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El Catoblepas, número 14, abril 2003
  El Catoblepasnúmero 14 • abril 2003 • página 15
Artículos

Leyendo a Nietzsche cien años después

José Luis Garrido Norniella

Se propone una lectura de Nietzsche cien años después: ¿Han conseguido los cultifilisteos y la maquinaria bélica americana dominar el mundo?

¡Con razones no se gana uno a estos barriles de pólvora!
(Nietzsche hablando de los jóvenes, Gay Saber.)

A mis queridos alumnos

Las palabras de Nietzsche, escritas hace más de cien años, cobran hoy especial relevancia. Y uno se pregunta preocupado ¿Lucidez, profecía o quizás acaso la barbarie? Me parece pertinente que cada lector reflexione y saque sus conclusiones. ¿Han conseguido los cultifilisteos y la maquinaria bélica americana dominar el mundo? ¿Qué mundo? Para reflexionar sobre/contra la actualidad que se nos muestra (Wittgenstein), voy a seguir las argumentaciones de los textos Consideraciones intempestivas{1} y el Gay Saber.{2} Federico Nietzsche tenía dos claras influencias en su concepción de la cultura, una griega, preplatónica, que se fundía con otra de clara inspiración goetheana, entendida esta, es decir, la cultura, como cultivo, como antibarbarie.{3}

Cuando Nietzsche, en las Consideraciones intempestivas hace una crítica de la cultura alemana, calificándola de cultifilistea{4} encontramos, al hacer una defensa de los clásicos, uno de los componentes claves para entender la antropología dionisiaca nietzscheana, la búsqueda. El cultifilisteo es aquel que no busca, porque nada encuentra, porque nada le está permitido, pues todo está ya dicho desde la moira; pero el dionisiaco no se conforma con los dictados impuestos por la tradición conservadora y busca, ya que necesita sentir «el inquieto impulso creador del artista,»{5} que le conducirá por el tránsito doloroso del abandono de la subjetividad, como esencia de lo dionisiaco, hacia la obra de arte vital, confundiéndose ya con el mundo, haciéndose uno con él. Religándose con lo-otro. Todo acto de creación es, por necesidad ontológica, doloroso y trágico. Pero el hombrecillo{6} cultifilisteo:

«Se siente cómodo en la propia estrechez, en la propia tranquilidad, más aún, en la propia limitación. Sin ninguna vergüenza inútil, su dedo extendido apuntó a todos los rincones escondidos y secretos de su vida, a las muchas alegrías ingenuas y enternecedoras que cual flores modestas crecían en la misérrima hondonada de la existencia no cultivada y, por así decirlo, en el fondo cenagoso de la existencia filistea.»{7}

Los cultifilisteos, temerosos de lo desconocido, fundan su historia en lo real y en lo racional, abandonando la dolorosa búsqueda trágica del hombre dionisiaco. Ese corsé racional que produce monstruos,{8} es el que constriñe a demasiados filósofos, anulándolos e imposibilitándolos como seres dinámicos y vivos, en definitiva, como buscadores dionisiacos con voluntad de poder, como creadores artísticos. Este devenir existencial del todo fluye heracliteo, es una herencia clara del dialéctico griego en el pensamiento de Nietzsche.

Entonces surge la pregunta, ¿como rechaza el temeroso cultifilisteo aquello que le incomoda y le molesta? Aquí el análisis de Federico Nietzsche es ya un claro exponente de aquello que en nuestros días post-modernos conocemos con el nombre de marginado. Nuestra cultura pacata ha matado la búsqueda y la pregunta. Margina lo incómodo. Todo aquello que atente contra la RAZÓN establecida y contra el ORDEN REAL es considerado peligroso e insano. Los cultifilisteos se asustan cuando a su lado pasa rugiendo la vida ardiente de los entusiastas dionisiacos.{9} Los cultifilisteos son los que definen la locura, que es todo aquello que se aparta de lo real y de la razón, de la tradición conservadora.

La realidad hemos de entenderla como la razón propia del bárbaro filisteo, que es el que define y mata lo real. Todo aquel que salga de lo previamente establecido es considerado loco, como es el caso de muchos genios que han roto con su vida apasionada la mediocridad. En la historia tenemos demasiados ejemplos, pero baste citar solo uno, Hölderling.{10}

Las almas trágicas son aquellas que se embriagan de vida y se hunden por culpa de su enfrentamiento contra la realidad definida por los cultifilisteos. Por ello, todo aquel osado que se enfrente a la Razón, definida desde Arriba, desde Dios, desde el Poder, caerá en el ámbito de la sospecha, de lo marginal, de la locura. La locura ha de ser pues un accidente, en el sentido más aristotélico de la palabra, de la personalidad dionisiaca en tránsito doloroso hacia la obra de arte mundana, hasta el hombre. Esta locura definida por los temerosos cultifilisteos para segregar sin complejo de culpa, busca su justificación en una epistemología clínica que fue seriamente contestada por el conocido movimiento de antipsiquiatras, fundamentalmente, Basaglia, David Cooper, Roger Sentis... Psiquiatría que encuentra su fundamento en las estructuras sociales, económicas y políticas.

«La familia, la escuela, la fábrica, la universidad, el hospital son instituciones fundadas en un claro reparto de 'papeles': la división del trabajo (amo y esclavo, maestro y alumno, dirigente y dirigido). Esto significa que la característica de estas instituciones es una flagrante separación entre los que poseen el poder y los que no lo poseen. También puede deducirse claramente que la subdivisión de los 'papeles' traduce una relación de opresión y de violencia entre poder y no-poder, relación que se transforma en la exclusión del segundo por el primero. La violencia y la exclusión, están en efecto, en la base de todas las relaciones susceptibles de instaurarse en nuestra sociedad.»{11}

«Si hemos de hablar de la violencia en psiquiatría, la violencia que quema la piel, que grita su nombre, que se proclama a sí misma con tal descaro que raramente es comprendida... deberemos hablar de esa violencia sutil y enmascarada que los otros, los 'hombres normales', ejercen sobre aquellos que son bautizados como locos. En la medida en que la psiquiatría representa los intereses, o los pretendidos intereses, de los hombres normales podemos constatar que de hecho la violencia en psiquiatría es ante todo violencia de la psiquiatría.»{12}

