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El Catoblepas, número 17, julio 2003
  El Catoblepasnúmero 17 • julio 2003 • página 18
Artículos

El Premio Nobel de Economía:
¿galardón a la ciencia o a la ideología?

Armando Gamarra

Donde se descubre que la ciencia económica «pura» neoliberal,
a diferencia de la economía política, tiene poco de ciencia y nada de «pura»

Introducción

El año pasado, la Real Academia de Ciencias de Suecia, otorgó el Premio Nóbel de Economía, una vez más, a un teórico del neoliberalismo: el Dr. Joseph Stiglitz.

Aunque no podemos entrar a detallar los argumentos con los cuales se justificó el premio a Stiglitz, es obvio que tienen que ver con el supuesto valor científico de las teorías económicas que este señor predica y que, en su calidad de alto funcionario (ahora arrepentido{1}) del Banco Mundial, aplico, rigurosamente, a los países débiles. Los tremendos daños a la humanidad que estos ensayos de ingeniería social en gran escala produjeron y están produciendo, no tienen, por lo visto, la menor importancia para el Comité Nóbel. Stiglitz, a pesar de que en su último libro: El malestar en la Globalización, ataca fuertemente al Banco Mundial, ha sido, cómo lo son, todavía, la mayoría de los otros premiados: Friedman, von Hayek, von Mises, Arrow, Solow y Stiegler, un ferviente partidario de las teorias economicas que han confluido en el capitalismo salvaje.

A la luz de la catástrofe humana que estamos viviendo en Argentina, hasta hace poco la niña mimada y discípula ejemplar de los economistas del Banco Mundial y del FMI; (catástrofe engendrada engran parte en la aplicación incondicional de los modelos de los nobelistas de la economía) es interesante examinar los aspectos esenciales de algunas de esas teorías.

A von Hayek y a von Mises ( fundamentalistas fanáticos del libre mercado si los hay), el Nóbel se lo proporcionaron por sus contribuciones a la llamada: «Teoría de la Sobre Inversión.» De acuerdo con esta teoría, la inestabilidad es la consecuencia «lógica» de un aumento desmedido de la producción. Cuando se llega a ese extremo, (dicen ellos), los recursos dejarían de utilizarse eficientemente, los costos aumentan y, si no pueden trasladarse a los consumidores, los empresarios reducen la producción y despiden trabajadores. De entrada, resulta dificil entender como puede producirese un aumento desmedido de la produccion en una economia donde haya competencia por mercados. Lo que, en realidad ocurre, pero, que no dicen estos señores, es que un aumento desmedido de la producción - que después, «lógicamente» conduce a la inestabilidad-, solo puede darse en una economía «salvaje», originada en la desaparición del Estado como ente regulador. O sea, en una economía que aplica sus recetas, entre las cuales las preferidas son las que proponen la desaparición pura y simple del Estado y su reemplazo por el mercado libre.

Tampoco reconocen estos señores que, en un sistema económico como el que predican, lo primero que hacen los empresarios es comportarse al revés de lo que su teoría dice. Es decir: (1) trasladan, desde el principio, sus costos a los consumidores y (2) no contentos con eso, siempre acaban despidiendo trabajadores.

A Friedman, le dieron el Nóbel por que habría «demostrado» que las fuerzas del mercado son, «siempre», más eficientes que la intervención publica. Sin comentarios. No sabemos si en algún país de ensueños esas teorías se cumplen. Lo que sí conocemos con seguridad quienes vivimos en este planeta y, mas específicamente, los que lo hacemos en la Argentina; es que aquí han demostrado ser totalmente falsas.

