Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 14 • abril 2003 • página 16
La pervivencia del irracionalismo religioso en el pacifismo moderno
a través de los textos muy antiguos de Nicolás de Cusa (1401-1464)
Ya ha comenzado el atronar de los atabales y de las bombardas de la guerra, o mejor, ya comenzó, puesto que esto que ahora leéis lo empecé a escribir justo a la mañana del ataque y a este paso antes acabará la guerra que yo mi escrito.
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Lo primero que ha saltado por los aires es el «derecho internacional» por su incapacidad de coincidencia con el poder efectivo del Imperio. Esto demuestra una vez más la inexistencia de «un plan secreto de la Naturaleza»{1} hacia aquella «asociación ciudadana completa de la especie humana»,{2} ya que el estado ideal no es –para todo idealismo– sino aquel que «debería ser» y no el que verdaderamente es. La idea suprema es «de cómo debía marchar el mundo si se atuviera a ciertas finalidades razonables»{3} que son, para Kant y todo el idealismo actual, el cumplimiento del mítico «destino» a que la Providencia divina nos tiene fatalmente abocados. Este «hilo conductor a priori»{4} no elimina ni puede eliminar, claro es, el «desarrollo empírico»{5} de la historia... Y este desarrollo actual empírico y real lo segundo que hace es cerciorarnos irónicamente en las particularidades de las unidades políticas –los Estados nacionales– y mostrarnos lo absurdo de un supuesto «germen original en la naturaleza del hombre»{6} que nos condujera hacia «un estado mundial o cosmopolita»,{7} y en el cual hipotéticamente acabase realizándose el «hombre noúmeno» o aquella «humanidad al cuadrado» de Negri y Hardt.
Ante dos derechos enfrentados –o más de dos{8}– se rompe la ley y brota en toda su destelleante crudeza el sempiterno derecho de la fuerza. Tildar de «ilegal» a uno de esos dos derechos (las tesis de la coalición estadounidense), como hace el Sr. Llamazares, es, cuando menos, pura ignorancia o demagogia, y es, en definitiva, una otra posición de fuerza –inconfesable y vergonzante– tan ilegitima (?) como su contraria.
Que una guerra de agresión tuviese «más legalidad» por el hecho de estar apoyada por más agresores, es una perversión que sólo cabe cuadrar en los anaqueles de la estupidez más supina.
Sea como fuere, «la historia empírica» no se «dirige» hacia ningún Omega o destino excelso, sino hacia la practicidad o prólepsis presentes del incremento del Imperio y sus adláteres. Es una teleología de fines inmediatos y sin fines últimos (planetarios o cósmicos).
Tal vez, y después de la ocupación de Irak, el próximo objetivo sea la Arabia Saudita, para así descabezar del todo al «mundo islámico» y terminar de occidentalizar a esos adictos de Alá.
De paso, queda cortada la vía a la predominancia alemana y francesa que en una Europa dominada por ese eje pudiera en un futuro próximo disputar la hegemonía americana a nivel mundial... y más a lo lejos... la contención de Rusia y China. Por otra parte, uno de los cometidos más importantes de esta contienda es mostrar al mundo la capacidad estadounidense del poder de su maquinaría bélica, que resulte éste poder incontestable, y, mientras tanto, que esa maquinaria permanezca bien engrasada.
El «momento maquiavélico» es y seguirá siendo por mucho tiempo el movimiento de la «tradición euroatlántica».{9} Por eso la opción del enano de Aznar es la opción de un político grande, y su acto, aunque modesto, es un acto de gigante.
2
La paz de la fe del cusano, o la fe en la paz
(Los paréntesis encierran siempre los textos míos.) Desde luego que los actuales enfrentamientos no están incentivados por las «diferencias de ritos de las religiones» aunque dada la vigencia del irracionalismo de la «Humanidad» actual, sea este teísmo esgrimido ideológicamente por los dos bandos de esta contienda.
Esa similitud, mutatis mutandis (entre ritos religiosos e intereses verdaderamente económico-políticos), nos brinda la posibilidad de coger el discurso del cusano{10} y forzarlo un poco para meterlo a horcajadas montando el mismo corcel que el progresismo humanitarista de hoy en día, ya que su base epistemológica y substancialista es la misma.
Así tenemos, que, dados los actuales «intereses» en liza, se podría dar –según la ingenuidad del progresismo humanitarista–, y «mediante la pericia de unos pocos sabios» (la ONU) conocedores de todas las diferencias que se observan (en las religiones del mundo, en los intereses de las diferentes partes del mundo)... se podría lograr un fácil acuerdo y así establecer (en la religión) la paz perpetua por un medio conveniente y conforme a la verdad»{11}
(Nicolás de Cusa creía que el motivo de tantas guerras obedecía a la multiplicidad de ritos religiosos, pues que, en el fondo, todos los dioses son uno.)