«Ciertamente se trata de una especie de racismo... Se dice los locos como se dice los negros o los portugueses. De ahí a exterminarlos no hay más que un paso... Si a lo largo del siglo XIX y en los inicios del nuestro no se ha recurrido a la liquidación física de los enfermos mentales es, sin duda, porque el problema no tenía entonces una gran incidencia económica. Por otra parte, el sistema no estaba preparado para este género de bestialidades. Al fin y al cabo no era totalmente necesario matarlos: bastaba con no verlos.»{13}

«La institución familiar... esa fábrica de ideologías autoritarias (burguesas) y de estructuras mentales conservadoras... ese aparato de educación que forma al niño en la ideología reaccionaria... esa correa de transmisión entre la estructura económica de la sociedad conservadora (burguesa) y su supraestructura ideológica.»{14}

Esta potentes palabras hablan por sí solas, no necesitan ningún tipo de comentario y sí alguna reflexión. Esta locura, definida por el temeroso cultifilisteo, la deja bien clara Federico Nietzsche cuando nos habla de los escritores románticos Goethe y Schiller. El cultifilisteo produce lo que Wilhelm Reich llama, con mucho acierto, la peste emocional.{15}

«Para cada uno de esos genios fuisteis vosotros unos estúpidos sujetos llenos de mal humor, o unos envidiosos de corazón estrecho, o unos egoístas repletos de maldad: a pesar de vosotros crearon ellos sus obras, contra vosotros dirigieron ellos sus ataques y por culpa de vosotros se hundieron ellos demasiado pronto, quebrantados o aturdidos por sus luchas, cuando aún no habían concluido su tarea.»{16}

Todo aquel que lucha contra la razón cultifilistea, cae con triste frecuencia en la locura, o cuando menos en el desasosiego. Temor y temblor. Esto es así porque la vida dionisiaca ha sido relegada al mundo de las tinieblas, marginada por los cobardes temerosos de la loca existencia embriagadora.

¿Pero porqué tiene tanto poder y dominio la cultura cultifilistea? La respuesta es evidente, no todos están dispuestos a sufrir la condena y el castigo de ser marginados y locos. Además la vida dionisiaca de búsqueda, es trágica y dolorosa. El temeroso cobarde huye de la embriaguez de la vida y se cobija en la razón, de este modo conforma la realidad, la realidad cultifilistea.

El mezquino, el cultifilisteo, es un ser arrogante que se funda en la razón, como instrumento, para no dejarse fundir con lo-otro y dictar a los demás cual ha de ser la forma de vida. Clasista y temeroso de la existencia viva que busca el camino que ha de sumergirle en-el-mundo. Es un ser de corazón estrecho que condena a la obscuridad y a la locura marginal, la vida. Todo lo contrario del genio que arriesga y busca el camino de la ataraxia, de la creación artística y vital. Esta ha de ser pues una característica del genio dionisiaco, caso de Goethe y Schiller, la locura, pero no la locura definida por la RAZÓN, sino más bien la locura de la búsqueda gratificante y marginal. La búsqueda de la vida.

El carácter del hombre dionisiaco no ha de caer en el falso placer de la fútil y necia alabanza del temeroso cultifilisteo, y ha de «salir en busca de su presa el tigre joven, cuya inquieta fuerza se hace visible por doquier en sus músculos turgentes y en la mirada de sus ojos.»{17}

Una vez más el vitalismo nietzscheano deja paso a la reflexión ¿Es posible que la filosofía de Federico Nietzsche sea el producto de su precaria salud? Si así fuera, esto para nada devalúa su pensamiento, si no que lo confirma, pues el trágico dolor de su existencia difícil, sirve como aval de su pensamiento vitalista. ¡Quién sabe hasta qué punto también en esto –estar libre del resentimiento– debo yo estar agradecido, en definitiva, a mi larga enfermedad.{18}

Nietzsche siente un desagradable desprecio contra los necios y temerosos de la existencia trágica dionisiaca, que han de reunirse con su corte de lameculos, para afianzar su débil personalidad con el halago fácil. Siente desprecio por el patán altanero que cree tanto en su belleza como en su verdad.

«No es solo que a este último se le permita andar por ahí haciéndose públicamente cruces de las producciones más grandes y puras del genius germánico, cual si hubiera visto una cosa obscena e impía, es que además el público se alegra de sus descaradas profesiones de fe y de sus confesiones de pecado, en especial porque los pecados que confiesa no son pecados cometidos por él, sino pecados que, según él, habrían cometido los grandes espíritus.»{19}

El patán intelectual altanero, el cultifilisteo, estrafalario bufón ansioso de aparentar una genialidad de la que carece, es ensalzado por la mayoría temerosa que así redime de sus pecados a los grandes espíritus. Esta mayoría cobarde, que se reúne en grupo y ensalza al cultifilisteo, es despreciable porque margina al genio dionisiaco que busca y arriesga. ¡Qué tristeza!

Pasado el tiempo siguen los cultifilisteos dominando y segregando a todo elemento extraño que se cruce en su camino, para ello tienen las Instituciones y las Leyes. La hermosa lucidez de Nietzsche ya denunciaba, con una contundencia tremenda, este carácter del pobre temeroso de las excelencias de la vida, por ello mismo el dionisiaco en tránsito hacia la obra de arte vital, será el que vive en constante riesgo y pasa de la paranoia a la noia, la propia existencia subjetiva fundida con lo-otro.{20} Ahora me viene a la memoria la historia poética de Charles Bukowsky:

«Vallejo escribiendo de
la soledad mientras se muere de hambre hasta
la muerte;
la oreja de Van Gogh rechazada por una
puta;
Rimbaud huyendo al Africa
en busca de riquezas y hallando
un incurable caso de sífilis;
Beethoven por siempre sordo;
Pound arrastrado a través de las calles
en una jaula;
Chaterton bebiendose el veneno para las ratas;
el cerebro de Hemingway que chorrea y cae
dentro de un vaso con jugo de naranjas;
Pascal abriéndose las venas
en la bañera;
Artaud encerrado en el manicomio;
Dostoievsky empujado hacia el muro
Crane lanzándose en las hélices de un barco;
Lorca fusilado al borde del camino por la guardia civil española;
Berryman saltando desde un puente;
Burroughs que hace puntería con su esposa;
Mailer persiguiendo a la suya con un cuchillo.
Eso es lo que quieren:
un maldito show
una cartelera de neón
encendida
en medio del infierno.
eso es lo que quieren,
ese montón
de aburridos
inarticulados
protegidos
monótonos amantes de los
carnavales»{21}

