lo que sí la tiene. Idéntica opinión le merece el ontologismo de Malebranche: como nadie conoce lo que no es extenso, ni a Dios tampoco, el alma no puede estar unida a Dios. También menciona a Wolff y otros filósofos, aunque de forma muy superficial. Sus auténticos modelos son Locke, el destructor de las ideas innatas, y Boerhaave, quien distingue cuerpo y alma, pero reduce esta última a ser un simple sentido interno, aparte de mecanicista (incluso la metafísica se basa en las leyes del movimiento corpóreo). Asimismo, mantiene como Demócrito el principio de la indestructibilidad de la materia: «La materia es de por sí un principio pasivo, únicamente tiene una fuerza de inercia, por eso, cuantas veces se la vea moverse, podrá concluirse que su movimiento proviene de otro principio, que un espíritu bondadoso no confundirá jamás con el que lo contiene, quiero decir, con la materia o la sustancia de los cuerpos, porque la idea de lo uno y la idea de lo otro constituyen dos ideas intelectuales, tan diferentes como lo activo y lo pasivo».{7}

Esto significa que la concepción filosófica de La Mettrie es, en terminología del materialismo filosófico, un formalismo primogenérico, una teoría que identifica el alma con algo puramente corpóreo, es decir, de materialidad primogenérica (M1). O, a lo sumo, un formalismo bigenérico, consistente en reducir los contenidos de M3 (incorpóreos, aunque no inmateriales) a contenidos de M1 o, incluso a los de M2 (individuales).{8} Sin embargo, tales contenidos de M2 no se referirán al cuerpo humano canónico, sino a sus partes materiales, los átomos, la materia en movimiento, que irá adquiriendo distintas formas y configuraciones, de tal modo que cualidades complejas como el lenguaje o el sentimiento no serían más que resultado de la agrupación de materia más simple hasta formar cuerpos complejos.{9} Doctrina de corte metafísico, que tiende al monismo materialista, similar a la metafísica presocrática, pues su núcleo fundamental viene a ser la fórmula «Todo es materia». Es decir: M = Mi.

Comparando la doctrina de La Mettrie con la de la filosofía española, resulta curiosa esa eliminación del individuo corpóreo en base a las ciencias físicas y los avances en medicina. Frente al nominalismo o atomismo en el que se mueve La Mettrie, la filosofía española de antes del siglo XVIII, e incluso durante una parte del mismo, no concuerda con la ciencia moderna (o con la interpretación que se hace de ella en el extranjero). Aunque un contemporáneo de La Mettrie como Feijoo (quien ya había recibido los conocimientos atomistas de la mano de Isaac Cardoso) no puede alegar desconocimiento de tales doctrinas, autores anteriores como Baltasar Gracián eran completamente opuestos al materialismo grosero de La Mettrie. Como dice Fernando Pérez Herranz a propósito del autor de El Comulgatorio: «La realidad no está atravesada ni por nombres convencionales ni por pactos –por la letra–, sino que está atravesada por Dios –por la carne, por el Verbo hecho Carne–. Un Dios cuya función no termina tras haber impreso una fuerza a la materia, porque no es un relojero que da cuerda a un artefacto. Y tampoco ese Dios es una mera hipótesis, que salva ciertos fenómenos, sino un Dios Providente. Otra cosa es la naturaleza humana y sus cuitas, los problemas de los hombres libres en la elección del bien y del mal; [...] pero en lo tocante al mundo, no es un "mundo dejado de la mano de Dios", sino que Dios está aquí con los hombres "real y verdaderamente" en la Eucaristía».{10} Asimismo, también destaca que «El Comulgatorio es una ontología de los cuerpos a escala corpóreo-individual».{11} Es decir, que hasta Dios mismo se hace carne (Cristo), es un cuerpo humano más.

