Nódulo traduce aquí al español un fragmento de la entrevista que Samuel D. Eaton, jefe adjunto de legación en Madrid (1975-1979), mantuvo en octubre de 1990 con Charles Stuart Kennedy, para el proyecto de historia oral de la Association for Diplomatic Studies and Training, disponible íntegramante en lengua inglesa en adst.org
Eaton: Fui a España, a una embajada en la que no era esperado por el embajador. Le había conocido aquí [Washington] antes de ir. Era una persona muy interesante y le admiraba. Un hombre muy capaz, inteligente, muy listo.
Pero cometió un error y no duró mucho. Había sido vicejefe de operaciones navales y creía saber, y sabía, de asuntos de seguridad. Estábamos negociando el asunto de las bases militares y decidió que él sabía cuál debía ser el resultado de esas negociaciones. Así que mucho antes de las negociaciones, y antes de que yo llegase, había dicho a los jefes adjuntos del personal y a todo el que le quisiera escuchar en Washington que había llegado el momento de que abandonásemos una de las bases, Torrejón, y ése era el camino por el que las negociaciones…
P.: Torrejón era la mayor base aérea en las afueras de…
Eaton: Madrid. Y, quince años después, estamos ahora abandonándola. Pero nadie pensaba en abandonarla en aquel momento. Así que se decidió inmediatamente en Washington que este no era el hombre que debía quedarse y llevar las negociaciones. Yo pensaba que él era tremendamente bueno y que tenía razón, en algún momento íbamos a abandonar Torrejón. Pero desde el punto de vista de quienes diseñaban las políticas de Washington y su burocracia, aún no había llegado el momento.
P.: Especialmente porque era una base del Ejército del Aire y él era un almirante.
Eaton: Exactamente. Aunque tampoco mandaba informes y, por supuesto, informar es la esencia del Servicio Extranjero. Pero estaba acostumbrado a la Armada y a estar al mando de su barco; comandaba su barco y no tenía que decirle a nadie cómo lo hacía. Tenía muy buen acceso a personas de la cúpula del gobierno español y se concentraba en eso. Tenía excelentes relaciones con Franco y son el Príncipe, se veía con ellos, pero no informaba. Quería explicarme qué había sucedido, pero decía: «No voy a informar sobre esto porque, ya sabes, nada es confidencial, es imposible de proteger. Sabemos cómo manejarnos bajo ellos, pero…» Pero esto hacía pensar a los de Washington que no estaba haciendo nada. Pues sí que estaba haciendo cosas.
Y una de las cosas que hacía (y la principal de la que me gustaría hablar) era que estaba empezando, poco a poco, a preparar nuestras futuras relaciones con España. Porque había dos problemas principales en España en aquel momento. Uno era la negociación de las bases, que se aproximaba, pues se repetía cada cinco años y ya tocaba. Y el otro era cómo preparar la relación con la España posterior a Franco, que llevaba enfermo mucho tiempo. Pues aunque la gente se empezaba a preguntar si viviría para siempre, era obvio que algún día ya no estaría, y era muy importante empezar a prepararse para el futuro ampliando los contactos de la embajada.
La embajada había estado bastante aislada y con muy limitados contactos cuando Bob Hill, uno de los embajadores anteriores. Pero Rivero tuvo el mérito de reconducirla por su cuenta, sin recibir instrucciones de nadie…
De hecho, lo que me sorprendía de la Oficina Europea es que no se pensaba en estas cosas como estábamos acostumbrados en América Latina. No había aquella política de planificar toda la complejidad con la que se trabajaba, de tratar estos asuntos cada año, al menos desde un punto de vista intelectual. Nunca nadie, hasta dónde yo sé, se planteó este problema.
Pero Rivero había llegado a sus propias conclusiones y empezó a expandir los contactos de la embajada, lo cual a mí me pareció que era obviamente lo que había que hacer.
