El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas · número 211 · abril-junio 2025 · página 13
Artículos

Las relaciones de José Antonio Primo de Rivera con los monárquicos alfonsinos

Jeroni Miquel Mas Rigo

Las relaciones del jefe de Falange terminaron por ser pésimas con José Calvo Sotelo, que había sido ministro durante la Dictadura del general Primo de Rivera


1. Introducción

retrato

José Antonio Primo de Rivera (1903-1936) no tuvo ninguna participación en la actividad política de la Dictadura (1923-1930), instaurada por su padre, el general Miguel Primo de Rivera; más bien se mostró crítico, en conversaciones privadas, con algunos aspectos de la misma.{1} Ni tan siquiera militó en la Unión Patriótica (UP), el partido creado para apoyar al dictador. No obstante, al fallecer el general (marzo de 1930) y ante los ataques de que fue objeto, creyó un deber filial –como vástago de una estirpe militar, había sido educado en el culto al honor– defender su memoria, que él consideraba ultrajada. Por ello, y aunque nunca había pensado en dedicarse a la política (según decía), cuando en el mes de abril de 1930 los exministros de la Dictadura fundaron la Unión Monárquica Nacional, como heredera de la UP, quedó afiliado a dicha entidad. Poco después sería nombrado vicesecretario primero del partido y, durante el año de vida del partido, pronunciaría algunos discursos dedicados a la defensa de la obra de su padre, pero sin referirse a la Monarquía. Cuando le preguntaron si había votado por los republicanos, en las elecciones de 12 de abril de 1931, eludió la respuesta diciendo que el voto era secreto; pero sí reconoció que había participado de la «alegría del 14 de abril».{2} No obstante, el día 15 de abril, en un acto de caballerosidad, fue uno de los muy pocos españoles que despidieron a la exreina y a sus hijos, camino del exilio, en la parada que hicieron en Galapagar.

En octubre de 1931, se presentó sin éxito, como independiente, a las elecciones parciales para obtener un acta de diputado en el Parlamento por la circunscripción de Madrid. Su único programa era defender la memoria de su padre. Durante la campaña electoral, un periodista, del Heraldo de Madrid, le preguntó si era monárquico, su respuesta fue: «Si no le molesta, ¿quiere usted por ahora suprimir esa pregunta?»{3}

El día 11 de agosto de 1932, José Antonio y su hermano Miguel fueron detenidos por su supuesta implicación en el golpe de Estado fallido del día anterior, protagonizado por el general José Sanjurjo y promovido, en gran parte, por los monárquicos alfonsinos; pero al cabo de unos días, fueron puestos en libertad ya que no tuvieron nada que ver con la intentona.{4} Es más, su otro hermano, Fernando, oficial aviador que compartía domicilio con los otros dos, estuvo de guardia en el Aeródromo de Getafe, en la noche de los sucesos, y fue públicamente ensalzado por la puntualidad con que cumplió las órdenes superiores (OC, I, 276).

El 25 de noviembre de 1932, José Antonio –actuando como letrado defensor del exministro de Justicia de la Dictadura, Galo Ponte, ante el Tribunal de Responsabilidades políticas de la Dictadura{5} –, emitió un informe que obtuvo una gran resonancia por su calidad jurídica. Ese informe, juntamente con el alegato de Calvo Sotelo, que estaba exiliado, se reprodujo en un librito titulado Las responsabilidades políticas de la Dictadura. Un proceso histórico (Madrid, enero de 1933), con un prólogo del propio José Calvo Sotelo, en el cual podemos leer:

«José Antonio Primo de Rivera tiene ante sí un porvenir luminoso, que debe cuidar por bien y para bien del país. Yo hago votos porque sea así. Y porque en la política nacional José Antonio Primo de Rivera actúe siempre como marqués de Estella […].»

Diríase que el político gallego temía que el joven letrado no fuera, en su actuación política, lo suficientementemarqués, es decir monárquico.{6} En esa época, Primo de Rivera estaba trabajando para formar una plataforma política de ideología fascista (salida del semanario El Fascio, en marzo de 1933, cuyos ejemplares serían secuestrados por la policía).

 
2. El Pacto de El Escorial (agosto de 1933)

Como es sabido, el nacimiento de Falange Española tuvo lugar el 29 de octubre de 1933. Ese día, en el Teatro de la Comedia de Madrid, hubo un acto de «afirmación españolista», en el cual intervinieron como oradores: Alfonso García Valdecasas,{7} Julio Ruiz de Alda{8} y José Antonio Primo de Rivera. Aunque José Antonio, en su discurso lírico, no hizo ninguna proclamación de monarquismo, la revista teórica de los alfonsinos, Acción Española, saludó así el nacimiento del nuevo partido: «Una por una haríamos nuestras las palabras con que, en el acto españolista del domingo último de octubre, definieron las características del movimiento cuya dirección asumen Primo de Rivera, Ruiz de Alda y García Valdecasas.»{9}

Para hacer frente a los gastos que suponía la creación de un partido político, José Antonio contaba con el apoyo económico de los monárquicos alfonsinos. Así, a finales del mes de agosto de 1933, se firmó un acuerdo, conocido como Pacto de El Escorial, supuestamente entre Primo de Rivera y Pedro Sáinz Rodríguez.{10} Decimos supuestamente porque nadie ha visto, excepto Gil Robles (que, por cierto, lo data en el verano de 1934), ningún original o fotocopia de dicho acuerdo. Aunque este, que lo dio a conocer, sostiene que fue firmado por los dos personajes citados. Los diez puntos de que consta el Pacto servirán de guion para la redacción de los nueve «Puntos iniciales», que fueron el primer programa de Falange, dados a conocer el 7 de diciembre de 1933. Seguidamente, transcribimos esos de diez puntos:

«1º El Estado no es un testigo de la vida de la nación ni un guardián de su cauce, es el conductor de la vida nacional al servicio de su doctrina.

2º La variedad tradicional de las regiones españolas se integrará en una unidad armónica al servicio de la continuidad histórica nacional.

3º El Estado español no estará subordinado a ninguna exigencia de clase. Las exigencias de clase serán amparadas condicionándolas al interés total de la nación.

4º La libertad es una categoría permanente que ha de respetarse. El liberalismo es una actitud errónea, ya superada, del sentido de la libertad. Las libertades tradicionales de los españoles serán conjugadas en un sistema de autoridad, jerarquía y orden.

5º La condición política del individuo se justifica solamente cuando cumple una función dentro de la vida nacional. Por tanto, se proscribe el sufragio inorgánico y la necesidad de los partidos políticos como instrumentos de intervención en la vida pública.

6º La representación popular se establecerá sobre la base de los municipios y de las corporaciones.

7º Todo español podrá exigir que se le asegure mediante su trabajo una vida humana y digna.

8º Ante la realidad histórica de que el régimen religioso y el sentido de la catolicidad son elementos sustantivos de la formación de la nacionalidad española, el Estado incorpora a sus filas el amparo a la religión católica, mediante pactos previamente concordados con la Iglesia.

9º Será fin primordial del Estado recobrar para España el sentido universal de su cultura y de su historia.

10º La violencia es lícita al servicio de la razón y de la justicia.»{11}

Aunque no se menciona ningún tipo de ayuda económica (por lo menos en la parte dada a conocer), es claro que esa fue la causa de que Primo de Rivera formalizase el Pacto con el representante de los monárquicos alfonsinos. Según Ramiro Ledesma Ramos, la ayuda consistió en unas cien mil pesetas{12} (alrededor de 240.000 euros de hoy).

