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El Catoblepas, número 19, septiembre 2003
  El Catoblepasnúmero 19 • septiembre 2003 • página 19
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¿Fue Octubre del 34 una guerra preventiva? indice de la polémica

Siete respuestas a esta pregunta, sugerida por un comentario de Gustavo Bueno, publicadas en La Nueva España el 18 de mayo de 2003

El domingo 18 de mayo de 2003, La Nueva España –octavo periódico más leído de España, después de El País, El Mundo, ABC, El Periódico, La Vanguardia, La Voz de Galicia y El Correo– dedicó las páginas centrales de su dominical Siglo XXI (nº 185, págs. 12 y 13) a publicar siete respuestas, recogidas por el periodista Javier Cuartas, a una pregunta realizada por el periódico y sugerida por un comentario de Gustavo Bueno, incluido en el rasguño «SPF, Síndrome de Pacifismo Fundamentalista», publicado en El Catoblepas (nº 14, abril 2003; precisamente La Nueva España había publicado un amplio extracto de ese artículo –citando por supuesto la procedencia, como viene sucediendo en las reproducciones de textos de El Catoblepas que realizan otros medios, impresos o electrónicos– en dos páginas que le dedicó en su edición del domingo 27 de abril de 2003). Reproducimos el texto de Javier Cuartas y las siete respuestas a la pregunta que formuló el periódico, tal como aparecieron publicadas el 18 de mayo de 2003. Son materiales que pueden servir a la polémica sobre la historia de España que viene teniendo lugar estos meses en el El Catoblepas.

¿Fue Octubre del 34 una guerra preventiva?

Analistas de la izquierda y estudiosos de la Historia enjuician la provocadora propuesta del filósofo Gustavo Bueno de comparar la Revolución en Asturias con la guerra de Irak

El filósofo Gustavo Bueno, a propósito de la guerra en Irak y la reacción social contra ese conflicto, se pregunta en el ensayo El Síndrome de Pacifismo Fundamentalista «cómo puede olvidar la izquierda que la Revolución del 34 equivalía al principio de una guerra civil preventiva». El ensayo, difundido en la revista de internet El Catoblepas, fue reproducido de forma resumida por La Nueva España el pasado día 27. Este periódico ha trasladado la pregunta a varios historiadores de la Revolución de Asturias, así como a estudiosos y analistas de diferentes tendencias para ofrecer un muestrario de opiniones distintas sobre aquel hecho histórico y sobre la tesis expuesta por el profesor Bueno.

Las preguntas del filósofo

Texto del ensayo de Gustavo Bueno «SPF Síndrome de Pacifismo Fundamentalista» que inició la polémica

¿No apoyó el Partido Socialdemócrata alemán la I Guerra Mundial y dirigentes destacados suyos, como hemos dicho, fusilaron a los líderes que se oponían a la guerra? Y, ¿cómo los comunistas pueden olvidar que la Revolución de Octubre exigió el asalto al Palacio de Invierno y los planes quinquenales de Stalin exigieron la muerte de millones de ciudadanos? ¿Cómo pueden olvidar en España las corrientes de izquierda que la Revolución de Octubre de 1934 equivalía al principio de una guerra civil preventiva, ante la gran probabilidad de que el Gobierno de Lerroux, que había dado entrada en el Ejecutivo a tres diputados de la CEDA, diera un golpe de Estado fascista al estilo Dollfuss? ¿Y cómo olvidar los proyectos del Partido Comunista de España, tras la II Guerra Mundial, para organizar un Ejército guerrillero capaz de derribar al régimen de Franco, supuestamente en agonía? ¿Y Cuba? ¿Y las guerras de liberación nacional de África o de América del Sur?
El grado de conciencia de muchos manifestantes por la paz puede contrastarse advirtiendo, no sin vergüenza ajena, que muchas pancartas por la paz portadas por gentes de izquierda llevaban inscrita una imagen del Che Guevara.

¿Fue la Revolución de Octubre de 1934 una «guerra civil preventiva», como asegura el filósofo Gustavo Bueno, estableciendo una analogía con el concepto de «guerra preventiva» que enunció el presidente de EEUU, George Bush, a propósito de la invasión de Irak? Estudiosos de la Revolución asturiana y de la guerra civil española, analistas, historiadores y periodistas de distintas tendencias ofrecen opiniones dispares.