Después de esta breve digresión, volvamos a la doctrina de La Mettrie. Como decíamos, la filosofía del médico francés se mueve dentro de las coordenadas ontológicas de un materialismo primogenérico. Dicha posición le lleva a interpretar de una forma muy concreta el resto de doctrinas opuestas. Desde su perspectiva, La Mettrie tenderá a interpretar las relaciones entre el Cuerpo y el Alma como una reducción de la segunda a la primera. Toda perspectiva que no se acoja a esos planteamientos será vista como un dualismo, es decir, como una superposición de una entidad espiritual a una materia corpórea, en la línea del ocasionalismo de Descartes o Malebranche.

Sin embargo, ¿son las únicas posturas posibles acerca de la relación entre los términos alma y cuerpo el «materialismo» y el dualismo? A nuestro juicio esta clasificación no aclara nada, pues tanto Alma como Cuerpo han de considerarse como conceptos conjugados,{12} que La Mettrie y sus contemporáneos interpretan de forma metamérica, suponiéndolos como conceptos enterizos, como dos bloques sin comunicación alguna. Podríamos decir que La Mettrie reproduce en sus escritos un esquema metamérico de reducción (el alma no sería sino una disposición de las partes del cuerpo), al tiempo que critica al dualismo, considerado como un esquema metamérico de yuxtaposición, donde se añaden Alma y Cuerpo sin relación directa entre el uno y el otro. Como afirma Cassirer:

«Una de las características metódicas del materialismo del siglo XVIII consiste en que no considera la relación entre cuerpo y alma desde el punto de vista de la sustancia, como los grandes sistemas metafísicos del XVII, sino casi exclusivamente desde el punto de vista de la causalidad. No debe desviarnos la cuestión de cómo es posible que puedan relacionarse según su esencia, sino que nos basta que nos percatemos de la conexión indisoluble de sus efectos. No es posible marcar una línea de separación, porque la separación entre fenómenos corporales y anímicos no es sino una pura abstracción para la que la experiencia no nos ofrece ningún apoyo».{13}

Ahora bien, esta clasificación, con cierto valor doxográfico, no nos sirve por sí misma para establecer unas coordenadas filosóficas. Para ello, tenemos que volver al referente positivo que estudiamos al comienzo del trabajo. En este caso, ya que los conocimientos científicos de La Mettrie mostraban una línea de continuidad entre la anatomía de las plantas, los animales y el hombre,{14} parece entonces de recibo admitir que la cuestión positiva analizada por La Mettrie es la relación entre el hombre y otros seres de su entorno, lo que en términología del materialismo filosófico se denomina el espacio antropológico, en el que habrían de quedar definidos los dos caracteres que según la tradición filosófica definen «lo humano»: φ (physis) y π (pneuma, «espíritu»).{15} Así, términos como alma, que incluso un materialista corporeísta como La Mettrie no rechaza, cobrarían su sentido etimológico más genuino en el caso particular del médico francés. Pues si anima es un término que está en clara relación con animal, entonces, no cabe duda que todo lo que se diga sobre los animales afectará directamente al hombre. Así, si consideramos que los animales tienen psiché, es decir, vida psíquica, algo que parece reconocer La Mettrie, como ya veremos, reconoceremos que poseen anima. Tal premisa ha de llevar a La Mettrie a otorgarle otro tipo de alma al hombre. La tradición filosófica le asignaba la llamada alma racional o mens. Sin embargo, es cuestión de analizar en detalle qué afirma La Mettrie al respecto.

3. La Mettrie y la naturaleza animal: un caso peculiar de estudio

Hemos de tener en cuenta además que La Mettrie se sitúa cronológicamente en la Edad Moderna, pero su doctrina tiende a contradecir la posición humanista hasta entonces vigente. Si analizamos la doctrina de Descartes, paradigma del materialismo mecanicista durante el siglo XVII, leemos en ella que a pesar de reducir a los animales a simples máquinas o seres insensibles (M1), no renuncia a reconocer realidades dotadas de vida subjetiva, (M2), de «voluntad» y «representación». En su caso, estas entidades son Dios y el hombre, pues la filosofía moderna tiende a asimilar los ángeles, las sustancias espirituales («inmateriales») de las que habla Francisco Suárez, al hombre. La Idea de Alma que maneja Descartes, únicamente imputable al hombre, no tiene correlato corpóreo y queda reducida a mera subjetividad (M2).

