El Catoblepas · número 211 · abril-junio 2025 · página 12

El rumor
Jesús Pérez Caballero
El estudio de rumores en una ciudad en la frontera de México con Texas da algunos trazos de un orden poliárquico local
«El pasaje más hermoso de la carta era aquél en que, negando la falsedad, la admitía con sutileza»{1}.
I
A finales de enero de 2024 se extendió un rumor en Matamoros, la ciudad más noresteña de México, en el estado de Tamaulipas. Fronteriza con Texas, es bastión de facciones criminales duraderas, no solamente dedicadas al contrabando. El rumor, en bruto y hasta que se delineó con el paso del tiempo, aludía a un grupo de mujeres –la mención se solía completar con el adjetivo «feministas», utilizado despectivamente– que exponían y «quemaban» (en el sentido de insultar, dar datos personales, sugerir relaciones) en una red social. En específico, se hablaba de insidias contra individuos casados que, como en los sainetes o en las baladas, no cumplían a sus amantes lo prometido. Estas, según el rumor, por despecho, eran quienes estaban publicando intimidades.
Sin embargo, con tales diatribas en redes sociales, habían cometido el error de criticar a alguien «pesado». La palabra es un eufemismo para aludir a un individuo prominente, en este caso, de una facción criminal matamorense, histórica y popularmente llamada «organización del Golfo» o, si quien habla se las quiere dar de entendedor o de misterioso, «Cártel del Golfo». Ello –continuaba el rumor– habría provocado la reacción inmediata de miembros de la organización que, como castigo ante ofensas personales, estaban «levantando» a tales mujeres.
En México, «levantar» ha adquirido el significado de llevarse a alguien sin explicaciones, ni exigiendo nada. Suele ser indicio de una desaparición («levantón») que no se resolverá. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que también se usa sin esa connotación, con el significado de «recoger». Por ejemplo:
—Espérame en esa esquina. Me subo al carro y en unos cinco minutos te levanto.
De hecho, recuerdo haber leído en el cómic argentino El eternauta II (1976) de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López un «como si las hubieran levantado» (por «se la hubieran llevado»){2}. Tal vez, al menos para México, debamos entender ese uso de levantar junto con el par «aventar». Al igual que te pueden aventar (arrojar, por dejar) en una esquina, te pueden levantar, aunque no siempre de regreso (enésima mutación de la vaporización orwelliana y contrainsurgente).
Para apuntalar el hilo discursivo, ese rumor, ya ramificado, mencionaba un par de secuestros en un casino local o, incluso, una mujer muerta. Un par de días después, quien me lo contó, un conocido, me dijo que los eventos del casino se referían a otra cosa; alguien los había mezclado, tal vez para reforzar la veracidad de la historia. Pero sí mantuvo que había una mujer muerta, como efectivamente sucedió.
Mi conocido se había enterado por su barbero, un viernes por la tarde. Este, a su vez, lo supo por una plática en un gimnasio y un cliente se lo había confirmado la mañana de ese viernes. El barbero auguraba que la ciudad se iba a «incendiar», y que, incluso, había escuchado un audio que provenía dizque de alguien de ese grupo de mujeres. En el audio, la persona rogaba que se dejase de escribir en esa red social, puesto que el individuo «pesado» tenía proyectado enviar a sus esbirros a que levantaran, también, a quienes hiciesen o hubieran hecho algún comentario al respecto. Se mencionaba, en ese audio, el golpeo o asesinato de una mujer, y se justificaban estas acciones por haber traspasado la línea roja de comentar intimidades. En una ciudad paradójica –con cerebro transnacional, pero provinciano– como es Matamoros, donde los ajustes de cuentas son crónicos (la policía municipal no existe desde hace años, por considerarse que estaba infiltrada por la delincuencia; la estatal o federal está militarizada y se dedican a tareas defensivas o a golpes de mano), este tipo de explicaciones prenden fácilmente. También son continuos los avisos, más o menos verosímiles, de toques de queda, firmados por grupos criminales, por lo que el rumor no sonaba del todo arbitrario.
Esa misma tarde, mi conocido contaba que había recibido un mensaje de WhatsApp de quien era su pareja, que trabajaba en un centro público de salud. En él, le pedía que, si salía en la noche del viernes, se cuidase mucho. ¿Se trataba, entonces, de un rumor ensamblado axiológicamente por la correlación entre fines de semana lúdicos y castigos puritanos? En cualquier caso, sus razones eran las del mismo rumor disciplinario, acompañado de la frase generalizada:
—Van a estar levantando gente porque resulta que unas mujeres han hablado demasiado.
