Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
Ridley Scott es el realizador que llevó por vez primera una novela de Philip K. Dick al cine. ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? fue escrita en 1968, y estrenada con el título de Blade Runner en 1982. Es de justicia reconocer que el éxito que tuvo la cinta, entre un público cada vez más numeroso y entusiasta, fue el detonante para que póstumamente la obra y el autor de la novela se hayan encumbrado.
Si Scott hubiera dejado la cinta de 1982 como se estrenó, hoy no estaríamos escribiendo este comentario, pero no fue así. En 1992 decidió hacer algunos cambios en la versión, reestrenándola como «Blade Runner, el montaje del director». Los cambios no fueron muchos, concretamente estos: en primer lugar eliminó la voz del narrador -que era la del protagonista, Rick Deckard-, después, añadió una imagen onírica de un unicornio y, por último, eliminó la escena final del viaje de huida de Deckard con su pareja, la replicante Rachel. El segundo de estos cambios es el más relevante, pues implica que el protagonista es a su vez un replicante, como los que «retira». Lo deducimos, por el hecho de que sus sueños son conocidos por terceros, pues en el nuevo final del filme da pie a la nueva lectura. El unicornio de papel que deja el blade runner Gaff en el suelo de la casa de Deckard es un mensaje que significa: «sé lo que sueñas, tus sueños son implantados, eres un replicante».
En toda la obra dickiana, encontramos el gusto, que el autor tiene, por dejar bien apuntada su erudición filosófica. Y ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? es un claro ejemplo, pues en ella encontramos algunas ideas representadas que tienen que ver con lo que conoce del cartesianismo. En la novela reconocemos el siguiente planteamiento: el protagonista -el blade runner Deckard- ve en los replicantes meras máquinas que no sienten ni padecen, por lo que está justificado «retirarlas» sin que se deriven problemas morales. El cartesianismo nos dice que todos los seres vivos son organismos semovientes, que no sienten ni padecen: las plantas, los animales, los hombres, son todos ellos máquinas. Solo siente, padece y piensa el alma, propia de estos últimos. En este marco que Dick presenta en su novela, aparece también otra idea, la de la «creación» de nuevos seres inteligentes por parte de un nuevo Prometeo: los androides de la novela, como los de la película, son réplicas de seres humanos, creadas por un Doctor Frankenstein del siglo XXI. Un creador que las ha dejado tan desvalidas como lo había hecho el Dios de las Escrituras con sus primeros hijos, al expulsarlos del paraíso. O también, como quería dejar Epimeteo a los hombres tras repartir, entre todos los seres vivos, los artilugios tecnológicos que les sirvieran de arma o de salvaguarda para sobrevivir. Los blade runners no tienen reparos en destruirlos, cuando dejan de cumplir la función para la que fueron construidos, pues los hombres los repudian como fue repudiada la dantesca criatura de la fábula decimonónica escrita por Mary Shelley. Pero esta segunda idea mitológica, expresada a lo largo de la historia tantas veces -en unos casos de modo luminoso y en otros oscurantista- en el libro tiene un interés limitado, como sucede con la película. Aquí lo que resulta de interés es el planteamiento cartesiano de Dick que hemos señalado en un principio.
Mientras que en el libro de Dick el cartesianismo aparece representado, en la película de Scott el cartesianismo no aparece más que ejercitado{1}, pues el realizador no entiende lo que le están contando, ignora lo que Dick sabía sobre Descartes{2}. Scott no cae en la cuenta de que «Deckard», el nombre del protagonista de la novela y también de la película, hace referencia a Descartes. Con la elección de este nombre, Dick está señalando que el protagonista de la novela hace lo que Descartes justificaría que puede hacerse: matar «máquinas», pues es lo que son para Deckard los androides, meras máquinas semovientes sin atisbo de alma pensante que les acerque a los humanos. Su inteligencia es la de un ordenador, y su memoria, simples implantes llevados a cabo en el origen de su factura. La pronunciación de ambos nombres (Deckard/Descartes), para un hablante de Estados Unidos, es más que similar. Solo varía la acentuación que oímos al pronunciar el nombre del protagonista en el filme. En el libro, cuando leemos «Deckard», o cuando lo pronunciamos, los fonemas al uso son los mismos que cuando nombramos o leemos, en francés, el nombre «Descartes».