Cuando se fundó Falange, ya existían las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS), que defendían postulados parecidos a los del nuevo partido. Se trataba de una minúscula agrupación (no llegaba a los trescientos militantes), que comandaba Ramiro Ledesma Ramos, el principal teórico del fascismo español. Después de la intentona revolucionaria anarquista, de diciembre de 1933 –que se saldó con 125 muertos y 186 heridos–, los monárquicos de Renovación Española, que financiaban a ambas organizaciones (FE y JONS), creyeron conveniente que esas entidades se fusionaran en una sola para hacer frente a la violencia revolucionaria. A Ledesma, que en un principio se negó a la unión, no le quedó más remedio que aceptarla, pues había, como diría más tarde, «circunstancias muy calificadas que aconsejaban, a pesar de todo, la unificación.» En el archivo del conde de los Andes hay dos documentos que acreditan lo que estamos diciendo. Así, en uno de los informes, podemos leer que un técnico

«con los asesoramientos que estime necesarios decidirá las cantidades que han de ser entregadas precisamente por él y precisamente a los Jefes de los Grupos [JONS y FE] en cuestión, con objeto de que quede bien marcada la relación de subordinación en cierto modo que se pretende establecer.»

En el otro informe, que se nota que es posterior, se manifiesta que:

«Se viene subvencionando a las JONS y a los fascistas [FE]. La entidad alienta más a los primeros que a los segundos […] Es una táctica perjudicial a mi juicio. […] El fascismo es de mucho más porvenir que las JONS, pero por esa causa creemos que nos hace falta injertarnos en él pues como partido político puede ocurrir que al desarrollarse y tener vida propia prescinda de nosotros, y nadie sabe a dónde puede ir a parar si el éxito enardece un poco a sus caudillos. Hoy nos puede servir y nos servirá como grupo de acción pero hay que pensar en su evolución y crecimiento de tal suerte que no pierda nuestra tutela y amparo.»{13}

Esos dos informes, que no llevan fecha, son ubicados temporalmente, tanto por González Cuevas como por Rodríguez Jiménez,{14} antes de la fusión de FE con las JONS. Lo cual no admite ninguna duda, según se desprende del contenido del propio documento. En cambio, Ángel Viñas, sin duda para defender su tesis de que, en 1936, los falangistas todavía eran la «partida de la porra» de los monárquicos, cree que fueron escritos poco antes de constituirse las Cortes de 1936.{15}

Del segundo informe, hay dos cosas que queremos destacar: una, que se subvencionaba con más interés a las JONS que a FE; y otra, la previsión de que FE, al consolidarse, prescindiera de los monárquicos «y nadie sabe a dónde puede ir a parar» y que, por ello, había que injertarse en el partido. Hay que señalar que el conde de los Andes estaba muy bien informado, ya que era el padre de Francisco Moreno (marqués de la Eliseda), que era diputado y había ingresado en FE, presuntamente para controlar que el dinero de las subvenciones se aplicaba correctamente; es decir, a actuar como «grupo de acción» al servicio de la contrarrevolución.

Nada más fundarse, FE comienza a sufrir los efectos de «la dialéctica de los puños y las pistolas», a la que, en un exceso de retórica y un tanto ingenuamente, se había referido el líder falangista{16} en el discurso del Teatro de la Comedia. Como los falangistas no responden a los asesinatos de sus afiliados, no tardan en llegar las murmuraciones de los integrantes de las milicias del partido; y, desde la extrema derecha monárquica, empiezan a llegar críticas ante la pasividad del líder falangista. Este responde:

«Falange Española aceptará y presentará siempre combate en el terreno que le convenga, no en el terreno que convenga a los adversarios. Entre los adversarios hay que incluir a los que, fingiendo acucioso afecto, la apremian para que tome las iniciativas que a ellos les parecen mejores.»{17} (F.E., 3, 18-I-1934).

Para tener controlados a los grupos de acción de FE, los monárquicos situaron al comandante Arredondo (retirado con la ley Azaña) como jefe de las milicias, al teniente coronel Rada, jefe de estado mayor, y al aviador Juan Antonio Ansaldo{18} como «jefe de objetivos». Este último tenía como misión encargarse de los grupos de agitación y de la denominada Falange de la Sangre (los grupos que debían ejecutar las vindictas, o sea lasrepresalias contra los atentados de que eran víctimas los falangistas).{19} Al cabo de unos meses, los tres citados habrán abandonado la Falange para integrarse en el Bloque Nacional de Calvo Sotelo. Tanto Rada, de ideología carlista, como Arredondo serán jefes destacados de la Unión Militar Española (UME), que conspiraba contra la República.

El 6 de junio de 1934, José Antonio pronunció un largo discurso en el Congreso de los Diputados acerca de la necesidad de la revolución nacional. En nuestra opinión, se trata de un discurso de gran importancia porque provocará el intento de «golpe» de Ansaldo contra el líder falangista. Vamos a transcribir un fragmento de dicho discurso:

«El 14 de abril de 1931 se produjo un fenómeno de alegría popular semejante al del 13 de septiembre de 1923 [golpe de Estado del general Primo de Rivera]. El 14 de abril de 1931 se derrumbó una institución milenaria. […] porque lo que llenaba de alegría a quienes estaban alegres en aquella fecha era la esperanza de que otra vez nos poníamos en trance de que se rompiese por arriba la lápida de la falta de ambición y de misión histórica, y por abajo la lápida de la falta de la justicia social. La revolución del 14 de abril parecía prometer, en cuanto a lo histórico, la devolución a España de un interés y de una empresa comunes. […] Y después, en cuanto al fondo social, la revolución del 14 de abril trajo no menos que esto, y esto sí que era su aportación más profunda y nada más interesante: la incorporación de los socialistas a una obra de Gobierno no exclusivamente proletaria. […] pero me parece que si la República no lleva a cabo esa revolución social que había prometido, si no se lleva a cabo con la tranquilidad y la serenidad de los que gobiernan, la República no justifica ni poco ni mucho el hecho de estar en este instante gobernando. […] El día en que el partido socialista asumiera un destino nacional, como el día en que la República, que quiere ser nacional, recogiera el contenido socialista, ese día no tendríamos que salir de nuestras casas a levantar el brazo ni a exponernos a que nos apedreen , y, a lo que es más grave, a que nos entiendan mal; el día en que eso sucediera, el día en que España recobrara la misión de estas dos cosas juntas, podéis creer que la mayoría de nosotros nos reintegraríamos pacíficamente a nuestras vocaciones.» (OC, I, 600-601).

Obviamente, este discurso debió caer pésimamente en los núcleos monárquicos reaccionarios. No solo consideraba que la incorporación, por primera vez en la historia de España, de los socialistas a la obra de Gobierno era un gran avance; sino que también elogia la alegría de la revolución del 14 de abril, que trajo la Segunda República y acabó con la Monarquía. Esto era demasiado. Un grave incumplimiento de lo pactado en El Escorial. Al día siguiente del discurso, Miguel Maura y José Antonio se encontraron en uno de los pasillos del Congreso. El primero dijo: «Te felicito por tu valiente discurso de anoche, aunque me figuro cómo te pondrán las gentes de derecha». Su amigo, el monárquico y teórico del neotradicionalismo, José Pemartín, le pedirá que no descienda a demagogias, para obtener el aplauso de los socialistas, y qué recuerde de donde viene:

«Créame José Antonio Primo de Rivera. ¡Él, tan patriota, tan valiente, tan abnegado! ¡Él, un aliento, un guion, una esperanza, a cuyo nombre, mil veces ilustre, están ligados por siempre los únicos años de gloria, de alegría y optimismo de la España del siglo XX!... ¡No aspire a descender! Siempre señero, solo, lejos de la pedantería libresca, del envilecimiento parlamentario, de la tentación demagógica, sea simplemente lo que es, que no es poco, por su inteligencia privilegiada, por su valor, por su sangre, por su título: ¡un moderno Caballero de Santiago, un verdadero Grande de España!» (Acción Española, núm. 55, 16-VI-1934, p. 94).