No cabe la menor duda que Federico Nietzsche fue un hombre genial en sus apreciaciones antropológicas y una vez más, muestra con una asombrosa maestría, el carácter melifluo y blando del sospechoso intelectual que confirma el estado de las cosas, en definitiva del Poder, con sus teorías (¿opiniones?) cobardes. La búsqueda vital ha de ser una aventura arriesgada por los enormes enigmas de la vida. Tarea en la cual no sirven ni cobardías ni medias tintas. Uno ha de embarcarse hasta la muerte en la trágica existencia ulisiana. El carácter vital del científico mortecino que hipoteca su vida en aras de una ciencia sublime y poderosa, que en definitiva será sospechosa, ya que es incapaz de mirar a derecha e izquierda, nos enfrenta, contraponiendo los términos, con el carácter del dionisiaco, del genio trágico olvidado por la cultura tradicional.

«Al hombre de ciencia le parece que está autorizado a dilapidar la vida en preguntas cuya respuesta solo podría ser importante, en el fondo, para quién tuviera asegurada una eternidad. Alrededor de este heredero de escasas horas hay precipicios horrendos que tienen clavada en él su mirada, cada paso que da debería recordarle: ¿Para qué? ¿Adónde? ¿De dónde? Pero su alma se enardece ante la tarea de andar contando los estambres de una flor o golpeando con el martillo las piedras situadas al borde del camino, en esa labor vuelca él todo el peso de sus intereses, de sus ansias, de sus fuerzas y de sus anhelos. En Alemania esa paradoja que es el hombre de ciencia ha caído últimamente en una agitación tal, que parece como si la ciencia fuese una fábrica y como si el perder un solo minuto acarrease consigo un castigo. El hombre de ciencia trabaja ahora tan duramente como cuarto estado, el de los esclavos; los estudios que realiza no son ya una ocupación, sino una penosa necesidad; ese hombre no mira ya ni a derecha ni a izquierda y camina a través de todas las cosas que dan que pensar y a través de todos los asuntos que la vida lleva en su seno con aquella misma semiatención o con aquel mismo repugnante afán de esparcimiento que son propios del obrero extenuado. Esa es también su actitud con respecto a la cultura. El hombre de ciencia se comporta como si para él la vida fuera otium, pero sine dignitate: y ni siquiera en sus sueños se desprende del yugo que lo oprime, cual si fuera un esclavo que, aún estando en libertad, sueña con sus miserias, sus prisas y sus latigazos. Nuestros doctos apenas se diferencian, y en todo caso, no para su bien, de los labriegos que quieren acrecentar una pequeña heredad y que de la mañana a la noche se esfuerzan diligentemente en roturar la tierra, guiar el arado y azuzar a los bueyes. Pero Pascal{22} llega a opinar que, si los humanos cultivan con tanta solicitud sus negocios y sus ciencias, lo hacen con el único fin de escapar así a las cuestiones más importantes, a las preguntas con que los importunarían todo ocio verdadero y toda soledad, es decir, a las preguntas que interrogan por el por-qué, el de-dónde, el a-dónde. De manera sorprendente, a la mente de nuestros doctores no acude ni siquiera la pregunta más inmediata: ¿para qué su trabajo, su prisa, su dolorido frenesí? ¿No es acaso para ganarse el sustento y para andar a la cabeza de puestos honoríficos? No, de verdad que no. Sin embargo, vosotros os afanáis de igual manera que se afanan quienes están en la miseria y necesitan pan, e incluso es tal la avidez y la inelegancia con que de la mesa de la ciencia arrebatáis los alimentos, parece como si estuvierais a punto de morir de hambre.{23} Pero si como hombre de ciencia os comportáis con esta de la misma manera que se comportan los obreros con las tareas que les vienen impuestas por la pobreza y la miseria de su vida, ¿que hará entonces de una cultura que se halla condenada a estar aguardando la hora de su nacimiento y de su redención, condenada a tal espera por culpa precisamente de ese cientificismo excitado, jadeante, trajinante, bullicioso ¿Nadie tiene, en efecto, tiempo para la cultura y, sin embargo, ¿para qué en absoluto la ciencia si no tiene tiempo para la cultura? Así, pues, respondednos al menos a esta pregunta: de donde, adónde, para qué toda ciencia si no ha de conducir a la cultura? ¡Entonces, acaso la barbarie!»{24}

La lucidez y contundencia de estas palabras deja a uno seco. Dadas las actuales circunstancias, comienzos del XXI, trágico y doloroso, cada vez es mas necesaria la tarea del héroe dionisiaco. ¿Han de ser los amos del mundo, los temerosos de la vida rugiente dionisiaca? ¿Como sería un mundo dionisiaco? ¿Es acaso necesaria una Umwertung? Federico Nietzsche nos sigue deleitando con sus increíbles ideas e intuiciones. Para él, la filosofía ha de ser un instinto cognitivo, selectivo, con un talante artístico. La filosofía como pasión desgarradora que te empuja a vivir trágicamente y esto es así porque el estado de las cosas, de lo que acontece, que diría Wittgenstein, de lo que se muestra, no permite el más mínimo descanso ni el descuido. Ha de estar uno muy atento, muy vivo, para que el Poder Cultifilisteo no hunda sus garras en tus débiles entrañas. Nietzsche tiene una intuición dramática, por sus nefastas consecuencias, y avisa del peligro terrible si se diera la fusión entre el activismo político norteamericano y la inconsistente cultura de los doctos cultifilisteos europeos. El filósofo y su vida: «El producto más genuino de un filósofo es su vida, ella es su obra de arte y, como tal, se halla vuelta tanto hacia quién la creó como hacia los demás seres humanos.»

Para seguir con la vida de Nietzsche y su influencia en el mundo de hoy, analizo la obra, Gay saber.{25} Esta obra de Federico Nietzsche está en íntima relación con su propia vida. Una vida intensa, con todas sus vicisitudes de dolor, que ponen sangre y fuego en el pensamiento y sus escritos.{26} En una carta escrita a Hans von Bülow sigue Nietzsche sosteniendo las mismas ideas, respecto a la relación que ha de tener la vida del filósofo y su obra, que ya había sostenido previamente, fundamentalmente en Las consideraciones intempestivas.

