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El Catoblepas, número 105, noviembre 2010
  El Catoblepasnúmero 105 • noviembre 2010 • página 16
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Filosofía del deporte rey

José Manuel Rodríguez Pardo

Crónica del I Foro «Félix Martialay», organizado por el CIHEFE en torno al deporte rey, el fútbol, durante los días 20 y 21 de septiembre de 2010

I Foro «Félix Martialay», organizado por el CIHEFE

Los días 20 y 21 de septiembre del presente año de 2010 tuvo lugar en la sede central de la Universidad San Pablo-CEU (Madrid) el I Foro en homenaje a Félix Martialay (1925-2009), en homenaje al que fue el mejor historiador del fútbol español, reconocido como tal por la Real Academia de la Historia en su Diccionario Biográfico Español. El evento fue organizado por el Centro de Investigaciones de Historia y Estadística del Fútbol Español (CIHEFE), miembro oficial en España de la International Federation of Football History and Statistics (IFFHS). El CIHEFE fue fundado en 1987 para promover la exposición completa de la historia del fútbol español y dispone del único archivo de todo el fútbol español desde 1903 hasta nuestros días.

La institución organizadora ha sido actualidad dentro del mundo del fútbol a raíz de varios informes realizados para la Real Federación Española de Fútbol, algunos de ellos dados a conocer en artículos de diarios deportivos tan importantes como Marca o AS. Concretamente, Víctor Martínez Patón, Vicepresidente del CIHEFE, y Juan Ignacio Gallardo, subdirector de Marca, publicaron en este diario entre los días 9 y 12 de noviembre de 2009 un estudio sobre el origen de la actual Real Federación Española de Fútbol, que data del año 1913 a la luz de la documentación existente y no del 1909 que aparece en su escudo; incluso el diario publicó una felicitación a la institución federativa de Su Majestad el Rey por su 75 aniversario, en el año 1988, como prueba adicional. También han sido publicados en Marca y AS estudios realizados por el CIHEFE sobre la homologación efectiva de los títulos que figuran en las vitrinas de distintos clubes de fútbol de nuestro país.

Desde las posiciones del materialismo filosófico siempre hemos sostenido que ninguna actividad humana queda fuera del análisis filosófico, y menos aún una de tanta importancia como el fútbol, el único deporte que puede ser calificado como de práctica universal, el «Deporte Rey». «Hombres somos y nada de lo humano nos es ajeno», por parafrasear la famosa sentencia de Terencio. No obstante, el análisis filosófico del fútbol no cabe convertirlo en una filosofía «centrada» en la realidad del fútbol, sino en una filosofía «no centrada», donde el análisis de la actividad futbolística ha de contemplarse involucrado en otras partes sistemáticas, ya sea la Antropología Filosófica, la Filosofía Política o incluso la Ontología. De hecho, algunos autores de El Catoblepas, como Iván Vélez o yo mismo, hemos tenido el honor de escribir algunos artículos desde esta perspectiva en la revista del CIHEFE, Cuadernos de Fútbol, que inició su andadura en internet en el pasado mes de julio de 2009, y que a día de hoy ha alcanzado su número 14.

Hecha esta puntualización, no se puede decir que una realidad tan importante como el fútbol sea algo divorciado de los «intelectuales», ni una actividad carente de interés para la filosofía. No olvidemos al cineasta José Luis Garci, que ha dedicado al deporte del balompié varias de sus películas; de hecho, hasta el derechista extravagante Eduardo Galeano defiende y es aficionado, con crónicas interesantes sobre las competiciones futbolísticas, a un deporte tan imperialista por su origen británico como el fútbol. Y, como ya ha citado en varias ocasiones Gustavo Bueno, escritores como Wenceslao Fernández Flórez, realizaban crónicas de los encuentros futbolísticos, acuñando términos tan sui generis como el «vicegol» (hoy se diría «ocasión de gol»). La diferencia actual es que, en el contexto de las sociedades democráticas, los periodistas de toda condición han ido formando un vocabulario y unos límites sobre lo que se puede decir o no, y en este contexto gremial muchos de quienes, siendo aficionados al fútbol, hablaban y comentaban sobre él con plena libertad, han quedado fuera de este ámbito, ahora reservado a periodistas especializados:

«La metodología de los inductores de opinión en estos campos (cuyo alcance es seguramente eminentemente ético y moral) alcanza una precisión y sutileza sorprendentes, casi de orden policiaco o judicial (como cuando se habla de la situación de Raúl en la selección nacional de fútbol, o de la boda de hijo de la baronesa Thyssen: cada profesional trae a su crónica, a su comentario, a su tertulia, la última noticia más reciente que implica un contacto directo con la propia baronesa o con alguna «fuente» de su círculo más cercano). Los tiempos en los que Wenceslao Fernández Flórez hacía crónicas de fútbol y se inventaba sobre la marcha el concepto de vicegol, incluso los tiempos de las crónicas que Luis Carandell hacía sobre las sesiones de las Cortes, ya han pasado» (Gustavo Bueno, «Sobre las élites de periodistas en la democracia coronada», El Catoblepas, 68 (octubre 2007), página 2.)

Dos filósofos frente a frente

El I Foro «Félix Martialay» se inauguró con el coloquio entre Gustavo Bueno y el ex futbolista, ex entrenador y hoy Director General del Real Madrid Jorge Valdano, dos filósofos («todos somos filósofos», como siempre recuerda Gustavo Bueno) frente a frente para hablar sobre «Fútbol y Filosofía». Si tuviéramos que usar un símil futbolístico, el desarrollo del coloquio se resumiría fácilmente en que Gustavo Bueno llevó la iniciativa ante un Valdano situado a la defensiva, que sin embargo con sus breves intervenciones demostró haber leído al propio Bueno, concretamente las respuestas que éste ofreció en una entrevista realizada por Víctor Martínez Patón y publicada en el número 1 de Cuadernos de Fútbol, donde ya estaban planteadas las bases de lo que fue su intervención.

Para interpretar la esencia del fútbol, Gustavo Bueno usó de la esencia plotiniana, de carácter transformista, en clara alusión a la teoría transformista de las especies de Darwin, y opuesta a la esencia porfiriana, que se caracteriza precisamente por su carácter fijista («Las especies son creadas por Dios», decía Linneo). Esta esencia de carácter plotiniano se caracteriza por tres momentos: núcleo, que sería la propia ceremonia del partido de fútbol con sus reglas; cuerpo, la compleja estructura política y económica que envuelve todo el juego; y curso, o evolución temporal de la esencia, que en este caso se focalizaría en el fútbol como medida del tiempo de nuestras sociedades globalizadas. En nuestra época medimos el tiempo con las fechas de los Campeonatos del Mundo de selecciones, al igual que en la Grecia clásica medían el tiempo con las Olimpiadas, iniciadas en el 776 AC.

El fútbol se define desde esta perspectiva como una institución cuyo núcleo es la ceremonia del partido de fútbol, que se reitera periódicamente en distintos lugares y momentos. Cada partido es una ceremonia particular que se circunscribe como deporte a quienes se encuentran en el campo, los jugadores y el árbitro; una ceremonia realizada entre dos equipos que han de controlar el balón con los pies e introducirlo en una portería defendida por el único jugador que puede manejarlo con las manos, y cuyas reglas tomarían cuerpo alrededor de la mitad del siglo XIX (en España aparece la primera mención al football en 1868, y en 1908 se usa por vez primera balompié). La ceremonia del partido de fútbol se constituye como un juego abierto, al contrario de los juegos de cartas, que se caracteriza por su incertidumbre (los resultados pueden ser muy variados), y de suma cero, ya que lo que un equipo gana lo pierde el otro.