Para el profesor Julio Gil Pecharromán, autor de una importante biografía del líder falangista, se trata de «un discurso extraño, totalmente fuera de contexto por proceder de una fuerza política que aquel mismo fin de semana iba a llevar su hostilidad al socialismo hasta el asesinato de Juanita Rico.»{20} Tiene toda la razón; pero puede que la explicación del atentado radique, precisamente, en intentar quebrar la apuesta de José Antonio de buscar un entendimiento con el ala moderada del partido socialista. Es muy curioso que fuera Ansaldo quien ordenara, el domingo 10 de junio, que un grupo de cincuenta jóvenes falangistas acudiera de excursión a El Pardo. Los «chíbiris»{21} (elementos armados y uniformados de las Juventudes Socialistas: gorrillos americanos, pantalón blanco y un pañolón rojo), que acostumbran a realizaban allí sus diversiones domingueras, se sienten lógicamente provocados por la presencia inesperada de elementos de la Primera Línea de FE. Rápidamente, se entabla una pelea y el falangista Juan Cuéllar, de dieciocho años, es bárbaramente asesinado. El entierro tuvo que efectuarse al amanecer y casi en secreto por imposición de las autoridades del centroderecha.

Nada más tener noticia del asesinato, Ansaldo decide tomar represalias. Este, al frente de un grupo de miembros de la Falange de Sangre, estaciona un coche –propiedad del aristócrata Alfonso Merry del Val– esperando la llegada de los «chíbiris» que venían de El Pardo. Sobre las ocho de la noche llega un grupo de socialistas, los ocupantes del vehículo disparan sobre el grupo. Cayó herida de muerte Juanita Rico, de veinte años, y dos hermanos suyos también resultaron heridos. Su entierro, a plena luz de día, fue multitudinario. Se trataba del primer asesinato de la Falange. Hay que señalar que los falangistas ya llevaban un mínimo de ocho muertos y más de un centenar de heridos (según Payne, Cuéllar era el decimoquinto o decimosexto jonsista o falangista asesinado.){22} A veces, resulta difícil saber si la víctima era un afiliado o se trataba solo de un simpatizante. La decisión de atentar la tomó Ansaldo,{23} después de consular con los jefes de la Primera Línea. Según Carlos Rojas, Primo de Rivera, en contra de lo que se ha dicho siempre, «participó en los preparativos del atentado y aun abrazó, felicitándolo, al autor de la vindicta{24} Sea o no verdad, creo de justicia señalar lo que Ansaldo, poco sospechoso, escribe: «José Antonio no era así. Por ello, su repugnancia ante la lucha violenta que el partido naciente debía arrostrar para subsistir era profunda, y causa de no pocas desavenencias entre los dos sectores de Falange: el intelectual y el combatiente.»{25} Quizás podamos ver en estas palabras una constatación indirecta de que Ansaldo fue el único responsable de la provocación a los chíbiris, a que hemos hecho referencia.

En el mes de mayo de 1934, con motivo de la amnistía para todos los delitos políticos, regresó Calvo Sotelo a España para ocupar su escaño en el Parlamento. Como Renovación Española ya tenía un jefe, Antonio Goicoechea, aquel quiso ingresar en FE de las JONS, pensando seguramente que, cuando se disolviese el triunvirato provisional por el cual se regía esta organización, podría ejercer su liderazgo, atendida su experiencia y talla política que nadie discutía.{26} José Antonio, que le achacaba haberse exiliado en lugar de quedarse en España y defender la obra de la Dictadura, se negó a aceptar su ingreso, notificándole que ello no era deseable ni para el movimiento ni para él mismo. Lo cierto es que el líder falangista no sentía ninguna simpatía personal por Calvo Sotelo.{27} Se ha dicho –sobre todo por los monárquicos– que la postura inflexible del líder falangista vino determinada por la amenaza que suponía Calvo Sotelo a su liderazgo. Es muy posible que ese factor influyera; pero Ramiro Ledesma lo achaca a la creciente radicalización de Primo de Rivera:

«Calvo Sotelo aparecía como un representante de la gran burguesía y de la aristocracia, lo que chocaba desde luego con los propósitos juveniles y revolucionarios del Partido, así como con la meta final de éste, la revolución nacional-sindicalista. En ese sentido, Primo, que se iba radicalizando, tenía, sin duda, razón. Ruiz de Alda se inclinaba más bien a la admisión, guiado por la proximidad de la revolución socialista y la necesidad en que se encontraba el Partido, si quería intervenir frente a ella con éxito, de vigorizarse y aumentar, como fuese, sus efectivos reales. No carecía de solidez esa actitud de Ruiz de Alda; pero Primo se mantuvo firme.»{28}

Creo conveniente señalar que el valedor de Calvo era Ansaldo, y este era, como ya queda dicho, muy amigo y socio de Ruiz de Alda. Lo curioso del caso, es que Roberto Lanzas (recordemos, Ramiro Ledesma), silencia cuál fue su postura. Cabe pensar que a este tampoco le interesara otro líder con el que tener que compartir el poder dentro de la organización (máxime si tenemos en cuenta que era mejor orador que él). Pero como, por otra parte, no quería enemistarse con los monárquicos –que siempre le prestaron su ayuda e incluso le regalaron, según Sáinz Rodríguez. una motocicleta (una Royal Enfield 501) para sus desplazamientos propagandísticos–, da a entender que el rechazo de Calvo fue cosa de que «Primo se mantuvo firme.» Callando, que él tuvo que deshacer el empate de los otros dos triunviros.

En poco tiempo, dos bofetadas en el rostro de los monárquicos. Y cómo no hay dos sin tres, llegamos a la sesión de día 3 de julio de 1934, en la que el Congreso de los Diputados aprobó el dictamen relativo a dos suplicatorios del Tribunal Supremo para procesar a un diputado socialista, Lozano, y a Primo de Rivera, ambos por el delito de tenencia ilícita de armas.{29} En el salón de sesiones, el dirigente socialista Indalecio Prieto impugnó el dictamen. Terminado el debate y concluida la votación, que fue adversa a ambos diputados, Primo de Rivera fue hasta el escaño de Prieto y, estrechándole la mano, le expresó su gratitud y pronunció en voz alta duros vituperios para los diputados cedistas que habían unido, contra él, sus votos a los del lerrouxismo.{30} Los monárquicos, aunque votaron a favor de la propuesta de Prieto, consideraron que eso de estrechar la mano al líder socialista ya era demasiado. Ellos lo que pretendían era todo lo contrario: que las milicias falangistas combatieran a los grupos de choque –los chíbiris, La Motorizada…– de los socialistas y comunistas. Los cedistas, en realidad, a quien querían castigar era a Lozano, pues sabían que los socialistas se estaban armando para provocar la Revolución, que al final estalló en octubre. Precisamente, al diputado Lozano se le había encontrado un alijo de armas.

Unos días después, a mediados de julio, Ansaldo provocó una peligrosísima crisis en el seno de la organización. Ramiro Ledesma nos la cuenta así:

«El problema surgió y se produjo en el sector ligado, más directamente, a las actividades de Ansaldo. Por tanto, en el sector que podemos calificar derechista, y casi unido a los intereses políticos de los grupos monárquicos. Pedían poco menos que la cabeza de Primo de Rivera –entiéndase su expulsión o alejamiento de las tareas de dirección–, y lo señalaban, con evidente exageración, como principal culpable de la impotencia e inacción del Partido, así como de la orientación errónea del mismo.»{31} (La cursiva es mía).

