David Stoll, ¿América Latina se vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico
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La Nueva Jerusalén de las Américas

«Los guatemaltecos son el pueblo elegido del Nuevo Testamento. Somos los Nuevos Israelitas de América Central.» –Efraín Ríos Montt{1}

Las oraciones por el Hermano Efraín no obtuvieron respuesta. Después de una marcha de dieciséis meses hacia la Nueva Jerusalén, el primer dictador evangélico en la historia fue derrocado por el mismo ejército que lo había puesto en el poder. Pero mientras el General Efraín Ríos Montt ocupó el palacio presidencial en Guatemala, atrajo la atención del mundo hacia el despertar evangélico en América Central. De acuerdo a las proyecciones de iglecrecimiento, aquel movimiento presumía tener el 21% de la población guatemalteca en 1981, probablemente una mayoría de los feligreses activos. Si las tasas de crecimiento anual de un 10% o más continúan en los años noventa, Guatemala podría ser el primer país en América Latina con una mayoría protestante.{2}

Ríos Montt y sus colaboradores esperaban convertir a este movimiento religioso en un nuevo orden político. Los protestantes siempre han atribuido la violencia y el retraso de América Latina, no a la dependencia de países extranjeros o a las estructuras de clase, sino a las tradiciones latino católicas. Si la pobreza y la contienda civil son básicamente problemas morales, se deduce que únicamente una reforma moral puede resolverlos. Creen que de lo que América Latina carece es de un fundamento «bíblico».

Esta fue la premisa sobre la cual Ríos Montt anunció que moralizaría la vida nacional de arriba hacia abajo. Guatemala no sería [220] liberada por una revolución que derribara las estructuras opresivas, predicaba. Más bien, sería liberada por una revolución en los corazones de los hombres. En la persona de un errático general del ejército, que se describía a sí mismo como un líder elegido por Dios, lo que los Melville llaman «el poder en busca de legitimidad» se volvió hacia una religión de los impotentes para justificarse.{3} Para el asombro de la opinión mundial, la cual continuaba recibiendo informes horripilantes sobre las violaciones de los derechos humanos por parte del ejército guatemalteco, el nuevo comandante en jefe de esa institución convirtió a la renovación moral en su tópico favorito.

La urgencia de Ríos Montt se originó en el cumplimiento de temores de mucho tiempo. En 1936, un misionero norteamericano escribió una novela en la que un ruso bolchevique lidera un levantamiento de indios mayas guatemaltecos, sólo para ser frustrado por un evangelista maya que empuña la palabra de Dios.{4} Bajo el anárquico régimen pretoriano que precedió al de Ríos Montt, los indígenas del altiplano se unieron a movimientos guerrilleros marxistas. Aún más, la amenaza se estaba materializando en lo que el nuevo dictador y sus hermanos consideraban una forma particularmente insidiosa: una interpretación revolucionaria de su propia fe cristiana.

Por consiguiente, podemos imaginar los himnos de alabanza que saludaban a un verdadero soldado de Dios. El enfrentamiento entre el fundamentalismo norteamericano y la teología de liberación convirtió a América Central, en las palabras de un misionero evangélico, «en uno de los campos de batalla estratégicos en la lucha espiritual por la fidelidad y el destino eterno de los habitantes del mundo.»{5} El evangelio fundamentalista, afirmó uno de los ancianos de la Iglesia del Verbo de Ríos Montt, era un «factor estabilizante». Transformaría a Guatemala en un «fuerte espiritual», evitaría que las ricas reservas de petróleo y titanio de Guatemala caigan en manos marxistas, y se convertiría en un amortiguador entre los Estados Unidos y el avance comunista. «Después de Guatemala», advertía la iglesia matriz del Verbo en los Estados Unidos: «¡sólo queda México!» Pero eso no era todo. Para una América Latina a la cual estos cristianos consideraban perdida en la oscuridad de la idolatría católica y de la teología de la liberación, Guatemala se convertiría en un faro de luz. Serviría como un modelo de rectitud bíblica para otros [221] países amenazados por las mismas fuerzas satánicas: se convertiría en la «Nueva Israel» teológica de las Américas.{6}

