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El Catoblepas, número 57, noviembre 2006
  El Catoblepasnúmero 57 • noviembre 2006 • página 5
Voz judía también hay

El Principito y El Príncipe

Gustavo D. Perednik

Los ayatolás, encaminados a obtener armas nucleares para destruir Israel

Los ayatolás encaminados a obtener armas nucleares para destruir Israel

«L'essentiel est invisible pour les yeux», El Principito de Saint-Exupéry
«El que engaña encontrará siempre quien se deje engañar… los hombres miran las ventajas inmediatas de las cosas sin percatarse del veneno escondido debajo», El Príncipe de Maquiavelo

De entre la vertiginosa y compleja sociopolítica por la que atraviesa nuestro mundo, irrumpe un dato que para los israelíes es primordial y existencial, aunque para la mayoría de los europeos se reduzca a un detalle menor: la teocracia de Irán se apresta a destruir Israel con armas nucleares.

Amagan con interponerse a los impertérritos aprestos vanas advertencias, necios diálogos, fútiles negociaciones y falsos reclamos, pero la marcha de los ayatolás es imperturbable.

El presidente Ahmadineyad lo declara expresamente, pero dos grupos desoyen al unísono. Por un lado están quienes prefieren no darse por enterados para que «la paz» no sea importunada, es decir la Europa suicida y la petromayoría de la inoperante ONU.

Por otro lado están los que sí escuchan y entienden claramente el mensaje iraní pero no lo admiten porque en el fondo, en efecto, desean las cenizas de Israel una vez más. Y otra vez. Y otra.

Estos últimos conforman una coalición judeofóbica criptodrina que va desde el islamismo y el fascismo hasta la izquierda autista que se escuda bajo el tilde de «progresista» para aliarse al más recalcitrante de los regímenes retrógrados. La tiranía iraní oprime a una población cuya mitad es muy pobre, con cinco millones de desempleados y unos seis millones de indigentes mientras la pequeña élite acomodada de su estatal economía se lleva el 80% de la renta nacional. Pero los «progres» por doquier se coligan con los ayatolás que, en vez de dedicar sus cinco millones de barriles de petróleo diario para paliar el hambre y el atraso, los despilfarran en someter a la mujer iraní, torturar y asesinar disidentes, y obtener carísimo arsenal nuclear en aras de destruir al único país judío del mundo.

Desde el momento en que Ahmedineyad asumiera el 2 de agosto de 2005, ha venido reiterando su triple y virulento mensaje: el Holocausto es un mito, Irán coronará exitosamente su programa nuclear, e Israel será en breve borrado del mapa.

El teócrata ha exacerbado así la activa judeofobia de sus predecesores, cuyo terrorismo acaba de ser confirmado valientemente por la Justicia argentina.

Después de más de una década de encubrimientos y mentiras, se emitió en Buenos Aires el 26 de octubre un trascendental pronunciamiento en el que los fiscales a cargo de la investigación del ataque terrorista contra la sede de la comunidad judeoargentina en 1994, Alberto Nisman y Marcelo Martínez Burgos, acusaron oficialmente a ocho funcionarios iraníes por haber sido los inspiradores, planificadores y perpetradores del atentado que cobró 85 muertos y centenares de heridos. Ahora el juez Rodolfo Canicoba Corral debe analizar las pruebas y sentenciar.

En su dictamen la fiscalía establece que el ataque fue ejecutado por la organización terrorista libanesa Hezbollah a instancias de las máximas autoridades del entonces gobierno de la República de Irán: el ex presidente Alí Rafsanjani (1989-1997) y seis más{*} además del ex consejero cultural de la embajada iraní en Buenos Aires Mohsen Rabani.

Los acusados participaron el 14 de agosto de 1993, en la ciudad iraní de Mashad de la reunión en la que se decidió el atentado, motivado por la suspensión unilateral argentina de transferencia de tecnología nuclear a Teherán. Cuando Rabani se retiró del aciago contubernio abrió una cuenta en el Deutsche Bank, donde recibió las transferencias inusuales. Fotos secretas posteriores lo muestran en busca de una camioneta en un barrio de Buenos Aires (el conductor suicida de la camioneta-bomba fue Ibrahim Husein Berro).

Rabani se comunicaba con la mezquita desde cerca del aparcamiento en el que había estacionado el vehículo con el que el ataque fue perpetrado por una banda que arribó a Argentina el 1 de julio de 1994 y abandonó el país el mismo día del atentado.

Los datos precisos venían siendo publicados desde hace por lo menos un lustro, no en la prensa europea que los soslaya, pero sí entre otros por el New York Times (22-7-02). Había comenzado a develarlos originalmente Abdolghassem Mesbahi, un desertor iraní quien abandonó el servicio de inteligencia de los ayatolás cuando se le ordenó asesinar a disidentes iraníes residentes en el exterior.

A modo de confirmación de las fehacientes pruebas, el máximo teócrata Ali Jamenei aprobó a la sazón el atentado definiendo a la comunidad judeoargentina como «una entidad de malvados que sólo entienden la lógica del terror».

Pero nadie se atrevió ni se atreve a enfrentar a un régimen que acumula tanta brutalidad y petróleo. Cuando en el pasado se detuvo en Londres al ex embajador iraní en Buenos Aires, Hadi Soleimanpour, el gobierno británico lo liberó «por falta de pruebas» (19-9-2003). Una universidad británica acaba de otorgar un doctorado honoris causa al ex teócrata iraní Mohamed Jatami (1-11-06).

