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David Stoll · ¿Pescadores de hombres o fundadores de Imperio? El Instituto Lingüístico de Verano en América Latina

La apelación al Estado

En diciembre de 1970, El Tiempo de Bogotá informó sobre el caso javeriano contra sus rivales. Señalando que los curas eran todavía los dueños del feudo, el corresponsal trató sus cargos contra el ILV –ocultar sus fines evangélicos, no entrenar a lingüistas colombianos, evadir controles gubernamentales de la aviación, americanización de los indígenas, una “república independiente” en territorio nacional– con escepticismo{51}. La filial llevó a un gobernador, generales, una comisión del Congreso, funcionarios de alto rango, científicos sociales y periodistas a Lomalinda para una gira a la base, un ritual que se repetiría innumerables veces en los años siguientes. Esta vez los visitantes fueron impresionados. En febrero de 1971, El Tiempo defendió al ILV y a los patrones caucheros del Vaupés contra los javerianos. Los curas fueron acusados de incitar a caucheros pobres y a indígenas contra el gobierno, para capturar el negocio y hacer a los nativos sus esclavos. Estaban atacando al ILV ya que sus esfuerzos por mejorar las vidas de los indígenas estaban, sin ninguna intención, amenazando el imperio católico{52}.

“Desgraciadamente”, informó Clarence Church a la conferencia bienal del ILV/TWB en mayo de 1971, las acusaciones javerianas habían provocado un contra-ataque parlamentario al Convenio de Misiones. Al mismo tiempo, una comisión oficial de lingüistas y antropólogos que evaluaba al ILV estaba siendo elevada al rango de Consejo Nacional de Política Indígena. “De modo interesante”, informó Church, aunque hubo un intento de hacer de este cuerpo “algún tipo de control permanente sobre la labor del ILV, nuestros amigos en la comisión, así como el propio Ministro de Gobierno, aseguraron que esto no sucedería”. Church tenía razones para [263] estar satisfecho, pero percibía más problemas por delante. Aunque no había muchedumbres en las calles chillando '¡Yankee go home!', el nacionalismo “con sus varias implicaciones” estaba “muy de moda” y “el tiempo es potencialmente corto”{53}.

Los denunciantes de Planas habían llamado la atención sobre el hecho de que una misión protestante estuviera operando bajo un contrato gubernamental equivalente al Convenio de Misiones. Tomaron nota también de su potencial para perseguir fines comerciales o recoger información de inteligencia{54}. En octubre de 1971 hubo un llamado para abolir ambos convenios misionales{55}. Políticos de zonas de colonización y el Ministerio de Gobierno salieron en defensa del ILV, proponiendo un contrato nuevo y reformado. “…Debe incluirse más entrenamiento para profesionales del país”, explicó el director de la filial Forrest Zander. “ …El nuevo convenio debe ser más nacionalista”{56}. El Consejo Nacional de Política Indígena envió a un equipo de antropólogos y lingüistas para inspeccionar al ILV en el campo.

Su calmo y equilibrado informe de marzo de 1972 alababa la labor lingüística y humanitaria del ILV. Pero recomendaba más participación de profesionales colombianos. Eso, en vez de sólo entrenamiento lingüístico, fue una banderola de advertencia. Pero para el ILV, la más ominosa recomendación fue una prohibición de su evangelismo no admitido. El razonamiento de la comisión era simple: deduciendo que el “mejoramiento moral” era la meta en última instancia de la entidad detrás del ILV, los Traductores Wycliffe de la Biblia, sugirió que, ya que la Constitución garantiza la libertad de conciencia, el Estado no debía contratar para promover el “mejoramiento moral” a ninguna entidad{57}. Hubiera sido un argumento eficaz en los Estados Unidos.

Basado en el informe de la comisión, el Consejo de Política Indígena recomendó que al ILV le fuera permitido un máximo de cuatro años más; que su personal fuera reemplazado por colombianos durante ese [264] tiempo; y que, si continuaba evangelizando, su contrato fuera inmediatamente revocado. Estas sugerencias fueron presentadas al ministro de gobierno, quien las ignoró{58}. El ministro perdió también interés en el consejo, y éste fue aparentemente su último logro. En el décimo aniversario de la filial, en octubre de 1972, George Cowan fue recibido por el Presidente Misael Pastrana{59}. Mientras el Convenio de Misiones católico estaba siendo reemplazado por arreglos más restrictivos, el ILV había protegido la autonomía que requería para funcionar como siempre, a cierto costo. La oposición se había ampliado de clérigos católicos en cruzada a académicos centristas. Ahora resultaba obvio que los procesos oficiales de revisión no valieron para nada y que no había manera de reformar al ILV. En el Ministerio de Gobierno, disimulados misioneros norteamericanos contaban más que indigenistas colombianos.

Notas

{51} Germán Castro Caycedo, Tiempo 27 al 29 de diciembre 1970.

{52} César Augusto López Arias. Tiempo 2, 6 y 18 al 23 de febrero 1971.

{53} SIL/WBT 1971:71-4.

{54} Bonilla 1972a:70-1 y Pérez Ramírez 1971:224-7.

{55} p. 9 A Tiempo 18 de octubre 1971.

{56} Ibid 23 de octubre 1971 y Espectador (Bogotá)9 de diciembre 1971.

{57} Correal et al 1972:12.

{58} Friedemann 1975:28-9.

{59} p. 6 Translation enero/febrero 1973.

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