En esos momentos, era un lugar común culpabilizar a la víctima (a las mujeres, al solipsismo de los usuarios de redes sociales, a los imprudentes que hablan de lo que no deben), y se daba por evidente las relaciones de causalidad entre muerte y rumor, en el sentido falaz de «algo habrá hecho la muerta para recibir un castigo tan terrible». Entre la población funcionaban, coaguladas, las distintas partes del rumor: la publicación de secretos en redes sociales por mujeres, el pseudo juicio sumario de un grupo criminal (¿custodio de los secretos, de lo que no debe decirse? Más bien, un enigmático símbolo depositario de la inmoralidad pública) y el resultado inmediato y violento que encauza el orden perdido, mediante un moderno asesinato de honor. Hechos, sujetos, intenciones y resultados se narraban tan inexorablemente como si todos hubiéramos salido recientemente de una obra de teatro. Pero, en realidad, el sentido estaba en los guionistas, los tramoyistas y los directores, esto es, las figuras de trasfondo que concitan la forma de comunicación del rumor, su manera de construir los sujetos sociales colectivos (la culpable, el inocente, el público, el verdugo) y la rapidez de propagación, de boca en boca y de una red social a otra.
Con el rumor aún en marcha, un par de días después platiqué con un artista que vive en la ciudad, J.D. Él desconocía el rumor (al igual que la mayoría de los trabajadores en mi centro público), pero me comentaba que, por la naturaleza disciplinaria similar, le recordaba a otro, propagado en Matamoros hacía un lustro, aproximadamente. La estructura de la historia –casi un chiste– era la siguiente:
En una parte indeterminada de la ciudad, al ponerse un semáforo en verde, el tráfico se reanuda, pero un coche se queda parado. No deja pasar a otro, manejado por una mujer. Esta espera, pero el auto delantero continúa quieto. Harta, la mujer se baja de su carro y camina iracunda hacia el obstructor. Dentro hay un hombre que, aludiendo a que está armado, dice:
—Menos mal que no tocaste el claxon.
La historia mutó de distintas maneras. Lo hizo espacialmente; unos la concretaban, por ejemplo, en las céntricas calles de la Sexta y Canales. También cambiaron las circunstancias. Por ejemplo, en una versión la mujer pedía explicaciones ostentosas por la ventanilla, antes de dirigirse al conductor. En otras, se incluía la amenaza del conductor apuntando con una pistola. En esos casos, su frase finalizaba con un tautológico:
—Menos mal que no lo tocaste… Porque te hubiera matado.
Rumores de este tipo aleccionan. Efectivamente, al llegar a Matamoros, me sorprendió que nadie tocase la bocina, por muchas barrabasadas que se presenciasen al volante. La respuesta de mis conocidos solía ser que nunca se sabe a quién estarías molestando y que no compensa el riesgo de actuar así. El rumor narrado por J. D. resalta el cuidado con el que uno debe moverse por una ciudad con fama de imprevisible.
II
Recuerdo, en este sentido, que, cuando a principios de 2023 secuestraron a cuatro afroamericanos estadounidenses y después los liberaron (dos ya cadáveres){3}, los rumores en la ciudad también se construyeron a partir de una culpabilidad que diese sentido a los hechos. Por ejemplo, la gente los relacionaba con migrantes haitianos, a quienes suponían deseosos de traficar sin permiso de los mexicanos; o se acusó a los secuestrados de ser ellos mismos traficantes encubiertos de fentanilo. Estos rumores se explayaban en el pánico moral sobre el narcotráfico, pero, también, arrojaban luz sobre algo que señalan los voceros descentralizados de los grupos criminales: unos delincuentes son «buenos», porque se dedican exclusivamente a traficar drogas (contrabandistas, traficantes), mientras que otros son «malos», porque son extorsionadores, secuestradores y demás delitos predatorios (bandidos). E, incluso, entre quienes son «buenos», hay unos que lo son más, por no traficar con drogas tan dañinas como el fentanilo.
Este paradigma de contrabandistas contra bandidos (y de las autoridades oficiales como protectores o perseguidores), tan fértil en la literatura mexicanas{4}, sin embargo, históricamente, jamás es tan dicotómico, porque las acciones de estos grupos e individuos no pueden serlo. Es decir, la naturaleza de esas actividades delincuenciales hace que se mezcle el sigilo con la violencia, sin poder atribuirse separaciones tajantes, que, incluso, se verán alteradas, a veces, por situaciones objetivas. Una de ellas es la necesidad de responder al momento ante la percepción de riesgos inminentes.