Sin embargo, si bien los espectadores de las gradas son parte fundamental de la institución, ellos ya no la contemplan como deporte; el público toma partido y genera polémica. El fútbol, contemplado en relación a su núcleo, tiene un origen mucho más serio que otros deportes como el baloncesto, originado en un gimnasio como alternativa de ocio a los estudiantes durante la etapa invernal, por más que el baloncesto incorpore en el requisito de la altura de sus jugadores un componente tan serio como es la selección natural darwiniana. El fútbol se originó con su reglamento en los tiempos de la sociedad industrial, y dirimía disputas entre los obreros de las fábricas en Inglaterra, y con el propio desarrollo de la sociedad de mercado y de consumidores, lo que estaba limitado a determinados obreros y más tarde a personas pudientes se convirtió en un espectáculo de masas que representa a ciudades y naciones. En el caso de España, los primeros años de andadura del fútbol, pese a ser ya entonces un espectáculo de masas, los futbolistas eran por lo general empresarios y estudiantes universitarios que jugaban al balompié en sus ratos libres; un ejemplo de ello es el del empresario suizo Juan Gamper, figura importantísima en los primeros años del fútbol español, que fue fundador, jugador y presidente del Fútbol Club Barcelona.

Como ejemplo de análisis alternativo del deporte rey, Gustavo Bueno citó el libro de Vicente Verdú, El fútbol: mitos, ritos y símbolos, que data de 1981, y que interpreta el balompié en clave sicoanalítica: el portero como la madre, el gol como la violación de la madre, &c. El libro, pese a que plantea unas tesis en efecto delirantes, constituye un estudio general del fútbol y es necesario, al menos, tenerlo en cuenta.

En virtud del carácter antropológico del fútbol y de su normatividad, no puede decirse, en contra de lo que sugirió Jorge Valdano que se trate de una actividad espontánea. Ya no sólo por lo que supone el someterse a unas normas escritas que ha de hacer valer una persona individual, el árbitro encargado de que no valga todo, sino por la misma estructura del juego al que han de amoldarse los jugadores. Sin duda, el gesto de empujar un objeto esférico con el pié puede ser un acto reflejo y espontáneo, pero la manera de manejar la pelota con el pié y golpearla por un futbolista es un gesto perfectamente normalizado, una verdadera institución antropológica lograda a base de miles de prácticas para lograr su perfeccionamiento.

Asimismo, el carácter antrópico, de escala humana, de la actividad futbolística, también dio pie para que Gustavo Bueno hablase de la reciente polémica a propósito de la introducción de tecnologías para evitar los errores arbitrales; para Bueno, por mucho que se mejore en ese aspecto, el fútbol siempre será dependiente de los errores y aciertos humanos, tanto de jugadores como de árbitros. El fútbol nunca será una ciencia que pueda segregar la incertidumbre del acierto de los delanteros y defensas o la precisión de los centrocampistas, al igual que no podrán evitarse los errores del árbitro. Como señaló Jorge Valdano en una de sus mejores intervenciones, el fútbol es «insoportablemente humano».

El cuerpo del fútbol, sin embargo, es el que le da la importancia a la institución, en tanto que se trata de una compleja estructura fundamentalmente política, pero también económica, ligada a las sociedades capitalistas desarrolladas dentro de las actuales sociedades globalizadas. Las retransmisiones de partidos de fútbol en televisión formal, en riguroso directo, copan la audiencia y establecen verdaderos récords, como en el reciente Mundial de Sudáfrica. Como bien señaló Gustavo Bueno, la importancia del fútbol en cuanto a su cuerpo reside principalmente en su componente político, ligado a ciudades; los clubes de fútbol llevan siempre el nombre de ciudades y no de provincias. A este respecto, es de reseñar que entre los numerosos asistentes al coloquio se encontraban varios historiadores de clubes de fútbol; por mediación de Víctor Martínez Patón pude conocer a uno de ellos, Alberto Díaz, autor del libro del centenario del Real Sporting de Gijón, el club que representa a la ciudad que me vio nacer.