Ahora bien, habida cuenta que las teorías económicas que predican Stiglitz y los otros nobelistas neoliberales, dominan la escena económica del mundo desde los años 50 –periodo a partir del cual en todas partes se han agravado groseramente los problemas sociales y la miseria se ha expandido a tasas exponenciales–, es licito creer que las decisiones y acciones de política económica basadas en esas teorías son, en realidad, la causa de los problemas que enfrentamos. Por esa razón, hace unos años, el Partido Comunista de Suecia (respetable por su anti-dogmatismo y su coherencia) solicitó al Parlamento Sueco que se elimine el Premio Nóbel de Economía. Argumentaron que, en realidad, las teorías económicas neoliberales, a las cuales se estaba premiando en forma preferencial, no eran científicas.

Ante la evidencia empírica de lo que ocurrió en todos los lugares donde se aplicaron los modelos neoclásicos, es decir: los desastres financieros de nivel planetario, la expansión masiva de la pobreza en todo el mundo y la destrucción del medio ambiente; resulta imposible negar que el Partido Comunista Sueco tenia razón: las teorías económicas neoliberales no tienen nada de científicas. En realidad, no son mas que pura ideología disfrazada de ciencia.

Esta afirmación, que algunos pueden creer exagerada, tiene una tremenda, y descuidada, importancia. En efecto, los economistas neoliberales no sólo gustan de presentar su discurso como si fuera un ejemplo perfecto de objetividad y neutralidad científicas, lo cual es una total exageración; si no que están convencidos de que sus teorías son las únicas posibles. En realidad, ambas creencias son falsas. La presunción de la neutralidad valorativa, alega que las teorías económicas puras propuestas por los teóricos neoliberales, son infalibles porque hacen abstracción de las cuestiones morales, políticas y medioambientales y se concentra solo los hechos. Esta postura, en realidad un típico resabio del positivismo lógico de los años treinta, es, hoy en día, inadmisible. Se ha demostrado, repetidamente, que no existe modelo teórico alguno libre de valores.

Desde luego, esta afirmación es más válida aún si se trata de modelos economicos. En efecto, no es de modo alguno claro cómo se puede elaborar teorías económicas que sean valorativamente neutrales. Como la economía política, (que distinguimos claramente de la llamada «economía pura», la «económica» de los neoliberales) no se atribuye pretensión alguna de ser libre de valores, no ofrece problema alguno en relación con este asunto. En cambio, la pretensión de estricta neutralidad valorativa de los teóricos neoliberales, hace, de entrada, que sospechemos del valor científico de sus teorías, ya que, y esto es realmente paradójico, si fueran realmente científicas, no podrían ser libres de valores. En efecto, hoy en día se acepta que las representaciones científicas son, en gran medida, constructos sociales. Siendo así, es imposible evitar que dichas representaciones, «arrastren», por así decirlo, las valoraciones morales y de otro tipo de las sociedades en las cuales se originan. Es claro, también, que este efecto, de «arrastre valorativo», debe ser especialmente evidente en el caso de las teorías económicas (por «puras» que sus autores digan que son), ya que los enunciados de un modelo económico siempre tienen por objeto pautar el modo de percibir los fenómenos de esse ámbito.

Una teoría económica realmente científica no puede ser, pues, valorativamente neutral en ningún sentido. En general, la generación de conocimientos nunca es neutral, no puede serlo, puesto que el conocimiento siempre se desarrolla como respuesta a los requerimientos de fuerzas económico-sociales, imposiciones culturales, &c. Como consecuencia, no es posible impedir que los modelos económicos acaben por desempeñar una función institucional y reguladora especialmente importante.

En realidad, los teóricos neoliberales siempre han mostrado muy poco interés por la calidad científica de sus modelos (y menos interés aún por los efectos negativos de su aplicación sobre los seres humanos. Ya lo decía von Mises: «Si la realidad no se adapta a nuestras las teorías, tanto peor para la realidad.» Efectivamente, a la realidad le fue muy mal en todos los países donde se la obligó a adaptarse a las teorías neoliberales. No obstante eso, elos neoliberales han logrado imponer su visión de mundo. Lo han conseguido apelando, entre otras argucias, al recurso de pintar a sus teorías como ejemplos de racionalidad y cientificidad, para lo cual los Premios Nóbel les han sido de gran ayuda. De ese modo, los teóricos neoliberales han acallado la crítica y han logrado hacer creer a legos y economistas profesionales por igual que sus discursos son los únicos posibles.