Paco Ignacio Taibo II

Escritor y autor de «Octubre 1934, historia de la Revolución»

«No se puede comparar el afán imperial del Gobierno de los EEUU con la resistencia de los obreros al fascismo»

Es obvio que la Revolución de Asturias trata de anticiparse al ascenso del fascismo, sobre todo tras la experiencia de Austria, donde Dollfuss había metido los tanques en los barrios obreros, y del triunfo en Alemania e Italia. En Asturias, ya desde 1933, se vive un período de represión y censura muy acusado. El diario socialista «Avance», creado en 1932, sufre 60 cierres, además de censuras y prohibición de distribución. Había un clima muy crispado. La huelga de La Felguera fue una situación brutal. Dominaba la idea de que había que parar el fascismo. La situación de Asturias de 1934 no es comparable en absoluto con la de Irak en 2003. El problema de utilizar metáforas históricas es que, como en aritmética, no se pueden sumar peras y manzanas. No se puede comparar, bajo ningún modelo, la actuación de un Gobierno que responde a una lógica imperial, como es el caso de EEUU en la actualidad –que busca el dominio geoestratégico de una área determinada y del mundo y que pretende garantizar su reelección electoral construyendo el voto interno desde la paranoia de que el mal está fuera–, con la resistencia de los obreros en una época de ascenso y auge del fascismo en Europa. Si no se explican los contextos, las metáforas históricas no funcionan. Yo no comparto en absoluto esa afirmación.

El obrero asturiano de 1934, cuando miraba al futuro, lo que veía era el crecimiento del fascismo en toda Europa, con una estructura totalitaria, la ilegalización de partidos y la instalación de regímenes como los de Hitler y Mussolini y, en España, gentes en los mítines de la CEDA gritando, con el brazo en alto, «¡Jefe, jefe!».

Juan Ramón Pérez las Clotas

Periodista y estudioso de la Historia

«Acierta Bueno, la izquierda se prevenía así de un posible golpe de la derecha, igual que el de Dollfuss en Austria»

No resulta en absoluto gratuita la puntualización del profesor Bueno sobre el carácter de «guerra civil preventiva» de la Revolución de Octubre. La historiografía más solvente no duda ya en atribuir al golpe una dimensión cuasi bélica que trasciende muy por encima de su concepto como movimiento espontáneo de insurrección popular. Se trataba inequívocamente de un levantamiento, perfectamente organizado y estructurado, mediante el que la izquierda se prevenía de un posible golpe de la derecha, a imagen y semejanza del dado por el canciller Dollfuss en Austria. Argumento, por otra parte, cuya falacia va a quedar al descubierto cuando, tras los combates, el Gobierno victorioso, respaldado mayoritariamente por los españoles, desaprovecha tal magnífica ocasión para terminar de una vez con la República constitucional, tal como sus adversarios presumían que haría. El acceso de la CEDA al poder fue tan sólo el mero pretexto para el inicio de una acción bélica que inicia de facto la guerra civil dos años antes del 36. Y su última razón se inscribe únicamente en la mentalidad golpista del PSOE desde que Largo Caballero se pone a su frente. Acierta, pues, el profesor Bueno en su análisis, como lo hace también al recordar el intento escasamente pacifista del Partido Comunista de promover una segunda guerra civil con la entrada de unidades guerrilleras por los Pirineos tras el final de la Guerra Mundial.

José María Laso

Escritor, historiador y presidente de la Fundación Isidoro Acevedo, vinculada al PCA

«Podría interpretarse como una insurrección preventiva respecto a la implantación del fascismo por vía legal»

Mi interpretación y la de la mayoría de los historiadores de izquierda e, incluso, de alguno de centro es totalmente distinta. Estaban los precedentes de Italia (1923), Alemania (1933) y Austria (1934), en los que el fascismo se impuso por la vía legal. De ahí surgió el famoso eslogan «Antes Viena que Berlín», porque en Viena los trabajadores se habían defendido, mientras que en Alemania no había habido oposición al nazismo.

