Nódulo materialistaSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org


 

El Catoblepas, número 100, junio 2010
  El Catoblepasnúmero 100 • junio 2010 • página 9
Artículos

Los cien primeros números de El Catoblepas

Marcelino Javier Suárez Ardura

Impresiones sobre la revista El Catoblepas
con motivo de la publicación del número 100

índice del numero 1, marzo de 2002
El Catoblepas
marzo 2002
número 1
índice del numero 25, marzo de 2004
El Catoblepas
marzo 2004
número 25
índice del numero 50, abril de 2006
El Catoblepas
abril 2006
número 50
índice del numero 80, octubre de 2008
El Catoblepas
octubre 2008
número 80

El Catoblepas cumple cien números. Llegar a esta cifra, en una revista de sus características, se puede considerar una edad crucial; pocas son las que alcanzan y cruzan este umbral como consecuencia de la alta mortalidad infantil, de la morbilidad por corrupción o sencillamente de la muerte por accidente –incluyendo aquí los asesinatos no esclarecidos–. Podemos convenir en que cien números constituyen una cifra que confiere a quien la alcanza y aun la sobrepasa un estatuto diferente, tanto si se ve desde el interior como de cara al exterior de la institución. La revista Geocrítica llegó a cien números y luego fue absorbida, por decirlo así, por internet. Ocurrió con ella algo similar a lo que sucedió con el Canal de Castilla que fue adelantado por el ferrocarril antes de que llegase a hacerse efectiva su función de canal. Geocrítica cumplió cien números en diecinueve años, entre 1976 y 1995, dando a luz en cada número a un solo artículo. El Catoblepas, mes a mes, durante ocho años ha salido a las pantallas de miles de ordenadores manteniendo su estructura y reafirmando su definición intensional en tanto que revista crítica del presente.

A nuestro juicio, precisamente su definición como revista crítica del presente podría haber constituido ya el primer obstáculo a su desarrollo. Obstáculo derivado del hecho según el cual con un sintagma que utiliza términos tales como «crítica» y «presente» se podría estar diciendo todo y nada a la vez. He de apresurarme a señalar que no es éste el caso de El Catoblepas –y ello constituye un mérito de Nódulo Materialista–, porque cualquier otro título podría presentarse como ampuloso, pretencioso o simplemente pletórico de significado, y por ello confuso. Ha sido un acierto que, unido al hallazgo de una institución angular como la del catoblepas para nombrarla, nos permite verificar que esta revista crítica del presente comienza a tener una peculiar conformación morfológicamente determinada. Esto significa muchas cosas, pero, por de pronto, las dos siguientes. Por un lado, El Catoblepas –como también El Basilisco–, aun considerando su determinación angular, con todas las connotaciones que se quiera, mantiene una distancia que le otorga cierta neutralidad filosófica con relación a otros rótulos como pudieran ser Verdad, Progreso, Ilustración, Igualdad, &c., que acaso en el momento de aparecer coronando la portada del primer número proyectaría ipso facto la sombra de sus contrarios, alternativos, &c., dando lugar ya a una cartografía minimalista de estilo maniqueo. Y sin embargo, El Catoblepas, sin renunciar a su inserción en la biocenosis constitutiva de este tipo de publicaciones procede tomando distancia respecto a aquellas rotulaciones abstractas (Verdad, Progreso) y por tanto de muchas revistas que pretenden emular su mismo estilo