En lo que sigue, trataremos de demostrar, con la ayuda de nociones elementales de la filosofía de la ciencia, que el carácter científico y la objetividad de las teorías neoliberales al uso sólo son aparentes y, por lo tanto, que el Partido Comunista Sueco tenia razón.

La complejidad como característica esencial de la realidad y sus contrapartes: el reduccionismo y el fatalismo

Al analizar los postulados básicos de los modelos neoliberales de la economía, impresionan dos cosas: su postura reduccionista radical y su fatalismo (optimismo) historico. El caso de Fukuyama y su teoría del «fin de la ideología» es representativo de estas creencias. Antes de refutarlas, conviene aclarar el significado de los términos reduccionismo y fatalismo. Desde el punto de vista de la filosofía de la ciencia, el reduccionismo es la hipótesis según la cual, siempre es posible describir fenómenos o procesos de cierta categoría reduciéndolos o subsumiéndolos a fenómenos de una naturaleza distinta, más simple. Formalmente, la reducción consiste en la absorción de una teoría por otra más amplia y más básica.

El fatalismo, en cambio, es una variante extrema del determinismo y se caracteriza por negar que los seres humanos tengan poder para cambiar el curso de los acontecimientos. Según los fatalistas, el futuro viene rígidamente fijado y ocurrirá de cierta forma no importa lo que hagamos por evitarlo. Consecuentemente, no tiene objeto que intentemos hacer nada por modificarlo.

Un ejemplo extremo de reduccionismo, lo constituye el programa de los físicos de partículas elementales. Estos propugnan una teoría unificada de todas las interacciones, que, medio en serio medio en broma, llaman: la «Teoría de Todo», a causa de que subsumiría todas las leyes de la naturaleza en un modelo único. El proyecto de estos físicos es ambicioso, con su modelo aspiran a describir toda la realidad mediante un reducido numero de principios que, rigiendo todas las interacciones entre las partículas elementales, nos permitirían «calcular» el comportamiento de átomos, estrellas y hombres.

Los filósofos y un numero creciente de científicos, no están tan seguros, empero, de que la realidad sea tan simple. Mas bien adhieren a la hipótesis opuesta: la realidad, el mundo, no tiene nada de simple, es mas bien una entidad irreductiblemente compleja. No es un sólo sólido y homogéneo bloque de partículas elementales, sino que debe verse, de acuerdo con una alegoría imaginada por Simons{2}, como un conjunto de cajas chinas: al abrir una de ellas, uno se encuentra con una colección de otras menores y así sucesivamenta hasta llegar a las particulas elementales. Los niveles se dividen en subniveles y estos, a su vez, en otros de menor amplitud. Cada nivel se caracteriza por propiedades emergentes que no tienen ni significado ni referente en los niveles inferiores. Por ejemplo, la noción de forma carece de sentido en el ámbito de las partículas elementales. De esto resulta que, contrariamente al reduccionismo y al fatalismo, la complejidad es inherente a la realidad, la simplicidad en cambio no es mas que una invención de la mente humana.

Debido a la complejidad, cuando los seres vivos se vinculan en ecosistemas y en sociedades, interaccionan entre sí y con el entorno de todas las maneras posibles. Los fenómenos asociados a estas interacciones son asincrónicos, aleatorios y sus efectos pueden depender de la historia previa del sistema. Los procesos colectivos dejan, pues, siempre una indeterminación insalvable con respecto a sus resultados finales. Las visiones reduccionistas del hombre y las sociedades y el fatalismo, son, pues, simplificaciones extremas que no tienen ningún fundamento empírico. El mundo es irreduciblemente complejo e indeterminado, por esta razón, cualquier teoría económica que pretenda describirlo debe tener en cuenta esta condición, bajo pena de caer en bancarrota.

