El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas · número 199 · abril-junio 2022 · página 6
La Buhardilla

La masa sumisa

Fernando Rodríguez Genovés

Introducción del ensayo publicado en mayo de 2022, La masa sumisa. Totalitarismo pandemoniaco y Nuevo Desorden Mundial

 
«El mundo, ese mundo comprensible y lícito, se escapaba»
William Golding, El señor de las moscas (1954)

¿Trilogía o más allá?
portada

El libro que tiene el lector en sus pantallas puede entenderse como la tercera parte de una trilogía de ensayos, cuyos dos primeros tramos llevan por título Dinero S. L. De la sociedad de propietarios a la comunidad de gestores (2020) y El virus enmascarado. Totalitarismo pandémico en la era de la globalización (2021). De tramo o trecho hablo, en una especie de serie no planeada, sino que más bien responde al plan en marcha, en fase de actualización constante, de deconstrucción de la humanidad y la civilización.{1} Un plan endemoniado no limitado al tema sanitario que aspira instaurar un Estado Terapéutico global, sino que también socava todos los ámbitos de la sociedad, sin excepción (para eso está el Estado de Excepción), y que califico de totalitarismo pandemoniaco. En consecuencia, es bastante probable que la trilogía pueda volverse tetralogía, y así sucesivamente, según los acontecimientos.

En el ensayo precedente ya empleé el término «pandemónium» para reconocer un encadenamiento de sucesos que, desde los primeros indicios, no se ajustaba a una pandemia, en sentido estricto, sino algo mucho peor, enmascarado como «emergencia sanitaria». Posteriormente, retirándose la máscara, ha mutado a «Ley de emergencias», que suena a hospital, aunque sueñe su desvarío en clave polifónica y polimorfa. Las diabluras y tretas de la llamada «pandemia» han quedado de manifiesto suficientemente para quien no quiera ser engañado ni engañarse. Muchos de los mismos impulsores del ataque, haciendo alarde de arrogancia y sensación de impunidad, no se esconden, acaso porque un rasgo fundamental de esta guerra es que no se publicita como «guerra», sino, todo lo contrario, como un proyecto liberador, un elixir de éxtasis y felicidad; los publicistas lo denominan «happitalism»,  recambio del «capitalismo» y solución final a todos los problemas del mundo mundial («solucionismo»).

Al frente del Generalato, Klaus Schwab, fundador y cabeza visible del Foro Económico Mundial (WorldEconomicForum), autor (o, al menos, quien los firma) de varios libros que detallan la agenda del «Nuevo Orden Mundial» y el Great Reset (Gran Reseteo) que se pretenden aplicar a la humanidad y la sociedad libre en su conjunto, a modo de lobotomización, consumando la «transhumanización» en un mundo feliz. Schawb, todavía más locuaz y directo que otros miembros del Alto Mando, dígase George Soros o Bill Gates, ha hablado expresamente de la gran oportunidad que ha proporcionado la «pandemia» para poner en marcha su programa liberticida, así como la esencial labor de muchos presidentes de Gobiernos nacionales en el mundo a la hora de activarlo en las respectivas piezas de este rompecabezas mundial (lo que explica, entre otras cosas, la semejanza de mensajes y consignas transmitidos). Sin pelos en la lengua y sin vergüenza, proclama: «Nunca ha habido un momento de mayor promesa, o mayor peligro.»

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Más de dos años después de la invasión de cuerpos y almas en clave vírica, lo percibido como indicio se ha tornado fundada evidencia, secuencia en episodios y temporadas, como las series de televisión. La pesadilla se ha hecho realidad, tragedia que sintetizo en estas primeras líneas introductorias del siguiente modo: la «pandemia» emitida desde principios del año 2020 desde un lugar del Oriente, y declarada por la Organización Mundial de la Salud poco después a escala planetaria, constituye el movimiento estratégico de dominación, planificado en forma de Guerra Civil Global (versión posmoderna de la «revolución permanente» auspiciada por Leon Trotsky).

La derrota de la civilización por la barbarie, la escabechina general, empieza a percibirse en el saqueo del lenguaje significativo, transformándose en lenguaje de arrebato y propaganda.

«La mayoría de causas de perturbación en el mundo son gramaticales.»
Michel de Montaigne, Ensayos, Libro II, capítulo XII

Así pues, y para empezar, ya no cabe hablar de «historia», sino de «narrativa»; ni de «realidad», sino de «virtualidad»; ni de «humanidad», sino de «transhumanidad». En lo que sigue me mantendré muy alerta respecto al sentido y la significación de las palabras, es decir, a la corrección lingüística. El montaje circense «woke» es sólo una muestra de las vigencias dominantes. La impresión de sentir ha atropellado al hecho de pensar y el perfil social de los sujetos atrapados en la Red no queda determinado por la acción sino por la dicción. Quien se defina públicamente como «feminista», «solidario», «empático», «social» y demás, al tiempo que aplaude las nuevas tendencias «trans» algo, ya no importa lo que haga en realidad: ha pasado el control y admitido en el club de fans en que se ha convertido la caducada «sociedad civil». La sensación también ha arrollado a la acción.