Incluso podría decirse que el fútbol es canalizador de tendencias políticas de muchos tipos, y se ha convertido en un sustituto de la guerra en estos tiempos de pacifismo fundamentalista que vivimos. De alguna manera, el fútbol recoge muchas instituciones de lo que fueron los conflictos dirimidos entre ejércitos hasta el siglo XIX, hasta la época de Clausewitz: los dos conjuntos se retan en un lugar y una fecha determinados, se saludan siguiendo las reglas del honor antes y después de cada encuentro, y durante la disputa del mismo el objetivo es conquistar el terreno contrario y llegar hasta su portería, superando sus líneas defensivas. Es muy posible que la reciente final del Mundial de Sudáfrica fuera interpretada por un neófito como una verdadera contienda, dada la dureza con la que los holandeses se emplearon, y seguramente no faltarían razones a quien así opinase.

Finalmente, el curso o fases de desarrollo del fútbol se puede establecer en la medida del tiempo que constituyen, dentro de nuestras sociedades globalizadas, los Campeonatos del Mundo de Fútbol desde su primera edición, en el año 1930, en paralelo a las citadas Olimpiadas de la Grecia clásica. Como era natural, el mayor exponente político es sin duda el fútbol de selecciones nacionales, y era lógico que en el coloquio se abordase el reciente éxito de España en el Mundial de Sudáfrica, que demuestra la existencia de un patriotismo español representado, entre otros lugares, en la práctica del deporte rey. A propósito de la referencia a las Olimpiadas que aquí realizamos, es de destacar que Gustavo Bueno rechazó la calificación de «héroes» que se les había atribuido a los jugadores de la selección nacional, recibidos como tales en Madrid y en sus ciudades de origen, sin referencias a símbolos autonómicos. Pero la celebración ante las masas concentradas y los discursos y comportamiento de cada uno de los jugadores reveló que éstos no eran distintos en ese aspecto a cualquier otro joven de su edad.

De hecho, los seleccionados por Vicente del Bosque no podían ser héroes ni caudillos porque ni lideran ni conducen a las masas; son campeones, deportistas cuyos registros serán superados en el tiempo, y que más que guiar son guiados por todas las estructuras políticas que ellos representan, en este caso por España. Algo parecido a lo que en la antigüedad transmitían los versos que el poeta Píndaro escribía para los vencedores de las Olimpiadas clásicas. Por ejemplo, en el caso de la competición de cuádrigas, donde el vencedor no era el jinete, sino el político dueño de los caballos, que al vencer y ser cantado su triunfo era reconocido como parte de la comunidad helénica, aunque fuera un tirano de una polis de la Magna Grecia (la Península Itálica). Es el caso de la Olímpica Primera, que data del 476 AC, dedicada al tirano Hierón de Siracusa, cuyos primeros versos evocan el valor del triunfo (el oro, la Copa del Mundo diríamos a día de hoy) por encima del poder que supone regir la isla de Siracusa, rodeada de la inmensidad del mar: «Excelsa es el agua; pero el oro, cual fuego ardiente, se destaca en la noche por encima de la riqueza que al hombre enorgullece».