«Mi naturaleza está hecha a dejarse atormentar ampliamente y a quemarse como fuego lento; ni siquiera entiendo la prudencia de 'perder además la inteligencia'. No digo nada sobre la peligrosidad de mis afectos, pero tengo que decir esto que el diverso modo de pensar y de percibir que expresé desde hace seis años incluso por escrito, me ha mantenido en la existencia y me ha hecho casi sano. ¿Qué me importa que mis amigos afirmen que este 'pensamiento libre' mío ahora sea una resolución excéntrica, tenida fuertemente con los dientes y conseguida en contra y forzando mi propia inclinación? Bueno, puede ser una 'segunda naturaleza', pero quiero demostrar aún que precisamente con esta segunda naturaleza es como he entrado propiamente en posesión de la primera.»{27}

Ha de tenerse en cuenta que el filósofo y su obra han de estar en íntima comunión. Por ello el Gay saber estará sometida al influjo que ha ejercido en Federico Nietzsche, la psicoanalista rusa y discípula de Sigmund Freud, Lou Andreas von Salomé. Con ella tuvo Nietzsche relaciones sentimentales tortuosas, pues no era correspondido. No obstante ha sido una buena época sentimental y de salud, de la que tan necesitado estaba. Cuando escribe esta obra está en un gran momento de salud, en un momento vital dulce y ello ha dejado rastro en el texto.

En opinión de Luis Jiménez Moreno, esta obra muestra la gran disposición que tenía Federico Nietzsche para dar un nuevo rumbo a su vida, una aventura arriesgada, de mar abierta hacia el futuro, una vida de enriquecimiento personal.{28}

Una característica fundamental del pensamiento antropológico nietzscheano, ha de ser la unidad antropológica. Unidad no solo del hombre que huye de la esquizo-frenia, sino también, una vez restablecida esta unidad antropológica, la unidad carnal con-el-mundo, que también diría Maurice Merleau-Ponty.{29} Se ve con acidez mordaz y un claro ingenio dionisiaco, que para Federico Nietzsche, el intelectual moderno, es decir, aquel que solo sabe de libros, la rata de biblioteca que no ha vivido una pasión dolorosamente desenfrenada y mundana, es sospechoso de tener un conocimiento sesgado y no verificado con la propia experiencia. El hombre nietzscheano ha de impregnarse de vida, empaparse de reflexión, en definitiva, la vida como tragedia creativa y dolorosa «No es libre para nosotros los filósofos establecer separación entre alma y cuerpo como lo hace el pueblo. Menos libre todavía para nosotros la separación entre alma y espíritu.»{30}

La vida como dolor, que Federico Nietzsche conocía muy bien, es un pensamiento muy antiguo en la filosofía oriental, que tan bien conocía Arturo Schopenhauer y quizás de ahí le venga a Nietzsche la idea, además de su experiencia.

Es en la filosofía del Buda, el Gotama, donde aparece por primera vez este tipo de antropología mundana. ¿Como no ha de ser un vitalista Nietzsche sabiendo lo que duele vivir?{31}

«Se comprende que yo no quisiera despedirme con ingratitud de aquel tiempo de gran enfermedad, cuyas ganancias no se me han agotado todavía hoy. Igualmente tengo bien claro para mi cuanto se me pone delante en mi cambiante salud, frente a todas las dimensiones del espíritu. Un filósofo que ha recorrido el camino a través de muchas saludes, y lo sigue recorriendo repetidamente, ha pasado también por muchas filosofías. No puede otra cosa, en efecto, más que transportar su estado cada día hacia la forma y la lejanía más espirituales, este arte de la transfiguración es precisamente la filosofía. No es libre para nosotros los filósofos establecer separación entre cuerpo y alma. Menos libre para nosotros es la separación entre alma y espíritu.»{32}

El hombre dionisiaco, en tránsito hacia la obra de arte vital, el hombre que se embriaga de vida, que vive la tragedia de la existencia marcada por la indefinición de ella misma, tiene su norte en «la sangre, corazón, fuego, placer, pasión, tormento conciencia, suerte y destino. Vida significa para nosotros todo cuanto somos, cambiar continuamente en luz y en llama».{33} El eterno retorno. «El dolor físico, el gran dolor de la existencia, obliga a los filósofos a descender a nuestra última profundidad, a enfrentarnos con la dolorosa y temida soledad.»{34} O lo que es lo mismo, con el yo-mismo, con el ego-ismo.

A través de su propia historia, trágica y dolorosa, llega Federico Nietzsche al descubrimiento de la raíz de la tragedia humana, la Soledad. Soledad que arraiga profundamente en el dolor físico. Esta dolorosa realidad mundana es quien nos muestra, con dramática crudeza, la miseria de la existencia. Por ello mismo hemos de embriagarnos de vida, emborracharnos de placer y alegría, de felicidad. Vivir el aquí y el ahora en toda su dimensión, sin restricciones, sin miedos, con la osada valentía del guerrero dionisiaco.

Quizás el vitalismo nietzscheano sea un producto de su delicada salud. El dolor físico, que nos enfrenta a la soledad, dolor de la tragedia existencial, nos hace más profundos porque nos obliga a enfrentarnos con él. Este enfrentamiento es el que hace a nuestra fuerza de voluntad más sólida. Entablamos una lucha heraclitea, superadora, de la que ha de salir la luz, la paz, la ataraxia aristotélica. Cuando se superen estos enfrentamientos...

«Uno sale como otro hombre tras estos largos y peligrosos ejercicios de dominio de sí, con más interrogantes y ante todo con la voluntad de preguntar en adelante más y más profundamente, más rigurosa, dura maliciosa y sosegadamente que cuanto había preguntado hasta entonces. Ahí está la confianza en la vida. La vida misma hecha problema.»{35}

Este estado de lucha permanente con el dolor de la existencia, con la soledad, con la vida misma, nos lleva a un nuevo estado, otra vez recién nacido, un estado más fino de alegría, con sentidos más placenteros. Uno se torna sensibilidad, vida artística y dionisiaca, en la que se mece hasta embriagarse con los néctares baquianos de la existencia guerrera, insumisa, y...