Esa misma perspectiva, considerada desde un punto de vista emic, es la que acaba llevando a la impiedad y el materialismo posterior, en el que se encontrarían tanto el deísmo como el materialismo del siglo XVIII. Sin embargo, analizada desde un punto de vista etic, desde nuestros conocimientos biológicos y etológicos actuales, es el auténtico comienzo de la impiedad. Y, curiosamente, La Mettrie, ateo por definición, rechaza estas consideraciones. Al prescindir del contexto humanista y equiparar el hombre a los brutos, seguirá otro camino muy distinto. Su doctrina, a costa de defender el epicureísmo, y de equiparar a los hombres y a los animales a la situación de máquinas, como hicieron en su día los aristotélicos Dicearco y Estratón,{16} liga la naturaleza del alma a un problema con sesgo etológico genérico, es decir, según nuestro análisis, en el contexto de los caracteres denominados φ. El hombre y el animal como máquinas son considerados en base a una cualidad distributiva, genérica incluso a las plantas, y por lo tanto restringida al ámbito φ. Incluso, dentro de este ámbito, como afirma Julián de La Mettrie, el hombre sale muy mal parado respecto de los animales. Veamos un ejemplo de ello:

«A pesar de todas estas prerrogativas del hombre sobre los animales, es hacerle un honor colocarlo en la misma clase. Porque lo cierto es que, hasta determinada edad, es más animal que ellos por tener menos instinto al nacer.

¿Qué animal se moriría de hambre en medio de un río de leche? Sólo el hombre. Semejante a este niño del cual habla un moderno siguiendo a Arnobio, no conoce ni los alimentos que le convienen, ni que puede ahogarse en el agua, ni que el fuego puede reducirlo a cenizas. Haced brillar por vez primera la luz de una bujía ante los ojos de un niño, y éste acercará maquinalmente el dedo, como para saber qué es el nuevo fenómeno que percibe: conocerá el peligro a sus expensas, pero no volverá a repetirlo».{17}

Evidentemente, todo ello tendría la consecuencia de equiparar a los hombres y los animales, pues tanto unos como otros poseen la misma disposición anatómica e incluso, las mismas «facultades» del alma:

«Sé que el rostro de los animales nada tiene que ver con el humano, pero ¿no hay que ser muy limitado, muy llano y muy poco filósofo, para condescender así a las apariencias y juzgar el árbol únicamente por la corteza? [...] La anatomía comparada nos ofrece las mismas partes, las mismas funciones, por doquier el mismo juego y el mismo espectáculo. Los animales no carecen de los sentidos internos como tampoco de los externos, por consiguiente, se hallan dotados como nosotros de todas las facultades espirituales que derivan de ellos, me refiero a la percepción, a la memoria, a la imaginación, al juicio, al razonamiento, cosas que, según ha demostrado Boerhaave, pertenecen todas a estos sentidos».{18}

Una vez llegados a este punto, hemos de abordar sin tardanza una pregunta fundamental que surge de forma lógica: viendo que se aprecia una línea de continuidad entre plantas, animales y hombres, es decir, entre todos los seres vivos (dotados de anima para la tradición aristotélica), ¿puede decirse que La Mettrie era evolucionista? Es de suponer que habiendo superado la perspectiva dualista, típicamente cartesiana, que distingue entre la res cogitans y la res extensa, se pueda hablar de evolucionismo, o más concretamente en este caso, de lamarckismo, como hacía en su época Buffon, a quien quizás haya copiado para sus ideas hasta cierto punto. Además, el propio La Mettrie reconoce la eternidad de la materia y sustituye a Dios por la inmanencia del tiempo (al estilo de Lucrecio), y mantiene la generación espontánea, aunque prescinde de la perspectiva monadológica al estilo no sólo de Leibniz, sino también del propio Buffon. Ahora bien, tanto para La Mettrie como para Buffon, quien realmente ejerce el papel de Demiurgo de la evolución es el cambio climático. Buffon hablará de su influencia en las mónadas primigenias y en su transformación;{19} La Mettrie sugiere en su Sistema de Epicuro que el hombre, en tanto que compuesto de partículas atómicas de materia, se desarrolla como una planta que crece según el clima, comparando al feto humano con una planta que crece en la matriz por vegetación.{20}