Curiosamente, Ledesma, cuando medio año después se separe de FE, utilizará como excusa de la escisión el mismo argumento: que José Antonio era el culpable de la impotencia e inacción del Partido. Pero el fundador de las JONS, siempre dispuesto a echar una mano a sus amigos monárquicos, nos dice que el antecedente hay que buscarlo en lo que ocurrió en la sesión plenaria de día 3 de julio, que acabamos de relatar. Así escribe:

«Primo, al terminar Prieto su discurso, lo felicitó efusivamente y le estrechó la mano.{32} Esto estaría quizá bien en la lógica de la cortesía parlamentaria; pero en la época en que eran frecuentes los choques violentos, y bien cercanos los mártires hechos a Falange por los socialistas, produjo a todos gran estupor e indignación. Parece que también en las juventudes socialistas contra Prieto, si bien a este no le correspondió iniciativa alguna, limitándose a no rechazar un saludo que se le ofrecía.»{33}

Ledesma oculta que los diputados de la CEDA votaron a favor del suplicatorio, y que eso significaba la cárcel para Primo de Rivera (aunque al final, a instancia de la minoría socialista, se acordó dejar en suspenso el procedimiento judicial de los dos diputados, hasta la expiración del mandato parlamentario, al amparo del art. 56 de la Constitución).{34} Por lo tanto, en su gesto, había algo más que una cortesía parlamentaria: había un rechazo al comportamiento de sus compañeros y amigos diputados de la CEDA. Como dijo, con ironía: «Yo rogaría que incluso no se diera trámite a esa proposición, si ello ha de obligar a la minoría de la CEDA a retorcerse el corazón. Espectáculos así resultan crueles.» Además, José Antonio había dicho por activa y por pasiva que quería «nacionalizar» el socialismo español; era lógico, pues, que intentara una aproximación al líder del ala «centrista» y más «nacional» del partido socialista.

Ansaldo, que da una versión del todo insuficiente y falaz de la sesión del Congreso, dice que: «Todo ello colmó la copa de agravios que las fuerzas de choque falangistas venían llenando día tras día.» Es posible, puesto que el sector combativo era el más manipulable y en el que –al menos en los inicios de FE– abundaban los elementos con menor preparación doctrinal, ya que muchos eran exlegionarios o procedían del lumpen (caso de León Simón Sanz).{35} Pero, seguramente, el jefe de objetivos contribuyó no poco a avivar ese malestar.

Según Fernández-Cuesta,{36} Ansaldo pretendía apartar a José Antonio de la dirección del partido, disolver el Triunvirato y reemplazarlo por Ruiz de Alda, que quedaría como jefe, y Ledesma sería el nuevo secretario general. Este lo narra así:

«Ansaldo consiguió que un grupo de militantes destacados se uniese a su actitud de protesta. Urdieron entonces un plan al objeto de conseguir la expulsión de Primo de Rivera. Ese plan llegó a ser aceptado por varios sectores […] Cuando ya éstos se habían medio comprometido a auxiliar la protesta, enteraron a Ledesma de ello.»{37}

Naturalmente, cuando Primo de Rivera se enteró de los planes de Ansaldo exigió a los demás triunviros su expulsión. En vista de que Ruiz de Alda (recordemos, gran amigo de Ansaldo) y Ledesma eran reacios a aceptar su propuesta, José Antonio amenazó con alejarse del partido o dar un golpe de mano en la organización, proclamándose jefe único, ya que decía tener la seguridad de que toda la ancha base de militantes lo consideraba como el dirigente más cualificado.

Para Ledesma –que, una vez más, jugaba al oportunismo y a la deslealtad–, la actitud de Primo de Rivera era sectarista (es decir, expulsar al desleal era ser sectario); pero consideraba que:

«Si Ansaldo conseguía una victoria plena sobre Primo, logrando su expulsión o alejamiento, el peligro, grave e inmediato, era éste: el control de la organización por gentes de muy sospechosa fidelidad a los que hemos denominado nortes nacional-sindicalistas del Partido.»{38}

Por ello le hizo a Ruiz de Alda «ciertas proposiciones», que se cuida mucho de decir en qué consistían; ya que solo dice que: «Ese plan tendía a resolver la crisis interna de modo que, sin prescindir naturalmente de Primo de Rivera, tuviese un desenlace fecundo para el movimiento.» Según el jonsista, Ruiz de Alda, «después de pensarlo seis u ocho días, le manifestó que, aun de acuerdo con casi todas las metas finales y con casi todas las consecuencias que perseguía el plan, no colaboraría activamente en su realización.»{39} Ismael Saz aporta más datos:

«Por un informe de Cesare A. Gullino –fiduciario para España de los CAUR–, fechado en julio de 1934, pueden intuirse algunos de los puntos fundamentales de la solución de Ledesma. En tal escrito, en efecto, se afirma que, en el curso de una previsible escisión, Primo de Rivera, junto con Eliseda, serían seguidos por un 25 por 100 de los afiliados, mientras que “el movimiento típicamente español, Jonsista..., quedaría confiado a Julio Ruiz de Alda, Ramiro Ledesma y Juan Antonio Ansaldo”.»{40}

Ansaldo escribe que una mañana recibió la notificación de expulsión de Falange, que «iba firmada por José Antonio y Ruiz de Alda y posiblemente por Ledesma Ramos, aunque no recuerda con seguridad este detalle.» Al pedirle explicaciones a Ruiz de Alda, este le contestó:

«Creí que no lo haría nunca José Antonio, como yo se lo había pedido; pero vista su decisión de exigir nuestras firmas o si no disolver el Triunvirato y probablemente el partido, no he tenido más remedio que inclinarme. No le des demasiado (sic) importancia; y aunque puedes comprender mi disgusto al tener que participar en esta medida contra mi mejor amigo, espero que dentro de uno días, pasado el primer arrechucho, todo se arreglará.»{41}

Ansaldo, «caballero de la lealtad»,{42} nos dice que «reaccionó externamente con un oficio dirigido a José Antonio, lindando los límites de la cuestión personal, y provisionalmente satisfecho partió ¡otra vez!, hacia San Juan de Luz», a seguir conspirando contra la República,{43} cuando sus múltiples actividades deportivas (playa, golf, moto y avión) le daban un respiro para ello. Ansaldo, a pesar de que decía que el sector combativo estaba con él, solo consiguió arrastrar a unos pocos militares monárquicos, entre ellos al jefe de las milicias falangistas, Luis Arredondo Acuña (sus hijos, Pablo y Diego, permanecieron en FE).

Que el móvil de los conspiradores era convertir el partido en el brazo armado de la reacción monárquica no admite discusión. José Antonio, el 29 de julio de 1934, escribe una a carta a su pariente Sancho Dávila en la que le dice:

«La cuestión económica sigue pasando por instantes de extrema gravedad. Precisamente el intento de conspiración venía apoyado desde fuera por los dueños del dinero, quienes a toda costa se proponen hacer a nuestro movimiento una simple milicia a sus órdenes. Por eso la conspiración, fuera y dentro de la Falange, iba dirigida contra mí, a quien suponen, para mi honor, el más irreductible guardián del espíritu de la Falange.» (OC, I, 647).