En el lugar del Dios absconditus{12} tenemos como «Rey de Reyes»{13} a la manida y cansada Humanidad... ambos, la Humanidad, esa «asociación ciudadana completa de la especie humana» de Kant, y el Rey de Reyes del cusano son idénticos en su substancialismo al sumum argumentum anselmiano (aquél mayor que lo cual nada puede ser pensado) de su Proslogion, y aquel bien que es un «...algo absolutamente bueno, grande y superior a todo lo que existe» de su Monologion.{14}
Y dado que los diferentes ritos para adorar a un sólo Dios, o en nuestro simile, los diferentes intereses económico-políticos –el becerro de oro–, nos conducen a «no pocas disensiones cuando cada comunidad prefiere su propia fe a la ajena»,{15} sus propios intereses a los ajenos, el progresismo humanitarista clama por ver el verdadero rostro de Dios –de la Humanidad– que, al buscar la paz, no «busca sino vivir» y «el existente (no busca) sino ser»{16}; ese rostro absconditus (lo humano al cuadrado) es lo que se pide como la paz perpetua por la cual «cesarán las guerras, el odio y todo mal y todos conocerán que no hay más que una sola religión en la diversidad de los ritos»{17} o que el interés único de la Humanidad es la Humanidad misma. Esta Humanidad es... »el Verbo mismo, en el que todo se contiene y por el que todo se explica»{18} ¡Otra vez el argumento anselmiano!
Esta «verdad»...» la cual, como es una y no puede no ser comprendida por cualquier entendimiento libre, hará que toda la diversidad de religiones (de intereses) sea conducida a una sola fe ortodoxa.»{19} (La ONU y el Tribunal internacional de la Haya)... y para eso sólo necesitamos la unificación y la «globalidad» de la sacrosanta Humanidad, la cual, cuando aparezca o se realice plenamente en toda su majestad, al igual como el Dios absconditus, que... «Ha oído los gemidos de quienes han sido ajusticiados, sometidos y reducidos a servidumbre por causa de la diversidad de religiones (de intereses)»... «El señor se ha compadecido de su pueblo y ha decidido, mediante un consenso (¡prehabermasiano!) común de todos los hombres, que toda la diversidad de religiones (de intereses) sea armoniosamente reducida a una sola, que será en adelante inviolable»{20} entonces esta unicidad de los intereses es o será el socialismo realizado o la Humanidad socializada!... o el «derecho internacional» como el «derecho público universal» del Kant de La Paz Perpetua y del Maragall de La Vanguardia.{21}
Sólo Él, el Dios absconditus, puede hacer que «la diversidad de intereses (digo, de religiones!)... sea conducida a una paz armoniosa», para lo cual es imprescindible la convicción y la certeza (a lo cardenal Newman!) de que es necesario el ser «instruidos en el modo según el cual podemos introducir la unidad de la religión (de los intereses), pues, en nuestra opinión, difícilmente aceptará una nación una fe distinta de aquella que hasta ahora ha defendido incluso con su sangre».{22}
Pero el Verbo, la Humanidad... sabe que sólo hay una fe: la fe en sí misma «y única presupuesta en todas partes» y como todo quisque pertenece a la Humanidad... «No puede haber –(por ello)– más que una sabiduría... (ya que) si fuera posible la existencia de varias sabidurías, sería necesario que procediera de una sola, porque la unidad es anterior a la pluralidad»,{23} por tanto, no hay duda de la indubitable sabiduría holística del progresismo humanitarista!
No son las particularidades de las unidades políticas ni el pluriverso la verdad. La verdad es que lo particular (las diferentes Naciones o Estados) que es el «compuesto» de la Humanidad, es posterior al Todo, a la Humanidad... «porque todo lo compuesto es principiado»{24} y el «principio no puede ser principiado».{25}
Así las cosas, llegamos a saber que, según la Humanidad holística y unívoca, esto es, según el Verbo no principiado: «En todos los dotados de inteligencia, hay, pues, una única religión y un sólo culto, que se presupone bajo la diversidad de ritos.»{26} ...Un único interés y una sola cultura: la Humana, el interés «humano»...que se presupone... por ser todos los hombres animales de la misma especie: aquella «asociación ciudadana completa de la especie humana», pues que es la especie, la que –según Kant–, progresa, y no sus particularidades o individualidades. Eso mismo piensan todos los globalistas a lo Maragall.
