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El Catoblepas, número 35, enero 2005
  El Catoblepasnúmero 35 • enero 2005 • página 9
Artículos

Una aproximación a los «arbitristas» del siglo XVII desde la teoría de las tres capas del poder político

Manuel de la Fuente Merás

Se propone diferenciar a los arbitristas españoles en corticales, basales y conjuntivos, en función del objeto de sus propuestas, según las capas de la sociedad política que distingue el materialismo filosófico

«Yo señores soy arbitrista, y he dado a Su Majestad en diferentes tiempos muchos y diferentes arbitrios, todos en provecho suyo y sin daño del reino; y ahora tengo hecho un memorial donde la súplica me señale persona con quien comunique un nuevo arbitrio que tengo, tal que ha de ser la total restauración de sus empeños (...) Has de pedir a las cortes que todos los vasallos de Su Majestad, desde edad de catorce hasta sesenta años, sean obligados a ayunar una vez en el mes a pan y agua, y eso ha de ser el día que se escogiera y señalare, y todo el gasto que en otros condominios de fruta, carne y pescado, vino, huevos y legumbres que han de gastar aquel día se reduzca a dinero, y se dé a Su Majestad, sin defraudarle un ardite so cargo de juramento... Y esto antes será provecho que daño a los ayunantes, porque con el ayuno agradarían al cielo y servirían a su rey... Este es el arbitrio limpio de polvo y paja, y podríase coger por parroquias, sin costa de comisarios, que destruyen la república.»
Miguel de Cervantes, El Coloquio de los Perros.

A finales del siglo XVI y principios del siglo XVII comienza a usarse la palabra «arbitrista». En un principio era un término aplicado literalmente a aquél que proponía proyectos, esquemas, «arbitrios». Siendo usado para definir a aquellos hombres que idearon todo tipo de esquemas con el intento de contribuir a la restauración política del Imperio español. La palabra «arbitrista»{1} ha llegado hasta nuestros días con una consideración negativa, a pesar de que a quienes iba dirigida, no se consideraban, en su mayor parte, como tales{2}. Llegando incluso a despreciar a los que profesaban tales métodos. Fernández de Navarrete habla de las «perjudiciales quimeras de los arbitristas»{3}. Caxa de Leruela difamó la «sofistería de los arbitristas»{4}. Una imagen aún más clara de la mala prensa que tenían estos personajes se puede observar en el nada sospechoso Quevedo, que les cambio el nombre por el de «barbitristas» y escribió que «el Anticristo ha de ser arbitrista»{5}. Cervantes los ridiculiza, y no sólo en las Novelas Ejemplares, sino también en el Quijote. En concreto en el capítulo I de la parte II cuando el cura y el barbero deciden examinar la salud de Alonso Quijano para ver si había recobrado la ilusión de ser caballero andante. Para ello le informan del peligro que corre la cristiandad ante el ataque turco. A lo que Don Quijote responde con un arbitrio dirigido al rey. Lo que hace concluir al cura y al barbero que aún estaba medio loco.

Ello ha llevado a ser catalogados unos, de economistas por sus admiradores; y otros, de arbitristas, por sus detractores. Lo que sí es destacable en esta situación es que sus continuadores en el intento de reforma española, los vieron como predecesores suyos en esta empresa. Volviéndose populares sus obras entre estos. No en vano la obra de Navarrete se imprime en 1792 y 1805; la de Sancho de Moncada en 1746 y la de Leruela (como ejemplos más representativos) en 1773 y, curiosamente, todas en Madrid. Las obras de otros muchos reformadores fueron recuperadas en la magnánima obra del Conde de Campomanes, Apéndice a la educación popular (Madrid, 1775-1777, en cuatro volúmenes). Y en los otros cuatro de la Biblioteca española económico-política de Juan Sempere y Guarinos (Madrid, 1801-1821). Resulta evidente que la impresión que tenían sus colegas del siglo XVIII fue de verlos como pensadores y economistas y no de una forma totalmente denigrativa.

Este tipo de literatura aparece en nuestras letras cuando las responsabilidades imperiales del Estado se encontraban asentadas sobre unas bases frágiles e inestables. Los metales preciosos venidos de América no compensaban las necesidades de nuestro sistema económico y contribuyeron a desestabilizarlo. La despoblación parecía acechar por causa de las guerras exteriores. La agricultura se encontraba en franca quiebra a causa de los elevados tributos y los labradores se encontraban ofendidos por los enormes privilegios de la Mesta. La industria desaparecía confiados en las inagotables riquezas de las Indias...

La realidad se venía encima de un país que creía poderlo todo. De estas situaciones surge una literatura numerosísima en sus fines y proyectos. Unos proyectos utópicos en su mayoría, que fueron repitiéndose en muchos casos hasta llegar a nuestros días, dejando de lado aquellos objetivos factibles de alcanzar{6}.

Pero, en lugar de amilanarse en esa España en que hasta el propio rey Felipe IV se rodeaba de astrólogos y profetas y acababa entregado al consejo de una monja de Agreda{7}, hubo escritores que se enfrentaron decididamente con el problema de España. Dando respuestas a los males que la aquejaban, incidiendo en uno o varios aspectos que contribuyesen a salvar al Imperio, puesto que aunque los males eran grandes, la fuerza del Imperio aún era mucha para lograr contener dichos problemas.

Para analizar las distintas propuestas políticas expuestas por los principales pensadores englobados en este «movimiento», es necesario asentarse en una determinada posición filosófica. Para ello partiremos de los presupuestos mantenidos por la filosofía materialista de Gustavo Bueno. Pues creemos que sólo desde un punto de vista filosófico podemos dar una explicación coordinada de las distintas posturas sostenidas por estos teóricos, al margen de las interpretaciones categoriales y, por tanto, parciales, afrontadas en otros estudios sobre este movimiento procedentes de disciplinas como la sociología, la historia, la psicología o las ciencias de la educación.

Para ello usaremos, principalmente, la teoría de las tres capas del cuerpo político a la hora de formular una teoría de teorías que sintetice el pensamiento de estos autores con el objetivo de analizar las causas de la decadencia del Imperio español. Según Gustavo Bueno{8} el cuerpo de toda sociedad política no puede ser entendido como una mera secreción interna del núcleo, sino que se constituye por determinaciones sintéticas que acompañan al núcleo, pero procedentes de su exterioridad De tal forma que tales determinaciones se convierten en esenciales e intraestructurales y no meramente accidentales, como podría suponerse. Dicho núcleo ejerce su acción en el espacio antropológico que estaría formado por tres planos. En dichos planos la acción del núcleo irá constituyendo en su proceso mismo de acción tres capas: la capa conjuntiva formada por la acción reacción del núcleo en el eje circular; la capa basal formada por la acción reacción del núcleo en el eje radial y la capa cortical formada por la acción reacción del núcleo en el eje angular.

Entendemos, partiendo de esta base, que la decadencia del Imperio español debe explicarse en términos de una distaxia o desarreglo que habrá tenido lugar en una, varias o todas las capas que conforman el entretejimiento del cuerpo político. Es decir, el Imperio español entra en decadencia debido a que el cuerpo que sustenta las tres capas no se encuentra en buenas condiciones, al haberse producido en él algún tipo de descoordinación entre éstas. Así, en este primer momento estaríamos asistiendo al debilitamiento o caída de alguna de las capas, lo que provocaría posteriormente la debilidad de las otras dos que daría lugar al desplome global.