Pero, la penuria económica de FE era tan considerable que, al firmarse el mes siguiente el Pacto con Antonio Goicoechea (al que más adelante nos referiremos), Primo de Rivera aceptó readmitir al desleal Ansaldo como jefe de nacional de Milicias, con plenos poderes. Así lo cuenta Ansaldo, que escribe en tercera persona (ya que el libro, que se subtitula Memorias de un “caniche”, se pretende escrito por su perro Tarín):

«José Antonio estaba dispuesto a recibirlo públicamente con todos los honores, en el domicilio de Falange, y en breves palabras, ante los jefes reunidos, tratar de borrar por completo el recuerdo de la querella pasada, transmitiéndole el poder directivo de la organización combatiente de Falange.»{44}

Ansaldo, después de meditarlo intensamente y de consultar con los dirigentes monárquicos Goicoechea y Jorge Vigón y con el futuro ministro de Industria de Franco, Demetrio Carceller,{45} rechazó aceptar el cargo que le ofrecía Primo de Rivera. Ansaldo añade que durante «Años y años recordó aquellas horas, preguntándose si había adoptado o no –con su negativa–, la mejor resolución. Interrogación que quedará eternamente incontestada […]». Pero no explica los motivos por los cuales decidió no aceptar el cargo, ni qué le aconsejaron sus amistades. El aviador pasó a dirigir las milicias del Bloque Nacional, las Guerrillas de España, que tenían por uniforme una camisa gris y un gorro legionario y por emblema la cruz de san Fernando.

 
3. El Acuerdo con Antonio Goicoechea (agosto de 1934)

A finales de julio de 1934, ya habían comenzado los trabajos para la creación de la Central Obrera Nacional Sindicalista (CONS). Para poner en marcha los sindicatos, el partido necesitaba financiación, ya que sus arcas estaban exhaustas, según la carta a Sancho Dávila antes transcrita. Primo de Rivera necesitaba que los monárquicos, como habían hecho en los inicios de FE, aportasen nuevamente ayuda económica a la organización. Para ello acudió a su amigo Antonio Goicoechea, antiguo maurista y primorriverista, que ahora dirigía Renovación Española. Pero claro, después de los últimos acontecimientos (radicalización creciente de José Antonio, la inadmisión de Calvo Sotelo y la expulsión de Ansaldo), Renovación Española puso condiciones más estrictas que en el Pacto del año anterior, conocido como Pacto de El Escorial.

El documento que se conserva en el archivo de la Fundación Universitaria Española (PSR: 40.8){46} está datado el 20 de agosto de 1934. Nadie hasta ahora (con la sola excepción, en el 2007, del recopilador de las OC, Rafael Ibáñez) se ha referido a que el documento es una copia sin firmar ni rubricar. Aunque este documento carece de valor jurídico, creemos por lo que diremos más adelante, que los dos ejemplares originales debieron ir correctamente formalizados. Ahora bien, no tenemos ninguna garantía que la copia (no fotocopia) sin firmar sea una copia exacta del original. Es decir, su contenido puede haber sido alterado. Lo cual hace que se su valor depende del crédito que le quiera dar cada uno a Pedro Sainz Rodríguez. En este sentido, es interesante lo que cuenta dicho catedrático en sus memorias con relación a un acuerdo con la Italia fascista para ayudar, incluso prestando apoyo militar, en caso de un alzamiento contra la República. El documento por parte española lo tenían que firmar Goicoechea, Calvo Sotelo y Rodezno (este en representación de los carlistas). Sainz se fue al Congreso a recabar las firmas: a Rodezno lo encontró en la entrada y firmó; Calvo Sotelo firmó en una salita del Congreso, y lo mismo hizo Goicoechea, «que estaba en su escaño, en el salón de sesiones, con todas las luces encendidas y ante más de doscientas o trescientas personas.»{47} Según Ángel Viñas:

«De ser cierto, y nunca se ha encontrado este documento, habría sido, obviamente, después del 1 de julio [de 1936] […] Algunos confunden este supuesto acuerdo con el de 1934, al que Sainz Rodríguez evidentemente no se refería. En general, son pocos los que creen el relato del probo catedrático […] Naturalmente, caso de ser cierto, se trataría de un episodio algo más que escandaloso. […] Con todo, nosotros damos cierta credibilidad, siempre matizada, a lo que escribió en sus memorias […]»{48}

Vemos, por tanto, que Sainz Rodríguez no goza, precisamente, de mucha credibilidad. O bien, los documentos no aparecen, o bien, no están firmados. Pero, como se trata «de un episodio algo más que escandaloso», el catedrático de Economía le da «cierta credibilidad» al acuerdo firmado con los italianos. Cuando él sabe (o debería saber) que, en julio de 1936, Goicoechea no era diputado. Por tanto, lo que cuenta Sainz no es cierto o bien el documento se firmó antes de 1936. En 1981, Sáinz publicó la correspondencia entre el Rey y Franco, y ya cometió tergiversaciones que detectó el historiador Ricardo de la Cierva en su libro Franco y Don Juan, los reyes sin corona. También Vegas Latapie{49} y el historiador Pedro Carlos González Cuevas consideran al catedrático de Literatura Española como un autor poco fiable.

Volvamos al documento de agosto de 1934. Las partes que intervienen son «el Excmo. Sr. Dn. Antonio Goicoechea, Jefe de los monárquicos españoles» (¡ojo!, no dice jefe de Renovación Española), «y el Excmo. Sr. Dn. José Antonio Primo de Rivera, marqués de Estella como Presidente de la dirección de Falange Española de las JONS.» Esto último puede ser discutible, pues el Triunvirato Ejecutivo Central de FE de las JONS no quedó en suspenso hasta el 28 de agosto. Quizás quiere referirse a que José Antonio actuaba como presidente de la Junta de Mando (integrada, además, por Ledesma, Ruiz de Alda, Onésimo Redondo y Sánchez Mazas, y actuando de secretario, Raimundo Fernández-Cuesta). Seguidamente y dada la importancia del documento, transcribimos los acuerdos de que consta el pacto:

«1º. Las bases políticas denominadas “Los diez puntos del Escorial”, redactadas en su día por miembros de estas dos organizaciones políticas, representan fielmente la orientación doctrinal para una reforma del Estado Español, y en tal concepto las aceptan plenamente los firmantes y se reproduce el texto de estos diez puntos en el anexo que acompaña este acuerdo.

2º Como consecuencia lógica de esta orientación el Excmo. Sr. D. Antonio Goicoechea declara que su concepción de la futura restauración coincide, en sus anhelos de una justicia social más perfecta, con la propaganda realizada hasta ahora por Falange Española de las JONS y concibe la monarquía como un régimen nacional y popular, no de clase, bajo cuyo imperio pueda la clase obrera obtener todas las ventajas compatibles con el interés supremo de la economía nacional. Aspira a que los obreros se incorporen a la colaboración en el desarrollo histórico de la nación, devolviéndoles las dos capacidades humanas más elevadas, que le han sido arrebatadas por el sectarismo marxista; la de ser patriotas y la de ser religiosos.

3º “Falange Española de las JONS” no atacará en sus propagandas orales o escritas, ni al partido Renovación Española, ni a la doctrina monárquica, comprometiéndose a no crear deliberadamente con su actuación ningún obstáculo a la realización del programa de dicho partido.

4º El Excmo. Sr. D. Antonio Goicoechea, en la medida posible dentro de los fondos que a estos fines administre, ayudará económicamente a “Falange Española de las JONS”, ayuda que aplicará ésta a cubrir sus necesidades, con arreglo a la siguiente norma: en tanto que este auxilio no rebase la cantidad de DIEZ MIL PESETAS MENSUALES, queda en libertad para realizar su distribución en la forma que estime conveniente, pero si excediera de aquella cifra, “Falange Española de las JONS” se compromete a que de la cantidad excedente el 45% se aplique a los gastos de organización de las milicias, otro 45% a los de organización sindical obrera antimarxista, quedando el 10% restante a la libre disposición del mando de la organización.

