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El Catoblepas, número 161, junio 2015
  El Catoblepasnúmero 161 • julio 2015 • página 9
Artículos

Educación y libertad contra una pedagogía del empoderamiento{1}

Manuel Antonio Jiménez Castillo

Una pedagogía orientada hacia la expansión de las capacidades individuales, entendidas estas como libertad en un sentido positivo o «empoderador», lejos de devenir en resistencia frente al orden capitalista no es más que su pura expresión ideológica.

Pedagogía del empoderamiento

Introducción: metafísica del capitalismo

Lo que en estas líneas queremos corroborar es como el desarrollo de las capacidades individuales formulado en términos de empoderamiento pedagógico o también denominado en algunos círculos académicos «pedagogía de la libertad» no es en manera alguna inocente al modo de ser teleológico del sistema capitalista. Su estructura teórica no nace como resistencia a la forma de ser ideológico-capitalista sino que más bien representa su mimética expresión, siendo en tanto resultado necesario de su realidad ideológica. Con el objetivo de llevar a cabo tal empresa corroborativa nos trasladaremos por un instante a algunas de las derivaciones del meta-discurso capitalista para proceder sucesivamente al modo en que tal sentir ideológico es plasmado en el discurso pedagógico. Para ello, nos apoyaremos en un extracto de la obra del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, quien en La sociedad cansada hace un análisis a nuestro juicio acertado de como la propia dinámica del sistema atrapa y coloniza al conjunto amplio de la vida y su devenir;

La sociedad del siglo XXI ya no es disciplinaria, sino una sociedad del rendimiento. Tampoco sus habitantes se llaman ya sujetos de obediencia, sino sujetos de rendimiento. Estos sujetos son emprendedores de sí mismos. (…) La sociedad disciplinaria es una sociedad de la negatividad. El verbo que lo caracteriza es el no-poder. La sociedad del rendimiento se desprende progresivamente de la negatividad. La sociedad de rendimiento se caracteriza por el verbo modal positivo poder, sin límites. (2014:32)

Las palabras de Han, de clara tradición hegeliana nos invitan a sostener con notable seguridad la tesis de la ausencia de negatividad como motor del devenir teleológico de la modernidad capitalista. Lo vertebrador, en tanto que constitutivo de lo real, se revela como la mera acumulación sustantivada siendo esta no más que expresión pura de positividad. Pues aquello que es positivamente arrincona los plazos del devenir para inmiscuirse en el transcurrir de la incesante actividad acumulativa. Acumular implica ausencias de contra-venencias, un permanente acceder cuyo fin no es más que un medio superpuesto. Su requerimiento, en tanto, reposa como un cuerpo sistemático que encuentra en tal proceso acumulativo su Ser fundamental. Un Ser que ha sido capaz de sobrepasar su circunscrita génesis económica para extenderse y penetrar hasta nuestros impulsos más íntimos (pensamiento, acción social, relaciones sexuales, consumo, educación, etcétera) como resultado de nuestras elecciones «libres». Decisiones que fundamentadas desde lo positivo nos enfrenta ante contradicciones cuyo estado pasa por la negación de cualquier resistencia, sometiéndonos a la radical incertidumbre en relación a las consecuencias finales de nuestras acciones. Una incertidumbre que no deriva del propio devenir sino que responde como sostiene Zizek «al hecho de que nadie está a cargo, de que no existe tal poder, de que no hay ningún Otro del Otro que maneje los hilos» (Zizek 2011). Un proceso de positividad auto-reproductiva donde lo negativo es conformado como residuo, y re-adaptado al dinámico estado de positivización. De este modo, la negatividad, «radical contradicción», se manifiesta como poder intersubjetivo donde nadie manda, y sin embargo, cada uno de nosotros somos sometidos a las consecuencias de aquellas decisiones tomadas como un Todo de forma individual ¿De qué manera podría resolverse la calidad educativa, o una educación entendida para la diversidad, con querer destituir el pensamiento «duro» en los planes generales de estudios?, ¿No envuelve quizás esta pregunta la contradicción imposible de asumir como motor del Sistema una positivización radical? ¿Y no es su aparente «solución» (un profesorado flexible y amigable, una pedagogía «contextualizada», el estudio como un juego, etcétera) un subterfugio con el que sostener lo empoderado de la acción como fundamento de lo positivo frente a una negación que se presenta como paralizadora?

Empoderamiento y su sombra ideológica

Si el requisito ideológico del funcionamiento capitalista muestra ser una masificación de lo positivo (Han 2012), el empoderamiento como libertad es precisamente su propio desdoblamiento. En ello lo negado procedería de aquello mismo que impide la auto-reproducción de tales actos radicalmente «empoderadores». Si acumular implica ausencias de contra-indicaciones, el empoderamiento se muestra como mimética respuesta a tal devenir. Una libertad que reposase categóricamente en un Ser autónomo supondría una ruptura ética definitiva con el ser-empoderado quedando en tanto el proceso de expansión de libertades impedido en sí mismo. Es aquí donde entroniza la posición ideológica que impide a la libertad trascender su vinculación fetichista (confundir la libertad con su expresión positiva). Si bien es cierto que conceptualmente el acto de empoderarse recoge la posibilidad de, por ejemplo, leer un sesudo libro de filosofía –sirva de ejemplo la Fenomenología del Espíritu- frente a su contrario, esto será posible a condición de trascender cualquier tipo de negatividad asociada a tal acción, pues de otro modo obstaculizaría el funcionamiento mismo que viene dado por la propia acción de empoderar. Para este caso se expresaría en un leer «sin límites». Empero, un leer a Hegel «sin límites» supone en términos sintéticos, despojarlo de su verdadera lectura. Si elimino lo negativo estoy negando, por ejemplo, las horas necesarias para su compresión, la reflexión intrínseca a su lectura, la dureza de un pensamiento mediato etcétera, quedando una no-lectura o haciendo uso de un sentido baumaniano una «lectura líquida». Como ya hemos anticipado, si lo importante es la expansión de las actividades liberadoras o empoderadoras, todo aquello que lo obstaculice (la imposibilidad del lector para entender la obra o la necesidad de tiempo y reposo para asimilarla por entero), queda subyugado a esa dinámica auto-impuesta del funcionamiento, incapaz de distinguir entre lo positivo y lo normativo en el logro alcanzado. El empoderamiento integra lo negativo (en forma de libertad de) mediatizado a esa misma libertad positiva (para) que posibilita. Lo negativo solo es a condición de su positivización como nueva forma de poder para. Por consiguiente, el empoderamiento es siempre un empoderar delimitado a la ausencia de lo negativo, al transcurrir sin límites en un proceso no definido de expansión de libertades. De esta forma, frente a un sujeto reflexivo encontramos un sujeto empoderado. Un ser que ya no es en la cosa como ente activo que la determina desde su asimilación esencial y sí en su propia derivación fáctica vinculada al estrecho ejercicio social de reproducción material.