Esta es la percepción que tienen la mayoría de los arbitristas. Por ello, y con el fin de volver a alcanzar una eutaxia{9} satisfactoria para el discurrir del Imperio proponen distintas soluciones.

Gracias a este planteamiento y atendiendo a las soluciones propuestas, podemos obtener una clasificación de las distintas teorías mantenidas por los arbitristas. Así, tendremos teorías unifactoriales (de primer género), teorías bifactoriales (de segundo género) y teorías trifactoriales.

Hay que decir, al respecto, que la diferencia del análisis filosófico frente a la mayoría de la historiografía actual, arrojará unos resultados bien distintos. Ya que los historiadores, al moverse al margen de la teoría de las tres capas del poder político, suelen tomar en sus ensayos argumentos de todas ellas, pareciendo que con sólo leernos la última producción científica al respecto nos bastaría para informarnos, ya que ella aglutinaría en un todo la producción científica de sus predecesores. Lo que dificultaría la posibilidad de discriminar entre teorías, salvo por su capacidad de abarque multifactorial.

Sin embargo, a pesar de la interacción de las capas y de que los factores analizados aparezcan en más de una capa, sería posible desde nuestra teoría encontrar la posibilidad de reducir a una de las capas la causa de la desintegración o distaxia que lleva consigo el arrastre de las demás.

En nuestro caso, creemos que es posible clasificar los memoriales presentados por estos autores en la teoría de las capas expuesta anteriormente. Al ser posible reducir a una de las capas el malestar que provoca la distaxia de la sociedad tratada.

a) Forma y fortuna de los Memoriales

Pero, antes de entrar de lleno en la clasificación de algunos de los autores más representativos de este periodo, vamos a exponer en primer lugar el proceso por el que pasaba la mayoría de la producción de estos escritores en su intento de llegar al monarca con sus desarrollos.

La forma que usaban era, generalmente, la del Memorial. Los orígenes de los memoriales resultan interesantes debido a su dispersión. Una clasificación provisional será la que se acompaña:

a) El discurso oral. Buen número de ellos son reelaboraciones de discursos expuestos en diferentes ámbitos, desde los discursos callejeros a sermones de púlpito.

b) Encargo administrativo. Era la Corte la que pedía a través de algunas de sus dependencias un informe a un determinado individuo.

c) Literatura ensayística. Forman parte de trabajos más extensos de tipo científico o técnico.

d) Literatura política. Respondiendo a problemas concretos contra los que se enfrentaba el Imperio.

e) El derecho de petición. Predominante en la mayoría de ellos. Mostrando su origen estrictamente privado, aunque dichas obras estuviesen condicionadas por la actualidad política y los problemas generales. Su finalidad se encontraba en el intento de conseguir determinado privilegio o introducir o influir en una decisión política.

Una vez escrito el documento se le presentaban al arbitrista tres cauces administrativos diferentes a efectos jurídicos. Podía presentarse en la corte y esperar una audiencia con el destinatario del documento o confiar en que el azar, unido a la insistencia, le ofreciese un encuentro fortuito con el destinatario. Este trámite, que podía suponer años de espera, era frecuente entre las personas con recursos, soliendo encomendar el destino de la obra a un solicitador profesional, del que se suponía una serie de contactos, muchas veces reforzados con el soborno, entre personajes influyentes de la corte.

Otra segunda posibilidad, reservada para una minoría, consistía en recurrir a las influencias de parientes y amigos que dominaban los subterfugios de la administración, para que actuando como mediadores hiciesen llegar el documento al destinatario.

Una tercera, pero para nada excluyente de las anteriores, consistía en utilizar los cauces administrativos normales. Enviar el memorial por correo, personalmente o mediante un apoderado en el Consejo. Se registraba por el escribano de cámara mediante asiento en el libro de matrícula, iniciándose una lenta caminata a través del proceso administrativo. El memorial sería leído por uno de los secretarios de despacho (generalmente por un colaborador) y remitido al consejo. Se adjuntaba resumen de su contenido con una nota de oficio. Si se consideraba oportuno se informaba al rey con una consulta de oficio. Desde este momento, el rey podía, bien con un real decreto, real orden comunicada o una simple nota de oficio, ordenar lo que creyese oportuno al respecto.

Si el documento a través de cualquier cauce llegaba al monarca y este tomaba una decisión sobre él, lo habitual era remitirlo al consejo con una nota de oficio, incluyendo una real orden comunicada en la que se le pedía su parecer. Ella podía ser un informe sobre el asunto o una simple recomendación genérica del tipo véase si conviene al Real Servicio o hágase lo que en justicia corresponda.

Evidentemente, entre la figura del rey y el Consejo estaba la figura del valido, que filtraba la comunicación o respondía en nombre del rey a buen número de comunicaciones o consultas. Del mismo modo, tanto él como sus hombres de confianza podían agilizar el procedimiento por múltiples cauces.

b) El auge de los Memoriales en el siglo XVII

El periodo de florecimiento de esta literatura se produce con el informe realizado por el Consejo de Castilla. El 6 de junio de 1618, el rey Felipe III ordenó al presidente del Consejo de Castilla que propusiese remedios contra los diversos males que asolaban al reino{10}. El Consejo entregó su informe al rey el 1º de febrero de 1619, en un documento, consulta, que ha alcanzado relevancia entre los eruditos desde entonces. Dicho Consejo presentó siete medios entre los que se encontraban distintos remedios para subsanar los males que asolaban Castilla. Muchas eran las razones que obligaban a la consulta. Los ingresos de la monarquía habían retrocedido peligrosamente. Clara idea de ello se aprecia al analizar algunos de los indicadores. Así el impuesto castellano que sobre la venta de vino, aceite y carne que recaudaban las arcas imperiales había bajado un tercio con relación al inicio de la centuria. Del mismo modo las importaciones de oro y plata de las indias se habían reducido a la mitad.

Junto a ello varios acontecimientos internacionales presentaban la situación de una España acosada desde todos los frentes. Entre ellos destaca: la Defenestración de Praga (sucedida el 23 de mayo de 1618) y que provocó la rebelión de Bohemia y la aparición de la Guerra de los Treinta Años.

El primero de los medios que propuso el Consejo trataba sobre el problema de la falta de gente en Castilla. Considerando el exceso de impuestos como el causante de la despoblación. No pudiendo, por ello, crecer las familias. Notando que en aquellas otras regiones que no se encontraban bajo tal presión económica se conservaban ricas y bien pobladas, pese a poseer tierras menos fértiles. Se debían buscar otras medidas de sostenimiento del gobierno aparte de los impuestos, utilizando los ingresos de otras regiones del reino.

El segundo medio trataba en esencia de la escasez de dinero. No en vano muchos de los recursos del rey, entiéndase, las tres gracias, servicios ordinarios y extraordinarios, flota de Indias, &c., habían sido consumidos o empeñados. Comenzando para ello con restringir las pensiones y subsidios que salían de la hacienda real. Debiendo premiar dentro de los límites moderados, restringiendo, por ello, la dispensa de mercedes.

