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El Catoblepas, número 25, marzo 2004
  El Catoblepasnúmero 25 • marzo 2004 • página 20
cine

El sufriente
(La pelota en tu tejado)

Sharon Calderón Gordo

Lo que sucede cuando el divino gremio del cine se encuentra
iluminado por el mito de la cultura y por el mito de la izquierda

Cuidadoso posado de tres divinas presidentes de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España: la embarazadísima Aitana Sánchez-Gijón, la agachada Marisa Paredes, y Mercedes Sampietro, presidente en ejercicio

Han pasado ya muchos días desde que se celebrara la ceremonia de entrega de los premios de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España (AACCE), y muchos han sido los comunicados, las declaraciones y los comentarios en torno a lo sucedido la noche del 31 de enero de 2004. La inevitable y abundante sucesión de noticias sobre este asunto hacía casi imposible una reconstrucción mínimamente fiable de lo que había sucedido hasta ese momento: la confusión era tal que no estaba nada claro si de lo que se trataba era de una lucha incansable a favor de una supuesta libertad de expresión arrebatada, de la retirada de las tropas españolas de Irak, de un simple acto de campaña electoral o de la pataleta infantil de un conocido director de cine.

Todo comenzó cuando el 29 de enero de 2004, dos días antes de la celebración de la ceremonia de «los Goya», Julio Medem, director del documental La pelota vasca, la piel contra la piedra,{1} vio amenazados sus más íntimos e inalienables derechos como ciudadano, al enterarse de que la Asociación de Victimas del Terrorismo (del terrorismo de ETA principalmente), había convocado una manifestación silenciosa a las puertas del recinto en el que se iba a celebrar el acto, en protesta por la nominación de esa pelicula en la categoría de «Mejor película documental». Las razones alegadas por la AVT eran claras e iban sin rodeos: consideraban (y consideran) que el documental es un instrumento de propaganda de los planes secesionistas de Juan José Ibarreche y entienden que el tratamiento que se da en el filme a los familiares de los asesinos etarras no puede ni debe ser el mismo que el que se le otorga a los familiares de los asesinados por esos mismos terroristas etarras.

La pegatina de la Asociación de Víctimas del Terrorismo: ETA NO La «reacción» del director vasco fue difundir un comunicado de prensa a través de la página web de la película-documental (publicado posteriormente por otros medios de comunicación) en el que se quejaba amargamente del acoso y derribo al que supuestamente había sido sometido desde la AVT. Aseguraba haber leído en La Razón que habría una pancarta con el lema «Víctimas del terrorismo contra El pelota vasco, la nuca contra la bala» y que se repartirían pegatinas con el texto «No al Medem». Quizá fruto de una lectura rápida, llevado por los nervios, imaginó el reparto de pegatinas con semejantes palabras, porque la noticia de ese periodico que decía haber leído, si bien recogía el eslogan que la AVT exhibiría esa noche junto a declaraciones de su presidente, Daniel Portero (hijo de Luis Portero, Fiscal del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, asesinado por ETA el 9 de octubre del año 2000), en ningún momento decía nada relacionado con tales pegatinas. Sí hubo pegatinas de «No a ETA» («ETA no, cómplices tampoco») ¿Sería eso lo que leyó Julio Medem? Lo cierto es que el propio Daniel Portero, tras conocer el contenido del comunicado de Medem fue quien quiso aclarar que la AVT sólo repartiría «1.500 pegatinas con la frase "ETA no" y ninguna con el lema "No al Medem", como se ha publicado», según se recogía en el periódico El Mundo el 30 de enero de 2004 (sin perjucio de que en virtud de la «libertad de expresión» de algunos miembros de la Asociación de Víctimas del Terrorismo se desplegaran pancartas con ese eslogan, de la misma manera que en virtud de la «libertad de expresión» de muchos pacifistas fundamentalistas era perfectamente legítimo acusar de «asesinos» a algunos dirigentes del Partido Popular).