Por otro lado, porque el espacio ocupado por el sintagma «revista crítica del presente» desplaza del mismo lugar que ocupa a otros posibles títulos que pudieran hacer referencia, por ejemplo, a la Cultura o a la Filosofía (acaso revista de critica cultural o revista de crítica filosófica…). Y con ello se blinda contra los lugares comunes que aparte de presuponer la falsa idea según la cual llegarían a más público son en todo punto borrosos. Primero, porque mediante el término «cultura» se estaría aludiendo a una idea oscura y confusa cuya concreción positiva no sería otra cosa que el resultado de circunscribir determinados materiales antropológicos de manera unilateral y artificial; y segundo, porque el término «filosofía», parafraseando una célebre locución, se dice de muchas maneras y, por lo tanto, no se trata tanto de que desde El Catoblepas se haga una filosofía –que no se niega– sino de que en el mismo Catoblepas se den cita ensayos, artículos, comentarios, discursos, notas, presentaciones, noticias, prólogos, reseñas, extractos, debates, &c., y que en sus páginas, en el ejercicio, tenga lugar la crítica filosófica.

Así pues, El Catoblepas, revista crítica del presente no se define –no está entre sus intenciones– ni como una revista cultural, en el sentido de la cultura circunscrita ordinariamente por las revistas al uso, ni como una revista de filosofía (o sus sustitutos: ética, epistemología, ontología, filosofía del lenguaje, filosofía moral, &c.).

Y, sin embargo, hasta los menos avispados podemos ver que entre los temas que se abordan en sus páginas se encuentran contenidos a los que podríamos llamar sin dudarlo culturales y filosóficos. Pero tampoco se trata de que en El Catoblepas hallemos una revista generalista –es cierto que ni en las intenciones explicitadas por Nódulo Materialista ni en la presentación de la revista se habla de un programa específico para la misma–; la gran variedad de temas abordados, las múltiples perspectivas desde las que se enfoca un mismo tema y las vasta cartografía levantada a partir de las tectónicas políticas, sociales, religiosas, antropológicas, biológicas, físicas, históricas, &c., que van dando lugar a su textura es resultado del «necesario interés» por las cosas mismas del presente. La abigarrada rugosidad constitutiva del presente queda reflejada en cada una de las instantáneas que se han disparado en sus cien números. Concedamos que se trata más de un estilo cubista sintético que analítico, pero señalemos acto seguido que cada una de las partes cubistas que podríamos interpretar en sus páginas se cruzan cortándose en el plano fijo armado por El Catoblepas. De esta manera cada pieza, cada página, cada artículo podría considerarse como una estructura específica centrada en un tema en el que está verdaderamente especializada. El estilo generalista que acaso pudiéramos atribuir a El Catoblepas no sería otra cosa que la resistencia a un gnosticismo propio de aquellas especializaciones que se recortan ante un tema o una disciplina de espaldas al hacerse del mundo: la especialización de las revistas de Epistemología, de las revistas de Ética, de las de Filosofía del Lenguaje, y aun de las de Filosofía.

Cien números, a razón de unos veinte artículos por cada número, nos ponen ante una cifra de alrededor de dos mil trabajos, lo que significa también dos mil colaboraciones. Y esto constituye ya una decantación de materiales estratigráficos de un importante espesor y densidad. Aunque no es este el lugar ni el momento, podemos decir que acaso ya tengamos los elementos necesarios para iniciar una historia de la revista, aun cuando sea sólo a tenor de algunas de las polémicas habidas en sus páginas. En efecto, cuando relacionamos estas polémicas con los acontecimientos económicos, políticos y socioculturales de los últimos ocho años comienza a dibujarse un eje cronológico con ritmos propios donde la inercia de El Catoblepas, en tanto que institución, se mantiene en virtud de la energía que toma del entorno con unas modulaciones propias. En otros contextos tecnológicos hubieran sido necesarios muchos años (lustros, a veces décadas) para que unos autores tuvieran noticia de otros y respondiesen a sus envites. En ocho años, El Catoblepas conoce en sus páginas polémicas que se han producido casi a la escala y con la inmediatez de las discusiones de los diálogos platónicos. Con mayor o menor acierto de los distintos interlocutores, las polémicas están ahí configurando determinadas posiciones de los campos de batalla. A través de ellas observamos el despliegue de una impedimenta argumental que de otra manera habría sido imposible dada la anquilosante parálisis a la que suele estar sometida la actividad de la crítica filosófica por la corrección política. Se colige de ello –como asiento en el haber de Nódulo Materialista– la falta de prejuicios de los redactores, estigma del que adolecen la mayor parte de las revistas. Aclaremos que no se trata de una falta de prejuicios absoluta, lo cual sería imposible, sino de una falta de prejuicios con relación a lo que ordinariamente se estima como políticamente correcto.