«Animal político» u «homo œconomicus»

En Dinero S. L. cuestionaba tanto la trampa de seguir empleando el término «capitalismo» (diseñado y difundido por los anticapitalistas) cuanto la creencia de su actual vigencia en calidad de sistema económico dominante en el mundo. Los dos primordiales elementos en la emergencia de la era moderna son la renovación del Mercado y el Estado por lo que respecta a las etapas históricas precedentes. Ambos conceptos no han convivido pacíficamente, sino que fundan la Modernidad como una unidad de contrarios, como dos polos opuestos, dos fuerzas directoras de la sociedad que porfían por constituir los principios rectores que la dominen, regulen y dirijan (Estado) o bien que aseguren su libre desenvolvimiento, a partir de leyes propias, conforme al Derecho y la naturaleza humana (sociedad civil).

«No es deseable cultivar el respeto por la ley en la misma medida que el respeto por el Derecho.»
Henry David Thoreau, La desobediencia civil (1849)

La sociedad abierta y de libre mercado, basada en la pujanza de la propiedad privada, el valor del dinero y la preeminencia del consumidor en los intercambios comerciales, ha ido desfalleciendo en una decadencia imparable hasta desembocar en una sombra o parodia de sí misma. Este tránsito, materializado durante décadas, lo he denominado De la sociedad de propietarios a la comunidad de gestores, el cual consta como subtítulo del libro.

Desde mi punto de vista, y lamento decirlo, la Política ha ganado al Mercado en poder e influencia, atrayéndose paulatinamente a la mayor parte de los sectores que intervienen en la actividad social y económica, desde las grandes compañías a los pequeños empresarios y autónomos (es decir, los gestores), así como al público en general. La incansable labor ofensiva de la Política no ha encontrado resistencia en el (libre) Mercado, el cual ya se había rendido (en los sentidos de «agotado» y de «vencido») o pasado al bando contrario, sin apenas defender su propio espacio y su misma existencia. Desfallecido el espíritu del «capitalismo», el «modelo económico» que ha acabado seduciendo al mundo entero es el de la China comunista: mercado intervenido y regulado por el Estado y el gobierno comunista de turno, reyes absolutos de la vida, la libertad y la propiedad privada de los ex ciudadanos; hoy, vasallos, cuando no esclavos.

«¿Es que no tenemos cultura ni elegancia, sino tan sólo habilidad para vivir toscamente y servir al diablo?
Henry David Thoreau, La desobediencia civil (1849)

La conquista, el dominio y la ganancia hace tiempo que han sido asimilados y sometidos a la acción política –prácticamente, desde su constitución– en las instituciones internacionales, motivo por el que no puede extrañar que sean precisamente organismos como las Naciones Unidas (ONU), el WorldEconomicForum(WEF) o Foro de Davos, el Banco Mundial (BM), la Organización Mundial de la Salud (OMS; WHO, según las siglas en inglés), el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización Mundial del Comercio (OMC), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la (UNESCO), la Cumbre del G2, la Unión Europea (UE)… los instrumentos ejecutivos (el generalato, junto a particulares del gran poder) más significados y decisivos en el avance del totalitarismo pandemoniaco y el «Nuevo Orden Mundial». Tampoco debe asombrar que a éstos se hayan sumado grandes corporaciones y firmas, con la GAFTAM al frente (Google, Apple, Facebook, Twitter, Amazon,  Microsoft).

Nuevo Desorden Mundial: la cristalización de los desórdenes en el pasado

La cristalización del totalitarismo pandemoniaco parece haberse experimentado previamente en un laboratorio posideológico, a través de un proceso de precipitación, sedimentación y deposición de elementos a prueba, que una vez tanteados en áreas y segmentos particulares, ha llegado el momento de aplicarlo a nivel global con todo el furor y la fuerza de los poderosos que ansían hacerse con más Poder, con todo el Poder.

Dos hechos llamativos, entre la mayor parte de hechos en cuestión, merecen resaltarse en estos primeros compases del libro; dejando claro, nuevamente, que, en este trágico episodio en que sobrevivimos milagrosamente, nada debe asombrar a una mente abierta y despierta, porque todo lo que contemplamos ya lo hemos visto antes, aunque a menor escala. Veamos ahora esos hechos aludidos.

Primero, la unanimidad, presteza y animosidad, literalmente aplastante, con la que están sumándose instituciones, compañías y empresas privadas en este programa colectivista de dominación de la sociedad, lo cual revela la decadencia y la corrupción general de la que venimos, así como la nada exagerada opción de emplear al respecto el término «totalitarismo» (término extremo, ciertamente) para analizar la situación reinante.