Tanto el primero como el segundo de los medios estaban avalados por precedentes históricos en las personas de muchos grandes reyes de España, como era el caso de Enrique III de Castilla o de los emperadores romanos Justiniano y Valentino.

El tercer medio buscaba la forma de repoblar regiones desérticas. No creyendo que gracias a la incorporación de extranjeros se solucionaría el problema. Limitando el intercambio comercial entre países, pero favoreciendo la movilidad de las personas en el reino.

El cuarto medio intentaba eliminar la gran carga económica que caía sobre los pobres debido a la importación de productos lujosos. Retornando al cultivo de productos típicos de España. El consumo de lujos costosos generaba grandes vicios y pecados. Con una política de austeridad sería necesario usar menos oro y plata, a pesar de perjudicar a aquellos individuos que se beneficiaban del comercio internacional. La influencia extranjera era la mayor causa de la corrupción moral que provocaban este tipo de usos. Recalcó también el Consejo la importancia del trabajo del rey, como cabeza visible a imitar por sus súbditos en el restablecimiento de las buenas costumbres.

El quinto remedio trata sobre la situación de los campesinos, quienes en su opinión, eran el sector más importante del reino. Sugiriendo un número determinado de medidas que mejoren la situación del campesino.

El sexto medio le pedía al rey que restringiese el número de las ya establecidas instituciones y fundaciones religiosas. Pues el Consejo creía que mucha gente entraba a formar parte de dichas congregaciones no por devoción, sino por las conveniencias que ellas brindaban. Debiendo elevarse la edad mínima para permitir el acceso a dichas instituciones. Pedía, asimismo, que se limitase el número de escuelas primarias distribuidas por los pueblos rurales recientemente fundadas, alejando a los niños de sus ocupaciones en la agricultura y no dando otro resultado que ser seminarios preparatorios para el ingreso de estos en el clero, aumentando el número de esta clase ociosa con manos de la clase productiva.

El séptimo y último medio objeta la creación y venta de nuevos oficios en los que se había comprometido Felipe III. Oponiéndose al nombramiento de cien nuevos receptores en 1613. Como se sabe el oficio de receptor estaba formado por una serie de escribanos que en las cancillerías se ocupaban de hacer las probanzas de los procesos y las demás diligencias que ordenan las Audiencias. Tales oficiales dejaban de ser seleccionados por sus cualidades e integridad, convirtiéndose un buen número de ellos en estafadores, que humillaban a los individuos inocentes que entraban en contacto con ellos.

Las aplicaciones sin embargo, en general, no se llevaron a cabo, la creciente necesidad de tropas y de dinero, obligaron a aparcar las reformas y a intentar conseguir dinero a la manera tradicional: venta de oficios, devaluación de la moneda y alza de impuestos. Se sacrificó la reforma por la guerra, el repliegue aún no se percibía como necesario.

c) Teorías arbitristas «corticales»

En esta capa se incluirían los contenidos denotados por el eje angular. Presuponen estas posturas que la capa basal (productiva) y la capa conjuntiva (comunicaciones, gobernantes...) se encuentran vigorosas. Siendo la capa cortical la que mostraría su debilidad debido a la presión que tenía que soportar desde el exterior o bien porque se hubiese producido una hipertrofia degenerativa. En este apartado se encontrarían la gran cantidad de discursos producidos en este periodo relacionados con el arte de la guerra. La preocupación por la lucha contra el enemigo exterior, tanto por tierra como por mar hacía necesaria la reorganización y mantenimiento vigoroso del ejército.

Así destacaríamos en este apartado, a modo de ejemplo, las obras de Bernardino de Escalante{11}. En ellas insiste en la necesidad de modernizar el ejército con las nuevas armas de fuego (especialmente la artillería). Hay que recordar que el aumento de la fabricación, la disminución de calibres, la mayor seguridad y facilidad de desplazamiento, junto a la mejora de la pólvora y los proyectiles, hizo que se replantearan todas las técnicas de fortificación y tácticas de combate.

El peligro de la multiplicidad de frentes abiertos y el enorme contingente de soldados necesarios exigía para su sustento la utilización de grandes recursos logísticos para su abastecimiento de raciones, armas, municiones y pagas. Así mismo las necesidades económicas que traía consigo la profesionalización de los ejércitos, donde ya predominaba la infantería sobre la caballería, suponían un esfuerzo reseñable.

Ante estas circunstancias era necesario la preeminencia de la disciplina, asentada sobre criterios de lealtad entre estos mastodónticos ejércitos mantenidos a sueldo. Poco a poco a través de los ejércitos se iban introduciendo los «bárbaros» en el corazón del Imperio. Extranjeros que no atendían más ideales que a la mano que les pagaba la soldada.

Pero el peligro no se encontraba solamente, como veía el laredano, en la continua sangría que suponían las guerras y el sostenimiento de los ejércitos, sino también en la pérdida del temor por parte de los restantes pueblos al poder militar español. Por ello insiste Bernardino constantemente en sus Diálogos del arte militar, en la necesidad de afrontar nuevas empresas que mantengan el miedo en los rostros de sus enemigos, junto a la necesidad de no confiarse en los nuevos aliados. Sólo el pueblo español es capaz de afrontar todos los sacrificios requeridos para mantener el Imperio y sólo en él podemos fiar la permanencia del Imperio.

No en vano de los 22 Discursos al rey y sus ministros (escritos entre 1585 y 1605 y recogidos por José Luis Casado Soto), once los redactó en el momento álgido de las hostilidades contra las potencia protestantes. Entre ellos destaca su influencia en la fracasada Empresa de Inglaterra, no en vano se encuentra entre sus legajos el único plano estratégico conocido para la invasión de Inglaterra, conservado en un manuscrito de la Biblioteca Nacional.{12}

sabios planes para la conquista de la pérfida Inglaterra

En la misma línea se encontraría la obra de Sancho de Londoño titulada Discurso sobre la forma de reducir la disciplina militar a mejor y antiguo estado.{13} Tratado militar que escribió, por petición del Duque de Alba, entre enero y abril de 1568. La petición había llegado a Londoño el 11 de Enero de ese mismo año, y consistía en la orden de confeccionar un código básico que sirviera de guía para la posterior confección de los «bandos», elementos básicos de la legislación militar de la época.

El tratado incluye también una descripción del sistema de tercios comparándolo con el de las legiones de la Roma imperial, una descripción de las armas utilizadas en los tercios y normas para optimizar su efectividad en combate, y por último termina la edición de 1596 con la inclusión de un código disciplinario en las páginas 67 a 80. Para Londoño la disciplina se puede reducir a tres puntos claves: saber obedecer, no desestabilizar el dispositivo y nunca abandonar su puesto.

