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El Catoblepas, número 164, octubre 2015
  El Catoblepasnúmero 164 • octubre 2015 • página 5
Voz judía también hay

Entfernung y «ocupación»

Gustavo D. Perednik

El sentido de ocupación como justificación de la judeofobia.

Hospicio Austriaco, muy cerca del lugar del atentando

De las varias funciones mágicas que cumple la palabra «ocupación» en el léxico del siglo XXI, aquí analizaremos dos. La primera función del vocablo es servir, a los ojos europeos, de justificación para cualquier crimen, por más horrendo que fuere.

A lo largo de nuestra columna hemos venido dando decenas de ejemplos de ello, pero la frecuencia con la que aparecen los casos nos exime de escarbar en episodios pretéritos. Veamos directamente lo que ocurrió esta semana en Jerusalén.

El joven palestino Mohamed Halabi mató a puñaladas a dos jóvenes judíos que paseaban desarmados durante la Festividad de las Cabañas: Nehemías Laví y Aarón Bennett. Seguidamente, Halabi se lanzó a apuñalar a la esposa de uno de los asesinados, Adele, quien sostenía en brazos a su bebé.

El agresor fue baleado por un agente policial, pero su cuchillo permaneció clavado en el cuello de Adele quien, mientras se desangraba en la calle, recibía de varios peatones musulmanes escupitajos en la cara e insultos. Finalmente la salvó la policía.

Unas horas después del trágico episodio, nació un bebé palestino al que sus padres dieron el nombre del terrorista, en homenaje a su «heroísmo». Los medios de comunicación palestinos lo celebraron, y pusieron en contacto a las dos madres. (Huelga aclarar que no me refiero a la madre judía que, herida y asediada, protegía a su bebé de la «heroica embestida», sino a las dos madres palestinas –la del neonato y la del terrorista, quien sigue siendo aclamado por los palestinos como «un héroe nacional asesinado por la ocupación»).

No nos detendremos en que no hubo condenas de las Naciones Unidas ni de nadie, sino en el prodigio que había sido operado por la palabra escogida. Si se trata de «ocupación» -siente el europeo medio- pues no hay nada más que aclarar. El culpable es el judío.

Así fue presentado el caso en varios medios conocidos. La BBC de Londres puso a la noticia del ataque el siguiente título: «Palestino muerto a balazos, después de que dos mueren en un ataque en Jerusalén». A buen lector, pocas infamias.

En general, el referido atentado, y otro previo en el que fue asesinada una pareja israelí delante de sus niños pequeños, fueron difundidos en Europa como una «creciente tensión en la zona» de la que, va de suyo, Halabi fue una víctima (no hace falta recordar al ubicuo victimario, para no cansar).

Todo lo que sea israelí puede, para el europeo medio, relacionarse con la «ocupación». Por lo tanto no hay manera de que Israel sea en alguna ocasión víctima de nada.

Aun matar a niños y jactarse de ello es siempre resultado de la desesperación a la que «son arrastrados los ocupados». Demás está añadir que hay una sola ocupación en el mundo, y que existe un solo pueblo desesperado.

Todo esto nos lleva a la segunda virtud portentosa de la palabreja y es que, a pesar de ser utilísima para distribuir culpas en toda circunstancia, la mayor parte de la gente no tiene ni idea de qué significa.

Ya nos hemos referido en otras ocasiones a que los palestinos viven ocupados por el Hamás, y no por Israel, así que aprovecharemos este artículo no para refutar la patraña, sino para concentrarnos en cuán importante es que nadie entienda bien la cuestión.

La ambigüedad del Entfernung

La judeofobia nazi no tuvo precedentes, por lo radical e inmodificable. Se diferenció tanto de las judeofobias que la habían precedido -aun en la misma Alemania-, que no podía apelar al apoyo del pueblo si no se revestía de una cortina de humo semántico que ocultara su sentido verdadero.

Si bien es cierto que la mayoría de los alemanes -y de los europeos en general- compartían antipatía por los judíos, y que se sentían urgidos a resolver el inexistente «problema judío», no por ello abundaban los sádicos dispuestos a torturar a niños en agonía, como finalmente hicieron los nazis.

