Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 30 • agosto 2004 • página 5
Acaba de ser publicado el libro España descarrilada de Gustavo Perednik. Como en un capítulo de su libro, aquí nuestro colaborador analiza el origen del terrorismo árabe y su presentación en los medios españoles
En enero de 2005 la gente de Arafat conmemorará cuarenta años de la fundación de Fataj, la principal de las bandas que conforman la OLP.
Seguid la prensa española y veréis que ningún corresponsal en Israel notará que se trata de una fecha de fundación que precede a la vociferada ocupación y que por lo tanto tira por la borda la tesis de que ése sea el motivo del terrorismo palestino. Éste se ufanaba de matar judíos antes de la ocupación, que siempre fue y es la consecuencia de la guerra enfermiza contra Israel, nunca su causa. En efecto, Europa asigna el comienzo de la llamada ocupación a 1967, y saltea que la OLP de Arafat había sido creada en 1964 (...para liberar territorios que serían ocupados tres años después...).
Aunque el Fataj fue oficialmente creado a fines de la década de los cincuenta en Kuwait, a los palestinos se les hace conmemorar el día de su primera operación bajo ese nombre, que data del 1 de enero de 1965, el intento de hacer saltar en mil pedazos el acueducto nacional de Israel.
Sin muchos esfuerzos puede remontarse a antes, cuando asesinaron a Yair Peled en el Neguev, y a dos paseantes en Masada, al guardia del kibutz Ramat Rajel, al pastor de ovejas del kibutz Lehavot Habashan, o a la niña que asesinaron en la granja de Aminadav.
Menciono nombres porque los medios españoles nunca los mencionan. En su televisión muestran las imágenes de un autobús hecho pedazos y de los camilleros, y a continuación el vídeo sobre el asesino. De él sí transmiten su nombre y datos. Las víctimas no tienen nombre. La televisión española relata la vida del terrorista (perdón, del «activista»), la causalidad de su acción, y a continuación, las cámaras se trasladan a su hogar, en donde se ven cómo los familiares sacan los enseres antes de que su casa sea eventualmente derribada. De ellos se compadecen.
Sigamos con nuestra cronología retrospectiva. Medio año antes, 11 de abril de 1956, «militantes» dispararon sobre niños en la sinagoga de Shafrir matando a tres de ellos. Todo gratis, sin ocupación que obrara de excusa.
En 1957 acuchillaron en su casa a un residente de Ashkelon, y ese año Josep Plá visitaba Israel y describía en su libro de viaje «una realidad de terrorismo constante... Todos estos países árabes presentan una característica general que se debe recoger. Desde la creación del Estado de Israel han podido disponer de un elemento negativo de eficacia indiscutible: el odio a Israel. Sobre este sentimiento se ha montado en estos países una demagogia frenética».
Retrocedamos al 24 de marzo de 1955, cuando dispararon contra los invitados a una boda en Patish, matando e hiriendo sin discriminar. O al autobús que secuestraron el 17 de marzo de 1954 en Maalé Akrabim. Primero asesinaron al conductor. Luego se apoderaron del autobús y dispararon contra cada pasajero indefenso, uno por a uno, hasta que los once yacieron muertos. No había «territorios ocupados». No había «agresión sionista». Sólo el deseo de un pequeño Israel de convivir en paz con sus vecinos, y sed árabe de sangre judía. ¿Podrían los medios españoles, por una vez, buscar las causas de la agresión en el agresor?
Antes aún, el 1º de enero de 1952, siete terroristas se apoderaron de una casa humilde del barrio de Beit Israel en Jerusalén, y mataron a quien encontraron allí, una joven de diecinueve años, sola y desarmada. ¿Qué escribiría El País? ¿Habría condenas en las Naciones Unidas?
No: en las Naciones Unidas sólo se condena a Israel. Ese mismo 1965 en el que Fataj comenzaba su obra redentora sin «territorios ocupados», los delegados soviéticos en la ONU se opusieron con uñas y dientes a que la Declaración de los Derechos Humanos incluyera la condena a la judeofobia. Matar judíos no es violación de derechos humanos. Es más: propusieron que el texto condenara como crímenes raciales «el sionismo, el nazismo y el neonazismo» (en ese orden).
Árabes nos mataban no sólo antes de la ocupación, sino antes de que hubiera Estado judío, y antes de que hubiera palestinos.
La llamada Revuelta Árabe de 1936-39 (liderada por explícitos aliados de Adolf Hitler, los Husseinis e Izedin el-Kassam) asesinó a más de quinientos judíos. Y yendo más atrás en el tiempo, encontraremos el paradigma de la comunidad judía de Hebrón. El 24 de agosto de 1929, décadas antes de «la ocupación» y de la creación de Israel, los terroristas mahometanos asesinaron a decenas de judíos, hombres, mujeres y niños, sólo por ser judíos, exactamente igual que los pogromos llevaban medio siglo diezmando las comunidades israelitas de Europa Oriental. Una miniatura del Holocausto que comenzaría diez años después.