Por ello, y por muchas otras cosas, cree el cusano al poner en boca del Verbo, que «...no será difícil en Oriente descubrir la falacia de la idolatría para conducir a la invocación de un sólo Dios, de modo que así coincidan con las restantes naciones del mundo»... ¡¡Ja, la verdadera invocación fue Lepanto!!... y el triunfo de una particularidad, y no la «coincidencia», fue la particularidad y ¡el triunfo de la Monarquía Hispánica!
Debemos recordar, que en los tiempos de Nicolás de Cusa, en que escribió su obrita La Paz de la Fe (1453), aún no se había completado el proceso de la «secularización de la política», y que por tanto, aún no se tenía al Estado como el «principio no principiado», ni aún, por supuesto, las tres personas de la Santísima Trinidad habían derivado hacia los tres géneros de materialidad de Gustavo Bueno. (Esto nos llevaría muy lejos y no sé tan siquiera si estoy en lo cierto.)
Dice el cusano: «...y puesto que, por otro lado, la unidad es el principio de toda multitud, se sigue de aquí que la unidad eterna es el principio de la multitud (holismo). En el universo se encuentra la desigualdad de las partes, porque ninguna es semejante a otra; sin embargo, la desigualdad procede de la igualdad de la Unidad (¡Genial!), pues antes de toda desigualdad está la eterna igualdad (¡la animalidad!, claro). En el universo se halla la distinción o separación de las partes; anterior a toda distinción es la conexión de la unidad y de la igualdad (cosa negada por nosotros por el «partes fuera partes»), de cuya conexión procede la separación o distinción; luego la conexión es eterna (cosa también negada por nosotros al creer que «no todo está conexionado con todo», como cree el holismo). Pero no puede haber varias cosas eternas, luego en una sola eternidad se encuentra la unidad, la igualdad de la unidad y la unión o conexión de la unidad y la igualdad. Así, el principio simplicísimo del universo es unitrino, porque en el principio debe hallarse implicado lo principiado y todo lo principiado manifiesta estar implicado en su principio (¡la escolástica de un David Bohm!) y en todo lo principiado se halla esa distinción trina en unidad de esencia. Por lo cual el principio simplicísimo de todas las cosas será trino y uno.»
¡Ah! Pero si es cierto lo que estoy pensando, el progresismo humanitarista y holótico de la «asociación ciudadana completa de la especie humana»... es puro escolasticismo, es una rémora de la ideología cristiana que aún subyace en el hondón del acervo cultural de los «pacifistas»... por llamarlos de algún modo. ¿Qué cosa hay más bella que ese fatalismo que se esconde en eso de que en «el principio debe hallarse implicado lo principiado»? Lo más bello es suplantar el concepto político que verdaderamente principia, el concepto de Estado, por el concepto etológico de la «especie» que no principia políticamente nada.
De ahí que la suprema fe en la «naturaliter majorennes» de Kant, o en el «Estado mejor» de todo el progresismo humanitarista no sea otra cosa sino esa Humanidad substancialista y «única»..., religada y trina. Pues que la verdadera realidad para el progresismo humanitarista es la «naturaliter majorennes», la especie, ya que el poder de esa Humanidad, de esa «multitudo», es Dios... esto es: «...el poder absoluto de todos los poderes, porque es omnipotente... Pero así como no se debe entender (ese poder) como distinto de la realidad, porque en Dios el poder es la realidad misma.»{27}
Y la realidad, a lo que parece, es la Humanidad como «naturaliter majorennes», gracias a Cristo, claro.
Esta sacrosanta Humanidad es el mismísimo Dios por cuanto es comprendida como unidad (entelequia incomprensible ya que la comprensión de esta unidad no es posible sin la dualidad, ni el uno sin el dos, &c., y, como dice Bueno, según creo recordar, aún a su «un otro» de esta humanidad –los extraterrestres, ET–, no los conocemos). Y esta unidad de la Humanidad, Dios... «no es compuesta ni plural ni numérica, sino unidad simplicísima (la entera Humanidad). Quienes creen que Dios es uno no negarán, por tanto, que es trino al comprender que esa trinidad no se distingue de la unidad simplicísima, sino que es la misma, de modo que si no fuera la misma trinidad en la unidad, no sería el mismo principio omnipotente para crear el universo y cada uno de los seres. El poder cuanto más uno es, tanto más fuerte y cuanto más uno, tanto más simple. Por consiguiente, cuanto más poderoso o fuerte, tanto más simple.»{28}
Y la simplicidad del poder Uno es la unicidad supuesta de la Humanidad, como idea substancialista, que, por serlo, es la simplicidad pura y vacía de contenido, que diría Hegel. Incluso es reducida a mera idea segundogenérica cuando el poder simplicísimo, el Verbo, es puramente tal, o sea... pura «palabrería»: «Este Verbo de Dios (la Humanidad, puesto que la Humanidad es en Cristo y Cristo en ella, humanidad homohomoionizada) es intelectual, de manera que la cosa existe realmente (como verdadera idea), tal como en el entendimiento es concebida para ser»{29} aunque no pueda de suyo ser como ida, una idea verdadera... digo.