Estos tres puntos son desarrollados por Londoño para dar a los tercios una reglamentación necesaria que permita operar con la máxima eficacia tanto dentro como fuera del campo de batalla. Pero su mayor insistencia radica en los componentes de los ejércitos, insistiendo en que sus miembros deben ser buenos cristianos, puesto que ellos son representantes del rey católico en Europa. De ahí la prohibición de poner a saco las ciudades tomadas, como ejemplo de la relación que existe entre la imagen del rey católico en Europa y la actuación de sus tropas. Sin duda que en su pensamiento estaba presente el intento de evitar ver a su rey Felipe II en la misma tesitura en que se había visto su padre Carlos V después del saco de Roma en 1527. De nuevo el temor a que la capa cortical, como aquella que nutre al poder conjuntivo, se encuentre en peligro de declive al dejar de reclutarse las tropas en la península y se comiencen a reclutar en las provincias dominadas, lo que llevaría a una descentralización, a un separatismo de los verdaderos valores que debe guiar al ejército imperial.

Fuera de nuestras fronteras y con el fin de parar el avance español se produce a finales del XVI una importante bibliografía que podríamos situar en esta capa cortical. Muy especialmente tras las reformas acometidas por Mauricio de Nassau en el ejército de las Provincias Unidas.

La reacción de los españoles fue ver en la reorganización del ejército el fundamento del propio Imperio. La capa cortical sería, pues, la que sustenta al propio Imperio, puesto que es la que nutre al poder conjuntivo, de por sí bien desarrollado. Así se publican las obras de Marcos de Izaba, Cuerpo enfermo de la milicia española (1594); Ramón Ezquerra, Discurso en materia de Estado y guerra (1595); el citado Sancho de Londoño, Discurso sobre la forma de reducir la Disciplina Militar a mejor y antiguo estado (1596); Francisco de Valdés, Espejo y Disciplina militar (1596); Bartolomé Scarión, Doctrina militar (1598) o Avisos en materia de Estado y Guerra para oprimir rebeliones o hacer paces con enemigos armados, o tratar con súbditos rebeldes de Luis Valle de la Cerda (1583).

Para terminar con este tipo de teorías citar el famoso soneto de Quevedo, con especial atención en el último terceto en el que avisaba de los peligros que acosaban al Imperio desde el exterior.

Un godo, que una cueva en la montaña
guardó, pudo cobrar las dos Castillas;
del Betis y Genil las dos orillas,
los herederos de tan grande hazaña.

A Navarra te dio justicia y maña;
y un casamiento, en Aragón, las sillas
con que a Sicilia y Nápoles humillas,
y a quien Milán espléndida acompaña.

Muerte infeliz en Portugal arbola
tus castillos. Colón pasó los godos
al ignorado cerco de esta bola.

Y es más fácil, ¡Oh España!, en muchos modos
Que lo que a todos les quitaste sola
Te puedan a ti sola quitar todos.

Es de recibo contraponer esta composición con otra de un siglo anterior a cargo de Hernando de Acuña (1518-1580), la coyuntura había cambiado mucho en un siglo.

Ya se acerca, señor, o ya es llegada
la edad gloriosa en que promete el cielo
una grey y un pastor solo en el suelo,
por suerte a vuestros tiempos reservada;
Ya tan alto principio, en tal jornada,
os muestra el fin de vuestro santo celo
y anuncia al mundo, para más consuelo,
un Monarca, un Imperio y una Espada;
Ya el orbe de la tierra sienta en parte
y espera en todo vuestra monarquía,
conquistada por vos en justa guerra,
Que, a quien ha dado Cristo su estandarte,
dará el segundo más dichoso día
en que, vencido el mar, venza la tierra.

d) Teorías «arbitristas» basales

Suponen que el curso del Imperio desemboco en un colapso de la capa basal. Aquella capa formada por contenidos más o menos impersonales, que formando parte del entorno natural y cultural que nos rodea se nos presentan como configuraciones cuya conservación, transformación o reproducción pueden llegar a constituir objetivos de la acción política. Es una capa económica que se transforma en política al representarse como objetivo de los planes y programas de la sociedad política. Muchas son las posibilidades de explicación de la decadencia del Imperio desde este punto de vista: aumento progresivo de los latifundios y degeneración de los pequeños propietarios, gran aumento del poder del Consejo de la Mesta, la aparición de nuevas rutas comerciales que distorsionan el comercio tradicional castellano, &c.

Es esta una de las teorías más usadas en las explicaciones de estos teóricos. Así, Caxa de Leruela en su obra Discurso sobre la principal causa y reparo de la necesidad común, carestía general y despoblación de estos reinos (1627). Luego transformada bajo el título más conocido de Restauración de la abundancia de España. O prestantísimo, único y fácil reparo de su carestía presente{14} (1631). Justifica la idea de no ser la Mesta la causante de la ruina española como tantas veces se había defendido. La obra está dividida en tres partes fundamentales. En la primera analiza la situación agraria española. En la segunda se cuida de los males que sufre el pastoreo y los remedios jurídicos y políticos para su desaparición. En tercer lugar propone una serie de remedios globales y un nuevo ideal ganadero. Desde su puesto Alcalde Mayor y Entregador del Honrado Consejo de las Mestas y Cabañas, le permitía tener un gran conocimiento de los asuntos referidos a ganados y pastos. Desgraciadamente para sus intereses, aunque en 1633 mediante una pragmática de Felipe IV, se fijaba el derecho de arrendamiento de tierras a pastores, estableciendo las rentas a perpetuidad y aunque se nombraron comisiones para velar por los acuerdos, la oposición de la nobleza impidió llevarlo a cabo.

Dentro del mismo grupo de teorías estaría la obra de Francisco Martínez de Mata. Escribe una serie de Memoriales y Discursos{15} entre 1650 y 1660 sobre la situación económica del país y sus remedios. Sus preocupaciones se centraban en el despoblamiento y la situación de la Hacienda Real. Ve en la importación de manufacturas la causa de la decadencia española, proponiendo un sistema proteccionista. Sus propuestas sociales son más serenas, procura mantener una armonía general en la que todos los miembros de la sociedad tengan lo necesario, al menos, para llevar un modo de vida digno. Su obra causa gran impacto en Campomanes, que la reedita y le añade 408 notas, muestra del gran entusiasmo del ilustre hijo de Sorriba (Tineo), por el reformador y sus ideas{16}. Su principal obsesión estriba en la necesidad de aprovechar las aguas de los ríos para el regadío, lo que daría como resultado mejoras en las manufacturas. Sólo con el aumento de la producción agraria que determine el sustento y defensa de los intereses artesanales podrá el Imperio sostenerse. Son las manufacturas extranjeras las que producen la ruina de la producción nacional y la consecuente falta de trabajo y declive de la península. Bien es cierto que sus actuaciones estaban reducidas al ámbito andaluz donde como procurador de galeotes y miembro de la Orden tercera de San Francisco era perfectamente conocedor de la situación existente.

También, Lope de Deza ve en la agricultura el principal problema del imperio. Pero, frente a contemporáneos suyos como Valverde Arrieta{17} o el citado Caxa de Leruela, que reducen el problema agrario a la sustitución de bueyes por mulas en los trabajos de labor o a la situación de la cabaña ganadera, dando con ello soluciones parciales al problema, Deza decide tratar el problema en su totalidad, promulgando una reforma total, lo que seguramente le ha llevado a ser uno de los autores menos editados y usados debido a no ser útil para dar soluciones parciales a algunos problemas, promulgando un intento de solución totalizador. Su obra titulada, Gobierno político de Agricultura. Contiene tres partes principales. La primera propone la dignidad, necesidad y utilidad de la agricultura. La segunda diez causas de la falta de mantenimiento y Cobradores de España. La tercera diez remedios y las advertencias y conclusiones que de todo el discurso se puede sacar. Se publica en 1618 en Madrid en los talleres de la viuda de Alonso Martín de Balboa{18}. Está organizada en tres partes como su propio título señala.