5º Para la más eficaz cooperación en las actuaciones comunes que en cada caso, libremente, acuerden los directivos de “Falange Española de las JONS” y el Excmo. Sr. D. Antonio Goicoechea, y con el fin concreto y fijo de comprobar el incremento que Falange Española de las JONS, pueda alcanzar merced a estas ayudas, se designa un elemento técnico que actuará en contacto permanente con el mando de “Falange Española de las JONS”, principalmente en su aspecto militar y de choque.

6º El Excmo. Sr. D. Antonio Goicoechea presta este concurso a “Falange Española de las JONS” por creer que realiza una obra patriótica cooperando al crecimiento de una fuerza política de índole nacional que por sus características combativas puede llegar a suplir, frente al poderío y violencia marxistas, las funciones del Estado, hoy vergonzosamente abandonadas por el Estado republicano. Por esto desea el máximo incremento de las milicias de combate que, con su carácter público y de cooperación colectiva, pueden levantar la tónica espiritual del país. Como lógica consecuencia no comparte ninguna responsabilidad moral en acciones violentas de otro tipo que pudieran realizar afiliados a “Falange Española de las JONS”.

7º Con el fin de que la inteligencia que refleja este pacto se consolide y aumente a ser posible, aconsejándose e informándose mutuamente ambas partes de lo que respecta a cada una de sus actividades políticas, el Excmo. Sr. D. Antonio Goicoechea podrá designar un agente de enlace grato a “Falange Española de las JONS” que cuidará de intensificar estas relaciones a los fines antes dichos y para bien de la política de carácter nacional en España.»

Resumiendo, este Acuerdo convertía a FE en una entidad subordinada a Goicoechea, sin que además este compartiese ningún tipo (ni tan solo moral) de responsabilidad por las acciones violentas de los falangistas. Si bien es cierto que dejaba al arbitrio de FE la elección de los objetivos y actos violentos, no dejaba de ser una gran hipocresía pagar para que las milicias, supliendo la violencia estatal, combatieran el poderío y violencia marxistas y pretender no tener ninguna responsabilidad moral por su ejecución.

Del documento nos llama la atención que no se trata de un acuerdo entre Renovación Española (el partido alfonsino) y FE de las JONS –como siempre se dice– sino entre esta última y Antonio Goicoechea, ya que este no actúa en representación de ninguna persona jurídica. En todo el documento sólo se menciona en una ocasión a Renovación Española y es cuando se dice que FE de las JONS «no atacará en sus propagandas orales y escritas, ni al partido Renovación Española, ni a la doctrina monárquica.» Es muy raro que un abogado de prestigio como Primo de Rivera firmase un documento que solo comprometía a FE y que, además, podía ser muy perjudicial para su partido si se hacía público.

El texto del Acuerdo, sin duda, fue redactado por Goicoechea. Es significativo que mencione el marquesado de Estella, cosa que José Antonio, como líder de FE, no hizo nunca. Este, en nuestra opinión, no opuso ningún reparo ni realizó ninguna observación porque era un documento (suponiendo que sea copia exacta del original) suscrito entre dos amigos{50} para dar solución puntual a una situación económica muy delicada para Falange, tan delicada que este estaba dispuesto a readmitir a Ansaldo y a nombrarlo jefe de Milicias (según cuenta Ansaldo).

El hecho de que no figure Renovación Española, se puede deber a uno de estos dos motivos: 1) Que la finalidad del documento sería simplemente aparentar que FE tenía financiación para poder llevar a cabo las actividades sindicales que se pretendían iniciar. Es decir, que era un falso documento dirigido a engañar a un tercero. 2) Que Pedro Sainz, al hacer la copia, eliminase que Antonio Goicoechea actuaba en representación de Renovación Española para quitar cualquier responsabilidad a su partido. Atendido que el documento se publicó muchos años después de su formalización, nos inclinamos por la primera posibilidad.

Todo indica que el apoyo que prestó Ledesma a Primo de Rivera, en la expulsión de Ansaldo, tenía como contrapartida la constitución de los sindicatos falangistas. Es curioso que en el número 11 de la revista JONS (11-VIII-1934), Ramiro escriba:

«El semanario del Partido, “FE”, publicó en su número del día 19 de julio una nota bajo el título de “Consigna”, que ha originado una justa y explicable expectación en amplios sectores de la Falange. […] nos importa mucho destacar la actitud clara, terminante y fidelísima de Ramiro Ledesma Ramos. […] El Triunviro nacional Ramiro Ledesma Ramos sigue y permanece en el alto organismo, en normal colaboración dirigente con sus otros camaradas de Triunvirato.»

En ese mismo número de JONS, Ledesma da cuenta de que «el Triunvirato Nacional del Partido ha creado una Secretaría sindical, al frente de la cual estará Álvarez de Sotomayor{51} , que orientará sus primeros trabajos hacia la constitución de Sindicatos de industria.» Creemos, aunque no lo podamos afirmar por ausencia de documentación al respecto, que la decisión de crear la CONS fue idea de Ledesma Ramos y de Álvarez de Sotomayor, para tener su propia parcela de poder autónoma dentro del movimiento nacionalsindicalista. Si nuestra hipótesis está en lo cierto, José Antonio necesitaba el dinero para crear la CONS{52} o, por lo menos, poder aparentar que había financiación para ello. Sin duda, Ramiro presionaba en este sentido. Existe una carta, que creo ha pasado desapercibida a los historiadores, del líder jonsista dirigida a su camarada Montero Díaz (de fecha 23 de agosto de 1934), en la que le dice: «En estos días, en estas horas, hay planteada, en el seno del Partido un espinosísimo conflicto entre José Antonio y yo. Que se resolverá con su eliminación del Partido, o con la escisión jonsista con los viejos elementos y muchos otros.»{53}

El conflicto no parece que sea ideológico, sino entre Ramiro y José Antonio. Cinco días después, el 28 de agosto, coincidiendo con los inicios de la CONS,{54} el Triunvirato quedó en suspenso delegando sus atribuciones en Primo de Rivera. Es de suponer que el conflicto entre los dos triunviros ya se había resuelto. El documento firmado con Goicoechea habría cumplido su finalidad. En cualquier caso, el Acuerdo se convirtió, en muy poco tiempo, en papel mojado, lo cual parece acreditar nuestra interpretación de que se trataba de resolver un problema puntual: el enfrentamiento entre los dos triunviros. Goicoechea (o los monárquicos) desembolsaría muy poco dinero, si es que llegó a pagar cantidad alguna. Así, el 12 de septiembre, en La Nación apareció «Un llamamiento apremiante de FE de las JONS», en el cual se dice:

«Falange Española de las JONS en el trance, ni piensa desviarse en lo más mínimo de su sentido nacional-sindicalista auténtico y enérgico ni piensa renunciar, con medios o sin medios, a seguir su tarea, que juzga decisiva para España. […]

Por eso Falange Española de las JONS, sin embozo, lanza un llamamiento a todas partes para que, con la máxima urgencia, cuantos no consideren inútil su esfuerzo, participen en él con un auxilio pecuniario. Grandes o pequeños, todos los donativos serán recibidos con gratitud. Lo que se encarece es la prontitud de los envíos, ya que las circunstancias apremian implacablemente.