Segundo, y en consecuencia con lo recién señalado, resulta tan admirable como retozón (chistoso, si no tratase de un asunto trágico) observar la incansable referencia al «capitalismo» como contexto en que situar el derrumbe de la humanidad y la civilización. Además de mostrar su desorientación (¿dónde está el frente?), los acusadores llegan tarde en dar el golpe, lo mismo que los actuales defensores del «capitalismo», desde las filas del conservadurismo al liberalismo clásico, disimular los daños, realizando un inactual y pomposo (¿impostado, quizás?) elogio de las ventajas del sistema «capitalista» como desesperada manera de contener el progreso del colectivismo y el  totalitarismo, pasmados de que no se den cuenta de que con esa vía remitirá el crecimiento económico y la riqueza de naciones y personas… Demasiado tarde.

Por su parte, los «anticapitalistas», sean empresarios o parias de la Tierra, siguen cargando contra el «capitalismo» (bailando sobre su tumba) con la misma intención y energía con la que atacan el «fascismo» (su afición por lo necrológico es para examinar en un aparte) y el «neoliberalismo», o sea, mantener la llama de la Causa en la lucha final, el fantasma que asuste a los tontos infantilizados, un chivo expiatorio que siga pagando los platos rotos y las facturas.

«La historia no conoce ningún ejemplo de sociedades regresivas que, estrangulando su potencial productivo, a la larga hayan sido capaces de sobrevivir.»
Hans Magnus Enzensberger, El perdedor radical (2006)

Creo saber de dónde venimos, y así lo cuento aquí. La masa desmigada se ha rendido, sin condiciones, al tirano y a  la comodidad, tras arrastrarse durante décadas por el barro del seguidismo en red, de la corrección política, del sentimentalismo, de la atrevida ignorancia, y el abandono de sí mismo en el nombre del Otro, del Doble.

«El hombre es la única criatura que se niega a ser lo que es. La cuestión está en saber si esa negación sólo puede llevarle a la destrucción de los otros y de sí mismo».
Albert Camus, El hombre rebelde (1951)

Vaya la masa woke a su misa negra. El cristianismo le suena a Edad Media e Inquisición y sus dioses de temporada posmoderna son el ecologismo, la empatía y compañía.

Sumisión feliz y servidumbre voluntaria
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Los efectos del pandemónium están siendo demoledores. Los antecedentes de la sumisión y la servidumbre voluntaria reinantes han cristalizado a un ritmo endiablado, fraguándose velozmente en el fogón de todos los demonios. Sin excepción ni discriminación de clase, nacionalidad, nivel cultural, sexo, filiación política ni nada. Porque ya nada importa a nadie. El igualitarismo ha ganado a la distinción y la jerarquía. Límites y linderos han sido derribados. Todo es relativo y todo depende. Todo es lo mismo, y todo da lo mismo. Viviendo al día y a lo que se mande en cada momento.

Bajo la miseria del cinismo dominante, uno no cambia unos principios por otros, si así les gusta a los demás. Sucede que no hay principios ni valores, ni vergüenza ni responsabilidad, sólo ordenanza y obediencia, con la actitud soberbia de quien sólo procura estar a cubierto, evitando riesgos y complicaciones, siempre al lado del Poder y siguiendo sus dictados, digan lo que digan éstos y los otros.

Vivir sin problemas es vivir feliz: he aquí el prontuario vigente, que se dice muy pronto y es fácil de recordar. La muchedumbre repite las consignas y la frase de la jornada, y mañana será otro día. Los adinerados discursean sobre «justicia social» y las bondades de la subida de impuestos. Los conservadores de antaño coquetean con idearios comunistas, haciendo con ellos causa común. Los católicos obedecen un papa infalible, catódico y yeyé, che, que clama desde el Vaticano un apostolado guerrillero, lo cual hace retornar a los fieles a las catacumbas, como en la antigua Roma, y, si es preciso y menester de clerecía, saltar al ruedo del Coliseo, como espontáneos, entonando himnos de amor y paz: «cristianos a los leones».

Los «izquierdistas» de toda la vida ya no son antiamericanos porque, desde el mandato de Barack Hussein Obama, líderes negros mandan de facto en la Casa Blanca y las tribus suburbanas, zanganean como perros por su casa, y se hacen fotos en el Capitolio, además de haber abandonado el «comunismo científico» para arrodillarse ante el «comunismo primitivo y utópico». ¡Ahí los ven ahora! Atacando a la Madre Rusia y haciendo migas con los títeres del cuartel general de Ucrania, porque es la tendencia que se lleva esta temporada, la ucronía, porque ya no es tiempo de ideas ni de ideología.