Una ojeada a la sección Polémica nos permitirá ver el importante número de debates y la riqueza de enfoques, perspectivas y planteamientos que se han suscitado en su recorrido. Pero la sección Polémica nos posibilita atisbar también la conexión –tampoco de manera absoluta– entre otras secciones como los Artículos y los Comentarios. Entre las tres, se va formando un trenzado que desvela que estamos ante algo más que un simple agregado de piezas inconexas.

Hasta la fecha se han suscitado treinta y cuatro situaciones polémicas que han movilizado ciento noventa intervenciones sobre filosofía política, antropología filosófica, filosofía de la religión, filosofía de la historia, ontología, economía política, filosofía de la cultura, filosofía moral, filosofía de la televisión, gnoseología de las matemáticas y de las ciencias naturales, historia de España y algunos otros temas más específicos y puntuales. Esto significa, por una parte, que los interlocutores están dispuestos a subir a la palestra en el espacio que les ofrece El Catoblepas, como demuestra una floración de artículos tan abundante y variada; y, por otra, que objetivamente se va formando una textura polémica que va cubriendo poco a poco una gran variedad de provincias filosóficas. Así pues, podemos decir sin miedo a equivocarnos que la sección Polémica desempeña una función estructural. No en vano Nódulo Materialista ha elegido el nombre de un animal mitológico que destruye a quien tan sólo le mira. Añadiríamos, forzando la figura, que el catoblepas es la metáfora de la revista, acaso una metáfora que estaba ya contenida en el título y que empezó a hacerse realidad a partir de los primeros números.

Es necesario trazar unas pinceladas muy generales sobre los púgiles –generales quiere decir aquí que procuraremos no referirnos a los individuos con nombres y apellidos a fin de no perder el enfoque que sobre la institución estamos intentando esbozar en estas líneas– orientadas a poner de manifiesto una de las características que, a nuestro juicio, mayor frescura aporta. Los autores que publican en El Catoblepas están condenados a ser hijos de su propia obra. No hay otro principio de autoridad que sus propios argumentos, no hay títulos de hidalguía salvo que se interpreten en el sentido que Huarte de San Juan dio en el Examen de ingenios para las ciencias: «El español que inventó este nombre, hijodalgo, dio bien a entender la doctrina que hemos traído. Porque, según su opinión, tienen los hombres dos géneros de nacimiento: el uno es natural, en el cual todos son iguales; y el otro, espiritual. Cuando el hombre hace algún hecho heroico o alguna extraña virtud y hazaña, entonces nace de nuevo, y cobra otros mejores padres, y pierde el ser que antes tenía: ayer se llamaba hijo de Pedro y nieto de Sancho; ahora se llama hijo de sus obras (de donde tuvo origen el refrán castellano que dice cada uno es hijo de sus obras)». En las páginas de El Catoblepas no importa, pues, que la Iglesia tenga doctores, porque todo título de hidalguía no será más que ser «hijo de nada», sin los argumentos pertinentes; el único credo de autoridad es el argumento dialécticamente opuesto al del interlocutor, saliendo al paso allí donde el púgil contrario dirija el golpe.

Probablemente esto guarde relación con su textura generacional y profesional. Dos de los rasgos que han ido conformando la faz de El Catoblepas y que a mi juicio lo dotan de una gran riqueza de posiciones y de puntos de vista son, por un lado, que desde una perspectiva generacional nos encontremos con autores comprendidos en un amplio arco de edad y, por otro, que estos autores provengan o estén relacionados con ámbitos categoriales y profesionales muy variados. El Catoblepas no es un revista de gerontes, pero tampoco una revista de filósofos (en el sentido burocrático-administrativo de la palabra) o de historiadores o de matemáticos, &c. Como podemos ver, un breve paseo por la sección Polémica nos la revela ya conformada con unos rasgos que manifiestan la estructura de una publicación dinám= ica, pujante y singularizada.