Una de las cuestiones que quedaron abiertas durante el coloquio es el motivo por el que en Estados Unidos no ha triunfado el fútbol, al contrario de lo sucedido en el resto del mundo. Sobre eso tuve la oportunidad de discutir después del coloquio con José del Olmo, Presidente del CIHEFE y profesor de Lengua Española en un lugar tan conflictivo para serlo como Valencia. La tesis de José del Olmo sobre por qué no hay fútbol competitivo fuerte en Estados Unidos es a mi juicio sólida: en Estados Unidos el fútbol fue considerado como un juego «marxista», ya que los futbolistas, inicialmente obreros de fábricas a los que se les pagaba para dedicarse exclusivamente a jugar y perfeccionar su nivel y no a trabajar, eran considerados una suerte de «liberados sindicales». Pese a todo, durante la primera mitad del siglo XX el fútbol en Estados Unidos era popular, tanto como en cualquier otro lugar. De hecho, en el Mundial de Brasil de 1950 los Estados Unidos alinean una selección tan potente como para ganar a la inventora del deporte, Inglaterra; de ahí que el partido ganado por España con gol de Zarra ante los ingleses fuera tan importante, pues dejó a la pérfida Albión fuera de la fase final en la que España quedó cuarta. Sin embargo, a partir de esa fecha el macarthismo y la «caza de brujas» anticomunista que tuvieron lugar en Estados Unidos durante aquellos años de la Guerra Fría salpicaron al fútbol y éste pasaría a un plano marginal, al soccer que hoy conocemos.

Fútbol y memoria histórica

La jornada del 21 de septiembre se inició con la mesa redonda que tuvo lugar durante la jornada de la mañana, que versó sobre «Fútbol y memoria histórica». En ella me encuadré junto al autor de El Catoblepas Iván Vélez y el miembro del CIHEFE Vicente Martínez Calatrava. Iván Vélez aprovechó para su intervención su artículo homónimo en el número 12 de Cuadernos de Fútbol de Julio de 2010, donde comienza comparando la diferente manera en que el franquismo y el actual régimen de 1978 interpretaban el triunfo de nuestra selección en sendas Eurocopas, en 1964 y 2008, respectivamente. Desde el punto de vista de Franco, se trataba de una victoria frente al bolchevismo (España ganó a la URSS en la final de 1964); pero desde el punto de vista de Zapatero, la victoria de 2008 constituía la primera vez que «en democracia», España llegaba a lo más alto del fútbol de selecciones, con breves y oscuras alusiones a otros momentos victoriosos de nuestra selección. De este modo, se segregaba el éxito de 2008 del de 1964, para establecer un corte total y artificioso entre la dictadura franquista y la democracia, algo que sólo podía operar desde la denominada memoria histórica.

Pero lo cierto es que el fútbol demostraba que no había tal ruptura entre ambas épocas, pues España siempre participó en las competiciones internacionales por estar integrada en asociaciones como la UEFA desde su fundación en 1954, y el fútbol se consideraba como una realidad perfectamente implantada en la sociedad española que desde las instituciones públicas se intentaba favorecer, tanto desde fórmulas legales como el Fuero del Trabajo de 1938, como con la retransmisión de partidos de fútbol en televisión formal a partir de la fundación de Televisión Española en 1956. La perspectiva del actual gobierno socialista de España, y que involucraría al fútbol como una poderosa realidad en el presente que también habría que manipular, sería la de ejercer la damnatio memoriae, el borrado de la Historia pasada por no ser «democrática».

Mi intervención se centró en clarificar el concepto tan confuso de memoria histórica tan criticado por Gustavo Bueno en diversos trabajos, toda una contradicción en los términos pese a su popularización en los últimos años, involucrado en la Historia del Fútbol en España. Si bien la memoria es biográfica y se agota en lo individual, la Historia trabaja con documentos cronológicamente ordenados, con reliquias y relatos que desbordan la memoria individual. Heródoto explica perfectamente esta distinción en el Libro I de su Historia: «Esta es la exposición del resultado de las investigaciones de Heródoto de Halicarnaso para evitar que, con el tiempo, los hechos humanos queden en el olvido y que las notables y singulares empresas realizadas, respectivamente, por griegos y bárbaros —y, en especial, el motivo de su mutuo enfrentamiento— queden sin realce».