1ª Parte. De la dignidad, utilidad y necesidad de la agricultura. Destaca la necesidad de la agricultura en toda sociedad humana, donde lo esencial es la búsqueda de alimento para subsistir.

2ª Parte. Diez causas de la carestía y falta de labradores en España. Descarta que la pérdida de capacidad productiva de la tierra sea la causa de las malas cosechas. Los males son anteriores y es necesario establecer unas medidas pertinentes. Diez son las causas de la decadencia:

  1. Emigración de los trabajadores a los territorios extrapeninsulares del Imperio español y el abandono de los campos
  2. Inmigración de extranjeros, que consumen, pero no producen
  3. Proliferación reciente de oficios superfluos e incluso perjudiciales a la sociedad
  4. Los censos al quitar
  5. Los tributos e impuestos nuevos
  6. Mucho coste que tiene la labranza y crianza
  7. Pleitos y actuaciones de los ejecutores y jueces de comisión
  8. Falta de privilegios para la agricultura. Insuficiencias de la Pragmática de 1594 a favor de los labradores
  9. Tasa del pan y ciertas actuaciones de los positos
  10. Descuido de la buena y lícita astronomía

3ª Parte. Diez remedios asociados a dichas causas. Entre causas y medios existe una simetría lógica: cada una tiene su específico remedio.

  1. Impedir la salida de los labradores y fomentar la emigración fuera de la península de los habitantes que en ella no fuesen útiles. Necesidad de un censo detallado
  2. Controlar la entrada de extranjeros, atendiendo a la utilidad de sus actividades para España y rechazando al resto
  3. Prohibir los oficios torpes y superfluos o tasar el precio de sus productos desincentivando estas actividades
  4. Supresión o, al menos, reforma profunda de los censos al quitar
  5. Los labradores no pagaran impuestos de lo que necesiten para mantener sus casas y labores. Suavizándose el proceso de cobra e impuestos
  6. Limitación de un par de mulas por labrador. Tasación de los jornales y regulación de los gastos en trajes y ornato de sus casas
  7. Habilitar las justicias ordinarias de los pueblos para que entiendan en pleitos en primera instancia y recauden impuestos. Contaran con la asesoría de un juez cabecera de jurisdicción
  8. Imposibilidad de encarcelar a los labradores por deudas civiles. Que dichas deudas no puedan ser ejecutadas en ganado de labor, barbechos, sembrados o cualquier parte de la cosecha precisada para su sustento y el de sus bestias de labor
  9. Fijación de tasas, no sobre el grano, sino sobre el pan cocido, acomodadas a la situación de cada provincia o jurisdicción. Los positos de grano sólo se harán en años de buenas cosechas
  10. Constitución de una junta de astrología para pronosticar el clima del año, así como el fomento de los regadíos

El discurso de Lope de Deza parte de la constatación de la esterilidad del suelo y la carestía de las cosechas. Toda su obra gira en el intento de explicar este hecho. Un hecho que no era una apreciación subjetiva suya. La investigación actual confirma ambas afirmaciones. Más discutible es afirmar que el descenso del número de labradores se produzca por la emigración a territorios extra peninsulares. Enfatizó de una forma exagerada este hecho, dejando de lado la fuga de esta mano de obra hacía las actividades urbanas. Situación esta que el mismo experimentaría por el crecimiento del cercano Madrid (entre 1597 y 1617, año de redacción de la obra de Deza pasa de 56.778 habitantes a 135.415){19}.

La influencia de la obra de Deza (o al menos las relaciones que desde su aparición se pueden establecer), son principalmente dos: la Pragmática de Evora de 1619 y los Capítulos de la Reformación de 1623. Centradas ambas en la recuperación de esa capa basal que se encontraba colapsada a ojos de las autoridades y no sólo de las miradas arbitristas.

El 18 de mayo de 1619 Felipe III firmaba en Evora una pragmática a favor de los labradores, cuya coincidencia con los planteamientos de Deza es notoria. Veamos sus principales disposiciones:

Al igual que esta pragmática algunos capítulos de la Reformación de 1623 coinciden con su obra. Entre ellos baste señalar al capítulo tercero dirigido contra la actuación de los jueces de comisión y los ejecutores, traspasando sus competencias a las justicias ordinarias. Lo legislado inmediatamente después de la aparición de su obra coincide con sus apreciaciones, especialmente en lo referido a los privilegios de los labradores. Por el contrario, la repercusión de su obra no tuvo la suerte de ser redescubierta, como en el caso anterior por los ilustrados.

e) Teorías «arbitristas» conjuntivas

Aquellas que suponen que la capa basal y cortical están sanas. El debilitamiento y posterior desintegración tendrían lugar por un desajuste en la capa conjuntiva. Bien sea por un error en los planes y programas de los gobiernos, debido a su continua improvisación; bien por una crisis de autoridad del ejecutivo; bien por las continuas indisciplinas padecidas por los distintos estratos de la sociedad: acaso por la situación de los mismos reinos y ciudades unidos dentro de la monarquía, al no ser posible contentarles a todos en sus necesidades y prerrogativas. Sin embargo, arbitristas como Luis Ortiz, Tomás de Mercado, Sancho de Moncada, Martín de Azpilicueta, González de Cellorigo o Fernández Navarrete entendieron que uno de los grandes problemas de la España del cambio de siglo era la pérdida de valores, que llevaba a sufrir un colapso conjuntivo que desembocaba en las situaciones antes descritas.

La burguesía y las clases medias, deseosas de prosperar, consideraron que para lograr el prestigio social y la nobleza lo primero que había que hacer era abandonar los oficios «viles», el trabajo manual y ciertas formas de comercio, e incluso borrarlos de la memoria familiar, máxime cuando muchos de ellos eran de origen judío. La mayoría, pues, sólo deseaba hacerse noble, vivir de las rentas, preferiblemente si estas provenían de la propiedad de la tierra, y gastar. En el fondo, lo mismo sucedía en el resto de Europa (lo que se ha llamado «traición de la burguesía»), pero en España gozó de un grado superlativo. Hasta que llegaron las quiebras.

Un ejemplo de esta actitud la encontramos en el abuelo de Santa Teresa de Jesús, condenado en 1485 en Toledo por la Inquisición, acusado de converso judaizante. Tras sufrir condena marchó a Ávila, compró tierras y pasó por hidalgo. A su hijo, padre de la santa, se le reconoció como noble (aunque su expediente dejaba clara su ascendencia judía), pero se las ingenió para que los encargados de la investigación pasaran por alto este detalle. Así consiguió la exención fiscal correspondiente y todos los privilegios inherentes al estamento nobiliario, si bien éste sólo podía mantenerse con una economía desahogada, pues el hidalgo arruinado, tan presente en la literatura picaresca, resultaba ya por entonces ridículo.