Desde luego, si hemos comenzado por la sección Polémica es porque desde aquí se aprecia la temperatura de la institución acaso con una precisión extraordinaria. Pero El Catoblepas no se reduce a ella. De alguna manera, esta sección puede verse como el resultado del cruce de argumentos, contraargumentos y réplicas originados en una región o ámbito categorial concretos, generando en torno a sí un remolino de radio más o menos amplio susceptible de ser acotado como una diatriba. De manera que se podría decir que no existe una sección denominada Polémica con sustancia propia sino que los temas que dan contenido a tales polémicas se van gestando en las distintas secciones (estén o no representadas), en la medida en que éstas puedan ser vistas como el resultado de un proceso orientado a dibujar el mundo y, por tanto –y en relación con otros croquis o representaciones contra las que se quiera distinguir–, como la expresión del mismo mundo. El lienzo que se descuelga en la pantalla del ordenador cada mes, mostrando un sumario con veinte páginas –algunas arriba o abajo–, podrá ser comparado con un tapiz –admitamos que pueda haber flecos en el envés–, pero en todo caso no podremos decir que estamos ante la agotadora monotonía de un paño de sebka.

La sección Polémica nos remite de inmediato a otras –contamos, en su corto recorrido, treinta y cinco secciones, entre activas e inactivas–. No hace falta destacar cada una de las que se adornan con firma de autor, pero sí es menester indicar cómo a partir de ellas, de su concurrencia mes a mes a las páginas de El Catoblepas, se ha ido formando el paisaje característico de la revista. Cada autor labra sus aportaciones a partir de los temas o problemas que encuentra en su itinerario y con ellos acuden a la revista, pero a partir de aquí ésta queda conformada como una institución donde resalta el relieve de las firmas.

Hay algo más que decir de las secciones de El Catoblepas –miramos tanto a las hoy abiertas como a las cerradas–. Cualquier lector medianamente atento observará que algunos de los rótulos se parecen o son lo mismo que podríamos encontrar en cualquier otra revista al uso. Así, por ejemplo, secciones como Artículos, Comentarios, Estética, Cine, Libros o Política parecen títulos sacados del sumario de cualquier revista, aunque la perspectiva según la cual los autores enfoquen los temas en sus respectivas aportaciones nada tenga que ver con los tratamientos que ordinariamente se estilan. Pero sin duda hay rótulos más difíciles de encajar como nombre de una sección de una revista. En este sentido, entendemos Animalia, Diablo Hispano, Fascismo en España, Ante la República Popular China o Filosofía del Quijote, rótulos que semejan más títulos de artículos que secciones propiamente dichas. Esta caracterización por lo que he podido ver consultando otras revistas –digitales y manuales– singulariza a El Catoblepas como una publicación en cierta media anómala. Sin embargo, tal anomalía deberá ser entendida como el resultado de una observación poco atenta. Pues cuando nos atenemos a su racionalidad interna lo que pudiera entenderse como una anomalía se nos presenta como algo de lo más normal. Se explicará entonces en virtud de la digestión que la propia revista ha de hacer frente a las nuevas situaciones que vayan surgiendo y ante los cambios que se estén produciendo en su entorno. Y el entorno de una revista como El Catoblepas incluye el mundo hispano sin duda, pero también el mundo budista, el mundo islámico, el mundo protestante, la televisión, los animales, &c., &c. Se explica así que aparezcan títulos de secciones singulares como consecuencia de la necesidad de clasificar una temática concreta que pueda dar lugar incluso a un campo de batalla, transformándose de esta manera en una sección polémica. Es decir, El Catoblepas, mirando a tierra, ha de tener que seccionar, cortando y clasificando, en el proceso de su propio desarrollo. Entendemos ahora el sentido del dinamismo al que hacíamos alusión más arriba al referirnos a la revista. Su vitalidad está íntimamente vinculada, como no puede ser de otra manera, con su capacidad de digerir los materiales del mundo.