Así, no podría descartarse que los secuestradores tuvieran información equivocada, incluida la más delirante. Los individuos armados a pie de calle suelen tener una idea bastante desproporcionada, maniquea y brumosa de cómo son los hechos, y prefieren, cuando se abrogan interrogar al peatón, conductor o pasajero, respuestas rápidas y seguras, antes que verdades arabescas. En definitiva, una adhesión al sentido común previo a la irrupción de ese sujeto perturbador, aunque ello tiene que entroncar con lo que percibían antes los interrogadores: «En la mafia ha de quedar muy claro que cada quien tiene que cumplir sin falla su propio oficio: el carabinero debe hacer correctamente de carabinero; el juez, de juez; el periodista, de periodista»{5}. De ahí las virtudes de conocer estos entornos y el peligro que sufre cualquier foráneo recién llegado, con el consiguiente efecto de bola de nieve cuando, por ejemplo, no se sabe qué hacían individuos con matrícula de EEUU manejando sin rumbo.
Al parecer, los estadounidenses secuestrados eran los habituales «turistas de salud», en concreto, acudían a una clínica estética, pero con un color de piel asociado a la migración (por tanto, fungibles en la valoración de los grupos criminales). Como se leyó en la prensa, se perdieron o parecieron perdidos (a efectos del operador criminal de calle, es lo mismo), y ello no cuadró a quienes controlan reticularmente entradas y salidas del municipio (espías informales o «halcones», que se distribuyen insidiosamente por la ciudad fronteriza), que dispararon para evitar una huida y el consiguiente escándalo (la bola de nieve se agrandó) y no midieron bien su acción. Quién sabe…
Los rumores mencionados podrían haber sido distribuidos por los tutores de los pistoleros, para deslizar cierto sentido entre la población. Sobre todo, porque se tuvo tiempo para cocinar tales «paquetes desinformativos», al transcurrir días hasta reordenarse los hechos. Como se sabe, en un principio, en la prensa de ambos países el secuestro se etiquetó y archivó como un tiroteo más entre sicarios, entendido desde la autotutela de la excepción fronteriza, del tipo «si se matan entre ellos, es legítima defensa recíproca y esos diablos miserables se juzgan y condenan ellos mismos al Infierno».
III
El rumor de enero de 2024 adquirió su pátina mediática, pero limitada a redes sociales (en entradas desconocidas para muchos, pero vistas por cientos de miles de ciudadanos). Así, el mismo viernes, en una publicación en Facebook de Expreso RGV, un medio regional (las siglas RGV son de Río Grande Valley, valle del Río Grande, en el extremo sur de Texas, fronterizo con el extremo norte tamaulipeco), aludió al cierre del grupo de la red social donde se habían generado esos comentarios. Aunque la noticia no lo asociaba a hechos delictivos (salvo un eufemístico cierre por «lamentables situaciones»), en los comentarios estos sí se mencionaban, aunque de un modo general, sin nombres ni otros datos que identificasen víctimas{6}. Otro medio lo calificaba como una «tragedia» y una «situación de la que todo el mundo habla»{7}.
En el anonimato relativo que posibilita la red social X (Tuiter), se nombró a los supuestos victimarios (de un modo genérico, como «Grupo Escorpión del CDG», en alusión a los gatilleros o «brazo armado» de la organización; las siglas son de «Cártel del Golfo») y se afirmaba que asesinaron a varias personas{8}, algo que contrastó con la falta de información sobre cadáveres en las siguientes horas y días –lo que tampoco tendría por qué ser indicativo, puesto que la población sólo sabe de los muertos que, por milagro o industria, transcienden las mañas de la anonimización del cadáver desaparecido–. Igualmente, el audio que circuló durante el clímax del rumor aludía al secuestro de alguien; sin embargo, quien lo publicaba no podía asegurar que la grabación no estuviera manipulada{9}.
A pesar de todas estas reticencias, la noticia rompió las membranas local y nacional, y pasó a recogerse, en dicha versión manufacturada, al menos, en un medio de Honduras{10}. El interés de este país se relaciona con la inmigración a EEUU, y que tiene en Matamoros el punto de entrada más cercano desde Centroamérica. Publicar esas noticias genera en los lectores sentimientos de miedo, disuasión o curiosidad, entre otros, además de proponer un rudimento de sentido sobre qué estaría sucediendo realmente en la frontera noreste de México.