Por lo tanto, la denominada memoria histórica es un sinsentido, y hablar de una Memoria de España (caso del historiador Fernando García de Cortázar) en lugar de una Historia de España, o de «recuperación de la memoria histórica» de la dictadura de Franco o la Guerra Civil no puede ser más que una interpretación partidista, una manipulación interesada que sólo puede superarse convirtiéndose en verdadera historiografía. Esta memoria histórica también alcanza al fútbol: se atribuirá al franquismo el uso del balompié para mantener adormecido y reprimido al pueblo español, convirtiendo al Real Madrid en el «club-fetiche» de la dictadura, el equipo oficial del régimen, que ganaba ligas y copas por decreto del Generalísimo. Algo completamente desmentido a poco que comprobemos que, desde el año 1933 (la divinizada II República), el Real Madrid no volvió a ganar la liga hasta el año 1954, o que clubes tan poco «centralistas» como el Fútbol Club Barcelona o el Athletic Club de Bilbao ganaban 9 Copas del Generalísimo cada uno.

Y la presunta imposición del fútbol a la sociedad española no fue más que la popularización definitiva del deporte rey a través de su difusión en televisión formal a partir de 1956, dentro del espectacular desarrollo económico e industrial vivido por España durante el franquismo que condujo a la actual democracia coronada. Incluso dentro de lo que es el actual estado de las autonomías, producto de la Constitución de 1978, el fútbol de selecciones nos permite romper la mentira de la memoria histórica y comprobar cómo en el seguimiento de la selección española de fútbol, la Nación Española en bloque (16 millones de españoles siguieron la Final del Mundial de Sudáfrica, un récord absoluto de audiencia que sobrepasaba el 90 por ciento de la cuota de pantalla del 11 de julio de 2010), hay una continuidad histórica de España que no se ha roto en ningún momento. El fútbol, en definitiva, nos devuelve a la realidad hurtada por toda una serie de ideologías confusas que pretenden negar la Nación Española, entre ellas la memoria histórica.

La intervención de Vicente Martínez Calatrava, autor de una Historia y Estadística del Fútbol Español en seis volúmenes, sin salirse del marco de la memoria histórica, sí tuvo un carácter más arisco, criticándome ad hominem a propósito de varios artículos publicados en Cuadernos de Fútbol que no le gustaron demasiado, en concreto dos: uno titulado «Historia de dos abucheos», publicado en Diciembre de 2009, donde analizaba un precedente acaecido en 1925 del abucheo al Himno de España que tuvo lugar durante la Final de la Copa del Rey del año 2009, y otro, publicado en junio de 2010, donde destacaba que los dirigentes del Real Club Deportivo Español, el gran rival del Fútbol Club Barcelona, intentaban por todos los medios borrar la presencia de la bandera española que durante tantos años ha engalanado el campo de juego del club, en consonancia precisamente con el origen de su nombre; de ahí que lo titulase «La directiva del Español de Barcelona frente a la historia de su propio club».

Lo que más parecía molestarle a Martínez Calatrava era la vinculación del fútbol con la política, inapropiada a su juicio; le parecía impertinente, desde su perspectiva de «historia positiva», relacionar al Fútbol Club Barcelona con el nacionalismo separatista catalán (pese a que la página web oficial del club insiste en vincular el ideario azulgrana con esa ideología extravagante, como bien se encargó de recordar Iván Vélez en su intervención), y apelaba a la «libertad de expresión» para evitar referencias al abucheo al Himno Español y al Jefe del Estado, Su Majestad el Rey, en la pasada final de la Copa del Rey de 2009, así como a personajes como Joan Laporta, o hechos como la prohibición de la bandera española en el estadio de Cornellá, sede del Real Club Deportivo Español, un club que precisamente nació como respuesta a la proliferación de clubes fundados en España por extranjeros, y que en su primer escudo lucía los colores rojigualdos de la enseña nacional.