«¡Como repugna ya el placer, ese placer burdo, pesado y gris como lo entienden por su parte los vividores, nuestros 'hombre cultos', nuestros ricos y gobernantes! ¡Con qué malicia prestamos atención ahora ya al gran bumbún de la feria anual, en la cual el 'hombre culto', el habitante de la ciudad de hoy se hace estuprar por medio del arte, de los libros y de la música cuanto corresponde a sus 'gustos espirituales' ayudándose además con bebidas espiritosas! ¡Qué daño nos hace ahora en los oídos el grito teatral de la pasión! ¡Qué extraño se nos ha hecho para nuestro gusto, el alboroto totalmente romántico y el caos sensorial que gusta a la plebe culta, junto con sus aspiraciones hacia lo alto, lo enaltecido, lo excéntrico!»{36}

Cuando uno ha podido escapar de la existencia anodina, existencia que sigue los dictados de los necios, de los sabios cultifilisteos, se encuentra en un estado de éxtasis dionisiaco, de dolorosa soledad, embriagado de vida. Entonces y solo entonces, todos los dictados de la razón cultifilistea de los abyectos mandarines de la pobre vida, aparecen a los ojos del dionisiaco, burdos y groseros, carentes del refinamiento sibarita de la vida rugiente, potente y dolorosa, de la vida trágica de la existencia solitaria. Pero esta existencia solitaria ha de ser el estupendo camino por el cual uno ha de transitar hacia su encuentro con el prójimo para fundirse con el. Religarse. La carne como textura del mundo.

El Gay saber aparecerá sobre la tierra cuando se esfumen las religiones y las morales que narcotizan al individuo y lo atontan, cuando el hombre sea capaz de reírse de sí-mismo; cuando el hombre dionisiaco, cansado ya de buscar la esencia de lo-humano, es decir, el mantenimiento de la especie humana, una la risa y la sabiduría. Pero la tragicomedia de la existencia aún no se ha hecho consciente, aún es tiempo de moral y religión.{37}

Aunque sea una tarea peligrosa, el hombre ha de abandonarse a la locura, a la sin-razón. ¡Debe de amarse la vida pues! Pero no hemos de olvidar que la vida social y cultural la han arrebatado y secuestrado los cultifilisteos, los necios sepultureros, asesinos de la vida, que dictan la Razón, Su Razón.

Una de las confusiones más perversas que se han tenido de Federico Nietzsche, está motivada por la incomprensión de la diferencia que establece entre el hombre vulgar y temeroso de la razón cultifilistea y el superhombre (über-mensch). Esta equivocación ha generado dañinas y malintencionadas interpretaciones de la antropología nietzscheana. Este furibundo ataque contra Nietzsche, está siempre dirigido por los temerosos que se protegen con la razón, su Razón. Son aquellos que tienen miedo de la vida rugiente del dionisiaco, del artista existencial. Ataque de la peste emocional. Peste emocional que acusa,{38} inmerecidamente a Nietzsche de antisemita, pero sus propias palabras ponen en duda tales afirmaciones sospechosas de intencionadas.

«Me ha escrito recientemente un tal Theodor Fristch, de Leipzig. No hay verdaderamente en Alemania una pandilla más desvergonzada y más estúpida que esos antisemitas. En agradecimiento le he administrado un buen puntapié epistolar. Esta gentuza se atreve a tener en la boca el nombre de Zaratustra. ¡Asco! ¡Asco! ¡Asco!»{39}

Siguiendo con la necia acusación de antisemitismo de Nietzsche, como otras muchas confabulaciones lunáticas de temerosos vitales y como réplica, basten solo unas palabras de Nietzsche en sus Aforismos:

«¿Qué debe Europa a los judíos? –Muchas cosas, buenas y malas, y sobre todo una que es a la vez de las mejores y de las peores: el gran estilo en la moral, la terribilidad y la majestuosidad de exigencias infinitas, de significados infinitos, todo el romanticismo y sublimidad de las problemáticas morales y, en consecuencia, justo la parte mas atractiva, más capciosa y más selecta de aquellos juegos de colores y de aquellas seducciones que nos incitan a vivir, en cuyo resplandor final brilla –tal vez esté dejando de brillar– hoy el cielo de nuestra cultura Europea, su cielo de atardecer. Nosotros los artistas entre los espectadores y filósofos sentimos por ello hacia los judíos, gratitud.»{40}

El desprecio que Federico Nietzsche siente contra los vulgares es un sentimiento comprendido y admitido. Que ensalce al sobre-hombre, über-mensch y desprecie el vulgar no significa que esté proponiendo una antropología vertical, de clases, ya que ese sobre-hombre ha de ser entendido, en el ámbito transitorio dionisiaco hasta el hombre como obra de arte. El hombre confundido con lo-otro y la naturaleza. Con su teoría antropológica, Nietzsche lo único que hace es desvelar/aletheia, el carácter ruin y pacato del vulgar que se enfrenta contra el rugiente dionisiaco utilizando malas artes. Los seres mezquinos y necios, los vulgares, que ante todo sentimiento noble manifiestan incredulidad y muestran recelo, no son capaces de comprender que exista un ser magnánimo y noble, que obre sin una actitud teleológica vital que sustente sus acciones. El ruin, la peste emocional, siempre espera que el noble actúe por alguna causa necesaria, y en todo caso, si existiese esa persona, siempre tendrá a este, al noble, por un loco desviado de los poderosos mandatos de la recta razón instrumental.{41}

«Para los seres vulgares, todos los sentimientos nobles y magnánimos les parece que no tienen sentido y por eso los consideran en sumo grado increíbles. Guiñan los ojos cuando oyen hablar de ellos, y parece que quisieran decir que si existe buenamente alguna ventaja en ellos, no se la ve por ninguna parte. Se muestran recelosos frente a lo noble como si buscasen su provecho por caminos secretos. Si se convencen de forma totalmente indiscutible de que no existen tales egoístas intenciones de lucro, en ese caso tienen al noble como a un loco. Lo desprecian por sentir alegría de ese modo y se ríen del brillo de sus ojos.»{42}

El texto es claro y definitivo para no atribuir al pensamiento nietzscheano elementos provenientes del fascismo. Pensar en el super-hombre, über-mensch, como arquetipo antropológico del fascismo es una vulgaridad a la que han contribuido su hermana y su cuñado. Quizás este superhombre, visto desde la ñoñería cultifilistea, pueda parecer altanero, señorial y clasista, pero me temo que es una visión muy pobre y sospechosamente sesgada. Para nada encontramos el fascismo en los textos de Nietzsche y si quizás tintes de individualismo y por ello mismo de anarquismo vitalista.