De aquí que el «amor» a la Humanidad sea para el progresismo y el humanismo religados aquél «deber ser» apriorístico, ideal, por el cual –para el Kant de la Paz Perpétua–, era de todo punto imposible un desacuerdo entre la moral y la política, por conllevar la «conveniencia política» directamente a la desaparición de la moral.{30} Esto viene a confundir en Kant, ética y moral, esta confusión deriva de su pietismo, de su creencia en el destino y en la Providencia divina.
Por tanto... «El amor vincula. Por eso, a este espíritu cuya fuerza se difunde por el universo se le puede llamar amor, que es Dios o la caridad, de modo que el nexo por el que las partes se conectan al uno o todo, sin el que no puede existir perfección alguna, tiene a Dios como principio.»{31} Esta es la Humanidad en proceso de redención, su «naturaliter majorennes».
Y el cusano pone en boca de Pedro a esa «naturaliter majorennes»: «Este Verbo es la razón, pues en griego verbo se dice 'logos', que significa razón, ya que Dios tiene razón, pues está fuera de duda que es el creador de todas las almas y espíritus racionales. Esta razón de Dios no es sino Dios, como antes ha sido expuesto, pues en Dios el tener coincide con el ser. Aquel de donde todas las cosas son, contiene en sí todas las cosas (como la Humanidad a todos los «humanos») y es todo en todos, porque es el conformador de todos (por esa Humanidad recibimos la forma netamente y ya verdaderamente humana, al «cuadrado», apolítica, vaya!), luego es la forma de las formas»... Es por eso que... «la forma de las formas contiene en sí todas las formas formables»{32} ...excepto el mal, la guerra –claro es–, que viene determinada por la ausencia del Bien, por la ausencia de Humanidad, por la «deformidad» o in-formalidad del estado bélico al que aún (hasta Maquiavelo y Hobbes) no se considerará a la guerra o a la fuerza como la «situación» de la que pudiera partir o ser hechos todo derecho y toda moral. Como el real «principio no principiado», como Estado, &c.
«Por consiguiente (sigue el cusano), el Verbo o razón, causa infinita y medida de todas las cosas que pueden ser hechas, es Dios. Por lo cual quienes admiten que el Verbo de Dios es encarnado o humanado (¡¡¡), es necesario que confiesen que ese hombre, al que llaman Verbo de Dios, es también Dios.»{33}
Por eso el Verbo no es temporal, aunque como hombre que es, lo parezca: «¿Cómo Dios, que es inmutable, podría llegar a no ser Dios, sino hombre, el creador criatura?»{34} Y es que el hombre se convierte por la fe en El Hombre, en Cristo, o Cristo al encarnarse asume a la Humanidad entera, es la Humanidad que no muere nunca (hasta ahora, pues que ya resucitó Él por la fe) y que salva así la absurdidad de que «lo eterno pueda ser temporal».{35}
Esta inmortalidad de la Humanidad, esta unión de la «naturaleza superior con la inferior...»{36} «...no es por naturaleza, sino por gracia. Esta gracia máxima que no puede ser mayor (¡otra vez el argumento anselmiano!), no difiere de la naturaleza, sino que se une con ella, de donde resulta que, aunque la naturaleza humana se una a la divina por gracia, sin embargo esa gracia, no pudiendo ser mayor, tiene en la naturaleza su término más inmediato.»{37} Con lo que llegamos a saber que el «término» y la determinación de la Humanidad es este mundo... todo él enterito. Y volvemos a caer así en meras estratagemas semánticas, que diría Bueno.
Esta Humanidad tan substancial ella, es aquella Humanidad en Cristo en la cual sólo se da la «grandeza más elevada mayor que la cual no puede haber otra y la máxima gracia mayor que la cual no puede haber otra».{38} Por eso, por la inconmensurabilidad substancial del argumento anselmiano es por lo que «...sólo Cristo puede ser aquel en el que la naturaleza humana está unida a la naturaleza divina en la unidad del supuesto»{39} pues sin la «cultura de la gracia» todo queda reducido a la «gracia de la cultura», a la desesperación o a «gaianismo». Por eso es que la felicidad perseguida... «no es sino el goce o unión de la vida humana con su fuente, de la que emana la misma vida, que es la misma vida divina inmortal. ¿Cómo puede esto ser posible al hombre, a no ser que se conceda que la naturaleza común de todos sea elevada a tal unión en alguien, en quien, como mediador, todos los hombres puedan conseguir el último deseo? Este es el camino, porque es aquel hombre por el que todo hombre tiene acceso a Dios, que es el fin de los deseos. Cristo es, por tanto, el que es presupuesto por todos los que esperan conseguir la felicidad última.»{40}
Y tiene razón Nicolás de Cusa... Eso es la misma cosa que persigue Kant sabiéndolo, y, es eso mismo, pero con otro nombre y sin saberlo aquello que persiguen los que se llenan los belfos con la palabra «Humanidad» anteponiéndola a las particularidades de los Estados en los momentos de conflictos.