Muchos son los ejemplos representativos de esta postura de colapso conjuntivo. Entre ellos señalaremos, para comenzar con un cierto orden cronológico, la obra de Martín González de Cellorigo, oriundo de la de la villa de Cellorigo, en La Rioja, de una familia según sus palabras de vieja nobleza castellana. Abogado del Santo Oficio y de la Chancillería de Valladolid durante veinte años. De lo poco que sabemos de su vida es que parece se dedico a ser una persona cultivada y de marcada independencia. En 1592 acompaña en Valladolid al príncipe heredero, llevando como abogado de la Inquisición el estandarte de la Fe.

Cuando en 1597 publica su segundo Memorial sobre los moriscos, el mismo Felipe II, impresionado por la obra le encarga la redacción del Memorial{20} económico de 1600. En el momento de enviarlo muere el rey por lo que lo remite a su hijo.

Dos son las cuestiones que preocupan a Cellorigo, como responsables básicas de la decadencia. La principal, el esquema de valores y actividades con respecto al ahorro y la inversión. Reprocha ser consumidores irreflexivos y ostentosos, ociosos rentistas, pícaros, especuladores, dedicados a la mera creación de riqueza.

Parecería por tanto que deberíamos encajarlo más en la capa basal, por sus preocupaciones económicas, pero resulta que el atraso económico se ha producido por el arraigo de las virtudes calvinistas en nuestra sociedad: la gente ya no trabaja al caer en la picaresca y la colocación a préstamo. Advirtiendo, del mismo modo, de los peligros de la ostentación y los intentos de emulación social en la que han caído los mercaderes enriquecidos.

La presencia de la obra de Max Weber a la hora de tratar estos temas es perenne. Pese a que sus posturas hayan sido puestas en cuarentena por investigaciones posteriores{21}.

Estas posturas contrarias a las tesis de Weber encuentran en el licenciado vallisoletano un antecedente. Sostiene que el atraso económico de España se debe a que la gente no trabaja al lograr vivir de la picaresca y la puesta a interés de sus capitales mediante los censos. Advierte del daño causado al consumo por estas medidas que llevan a la ostentación y a los intentos de emulación social.

La ostentación del consumo iba contra lo promulgado por la contrarreforma. Sólo en Italia se encuentra una justificación teológica de tales prácticas, en España ni siquiera es posible buscarlas. Los capitales dados a censo deben ser invertidos productivamente. Hay que canalizarlos y dinamizarlos como fuente de riqueza

Esta nueva ética que aparecería a través de la interpretación que los franciscanos dan de la obra de Santo Tomás donde presentan la ética cristiana de forma dinámica, en la que el deseo y la posibilidad de enriquecimiento son una consecuencia de las virtudes de la providencia que concede a los hombres y, por tanto, queridas por Dios siempre que se procuren por medios legítimos.

Sus próceres serán el cardenal Gaetano, San Antonio de Florencia o San Bernardino de Siena. El deseo y la posibilidad de enriquecimiento son consecuencia de las virtudes que la providencia concede a los hombres y, por tanto, queridos por Dios siempre que se procuren por medios lícitos.

La prohibición de los prestamos a interés por parte de los moralistas católicos significaba que era necesario que el dinero se transformase en capital. Improductivo bajo la forma de préstamo, productivo bajo la forma de capital. El capital es creador{22}.

La decadencia española se produce debido a que los españoles no se han guiado por estos criterios de ética económica. Conclusión: los españoles no se empobrecieron por ser buenos católicos, sino por no serlo. Esto es lo que ha destruido a la república, los españoles ateniéndose a las rentas se han despreocupado de las ocupaciones virtuosas.

En la misma línea se encuentra Sancho de Moncada catedrático de Sagrada Escritura en la Universidad de Toledo, ciudad a la que estará vinculada toda su vida. Ha pasado a la historia por haber publicado en 1619 la Restauración Política de España.{23} Dicha publicación viene precedida por una especie de resumen de 1618 titulada Suma de ocho discursos. Aquí estudia principalmente el problema de la renta, mientras que en la versión íntegra de 1619 destaca en primer lugar el problema de la agricultura.

El núcleo central de su libro reafirma la idea de la decadencia española como consecuencia del descubrimiento de América y la importación de metales preciosos que hizo elevar los precios de nuestras manufacturas. Debido a la carestía que produce el fenómeno de la desviación del nivel español de precios con relación al mercado europeo.

La verdadera restauración de la riqueza española sólo se puede alcanzar con una doble medida: no sacar de ella materias primas y prohibiendo la entrada de manufacturas extranjeras. Pero, señala hábilmente, para que el rey no tome medidas tan impopulares bastaría con que se estableciesen unos impuestos (alcabalas) a la importación para que esta, aunque no de derecho, quedase prohibida de hecho.

La estructura de la obra es la siguiente:

Discurso 1º. Riqueza firme y estable de España. El daño de la economía española lo produce la importación de mercancías extranjeras, el remedio único y radical es la veda de tales mercancías en nuestro territorio.

Discurso 2º. Población y aumento numeroso de la nación española. Ante la grave crisis demográfica que estaba teniendo la península se propone nacionalizar la industria y el comercio. Ello sólo podría redundar en el aumento de población.

Discurso 3º. España con moneda y plata. Aborda el problema monetario. No es tanto problema la abundancia de metales preciosos en nuestro suelo como el mal uso que se hace los mismos, al abandonar la producción de bienes. La solución se encuentra en el fomento de la agricultura, restauración del comercio y la producción nacional.

Discursos 4º, 5º y 6º. Sobre el problema del empeño de la hacienda real. Propone dos tipos de medidas: Desarraigar el fraude y la ineficacia de la administración de la Hacienda real y luchar para no permitir que el producto de las rentas estuviera en manos de prestamistas extranjeros. La salida era la reforma del sistema tributario, especialmente en las alcabalas sobre los cereales.

Discurso 9º. Nueva e importante Universidad de la Corte de España. Consistiría en establecer un centro docente en la corte donde se preparasen juntos el Príncipe y los hijos de los Grandes en cuyas manos estaría en breve la administración del Estado.

La aportación más importante de su obra es su radicalismo mercantilista en busca de un proteccionismo a ultranza, así como la nacionalización de toda vida económica y política. Si transformamos el mal uso que se ha dado a los grandes beneficios del Imperio, el resurgir y esplendor pasado volverían. Hay que transformar este mal uso de las riquezas para que no beneficien a unos pocos, sino a la sociedad en su conjunto.

Otro toledano ilustre Jerónimo Cevallos, abogado y regidor de Toledo, que comparte las tesis de Moncada, iba más lejos en la crítica: «Jamás se han visto tantos tribunales y menos justicia, tantos jueces y senadores y menos cuidado de la República, tantas leyes, abogados, escribanos, notarios y menos escuchada la causa del pobre».{24}

También situaríamos entre las teorías de colapso conjuntivo a Rodrigo de Fuenmayor. Escribe hacia 1630-34{25} un Memorial al rey proponiendo un sistema mediante el cual se expropiarían todos los títulos de deuda pública, los juros, con el objeto de sanear la Hacienda Real, fortaleciendo al reino reduciendo la presión fiscal y aumentando el ejército. Años más tarde intentó poner en práctica sus intenciones, provocando en 1665 una sublevación contra la oligarquía en su ciudad natal. El pensamiento político de Fuenmayor pretendía objetivos extraordinariamente ambiciosos, solucionando los problemas a los que se enfrentaba la Corona y Castilla en su conjunto. Proyectando recuperar las finanzas para mantener el agónico imperialismo castellano, proyecto no abandonado ni por la corte, ni por la sociedad.