El sábado, en redes sociales –y en paralelo a las conjeturas de quienes platicábamos del asunto– se constataba un asesinato en días previos; se aludía a dónde habían encontrado el cuerpo y una camioneta (en el conocido como «rol» o paseo por la avenida Álvaro Obregón, el lugar cercano a la frontera estadounidense y famoso antaño por sus fiesta y bares){11} y se identificaba por su nombre a una mujer asesinada, a la que enterraban ese día{12}. Uno de los medios más beneficiados por el impacto mediático local, sin embargo, ahora ya no aludía a la correlación entre el grupo de Facebook divulgador de intimidades y la muerte. En los comentarios a la publicación de la noticia en la red social del mismo medio, varios usuarios confirmaban el deceso, pero apenas se mencionaba el rumor que, hasta el día antes, había diseminado, para muchos matamorenses, una relación de causalidad terrible entre publicar y morir. Algunos usuarios pedían que se investigara el por qué del asesinato y por sus palabras se constataba que desconocían el rumor, el supuesto grupo de la red social de mujeres, etcétera… ¿Había sido el rumor, entonces, una maniobra para ganar audiencia? ¿O era un paquete desinformativo fabricado para diseminar un estigma sobre la víctima, realmente asesinada, pero por otras razones, en el sentido del refrán español, «calumnia, que algo queda»?
En todo caso, la pseudo explicación del rumor sí había fijado en sectores de la población la idea de que «algo habría hecho» la asesinada. Con ello, se desvió la atención sobre el asesinato, empantanado en conversaciones distractoras y falaces sobre la intimidad, la «guerra de sexos», las dobles vidas y los tabús sobre grupos de poder locales reales o imaginarios en esta frontera norte.
Finalmente, en redes sociales se identificó al victimario con nombre, apellidos y apodo, como parte de un grupo criminal{13}. Así, a nivel todavía hipotético, el rumor coaguló en unos hechos verosímiles, aun con esquirlas indemostrables. Se decía que el asesino había sido su propia pareja y que la organización paraguas (Escorpiones/CDG) le había perdonado la vida, aunque obligándole a que se exiliara de la ciudad{14}. El asesinato, como resultado del rumor, había pasado a quedar en la órbita de la «delincuencia organizada», circunstancia que, por hartazgo o ignorancia, normaliza los asesinatos en México, donde, como he dicho, la idea de «ajuste de cuentas» alivia el desnorte de las autoridades oficiales.
Remarquemos que la fuerza de un rumor no es tanto qué describe, sino las relaciones de causalidad que propugna. Por ejemplo, del repaso en redes sociales, alguien planteaba que el móvil del asesinato habría tenido que ver con un asunto de «tanderas»{15}. Con esto, una usuaria se refería a las tandas, un popular «método informal de ahorro en el que participan amigos, conocidos y familiares», pero que puede dar lugar a malas prácticas («tanda fallida»), sobre todo si alguien del eslabón de ahorro no paga o si quien concentra esos bienes se los apropia. Por esas faltas de garantías de pago se los califica de riesgosos «esquemas de ahorro o inversión en pirámide»{16}. No soy fiscal ni hijo de fiscal, por lo que desconozco si el móvil fue ese o se trataba de otra especulación más. Pero una hipótesis así ejemplifica caminos para investigaciones que, además de buscar castigar al asesino, permitirían entender relaciones entre distintos niveles (cotidianos, familiares, sociales), hipótesis que, en cambio, veda el abrazar el primer rumor que apela a nuestros instintos y miedos, con las siglas siniestras del «CDG» de carceleras.
En este sentido, un factor que contribuyó a la extensión del rumor fue que en la ciudad fronteriza suceden, reiteradamente, hechos similares, y a ellos se responde con silencio desde las autoridades o prensa locales, o diciendo que únicamente se haga caso a los canales oficiales –como si estos no mintieran, o no errasen, o comprendieran plenamente, Dei Gratia, dinámicas complejas de comunicación como las que suscitan los rumores–.
Un análisis sintético, pero excelente, de otro lugar, pero con analogías fértiles, lo hace el diario guerrerense El Sur de Acapulco. Allí, se desgrana la retahíla/letanía que impacta sin descanso en el puerto del Pacífico y que puede extrapolarse a la frontera de Tamaulipas: asesinatos aparentemente desconectados; firmas (en cartulina fluorescente, lona como de copistería, manta o sábana blanca, hoja volante, etcétera) dejadas al lado del muerto con mensaje supuestamente explicando, puntillosamente, hechos previos a esa muerte o conectándola con amenazas; acotamiento por fuerzas militares del cadáver donde se leen estos mensajes; recogida del repositorio del mensaje por estas autoridades; transcripción militar para ligarlo a una cronología previa; y obtención de inteligencia para consumo interno o a las autoridades designadas, manteniendo al resto de la ciudadanía en la ignorancia{17}. Aquí vemos un ejemplo de intervención de las autoridades, pero que sólo replica y extiende la desinformación o el silencio.