En el coloquio se insistió, por parte de Iván Vélez y mía, en la importancia política del fútbol, de tal manera que el núcleo del mismo, el deporte del balompié, poco interés tendría si no fuera por todo el cuerpo político, económico, &c., que envuelve al juego, y que lo convierte en un espectáculo de masas tan importante y con tanta representatividad para distintos colectivos. Varios de los allí presentes entre el público insistieron en la dirección marcada por Iván Vélez y por mí: los abucheos al Himno Español son injurias a España, y constituyen una afrenta que impide la celebración de un evento deportivo. También se citó, como era lógico, que el Presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, se vio envuelto en un incidente similar en un partido amistoso entre Francia y Túnez, en cuyos prolegómenos se silbó el Himno Nacional francés, «La Marsellesa». Sarkozy aseguró que se tomarían las medidas legislativas oportunas para que, en lo sucesivo, cualquier evento deportivo en el que fuera abucheado el himno francés fuera suspendido de inmediato.

Otra de las cuestiones que tenía que surgir, en la ligazón del fútbol con entidades políticas tales como las ciudades o las naciones, es la propia de los clubes de fútbol ligados a ideologías nacionalistas que postulan la disgregación de la Nación Española. Si bien fue muy citado el caso del Fútbol Club Barcelona, yo no podía dejar pasar un caso especialmente curioso, que es el del Athletic de Bilbao, club en el que sólo pueden jugar «vascos» (pese a que desde un punto de vista emic no son otra cosa más que españoles). Pero, desde la perspectiva separatista, los vascos desbordan el ámbito de las provincias vascongadas y se remontan a la mitológica y delirante Euskal Herria, incorporando no sólo a los campeones del mundo Javi Martínez (navarro) y Fernando Llorente, (riojano), sino también al francés, proveniente de la región del País Vasco-Francés, Vicente Lizarazu, fichado en la temporada 1996-97 a raíz de la Ley Bosman que autorizaba la libre circulación de deportistas comunitarios «sin discriminación alguna». De hecho, el presidente del Athletic, José María Arrate, pleno partícipe de esta ideología separatista, afirmó en la presentación de Lizarazu, ante el propio jugador: «Contesta que no puedes ser extranjero pues eres vasco».

En definitiva, como conclusión de esta mesa redonda, es necesario señalar que un historiador del fútbol no puede quedarse únicamente en las alineaciones y los jugadores, así como en las variantes tácticas aplicadas en distintas épocas, sino que ha de explicar todo lo que es el cuerpo del fútbol en lo referente no sólo a cuestiones económicas, sino también ideológicas; tendrá que explicar por qué en los prolegómenos de la Final de la Copa del Rey del año 2009 se produjo el insulto al Himno Nacional y a Su Majestad el Rey, qué relación guarda esa pitada con la que se produjo en el año 1925 en el campo del Fútbol Club Barcelona, y por qué a raíz de esas injurias a España el presidente de la entidad barcelonista, Juan Gamper, fue deportado de España. Es imposible escribir la Historia de un club de fútbol, en este caso del Fútbol Club Barcelona, sin hacerse solidario o contrario del lema «Más que un club».

Acto seguido, una mesa redonda glosó «La figura de Félix Martialay», a cargo de José del Olmo, Vicente Martínez Calatrava y Antonio Bálmont, donde precisamente se incidió en la manera de historiar el fútbol de Martialay, similar a la que nosotros defendíamos: según afirmó Patón, Martialay hacía Historia de España a través del fútbol. Por la tarde, una conferencia con el mismo título de la mesa redonda de la mañana, «Fútbol y memoria histórica», fue impartida por Eduardo Inda, Director del diario Marca. El I Foro «Félix Martialay» concluyó con la conferencia «La copa de la España libre de 1937», a cargo de José del Olmo y Víctor Martínez Patón. No puede asistir a los dos últimos actos del programa, pero sobre este último en concreto hay que señalar que está publicado en Cuadernos de Fútbol en los números 1 y 4, en Julio y Noviembre de 2009, y constituye un informe encargado por la Real Federación Española de Fútbol de cara a la homologación de títulos conseguidos por algunos clubes españoles.

 

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