No había habido oposición a causa, entre otras razones, de la división entre socialistas y comunistas. En España, la CEDA, de José María Gil-Robles, se revestía también de formas neofascistas e incluso no había aceptado la II República, definiéndose como «accidentalista». En Covadonga se celebró la concentración de las Juventudes cedistas. En 1934 el PSOE había advertido de que, si se nombraban ministros pertenecientes a la CEDA, se interpretaría como una provocación por parte de la derecha y como un intento de establecer el fascismo por la vía legal, por lo que en tal caso, se advirtió, habría una huelga general. La hubo en toda España, aunque en Asturias lo que se produjo fue una insurrección armada por parte de milicias de obreros, fundamentalmente del PSOE, que organizó y asumió la responsabilidad política. En Asturias se logró la unidad de acción de socialistas, comunistas y anarquistas. Pero niego el concepto de «guerra preventiva». Podría interpretarse como una «insurrección preventiva» respecto a la implantación del fascismo por la vía legal, pero nadie ha utilizado ese término. Se le llamó Revolución de Asturias, pero tampoco se correspondió con el concepto y esquema clásico de las revoluciones. Fue una movilización de milicias armadas del PSOE para impedir la implantación del fascismo, aunque pudiera haber algún sector que creyera que estaba haciendo una revolución social. Pero su carácter fundamental no era ese. Indalecio Prieto se arrepintió e hizo una autocrítica en México porque el peligro fascista no era en aquel momento tan real como supusieron de buena fe. Terminológicamente, el concepto de «guerra preventiva», que es muy reciente, ni se aplicó durante los hechos ni puede ser contaminado por la estrategia de emergencia del presidente de EEUU, George Bush. El 34 asturiano nada tiene que ver con el «bushismo» actual. El 34 no fue una guerra preventiva, sino una insurrección, aplicando el lema «Antes Viena que Berlín», y con pretensiones de revolución social. Los socialistas españoles prefirieron actuar como los socialistas austríacos, donde las organizaciones obreras se resistieron con las armas en la mano frente al Gobierno, antes de ser «cazados como conejos», como ocurrió en Alemania por parte de los nazis. Sólo cabe hablar de guerra cuando se enfrentan dos estados, salvo que sea una guerra civil. El 34 no fue ni lo uno ni lo otro. La guerra civil española no empezó en 1934. Esa es una falsedad notoria. La resistencia al intento de vaciar de contenido la República no se puede comparar con la sublevación franquista, que supuso un derrocamiento de la República como institución y como sistema político.

José Ignacio Gracia Noriega

Escritor, ex afiliado al PSOE y discípulo de Gustavo Bueno

«El Octubre asturiano fue una guerra preventiva. Esa fue la explicación que siempre dieron los socialistas»

Estoy completamente de acuerdo con Gustavo Bueno. La explicación que se dio –y reiteradamente– de la Revolución del 34 fue que se hacía para evitar que en España se estableciese un Gobierno de derecha más o menos duro, dado el avance de nacionalsocialismo en Alemania. Por lo tanto, fue una guerra preventiva. Esa fue la explicación que siempre dieron los socialistas. Por eso no se entiende que los socialistas se molesten tanto con la «guerra preventiva» cuando lo tienen dentro de su propia historia.

Bernardo Díaz Nosty

Autor de «La comuna asturiana» y catedrático de Periodismo en Málaga

«Por este camino caprichoso de la Historia convertiríamos a la Santina en la primera Virgen xenófoba»

No puedo coincidir con la afirmación del profesor Bueno, pero nunca su opinión debe llevarnos a descalificar su derecho a la discrepancia o, si llegara el caso, a la extravagancia. Tan malo como el blanqueo de la Historia y la pérdida de la memoria es su recreación caprichosa, que descontextualiza esta o aquella escena de la secuencia cronológica y la coloca, según la conveniencia del momento presente, junto al héroe o al villano. Un viejo truco, frecuente en la retórica política, que, cuando toma visos de prestidigitación académica, puede acabar en estafa intelectual. Es difícil, si vamos al contexto, casar los tiempos del «burro dinamitero» con el de las «bombas de racimo». Y si hablamos de prevenciones, nos perderíamos en seguida con los caprichos de historia y terminaríamos convirtiendo a la preventiva Santina en la primera Virgen xenófoba de la Historia... (Contextualicen: entren en un buscador de Internet como Google y escriban los descriptores Gustavo+Bueno+Guerra+Preventiva y tal vez entiendan mejor el sentido, el sentimiento, el alcance actual de la rebeldía de nuestro pensador).