§
Ante «la diversidad de ritos»,{41} ante la diversidad de intereses, no comprende el Tártaro «...como se puede lograr la unidad en esas cosas que cambian según el lugar y el tiempo, pero, por otro lado, si no se logra (la «asociación ciudadana completa de la especie humana» de Kant), no cesará la persecución, pues la diversidad engendra la división (como a la inversa: la división engendra la diversidad, de pueblos, culturas, &c., digo yo) y las enemistades los odios y las guerras.»{42}
A lo que contesta el ladino de Pablo de Tarso: «Es necesario mostrar que la salvación del alma no procede de las obras, sino de la fe.»{43} (el 'deber ser' kantiano del final de La Paz Perpetua, el «estado de derecho público universal). Pues Abraham, padre de la fe de todos los creyentes, cristianos, árabes y judíos, creyó en Dios y le fue reputado en justicia: «el alma del justo recibirá en herencia la vida eterna (la paz perpetua). Si se admite esto, las diferencias de ritos (de intereses) no serán motivo de confusión, pues han sido establecidas y recibidas como signos sensibles de la verdad de la fe. Y los signos sufren modificaciones, pero no lo significado.»{44}
Y así, por esta senda tan trillada llegaremos «a un acuerdo»{45} para «no hacer al prójimo lo que no queremos que nos hagan a nosotros mismos. El amor, es pues, la plenitud de la ley de Dios y todas las leyes se reducen a ésta»{46}, ley de Dios se dirige, como bien se sabe, no a los romanos o a los tártaros o a los españoles, en tanto particularidades concretas, sino a la «Humanidad toda» por muy indeterminada que ella sea.
Y dado que la diversidad y su desigualdad es tan palmaria como la circuncisión que lo es en unos y en otros no, lo mejor es tener en cuenta que no siendo la circuncisión necesaria, «...considero oportuno (dice Pablo), para salvar la paz, que la menor parte se conforme a la mayor (¡bendita inocencia!), a la que se une en la fe. Pero si en pro de la paz la mayor parte se conformara a la menor y recibiera la circuncisión, lo aceptaría, para que así se firmara la paz mediante concesiones mutuas (¡concesiones mutuas! las inspecciones de la ONU y la diplomacia mundial ¡que jamás ven «la ocasione»!). Así, recibiendo otras naciones la fe de los cristianos y los cristianos de ellos la circuncisión, en favor de la paz, se haría entonces la paz mejor y más sólida. Sin embargo, este modo de proceder me parece difícil (dice Pablo), por lo que basta que se firme la paz en la fe y en la ley del amor, tolerando unos y otros los respectivos ritos.»{47}
¿Tolerando los respectivos intereses? Nadie se cortaría el prepucio por semejante cosa! excepto, claro es, los ingenuos adictos a la Humanidad sempiterna. Pedir la paz perpetua, no es otra cosa si no creer en la posibilidad de un eterno consenso entre intereses opuestos.
En fin... se llega así a la perfecta comunión de los santos en la cual la Humanidad a base de «concesiones» y «consensos» varios, se engolfa en el Ágape de la Eucaristía, que es, como no podría ser de otro modo, el... «saborear en este mundo aquél alimento que será verdaderamente el alimento de nuestra vida en el otro mundo»,{48} esto es, en el futuro lejano, horizonte de toda buena utopía.
Y aunque esto es «difícil de comprender (...) es cosa facilísima para la inteligencia (...) ya que sólo ella ve la existencia de la sustancia, aunque no su esencia{49} dado que la sustancia precede a todo accidente» (de igual modo a como la Humanidad precede a las particularidades políticas que tan de cabeza nos traen), por eso «...como la sustancia no es ni la cualidad ni la cantidad y ella sola es la que se convierte para no ser ya sustancia del pan, sino sustancia de la carne, esta conversión es exclusivamente espiritual, porque está muy alejada de todo lo que se puede alcanzar por medio de los sentidos. La cantidad de la carne no aumenta en esta conversión, ni se multiplica en número.»{50} De igual manera que no es la cantidad de hombres aquello que hace a la Humanidad, pues que, de idéntica manera, ésta Humanidad es imposible de ser alcanzada por los sentidos. ¡Se trata de un asunto espiritual!