Esto se relaciona con una cuestión mayor… ¿No será que, más que saber, nos acostumbramos, tanto ciudadanos como autoridades, a «creer saber»? Leonardo Sciascia explica que, en contextos mafiosos el creer saber tiene las mismas consecuencias que saber{18}, porque –como quienes secuestraron a los gringos a principios de 2023– se opera para tomar decisiones inmediatas; incluso aparentar que se sabe más puede llevar acarreado la pena para los «bocones», «mitoteros» o «panochones», esto es, términos para chivatos o acusadores… Aunque la acusación se haga sobre una mentira, el que partes de un orden reticular local (el orden poliárquico o poliarquía, como señala Gustavo Bueno para avisarnos sobre las anarquías aparentes{19}) como el matamorense, perciban que pasan a estar en la mira de poderes ajenos, es causa suficiente para amenazar al emisor.
Consideremos lo siguiente. Mientras el rumor objeto de este ensayo se mantenía en un estado ampuloso, sin especificar fechas, nombres o lugares –en un estado arborescente de exageraciones y medias verdades, necesario para su nacimiento, pero que debía concretarse para no devenir en increíble, por grotesco– cuestioné a mi conocido si no consideraba exasperantes las estructuras toscas del rumor… Esas falacias y sus meandros… Pero todo esto chocaba con el hecho de que él, en ese momento, consideraba que el rumor no era tal, sino más de lo mismo. ¿Por qué? Lo que le daba sentido de los hechos, a pesar de sus aspectos más rocambolescos del primer día, era el castigo expedito. Es decir, era el resultado del rumor, no su causa, lo que, para él, era verosímil, y esa verosimilitud sostenía la enramada restante. Es tan habitual en Matamoros que lo percibido por individuos delincuenciales como peligroso se ataje, de golpe y para siempre, y que el miedo augure el silencio o las conjeturas de la población…
IV
Después de lo explicado, pueden plantearse aspectos más generales, que ayuden a delinear la naturaleza de este rumor. Debe tenerse en cuenta, en primer lugar, que Matamoros (diría que Tamaulipas y México) es un territorio donde todo tipo de rumores tienen pábulo. Pero, además, la falta de triangulación entre lo dicho por individuos, lo replicado en redes sociales (en ocasiones, reducidas a un espejo de bolsillo sólo algo mejor ensamblado que una mentira infantil) y las dificultades para informar, al margen de «nebulosas notas rojas», hacen que el panorama permita estos catecismos desinformativos, de mentiras; como un catecismo, se repite y difunde, boca a boca, yema a yema, el miedo a cambio de sentido.
Antes y después de los hechos, decenas de grupos en redes sociales donde se «exponía» la intimidad (real o inventada) continuaron funcionando, ajenos a lo sucedido en el contexto descrito. Es por eso que una relación de causalidad entre un grupo de una red social, aparecido y desaparecido en el lapso de días, y posibles asesinatos, no debe darse por supuesta… ¿Cómo sería posible identificar tan fugazmente que alguien mató con el «elemento subjetivo», por utilizar la terminología penal, para escarmentar por lo dicho en tal grupo? ¿Es posible que, de un día para otro, se tenga el impacto mediático suficiente como para desencadenar un asesinato? Como es habitual, los rumores no suelen ser arbitrarios –y puede que algo de lo que describieron para este caso sucediese–, pero anegan las relaciones de causalidad, hinchándolas o reduciéndolas a voluntad, para insuflar más niebla a una ya de por sí neblinosa ciudad fronteriza.
Una vez escuché decir:
—Matamoros es una Capadocia.
Mi interlocutor se remitía a un viaje a Turquía, donde le impresionó esa región de ciudades subterráneas, entre piedras, túneles y cuevas. Su metáfora es efectiva e instintiva: ¿Cuántas veces tenemos la sensación de que la ciudad fronteriza vive hacia adentro, que las calles precarias y semiabandonadas se prolongan en casas lujosas? ¿No se trata de una impresión que trasciende las dicotomías privado/público y hogar/calle, para expandirse a las ideas de que las decisiones se toman en la oscuridad y que la sensación de tranquilidad es la pax romana de los cementerios?
Los rumores moralizan, y eso se observa claramente en un contexto como el matamorense, donde al ethos fronterizo de la imagen providencialista y expedita de la violencia como estabilizadora de situaciones previas ex ante, se une el fundamentalismo religioso de comunidades cercanas a EEUU (encantadas de promover este tipo de enseñanzas morales que fijen la realidad en términos de blanco y negro), o a las veleidades de partidos políticos y otros grupos de poder que deben gestionar su gatopardismo, y que no desdeñan el uso de los rumores más cruentos para tallar en las frentes de los ciudadanos revoltosos qué es el orden.