Decía también J. Medem en ese comunicado (con el sugestivo y agónico título de «S.O.S.») que ya no podía más, que «una tormenta de puñales» cayó sobre él («especialmente desde los medios de comunicación de la derecha»). Sólo deseaba poner «punto dulce final (con o sin estatuilla) [ahora sabemos que sin ella] de toda esta horrorosa experiencia». A pesar de afirmar que «esta es la primera vez que escribo en mi defensa tras el estreno del documental en el Festival de San Sebastián», las declaraciones de J. Medem antes de la convocatoria de la AVT, incluso antes del estreno del documental en el Festival de San Sebastián del año 2003, hacen pensar que, quizá, a pesar de su canto victimista del 30 de enero, fue él quien tiró la primera piedra (o, mejor, la primera pelota) esperando que nadie, en virtud de su condición de «creador» y arropado por lo que llaman su «obra de creación», se atreviera a levantar la voz contra «la cultura» (de la misma manera que, en la pasada edición de los anteriormente conocidos como «Premios Goya», ¿iba alguien a no aceptar la pegatina del «¡No a la guerra!» y arriesgarse al abucheo y al insulto del auditorio?).

Para decirlo sin rodeos: al director vasco se le llena la boca de poesía, de raíces profundas, de libertad, de diálogo... siempre y cuando no se trate de hablar del periodo de Gobierno del Partido Popular (1996-2004). En una entrevista concedida a la revista Fotogramas, poco después del estreno de la película, declaraba sin el más mínimo pudor ante la pregunta sobre si «¿Tiene arreglo el llamado conflicto vasco?»:

«Mientras siga gobernando el PP, no, al menos con este Partido Popular. La única esperanza que me queda es que los socialistas gobiernen y cambién su política en el País Vasco. Alli hay dos sociedades, bueno, hay muchas más, pero al menos hay dos corrientes: la nacionalista vasca y otra más social y de izquierdas que también es vasca pero que quiere claramente estar integrada dentro de España. Ambas deben estar unidas.»

¿«Unidas»? ¿dónde? ¿cómo? Son muchos los que han anunciado un mismo lugar: en el Plan Ibarreche de secesión de España. Es más que evidente que la explicación simplona y armonista de Meden tiene mucho en común con los planteamientos del presidente autonómico vasco. Podría, sin duda, trazarse una línea de semejanza con la política socialista de pactos en Cataluña, que ha llevado a ese partido a compartir gobierno (necesariamente, porque de no ser así habría que convocar nuevas elecciones) con grupos políticos que, para empezar, no tienen ningún problema para sentarse a negociar «de tú a tú» con los asesinos etarras, poniendo en práctica el archiconocido lema de campaña electoral (comicios 2004) de ese mismo partido «Hablando se entiende la gente» (véase el artículo de Gustavo Bueno en el número 24 de esta misma revista).

Y por si alguien aún alberga alguna duda sobre los planteamientos de J. Medem:

«Y está, además, la recreación del mito vasco, que no es ningún invento, porque no sé si queda una cultura en Europa en la que lo primitivo, lo arcaico, lo histórico y lo costumbrista, todo junto, tenga tanta fuerza.»