Paralelamente al asesinato de niños judíos en Israel, se produjo un crimen muy ilustrativo.
Entre Kitty y Shylock
El 13 de marzo de 1964 la joven trabajadora Catherine Kitty Genovese fue asesinada al lado de su residencia en Nueva York. Un crimen bastante rutinario, si no fuera porque el asesinato duró más de media hora. Kitty gritaba y pedía ayuda, mientras se movía apuñalada de una puerta a la otra, y el asesino volvía una y otra vez hasta que la violó y le dio el golpe final... todo ante la vista de treinta y cinco vecinos que observaban por la ventana. Y se fueron a dormir, o a escribir cartas, o a tomar una cerveza, o a encender la televisión. Los gritos de Kitty no fueron respondidos por nadie.
Israel es la «Kitty» de Europa, que mira cómo nos matan, pero es como si no lo viera. Los europeos reaccionan sólo cuando nos defendemos: en ese momento se enfurecen a favor de los palestinos reprimidos.
La valla ahorra muertes judías; a Europa la perturba la valla. La corte de La Haya se expide en sesenta páginas acerca del tamaño de la cerca, de las molestias que ocasiona, de los tramos que recorre. Ni una palabra acerca de las causas que llevaron a su construcción. Los periodistas europeos repiten el mismo esquema: jamás recuerdan que la alambrada no fue construida para atraer turismo ni por motivos artísticos, sino para limitar el ingreso de hombres-bomba. Y maliciosamente llaman «muro», cuando saben que sólo un 5% del cerco es de ladrillo. El objetivo del periodista europeo medio es agitar la causa de Arafat; no informar.
Puedo imaginarme el relato de la «Kitty-Israel» en la televisión española, o el que pergeñe Juan Cierco para ABC. Suministrarían el nombre del asesino, sus coordenadas, nos mostrarían su familia. Tratarían de entender sus motivaciones. De Kitty, apenas dirían que sus gritos molestaron el sueño de varios vecinos, y que una vez en el pasado se había peleado con una compañera del trabajo y que Kitty no había tenido razón, porque era antipática, y que habrá mirado al pobre hombre con gesto adusto, y después de todo era una soberbia, y mañana anuncian lluvias en las afueras de Madrid.
No ven el terrorismo antijudío porque su definición de terrorismo no se refiere al estilo de la violencia, sino a la identidad de la víctima.
Daniel Barenboim dirigió un concierto en homenaje a las víctimas de Atocha. Es notable que se trata de un músico de origen judío, que no se enteró de que antes de Atocha mil judíos fueron asesinados en atentados terroristas. Para esas víctimas Barenboim no tuvo homenajes, y ni siquiera una palabra de compasión. Ya se ha europeizado, y junto a los judeófobos de variadas tonalidades no protestará en ningún caso por la agresión antijudía, sino exclusivamente por la autodefensa de los judíos ante esa agresión.
Es que Israel agita culpas en el inconsciente europeo, y por ello ante cada paso que da Israel se sacude su conciencia colectiva, se enfada, se agitan sus emociones, muy a diferencia de las acciones que emprendería cualquier otro país.
El 31 de marzo de 2004 el presidente del parlamento europeo Pat Coz, presentó el informe del Centro Europeo para el Monitoreo del Racismo y la Xenofobia (la agencia oficial que denuncia el racismo en la Unión Europea). El informe señaló a España como el centro principal de la judeofobia, lo que como era de preverse fue rechazado por la prensa española, que es precisamente la fuente más activa del odio. Es curioso que, a pesar de su profundidad e intensidad, la judeofobia española es menos examinada que la de otros países occidentales.
Aun el vocabulario de los españoles incluye ejemplos sorprendentes de expresiones judeofóbicas, que en otros idiomas fueron erosionadas por la corrección política moderna. El diccionario de la Real Academia Española incluye en «sinagoga» una reunión con propósitos ilícitos, y bajo «judiada» una acción ruin. Cuando se le solicita a la Real Academia que excluya de sus nuevas ediciones las definiciones peyorativas de judío, responde que como buenos lexicógrafos, se limitan a reflejar el modo en que el lenguaje es utilizado, y que no hay intención de su parte. La voz judío siempre habría sido utilizada en su sentido de «avaro, usurero». Sin embargo, la Academia no refleja en el diccionario significados peyorativos de palabras relacionadas con otros grupos nacionales, o incluso significados negativos muy difundidos de palabras como «nazi». José Manuel Laureiro, profesor madrileño, ha compilado unos treinta dichos populares en español, en los que la palabra judío sigue siendo utilizada de modo despectivo.