¿Pero de qué manera queda la propia estructura teórica del empoderamiento afectada por este «ontologismo» del mercado? O en otras palabras, ¿Cuáles son los efectos más determinantes para el ámbito pedagógico del intento de asumir como empoderamiento lo que solo es una aproximación precaria a la educación?

Capitalismo, Pedagogía y Voluntad

La acumulación como expresión resultante de la positivización que arrastra el sistema no es como pudiera pensarse solo de riqueza monetaria sino que trasgrediendo su génesis ontológica acaba por introducirse en todos aquellos aspectos vitales conteniendo en sí un germen auto-reproductor indefinible de información, comunicación, relaciones, títulos, artículos, conferencias, amistades, quedando lo negativo suplantado, pues tal y como detallamos anteriormente, este se entiende como el personalizado impedimento hacia la libertad: una libertad igualmente castigada por la propia dinámica y sumida en la posibilidad indefinida del acumular. Sus consecuencias son evidentes para el marco de la vida en general y de la pedagogía en particular. Lo pedagógico ha borrado lo negativo de sí para ser en cuanto mera positividad. Se desplaza la paciencia, la responsabilidad, el amor propio, el buen hacer, el esfuerzo, la constancia (…) pues estos son valores que merman o frenan el proceso de expansión acumulativo. En cambio, son sustituidos por valores como las capacidades, el empoderamiento, etcétera. El ser empoderado se focaliza en aquello que nos da en forma de acción consumada o logro, pero nunca ni en el «cómo» aquello acontece ni en lo otro que es arrebatado como principio de su necesaria realización. En este sentido, el empoderamiento no puede convertirse en variable focal de una supuesta pedagogía de la libertad, sino es a condición de confundir libertad con liberticidio. La supresión de una coacción (proceso empoderador) nunca conducirá hacia la libertad, entendida esta en un sentido plenamente liberador, sino que más bien hace que la libertad y la coacción, terminen coincidiendo. Transcendiendo así la dialéctica hegeliana amo-siervo, el sujeto empoderado se abandona a la libertad obligada o la libre obligación de maximizar sus libertades. El exceso de libertad se agudiza y se convierte en autoexploración. La pedagogía de la libertad determinada en el incesante fomento de las capacidades individuales no hace más libre al individuo sino más esclavo, sumido en su propia angustia por Ser en cuanto que siendo. El marco de capacidades funciona como un medio que busca desesperadamente su fin, un fin que es el de capacitarse para el sistema. Ello niega cualquier tipo de alternativa que implique una transposición del sistema de acción-acumulativa pues tal posibilidad se encontrará siempre mediada por el fetiche de la mercancía lograda. La educación se confunde y se sustituye por la formación, los reconocimientos académicos hacen lo propio con el conocimiento y la sabiduría, los valores se transforman en capacidades y el entendimiento se exprime en mero empoderarse. Y mientras tanto, la educación en mayúsculas, aquella donde el hombre asume su Yo para trascenderlo, para saber que él no son los otros y reencontrarse en sí y para sí como ser reflexivo auto-consciente, es transgredido por un «sujeto ausente» empoderado donde su realidad pertenece a una obstinada y constante auto-acumulación. El Ser del capitalismo tardío solo es haciendo-se, pero no un haciendo hegeliano que carga necesariamente con el destino de la humanidad la negatividad que permite al SER hacerse en tanto que conciencia de sí misma, sino un haciendo como cosa, como mercancía. Todo ello nos transporta a una conclusión que se revela tan congruente como desesperante. Y es que el valor de la educación ha de ser uniformado por el valor de cambio monetario, solo a partir de él puede integrarse en el sistema. Un sistema que exige como única posibilidad para Ser el ir haciéndose como mercancía.

Referencias bibliográficas

Deneulin, S. 2014. Well-being, Justice and Development Ethics. London: Routledge.

Han, B.C. 2012. La sociedad del cansancio, Madrid: Herder.

Hegel, G.W.F 1966. Fenomenología del espíritu, México: Fondo de Cultura Económica.

Sen, A. 2009.The Idea of Justice. London: Penguin Group.

Sen, A.1999. Development as Freedom. New York: Oxford University Press.

Zizek, S. 2011. Primero como tragedia, Luego como farsa, Madrid: Akal.

Notas

{1} Este texto corresponde a la ponencia que será presentada en el Congreso Latinoamericano «Desafíos de una escuela diversa para la convivencia y la paz» en el municipio de Riosucio (Caldas), Colombia en octubre de 2015.

 

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