Pero no solo el protagonista tiene que ver con el cartesianismo representado en la novela. En ella aparece otro importante personaje: una suerte de sacerdote, o gurú, de la religión que lleva su nombre: Mercer, el fundador del «mercerismo». Una forma de religión de tintes orientalistas. Dick, a lo largo de muchas de sus obras, introduce su interés por la religión y la metafísica oriental, pero también por los diversos modos de panteísmo. En ¿Sueñan los androides...? aparece representada la idea metafísica de la armonización de los espíritus finitos en una suerte de unidad nunca definida. Este cartesianismo, con tintes hegelianos, aparece gracias a la múltiple conexión de los individuos a una máquina en la que la mente de todos se desdibuja con una sola, la de Mercer. Las máquinas de sensaciones, que tienen gran importancia en la novela, aunque no salen en la película, aparecen recurrentemente en otras obras de este autor. Por ejemplo, en Podemos construirle, que narra un tiempo algo anterior a la de ¿Sueñan los androides...? En Podemos construirle la familia Rosen fabrica unos aparatos musicales que tienen una finalidad parecida a esta máquina. La Rosen Association, por otra parte, es la empresa que fabrica los androides, y que en la película Scott se denomina de otro forma, como Tyrell Corporation.
Con la elección del nombre «Mercer», Dick está haciendo algo parecido a lo que ha hecho con «Deckard». Elige el nombre Mercer, porque conoce que Descartes tenía un amigo religioso de nombre Merssenne, (la pronunciación de «Mercer» y de «Merssenne» es tan similar a la de «Deckard» respecto de «Descartes», ambas tienen una diferencia solo al final: la «d» final del nombre del protagonista, y el cambio de la «n» por la «r» en el caso del amigo de Descartes. Justificamos también la elección de este personaje, porque Merssenne era un especialista en música, que dedicó gran parte de su tarea investigadora a experimentar con tubos sonoros y cuerdas, y diseñó órganos. Y escribió uno de los textos más importantes sobre esta disciplina: La armonía universal. Muchas coincidencias con los intereses dickianos que podemos leer en las obras mencionadas (y no solo en esas), como podemos comprobar. El mercerismo consigue entre sus seguidores un estado de ataraxia, mediante la conexión de cada uno al órgano de sensaciones. Este estado de felicidad tiene su culminación cuando se da la unión entre las almas conectadas. Las «sustancias pensantes» se identifican, se da una suerte de «sustancia pensante unificada», que es muy similar a lo que encontramos en las religiones orientales, y muy similar también al «absoluto», pues la armonización es muy cercana a la síntesis que hace Hegel de las dos sustancias cogitantes cartesianas, la finita y la infinita. Por ello es por lo que aseguramos que la elección de este nombre, en referencia a este importante personaje en la vida de Descartes, está más que justificada.
Algunas de las ideas que vemos representadas estructuralmente en la novela de Philip K. Dick, solo están ejercitadas en la película de Ridley Scott, al que solo parece preocuparle mostrar lo que hemos señalado al principio de nuestro comentario: la idea infundada y vacua de que el policía protagonista es un androide como los que retira. Argumento que, por otra parte, no deduce Scott, pues aparece en la novela cuando otro de los policías que presenta Dick y del que hasta ahora no habíamos dicho nada -pues es un personaje secundario- llega a pensarlo de él mismo (ni si quiera en esto es Scott original, respecto del argumento dickiano). Pero que Deckard sea un replicante es, por todo lo que hemos dicho, totalmente absurdo, pues ese planteamiento rompe con las ideas cartesianas que el autor representa en su novela: Deckard es Descartes, un ser en el que se articulan dos sustancias, extensa y cogitans, y no un autómata semoviente. Por ello es que podemos asegurar que Scott no entendió la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
Notas
{1} En el cine reconocemos ideas tanto representadas como ejercitadas, estas dos modos de mostrarse las ideas en los distintos autores nos lo muestra Gustavo Bueno en el tomo V de la Teoría del cierre categorial, pero aplicadas al cine tienen su primera expresión en el artículo de Luis Carlos Martín Jiménez: La presencia de las ideas filosóficas en el cine, publicada en la El Catoblepas, número 103, pág. 14.
{2} Podemos señalar que las ideas cartesianas representadas en la novela de Dick no son originales de Descartes, sino que fueron desarrolladas por Gómez Pereira. Cien años antes de que Descartes defendiera el maquinismo de las bestias, Gómez Pereira ya lo había hecho en su obra Antoniana Margarita.