Y una vez que la fe «es salvaguardada» no importan los ritos ni las maneras de poner la mesa, lo que importa es que permanezca intacta «la paz de la fe (...) por medio de una ley común, pese a la diversidad de ritos»{51}
Concluye Pablo de Tarso, que «Allí donde no pueda lograrse la conformidad en el modo, se debe permitir que las naciones –salvarguardada la paz y la fe– tengan sus propias devociones y ceremonias (sus diplomacias para sus intereses). Quizá por medio de la diversidad aumente la devoción (¡muy al estilo francés!), cuando cada nación, con celo y diligencia, trate de hacer más espléndido su propio rito para superar en esto a otra y conseguir así un mérito mayor a los ojos de Dios y la alabanza del mundo.»{52} ¡Que no se diga que la antigüedad del «hecho diferencial» y de la tolerancia del multiculturalismo no son desde entonces plenamente vigentes! Ya que bien mirado y... «una vez examinados, quedó claro que toda la diversidad reside más en los ritos (en los diferentes intereses) que en el culto a un sólo Dios (la sacrosanta Humanidad en la cual no hay intereses puesto que en ella todos somos hermanos), que desde el principio todos han presupuesto siempre y al que han honrado en todas las prácticas cultuales, como se desprende del conjunto de todos los escritos, aunque el pueblo, en su simplicidad, seducido por el poder adverso del príncipe de las tinieblas, no advirtiera con frecuencia qué estaba haciendo.»{53}
El Dios único, la Humanidad, debe ser antepuesta a la diversidad de cultos y de particularidades. Es en ese limbo y desde ese cielo... «de la razón (donde se logra) la concordia de las (naciones) religiones, tal como se ha relatado.»{54}
«Y el Rey de reyes (la humanidad) ordenó que los sabios regresaran y condujeran a las naciones a la unidad del culto verdadero, y a sus espíritus consejeros les ordenó guiarles y asistirles y, finalmente, confluir con plenos poderes de todos (todos...¡que bello consenso!) a Jerusalén, como centro común, para aceptar en nombre de todos una sola fe y firmar sobre ella la paz perpetua (sine ira et studio!), a fin de que, en la paz, el creador de todas las cosas sea alabado y bendecido por todos los siglos. Amén.» (Ibid.)
3
Para acabar, podemos subrayar un efecto político de las actuales creencias irracionalistas similares a esa «asociación ciudadana completa de la especie humana» y a esa «naturaliter majorennes» de Kant y del posmodernismo y de tanto «progresismo humanitarista». Este efecto de que hablo es la anarquía generalizada o la falta de virtud política en sentido maquiavélico; es lo que se entiende comúnmente por «crisis de valores».
Estos irracionalismos nos meten de lleno en la absurda creencia de pensar que nos merecemos todo sin deber nada. El deber ha sido olvidado por un derecho gratis infinito. Se ha olvidado el meollo de la ciudadanía suplantándolo por una ficción que nos aboca directamente a la ruina y son ya pocos son los que piensan como Cicerón en su República cuando nos dice que:
«...nuestra patria no nos ha engendrado ni nos ha educado sin esperar a su vez que nosotros le diéramos, en correspondencia, algún alimento; ni simplemente por servir nuestras conveniencias nos ha garantizado ella un refugio seguro para nuestros ocios y un tranquilo lugar de retiro para nuestros momentos de reposo; por el contrario, ella nos ha concedido estas ventajas de manera que ella a su vez pudiera apropiarse para su uso de la mayor y más importante parte de nuestro valor, de nuestros talentos y de nuestra sabiduría, dejándonos para nuestros usos o intereses privados solamente tanto cuanto pudiera quedar después de haber sido satisfechas sus necesidades.»{55}
Este olvido del deber para con la Patria sólo es fruto de la ignorancia y del individualismo del neoliberalismo; es en definitiva un asunto de educación y de...estatalización. Solamente un retroceso o repliegue hacia un mayor protagonismo del Estado podrá salvar a las potencias medias de acabar engullidas por la vorágine del neoliberalismo. Y como el deber para con la Patria no está hoy, que digamos, de moda, me digo a mí mismo y para mi consuelo aquellas palabras que Sócrates dice a Critón: «Nosotros, mi querido Critón, no debemos curarnos de lo que diga el pueblo, sino sólo de lo que dirá aquél que conoce lo justo y lo injusto, y este juez único es la verdad...».{56} Pero sea cual sea la verdad, es bueno siempre recordar El Critón o Del Deber de Platón.