Las acusaciones que el propio J. Medem vertió sobre la Asociación de Víctimas del Terrorismo, y que pasaban por afirmar que la AVT estaba manipulada políticamente por el Partido Popular (recogidas en frases tan explícitas como: «Alguien debería alarmar a los miembros de la AVT de que desde algunos centros de autoridad se les están insuflando ciertas dosis de absolutismo» o «...sobre todo cuando compruebo cómo se les está utilizando [a la AVT] políticamente; pienso que el PP ha hecho de esto [el terrorismo, suponemos] su plato favorito en este aterrador banquete en el que, a este paso, de nuestra querida democracia no va a quedar ni las sobras»), podrían aplicarse con su mismo argumento al propio director vasco, incluso con mayor autoridad, ya que, como se ha podido ver, ha sido él quien ha declarado su clara y evidente preferencia política por el PSOE, frente al «rechazo», la «repulsa democrática» que le supone el Partido Popular (partido que, nunca está de más recordar, obtuvo la mayoría absoluta, otorgada por los ciudadanos españoles con derecho a voto en pleno ejercicio de sus facultades mentales, esto es, ni enajenados, ni coaccionados, &c., en los pasados comicios del año 2000). ¿Por qué no pensar que es Julio Meden quien está manipulado políticamente (bien sea por el PSOE, bien sea por el PNV, o cualquier otro partido político), preso de una ideología mítica (quizá la del «mito vasco»), haciendo descarado electoralismo, al hilo de sus continuas declaraciones políticas en prensa? Y, desde luego, ésta no es una afirmación gratuita, ya que ¿cómo se pueden interpretar entonces sus declaraciones en la entrevista que Carmenchu Marín le hizo para el periódico El País del 8 de febrero de 2004?

«P. La presidenta de la Academia habló de consignas para no votarle y de presiones para que retiraran su nominación. ¿Ha muerto Franco?
R. Yo creo que el águila fascista española está volviendo. Y sobre vuela nuestras cabezas.
P. ¿El PP manipula la lucha antiterrorista?
R. Absolutamente. La considera el mejor argumento para sacar votos. [...]
P. ¿De qué operaría a Aznar?
R. Pues mire, a mí el bigote me parece lo de menos. Empezaría por su odio al nacionalismo vasco. Y le quitaría el aguilucho que lleva dentro. Es que sigue existiendo esta España refranquista.
P. ¿Y a Ibareche?
R. Le quitaría el halo jesuítico. Lo tienen muchos nacionalistas. Pero me parece un tipo noble.»

Sólo una pregunta que no necesita respuesta: ¿qué hubiera dicho el señor J. Medem si estas declaraciones las hubiera hecho Daniel Portela, o Fernando Savater, o Gotzone Mora, o Iñaqui Ezquerra... y, por supuesto, no hubieran ido en la línea política por él defendida? ¿Lo habría calificado de «ejercicio de la libertad de expresión»? Seguramente no. Seguramente y a tenor de lo que se puede leer, hubiera vuelto a meter en la misma frase palabras tan vistosas, y tan a menudo explotadas, como «libertad», «manipulación», «represión», &c., junto a otras tan evocadoras históricamente como «fascismo» o «franquismo» en un claro ejemplo de despiste histórico.

Los primeros en sumarse al agónico documento de Medem fueron los miembros de la omnipresente «Plataforma Cultura Contra la Guerra» (PCCG), creada el 27 de enero de 2003 y presentada en sociedad, precisamente, en la Gala de los Premios de la Academia de ese año. Sorprende, sin duda, la celeridad y capacidad de unión en torno al rechazo a la participación española en la guerra de Irak, por parte de los autodenominados «trabajadores y trabajadoras de la cultura»,{2} tal y como se definen en un escueto manifiesto leído el día de su constitución. Suponemos que conscientes de la vaguedad de esta definición, el 6 de febrero de 2003, en un acto de la Plataforma celebrado en el Círculo de Bellas Artes, se leyó, entre lágrimas, un segundo manifiesto en el que se dejaba ver un nuevo intento de definir aquello que había quedado poco claro en su anterior comunicado, aunque este «esfuerzo» fuera igualmente tan oscuro como el anterior:

«la Plataforma Cultura contra la Guerra la constituyen, desde la Asamblea interprofesional del pasado día 27 de enero, en el Cículo de Bellas Artes de Madrid, cuantos autores, directores, músicos, técnicos, actores, artistas plásticos, de circo, etc, están de acuerdo en luchar contra...»