Diríamos entonces que la perspectiva evolucionista queda varada en La Mettrie, y queda de esta forma porque al tratar de explicar la transformación de unas especies en otras, acude a procesos dados en sus partes materiales, es decir, en la configuración de los átomos y no en los seres vivos como cuestión de hecho. Incluso cuando explica que los movimientos animales se producen al nivel de la médula espinal, en tanto que centro de coordinación subjetiva (es decir, como un signo de materialidad del segundo género, M2), acaba reduciendo la acción de éste a la de unos corpúsculos de materialidad más «sutil», que desde la época de Galeno, y por supuesto en la obra de Descartes, eran denominados como «espíritus animales» (M1):

«La medula espinal no es otra cosa que la médula alargada, más unida, más compacta, y puede decirse que constituye el mismo cerebro, el cual desciende, se acomoda, y se amolda en el canal de las vértebras. ¡Cuántos nervios parten de la sustancia medular de este canal! Y ¿qué constituyen éstos a su vez? Una prolongación en forma de pequeños cordones de esta médula de la espina: cordones huecos, en cuya cavidad se efectúa una verdadera circulación de espíritus animales, como de sangre en los vasos sanguíneos y de linfa en los vasos linfáticos, aunque los ojos armados con los microscopios más excelentes no hayan podido ver, ni toda la industria anatómica descubrir, este sutil fluido y el interior de los tubos que éste recorre con la vivacidad de la luz».{21}

3.1. Los animales: más que máquinas y menos que hombres

Podríamos decir entonces que la teoría de La Mettrie explica el origen del alma, al igual que su teoría rival principal, el ocasionalismo cartesiano o dualismo, de modo metafísico. Ya que, como ya vimos en el apartado 2.2., cuando La Mettrie intenta efectuar el regressus hacia las estructuras fundamentales de su argumentación, llega a una Idea de Materia en sentido monista, sustancializada, lo que le deja incapacitado para realizar después el progressus hacia los fenómenos. Así que aunque parece que nuestro médico ha conseguido deshacerse de Ideas metafísicas tales como Dios, o Alma, su argumentación no supera el ámbito metafísico, ya que reduce los organismos vivos dotados de voluntad e inteligencia a una simple configuración de atómos, en el sentido de Demócrito o Epicuro.

Concretamente, La Mettrie cree falso apelar al creacionismo, tanto aquel que tiene su origen en la causa primera (creacionismo ocasionalista), como aquel que necesita de determinadas causas segundas (escolástica) para explicar dónde está el origen del alma. Pudiera parecer entonces que La Mettrie defiende un origen del alma emergentista (el alma como un simple resultado de la actividad fisiológica del cuerpo), es decir, una posición cercana al fundamentalismo científico de nuestros días. Pero él mismo se inclina por una posición denominada traducianismo{22} (de tradux, trasplante), defendida por Kratzenstein acerca de los pólipos: «El Tradux –dicen– o la generación del hombre es como la siembra, la injeridura y la plantación. Las simientes introducidas en la matriz equivalen a los renuevos injertados en el tronco, o a las semillas enterradas en el seno de la tierra. El padre engendra al igual que la madre, y ambos actúan durante el acto de la generación, de modo que el alma no se halla en las simientes antes de la generación, que es su fin último, sino cuando la generación ha tenido lugar. Allí no es forma con el líquido de la simiente los huesos, las venas, las arterias y todo el edificio del cuerpo. La madre, el séptimo día tras la concepción, posee así todo lo que un cuerpo debe tener.»{23} Evidentemente, para aceptar que la «semilla» humana ya está prefigurada, ha de aceptar que ha existido una primera alma. Esta, sorprendentemente, ha sido creada por Dios y es la que se va propagando de padres a hijos. Posición que no le incomoda ni le parece incorpórea, pues al fin y al cabo La Mettrie sólo interpreta aquí al pie de la letra a Epicuro, para afirmar que Dios no influye para nada en los destinos humanos.{24}