En cuanto a los militantes, todos los de España, sin excepción, aun aquellos a quienes cueste un sacrificio que la Falange impone, enviarán directamente a Madrid, antes del 20 de este mes, una cuota que ellos mismos marcarán, entre una y veinticinco pesetas, con arreglo a sus medios de fortuna. […]» (OC, I, 689)

Este «llamamiento» parece evidenciar que FE no había recibido ninguna cantidad, por lo menos importante, ni de Goicoechea ni de los monárquicos. Según Vegas Latapie:

«Como pasara el tiempo y Goicoechea no entregase las cantidades a que se había comprometido, José Antonio reclamó el documento a comienzos del año siguiente. Jorge Vigón, secretario del nuevo Bloque Nacional, sabiendo que yo tenía una máquina fotográfica Voigtlander, tan buena como complicada de manejar, me entregó el original para que lo fotografiase antes de devolvérselo a Primo de Rivera. Ayudado por Javier Vela, después de asegurar con cuatro chinchetas el papel a un tablero, realicé las fotografías en el mirador de la casa. El resultado fue pésimo; todas las pruebas salieron mal.

Cuando devolví el escrito a Jorge, al ver los taladros que tenía en cada esquina, opinó que era imposible devolverlo en esas condiciones. Por algún intermediario supimos que la demora irritó bastante al Jefe de la Falange y que llegó incluso a lanzar amenazas de represalia contra Pedro Sáinz, al que responsabilizaba de la no recuperación del escrito. Y ello le permitió al propio Sainz Rodríguez ironizar sobre una supuesta disposición testamentaria que pensaba dictar, para el caso de que llegara a producirse algún atentado contra él, no se culpara a nadie de su muerte, ya que ésta se habría producido por la sorpresa de ver cometer a los falangistas un acto violento. [La cursiva es nuestra].

Vigón conservó el documento en la mesa de la Secretaría del Bloque Nacional, de donde desapareció al asaltar los marxistas aquel local después del 18 de julio de 1936. Sería destruido, con otros muchos papeles, sin darse nadie cuenta de que hubiera podido servirles en su propaganda para demostrar un indudable pacto monárquico-falangista.»{55}

Es muy curioso que Vegas se refiera a que Goicoechea no había entregado las cantidades comprometidas, no dice que fuera Renovación Española como sería lo lógico. Todo parece indicar que estaría enterado de la finalidad real del documento, como sería lógico. De otra parte, ni él ni Pedro Sainz no explican los motivos por los cuales no se entregó el dinero pactado. Veamos como lo cuenta Ansaldo:

«Existe un curioso documento, del que se obtuvieron algunas fotocopias, en el cual José Antonio se comprometía solemnemente a seguir en la Jefatura política de la Falange las directrices que le fueron señaladas por el entonces presidente de Renovación Española, que debería entregar trescientas mil pesetas para los gastos apremiantes del partido. Lo más notable del caso es que esta cantidad –¡oh, economía de aquellos tiempos!– nunca llegó a desembolsarse.

Como es posible que esta revelación cause cierto escándalo entre los guardadores de los “puros principios revolucionarios falangistas” podemos asegurar que, aparezcan o no las fotocopias en cuestión (tal vez prudentemente ocultas) viven varias personas que las han tenido en sus manos.»{56}

De esa declaración, podemos deducir que: o bien Ansaldo no vio el documento (y, por lo tanto, habla de oídas), o bien vio otra copia diferente. Ya que no es cierto que: 1) José Antonio se comprometiera a seguir las directrices que le señalase Goicoechea. 2) En ningún lugar se habla de entregar trescientas mil pesetas. 3) No hay ninguna fotocopia del documento firmado (si la hubiese, ya habría salido a la luz). Eso sí, confirma que no se pagó cantidad alguna. Por otra parte, Ansaldo no es de fiar. Así, afirma que fue nombrado jefe de objetivos unos días antes del asesinato de Matías Montero (9 de febrero) y que, en el mes de abril, las víctimas de uno y otro lado ya podían equipararse en cantidad.{57} Cuando, según Ledesma, se afilió a fines de abril.{58} La primera víctima mortal de la Falange de la Sangre fue, como queda dicho, Juanita Rico, en el mes de junio.

Pedro Sainz Rodríguez, que era el enlace entre Goicoechea y Primo de Rivera, dice: «En todos estos pactos procedimos con verdadera lealtad y hasta cordialidad.»{59} No pagan la subvención, no entregan el documento cuando se les reclama y después de la Guerra Civil se dedican a hablar de la existencia del Acuerdo para desacreditar a FE. A eso lo llaman lealtad y cordialidad. Como prueba de esa lealtad, dice que conserva una fotocopia de la carta de José Antonio dirigida a Goicoechea (curiosamente, tiene fotocopia de una carta que no era suya; pero no tiene, no ya el original, sino una fotocopia del Acuerdo; claro que eso no lo dice). Se trata de la carta que ya hemos mencionado (esta, a diferencia de la que tiene Vegas, sí que es copia de la original). Pero esa carta solo demuestra que Goicoechea se portó como un amigo con Primo de Rivera; es decir, refuerza nuestra hipótesis. Existe una carta manuscrita de Goicoechea dirigida a Pedro Sainz, que dimos a conocer por primera vez el año 2022,{60} y que avala lo que decimos. La carta no lleva fecha, pero como lleva el membrete de «Diputado a Cortes por Cuenca», se puede suponer que fue escrita antes de 1936. Dice así:

«Querido Pedro: Verá (¿?) a V. en esta carta nuestro amigo José Antº, a quien he prometido que quedará inmediatamente en ejecución lo convenido respecto de la destrucción del famoso documento-convenio.

Hágalo V. y le quedará reconocido su buen amigo que le abraza.»{61}

Todo indica que Pedro Sáinz debió destruir el documento y que, ladinamente, sacó una copia. Es muy posible que lo que cuenta Vegas Latapie no sea más que un cuento para justificar que no haya quedado ni una simple fotocopia del «famoso» Acuerdo. Pedro Sáinz calla que su copia no esté firmada, lo cual es una falta de honradez intelectual. Tampoco no hace ninguna referencia a la historia de las fotografías de Eugenio Vegas ni menciona la anécdota sobre la «supuesta cláusula testamentaria».

Por otra parte, es curioso que los alfonsinos tan interesados en airear el pacto con FE, silencien el que ellos suscribieron, juntamente con los tradicionalistas, con los italianos el 31 de marzo de 1934. Así existe un acta que dice lo siguiente:

«Los que suscriben: el Teniente General Don Emilio Barrera, Don Rafael de Olazábal y Don Antonio Lizarza, en representación de la Comunión Tradicionalista, y Don Antonio Goicoechea, como Jefe del Partido Renovación Española, levantan la presente acta, a fin de que quede en ella registrado lo ocurrido en la entrevista que a las cuatro de la tarde de hoy, treinta y uno de marzo de mil novecientos treinta y cuatro, han celebrado con el Jefe del Gobierno Italiano, Señor Benito Mussolini, en unión del Mariscal Italo Balbo.

El Presidente […] manifestó a los reunidos lo siguiente:

1)   Que estaba dispuesto a ayudar con la asistencia y medios necesarios a los dos Partidos de oposición al Régimen vigente en España en la obra de derribarlo y sustituirlo por una Regencia que prepare la completa restauración de la Monarquía. […]

2)   Que en demostración práctica y como prueba de tales intenciones, estaba dispuesto a facilitarles inmediatamente diez mil fusiles, diez mil bombas de mano, doscientas ametralladoras y un millón quinientas mil pesetas en metálico.

3)   Que tales auxilios tenían sólo carácter inicial y serían oportunamente completados con otros mayores a medida que la tarea realizada lo justificase y las circunstancias lo hicieran necesario. […].»{62}

Según el tradicionalista Lizarza:

«Al día siguiente de la firma, 1 de abril de 1934, fueron entregadas 500.000 pesetas para gastos de preparación del Movimiento; el resto, 1.000.000 de pesetas más, serían puestas a nuestra disposición posteriormente. Aquella cantidad la trajo a España Don Rafael Olazábal, quien recibiera el millón restante.»{63}

Por lo tanto, diríase que Ansaldo miente cuando dice que los alfonsinos no tenían dinero y que por eso el Acuerdo con el líder falangista no pudo cumplirse.{64} Pero antes nos ha referido que:

«Había una razón profunda más poderosa aún, que poco a poco iba haciendo inevitable la ruptura entre la Falange de José Antonio y aquel con que soñaban mi amo [o sea, el autor] y otros elementos de procedencia e ideales similares: José Antonio no era monárquico{65} [La cursiva es del original.]