Para bien o para mal el pensamiento filosófico de Nietzsche es mucho más que esa triste versión de su obra. Si yo me sitúo en la vulgaridad y en la envidia ruin del cultifilisteo, es fácil que considere al superhombre como al supermán rubio y ario, de ojos azules, y que además tiene un 'cuerpo Danone' y vive la 'chispa de la vida'. Quizás, y me temo que así es, Nietzsche nunca habló de este superhombre rubio y ario, sino solo del hombre valiente que arriesga y vive sin restricciones cobardes y racionalistas que matan la vida. La peste emocional reichiana. Estamos ante un problema de perspectivas merleaupontyanas.{43}

Aquel que posea sentimientos nobles y magnánimos solo puede ser el superhombre de los vulgares, de los cultifilisteos que solo piensan desde los dictados de la recta razón instrumental. La sin-razón es la Razón desviada de la Pasión, aquello que tanto desprecia el vulgar del noble.{44}

Desde el punto de vista del vulgar cultifilisteo es muy posible que el superhombre, el über-mensch, tenga una realidad ontológica, una existencia. Pero no hemos de olvidar la tremenda y acertada crítica nietzscheana. Nadie duda que la definición de la cultura está en manos del Estado, del Poder. Por ello mismo, para entender al superhombre, al dionisiaco en tránsito hacia la obra de arte vital, que se embriaga de vida, no hemos de partir de supuestos dictados por la recta razón cultifilistea, del hombre vulgar, ya que para estos necios, aquellos son unos locos.

«Los espíritus más fuertes y los peores han impulsado a la humanidad más que ningún otro hasta ahora hacia adelante. Ellos encendían las pasiones cada vez que estas se adormecían. Ellos despertaban de nuevo el sentido de la confrontación, de la contradicción, el placer por lo nuevo, por lo atrevido, por lo nunca probado. Ellos forzaban a los hombres a contraponer unas opiniones frente a otras, unos modelos frente a otros.»{45}

Leyendo estas reconfortantes e ingeniosas palabras, me asalta a la memoria uno de los genios más grandes que hemos tenido en España, Francisco de Goya y Lucientes. ¡¡Qué no supieron de ruptura y magistral lección de historia sus pinturas negras!! Solo un genio como Goya ha podido decir: «El sueño de la razón produce monstruos.»

Pienso que está claro y es ya demasiado reiterativo, pero todo innovador es sospechoso y malo, pues atenta con frecuencia contra lo instituido por la recta Razón instrumental del cultifilisteo. Quizás sea consecuencia de esto que solo pueda encontrar aquel que arriesga, que rompe moldes, o como dice D. Cooper, aquel que supera la para-noia para situarse en la noia. En definitiva el loco, definido así por el Poder, por el Estado represor.

De todos modos, estas proposiciones nietzscheanas, no son nada nuevas. Me recuerdan al Platón del libro VII de La República, y más en concreto el Mito de la Caverna, cuando nos dice que hay hombres que logran romper las cadenas que los atenazan al mundo de las sombras. Pero si logramos romper esas ataduras tan fuertes y ascendemos por la vía del conocimiento hacia la Noesis, es decir, hacia el conocimiento del sumo Bien por la vía de la razón, el Sol, entonces seremos calificados de locos por los que aún siguen en el interior de la caverna, por los temerosos que no pueden, o no quieren, arriesgar y buscar. Parece pues, que desde hace ya mucho tiempo, todo aquél que se aleja de los dominios de la recta Razón instrumental, definida por el Estado, y se introduce por los tortuosos dominios de la vida dionisiaca, será tildado de loco, marginado. «La compasión es la sensación más agradable para quienes tiene poco orgullo y ninguna previsión de grandes conquistas.»{46} Todo lo humano es mudable, cambiante, contra lo que se venía sosteniendo hasta bien entrado el siglo XX, e incluso aún, es decir, que la vida del hombre está determinada y sujeta a la necesidad. Por ello mismo, todo aquel que sufre en su devenir mundano la máxima vital de la dolorosa soledad libremente aceptada y asumida, será un loco, un desviado que huye de la necesidad determinada por aquellos que poseen la recta Razón, los iluminados de la ciencia y de la fe, en definitiva, de los cobardes cultifilisteos que miran la vida con los ojos de la temerosa razón, que huyen atemorizados y con estrepitoso pavor, de las pasiones mundanas para refugiarse en la Razón, en SU razón, en la Muerte existencial.{47}

«Perder alguna vez el suelo firme. Flotar. Andar errante. Estar loco. Todo esto eran cosas del paraíso y de las orgías de tiempos anteriores; mientras nuestra bienaventuranza es semejante a la del náufrago que ha llegado a tierra y pone los dos pies sobre la vieja y firme tierra, maravillándose de que esta no se balancee.»{48}

La represión continua de las pasiones, tiene como objetivo primordial, la educación de las formas, y con ello evitar caer en una naturaleza temerosa y grosera, para conformar un ser elegante, superficial y ameno, un ser sumiso que huye aterrorizado de la vida de las pasiones mundanas, o lo que es lo mismo, que huye de la locura, definida esta, una vez más, por los asesinos de la vida, por represores de las pasiones desenfrenadas y sin límite, de los cultifilisteos, de aquellos que repelen las ofensas con las palabras complacientes, de los cobardes.{49}

«Tal vez no haya nada que divida tanto a los hombres unos de otros como el diverso grado de conocimiento que unos y otros tienen de la penuria. Tanto con respecto a la penuria del alma como a la del cuerpo. En relación con esta última somos los actuales, puede que sin excepción, chapuceros y extravagantes.. Por carecer de una rica experiencia propia.»{50}

Todo aquel que no tenga una rica experiencia, tanto de su alma, como de su cuerpo, separación que no se acepta,{51} ha de ser un vulgar chapucero.