Bueno, le llamaron tres o cuatro meses después de mi llegada y me convertí en el encargado durante varios meses. En aquel período procedí como él había hecho y expandí nuestros contactos. Comenzamos un programa para tratar de identificar a la gente que sería importante en el futuro y vernos con ellos sistemáticamente. Les invitaba a comer junto con nuestros asesor político o económico, quien fuera, para conocerlos y conocer lo que pensaban y tal.
Y entonces un día el jefe de la división norteamericana de asuntos exteriores me llamó y me dijo: «Sam, hay algo importante de lo que necesito hablarte. Así que quedamos a comer y lo hablamos. Invítame a comer.»
Así que le invité y me dijo: «Se ha hecho notar al Gobierno que la embajada está contactando con gente un tanto peligrosa, incluso socialistas, gente que está en la oposición al Gobierno y a lo que está intentando hacer. Y no creemos que eso sea lo correcto y lo apropiado.»
Y tuve que disentir. Creía que era apropiado que la embajada tuviera contactos más amplios. Le dije: «No estamos teniendo contactos con los Comunistas y no entraremos en contacto con los Comunistas, pero creo que contactar con todos los otros grupos de la sociedad es una función apropiada, que deberíamos mantener.»
Tuvimos un tira y afloja y no llegamos a ninguna conclusión. Creo que estaba haciendo una protesta formal, porque hasta dónde a él le concernía, me enteré después que tenía relación cercana con algunos de los que estábamos viendo. Así que lo dejé estar, ni siquiera informé de la conversación, y ahí lo dejamos.
Pero entonces, unos dos meses después, un secretario asistente, o un vicesecretario asistente, de asuntos de seguridad internacional del Departamento de Defensa, que había servido en España y tenía relaciones cercanas en España, vino y me insitió sobre lo mismo: «Sam, creo que no deberías estar haciendo esto.»
Le dije: «Harry, yo creo que sí, y seguiremos haciéndolo a no ser que recibamos la orden contraria.»
Así que una vez volvió a Washington protestó al Departamento de Estado y a todo el que pudo. De manera que recibí una carta del director del departamento, describiendo lo ocurrido y pidiéndome que explicase mi posición. Me tomé mi tiempo para responder la carta, pero le expliqué mi razonamiento y le dije que creía que Harry Berghold estaba totalmente equivocado y que esta era la política que deberíamos seguir y que así lo iba a hacer hasta que se me ordenase lo contrario.
No volví a escuchar nada más y continuamos. Pero estoy seguro de que si el asunto hubiera sido debatido oficialmente habría habido todo tipo de acaloramientos y un debate interminable, y que hubiera sido muy difícil obtener instrucciones precisas.
P. Bueno, a ver, estás hablando de dos cosas, para alguien que se fije en esto. Por una lado, escuchándote describir esto, parece como si esto fuera parte, diríamos, de la entrañable relación entre nuestros militares y el… porque nosotros considerábamos a España como una base vital en aquel momento, y no menees la cosa más de lo necesario y déjala estar, porque en muchos lugares eso ha llevado a callejones sin salida.
Eaton: Eso es parte del asunto. Pero desde mi punto de vista las personas con la que teníamos trato eran ocasionales e iban a cambiar, y nuestra relación a largo plazo sería mucho más sólida si construíamos sobre bases firmes.
En cualquier caso, llegó Wells Stabler como embajador. Era un profesional sobresaliente. Y discretamente, sin aspavientos, continuó con la misma política. Nunca lo llegamos a discutir, pero él continuó con la misma política y la amplió. Lo llevó por su cuenta. Él y el asesor político desarrollaron contactos con los socialistas y yo continué ayudando al asesor político, al económico y a otros a reunirse con los dirigentes jóvenes que se estaban formando.
El resultado fue que cuando murió Franco y el Príncipe se convirtió en Rey, aproximadamente dos tercios de los ministros de los tres primeros gabinetes que tuvo el Rey habían almorzado en mi casa y los conocíamos.