A las voces ofensivas de su vocabulario, reservadas para los judíos, los antisionistas españoles han agregado a la nómina «Israel», y «lobby judío».
Editorial Espasa Calpe, se disculpó por el uso de términos judeofóbicos en su cuarta edición del Diccionario de Sinónimos. Pero las definiciones de su enciclopedia no cambiaron mucho. La versión multimedia del año 2000 define así los términos «judío» y «sionista»:
Judío: Relativo al judaísmo (...) Los judíos esperan su Mesías (...) La capital judía es Tel Aviv (...) Peyorativo: avaro, usurero, préstamo judío.
Sionista: adjetivo. Relativo al sionismo. Agrupación sionista, terrorismo sionista. Sustantivo: perteneciente a esta ideología: los sionistas han expresado oposición a la independencia de Palestina.
Que los sionistas son precisamente los únicos que han logrado la independencia de Palestina y que fueron la más reiteradas víctimas del terrorismo, son nociones inasequibles para estos tendenciosos lexicógrafos. Que Tel Aviv no es capital de nada, es un detalle baladí.
El conflicto en Oriente Medio no tiene como causa el sufrimiento árabe-palestino. Éste es su consecuencia. El espejismo favorito es sostener que podríamos gozar de paz si el pueblo árabe-palestino tuviera independencia política. Los regímenes árabes son feudales, esclavistas, misóginos. No precisan de Israel para sus festivales de sangre. Pero Israel es su excusa perfecta. Los regímenes árabes controlan más del noventa y nueve por ciento de Oriente Medio, pero Europa acepta conteste la patraña de que hasta no «liberen» al medio por ciento restante (léase la destrucción de Israel) no tendrán felicidad.
El quid del conflicto del Oriente Medio no es el problema palestino, sino la deslegitimación de Israel. He aquí el único elemento del conflicto cuya reversión anunciaría su conclusión. Lo real es que el liderazgo árabe rechazó toda posibilidad de aceptar la existencia de un Estado judío en Israel, aún cuando los judíos aceptaron un territorio del tamaño de Luxemburgo debido a la urgencia que les imponía la necesidad de salvar a sus correligionarios en el umbral del exterminio. Los líderes palestinos nunca estuvieron dispuestos a establecer su propio Estado, si eso los obliga a pagar el precio de hacer la paz.
En Europa hay una acendrada necesidad de distorsionar esos hechos básicos. Para ello, siempre se presenta a Israel como agresor, y se da así por sentado (pocas veces explícitamente) que el acto de agresión es la mera existencia de Israel. En el pasado, así era percibida la existencia del judío individual. Requería de disculpas y justificaciones. Hoy le ocurre a la nación en su conjunto, y por ende la alternativa que se le ofrece al Estado hebreo es el suicidio.
En otro artículo hemos mostrado cómo El Mercader de Venecia de Shakespeare fue un sutil intento de humanizar al judío desde la literatura. Shakespeare había venido a humanizar a la otrora raza despreciada, y así pudo elevarse por sobre los prejuicios de su época. La humanización del judío es ostensible en el monólogo del tercer acto, cuando Shylock explica a sus congéneres los motivos de su saña contra Antonio:
Me ha arruinado... se ha reído de mis pérdidas y burlado de mis ganancias, ha afrentado a mi nación, ha desalentado a mis amigos y azuzado a mis enemigos. ¿Y cuál es su motivo? Que soy judío. ¿El judío no tiene ojos? ¿El judío no tiene manos, órganos, dimensiones, sentidos, afectos, pasiones? ¿No es alimentado con la misma comida y herido por las mismas armas, víctima de las mismas enfermedades y curado por los mismos medios, no tiene calor en verano y frío en invierno, como el cristiano? ¿Si lo pican, no sangra? ¿No se ríe si le hacen cosquillas? ¿Si nos envenenáis no morimos? ¿Si nos hacéis daño, no nos vengaremos?
El judío pasaba a ser percibido en Europa desprovisto de la imagen satánica que le habían adosado siglos de intolerancia. Ese proceso aún se le escapa a Israel, que bien podría remedar a Shylock:
Me ha condenado, me censura, me difama. Me advierte cuando me defiendo, y me reta cuando me atacan. Me llama ocupador aunque anhelo desesperadamente dejar de serlo. Me llama belicista aunque daría todo por la paz. Me llama nazi para lacerarme. Me denigra aunque soy tan democrático como ellos. No me quiere cerca ni en el dolor ni en la alegría. ¿Y cuál es el motivo de Europa? Que soy un país judío. ¿El país judío no tiene ojos, intereses, políticas y politiquerías, virtudes y defectos, ejército, miserias y logros? ¿Si nos ponen bombas, no morimos y lloramos? ¿Si matan a nuestros niños, no quedamos desgarrados para siempre? ¿Si se levantan para destruirnos, no nos permitiréis que nos defendamos?