«A los despreciadores del cuerpo quiero decirles mi palabra. No deben aprender ni enseñar otras doctrinas, sino tan solo decir adiós a su propio cuerpo –y así enmudecer.
'Cuerpo soy yo y alma' –así habla el niño. ¿Y por qué no hablar como los niños?
Pero el despierto, el sapiente, dice: cuerpo soy yo íntegramente, y ninguna otra cosa; y alma es solo una palabra para designar algo del cuerpo.
El cuerpo es una gran razón, una pluralidad dotada de un único sentido, una guerra y una paz, un rebaño y un pastor.
Instrumento de tu cuerpo es también tu pequeña razón, hermano mío, a la que llamas 'espíritu', un pequeño instrumento y un pequeño juguete de tu gran razón.
Dices 'yo' y estás orgulloso de esa palabra. Pero esa cosa más grande aún, en la que tú no quieres creer, tu cuerpo y su gran razón: esa no dice yo, pero hace yo.
Lo que el sentido siente, lo que el espíritu conoce, eso nunca tiene dentro de sí su término. Pero sentido y espíritu querrían persuadirte de que ellos son el término de todas las cosas: tan vanidosos son.
Instrumentos y juguetes son el sentido y el espíritu: tras ellos se encuentra todavía el sí-mismo. El sí-mismo busca también con los ojos de los sentidos, escucha también con los oídos del espíritu.
El sí-mismo escucha siempre y busca siempre: compara, subyuga, conquista, destruye. El domina y es también dominador del yo.
Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermano mío, se encuentra un soberano poderoso, un sabio desconocido, llámase sí-mismo. En tu cuerpo habita, es tú cuerpo.
Hay más razón en tu cuerpo que en tu mejor sabiduría. ¿Y quién sabe para qué necesita tu cuerpo precisamente tú mejor sabiduría.
Tú sí-mismo se ríe de tu yo y de sus orgullosos saltos.
¿Qué son para mí esos altos y esos vuelos del pensamiento? se dice. Un rodeo hacia mi meta. Yo soy las andaderas del yo y el apuntador de sus conceptos.'
El sí-mismo dice al yo: '¡siente dolor aquí!' Y el yo sufre y reflexiona sobre como dejar de sufrir, y justo para ello debe pensar.
A los despreciadores del cuerpo quiero decirles un palabra. Su despreciar constituye su apreciar. ¿Qué es lo que creó el apreciar y el despreciar, y el valor y la voluntad?
El sí-mismo creador se creó para sí el apreciar y el despreciar, se creó para sí el placer y el dolor. El cuerpo creador se creó par sí el espíritu como una mano de su voluntad.
Incluso en vuestra tontería y en vuestro desprecio, despreciadores del cuerpo, servís a vuestro sí-mismo. Yo os digo: también vuestro sí-mismo quiere morir y se aparta de la vida.
Ya no es capaz de hacer lo que más quiere:- crear por encima de sí. Eso es lo que más quiere, ese es todo su ardiente deseo.
Para hacer esto, sin embargo, es ya demasiado tarde para él: por ello vuestro sí-mismo quiere hundirse en su ocaso, despreciadores del cuerpo.
¡Hundirse en su ocaso quiere vuestro sí-mismo, y por ello os convertisteis vosotros en despreciadores del cuerpo! Pues ya no sois capaces de crear por encima de vosotros.
Y por eso os enojáis ahora contra la vida y contra la tierra. Una inconsciente envidia hay en la oblicua mirada de vuestro desprecio.
¡Yo no voy por vuestro camino, despreciadores del cuerpo! ¡Vosotros no sois para mí puentes hacia el superhombre. Así habló Zaratustra.»{52}

Como se observa, Federico Nietzsche, no solo es un vitalista que da mucha importancia a la experiencia y al cuerpo, por ello mismo podríamos decir que es un empirista vital. Todo ha de ser susceptible de poder ser experimentado, ese es el límite del sentido de la verdad nietzscheana, pues es en ese límite donde la valentía ha perdido sus razones. Solo es verdadero aquello que uno puede experimentar. El que no experimenta, el que no vive, es un extravagante chapucero.{53}

Aquel hombre que se siente seguro de sí mismo, que tiene una recia seguridad en su frágil vida, es un ser noble. Aquel que comunica a todas las cosas que le rodean y a todos los seres, una satisfacción de sí mismo, satisfacción que posee en abundancia, es un ser noble. Uno ha de hacerse abogado de sus causas, de sus propias reglas.{54} Hemos de sentir la fuerza interior que poseemos y creer en nosotros mismos para que nuestras sensaciones, nuestra vida activa, posea el refinamiento de la buena música y nuestra vida no suene desafinada. No olvidemos que de música Nietzsche tenía conocimientos y por lo tanto de armonía, que según el gran Leonardo, es el objetivo de la vida artística, opinión que también comparte Nietzsche. El hombre nietzscheano es un artista aventurero que emprende la búsqueda de las cosas, la armonía vital, por sí mismo. En el otro lado de la balanza tenemos al temeroso de la existencia frágil e insegura, al patán cultifilisteo que habla más de los otros que de sí mismo. ¡Qué bello es hablar de mi!

«No son capaces de emprender algo consigo mismos, pero en cambio pintan la desgracia de los otros en la pared. Tienen siempre la necesidad de otra cosa. Perdón, amigos, me he atrevido a pintar mi felicidad en un mural.»{55}

Es frecuente oír que Federico Nietzsche era un simple destructor de la cultura tradicional alemana que le era hostil. También, por su ateísmo declarado, los cristianos se sienten indignados con sus críticas satíricas y mordaces, en definitiva le acusan de nihilismo, como si ello fuera un gran mal endemoniado, pero de inmediato surge la pregunta ¿Como es posible ser nihilista y vitalista al mismo tiempo. Tener una fe ciega en la vida? ¿No será el nihilismo un estado transitorio hacia el superhombre? Federico Nietzsche era un creador, el gran martillo de las tradiciones occidentales superfluas y un iniciador de caminos. Él abrió multitud de puertas muy hermosas e interesantes.

«¡Solo en cuanto creadores podemos aniquilar! Pero no olvidemos tampoco esto: es suficiente crear nuevos hombres, nuevas apreciaciones y verosimilitudes para crear, a la larga, nuevas 'cosas'.»{56}

Un aspecto muy interesante del pensamiento nietzscheano, y en el que no vamos a entrar, pero si enunciar, es el atinente a su misoginia. Posiblemente estas opiniones también tengan una orientación tendenciosa, maliciosa y se haya pretendido echar sobre su obra hiel y veneno, matar la potencia creadora de su explosivo pensamiento filosófico.