Por ello, y aunque este no es el lugar para exponer una teoría de teorías sobre el Alma, hemos de ofrecer unas líneas generales de crítica a esta concepción metafísica, para así completar el trámite de la crítica a La Mettrie. Hoy día, tras el desarrollo de la teoría de la evolución y disciplinas afines, no podemos negar que la Idea de Alma va asociada, sobre todo en el caso de los seres vivos, al «principio de la vida» que formulaba Aristóteles. Al fin y al cabo, como sabemos, el anima se refiere a los seres vivos, animados. A los animales, dirá el lector no versado en estos temas pero apercibido de la cuestión etimológica. La cuestión de dónde comienza la vida es sin duda problemática, así como los límites de las disciplinas que tratan estos problemas, tal y como se está intentando expresar en esta sección Animalia. Sin embargo, la Biología nunca ha negado que «toda célula proviene de células», afirmación que ha sido de gran utilidad para que Humberto Maturana y Francisco Varela construyeran su teoría de los sistemas autorreferenciales o autopoiéticos, primer referente a la hora de dilucidar lo que es el término Alma. Y estos sistemas autorreferenciales, que abarcarían desde la célula primitiva hasta las más complejas sociedades humanas, serían producto de una anamórfosis respecto a sus configuraciones atómicas y moleculares, un resultado de ellas pero sin reducirse a tales configuraciones.

Evidentemente, tal referencia a la Biología nos situaría en la perspectiva del hombre como un animal más, es decir, dentro de las características genéricas φ. En este caso, podemos decir que La Mettrie, a pesar de su lamarckismo, acierta de pleno al afirmar que los animales son «más que máquinas». De este modo, la teoría de La Mettrie superaría a Descartes en esa apreciación y no caería en la hipótesis metafísica de considerar a los animales como máquinas, realizando la crítica correspondiente a las concepciones psicologistas del alma (M2), como el famoso cogito ergo sum cartesiano. Sin embargo, y al margen de la contradicción nominal entre rótulos como «Los animales más que máquinas» y «El hombre máquina», la operación que realmente acaba realizando La Mettrie, obviando su crítica al psicologismo, es equiparar a hombres y animales, cuando no igualarlos en un futuro incierto, afirmando que los animales algún día acabaran adquiriendo el lenguaje articulado:

«La transición de los animales al hombre no es violenta; los verdaderos filósofos lo reconocerán. ¿Qué era el hombre, antes de que se inventaran las palabras y se conocieran las lenguas? Un animal de su especie, el cual, con mucho menos instinto natural que los demás, de los que entonces no se creía rey, no se distinguía del mono y de los restantes animales más de lo que el propio mono; [...]