Respecto a la función de la prensa local, a su escasez, las dificultades de un panorama como el tamaulipeco y lo breve de este rumor (un fin de semana), se une que los de este tipo llevan adheridas, por así llamarlas, las púas de la inhibición para investigar –el castigo desproporcionado es disuasorio. Casualidad o motivo de inquietud, la expansión del rumor y las circunstancias del asesinato que quiso ocultar sucedieron el día del 198 aniversario de Matamoros, lo que dice mucho de cómo se logra inducir y vedar discursos (gate keeping). Ya hubiesen querido para sí las autoridades oficiales el mismo fervor de los cientos de miles de comentarios y reacciones en redes sociales, ser la plática cotidiana, etcétera.
En lo particular, el rumor de esos días no es unidimensional, limitado a la generación de confusión. Tuvo varias funciones e, incluso, si destilamos la repugnancia moral que implica la correlación de los hechos descritos, algunas de estas funciones son positivas. Por ejemplo, permitió visibilizar un asesinato que, dadas la víctima y el victimario, podrían haber quedado en el anonimato. Aun así, una visibilidad generalizada («viral») entre la población no supuso una reacción equivalente de las autoridades oficiales, a ningún nivel de gobierno, sea civil o militar. Sólo la marca delincuencial que se postula hegemónica en el municipio noresteño, asumiéndose como empleadora del victimario –algo indiscutido por nadie con quien comenté esto– respondió, supuestamente, orillando al asesino al exilio. Son presunciones: aunque suenen verosímiles, chocan con otras hipótesis, como que un intento de detención por la Guardia Estatal (policía del estado tamaulipeco) de ese mismo individuo en Matamoros –¿no estaba en el ostracismo?– habría sido una de las causas de balaceras y demás actos de violencia vividos en mayo de ese 2024{20}.
Entonces, quedamos atrapados –pues ahí están todos esos retazos, aun contradictorios entre sí– en una mezcla de verdades y mentiras, con la pátina de una organización delincuencial que es un conglomerado público y privado, con eslabones y pasillos en lugares oficiales. El rumor estudiado, sobre todo, engrandece las capacidades que, exageradas, apuntalan los rasgos mafiosos de este actor criminal –múltiple, compuesto de facciones enfrentadas entre sí, con individuos que se guían por criterios ambivalentes, a la vez personales, familiares y organizacionales, y con protectores en los lugares más pulcros–. Esta institución ostenta la capacidad de decidir, por distintos medios, de qué se habla y no se habla públicamente; se la asocia a castigos inapelables y fulgurantes; y genera, en fin, una impresión vaporosa de omnipotencia. Todo esto son percepciones –reales o exageradas– que basculan hacia la institución compleja del CDG/Escorpiones en la frontera noresteña.
De hecho, una afirmación inverificable aludió a que, en castigo a su víctima, el asesino la había estado exponiendo durante todo un día por lugares de Matamoros –paseíllo, a modo de rol tétrico, incluida la avenida por la que históricamente se paseaba como muestra de normalidad en la ciudad–. Lo platicaba un familiar de mi conocido que, a su vez, escuchó esa pena de la picota de una vendedora de ropa procedente de EEUU (ropa de paca o fayuca/falluca, esto es, de contrabando{21}) y a la que individuos de la delincuencia organizada extorsionan con el pago de un canon («cuota», «cobro de piso», extorsiones habituales en esta ciudad en todo sector informal o ilegal, y abundantísimo en los legales). La tendera contaba que a la víctima protagonista del rumor la habían estado paseando en el carro, golpeada… Para finalmente asesinarla. Es decir, en esa versión a la mujer se la exponía durante todo el proceso de castigo. Sea real o no, esa reelaboración de lo sucedido ayuda a la disciplina social que se busca generando paquetes pseudo explicativos, como el de la sanción por «decir lo que no se debe».
Esto muestra, a su vez, que todo rumor se parapeta en la reacción natural de intentar ordenar hechos incomprensibles; en este caso, a partir de la niebla del orden poliárquico matamorense. A la naturalidad con la que prendió el rumor estudiado, ayudaron temas que están en discusión en el México del primer cuarto de siglo, como las muertes violentas inexplicadas; las alusiones veladas a organizaciones criminales transexenales, pero atomizadas, y el misterio sobre el papel de partidos políticos, sindicatos o empresarios en esos conglomerados; la persistencia del crimen de honor como forma de estigmatizar a una mujer, así como la indefensión que socialmente se le apareja a esta, sin más averiguaciones biográficas; y el entrechoque de vodevil, acelerado por las redes sociales, entre la intimidad y las denuncias por conductas extramaritales, con el adjetivo «feminista» como preámbulo a la polémica.
Finalmente, la temporalidad de los hechos es, por así decirlo, el telón natural de todo esto. Los hechos duraban en la conversación poco tiempo, para caer en el olvido –como si el rumor se cerrase sobre sí mismo, camuflado por las pseudo explicaciones habituales–. Así, al inicio de la semana siguiente, se dejó de hablar del tema. La fusión de la noticia con la «nota roja» de las redes sociales hizo el resto, cronificando los hechos (indistinguibles, para algunos, del rumor sobre ellos) en «otro caso más».