(podríamos añadir: «cocineros, modistas, jardineros...»). Ese lacrimógeno día 6 de febrero de 2003, Jorge Darder (presentado como «miembro portavoz de la plataforma») declaró, en previsión de malvadas interpretaciones políticas, que el nexo de unión entre tan variopinto grupo de «trabajadores y trabajadoras» no era otro que un conjunto de «razones solidarias y humanitarias», pretendiendo desmarcarse de quienes les habían vinculado (¿quién sabe por qué?) a algún partido político. Pero lo cierto que es que sus «razones solidarias y humanitarias» les llevaron a pedir que los votantes españoles no votaran al PP en las elecciones autonómicas madrileñas de mayo de 2003.

«Una veintena de actores de la Plataforma Cultural contra la Guerra ha parodiado a los candidatos populares a las elecciones municipales y autonómicas de Madrid y ha reclamado que no se vote al PP por haber desoído la opinión de los españoles en contra de la guerra de Irak.
Con una simbólica pegada de carteles en la misma panza de la estatua del oso y el madroño, en la madrileña Puerta del Sol, los integrantes de la Plataforma Cultura contra la Guerra dieron comienzo a su campaña electoral contra el Partido Popular con el lema "Si dijiste no a la guerra, sé coherente con tu voto".
Los actores imitaron a los candidatos del PP en Madrid Alberto Ruiz Gallardón y Esperanza Aguirre en una parodia en la que descalificaban a los citados políticos, siempre rodeados de una legión de guardaespaldas con patillas de celofán negro, y acompañados de un motocarro con altavoces del que salía la música de la conocida canción de saludo a los americanos de la película "Bienvenido Mister Marshall".
Berta Ojeda, portavoz de la Plataforma y actriz conocida por dar vida a la oronda secretaria Ofelia en "Mortadelo y Filemón", explicó que con esta campaña los integrantes de la Plataforma "piden que se participe en las elecciones, pero que no se vote al PP, por meternos en una guerra cuyas consecuencias no se han acabado".
La bufonada contó con un plantel de actores disfrazados de payasos, curiosos, seres galácticos y periodistas con alcachofas en la mano, que orbitaban sobre la parodiada comitiva electoral del PP, que tras la pegada ficticia de carteles y la acechanza de unos policías municipales de verdad, optó por emprender recorrido por los bares del centro de Madrid.» (elmundo.es, 15 de mayo de 2003)

Otro de los sonados acontecimientos relacionados con los «trabajadores y trabajadoras de la cultura» (entre ellos, citamos de las noticias de prensa, «Víctor Manuel, Ana Belén, Miguel Ríos, Javier Gurruchaga, Juan Echanove, Juan Diego Botto, Miguel Bosé, Pedro Guerra, Lucía Etxebarría, Agustín Díaz Yanes, Emilio Martínez Lázaro, Imanol Uribe, María Barranco, Pastora Vega, Chete Lera y otros artistas habituales de las protestas de los últimos meses contra el Gobierno del Partido Popular y contra la guerra en Irak») fue el que tuvo que ver con la petición que se le hizo al candidato de Los Verdes a la Alcaldía de Madrid, José María Mendiluce, para que retirara su candidatura a las elecciones del 25 M ya que «favorecía a Aznar, al restarle votos a la izquierda». Cuando Mendiluce, invitado al acto por estos «artistas e intelectuales», oyó por boca del director Mariano Barroso (Los lobos de Washington, 1999; El tiempo de las mariposas, 2001) que retirara su candidatura, pidió la palabra para, suponemos, exigir explicaciones ante tan inesperada petición. Pero la tan temida censura hizo acto de presencia (incluso entre los «intelectuales de izquierda») y esa palabra no le sería concedida, salvo, claro está, para que hiciera pública su renuncia, tal y como le previno el señor Barroso. Algunos de los allí presentes formarían parte del grupo de directores que, más tarde, rodarían la película «Hay motivos», presentada el 5 de marzo de 2004 y emitida por televisión a través de la cadena del Grupo Prisa, Localia, pocos días antes de los comicios generales de 2004 (14 de marzo).