Las actitudes fundamentales frente a la realidad: la preeminencia de la teoría

El sistema economía-sociedad-ecología es una entidad altamente compleja, caótica e indeterminada (los procesos caóticos se caracterizan por que en ellos conviven la aleatoriedad y el orden, razón por la cual resultan impredecibles. Esta no es, como vimos, la visión neoliberal, pero, tan importante como establecer esta diferencia, es tener en claro que cosmovisiones distintas darán lugar a políticas y acciones económicas distintas. Por cosmovisión se entiende la totalidad de nuestras interpretaciones del mundo y de nuestro papel en él. Se trata de un concepto metafísico, mas, una vez que se establece, se hace fundamental, pues es la cosmovisión quien acaba dirigiendo la acción.

El neoliberalismo en su versión extrema, la que se aplica a los países débiles, puede considerarse como un Fundamentalismo Económico y es una cosmovisión que se caracteriza por la absoluta preeminencia que otorga a lo económico sobre cualquier otra consideración. Sus teóricos han concentrado su visión de mundo en las llamadas «Teorías Económicas Puras». Uno de los axiomas básicos de estas teorías, afirma que todo lo económico se origina y esta centrado en torno a las reacciones y pulsiones de un hipotético individuo cuya única motivación es la de consumir vorazmente. Paradójicamente, a este esperpento con conductas patológicas, se lo define (aunque, mas correctamente debía decirse que se lo decreta) como la esencia de la racionalidad y se lo llama, justamente: «el consumidor racional».

Es a partir de esa representación tan paupérrima del ser humano, que los teóricos neoliberales han edificado su estructura argumentativa. No contentos con eso, le atribuyen un carácter científico ejemplar y con ella pretenden administrar y dominar el mundo. Con el fin de recalcar el supuesto carácter estrictamente científico de sus modelos, hasta han rebautizado sus teorías con el nombre de «Económica», que suena, es cierto, a «Física», o «Matemática», aunque, en realidad, poco tenga que ver con ellas.

El mundo de la económica

Por los años 30, la teoría empirista lógica de la ciencia afirmaba que serian los hechos objetivos, conocidos empíricamente y en forma independiente de cualquier teoría, los únicos capaces de garantizar la validez y objetividad de la ciencia. Hoy en día, estas tesis han sido abandonadas y se acepta que el conocimiento, es decir, las teorías que sustentamos y nuestras presuposiciones previas, esto es, nuestra visión de mundo, representan un papel fundamental{3}. No debe creerse, no obstante, que hay una dicotomía entre teoría y practica; estas, en realidad, son inseparables: la teoría guía a la acción y esta, a su vez, a la teoría.

En el mundo actual, en los términos más generales, encontramos dos características sobresalientes: Una el espíritu del cálculo racional, o sea, la preeminencia de la racionalidad instrumental y otra el dominio del hombre sobre la naturaleza y las sociedades por medio de la técnica y de aquel cálculo racional. Pero, dominio de la naturaleza y técnica son competencia de la practica; dado que esta y la teoría van siempre juntas, cabe preguntarse ¿Cuál es la teoría –cosmovisión– que corresponde a esa practica? Valke{4} la llama: «La actitud parcelaria frente a lo real.» Es decir, la visión analítica (reduccionista) del mundo. Esta visión nació en Grecia, pero fue Descartes quien la estableció definitivamente en la forma del método analítico propio de las ciencias físico-matemáticas.

Para vincular íntimamente: Cosmovisión, técnica y dominio por medio de lo económico, basta establecer como axioma definitorio de la economía que ésta debe tener como fin único la provisión de bienes materiales. Por ejemplo, esta es la postura de Kreps{5} un autor neoliberal cuyos libros de «Económica» son ya clásicos. Kreps afirma, en efecto, que la categoría básica de la economía es el individuo consumidor y maximizador de bienes materiales.