Pero en el núcleo de verdad esquemático de A asesina a B, se encabalgaron distintas agendas, además de la delincuencial. Los medios que promovieron el rumor –aunque la mayoría, sin embargo, calló, en la línea del desconocimiento, el desdén o el seguidismo a la agenda oficial del aniversario de la ciudad– estilizaron el discurso maniqueo y estigmatizador. Contribuyeron así a un orden que permite la «libertad de expresión» si es grotesca, en la línea cacofónica de los rumores sádicos y las teorías conspirativas. Otras agendas políticas se beneficiaron en un periodo preelectoral del México en campaña electoral permanente. Por ejemplo, las agendas de quienes parten del silencio antes estos hechos, señalando, tercamente, que todo lo relacionado con instituciones complejas como las delincuenciales son fake news. O quienes están cómodos en un «cuanto peor, mejor» en una frontera noreste de México con Texas donde este adagio es redituable, y con él, hasta se construye y se mantiene la fortuna.
——
{1} Sciascia, Leonardo, El archivo de Egipto, Ana Goldar (trad.), Origen-Seix Barral, México, 1985 [1963], p. 185. En otras ediciones (Tusquets) se ha traducido como El Consejo de Egipto.
{2} En la serie de televisión Los sobrantes (The Leftovers) se narran las vivencias de la población tras haberse volatilizado, misteriosa, fantásticamente, el 2% de la humanidad. Un personaje (episodio Lens, temporada dos, capitulo seis) dice, sobre unas jóvenes, a quienes se presupone que desaparecieron así, que they lifted, lo que podría traducirse como «se levantaron», en el sentido de «se elevaron». Lindelof, Damon; Perrotta, Tom; Berg, Peter; y Aubrey, Sarah [productores ejecutivos], The Leftovers [serie de televisión], White Rabbit Productions, Film 44, Warner Bros. Television y HBO Entertainment, EEUU, 2014-2017.
{3} Abib-Abib, Maria y Kitroeff, Natalie, «Los cárteles mexicanos tratan de demostrar que no están relacionados con el secuestro de los cuatro estadounidenses», The New York Times en español, 11 de marzo de 2023, nytimes.com
{4} En novelas como Astucia, de Luis G. Inclán (1865) o Los bandidos de Río Frío, de Manuel Payno (1891).
{5} El Revolucionario, La mafia como burguesía [«Entrevista de Leonardo Sciascia con Marcelle Padovani, de 1979»], 16 de marzo de 2014, elrevolucionario.org
{6} Expreso RGV, «#ATENCIÓN. Un grupo de Facebook que inició hace unos días […]», Facebook [publicación], 26 de enero de 2024 (15:50), facebook.com. Captura de archive.today: archive.ph. A 27 de enero de 2024, fecha de consulta, la publicación tenía 748 reacciones, 94 comentarios y se había compartido 224 veces.
{7} Periodismo MX Tamaulipas, «Cierran grupos de exponiendo infieles en Matamoros por tragedia», Facebook [publicación], 26 de enero de 2024 (19:11), facebook.com. Captura de: archive.ph
{8} Vivo en Marte @DemonioTtv, «Se rumora en las calles de #Matamoros […]», X [publicación], 26 de enero de 2024 (15:04), twitter.com La publicación íntegra es: «Se rumora en las calles de #Matamoros que el Grupo Escorpión del CDG de dicha ciudad fronteriza mencionada, levantó y ejecutó a personas que administraban y participaban en un grupo de Facebook llamado “Amiga Es tu Novio” dónde solamente podían participar mujeres en dicho grupo. En el grupo estaban quemado a gente del crimen organizado local y exhibiendo infidelidades esto explicaría los asesinatos de anoche en #Matamoros #Tamaulipas». La publicación, a fecha de captura de: archive.is, tenía casi medio millón de visualizaciones.
{9} Femme brune @femme_brune_ [audio respuesta a @DemonioTtv], X [publicación], 26 de enero de 2024 (3:54), twitter.com. Transcribo la parte relevante del audio: «la novia de mi cuñado fue la que hizo uno de esos grupos y hace rato la levantaron, […] le cerraron el paso con unas camionetas, iba con su mamá, iba hablando con mi cuñado y así de la nada la treparon a ella de las greñas y todo, y la traen por haber hecho un grupo porque quemó a un pelado [individuo] que resulta que es comandante [forma de llamar a un cargo operativo en un grupo criminal] y la […] vieja [mujer] del comandante lo vio, y ahorita la pobre la traen trepada, y andan haciendo todo lo posible por bajarla [de la camioneta], pero no la van a bajar, le van a meter una putiza, dijeron que ya sabían lo que había hecho, y que iban a investigar a todos los grupos, a ver qué sacaban de ahí, y a ver a qué más viejas agarraban».
