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El Catoblepas, número 139, septiembre 2013
  El Catoblepasnúmero 139 • septiembre 2013 • página 8
Artículos

Carmen de Icaza, escritora y política

José María García de Tuñón Aza

Novelista española y secretaria nacional durante dieciocho años
de Auxilio Social, una obra muy querida por Falange

Carmen de Icaza 1899-1979Auxilio Social

Era hija de Francisco de Icaza, literato y diplomático mejicano quien apenas obtener el título de abogado, vino a Europa y después de residir un tiempo en París, fue nombrado secretario de la Legación de Méjico en España donde transcurrió la mayor parte de su vida profesional. En Madrid estudió a los principales autores clásicos españoles y muy particularmente a Cervantes, del que Icaza era entusiasta dejando escritos libros como El Quijote durante tres siglos y Supercherías y errores cervantinos. Perteneció a las Academias de la Lengua de la Historia y de Bellas Artes, y fue presidente de la sección de literatura del Ateneo de Madrid. Autor de algunas coplillas figurando aún hoy una de ellas en los muros de la Alhambra y que él dedicó por conocer bien la ciudad al estar casado con una granadina, Beatriz de León:

Dale limosna, mujer,
que no hay en la vida nada
como la pena de ser
ciego en Granada.

De este matrimonio nació Carmen en Madrid el 17 de mayo de 1899, heredando de su padre su vocación intelectual. Desde muy joven entra en contacto con distintos escritores como, por ejemplo, Juan Ramón Jiménez, quien al mismo tiempo éste le dedica una poesía: «A María del Carmen Icaza», que se encuentra dentro de Poemas impersonales de 1911, en la sección Versos a, por, para, y que así dan comienzo:

¡Quién iba a pensar, María
que cuando tú apareciste,
tu boca rosa traía
una copla triste y mía
por ser mía y por ser triste!
{1}

También el poeta dedicó un poema a la hermana de Carmen, Ana María, titulado: A Ana María (El color de sus ojos): Ana, tú tienes los ojos / como el alma de tu hermana,/por tanto, tus ojos son / ojos de color de alma…{2}

Con su padre, que había sido nombrado ministro plenipotenciario en Berlín, se traslada toda la familia a la capital alemana donde sigue recibiendo una esmerada educación humanística y se iniciará en las obras clásicas de los autores griegos y latinos en un constante afán de superación. En Madrid, donde ya se habían instalado de nuevo, muere su padre el 27 de mayo de 1925 dejando viuda y cuatro hijos. Era Carmen la mayor y tiene que tomar las riendas de la familia que económicamente no había quedado bien pues desde Méjico, debido a la convulsión política por la que atravesaba el país, no les llegaba la ayuda económica a que la viuda tenía derecho. Así, pues, Carmen comenzó a trabajar en el diario El Sol; posteriormente lo haría también en los diarios Ya, donde se hicieron famosos sus reportajes bajo el título: «¿Qué hacemos a favor de la infancia abandonada»; ABC y la revista Blanco y Negro. Con sólo dieciséis años escribió la novela La boda del duque Kart, donde recordaba sus años adolescentes de la época vivida en Alemania.

Ya casada desde febrero de 1930 con Pedro Montojo Sureda, en 1935 firma su novela Cristina Guzmán, profesora de idiomas, que fue publicada por entregas en la revista Blanco y Negro alcanzando enorme éxito que luego se vio confirmado en su edición en forma de libro en plena guerra civil y divulgada por Editorial Juventud en el Madrid rojo de agosto de 1936, y «que todas las chicas casaderas leímos sentadas –dice Carmen Martín Gaite– en la camilla y muchos soldados llevaban en el macuto: La vida sonríe a quien le sonríe, no a quien le hace muecas, se trataba de sonreír por precepto, no porque se tuvieran ganas o se dejaran de tener; sus heroínas eran activas y prácticas, se sorbían las lágrimas, afrontaban cualquier calamidad sin una queja, mirando hacia un futuro orlado de nubes rosadas, inasequibles al pernicioso desaliento que sólo puede colarse por las rendijas de la inactividad. En los himnos de corte falangista, se ensalzaba a la enfermera que ríe gozosa después del trabajo…»{3}. Terminada la guerra, Mercedes Fórmica cuenta que cenando una noche con Lourdes Bolín –hija de Constanza de la Mora con su primer marido Manuel Bolín y que había sido enviada a Rusia por su madre donde permaneció diez años–, en una mesa de al lado se encontraba Carmen de Icaza quien al señalársela a Lourdes, ésta toda excitada suplicó:

—¡Enséñamela! ¡Por favor! ¡He leído tantas veces Cristina de Guzmán!
—¿Qué has leído Cristina de Guzmán?
—Sí.
—¿Dónde?
—En Rusia
—¿Qué has leído Cristina en Rusia? La noticia parecía increíble, y mucho más cuando puntualizó:
—Dolores me prestó un ejemplar.

«Al parecer, la terrible Pasionaria se había emocionado también con las peripecias de la aristócrata arruinada», termina diciendo Mercedes Fórmica.{4}

Esta novela apareció publicada, también como folletín, en el diario parisino Le Temps, y más tarde traducida a varios idiomas; incluso fue llevada al teatro, estrenada en el Reina Victoria, y al cine donde debutó como actor el que llegó a ser miembro de la Real Academia de la Lengua, Fernando Fernán Gómez. El texto habla de una familia bien acomodada que quiere hacerse a sí misma y como ejemplo es la propia educación que recibe Cristina Guzmán que hace de ella, además de ser demasiado bonita, una mujer buena en el sentido de madre y esposa. Por otro lado podemos decir que Cristina de su relación matrimonial tuvo a Bubi, pero a la muerte de su marido su economía quedó muy debilitada y tuvo que dar clases de idiomas para salir adelante. Un empresario llamado Prynce le pide un día si puede sustituir a su nuera que ha abandonado a su hijo que vivía en París. Cristina acepta y pronto se ve inmersa en el mundo de la aristocracia. Su trabajo consiste en hacerse pasar por la mujer del hijo de Prynce que se encuentra muy enfermo y que nunca llegó a darse cuenta de que aquella mujer que entraba en su habitación no era su esposa. El hijo del acaudalado rey del acero no tardaría en morir y Cristina vuelve a su casa de Madrid donde le espera su hijo Bubi; pero al poco tiempo Prynce se presenta en casa de Cristina a quien le declara su amor: «He venido a buscarte, mi pequeña guerrera…». Carmen de Icaza en el prólogo que ella misma escribe en una de las primeras ediciones del libro, dice que Cristina Guzmán, profesora de idiomas «es simplemente un argumento de película ideado en horas en que los españoles aún íbamos al cine en busca, quizá, de que el cinematógrafo con su gama de aventuras –amorosas, heroicas, terroríficas–, estremeciese, aunque sólo fuese brevemente, nuestras fantasías, aguas dormidas en cauces rutinarios»{5}. Y más adelante, añadía:

«En aquellos primeros días de la Casa de Campo, de la Plaza de Toros, de Chamartín y de la carretera del Este, cuando la caza de fascistas era un trágico deporte y los perseguidos hubiésemos querido ver borrada nuestra traza de todos los registros, de todos los ficheros, de todas las memorias, vi aparecer de repente, como un burlesco desafío, el rostro estilizado de Cristina, bajo mi nombre estampado en letras vistosas, en todos los quioscos y en todas las vitrinas y en todos los escaparates de las librerías madrileñas.
En la esquina de la calle Serrano y Goya, presencié yo misma la venta de unos ejemplares de Cris. Y es que el Madrid rojo, en patética paradoja, pedía novelas rosa. Relatos llenos de optimismo fácil, en los que la virtud triunfa siempre y es castigada la maldad. El Madrid del odio, pedía amor. Y sonreía un instante ante la fábula ligera del ingeniero venerado de la fábrica, del duque querido en su hacienda, del oficial ídolo de sus soldados, del marino prestigio de una tripulación. El Madrid maldito de Lenín y de Rosenberg, de los Linces del Amanecer y de las Brigadas de Atadell, pedía cosas naturales, sendillas, alegres.
Por eso pasó Cristina tan deprisa de los quioscos y de las librerías, a la paciente impaciencia de las horas de Embajada y a la zozobra de los escondites. Entre aquellas llamadas telefónicas que nos participaban que fulano estaba muy grave de pulmonía, o que mengano sería operado aquella noche, escuché de cuando en cuando alguna voz forzosamente frívola que me decía: «Estoy leyendo Cristina Guzmán…».
Y Cris de los escondrijos y de las embajadas fue a parar a las cárceles: «Toma este libro intrascendente, te distraerá»; me imagino dirían los familiares de los presos, al pasarles el tomo entre un pijama y unas cajetillas. Y así fue como mi protagonista llegó a dibujar el chic de su silueta en el ambiente trágicamente inhóspito de las checas y de las mazmorras.
Por Carmen Primo de Rivera sé que en la cárcel de Alicante un único ejemplar de Cristina iba pasando de mano en mano, con el compromiso de leerlo deprisa, hasta que los milicianos de la guardia se hicieron con él y uno de ellos lo pidió para dárselo a su novia.
No necesito decir mi emoción ante la idea de que mis páginas ligeras hayan podido alegrar, siquiera un instante, a uno solo de nuestros gloriosos caídos. La oportunidad brindó a Cristina Guzmán –veinte mil veces multiplicada– la chance maravillosa de haberlos quizá hecho sonreír. De haberlos quizá hecho soñar…

En los últimos días de agosto de 1936 toda la familia consigue salir del Madrid rojo gracias a la Embajada de Cuba pues al haber nacido su marido, Pedro Montojo Sureda, en ese país, descendiente de una antigua familia de marinos, consiguen pasaporte cubano y en tren llegan a Alicante donde embarcan en un buque inglés que les deja en Marsella. Desde aquí se trasladan a Berlín, pues un hermano de Carmen, de nacionalidad mejicana, ocupaba un alto cargo en la embajada de ese país. No permanecen mucho tiempo en Alemania pues Pedro Montojo se incorpora al ejército nacional donde sería condecorado después con dos Cruces de Guerra, con tres Cruces Rojas al Mérito Militar, con la medalla de Sufrimientos por la Patria, con aspas de herido, &c., y Carmen se viene con él a España donde «vuelca su experiencia y sus conocimientos en tareas humanitarias. Participando en octubre del 36, Valladolid, en la fundación de Auxilio Social (sic), en cuyos hogares no había ni rojos ni azules, solamente niños de España»{6}. La principal impulsora y creadora de esa obra, Mercedes Sanz-Bachiller, lo dejó muy claro: «Eso sí que lo monté yo, con Carmen de Icaza». Ambas trabajaron noche y día durante el tiempo que duró la guerra para que se hiciera realidad lo que Auxilio de Invierno, después pasaría a llamarse Auxilio Social, quería para todos los españoles: «Ni un hogar sin lumbre, ni un español sin pan». Todavía tuvo tiempo, en junio de 1937, de realizar un viaje a un congreso internacional que se celebraba en Alemania, acompañando a Ridruejo, por el dominio que tenía del alemán: «hablaba el alemán como una berlinesa», dijo el poeta. En octubre de 1938, Ridruejo tiene que viajar a Italia con el objeto de estrechar lazos con las autoridades italianas después de algunos roces que se habían producido en un viaje de estudiantes españoles, y además de Eugenio Montes y José María Pemán, formaban parte de la delegación: «Pilar Primo de Rivera, Carmen Werner y Carmen de Icaza»{7} a la que Ridruejo veía como a una mujer «enérgica, triunfal, expresiva, recitada. Conservaba no poco de su antigua belleza morena, pero hablaba de un modo irruptivo y como con los dientes apretados. Había luchado mucho –y con mérito– en la vida»{8}. En este viaje, fueron recibidos por el Duce en su despacho del Palazzo Venecia, y, por último, por el destronado Alfonso XIII, en la salita de su suite del hotel donde se hospedaba.