Se ha adiestrado a un hombre, como a un animal, se ha llegado a ser autor como mozo de cordel. Un geómetra ha aprendido a hacer las demostraciones y los cálculos más difíciles, como un mono a quitarse o ponerse su sombrerito, y a montarse sobre su dócil perro».{25}

Evidentemente, esta conclusión, producto de su materialismo monista, lleva a La Mettrie a considerar al hombre desde una forma zoológica, genérica (φ). Sin embargo, no cabe duda que, aunque los procesos genéricos del lenguaje son fundamentales a la hora de entender al hombre, ello no da pie a reducir la Antropología Filosófica a Zoología. Es evidente que los animales de los que habla La Mettrie pueden adquirir lenguaje; hoy día tenemos el ejemplo de la chimpancé Washoe. También es verdad que las propias operaciones de las que se sirven los animales, como pueda ser la gesticulación, nos dan pistas notables sobre cómo se formó el lenguaje humano. Sin embargo, si hay algo que destaca en las características φ del hombre es el estar moldeadas a través de las características π. Por ejemplo, en el caso del lenguaje de Washoe, esta chimpancé sólo puede enseñar su Ameslan a una horda de chimpancés que no supera el centenar de individuos. El hombre, en cambio, cuando ejercita su lenguaje, se ve envuelto en procesos históricos y lingüísticos que incluyen a veces la difusión de su lengua en múltiples sociedades políticas de todo el planeta, como les sucede a lenguas con pretensión de universalidad (el inglés o el español).

Es más, el propio contexto π sugiere situaciones de dominio social y político que necesariamente engullen al individuo epicúreo y consagrado a los placeres, presuntamente indiferente de tales problemas, situaciones de las que en tantas páginas ha dado cuenta el materialismo histórico. Evidentemente, en esta situación, la concepción antropológica de La Mettrie se revela subjetivista e individualista, ignorante del carácter comunitario del hombre. Tesis opuesta al análisis de las condiciones objetivas (sociales y económicas) que el materialismo histórico de Marx supo mostrar con precisión, y desde el cual atacó furibundamente ese subjetivismo, que a fuer de subjetivismo se convierte en idealismo. Posición que no consiguen eliminar otros contemporáneos de La Mettrie, como Voltaire o Helvetius, quienes consideran la sociabilidad y las costumbres como un resultado de las pasiones individuales. Detalle este que, sin embargo, parece ignorar la traductora de La Mettrie, Montserrat Gras, situando en un plano homólogo al médico francés y a Marx:

«¿Por qué concluye que los franceses civilizaron el materialismo, si no en la medida en que ciertamente el materialismo filosófico en su versión deísta o atea estuvo entretejida con una moral práctica real? Tenemos el ejemplo del Hombre-máquina y su moral epicúrea o la proyección socio-política de Helvétius, que para Marx radica en la prescripción de la igualdad natural de la inteligencia humana, y la unidad del progreso y de la industria. Con él, la tradición materialista francesa que inicia La Mettrie queda absorbida por el saber histórico-filosófico de raíz hegeliana y la práctica política, cuyo alcance ha sido tal vez la mejor garantía para su supervivencia, cualquiera que sea el sentido en que se haya querido interpretar».{26}

Hemos de considerar, por lo tanto, que la sociedad humana no es un agregado de individuos, sino una anamórfosis{27} a partir de la sociedad animal y sus características. Resulta inapropiado criticar la concepción de un alma inmaterial que diferencie al hombre de los animales, para a continuación postular las escasas diferencias entre hombres y animales en una cuestión de las características de la physis (φ). Así, y volviendo a los conceptos conjugados Alma/Cuerpo, que citamos al comienzo del trabajo, es aquí donde podemos establecer el esquema diamérico de tales relaciones. Se trata de un esquema que entiende el alma a través de las partes del cuerpo (precisamente, el significado de diamérico), siendo ésta la que regula las proporciones de dichas partes. Nos estamos refiriendo a la llamada por los médicos griegos eukrasia o buena disposición de las partes del cuerpo, en este caso el cuerpo político.{28} Es decir, sólo desde la sociedad política puede entenderse la praxis humana, su lengua, &c. Así, el hombre es animal locuaz (también lo podría ser Washoe), pero habla una lengua determinada; es animal político, pero de una polis determinada, &c. Y, precisamente, esa eukrasia la utiliza Platón para explicar la eutaxia o buen gobierno,{29} con lo que el análisis del alma racional o mens nos lleva realmente a la teoría política y al hombre como «animal político» y por tanto diferente del animal.