Estas líneas impresionistas sobre la revista El Catoblepas no pueden desentenderse de su vinculación con el materialismo filosófico. Sobre todo, porque fue fundada y es publicada por Nódulo Materialista. Sin embargo, esta relación –diríamos, dada a escala pragmática– que se pone de manifiesto al cotejar los integrantes de su consejo de redacción con la junta directiva de Nódulo Materialista, no agota la importancia que el materialismo filosófico ha tenido para la revista, ni mucho menos la que ésta ha tenido respecto del materialismo filosófico. Por un lado, porque en cierta manera se podría poner en correspondencia la estructura de El Catoblepas (secciones, polémicas, firmas, artículos, &c.) con determinados grupos de temas, áreas, cuestiones e ideas presentes en el materialismo filosófico. No queremos decir que se pueda mantener que El Catoblepas sea en todo punto la misma expresión del materialismo filosófico, sino que de alguna manera son como dos estructuras que se tocan en alguno de sus puntos, en ciertas líneas o en algunas áreas. Esto, por otro lado, nos permite decir también que en la medida que El Catoblepas ha concitado opiniones y puntos de vista diferentes y aún contrarios entre sí, ha posibilitado que las herramientas del materialismo filosófico se hubieran de poner a punto para interpretar, clasificar y salir al paso críticamente en beneficio de las cosas mismas. Hemos podido comprobar cómo desde la publicación del primer número se han dado situaciones de debate que han obligado a quienes argumentaban desde los presupuestos del materialismo filosófico a poner en juego toda su impedimenta, precisando en sus interpretaciones y afinando en sus clasificaciones, es decir, mirando críticamente el presente. Pero, sobre todo, hay que insistir en la importancia que ha podido tener en tanto que plataforma desde la que los conceptos e ideas del materialismo filosófico han sido puestos a prueba enfrentándose bien a errores de interpretación, bien a sistemas o concepciones opuestos. Y esto se ha visto tanto en temas que podrían ser entendidos como pertenecientes al dintorno del materialismo filosófico como en cuestiones que habría que poner más bien del lado del entorno.

El Catoblepas es una revista necesaria. La fachada sobre la que, mes a mes, se descuelga como un tapiz queda a salvo de otros lienzos. Y ésta es ya la primera determinación de su necesidad; la urdimbre del lienzo constituido por El Catoblepas nos ofrece una escritura y unas imágenes con las que de otra manera no podríamos contar. Esta determinación supone que el espacio que ocupa su lectura y, consiguientemente, la reflexión alrededor de los planteamientos y argumentos que en ella se exponen es ya el espacio del presente conformándose a su escala. Esta escala nos dará la medida para comparar con otras revistas. Pero El Catoblepas, a través de la concurrencia de sus colaboraciones, es más que un mero lugar pragmático, el cuadrilátero de los dialogismos. Es la necesidad del encadenamiento de los argumentos materialistas filosóficos desplegándose a través de las diferentes polémicas. En tanto que revista nos muestra su potencia en la medida en que persevere la potencia de sus colaboradores –naciendo de nuevo como diría Huarte de San Juan– mirando críticamente al presente. Acaso quepa considerarla como un verdadero nódulo, pero ya no en el sentido de centro de una mera «red de interacción social» como gusta decir a la sociología filosófica al uso. En suma, los primeros cien números de El Catoblepas han impuesto un estilo de revista y una manera de mirar el presente que hemos de esperar se renueven en cada uno de los próximos mil.

Laviana, 27 de mayo de 2010

 

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