Finalizada la contienda, Carmen de Icaza, en ese momento asesora de Auxilio Social, dirigió desde los micrófonos de Unión Radio de Madrid unas palabras a los madrileños, recogidas por todos los medios de la capital de España:

«En párrafos emocionados explicó a los madrileños la labor enorme y magnífica de Auxilio Social y describió el paso de las caravanas de camiones con víveres por la meseta castellana en dirección a Madrid, trayendo a la capital mártir hasta ahora del terror marxista el pan de Franco, pan ganado con las puntas de las bayonetas del glorioso Ejército nacional y que se distribuye a la vez que el consuelo y la justicia, serena pero inflexible.
Hizo patente la tristeza que le producía hallar en nuestra villa tantos huecos de familiares y amigos, que contestan a las voces de los liberadores con el ¡Presente! heroico, sin que tanto y tanto crimen impide que el auxilio a la población no olvide ni a los que hasta ayer fueron enemigos y aun a aquellos que sigan siéndolo ahora en su fuero interno, pues la justicia del Generalísimo alcanza hasta los hambrientos «rojos», y no sólo a las víctimas de aquellos cobardes marxistas que huyeron robando, llevándose todo lo que valía algo en España.
Hizo un canto al pan de Castilla, las hortalizas de Navarra, las carnes de Galicia y León, la frutas de Aragón y Levante y cuantos víveres envía la España Nacional al Madrid liberado en prueba de amor y fraternidad, para poner de relieve este contraste con el de la peste asiática que nos dominaba hasta el 28 de marzo.
Su oración, empezada con un vibrante ¡Arriba España! Y terminada con el saludo ¡Franco, Franco, Franco!, fue una demostración de la generosidad y eficacia de los servicios de Auxilio Social.»{9}

Pocos días más tarde nuevamente hace uso de la palabra, en esta ocasión ante los micrófonos de Radio Nacional de España. Explica la labor que lleva realizando Auxilio Social y las metas logradas con la atención a los más necesitados. Pasó luego a señalar la forma en que se forjó FET y de las JONS de Madrid en la lucha más terrible contra el materialismo y sus desmanes poniendo en contra un clima más espiritual. Apreció el enorme esfuerzo realizado por Mercedes Sanz-Bachiller para la creación de Auxilio de Invierno, y evocó también la figura juvenil de María Paz Unciti, fundadora de Auxilio Azul, detenida en acto de servicio cuando intentaba esconder a un falangista en una Embajada, y bárbaramente inmolada en un lugar de la noche. Finalmente terminó diciendo:

«A vosotros directamente, camaradas de Madrid a quienes me dirijo; a vosotros todos los que erais nuestros por unidad de misión, por elección en el camino, por fe en la meta; a vosotros, que encuadrados dentro de nuestras filas, disciplinadas y pujantes, seguiréis luchando por una España mejor y a los que, en nombre de la Obra de Hermandad de FET y de las JONS, saludamos brazo en alto y en son de bienhallados, con el más vibrante ¡Arriba España!»{10}

A últimos de junio de 1939 viaja con Mercedes Sanz-Bachiller a Bucarest donde toman parte en las reuniones del Comité Internacional de Obras Sociales, asistiendo a la inauguración de la Exposición Internacional, en la que figuraba un exponente gráfico de la magna labor realizada por la obra social de Falange que fue acogido con mucho interés por haber sabido crear y desarrollar en plena guerra civil tan magníficas actividades. No obstante su labor en la política, no descuidaba su trabajo como escritora porque a principios de 1940 publica un nuevo libro con el título ¡Quién sabe! que es recibido con excelente crítica por parte del académico de la Lengua Española y de la Historia, Fernández Almagro, que vio en la novela una «prosa fácil, coloreada por oportunas figuras de expresión, acarrea personajes, situaciones y episodios cuyo desfile mantiene vivo el interés del lector. La protagonista, Marisa Castell, vive extrañas peripecias, y el mundo que da pretexto a los diversos sucesos, se nos aparece como un vasto escenario giratorio. La plataforma nos descubre escenas del Madrid rojo: el de las checas y los macabros descampados; el de los crímenes, los tácitos sacrificios y el arriesgado manobrar de la quinta columna»{11}. Ese mismo año, el 9 de mayo, la Junta Política recibió de Franco luz verde para proceder a los nombramientos de la nueva etapa de Auxilio Social. El abogado Manuel Martínez de Tena sustituyó a Mercedes Sanz-Bachiller, y Carmen de Icaza ocupó la Secretaría Nacional; ambos procedían del equipo inicial de Valladolid. Pocos meses más tarde le conceden la Gran Cruz de Beneficencia a la que un periódico calificó en ese momento como «mujer de preciosa inteligencia y escritora brillante». Su actividad política no descansa: en algunas visitas oficiales que hace Franco tiene que recibirle porque así se lo exige su nuevo cargo, y, en otros momentos, acompaña a los niños de los hogares de Madrid a depositar ante la tumba de José Antonio una corona de laurel.