En el comunicado de apoyo a Medem de la PCCG podía leerse que siempre se habían manifestado contra todo tipo de violencia, que siempre habían condenado todo tipo de terrorismo... Lamentablemente en comunicados anteriores a este olvidaron incluir referencias explícitas al terrorismo etarra, aunque sí recordaron «castigar» «el genocidio», «la criminalización del pensamiento», &c. Considerar como consideran que «los recientes ataques a nuestro compañero Julio Medem y otros representantes de la cultura, son una peligrosa agresión a la democracia» hace pensar en qué idea de democracia tienen presente en la PCCG. Porque salvo que se consideren «pilares insustituibles» de la democracia española, que lo dudamos, si las manifestaciones de los miembros de la AVT son «peligrosas agresiones a la democracia», ¿qué calificativo les merecen los planes secesionistas de Juan José Ibarreche o los «diálogos» de José Luis Pérez Carod con ETA?

En una entrevista concedida a Carlos Herrera en su programa Herrera en la onda (Onda cero) el 2 de febrero de 2004, el actor Vicente Cuesta (otro nuevo portavoz de la PCCG), preguntado a propósito de lo acontecido a las puertas del recinto en el que se celebró la entrega de los Premios de la AACCE 2004, decía cosas como esta: «la libertad de expresión significa que tienes libertad de expresión para expresar lo que quieras y para criticar todo lo que se haga.» ¿No podían, por tanto, los miembros de la AVT en virtud del «derecho a la libertad de expresión» criticar la película del director vasco? Rápidamente la entrevista se tornó, por parte de V. Cuesta, en un mitin politico anti-gobierno del PP, en el que se repitieron falsedades que ya Medem publicó en su «S.O.S.», como que la AVT era una asociación financiada y controlada por el PP, y que «hablar de ETA era darle votos a ese partido» (nombre que no quiso mencionar para no incurrir, claro esta, en electoralismo; dando por descontado, suponemos, que los ciudanos son una panda de borregos que con sólo oir el nombre de un partido político iran a votarlo). «'No a ETA' es un eslogan político concreto –dijo V. Cuesta– y la AVT está financiada por ese partido.» Lamentablemente para el portavoz de la PCCG, acompañando a Carlos Herrera en la entrevista se encontraba Nicolás Redondo Terreros, militante del PSOE, quien tuvo que aclarar que las acusaciones de manipulación que estaba haciendo el portavoz de la PCCG eran absolutamente falsas. Puesto que estas afirmaciones venían de un militante «de izquierdas», poco podía argumentar el señor Cuesta, que a buen seguro hubiera preferido «dialogar» con algún «viejo escuadrón de la derecha más retrógrada». Mientras el señor Cuesta hablaba, según sus mismas palabras, «a nivel humano» (suponemos que para distanciarse de un supuesto e imaginario «nivel político» en el que se encontrarían las manifestaciones de la AVT), tanta «humanidad» le llevó a adentrarse en caminos bastante más complicados: ETA y el País Vasco. Cuando se atrevió a hablar de «conflicto vasco» las palabras de Redondo Terreros fueron estas: «yo llevo dos escoltas y eso no se llama 'conflicto'.»

Las pretensiones armonistas de Julio Medem, sin negar que ellas sean «de buena fe», son desde un punto de vista político-práctico, objetivo, tan utópicas e irrealizables como la pretendida paz perpetua (expresión que hemos podido leer y escuchar hasta la saciedad en boca de todos aquellos que, con ardor guerrero, enarbolaban el opúsculo kantiano como «fundamento racional» del «¡No a la guerra!»).