{10} La Prensa, «Sicarios ejecutan a expareja de narco por revelar infidelidades» [fotogalería], 28 de enero de 2024, laprensa.hn
{11} El anglicismo proviene del verbo to roll, dar una vuelta o paseo, usualmente en un vehículo. Véase: Jurado Montelongo, Mario Alberto, «Espacios de convivencia primaria e inseguridad en Matamoros, Tamaulipas», Estudios fronterizos, vol. 17, núm. 34, 41-63, 2016, doi.org pp. 58-59. Un uso de hoy en Domínguez, Ángel, «El Rol sí, lo otro no: Mario Rodríguez», EnLíneaDirecta.info, 15 de junio de 2021, enlineadirecta.info, incluida galería de fotos.
{12} Expreso RGV, «#ATENCIÓN. “Nos dueles en el alma a todas” […]», Facebook [publicación], 27 de enero de 2024 (19:10), facebook.com
{13} FURIA TINTA @Hola16811Hola, «C. R. ERA MUJER DEL COMANDANTE […]», X [publicación], 27 de enero de 2024 (11:21), twitter.com En mayúsculas en el original. Con iniciales por respecto a la víctima. Las alusiones de la publicación encajan con lo que se sabe por la prensa sobre miembros del CDG en Matamoros, según Mayen, Baruc, «Filtraron presuntos documentos de la DEA sobre altos mandos del Cártel del Golfo en Matamoros«, Infobae, 13 de marzo de 2023, infobae.com
{14} FURIA TINTA @Hola16811Hola, «SURGE MÁS INFORMACIÓN SOBRE EL FEMINICIDIO […]», Facebook [publicación], 28 de enero de 2024 (13:43), twitter.com . Mayúsculas en el original. Captura de pantalla de archive.today: archive.ph
{15} M.R. [fotografía en comentario a: Alerta tamaulipas 2, «#Matamoros medios locales callan (…)», Facebook (publicación), 27 de enero de 2024 (21:16), facebook.com], 27 de enero de 2024 (22:38), facebook.com. Puede consultarse también la captura en: archive.is, con iniciales por razones de seguridad.
{16} Vanguardia de Veracruz, «¿Qué pasa cuando la “tandera” no paga?», 29 de noviembre de 2021, vanguardiaveracruz.com. ¿Por qué son populares estos métodos? Supongamos que tengo una urgencia o, simplemente, necesito rápido una cantidad de dinero. Así, invito a amigos cercanos y de confianza a dicha tanda. Me pongo como el número uno para poder recibir de cada uno de los participantes, por ejemplo, la cantidad acordada de mil pesos, y recibir el total de diez mil («cantidad libre»), como préstamo rápido. Para el siguiente número (las tandas suelen ser por semana, quincena o mes), me corresponde pagar mil pesos, y recolecto de los demás lo que corresponde y entrego al número dos de la tanda los diez mil, estando ese receptor exento de pago. Así, sucesivamente, hasta pagarle a los últimos números, quienes, en vez de considerarlos un préstamo rápido – como así lo consideran los que recibieron la cantidad libre en las primeras entregas –, lo pasarán a ver como una forma de ahorrar.
{17} El Sur de Acapulco, «La violencia en los dos últimos años, una cruenta guerra por la plaza entre el Cida [Cártel Independiente de Acapulco] y Los Rusos», 17 de octubre de 2022, suracapulco.mx, a partir de lo divulgado para Acapulco por un jaqueo a la Sedena denominado «Guacamayaleaks». Sobre ese jaqueo, Pérez Caballero, Jesús, Notas sobre el hackeo a la Sedena (México), Colef Press/El Colegio de la Frontera Norte, 6 de octubre de 2022, doi.org
{18} «Entrevista de Leonardo Sciascia con Marcelle Padovani, de 1979», ob. cit.
{19} Gustavo Bueno Martínez, «Cuatro modos de conceptualizar las “crisis institucionales” (o “crisis de valores”): anarquía, anomia, oligarquía y poliarquía», El Catoblepas, núm. 104, 2010.
{20} Valor Tamaulipeco, «Dos policías […]» [entrada de blog], 15 de mayo de 2024, valortamaulipeco.blogspot.com
{21} El mexicanismo se define como la «[i]ntroducción o exportación de géneros sin pagar los derechos de aduana a que están sometidos legalmente», según «Fayuca», en: Diccionario de americanismos, Asociación de Academias de la Lengua Española, 2024, asale.org
Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