No obstante lo que su actividad política le exige, no abandona su condición como escritora y publica en 1941 la novela Soñar la vida cuya acción transcurre en Estambul, a orillas del Bósforo, ciudad que –según su hija Paloma– la autora conoció a través de sus viajes: «Carmen de Icaza se doctora en Soñar la vida en la nuevas humanidades. La novela honda de análisis y ligera de amenidad, ornada de ironía y elegancia motorizada de interés, opulenta de feminidad, situará a Carmen de Icaza en los primeros planos de los grandes éxitos»{12}. Al año siguiente publica Vestida de tul y Fernández Almagro le dedica una extensa crítica que dice que coloca a los personajes en el primer término de su narración: «Nada hay en ella que trascienda a clave. Evidentemente, no se trata de un roman á clef. Pero es natural que cuantos seres de ficción cruzan la escena nos recuerden tipos de la vida real. La sociedad de Madrid tuvo los suyos hacia aquellos años, como antes y como después, con extraordinarias variantes. Los personajes de Vestida de tul nos traen, más o menos vagamente, la pulsación de un mundo ya desfallecido, agotado incluso, si no se agarrase aún a nuestra memoria. Cuando en Madrid había cronistas de salones; cuando la anterior guerra europea creaba, por contragolpe, la curiosa fauna humana que henchía el hall de los primeros grandes hoteles; cuando las chicas todavía eran acompañadas por sus carabinas; cuando Raquel Meller lanzaba sus cuplés y se bailaba doquiera el tango argentino; cuando el teatro Real, el Hipódromo de la Castellana o el Tiro de pichón de la Casa de Campo, congregaba a la gente conocida; cuando en Recoletos morían las últimas reminiscencias de Agua, azucarillos y aguardiente….»{13} Más tarde esa obra sería estrenada en el teatro Infanta Isabel por la actriz Isabel Garcés.

Cumpliendo con su compromiso político, viaja por toda España. Tiene principal relieve la visita que hace en 1943 a Andalucía donde después de visitar Cádiz se acerca a Sevilla siendo recibida por todas las autoridades locales y jerarcas de FET y de las JONS con quienes comparte las inquietudes que tenía Auxilio Social. Se acerca a Marchena y el pueblo en masa que la esperaba la recibe con afecto y entusiasmo trasladándose más tarde al nuevo local de Auxilio Social que inaugura a la vez que elogia su perfecta instalación. Seguidamente se trasladó al edifico donde se ha montado el Centro de Alimentación Infantil que tiene inscritos 400 niños que reciben toda clase de cuidados. Visitó también en Sevilla la Asociación de la Prensa y fue recibida por su presidente Julio Estefanía a quien acompañaban también en ese momento el presidente del Ateneo Salvador Gallardo y los directores de los periódicos locales. En su honor el concertista de guitarra Celedonio Romero, interpretó varios números de su repertorio. La ilustre escritora agradeció el recibimiento que le habían hecho, mostrándose muy satisfecha. A su marcha un periódico le dedica elogiosas palabras: «Suponemos que Carmen de Icaza, fina, sensitiva, habrá quedado satisfecha de su viaje. Como falangista, por la expresión del pueblo congregado y jubiloso. Como artista, por la calidad espiritual que ha rodeado sus pasos. Como mujer, como mujer cristiana, por el ambiente de hermandad y fervor»{14}. Este mismo año cuando se cumple el VII aniversario del asesinato de José Antonio tienen lugar en el Monasterio de El Escorial los solemnes funerales por su alma. En el servicio de vela ante su tumba estuvieron ese día, entre otras muchas personas: Sánchez Mazas, Sanz Orrio, Valdés Larrañaga, Fernández-Cuesta y también Carmen de Icaza.