Notas
{1} Kant, Filosofía de la Historia (Idea de una historia universal en sentido cosmopolita y otros textos), Alianza, Madrid 1992, pág. 57.
{2} Kant, Op. cit., pág. 61. En la ideología en boga del neoliberalismo más acendrado se nos habla con total desenvoltura (con total cinismo) de «ciudadanía global»; palabras de Mario Soares en La Vanguardia (del 23/03/2003) en su artículo titulado «Una guerra Ilegítima».
O el no menos demagogo y puro Pascual Maragall en ese diario y día mismo (en la pág. 30). Ahí nos habla contra la coalición de los EE.UU. y dice entre otras lindezas: «...cuando ya existe una economía mundial y de algún modo una incipiente identidad mundial... una guerra es, además, el reconocimiento amargo de que estamos lejos del gobierno mundial que la globalización requiere (–¡?!– su neoliberalismo, el del Sr. Maragall, claro)... Estados Unidos (sigue diciendo)... ha perdido su pulso contra el mundo... precisamente por haber emprendido una guerra en contra de las Naciones Unidas, (–¡¡¡Que cinismo!!! Las NN.UU. son aquí el bien que es perseguido por el mal que es representado como siempre por los EE.UU. de América)– es innecesario decir que la guerra emprendida por los EE.UU. es contra el poder concreto y particular de Irak, y no contra el poder oscuro y difuso de las NN.UU. poder en realidad inexistente.»
Y sigue: «...Cuando los pueblos frenen por primera vez una guerra de los estados, cuando las Naciones Unidas se impongan (?) a Estados Unidos o a los estados coaligados, entonces se habrá franqueado una nueva frontera (?) y con ello se dará un paso importante hacia un todavía lejano gobierno mundial.» Este sicofante del caciquismo español, y catalán, lo que es peor, se atreve incluso a atribuir la crisis del «vínculo transatlántico» al despegue de los EE.UU. respecto de la CEE, y da por sentado, junto con su 'camarada' Narcis Serra, que... «una segunda potencia –(léase una UE dominada por el eje París-Berlín)– tiene siempre la oportunidad de formular políticas internacionales más acordes con los intereses globales que la primera potencia mundial... El mundo abierto todavía no existe. La globalización parece haber sido, ahora, una ilusión –(¡en esto acierta de pleno!)–, una burbuja pinchada por la guerra. Como tampoco existe, más allá de la ficción o la utopía humanista e ilustrada, un mundo de ciudadanos. Pero sí es perceptible ya el mundo de los ciudadanos... estamos ante un mapa de nódulos reales, de territorios concretos –(por oposición a los Estados vigentes)– donde la gente vive y se crean empresas y ONG... El concepto de red es contrario al de fronteras. El mapa de las ciudades presenta la ciudadanía distribuida en puntos y los interconecta. El mapa de los países divide a la gente en territorios separados. Las carreteras se ven, las fronteras, no, Las fronteras son las zonas vacías del mapa.»
Para entender la prédica de este su (traidor) neoliberalismo, «no puede obviarse», dice este Maragall posmodernista y federalista asimétrico... «la tendencia profunda de la humanidad. Y esta tendencia profunda camina hacia un mundo abierto. Tardará más o menos en afirmarse, pero se impondrá –(¿? supongo que por medio de la «guerra legítima» contra el Imperio)–. Por una sencilla razón: el mundo abierto y gobernado por leyes y tribunales internacionales es la única salida válida de nuestra especie. Lo otro es la autodestrucción nuclear o climática.»
Fácil es de ver que este galimatías del Sr. Maragall es por completo irracional según la ciencia política más tosca, y que nosotros podríamos enclasarlo sin mucho esfuerzo en «las exclusiones del término izquierda», por cuanto todo esto se corresponde con «los movimientos o ideas guiados por principios no racionales, aunque tengan pretensiones universales.» (Cfr. Gustavo Bueno, El mito de la Izquierda, Ediciones B, Barcelona 2003, pág. 49.) Y sobre las ideas maragallianas «utópicas o ucrónicas», como dice Bueno, ver la pág. 21.
{3} Kant, Op. cit., ibid.
{4} Kant, Op. cit., pág. 64.
{5} Kant, Op. cit., ibid.