4. Actualidad filosófica de La Mettrie

El materialismo monista de La Mettrie tuvo gran influencia en el siglo XVIII, especialmente durante su segunda mitad, fecha de la publicación de varias ediciones de sus obras. Sus posiciones, si bien sólo fueron seguidas al pie de la letra por el Barón de Holbach, no cabe duda que compartían grandes analogías con las de otro autor diferente como Helvetius o con la doctrina poco firme de Diderot. El fenómeno de la crítica a la sociedad de su tiempo, el epicureísmo, &c. son elementos equiparables a múltiples autores de la época, aunque estudiosos como Cassirer pretendan mantener que La Mettrie es una simple reedición del materialismo dogmático de la antigüedad.{30} Tampoco se debe desdeñar la influencia que tuvo en otros autores más marginales, como Mably, legislador y crítico de la fisiocracia, y que curiosamente se inclinaba por una concepción comunitaria del estado. O Morelly y Brissot de Warbille, inspirados en en Tomás Moro, Campanella y otros utopistas.{31} Tampoco debemos olvidar que, aunque el ciclo de enciclopedistas muere con la revolución francesa, ello no implica que el pensamiento de La Mettrie desaparezca del mapa. De hecho, ideólogos como el médico Cabanis conservan el materialismo corporeísta que hizo famoso a nuestro médico. Y, por supuesto, a lo largo del siglo XIX le seguirán otros autores como Vogt, Molesschott, Büchner, &c.

Sin embargo, una vez que hemos analizado antecedentes, coetáneos y consecuentes de la obra filosófica de Julián de La Mettrie, quedaría por comprobar el alcance y validez actual de sus doctrinas. ¿Qué actualidad tiene el materialismo corporeísta de La Mettrie? Sin duda alguna, no podemos negar que la gran mayoría de sus posiciones filosóficas están hoy desfasadas. Aunque ello no quiere decir en absoluto que sus ideas hayan sido olvidadas por completo. De hecho, la línea de médicos filósofos que le sucedieron podría considerarse presente, de forma más o menos diluida, en la práctica totalidad de las «filosofías espontáneas» de los científicos. Es decir, en aquellos productos «de segundo grado» y próximos al materialismo monista, elaborados por prestigiosos hombres de ciencia, «visiones científicas del mundo», según la interpretación emic de los propios autores, ya sean Hawking, Crick u otro científico de renombre.

Sin embargo, y como bien sabemos, no existe una «visión científica del mundo», pues la propia pluralidad de ciencias nos conduciría, caso de ser posible tal expresión, a una multiplicidad de «visiones científicas del mundo». Además, como también conocemos, todas estas versiones no son científicas sino filosóficas, y tienen uno de sus antecedentes cercanos en La Mettrie. También es cierto, no obstante, que los conocimientos médicos y científicos que La Mettrie poseía en su época no son comparables a los actuales. Por ejemplo, La Mettrie era lamarckista en cuestiones biológicas, como hemos visto. Y lo sorprendente es que los propios biólogos actualmente, al menos una buena parte de los que se dedican a sus «visiones científicas del mundo», afirman la posibilidad de «crear hombres» gracias a nuestros conocimientos del genoma, con lo que recaen en ese mismo transformismo lamarckista que también defendió La Mettrie. En ese sentido, sí que podríamos afirmar que La Mettrie es muy «actual».

Parecería entonces que el materialismo dogmático de La Mettrie es completamente inútil, filosóficamente hablando, salvo para seguir caminos ya transitados y falsos. Sin embargo, hemos de reconocerle una utilidad. ¿Cuál? Sencillamente, la crítica a la alternativa espiritualista, la que afirma la existencia de sustancias incorpóreas o espirituales, al margen de toda experiencia sensible. Y ello a pesar de su reduccionismo de escasas miras. Por lo tanto, el valor que le reconocemos a la filosofía de La Mettrie es el haber quedado incorporada a la crítica, en tanto que formalismo primario, desde la cual ejercer nuestra actividad filosófica desde y para el presente.