Organizado por el Gremio Sindical de Libreros de Madrid se celebró la Semana del Libro que, en esta ocasión, diciembre de 1945, dedicaron a la ilustre novelista Carmen de Icaza; sirvió el momento y la coyuntura favorable para subrayar la interesantísima personalidad literaria de esta autora que consiguió ese don difícil de interesar y complacer con sus novelas a una gran mayoría de lectores. Se hizo hincapié en esa semana a su novela Cristina Guzmán que significó el primero de sus éxitos y que llegó a las manos de los lectores en un momento crucial de las letras españolas pues se encontraba el género narrativo, salvo contadas excepciones, en un periodo de decadencia. Carmen de Icaza triunfa con sus novelas porque sabe lo mismo de los medios sociales elevados que de la tristeza y miseria de los que carecen de todo. Desde Cristina Guzmán a Vestida de tul son hitos del más firme itinerario narrativo por una autora a quien la Semana del Libro no hace sino que confirmarla en un alto puesto en las letras. Meses más tarde, en el salón de actos del Instituto Nacional del Libro Español, tuvo lugar la entrega de premios concedidos con motivo de la Semana Carmen de Icaza. Fueron los escritores galardonados: José Luis Gómez Tello, y Fernando Castán Palomar, cuyos trabajos fueron publicados en el diario Arriba y en el semanario Dígame. Este mismo año publica la novela El tiempo vuelve cuya protagonista, Alejandra Monsagro, es el fiel retrato de Simonetta Vespucci, la modelo de Botticelli, amada de Julián de Médici. Esta obra, cuya acción transcurre principalmente en Florencia, sirvió después a la hija de Carmen, Paloma, «de guía en un viaje, al seguir los pasos de su protagonista para buscar las huellas de Simonetta, comenzando con el cuadro de Venus, naciendo de la espuma del mar de la Galería Uffizi, hasta terminar en la iglesia de Ognisanti, donde yace enterrada en el sepulcro de Américo Vespucci y sus descendientes»{15}.

En noviembre de 1946 tuvo lugar en Paracuellos del Jarama, la inauguración del Hogar Escolar de Auxilio Social Batalla del Jarama, construido en lo que fue antiguo palacio del duque de Medinaceli con una capacidad para albergar a 350 niños. El delegado nacional de Auxilio Social, Martínez de Tena, y la secretaria Carmen de Icaza asistieron a la inauguración acompañando al ministro de la Gobernación Blas Pérez González.

La fuente enterrada es su siguiente novela que se publica en 1947, que narra la vida de Irene Quiroga, desde su infancia a su madurez, con magnífica crítica de Fernández Almagro que la encuentra ágil y resuelta con cierto espíritu deportivo porque la autora se ha propuesto en esta novela «dificultades que en novelas anteriores más bien eludiera, atenta a los efectos fáciles de que un público amplio gusta siempre. Si a determinada heroína de Carmen de Icaza la vemos –y así se define– vestida de tul, no pensamos en este vaporoso e inocente alivio respecto a La fuente enterrada, cuya musa hemos de imaginar con recia túnica de no pocos pliegues y repliegues. Carmen de Icaza ha preferido un asunto más complicado que los en ella habituales, y el tener que adentrarse en el alma de sus personajes, como el valorar el ambiente que sobre ellos influye, ha rendido el esfuerzo que hace en La fuente desterrada su obra de mayor empeño… »{16}. Tres años después publica Yo; la reina donde presenta por primera vez una protagonista no española, Tyna Rutkowsha, una joven mujer polaca acusada de haber dado muerte a su amante –breve historia de amor– que ha modelado con mano rápida, estando atenta a preocupaciones y problemas de aquellos tiempos. En 1953 escribe Las horas contadas, novela ambientada en Mallorca de la que el escritor y crítico literario Sainz de Robles dice que la autora «ha tomado para su obra lo que se llama un tiempo largo: más de veinte años y tres generaciones de personajes singularísimos emparentados. ¡Ya es magno atrevimiento empezar a escribir una novela teniendo que maniobrar con elementos tan exigentes! Sin embargo, la autora ha salido triunfante, y, lo que es mejor, con facilidad de su empeño…»{17}