La sordera cómplice

Ahmedineyad no escatima declaraciones que nunca rectifica: que trasladaría a todos los israelíes a Alemania (9-11-05) y que Israel es «el árbol pútrido a punto de ser eliminado por una tormenta islámica» (15-4-06).

De los dos grupos que desoyen y que mencionamos al comienzo, el primero es el de los que se niegan a oír, como la canciller alemana Angela Merkel, quien empezó por considerar aquellas declaraciones «intolerables» para proceder expeditamente a tolerarlas.

El segundo grupo es el de los que se regodean cuando oyen, como el bufonesco presidente venezolano, que llevó a su país a ser el único en oponerse a condenar a Irán en la Agencia Internacional de Energía Atómica (27-9-05).

La condena era importante porque la teocracia admitió haber mentido sobre su programa atómico (primero declararon haber reprocesado plutonio hasta 1993, y luego se retractaron: habían continuado secretamente con los experimentos por lo menos un lustro adicional). Pero para Chávez el problema son los judíos porque en su opinión (24-12-05) «los descendientes de los que crucificaron a Cristo se han apoderado de las riquezas del mundo».

Con la inminencia de su colega lunático obteniendo bombas atómicas, ha pasado a un segundo plano el anuncio de los ayatolás de que tienen alistados 40.000 suicidas dispuestos a lanzarse para borrar a Israel.

La otrora comunidad judía de Persia, vibrante y con 2.700 años de antigüedad, se ha reducido en dos décadas a menos de la cuarta parte; las pocas escuelas que quedan allí tienen directores musulmanes y a los alumnos se les prohíbe respetar el sábado.

En el lapso que medió entre dos de las ediciones del gobierno de Irán de los Protocolos de los Sabios de Sión, el comerciante hebreo Ruhola Kakhodah-Zadeh fue detenido sin acusaciones ni juicio (mayo de 1998) y finalmente ahorcado en prisión; doce judíos eran asesinados por el régimen. Al año siguiente 13 judíos del sur del país –incluidos un rabino y un maestro de escuela– fueron arrestados bajo la acusación de espionaje, torturados, y liberados tres años después. Datos que no se hallarán en los medios europeos, donde la gravedad del régimen es sistemáticamente soslayada. Incluso se difunde la mentira de que la teocracia regida por el sucesor de Mahoma es resultado de «elecciones».

Los medios están tan ocupados en arremeter contra la única vibrante democracia de Oriente Medio cada vez que ésta se defiende, que no les ha quedado espacio para detenerse en la menudencia de una bombita nuclear sobre Tel Aviv.

Para leer muestras del cinismo no hace falta ir muy lejos. En el último número de El Catoblepas, la columna estalinista de José María Laso saltea todos los atentados terroristas contra Israel, los misiles y bombas que seguimos sufriendo a diario, y se pregunta «decepcionado» por el derecho de Israel de defenderse. Apenas ve una causa menor en »el secuestro de dos soldados israelitas» (no hubo soldados asesinados, no hubo katiushas que mantuvieron por meses a la población de Galilea en refugios subterráneos) y entonces, claro, la reacción de Israel le parece «desproporcionada».

Deberíamos aprender que desproporcionado es lo que con una menor proporción logra sus objetivos. Pero nuestros soldados siguen secuestrados, el Hezbolá sigue armado, y la agresión de misiles continúa diariamente contra el Estado hebreo aunque los estalinistas no la vean y, para justificar su ceguera, banalicen el Holocausto. Laso primero confiesa su «indignación» por «la actitud» (sic) «de Adolfo Hitler y otros dirigentes nazis contra los judíos». Pareciera que fue la mera «actitud» de unos pocos la que llevó al proceso de pauperización, humillación, evacuación, encierro en ghettos y asesinato sistemático de seis millones de judíos en un sádico programa mundial de genocidio. El maligno resumen de Laso es «¿Cómo es posible que los israelitas se comporten con la población palestina como los nazis lo hicieron en su día con ellos?» Un nuevo escupitajo para los seis millones, y el Holocausto termina por ser en sus manos un arma para zaherir a los propios judíos.

El terrorismo también, ya que su sabihondez nos explica que éste «fue creación de las organizaciones sionistas Stern, Haganah y Zwai-Leai-Leumí», nombres que copió (muy mal) de un panfleto antisionista y mendaz. Lo que el sionismo hizo fue empuñar las armas contra el ejército del imperio británico en Palestina: el volado «Hotel Rey David» no era un hotel, sino el cuartel general de la milicia de ocupación británica (22-7-46) que hundía en alta mar los barcos cargados de refugiados judíos que llegaban a construir una patria en su tierra ancestral.

Una patria que civilizó el desierto y que está siendo amenazada de destrucción total mientras una buena parte de Europa hace la vista gorda y la otra se ensaña con el blanco potencial del cataclismo.

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{*} El ex ministro de Información Alí Fallahjan, el ex ministro de RREE Ali Akbar Velayati, el ex comandante de la Guardia Revolucionaria Mohsen Rezai, el ex jefe del Seguridad del Hezbollah Fayez Moughnieh, el ex tercer secretario de la embajada Ahmad Asghari y el ex comandante de las fuerzas iraníes Ahmad Vahidi.

 

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