{6} Kant, Op. cit., pág. 68
{7} Kant, Op. cit., pág. 56
{8} O más de dos derechos enfrentados, porque en la actual guerra, y en sus preámbulos, no se enfrentan sólo el llamado Derecho Internacional reivindicado por la ONU (por Kofi Anan y por la verborrea de todos), y que sería el representante de «todas las naciones» (¿excepto de las naciones «agresivas»: EE.UU. Inglaterra y España y otros pocos?), sino que también por otro lado se enfrentan los derechos, esto es, los intereses, del llamado eje París-Berlín, además de Rusia y China por otro lado. Todos ellos dicen estar respaldados por la «legalidad internacional». Sin embargo, bajo esa «legalidad internacional» no se halla un poder único que la arrope, sino una multiplicidad de poderes que parecen tener todos juntos menos poder que los EE.UU. de América.
No veo el por qué ni cómo varios poderes habrían de tener más legalidad que otros varios; ni por qué la legalidad (¿verdadera?) ha de ser aquella que a través de la ONU estaría respaldada por un menor poder de varios, que no, por el contrario, el poder mayor que supuestamente no cumple la «legalidad internacional», esto es, que el poder mayor y real de los EE.UU. Bien puede afirmarse que el abandono de los pactos internacionales (con la ONU) por parte de los EE.UU. pudiera ser el arropo de su Constitución como Estado.
{9} J. G. A. Pocock, Editorial Tecnos 2002. La consecuencia lógica de esa tradición no es el cosmopolitismo de un Kant o el «lejano gobierno mundial» del Sr. Maragall, absurdo este, que encubre su partidismo por el eje París-Berlín y su pretensión de hacer de ese dominio en la UE el núcleo de esa tradición. La consecuencia lógica es, por el contrario, el conglomerado de Euro-América bajo la égida del Imperio, pues si el imperio estadounidense es el poder mayor, no se comprende el por qué las «leyes» habrían de derivar de un poder menor. Ver por ejemplo la definición que sobre el concepto de Imperio nos da Gustavo Bueno: El mito de la Izquierda, pág. 310. Allí se nos dice: «El significado filosófico del concepto de Imperio universal se manifiesta en función del concepto de 'Historia del Género humano', cuando suponemos que el 'Género humano' o la 'Humanidad', como un todo, no tiene capacidad por sí mismo de proyectar su propia historia; por consiguiente, si hay posibilidad de hablar de una Historia universal será debido a la existencia de imperios universales, sean depredadores, sean generadores.» &c.
{10} Nicolás de Cusa, La paz de la fe, Tecnos 1999, pág. 3.
{11} Cusa, La paz..., pág. 3.
{12} Isaias, 45, 15.
{13} Cusa, La paz..., pág. 5.
{14} San Anselmo, BAC, pág. 195.
{15} Cusa, La paz..., pág. 6.
{16} Cusa, La paz..., pág. 7.
{17} Cusa, La paz..., pág. 8.
{18} Cusa, La paz..., pág. 8.
{19} Cusa, La paz..., pág. 9.
{20} Cusa, La paz..., pág. 9.
{21} Cusa, La paz..., pág. 10.
{22} Cusa, La paz..., pág. 10.
{23} Cusa, La paz..., pág. 11.
{24} Cusa, La paz..., pág. 15.
{25} Cusa, La paz..., pág. 14.
{26} Cusa, La paz..., pág. 18.
{27} Cusa, La paz..., pág. 19.
{28} Cusa, La paz..., pág. 21.
{29} Cusa, La paz..., pág. 24.
{30} Kant, La Paz Perpetua, Austral, pág. 133 y ss.
{31} Cusa, La paz..., pág. 25.
{32} Cusa, La paz..., pág. 26.
{33} Cusa, La paz..., pág. 26.
{34} Cusa, La paz..., pág. 26.
{35} Cusa, La paz..., pág. 27.
{36} Cusa, La paz..., pág. 32.
{37} Cusa, La paz..., pág. 32.
{38} Cusa, La paz..., pág. 32.
{39} Cusa, La paz..., pág. 33.
{40} Cusa, La paz..., pág. 37.
{41} Cusa, La paz..., pág. 46.
{42} Cusa, La paz..., pág. 46.
{43} Kant, La Paz Perpetua, pág. 159.
{44} Cusa, La paz..., pág. 47.
{45} Cusa, La paz..., pág. 50.
{46} Cusa, La paz..., pág. 51.
{47} Cusa, La paz..., pág. 52.
{48} Cusa, La paz..., pág. 54.
{49} Cusa, La paz..., pág. 55.
{50} Cusa, La paz..., pág. 55.
{51} Cusa, La paz..., pág. 56.
{52} Cusa, La paz..., pág. 57.
{53} Cusa, La paz..., pág. 58.
{54} Cusa, La paz..., pág. 58.
{55} Cicerón, La República, Aguilar 1970, pág. 28.
{56} Platón, El Critón, Porrúa, México 1993, pág. 24.