Para afianzar definitivamente él vinculo entre cosmovisión, la preeminencia absoluta de lo económico y el dominio por medio de la técnica, es necesario establecer dos conceptos cruciales más: el de orden económico y el de sistema económico aislado. El orden económico es un conjunto de normas y valores cuya función es la de prescribir y, así, condicionar rígidamente, las acciones de todos y dirigirlas hacia un único fin: la producción sin limites de bienes materiales El concepto de sistema económico, consiste en una teoría económica pura o positiva que se encarga de suministrar la supuesta base científica y la (también supuesta) racionalidad, necesarias ambas para legitimar los conceptos anteriores.

Una vez establecidos estos conceptos, solo necesitamos de la tecnología para cerrar el circulo de dominación y control, ya que con la tecnología podemos dominar, no sólo la naturaleza, sino también a hombres y sociedades mediante el recurso de convertirlos en objetos económicos.

De este modo, la argumentación de los neoliberales llega a la siguiente conclusión: para ser aceptable, una vision de mundo debe, necesariamente, estar supeditada a la teoria economica pura; en el sentido de que esta teoria debe prescribir esta visión completamente. Ahora, dado que una cosmovisión no es otra cosa que el conjunto de las presuposiciones mas generales, últimas, de la realidad; resulta, según la perspectiva neoliberal, que lo económico sería lo único real. Lo cual, desde luego es falso. Sin embargo, muchos premios Nóbel han sido otorgados a quienes sustentan sus teorías en este punto de vista del mundo y sus problemas.

De esta manera, acaba instaurándose una red de lazos de retroalimentación entre tecnología, sistema económico puro y orden económico. Esta trama constituye, en realidad, un sistema argumentativo circular mediante el cual estos conceptos se auto justifican, se refuerzan mutuamente y excluyen del discurso a cualquier otra perspectiva de la vida y de la economía. Desde el punto de vista de la lógica, la argumentación circular no es correcta; sin embargo, en el discurso neoliberal se la ha mantenido, ya que resulta útil para sus fines

En estas condiciones, el sistema: economía pura- tecnología, se convierte en un ente autónomo, anárquico y sin otra finalidad que la de reproducirse a sí mismo, una especie de cáncer en metástasis para hombres y naturaleza. El medio ambiente y las sociedades, solo entran en su consideración como «externalidades» molestas de las cuales se puede prescindir. Naturaleza y millones de seres humanos quedan atrapados así entre dos fuegos: la persecución patológica de dinero y la producción anárquica de bienes materiales, una maquina infernal que para poder subsistir requiere de mas dinero y más producción formando un circulo vicioso infernal.

Las concepciones sintética y analítica de la realidad

Se puede concebir la realidad, el mundo que nos rodea, sea como unidad, sea como si fuera compuesta. Estas concepciones pueden llamarse sintética o globalizante y parcelaria o analíticas. Las civilizaciones orientales se dejan hipnotizar por la globalidad y ven las partes como accesorias o secundarias. Cuando, en cambio, sucumbimos a la fascinación de las partes, únicamente éstas parecerían reales y pensaremos que él todo no es mas que una simple aglomeración de ellas.

El análisis es crucial para el progreso científico, sin embargo, como método es esencialmente limitado. Debido a que es mucho más fácil analizar que sintetizar, resulta inevitable una hipertrofia del espíritu analítico y se acaba por suponer que la simplificación es siempre posible, se establece así el reduccionismo. El reduccionismo se instala en la cultura occidental debido a que la ciencia analítica, a pesar de su declarada objetividad, consiente la arbitrariedad y la subjetividad. De hecho, mas que admitirlas, no puede escapar de ellas, ya que, en realidad, ninguna construcción teórica puede hacerlo.