Cierto, son sólo tendencias y posturas en boga, gestos y postureos, que en unas horas pueden darse la vuelta. También son sólo palabras, sí, sólo palabras, porque las palabras se han puesto en el lugar de las cosas.

Emergencias

Ciertamente, existe una «emergencia sanitaria», pero no por efecto de un virus enmascarado ni una «pandemia» prefabricada, sino por las medidas tomadas y las restricciones impuestas por los Gobiernos delegados, siguiendo las instrucciones del Alto Mando. La Ordenanza pandemoniaca, sin apenas cuestionamiento, cuenta con la colaboración entusiasta del personal sanitario en activo, del que sólo se desmarcan (excepto honrosas excepciones) algunos jubilados de la profesión, que no por ello van a perder la pensión, de momento, y bravos facultativos, en contados países con un pasado de querencia por la libertad, quienes han tardado más de dos años en reaccionar y recuperar la voz crítica.

El fantasma «covid» que recorre el mundo, qué duda cabe, está siendo también letal. Tenemos, pues, un serio problema de salud en las personas. Y más que lo habrá, tanto por las privaciones y los quebrantos ya producidos, como por los venideros, a lo que se suma el descrédito que comporta la cesarización de los gestores y la traición de los clercs{2}, al menos para las personas con un mínimo de sentido común y de decencia.

Se habla mucho, en público y en privado, de «salud pública», de mascarillas y «vacunas», de economía («sostenible») y oferta de empleo (regulada y pública), de política y ordenanza gubernamental, de noticias e informaciones, de ciencia, paraciencia y «posciencia», de lo humano, lo poshumano y lo «transhumano», pero poco o nada sobre los sumarios utópicos de «políticas públicas», de atraco y rapiña generalizada y muy contagiosa, de ingeniería social, de charlatanes y de doctores tenebrosos: los lysenko, los mengele, los fumanchú, los frankenstein, los mabuse. Y menos aún se habla de libertad, que es el principal atributo del hombre, y a mi juicio, el quid de la cuestión.

El «capitalismo» agonizó por falta de apoyo, defensa y mantenimiento social, por desidia de la sociedad de propietarios, de las instituciones que permitían su permanencia, así como de la comunidad deconstruida poblada de zombis y truhanes. Junto a las libertades y derechos básicos del ser humano, la salud personal está siendo impunemente quebrantada en los últimos años, todo ello en nombre de la «salud pública». La apatía y el desfallecimiento definitivos de lo que queda de las sociedades libres y abiertas, reducidas a masa sumisa, presagia más acabamientos y, esta vez sí, el fin de la historia humana a la sombra del planeta de los nimios y la isla del Dr. Moreau.

——

{1} Aunque Martin Heidegger ya emplea el término Dekonstruktion en el tratado Ser y tiempo (1927), el concepto «deconstrucción» está asociado al posmodernismo, de la mano de uno de sus gurús más prominentes, Jacques Derrida. Mientras el filósofo alemán aplica la noción en la perspectiva ontológica referida a la temporalidad, el francés lo emplea, en principio, en un contexto lingüístico y hermenéutico, si bien su afán sigue la sombra del significado francés de déconstruction en un sentido amplio y global, a saber, «desmontaje» y«desmantelamiento». ¿De qué estructuras? De la tradición occidental en su conjunto; todo ello expuesto en su singular lenguaje.

El movimiento posmoderno, y, en especial, la denominada «ciencia posmoderna», recibieron un duro correctivo a raíz de la publicación del ensayo de Alan Sokal y Jean Bricmont, Imposturas intelectuales (1998), en el que, por medio de un ingenioso ymuy agudo embeleco editorial, muestran sin medias tintas la nadería intelectual del tinglado posmodernista. Libro de carácter académico, se limita a dicho ámbito, que no es poca cosa. Dejan al margen de su investigación el fondo y el alcance social y cultural de la tendencia pujante objeto de crítica, así como del nihilismo y el afán destructivo que lo impulsan. De hecho, en la Introducción del ensayo afirman: «No creemos, por supuesto, que el posmodernismo sea un gran peligro para la civilización. Visto a escala mundial, es un fenómeno más bien marginal, y hay otras formas mucho más peligrosas de irracionalismo –como por ejemplo, el integrismo religioso. [la cursiva es mía]» Eran otros tiempos. Para más noticia de este caso, dediqué un capítulo de mi ensayo La escritura elegante. Narrar y pensar a cuento de la filosofía (2004), capítulo VII, «Filósofos sin fronteras».

El propósito que me propongo en el presente ensayo es, justamente, actualizar dicho diagnóstico crítico y mostrar que los nuevos tiempos han puesto de manifiesto que las distintas variaciones del posmodernismo sí supone un serio peligro para la civilización.

{2} Cfr. Apéndice III. «La traición de los gestores del saber», en El virus enmascarado (2021).

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