Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas • número 75 • mayo 2008 • página 5
Puente entre el medioevo y el Renacimiento, la vida de Don Isaac Abravanel (1437-1508) constituye una bisagra en la historia judía. Con él llegó a su fin la filosofía judeoespañola, y fue el último de los comentaristas bíblicos hasta la exégesis moderna, que tres siglos después iniciaría Moisés Mendelssohn.
La exégesis post-maimonídea constituyó, en efecto «días de epígonos», en los que se produjeron pocos comentarios memorables; escritos por expulsados de España, destacan especialmente tres: Isaac Arama (m. 1494), Abraham Saba (m. 1501) e Isaac Abravanel, quien a diferencia de sus predecesores como Maimónides y David Kimji, raramente se detiene en la gramática o filología.
En lugar de ello, Abravanel abunda en interpretaciones históricas, coteja la exégesis cristiana (especialmente la de Jerónimo de Estridón del siglo IV, quien vivió sus últimas décadas en la Tierra de Israel) e, innovadoramente, compara la sociedad de su época con la de la era bíblica.
Precisamente, su obra se distingue por la consideración que trae de temas sociales y políticos de marras. Verbigracia, cuando debe definir por qué Moisés y David fueron pastores (comentario a Amós 7:15) en vez de adoptar la explicación de que el pastor es especialmente idóneo porque su contacto con la naturaleza facilita la especulación y la meditación, aduce en su lugar que el pastor es eminentemente un líder.
Su propósito parece haber sido dar esperanza a los judíos de España en que el arribo del Mesías era inminente. Como sintió en carne propia la desesperación de aquellos días, blandió la creencia mesiánica que a la sazón dio solaz a los israelitas. Entre 1496 y 1497, escribió tres obras al respecto, en las que presume que la redención llegaría después de una guerra entre cristianos y musulmanes.
Abravanel también puede ser considerado el último de los estadistas judíos hasta Teodoro Herzl, y un pionero de la politología, que es a su vez precursora de las ciencias sociales.
Si bien es aceptado que la disciplina nació en el siglo XVI con Maquiavelo, en los escritos de Isaac Abravanel pueden rastrearse precedentes, sobre todo sus glosas a los libros bíblicos de Deuteronomio y de Samuel, en los que sostiene cómo el rey debe servir a su pueblo. Abravanel descreyó de la superioridad de la monarquía y sostuvo que, de los modelos estaduales de su época, el mejor era el gobierno de jueces electos, como se daba en Venecia, Florencia y Génova.
Descendía de una notable familia de Sevilla que emigró a Portugal tras las persecuciones de 1391 (su abuelo, Samuel Abravanel, había sido tesorero de Enrique II y de Juan I de Castilla). Isaac continuó con las funciones palaciegas de sus antepasados, y actuó al servicio de los reyes de Portugal, Castilla y Nápoles, así como de la República de Venecia.
En efecto, su biografía ha sido estudiada de acuerdo con esa geografía tripartita (Portugal, España e Italia), particularmente en la obra de Seymour Feldman La filosofía en un tiempo de crisis (2003) que lleva por subtítulo Don Isaac Abravanel, defensor de la fe. En efecto, Abravanel acompañó la metamorfosis de los hebreos que siguió a la expulsión de España.
Su desempeño como tesorero de la casa real portuguesa concluyó cuando se lo involucró en un complot, y en 1483 huyó a Castilla, donde fue agente comercial y financiero de Isabel la Católica. Su influencia sobre ésta no alcanzó para contrarrestar el Decreto de la Alhambra (o Edicto de Granada) del 31 de marzo de 1492, esbozado por inquisidor general Tomás de Torquemada, que obligó a los judíos de España a optar entre el bautismo y la expulsión.
Abravanel optó por emigrar a Italia; murió en Venecia en 1508. La novela El decreto de Alhambra (1988) de David Raphael, incluye una respuesta al decreto atribuida a Don Isaac.
Filosofía
En cuanto a la filosofía, Abravanel escribió tratados que versan sobre los conceptos de profecía y providencia. Mas en rigor fue un adversario de la disciplina, rechazando a los filósofos judíos que lo precedieron por considerarlos demasiado abiertos en cuestiones interpretativas.
Acaso por ello, no se ha considerado que sus ideas tuvieran originalidad. Así opinó Julius Guttmann, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, en su clásica obra Filosofías del judaísmo (1933).
Con la expulsión, Isaac Abravanel mandó secretamente a Portugal a su hijo de un año. Cuando el rey Juan II ordenó que el pequeño Iehudá fuera bautizado, el padre compuso una endecha titulada Lamentación sobre el tiempo (1503).
Iehudá, más conocido como León Hebreo (1460-1523) viajó mucho, enseñó en la universidad de Nápoles, fue médico de Gonzalo de Córdoba «el Gran Capitán», y fue autor de los célebres Diálogos de Amor. La popularidad de este tratado anuncia el desplazamiento del pensamiento escolástico.
León Hebreo es citado en el prólogo al Quijote, y Bonilla de San Martín le atribuye ser una fuente en la que se basó Cervantes. Sus tres «diálogos de amor» entre Filón (el amante) y Sofía (la sabiduría, la amada) versan respectivamente sobre la naturaleza del amor, su universalidad y su origen divino, y comienzan por distinguir al amor del deseo.
La presentación que hace León Hebreo del universo, como un gigantesco ser viviente, es quizás eco de la doctrina sobre el macrocosmos único expuesta por pensadores influidos por Platón. El amor es el principio que domina a todos los seres, el principio de unión y vivificación de toda realidad, como la «idea de las ideas» en el mundo platónico.
La obra fue publicada póstumamente en Roma (1535) por su amigo Mariano Lenzi, quien se había propuesto «rescatarla de la oscuridad en la que estaba enterrada». Lo logró: gozó de más de veinte ediciones en las primeras décadas, y de muchas traducciones, entre las que sobresale la del florentino al castellano, realizada en 1589 por el peruano Gracilaso de la Vega «el Inca».
Diálogos de Amor menciona el calendario hebreo y sus festividades, y alude a la cábala como sabiduría antiquísima.
En la biblioteca de Spinoza se encontró un ejemplar español de los Diálogos, y se ha sostenido que de allí abrevó el holandés su concepción del amor intelectual a Dios. En realidad, hay una gran diferencia entre los conceptos de amor de uno y otro, ya que para Spinoza la creación divina constituía una fatalidad lógica y no un acto de amor.
Volviendo al padre de León Hebreo, y hablando de padres, digamos que el de de Benjamín Netanyahu (el más joven Primer Ministro de Israel y actual jefe de la oposición) es autor de la obra clásica sobre Abravanel. Así se llama el libro de Benzion Netanyahu (publicado en 1953 y en 1999), que recorre la cosmovisión de Abravanel, su noción de la historia, sus conceptos políticos y el mentado mesianismo. Se encontraron en el ilustre español dos líneas del medioevo judío: la de los estadistas y la de los filósofos. Netanyahu lo llama «el último portavoz del medioevo judaico».