La fe geopolítica de los hombres que rodeaban a Ríos Montt parecía confirmar los peores miedos de la izquierda. Ahora que los revolucionarios habían empezado a enaltecer las virtudes de la concientización cristiana, el ejército guatemalteco no sólo reprimía a los activistas religiosos, sino que también promovía una forma de culto más tratable. Se decía que los indígenas católicos se estaban convirtiendo en masa al protestantismo para salvar sus vidas. Aquí estaba una verdadera alternativa, explicaba el televangelista Pat Robertson, «entre la opresión de las oligarquías corruptas y la tiranía del totalitarismo comunista apoyado por Rusia.»{7} Impulsados por hombres como Robertson, se decía que los evangélicos norteamericanos estaban comprometiendo millones de dólares para la campaña de pacificación de Ríos Montt.

El auxilio evangélico en Guatemala estaba coordinando por Gospel Outreach (Alcance Evangélico), el ministerio con base en California a cuya sucursal guatemalteca, la Iglesia del Verbo, pertenecía Ríos Montt. Con la colaboración del Instituto Lingüístico de Verano, Verbo inició una campaña muy publicitada para ayudar a las víctimas indigentes de la guerra. Poco después, sus pronunciamientos contradijeron los hallazgos de las organizaciones de derechos humanos, en un intento por justificar la política «fusiles y frijoles» de Ríos Montt –es decir, de concentrar a los indígenas en campamentos de refugiados y forzarlos a enlistarse en patrullas contrainsurgentes del ejército.

Los informes sobre las continuas atrocidades del ejército no afectaron la reputación de Ríos Montt entre los evangélicos conservadores de los Estados Unidos. Aún después de su derrocamiento, lo aclamaron con aplausos y bendijeron con oraciones. En Guatemala, sin embargo, los líderes evangélicos se mostraban llenos de aprehensión sobre la forma en la que Ríos había politizado su fe. Tampoco era ese el único factor que les empujaba hacia la arena política. Si bien las iglesias conservadoras habían crecido poderosamente al declinar enfrentarse a las depredaciones del ejército, heredaban a masas de sobrevivientes que se empobrecían en forma rápida. El crecimiento de iglesia tenía un precio que los expertos de iglecrecimiento nunca habían mencionado. [222] Aún los conservadores que habían condenado a los cristianos reformistas por «meterse en política» se veían forzados a enfrentarse a la problemática social. Al igual que la Iglesia Católica durante las décadas de 1950 y 1960, respondían con una ola de programas sociales. «A pesar de que los conservadores están al mando», me dijo un disidente, «no lo van a mantener, porque la gente está aprendiendo a hablar, en sus propios términos y en sus propias formas.»

Notas

{1} Lynda Schuster, «Latin Revival», Wall Street Journal, 7 de diciembre de 1982, págs. 1, 21.

{2} Holland 1981:71; «Dawn is About to Break on Guatemala», Global Church Growth, marzo-abril 1984, pág. 351.

{3} Melville y Melville 1977.

{4} William Cameron Townsend, «Tolo, the Volcano's Son», Revelation (Philadelphia), serial, abril a octubre de 1936

{5} Julian Lloret, «Forces Shaping the Church in Central America», CAM Bulletin (Dallas, Texas: Central American Mission), Verano de 1982, págs. 2-3, 13.

{6} Entrevista a Bob Means, Radiance (Eureka, California: Gospel Outreach), septiembre de 1982. Circular para obtener fondos de Puente Internacional del Amor (International Love Lift), 15 de septiembre de 1982, firmada por Bob Means y Carlos Ramírez. Circular de Puente Internacional del Amor, 30 de junio de 1983, firmada por Carlos Ramírez.

{7} Anfuso y Sczepanski 1983: ix-x, 154.

 

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