Después de un largo tiempo sin publicar ninguna novela aparece La casa de enfrente, que sería su última obra que narra la vida de unos personajes que han podido existir. Es la vida de dos hombres con un destino opuesto. Y en torno a ellos, otros seres mezclados en un asunto de indudable fuerza humana. Este mismo año, Carmen de Icaza, a la cabeza de un grupo de intelectuales entre los que figuraban Luca de Tena, Calvo Sotelo, Azorín, García Valdecasas, Menéndez Pidal, Gerardo Diego, Fernández Almagro, Lain Entralgo, Fernández Flórez, García Sanchiz, &c., dirigen un llamamiento a las Naciones Unidas, protestando contra la inhumana ley de la llamada Democracia Popular Húngara, que autorizaba la pena de muerte a partir de los dieciséis años de edad, por actos políticos. Esta ley había sido decretada a raíz del levantamiento popular de 1956 cuando después, centenares de jóvenes húngaros fueron condenados a muerte.

Carmen de Icaza fallece en Madrid el 16 de marzo de 1979. Con su muerte la novela española perdía a una de las novelistas más traducidas del mundo, decía el periódico ABC, que también añadía: «Mirando hacia atrás sin ira, hay que reconocer a la baronesa de Claret –Carmen de Icaza es la genuina Ana de Noailles española– el intento de sacar a nuestra novela del provincianismo y del costumbrismo en función de una amenidad complicada con sentimientos románticos. Cualquier género era bueno para ella, como para Voltaire, menos el género de lo aburrido. Y así se dio en imaginar caballeros de caballeresca andadura y chicas trepidantes y soñadoras, vidas románticas y sucesos distraídos. Las aventuras y los viajes, las relaciones sociales de alto bordo son el tema –mucho menos el problema– de sus libros que dieron la vuelta al mundo y el cine reflejó en sus pantallas de plata»{18}. También uno de los fundadores de Falange Española, José María Alfaro, dedica un largo artículo a la escritora, pero ni una línea a la Carmen de Icaza política. Sin embargo, Paloma Montojo en el primer aniversario de la muerte de su madre recuerda, además de su gusto como novelista, sus 18 años como secretaria nacional de Auxilio Social –una obra muy querida por Falange– y su intensa labor, desde ese puesto, a favor de los más desfavorecidos.

Notas

{1} Juan Ramón Jiménez, Libros inéditos de poesía. Aguilar. Madrid 1964. Tomo I, pág. 300-301.

{2} Ibid., pág. 47.

{3} Carmen Martín Gaite, El cuarto de atrás. Destino. Barcelona 1979, 2ª edición, pág. 94.

{4} Mercedes Fórmica, Visto y vivido. Planeta. Barcelona 1982, pág. 143.

{5} Carmen de Icaza, Cristina Guzmán, profesora de idiomas. Afrodisio Aguado. Valladolid 1939, 3ª edición.

{6} Ibid. Del prólogo a la edición de Castalia, Madrid 1991, firmado por su hija Paola Montojo de Icaza, pág. 13.

{7} Francisco Morente, Dionisio Ridruejo. Del fascismo al antifranquismo. Síntesis. Madrid 2006, pág. 191.

{8} Dionisio Ridruejo, Casi unas memorias. Planeta. Barcelona 1976, pág. 202.

{9} Diario ABC, Madrid, 1-IV-1939, pág. 10.

{10} Ibid., 25-IV-1939, pág. 16.

{11} Diario ABC, Madrid, 8-II-1940, pág. 6.

{12} Cif., Paloma Montojo en su prólogo citado, pág. 19.

{13} Diario ABC, Madrid, 29-XI-1942, pág. 25.

{14} Ibid., (edición de Andalucía), 16-V-1943, pág. 13.

{15} Cif., Paloma Montojo en su prólogo citado, págs. 20-21

{16} Diario ABC, Madrid, 25-II-1948, pág. 23.

{17} Cif., Paloma Montojo en su prólogo citado pág. 25.

{18} Diario ABC, Madrid, 18-III-1979, pág. 36.

 

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