Llamé al nuevo Subsecretario de Asuntos Exteriores [ Marcelino Oreja ] para felicitarle por su puesto en el primer gobierno. Venía de la oposición. Había estado en el gobierno de Franco y luego se había opuesto a él, convirtiéndose en un escritor bastante combativo. Le felicité y me dijo: «Quiero que sepas una cosa. No estaremos de acuerdo en todo. Habrá cosas sobre las que no vamos a entendernos. Pero siempre agradeceré los contactos que mantuviste con nosotros mientras estábamos en la oposición.»
Esto, me parece, da la verdadera medida del valor de lo que hicimos.
P.: Bueno, sin duda la cosa se sabía ya. Quiero decir, que lo que hicisteis no se hizo en el vacío.
Eaton: Correcto. Todo el mundo en España sabía lo que estaba ocurriendo. No se podía publicar mucho, pero se podía leer entre líneas. La gente sabía lo que estaba ocurriendo y lo que otros hacían. Era una suerte de criminología.
P. Aquí hay algo verdaderamente interesante; empezando por el almirante Rivero y luego tú, llevasteis a cabo un cambio de política. En otras palabras: abrámonos y no seamos cautivos y nos aseguramos de que mantenemos a la gente de Franco. Pero, probablemente, si alguien mirase los documentos oficiales no aparecería nada de esto. Si alguien protesta, te llega una carta y tú le respondes, y la única huella impresa es de este tipo informal o extraoficial.
Eaton: No hay nada sobre este asunto.
P. Más el hecho de que nunca se trajera a colación…
Eaton: Nunca se debatió.
P. Nunca lo debatisteis, lo cual tal vez está bien.
Eaton: Yo creo que está bien, porque puedo imaginar que el debate hubiera generado mucha animosidad y que hubiéramos quedado paralizados esperando una respuesta y que la respuesta final hubiera sido un intento de controlar lo que hacíamos.
P. Vas a decir la lista de tus huéspedes. No, pero creo que es muy muy importante para que alguien que esté mirando los documentos lo entienda. Es del tipo de cosas para las que sirve la historia oral, porque esto no va a aparecer en la documentación en papel.
Eaton: Es el tipo de cosas que si tienes suficiente experiencia y estás lo suficiente seguro de tí mismo sabes que lo tienes que hacer así. Pero también te puedes equivocar mucho.
P. Sí, puede pasar todo lo contrario. Estoy intentando mirar más al sistema que al caso concreto. Este es el tipo de cosa en la que hay corrientes subterráneas que sencillamente no aparecen en la documentación oficial. ¿Hubo algún otro asunto de importancia? Este, desde luego, era de extrema importancia en el tiempo concreto en el que estuviste allí.
Eaton: Bueno, creo que esto era lo más importante. Y las negociaciones de las bases. Y por qué en España salió la cosa tan bien como salió, en contra de lo que muchos esperaban. Pero he escrito un libro sobre el asunto.
P. ¿Podrías darnos el nombre del libro y dónde se publicó y fechas y demás?
Eaton: Se llama The Forces of Freedom in Spain, 1974-79. Y lo publicó el Hoover Institute en 1981. Pero es el producto de mi experiencia de cuatro años allí –el último de Franco y los tres primeros del Rey y la democracia– y es una explicación de las fuerzas que operaban y de por qué la transición fue tan bien.
Uno estaba muy orgulloso de esto porque, al fin y al cabo, habíamos conocido sistemáticamente a los que estuvieron implicados. Habíamos participado en sus discusiones. O sea, al menos les habíamos escuchado hablar y pensar en voz alta sobre cómo afrontarían ellos los problemas. Así que al final de los cuatro años quería escribir sobre ello. Y lo hice. Y no tuve que investigar para ello, pues lo había hecho a lo largo de cuatro años. Así que estaba muy contento con él. Se publicó y está en algunas bibliotecas, pero no es…
P.: Bueno, de hecho eso es lo que estabas intentando hacer.
Eaton: De hecho se ha traducido al español, y está en las bibliotecas USIS de América Latina, también en español.
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