Y llegó la gran noche, la noche que todos esperaban, una noche prececida por sorprendentes comunicados y declaraciones, como el que hizo la presidente de la AACCE, Mercedes Sampietro, descargando una batería de noes: «NO al terrorismo, NO a ETA, NO a la guerra, NO a la tortura, NO a la pena de muerte, NO a los malos tratos, NO a la manipulación, NO a la coacción, NO a la censura, NO al hambre, NO a la injusticia, NO a la miseria», como si la negación otorgara algún tipo de unidad al conjunto y por sí misma fuera ya solución de todos los males. Sin dudar de la buena fe de la Presidente, lo que subyacería en este canto sería, como dice Gustavo Bueno en su artículo «Las manifestaciones 'Por la Paz', 'No a la Guerra', del 15 de febrero de 2003», una serie de motivos de lo más heterogéneos enmascarados bajo el «NO a la manipulación», el «NO a la coacción», &c., ya que damos por descontado que ningún ciudadano español desea, por ejemplo, ser coaccionado, censurado, maltratado, pasar hambre o ser un miserable.

Siguiendo el criterio político ofrecido en el artículo mencionado (corrientes de manifestantes apolíticos / corrientes de manifestantes políticos) las manifestaciones de M. Sampietro podrían interpretarse más como manifestaciones políticas que todo lo contrario, al pretender ir contra una determinada política de Gobierno, del Gobierno español; y como si fuera una cenicienta, la noche de la ceremonia, la presidente pidió tres deseos, deseos en los que quedaron patentes su motivaciones políticas para pedir «no»: «Trabajo para todos y cada uno de nosotros» ¿Se refería a los «trabajadores y trabajadoras de la cultura» o a todos los españoles? «Trabajo hecho con ambición, con emoción, sin censura ni autocensura. Trabajo por derecho, Trabajo sin miedo a no tener trabajo»; «el segundo deseo es cientos de miles, millones de espectadores: ciudadanos deseosos de ver nuestras películas, orgullosos de nuestro cine, implicados con nuestras historias y nuestra historia»; y el tercero...

«un país donde las ciencias, las letras, el arte y la libertad de expresión sean considerados bienes de primera necesidad. Un país cuyos responsables tengan sentido del humor, encajen las críticas como nosotros las encajamos, y amen el cine como nosotros lo amamos. Un país con una televisión tan atenta a los indices de audiencia como a los indices de decencia. Un país que mime a sus creadores, que los valore como un lujo y no como un impuesto. Un país abierto de mente, plural de palabra, sin guerras, sin violencia, en paz.»

Lo cierto es que la lectura de estos anhelos podría dejar sin palabras a cualquiera, ¿es posible tanta ingenuidad (suponiendo que sea ingenuidad)? Parece que sí. No ya sólo por lo poético y excéntrico de las peticiones (es imposible imaginar el gobierno de un Estado atendiendo a criterios tan ridículos como el del «buen humor de los gobernantes», porque de ser así, sería preferible el gobierno de Faemino y Cansado o Cruz y Raya al de, por ejemplo, José Luis Rodríguez Zapatero y Jesús Caldera), sino porque la realidad apunta cosas bien distintas de las que pide la presidente, ya que a tenor de las declaraciones anteriormente citadas de J. Medem en el periódico El País, no se puede afirmar que el director vasco haya encajado demasiado bien las críticas de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, por ejemplo. Es más que evidente que a juicio de la presidente de la AACCE (y de las dos anteriores presidentes, Aitana Sánchez Gijón y Marisa Paredes, que en una elegante puesta en escena flanquearon a Mercedes Sampietro al finalizar el acto) España es un país decadente, un país con censura, un país en el que «falta cultura», un país en el que no hay «libertad de expresión»...