La arbitrariedad en el análisis científico aparece, en efecto, desde el principio: Primero cuando el científico imagina el llamado: objeto modelo, o modelo, simplemente. Este modelo, no hay que olvidarlo, es una construcción del científico y es sólo un bosquejo del sistema real en estudio. A fin de resolver el problema que lo ocupa, el investigador debe retener para su modelo sólo las partes de la realidad que a él le interesan y dejar fuera el resto de esta realidad. La arbitrariedad y la subjetividad vuelven a surgir cuando, para interpretar la realidad, el científico debe imponerle su propio marco conceptual; esto es, su visión de mundo.

Cuando (como ocurre con los teóricos neoliberales) se abusa de estas libertades epistémicas, se acaba por creer que siempre es permisible crear «mundos posibles», donde todo funciona «como sí». Las vergonzosas contradicciones a que conduce esta filosofía ficcionista, se pueden ilustrar leyendo el primer capitulo de un famoso libro por Kreps: Curso de Teoría Económica. Kreps empieza por afirmar que las categorías básicas de la Economía son: «el actor individual», «la conducta» del actor, «un marco institucional» y «el equilibrio». Sin embargo, en la siguiente página dice que: « aunque acepta que existen muchos datos que refutan su modelo, esto no importa, ya que «la conducta del individuo no tiene ninguna importancia». A pesar de ello, mas adelante, refiriéndose nuevamente a la conducta del individuo, dice que es fundamentalmente la de un «maximizador». Sin embargo, unas líneas mas abajo, afirma que: «el modelo no presupone que el actor maximice ninguna función de utilidad.» No obstante, afirma que «sí presupone que los consumidores actúan como sí lo hicieran». Toda esta argumentación, no tiene, evidentemente, nada de científica. A pesar de esos tremendos errores, el libro de Kreps es utilizado como texto y Biblia por miles de estudiosos.

La teoría matemática del equilibrio general: pseudo ciencia e ideología

En las ciencias físico-químicas es conveniente asociar a cada teoría un modelo matemático. El modelo matemático de una teoría física no es otra cosa que una representación simbólica de la teoría. Cuando está bien elaborado, un modelo matemático es de una gran ayuda, ya que con él se consigue contener los aspectos esenciales de la teoría en un sistema compacto de ecuaciones que, en una forma económica y elegante, representan los aspectos más importantes (nunca todos) de la realidad que se pretende describir.

Como dijimos, los teóricos de la economía neoliberal gustan de presentar sus modelos como ejemplos de cientificidad. De allí, pasan a suponer que tienen todo en común con las más avanzadas teorías de la física. De hecho, consideran sus teorías como una especie de «Física Económica» y con el fin de resaltar esta supuesta calidad, hasta han acuñado, como dijimos, el sugestivo nombre de «Económica».

El modelo matemático que sintetiza la concepción neoliberal de la economía, de la Económica, se llama: la «Teoría del Equilibrio General» y no es otra cosa que un sistema de ecuaciones algebraicas. En los centros de poder económico, este sistema de ecuaciones es usado para simular, con la ayuda del computador, el comportamiento de la economía de los países y del mundo. De estos juegos virtuales, los teóricos de la economía pura extraen conclusiones y toman decisiones que, con el «favor» del Banco Mundial, el FMI y los militares, aplican a los países del Tercer Mundo. Los altos funcionarios (como Stiglitz) de estas instituciones, tienen una total confianza en sus modelos matemáticos y, por lo visto, la Academia Sueca de Ciencias también.

Sin embargo, Israel{6} ha demostrado que el sistema de ecuaciones de la Teoría del Equilibrio General, no admite solución alguna. Esta falencia de la teoría neoliberal dice muy mal sus autores, pero, si, además, recordamos que con la ayuda de esos modelos se pretende describir y prescribir el funcionamiento de la economía del mundo y sobre esta misma base se toman decisiones que afectan la vida de millones de personas, el asunto de su falta de rigor científico es moralmente inaceptable. Pero hay más.