A las mujeres se las mal-educa en asuntos de su erótica, con tremendas prohibiciones, y han de permanecer ignorantes al máximo hasta el día de su matrimonio, al que son arrojadas sin miramientos. Situémonos en el contexto del siglo XIX. Esta situación crea en ellas desamparo y temores, desasosiego. El hombre no sabe y no quiere ser tierno con las mujeres. ¡Qué curioso, F. Nietzsche hablándonos de ternura y diciéndonos que la mujer ha sido demasiado mal educada! ¿No quedamos en que era un empedernido misógino?{57} Pero es que también ha puesto el dedo en la llaga de un problema tan actual como el de los hijos no deseados y el aborto.{58}

En definitiva, Nietzsche, en la epifanía de este joven siglo, nos invita a una cantidad muy interesante de reflexiones.

¿Hemos de darle la espalda, por misógino (¿?), antisemita (¿?) y no se cuantos bulos temerarios más o seguir sus reflexiones. Hemos de seguir los dictados de la recta Razón del cultifilisteo, temeroso de la vida y sus enigmas? ¿Estamos ante/contra la aparición de un nuevo hombre (¿?), producto de los vertiginosos cambios que se están produciendo en la actualidad? ¿Pretenden orientarnos/dirigirnos a otras formas de vida, sumisas y laboriosas? ¿Quién pretende? ¿Pueden o deben? ¿Y yo que pinto en esta historia. Solo soy mano de obra barata y un manso servidor de la Razón? Miedo me da pensar en ello. Salud y a disfrutar. ¡Cuidaros!

Notas

{1} Federico Nietzsche, Consideraciones intempestivas, Alianza, Madrid 1966, traducción de Andrés Sánchez Pascual, págs. 24-25.

{2} Federico Nietzsche, El Gay Saber, Austral, Madrid 1986, traducción de Luis Jiménez Moreno.

{3} Federico Nietzsche, Consideraciones intenpestivas, págs. 24-25.

{4} Op. cit., pág. 35.

{5} Op. cit., pág. 41.

{6} Wilhelm Reich, Escucha hombrecito, Bruguera, Barcelona 1983, trad. R. Bein.

{7} Op. cit., pág. 41.

{8} Francisco de Goya.

{9} Op. cit., pág. 45, nota 21.

{10} Op. cit., pág. 47.

{11} F. Basaglia, La institución negada, Barral, Barcelona 1972.

{12} D. Cooper, Psiquiatría y antipsiquiatría,. Paidos, Madrid 1985, trad. J. Piatigorsky.

{13} R. Sentis, La tapia del manicomio, Laia, Barcelona 1979, trad. P. Vilanova.

{14} W. Reich, La revolución sexual, Paidos, Buenos Aires.

{15} W. Reich, Escucha hombrecito, Síntesis, Madrid 1978, trad. C. Andreu.

{16} Nietzsche, Consideraciones intempestivas, pág. 68.

{17} Op. cit., pág. 69.

{18} Nietzsche, Ecce homo, Alianza, Madrid 1971, trad. Andrés Sánchez Pascual.

{19} Nietzsche, Consideraciones intempestivas, pág. 74.

{20} D. Cooper, La muerte de la familia, Ariel, Barcelona 1985, trad. J. Alfaya.

{21} C. Bukowsky, Una de las más ardientes y otros poemas, Calle Abajo, Buenos Aires 1988, trad. E. Moore.

{22} El tema pascaliano de las ciencias como distracción o divertimento, temprano en la obra de Nietzsche, no vuelve a desaparecer de ella. De los numerosos pensamientos pascalianos que tratan de este asunto, puede valer por todos el siguiente: «Nada es tan soportable para el hombre como estar en pleno reposo, sin pasiones, sin quehaceres, sin divertimento, sin aplicación. Siente entonces su nada, su impotencia, su vacío,. Inmediatamente surgía del fondo de su alma el aburrimiento, la melancolía, la tristeza, la pena, el despecho, la desesperación.» Pascal, Pensamientos, Austral, Madrid 1962, trad. X. Zubiri.

{23} Ver Póstumos, págs. 154 y ss.

{24} Op. cit., págs. 98 y ss.

{25} Federico Nietzsche, El gay saber, Austral, Madrid 1986, trad. Luis Jiménez Moreno.

{26} Op. cit., pág. 22.

{27} Op. cit., pág. 23

{28} Op. cit., pág. 36. Introducción de Luis Jiménez Moreno.

{29} José Luis Garrido Norniella, El cuerpo y la carne en la Filosofía de Maurice Merleau-Ponty, Universidad Complutense, Madrid 1986.

{30} Nietzsche, El gay saber, pág. 45.

{31} F. Martín, Buda o la negación del mundo, Austral. La vida como dolor.

{32} Nietzsche, El gay saber, págs. 44-45.

{33} Op. cit., pág. 45.

{34} Op. cit., pág. 45.

{35} Op. cit., pág. 45.

{36} Op. cit., pág. 46.

{37} Op. cit., págs. 63-64.

{38} Sobre las falsificaciones de la obra de Nietzsche, puede leerse Historia de un folio, en el texto Ecce homo. Alianza y traducción de Andrés Sánchez Pascual.

{39} Federico Nietzsche, Fragmentos Póstumos, G. Colli y M. Montinari, vol. XII.

{40} Federico Nietzsche, Aforismos, Edhasa, Barcelona 1994, trad. A. S. Pascual, 374.

{41} Nietzsche, El gay saber, pág. 64

{42} Op. cit., pág. 67.

{43} José Luis Garrido Norniella, El cuerpo y la carne en la Filosofía de Maurice Merleau-Ponty, Universidad Complutense, Madrid 1986.

{44} Nietzsche, El gay saber, pág. 68

{45} Op. cit., pág. 69.

{46} Op. cit., pág. 67.

{47} Op. cit., pág. 99.

{48} Op. cit., pág. 99.

{49} Op. cit., pág. 99.

{50} Op. cit., pág. 100.

{51} Op. cit., pág. 45.

{52} Nietzsche, Así habló Zaratustra, Alianza. Madrid 1981 (10ª ed.), trad. A.S. Pascual.

{53} Nietzsche, El gay saber, pág. 100.

{54} Op. cit., pág. 104.

{55} Op. cit., pág. 105.

{56} Op. cit., pág. 107.

{57} Op. cit., pág. 113.

{58} Op. cit., pág. 114.

 

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