Pero sucede que la realidad no es así: en España las películas españolas (sin discriminar varias lastimosas «obras de creación») fueron vistas durante el año 2003 por casi 22 millones de espectadores; es cierto que las películas extranjeras ese mismo año fueron vistas por más de 115 milones de espectadores, pero ¿se atreverá alguna presidenta de la Academia a dudar de la capacidad de elección del ciudadano español, o acaso le considerará poco «formado» para elegir entre una extensa oferta y, sólo por su bien, se deberá recortar su libertad de elección? Un país en el que en 1992 se produjeron 52 películas españolas, y en el 2002 esa cifra aumentó hasta los 167 filmes. En el año 2002 las dos películas más vistas en España fueron dos películas de directores españoles, Los Otros, de Alejando Amenabar y Torrente 2 de Santiago Segura; en el 2003 las dos primeras películas españolas más vistas ocuparon en un listado general la décimoséptima y la novena posición (Los lunes al Sol, de Fernando León de Aranoa, y El otro lado de la cama, de Emilio Martínez Lázaro). En los tres primeros meses de 2004 se han estrenado 14 películas españolas{3} y ha comenzado el rodaje de 22 largometrajes, con títulos tan sugerentes como Jutge Oubina (de Salomon Shang Ruiz), La casa dels geranis (de Lina Wertmuller), o La increíble aventura de Borjamari y Pocholo (de Enrique López Lavigne y Juan Cavestany), y tan evocadores como El guerrero del antifaz (de Francisco Javier Capell). De estar, tal y como asegura la presidenta de la ACAC, el cine español en el penoso estado que ella describe, no sólo al cine español, sino al país en general, los escuetos datos que hemos ofrecido resultarán, sin duda, asombrosos.

Es, por supuesto, legítimo que quien representa una institución cinematográfica, con unos intereses muy concretos, defienda en el momento que considere oportuno los intereses de su gremio; pero esa legitimidad queda puesta en entredicho cuando tales intereses se cruzan con cuestiones políticas que poco o nada tienen que ver con el quehacer diario de la profesión, o si se prefiere, tienen lo mismo, tanto o más que ver con el quehacer diario del gremio de los electricistas, de las peluqueras, de los técnicos de laboratorio o de los teleoperadores. Esta confusión que padecen algunos «trabajadores y trabajadoras de la cultura», que les lleva a creerse portavoces del conjunto de los ciudadanos del «Estado español» (pues son de los que prefieren mentar lo menos posible el nombre de su país, de España), y creerse elementos únicos, necesarios e indispensables para el buen desarrollo de la democracia española, una suerte de super-héroes de la Monarquía parlamentaria española, queda bien ejemplificada en las declaraciones que el director español Pedro Almodovar hizo en la presentación de su última película, La mala educación, cuando «reveló» que el Gobierno del PP había intentando dar un «golpe de Estado» en los días previos a las elecciones generales del 14 de marzo.

Es cierto que, en un comunicado de prensa posterior, Pedro Almodovar matizó que «en ningún momento afirmé que el PP había intentado dar un golpe de estado la noche del sábado al domingo, únicamente me hice eco de un mar de rumores que nos habían llegado por distintas fuentes: el sábado pasado en la manifestación de la Puerta del Sol y por correos electrónicos que insistentemente llegaban a mi oficina, en los que se afirmaba que el PP habría intentado infructuosamente aplazar las elecciones», su «eco» se propagó gracias a la convocatoria de prensa con motivo de la presentación de su última película y generó no pocas inquietudes. Pero un personaje de la influencia periodística y cinematográfico de P. A. no puede alegremente «hacerse eco de un rumor» y difundirlo ante medios de comunicación de todo el mundo, porque sencillamente es un acto irresponsable para con España y su credibilidad internacional, ejecutado por quien sabe con absoluta certeza que cualquier declaración suya tiene eco no sólo en el ámbito doméstico sino más allá de las frontreras españolas.