Un modelo matemático, como dijimos, no es otra cosa que un sistema de ecuaciones estructurado y diseñado para representar simbólicamente por lo menos parte de cierta realidad (la Teoría del Equilibrio General pretende representar nada menos que el comportamiento de la economía mundial). Por lo tanto, para que un modelo sea correcto, es absolutamente necesario que sus autores acepten, como presupuesto esencial, que la realidad que quieren describir existe. Aceptado esto, es razonable exigir que nuestro modelo sea capaz de representar por lo menos algunos caracteres de tal realidad. Se puede decir, pues, que, cuando un modelo matemático (como la famosa «Teoría del Equilibrio General») no admite solución alguna, éste representa sólo la nada. O, lo que es lo mismo, diríamos que lo que el modelo indica es que no existe realidad alguna; pero esto es absurdo, puesto que, por definición, la realidad existe aun en ausencia de modelo. La Teoría del Equilibrio General, no puede considerarse, luego, un modelo científico.

A fin de salvar su teoría, (y seguir ganando Premios Nóbel) sus proponentes le han añadido un enjambre de hipótesis ad hoc; esto es, hipotesis a medida o improvisadas. Con Popper{7}, se puede criticar duramente ese proceder, puesto que se trata de una argucia inaceptable mediante la cual se puede demostrar cualquier teoría y su contraria. A pesar de eso, los neoliberales siguieron adelante con sus hipótesis ad hoc, pero con tanta «mala suerte» que su modelo de mundo pasó, de no tener solución alguna, a permitir un número infinito de ellas. Es decir, se volvió indeterminado, y, por tanto, una vez más, inservible.

Desde la Filosofía de la Ciencia, se pueden hacer muchas más criticas a los postulados de la teoría económica neoliberal. Por ejemplo, Bunge{8} ha hecho notar un error importantísimo que ha pasado desapercibido. En los libros de economía pura, se divide a ésta en dos grandes partes: la Microeconomía y la Macroeconomía. La primera trataría del comportamiento de «los individuos racionales», sería pues una teoría psicológica de estos individuos, cosa que no es cierta. Pero, de tratar sólo con individuos (Microeconomía) los economistas puros pasan directamente a la Macroeconomía; es decir, a describir el comportamiento de agregados de individuos, colectivos humanos, firmas y aún países enteros.

Ahora bien, Elster{9} y Arrow{10} (éste último Nóbel de Economía también), demostraron que este salto categorial: del individuo a agregados altamente interactivos de ellos, no es posible. Pero esto significa que no se pueden deducir comportamientos macroeconómicos a partir de modelos microeconómicos. Por lo tanto, los hallazgos de estos investigadores contradicen los postulados básicos de la economía pura. No hay, pues, correlación entre las teorías microeconómicas y la macroeconomía. Consecuentemente, las recetas globales del Banco Mundial y del FMI, basadas en teorías microeconomicas, o en su teoría del equilibrio general, carecen de soporte científico.

Una prueba concreta de esta desconexión entre micro y macroeconomía ha sido dada, cándidamente, por otro Premio Nóbel: Paul Samuelson{11} en su famoso texto de economía, uno de los libros de teoría económica mas leídos. En el «Prologo del Autor», pagina XV, Samuelson afirma que su libro se puede estudiar igualmente bien empezando por la Microeconomía y terminando por la Macroeconomía o viceversa. Esto es, Samuelson indica que su obra puede leerse: empezando por el principio, o empezando por el final. Es decir, de adelante atrás o de atrás hacia delante. Pero, esto solo puede ser posible si no existe correlación alguna entre sus capítulos o entre sus partes. Si alguien, sin ser médico y sin haber estudiado previamente y en detalle la anatomía y fisiología cerebrales, dijera que es capaz de hacer operaciones del cerebro, sería recluido como loco; a Samuelson, en cambio, le premiaron con el Nóbel.