En primer lugar se debe sanear la Hacienda Real, redistribuyendo los oficios debía de estar presente el intento de reforma de Olivares boicoteado por las Cortes y el corporativismo de leguyelos a los que les resultaba imposible no despreciar. El segundo de los objetivos, de forma jerárquica, es la redistribución de los oficios públicos en la administración, atendiendo al criterio renacentista del mérito. El futuro del reino descansaría ahora sobre el estado plebeyo y de su capacidad colectiva para generar riqueza. Es el rey y sus ministros los que deben darse cuenta de este cambio de coyuntura y adaptar los nuevos planes a la situación que se avecinaba.

También a Pedro Fernández de Navarrete lo situaríamos en las teorías que ven la decadencia imperial en la capa cunjuntiva. Su obra Conservación de Monarquías, toma como inspiración la consulta realizada por Felipe II al Consejo de Castilla para remediar los males del reino y contestada por el citado Consejo en 1619 y de la que anteriormente hablábamos.

Una edición preliminar y más corta de su obra se publicó por Sebastián de Cormellas en Barcelona en 1621, con el título de Discursos políticos. Fue esta una edición que no contó con el permiso del licenciado, como él relata de forma divertida en una carta al Bachiller Miguel de Prats. En 1626, una edición aumentada ve la luz en Madrid con el título de Conservación de Monarquías y discursos políticos sobre la gran consulta que el consejo le hizo al señor Rey Don Felipe III.{26} Siendo dedicada la obra al presidente del Consejo de Castilla. Su objetivo realizar un comentario sobre la consulta.

El libro está organizado en cincuenta discursos de diferentes longitudes, de los cuales los cinco primeros forman una corta introducción y los dos últimos la conclusión. Pero, una comparativa de la estructura de la obra y de la consulta presenta diferencias significativas (los paréntesis representan los números de los discursos).

Consulta 1619Conservación de Monarquías 1626
1. Despoblación.1. Despoblación. (VI-XVII)
2.Financias: impuestos, ganancias, pensiones y subsidios.2. Impuestos y ganancias. (XVIII-XXIII)
3. La Corte.3. Mercedes y subsidios. (XXIV-XXX)
4. Costumbres lujosas.4. Costumbres lujosas. (XXXI-XXXVIII)
5. Agricultura y campesinos.5. Agricultura y campesinos. (XXXIX-XLI)
6. Monasterios y educación.6. La Iglesia: regular y secular. (XLII-XLV)
7. Venalidad de oficios.7. Educación y venalidad de oficios. (XLVI-XLVIII)

Tanto uno como otro remarcan la despoblación de Castilla, pero mientras el Consejo se ocupó más de los gastos de gobierno, Navarrete atendió a las ganancias de la Corona. Ambos enfatizan en la necesidad de librarse de gente superflua, aunque este de forma menos explícita. Ambos tratan de forma breve de la agricultura y los campesinos, la iglesia, instituciones de enseñanza y venta de oficios.

Pero para Navarrete, los problemas de España son percibidos más en conjunto que por el Consejo, ya que todos ellos no son más que diferentes manifestaciones de un sólo problema. La despoblación, la pereza, la iglesia, la educación, la pobreza, no eran más que el resultado del abandono de las virtudes tradicionales y ancestrales de los antepasados. El único remedio aconsejable es obrar con templanza para lograr el regreso de esos valores.

El Imperio está a punto de quebrarse, no por causa de la mala economía, ni por la presión de las potencias protestantes en las fronteras y la continua entrada de estos hombres en nuestros ejércitos o en nuestro territorio. El gran problema son las dolencias internas de la sociedad española. Es esa capa conjuntiva del Imperio la que desde el primer momento se mostró como más débil, llegando ahora a arrastrar consigo al resto de las capas al producirse el mayor de los problemas que la podían golpear: la existencia de un rey dominado por la voluntad arbitral del valido. No siendo más que un juguete en manos de las distintas facciones de nobles que sólo buscan su propio beneficio y no el del reino.

f) Otros arbitristas

Como tradicionalmente se viene sosteniendo, en ellos se encuentran unos de los antecedentes de nuestro pensamiento económico y por ende, de la ciencia de la economía política. Sus obras influyen notablemente en los ilustrados y renovadores del XVIII. Junto a los nombres citados podríamos añadir algunos otros como: Luis Valle de la Cerda, Desempeño del Patrimonio de Su Majestad y de los reinos, sin daño del Rey y vasallos y con descanso y alivio de todos. Por medio de erarios públicos y Montes de Piedad (Madrid 1600); Pedro Hurtado de Alcocer Representación a la Sacra, Católica, Real Majestad del Rey don Felipe III, sobre las causas y remedios de la despoblación de España y de los males y miseria que padecen los vasallos (1619, publicado en Madrid en 1806); Mateo Lisón y Biedma, Discursos y apuntes en que se trata de materias importantes del gobierno de la monarquía (1622); Pedro López de Reyno, Memorial (1624); Melchor de Soria y Vera, Tratado de la justificación y conveniencia de la tasa del pan (Toledo 1627); Ángel Manrique, Socorro del clero al Estado, escrito por un religioso de 1624 (Salamanca 1624); Jacinto Alcazar de Arriaza, Medios políticos para el remedio único y universal de España; Miguel Álvarez y Osorio, Discurso universal de las causas que ofenden a esta monarquía (1686), Extensión política y económica (1686); Damián de Olivares, Memorial sobre las fábricas de Toledo.

Baste citar, para terminar, sólo algunas breves referencias para observar la importancia de estos autores. Así, la teoría cuantitativa de la moneda fue expuesta antes, al menos doce años antes, por Martín de Azpilicueta que por Jean Bodin, o que Francisco Martínez de Mata se había adelantado nada menos que a Petty (1623-1687) en su defensa del gasto suntuario como multiplicador de la ocupación y redistribuidor de la riqueza{27}.

Por último decir que tampoco se puede afirmar que el arbitrismo es un fenómeno exclusivamente castellano –ahí están los catalanes Damians, Dalmau, Peralta, Soler, el aragonés Dormer, el portugués Duarte Ribeiro de Macedo–, ni se conformó con soluciones alicortas. Del mismo modo, fue constante la atención al exterior –desde América (no sólo desde y para España), hasta la China en los Discursos de Moncada, por ejemplo–; intensa la percepción de la complejidad del mundo y de la economía que lo gobierna, con una sorprendente intuición de la dialéctica económica –«el no haber dinero, oro ni plata en España es por haberlo y el no ser rica es por serlo», según la paradoja de González de Cellorigo–; en fin, todos indagaron en las soluciones aplicadas en Europa.