Notas

{1} «Taras políticas del materialismo patrio», 26/06/2002, en polinesia.blogalia.com/historias/1722. Quién está detras del pseudónimo polinesio, y mantiene un blog tan interesante como Polinesia, un cuaderno electrónico desde los alegres trópicos, es Javier Torres Sáenz, socio de ARP-SAPC (Alternativa Racional a las Pseudociencias-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico) –según me informa María Santillana–.

{2} «Agradecimiento», 31/07/2002, en polinesia.blogalia.com/comentarios/1722

{3} Ernesto Cassirer, Filosofía de la Ilustración. FCE, Madrid 1993, págs. 84-85.

{4} Montserrat Gras Balaguer, «Introduccion» a Julián Offray de La Mettrie, Obra filosófica. Ed. Nacional, Madrid 1983, págs. 7-42.

{5} Montserrat Gras Balaguer, op. cit., págs. 18 y ss.

{6} Incluida en Obra filosófica, pp. 171-196.

{7} Julián de La Mettrie, «Tratado del alma», en Obra filosófica, págs. 89-90.

{8} «Abro los ojos y a mi alrededor tan sólo veo materia o extensión. La extensión es pues una propiedad que corresponde siempre a toda materia, que sólo puede corresponderle a ella, y por consiguiente es co-esencial a su sujeto». «Tratado del alma», pág. 91. Para dilucidar con mayor amplitud estas cuestiones ontológicas, remito a Gustavo Bueno, Ensayos materialistas. Taurus, Madrid 1972.

{9} La Mettrie, op. cit., pág. 100.

{10} Fernando Pérez Herranz, «La ontología de El Comulgatorio», en Baltasar Gracián: ética, política y filosofía. Pentalfa, Oviedo 2002, pág. 85.

{11} Ibidem, pág. 86.

{12} Ver Gustavo Bueno, «Conceptos conjugados», en El Basilisco, 1 (1ª época) (1978); págs. 88-93.

{13} Ernesto Cassirer, Filosofía de la ilustración, pág. 86.

{14} Ver La Mettrie, «El hombre planta», en Obra filosófica, págs. 253-268.

{15} Gustavo Bueno, «Sobre el concepto de "espacio antropológico"», en El Basilisco, 5 (1ª época) (1978); págs. 57-69.

{16} Benito Jerónimo Feijoo, «Racionalidad de los brutos», en Teatro crítico universal, Tomo III, Discurso 9, §. II, 15.

{17} Julián de La Mettrie, «El hombre máquina», en Obra filosófica, págs. 225-226.

{18} «Los animales más que máquinas», en Obra filosófica, págs. 271-272.

{19} Ver Pedro Insúa Rodríguez, «Buffon en el Darwinismo», en El Catoblepas, 10 (Diciembre 2002); pág. 22.

{20} La Mettrie, Obra filosófica, pág. 385, XXXVIII.

{21} «Los animales más que máquinas», págs. 288-289.

{22} «Origen del alma» en José Ferrater Mora, Diccionario de filosofía, Tomo I. Alianza, Madrid 1979, págs. 114-115.

{23} La Mettrie, «Venus Metafísica o ensayo sobre el origen del alma humana», op. cit., p. 407.

{24} «Venus Metafísica», pág. 416.

{25} «El hombre máquina», op. cit., pág. 219.

{26} Montserrat Gras, «Introducción», op. cit., pág. 42

{27} En Pelayo García Sierra, Diccionario filosófico, Pentalfa, Oviedo 2000.

{28} Gustavo Bueno, «Conceptos conjugados», pág. 92.

{29} República, 369e y ss.

{30} Ernesto Cassirer, op. cit., pág. 73.

{31} Monserrat Gras, op. cit., págs. 7-42.

 

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