En este contexto, vale la pena discutir brevemente y analizar, para rechazarla, otra de las hipótesis centrales de la economía neoliberal que es falsa: la creencia de que los paises y el mundo pueden crecer economicamente sin limites. El asunto es de suma importancia para los países subdesarrollados, porqué, desde Breton Woods y el «Consenso de Washington», el Banco Mundial y el FMI han asimilado, confundido y, finalmente, tomado como idénticos, los conceptos de: «desarrollo a largo plazo» y «crecimiento económico sin limites». Una consecuencia practica inmediata de esta confusión, ha sido la aparición de la teoría del «goteo»; según la cual, a partir del crecimiento económico (sin limites), se instauraría automáticamente el progreso social. Para los habitantes de Iberoamérica y en especial los de Argentina, esta creencia ha resultado completamente falsa, cosa que se podía haber previsto desde un principio ya que carece de todo fundamento científico.

En efecto, en primer lugar, la hipótesis del crecimiento sin limites choca frontalmente con uno de los conceptos que constituyen la base misma del pensamiento económico político: el principio, verdadero e indiscutible, de que los recursos son siempre escasos. Justamente por eso la economía política (que no la Económica) es indispensable: debido a que vivimos en un mundo en el cual los recursos son limitados. Resulta, pues, incomprensible cómo alguien puede postular que se puede crecer ilimitadamente en un mundo con limitaciones materiales absolutas.

Epílogo

El ejercicio de la investigación científica exige un compromiso con una combinación de lo mejor de los pensamientos científico, moral y legal juntos. Por tanto, cualquier institución que se precie de científica, debe negarse a convalidar medidas económico-políticas que pongan en riesgo la moral, la seguridad de las personas y la integridad de los países. Por otra parte, como los intelectuales tienen la responsabilidad de oponerse a cualquier agresión contra la condición humana, están obligados a asumir sus obligaciones morales y no pueden hacerse complices de desiciones, acciones o teorías, por muy científicas que parezcan, que conduzcan a tales situaciones.

Las teorías de los nobelistas neoliberales no han podido ser corroboradas por la experiencia empírica. Además, se contradicen entre sí y con las otras teorias, ya validadas por la experiencia, de las otras ciencias. Por otra parte, en su aplicación práctica, (las más de las veces por la fuerza), las teorias económicas ultraliberales han provocado terribles daños a la humanidad en su conjunto y han sido fuente de sufrimientos. Por consiguiente, es un acto altamente inmoral y carente de sentido el estatuirlas como científicas y premiar a sus autores

Bibliografía

{1} Entrevista a Joseph Stiglitz, por Greg Palast, en www.Greg.Palast.com

{2} H. Simons, «The Organization of Complex Systems», en Hierachy Theory: the Chalenge of Complex Sistems, H.H. Patee, editor: G. Brazilier, Nueva York 1974.

{3} H. Brown, La Nueva Filosofía de la Ciencia, Tecnos, Madrid 1985.

{4} L. Valke, «El Pensamiento Occidental y el Auge Tecnológico», en Ecología Humana, Inst. de Estudios de Admin. Local, Madrid 1976.

{5} D. Kreps, Curso de Teoría Económica, McGraw-Hill, Madrid 1995.

{6} G. Israel, La Mathematization du Real, Le Seuill, Paris 1996.

{7} K. Popper, La Lógica de la Investigación Científica, Tecnos, Madrid 1977.

{8} M. Bunge, Economía y Filosofía, Tecnos, Madrid 1985.

{9} J. Elster, «La Posibilidad de una Política Racional», en Racionalidad (ed. L. Olivé), Siglo XXI, México 1988.

{10} D. Blair & R. Pollak, «Decisiones Racionales Colectivas», Investigación y Ciencia, vol. 35, 1995.

{11} P. Samuelson & W. Nordhaus, Macroeconomía, 15ª edición, pág. XXIX, McGraw-Hill, Madrid 1996.

 

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