Buena parte de las quimeras de una España surcada por acequias y canales navegables y un Madrid comunicado con los mares, que aún le parecía operación sencilla al sesudo don José de Carvajal y Lancaster –y que se volvería a intentar a fines del XVIII por un grupo de nobles metidos a proyectistas–, no eran sueños ni locuras sino intentos apasionados de aplicación de lo que se veía en la Europa de los grandes ríos.

g) La obra de Manuel Colmeiro y su Clasificación de los arbitristas

No es posible terminar un artículo sobre los arbitristas sin reconocer la enorme labor desarrollada en la recuperación de esta tradición a cargo de Manuel Colmeiro y Peñido (1818-1894){28}. Nacido en Santiago de Compostela en 1818, estudió en la Universidad de esa ciudad Filosofía (1829-32) y Derecho (1838), doctorándose en 1841. Tras ejercer como profesor de Economía Política en esa misma Universidad (1840-42) obtuvo en 1947 las cátedras de Economía Política en Santiago y de Derecho Administrativo en Madrid. Fue miembro de la Real Academia de la Historia y de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas (1857) de la que fue su primer bibliotecario (1859-1894). También fue Diputado en Cortes y Senador. Manuel Colmeiro{29} ejerció una influencia trascendente sobre la opinión posterior sobre estos autores. Al considerar que el gran error de la economía española del XVII había sido la insistencia en el proteccionismo y la tendencia a acumular oro y plata. Situación a la cual contribuyeron los arbitristas, como símbolo de la decadencia española, convirtiéndose en unos tontos muy peligrosos.

En su magna obra dividió a estos en tres tipos: aquellos que eran hombres honorables y actuaban de buena fe. Aquellos otros que prometían milagros. Por último, los que él consideraba más peligrosos, los facinerosos que cometían fraudes y robos. Estudioso de la ciencia de la economía política, no podía soportar las perspectivas inexpertas y acientíficas de estos personajes. De cualquier forma hay que decir que siempre consideró –probablemente a los máximos representantes– como a políticos que no pensaban curar de un solo golpe las enfermedades de España.

Como economista realizó un importante trabajo de investigación sobre la historia económica de España y el pensamiento económico español cuya influencia llega hasta nuestros días{30}. Como teórico evolucionó de una postura inicial proteccionista, muy influido por Blanqui y Flores Estrada, hasta llegar a ser en sus últimos textos un ferviente defensor del liberalismo.

Su modo de plantear la historia del pensamiento político español consiste en una síntesis equilibrada de las más diversas fuentes e influencias. Para Colmeiro la aparición de los arbitrios es paralela al largo proceso que sufre nuestro país acabada la guerra con los moros.

Es entonces cuando la milicia armada cede su puerto a la milicia togada. El descubrimiento de América dilata los horizontes del comercio. La diplomacia penetra en el gabinete de los reyes. Las cuestiones políticas se transforman en meras cuestiones mercantiles. Un clamor universal despierta a los escritores políticos a formular de modo especulativo diversos informes que van emparejados con la relación de los actos del gobierno. Pero, el análisis de la obra de Colmeiro y su visión de los arbitristas la dejaremos para mejor ocasión.

Notas

{1} «Persona que inventa planes o proyectos disparatados, para aliviar la Hacienda pública o remediar males políticos.» RAE.

{2} Jean Vilar, Literatura y economía: la figura satírica del arbitrista en el Siglo de Oro, Madrid 1973.

{3} Conservación de Monarquías, Discurso XXXIX.

{4} Restauración de la abundancia de España, pág. 60.

{5} Las referencias a este aspecto son comunes en toda nuestra literatura. En el caso de Quevedo se puede analizar a título de confirmación el capítulo XVII de Los Sueños o el VIII de El Buscón.

{6} Evaristo Correa Calderón, Registro de arbitristas economistas y reformadores españoles (1500-1936), Fundación Universitaria Española, Madrid 1981.

{7} Mística Ciudad de Dios. Edición del Convento de Religiosas Concepcionistas de Ágreda, Madrid 1992.

{8} Primer ensayo sobre las categorías de las 'ciencias políticas', Logroño 1991, págs. 285 y ss.

{9} Ibid., págs. 181 y ss.

{10} El texto de la respuesta del Consejo ha sido publicado por Ángel González Palencia, La Junta de Reformación, Valladolid 1932.

{11} Discursos de Bernardino de Escalante al Rey y sus Ministros (Recopilación de textos entre 1585 y 1605), Santander 1995; y Diálogos del Arte Militar (Sevilla 1583), Santander 1992.

{12} Manuscrito 5785, pág. 168.

{13} En Bruselas en Casa de Roger Velpius en el Águila de Oro cerca de palacio 1596.

{14} Nápoles 1631. Edición moderna a cargo del Instituto de Estudios Fiscales-Ministerio de Hacienda, Madrid 1975.

{15} Edición moderna a cargo de la Editorial Moneda y Crédito, Madrid 1971.

{16} Apéndice a la Educación Popular, Madrid 1775, vol. I, pág. 443, y vol. IV, págs. 1 y siguientes.

{17} Despertador que trata de la gran fertilidad, riquezas, baratos, armas y caballos que España solía tener, y la causa de los daños y faltas con el remedio suficiente, Madrid 1578.

{18} Edición moderna a cargo del Instituto de Estudios Fiscales, Madrid 1991.

{19} David Ringrose, Madrid y la economía española, 1560-1650, Madrid 1985, pág. 43.

{20} Edición moderna a cargo del Instituto de Estudios Fiscales, Madrid 1991.

{21} G. Marshall, En busca del espíritu del capitalismo, FCE, Méjico 1986.

{22} Werner Sombart, El burgués: contribución a la historia espiritual del hombre económico moderno, Alianza, Madrid 1998.

{23} Madrid, Luis Sánchez.

{24} Jerónimo de Cevallos, Arte real para el buen gobierno de los Reyes y Príncipes y de sus vasallos..., Toledo 1623, pág. 125. Del mismo, Memorial para suplicar al rey (Felipe III) que se prohíba la entrada de mercaderías labradas fuera del reino..., Toledo 1620.

{25} Se desconoce la fecha de redacción, como sucede en la mayoría de los memoriales, peticiones o informes enviados a la corte, ya que su fecha real era la de presentación que quedaba asentada en el libro de matrícula del Consejo mediante una certificación emitida por el escribano receptor, siempre que el otorgante la solicitase.

{26} Edición moderna a cargo del Instituto de Estudios Fiscales, Madrid 1982.

{27} L. Perdices y J. Reeder, El mercantilismo: política económica y Estado nacional, Madrid 1998.

{28} Alejandro Nieto García, Manuel Colmeiro (1818-1894): estudios conmemorativos de su primer centenario, Xunta de Galicia 1995.

{29} Historia de la economía política española, especialmente en el 2º tomo.

{30} Discurso de los políticos y arbitristas españoles de los siglos XVI y XVII y su influencia en la gobernación del Estado, leído por Manuel Colmeiro en la Real Academia de la Historia, Madrid 1857. Historia de la Economía Política en España, Madrid 1863 y Biblioteca de los economistas españoles de los siglos XVI, XVII y XVIII, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Madrid 1880, reeditado en 1947, 1954 y 1979.

 

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