El tan manoseado derecho a la libertad de expresión, derecho que reclaman algunos trabajadores «del cine» cual si fueran presos políticos en una cárcel impidedidos de culminar la obra de su creación, no es, desde un punto de vista estrictamente jurídico, absoluto. Parecen olvidar que fueron varios millones de personas las que tuvieron la libertad para elegir al Presidente del Gobierno, y que la mayoría de los españoles con derecho a voto eligieron, de entre las opciones propuestas, una en concreto. Las posiciones desde las que claman, por ejemplo, «libertad de expresión», les llevan, emic, a concebirse a sí mismos como iluminados en el reino de los ciegos: sólo ellos serían capaces de emitir jucios políticos del estado actual de la democracia española, en peligro (siempre según ellos) porque no se dispone de una serie de libertades que deben acompañarla (la idea de la democracia con déficits). La presidente de la ACAC dice cosas como que «...la libertad de expresión está en peligro, por ejemplo, cuando se intenta prohibir una obra de creación. Eso es amenazar la libertad de expresión». La pregunta que debería hacerse la presidente y que no hemos formulado nosotros es: ¿libertad para qué?

Hace unos días hemos asistido a uno de los atentados terroristas más salvajes que ha vivido España, y de la mano de estos terribles asesinatos ha venido un cambio de Gobierno. Un cambio convulso, un cambio por el que votaron 10 millones de ciudadanos, y también un cambio que 9 millones no querían. Un cambio alimentado por las «manifestaciones espontáneas» de miles de personas convocados a la misma hora y frente a los mismos lugares, las sedes del Partido Popular de toda España, en plena «jornada de reflexión». En España Al-Qaeda ha asesinado a más de 190 personas, ETA ha asesinado a más de 1.000. ¿Responsabilizaría el ciudadano español a los distintos gobiernos que España ha tenido de los asesinatos de ETA? Evidentemente no. De demostrarse que, efectivamente, Al-Qaeda y sólo Al-Qaeda es la responsable de los atentados de Madrid, es a esta organización mahometana a quien hay que llamar «asesina».

Notas

{1} Puede (y debe) leerse en este mismo número de El Catoblepas la interesantísima reseña que Iñigo Ongay ofrece de esta película-documental: «Julio Médem y los vascos».

{2} El clamor de estos «trabajadores y trabajadoras» tuvo su reflejo directo en el programa electoral del PSOE: «Se criminaliza a las organizaciones civiles y al mundo de la cultura que representan lo más vivo de nuestra sociedad y que coordinan el descontento y la frustración ante los desastres visibles, por ejemplo, el ecológico del Prestige, o el de la paz y la convivencia en el planeta simbolizado por la guerra de Irak. Se potencia, en fin, una cultura banal, entendida como simple complemento de la industria privada del ocio. Todo ello por un Gobierno que, al tiempo, se desentiende ante la degradación creciente que evidencia el bochornoso huracán de los contenidos basura que invaden los medios de comunicación, especialmente las televisiones.» Programa electoral PSOE, Elecciones 2004, «6. Cultura con los ciudadanos», pág. 194.

{3} La mala educación, Pedro Almodovar, 18/03/2004; Cachorro, Miguel Albaladejo, 27/02/2004; Las voces de la noche, Salvador García Ruiz, 27/02/2004; Haz conmigo lo que quieras, Ramón de España, 13/02/2004; Franky Banderas, José Luis García Sánchez, 06/02/2004; Bahía mágica, Marina Valentini & Ricardo Wullicher, 06/02/2004; Trileros, Antonio Fernández del Real, 30/01/2004; La vida que te espera, Manuel Gutiérrez Aragón, 30/01/2004; Un bosque de música, José Ignacio Vilar Díaz, 18/01/2004; Navidad en el Nilo, Neri Parenti, 17/01/2004; El coche de pedales, Ramón Barea, 16/01/2004; Cuentos de la guerra saharaui, Pedro Pérez Rosado, 16/01/2004; Agujeros en el cielo, Pedro Mari Santos Márquez, 09/01/2004; Una de zombis, Miguel Ángel Lamata, 02/01/2004.

 

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