Pedro de Silva

Escritor y ex presidente del Principado por el PSOE. Escribe una biografía de Largo Caballero

«En realidad, todos los actos de nuestra vida individual y colectiva son preventivos de algo»

No entraré en si la idea de «guerra preventiva» es aplicable a la Revolución de Octubre de 1934, como afirma el profesor Bueno, pues se trata de un mero juego, con intención provocadora (siempre estimulante, desde luego). En realidad, todos los actos de nuestra vida individual y colectiva son preventivos de algo, por lo que, para responder a la cuestión, deberíamos, previa y preventivamente, asignar un significado al concepto «preventivo». Por lo demás, octubre de 1934 está sirviendo para una práctica de «revisionismo histórico» sobre la guerra civil, o sea, una reescritura de la Historia. El punto de vista de ese revisionismo incurre, a mi juicio, en un doble error. Por un lado, «enjuicia» (pues su propósito es «judicial») los sucesos de octubre fuera de su contexto, e incluso en el contexto de una democracia como la de hoy. Por otro invierte el sentido de la Historia, desescalándola e interpretándola de forma inversa, incluso desde un punto de vista de las intenciones, en una pesquisa un tanto policiaca de responsabilidades y responsables. Siguiendo este método la guerra civil sería una «consecuencia» de la Revolución de Octubre (lo cual es evidente en la pura secuencia temporal) y «por tanto» (he ahí el salto en el vacío) los que protagonizaron ésta serían causa remota de la guerra, convirtiendo a Franco en una mera causa próxima, casi en un ejecutor de un destino programado por «Octubre» (o sea, por Largo Caballero y el PSOE). Es una tergiversación ingeniosa, pero falaz. La secuencia más correcta sería que «Octubre» es una consecuencia (en sentido histórico y en sentido causal) de la revolución de 1930, que dio lugar a la II República meses después. De hecho, los mentores de «Octubre» tratan, al programar el asunto, de refundar la República, tras la quiebra provocada por el acceso al poder de sus enemigos declarados y el desmantelamiento sistemático de sus contenidos transformadores. Esa «refundación» se intenta hacer, es cierto, sobre bases más radicales: desmontaje de todo el aparato militar y represivo «reaccionario», radicalización de la reforma agraria y plenitud del laicismo del Estado y la educación, que son las tres líneas básicas del programa que el PSOE y la UGT aprueban en enero de 1934, a propuesta de Indalecio Prieto. Por último, cabe señalar, en esta reflexión un tanto acelerada, que «Octubre» se produce en el contexto de un período internacional de crisis de las democracias (burguesas) por efecto de una agudización de la lucha de clases, en la que amplios sectores de la burguesía se refugian en el fascismo, y la mayor parte del movimiento obrero en una estrategia revolucionaria, quedando barridos los moderados de centro derecha y centro izquierda. Volviendo al principio, y puestos a jugar con el término «preventivo», podríamos decir: el fascismo es preventivo (del bolchevismo), la radicalización revolucionaria de los moderados es preventiva (del fascismo), el Gobierno militar es preventivo (de la radicalización revolucionaria), etcétera. Son, todos ellos, juegos posibles desde el actual confort socialdemócrata, que, a su vez, es una acumulación de respuestas preventivas a la irrupción revolucionaria. Dicho de otro modo (en el mismo tono de juego): de no haber sido por los revolucionarios, la mayor parte de sus críticos no hubiera accedido a la educación superior.

Pío Moa

Ex militante del GRAPO y autor de «Los mitos de la guerra civil»

«El 34 fue una guerra civil, pero no preventiva, sino ofensiva, para instaurar un régimen de tipo soviético»

Lo que ocurrió en octubre de 1934 –que se intentó en toda España, pero que sólo se llevó a cabo en la cuenca minera asturiana– fue, en efecto, una guerra civil, planificada como tal. Pero no se puede decir que tuviera carácter preventivo –por temor a represalias–, sino que fue planificada con carácter ofensivo con el fin de establecer un régimen de tipo soviético. Posteriormente, en su propaganda dijeron que había sido una especie de acción espontánea y defensiva ante el auge de la derecha. Creo haber demostrado que los documentos del PSOE prueban que esa versión es falsa. De hecho, el sector dominante en el PSOE se definió como bolchevique frente a Julián Besteiro, que era el moderado y que fue arrumbado. Está claro que fue una guerra civil y que el carácter preventivo fue una excusa «a posteriori» porque en realidad su naturaleza era ofensiva. Los implicados no rectificaron luego y por ello quedó en el país una atmósfera de guerra civil.

 

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