Era importante reclutar acólitos con un mensaje menos feroz. La violencia nazi no podía en un comienzo ejercerse explícita y directamente. Necesitaba primero captar la complicidad de las masas ubicándose en el mismo nivel de odio que éstas ya abrigaban.

Por ello, se empezó hablando en un lenguaje difuso: los términos eran la «remoción» (Entfernung) de los judíos –que no implicaba necesariamente su asesinato- y más tarde también «eliminación» –(Ausschaltung) que podía ser entendido como una metáfora.

Así formulada, la judeofobia no sonaba demasiado extravagante ni siquiera a oídos de quienes no eran nazis. Empleaba una terminología bastante usual, no distinguible del léxico convencional al que suscribía la mayoría de la población.

En efecto, en la primera etapa la palabra más habitual de Hitler era «remoción», que en sus propios delirios seguramente tenía un significado inequívoco ya hacia 1919, pero que entre el común de sus compatriotas podía referirse a «disminución de la influencia».

Entre los seguidores del nazismo, el significado también era más ambiguo que entre los jerarcas, aun si a veces cayeran en la brutalidad verbal como en el canto de la SA: «Cuando sangre judía salpica del puñal, todo va doblemente mejor».

Para precisar el tema de la elección del vocabulario más apropiado, será ilustrativo acudir al Discurso de Poznan (o Posen, Polonia) -uno de los documentos más escalofriantes de la Segunda Guerra Mundial. La alocución de tres horas fue pronunciada por Himmler el 4 de octubre de 1943, en reunión secreta ante los oficiales de la SS.

En un momento de su arenga el jerarca se refirió expresamente al exterminio de los judíos. Acababa de hablar de fábricas de armamento, y pasó a recordar a sus oficiales que la misma lealtad que mostraron en otras barbaries debía ahora acompañarlos en el exterminio: «Se trata de una página gloriosa de nuestra historia, que nunca ha sido escrita y que no lo será jamás».

Himmler comenzó así: «Quiero mencionar ante ustedes un tema muy difícil, de modo completamente abierto… Estoy hablando de la evacuación judía – el exterminio (Ausrottung) del pueblo judío».

Es notable que, en el momento de emitir la voz «exterminio», Himmler vacila antes de elegirla: «Aus...schaltung der Juden, Ausrottung, machen wir» («eliminación de los judíos, exterminio, es lo que hacemos»).

Su titubeo en la palabra «eliminación» es un modo de cerciorarse de que, por tratarse de una reunión de carácter privado, no habría inconveniente en usar también la segunda voz, acaso demasiado sincera.

Igual vacilación, pero en orden inverso, había tenido Joseph Goebbels unos meses antes. En su discurso en Berlín el 18 de febrero de 1942, conocido como «De la guerra total», el Ministro de Propaganda del Reich empezó por indicar el «Ausrottung des Judentums» («exterminio de la judería») y rápidamente lo suplantó por «Ausschaltung» («eliminación»), que podía prestarse a una interpretación menos sangrienta.

El lector se preguntara qué tiene que ver el «Nazi-Deutsch» (el lenguaje eufemístico de los nazis) con el Israel de hoy.

Y bien, la relación es que nuestros actuales enemigos también necesitan de un vocabulario eufemístico que permite una paulatina aceptación de que Israel debe ser totalmente destruido.

La palabra clave para ello es «ocupación». Con ella es posible hacer creer a los menos informados que todo a lo que aspira el liderazgo islamista y el palestino es a recuperar algunos miles de kilómetros cuadrados injustamente usurpados. Pero no. Los ayatolás lo dicen abiertamente; los demás no. No se trata de Entfernung, una mentirilla para consumo masivo para omitir la palabra Ausrottung o «eliminación» que suena a más bruta.

Si Halabi matara a judíos con la meta abierta y explicita de destruir a los judíos, a la BBC y a los medios europeos les costaría más presentarlo como una víctima, y aun a muchos palestinos les costaría presentarlo como un héroe. Pero si todo se perpetra en aras de resistir la «ocupación», las explicaciones se tornan más apetecibles. Hay que decir «remover la ocupación» en vez de decir «exterminar a Israel», y ya está. Magia semántica y germánica que cautiva por doquier.

 

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