Parece más cierto, pues, que no se cumplió el Acuerdo porque, en realidad, no había más que unas declaraciones que no comprometían a nada, ya que su finalidad era otra. No hay ningún documento ni testimonio que acredite que se pagase alguna cantidad. Es cierto que Pedro Sainz dice que, «durante bastante tiempo, nos reuníamos José Antonio y yo por lo menos una vez al mes para hacer cuentas respecto de las ayudas que se podían facilitar […]». Pero es que Sainz confunde el anterior pacto de 1933, el del Escorial, con el pacto de 1934, como se puede comprobar fácilmente al leer la carta de Alfonso García de Valdecasas, que transcribe a continuación del Acuerdo de 1934 (p. 376).

En enero de 1935, en una entrevista concedida al escritor José María Salaverría, dijo José Antonio:

«Somos un partido financieramente pobre. Al principio, las gentes conservadoras nos apoyaron porque veían en Falange una fuerza que actuaba como ariete contra la situación [sic, por conjunción] republicano-socialista de tipo avanzado; pero después al ocupar el Poder la nueva conjunción derechista de la Ceda, se conoce que ya no necesitan de nosotros, y hasta nos consideran un peligro.» (El Pueblo Vasco, 9-I-1935).

Vemos que el líder falangista no oculta la financiación monárquica, «al principio». Es decir, cuando se creó el partido. En una circular de 8 de febrero de 1935, dirigida a los militantes para pedirles que se pongan al corriente en el pago de cuotas, escribe:

«No pocas personas nos favorecieron por inclinación desinteresada hacia nuestros principios; pero las más miraban en nosotros no el Movimiento impetuoso e insobornable dispuesto a depararnos una España mejor, sino la fuerza de choque de sabe Dios qué intentos, dispuesta a dar la sangre sin precio de sus mejores militantes por una miserable moneda.» (OC, I, 849).

El 5 de octubre de 1934, se declara en Asturias la huelga general revolucionaria, que dará lugar a una insurrección obrera conocida como la Revolución de Asturias. La huelga general estaba prevista para que se desarrollase en toda España; pero la CNT solo dio su apoyo en el Principado de Asturias, lo que provocó que fracasase en sus inicios en el resto del país. Al día siguiente, Lluís Companys, presidente de la Generalitat de Cataluña, dio un golpe de Estado y proclamó el Estado Catalán dentro de la República Federal Española. Diez horas después de la proclamación, el golpe había concluido al capitular Companys, dejando 43 víctimas mortales (27 entre mossos d’esquadra y milicianos civiles y 16 entre militares y fuerzas de seguridad de la República), además de un número considerable de heridos. En Asturias, la insurrección duraría hasta el 18 de octubre y costaría la vida de unas 1.400 personas (1.100 revolucionarios y 300 miembros de las fuerzas de seguridad y ejército).

Por la mañana del día 7, domingo, José Antonio, con la camisa azul recién creada por él, se reúne con Alejandro Lerroux, presidente del Consejo de Ministros, para ofrecerle el concurso de sus amigos y pedirle «armas cortas con que servir a la causa del orden, limpiando a Madrid de los pacos que asesinaban a mansalva, en los ojos le reverberaba el fuego patriótico que ardía en su corazón.»{66} Seguidamente, decide iniciar una manifestación de apoyo al Gobierno republicano, a pesar de que las manifestaciones estaban prohibidas por estar todo el país en estado de guerra. A las doce, se puso en marcha la manifestación con quinientos militantes. Estaba encabezada por Primo de Rivera, Ledesma, Ruiz de Alda y el teniente coronel Rada, recién nombrado jefe de milicias en sustitución de Arredondo que se había marchado con Ansaldo. La manifestación fue un éxito. Cuando esta llegó a la Puerta del Sol, los manifestantes ya eran unos veinte mil. José Antonio se subió a los andamios de una obra y pronunció una corta arenga, recordando que era la fecha de Lepanto en la que se derrotó al infiel, y terminó dando vivas a Lerroux y a España.{67} A los monárquicos no les gustó ni el viva a Lerroux ni que la manifestación se desarrollara bajo los pliegues de la bandera tricolor republicana,{68} que, para colmo, llevaba un directivo de FE.

El día 13 de octubre, el jefe nacional de FE de las JONS, cuando todavía no había sido sofocada la revolución, envió una circular a todos los afiliados en la que se contenían una serie de posiciones. Copiamos la segunda:

«2ª Contra «el orden». ¡Aviso! Ya se barrunta que la primera consecuencia apetecible de lo ocurrido es, para las gentes llamadas de derechas, «el restablecimiento del orden». Ninguno de nuestros militantes, pasados los momentos de lucha, participará en semejante empresa. Nosotros queremos el orden, pero «otro orden» diferente hasta la raíz. El régimen social imperante que es, por de pronto, lo que se ha salvado de la revolución, nos parece esencialmente injusto. Hemos estado contra la revolución por lo que tenía de marxista y antiespañola; pero no vamos a ocultar que en la desesperación de las masas socialistas, sindicalistas y anarquistas hay una profunda razón en que participamos del todo. […]» (OC, I, 712-713). [La cursiva es del original].

Los días 5 a 7 de octubre, coincidiendo pues con los sucesos mencionados, se celebró el Primer Consejo Nacional de FE de las JONS. En este Consejo se acordó, por 17 votos a favor y 16 en contra, disolver el Triunvirato Ejecutivo Central y, seguidamente, nombrar por aclamación a José Antonio, único candidato, jefe nacional de FE de las JONS. También se aprobaron los Estatutos de la organización, que preveían la creación de una Junta Política, como órgano consultivo del jefe nacional, compuesta por doce miembros, al frente de la cual Primo de Rivera designó a Ledesma Ramos. Encargándosele a este órgano colegiado la elaboración de la norma programática del partido, que debería substituir a los «Puntos Iniciales» de diciembre del año anterior. Esta Norma programática, que constaba de 27 puntos, se dio a conocer el día 28 de noviembre, en La Nación, y dos días después, en ABC. Cumpliendo con lo pactado con Goicoechea, no hay ninguna desautorización de la Monarquía como forma de gobierno. En realidad, no hay un pronunciamiento expreso sobre la forma de gobierno del Estado. Eso no era suficiente para los monárquicos, ya que el silencio podía considerarse como una aceptación tácita de la República; máxime cuando el jefe nacional de FE, con motivo de la Revolución de octubre, había expresado su apoyo a Lerroux y la manifestación del día 7 de octubre se había realizado con la bandera tricolor. Por otra parte, el punto 27 vedaba los pactos con otras formaciones:

«Nos afanaremos por triunfar en la lucha con sólo las fuerzas sujetas a nuestra disciplina. Pactaremos muy poco. Sólo en el empuje final por la conquista del Estado gestionará el mando las colaboraciones necesarias, siempre que esté asegurado nuestro predominio.»

Por todo ello, y aunque se había procurado enmascaran los aspectos más revolucionarios del programa nacionalsindicalista, la publicación de la Norma programática de FE fue saludada por una declaración del Partido Nacionalista Español, dirigido por el monárquico extremista Albiñana,{69} que decía:

«Estimamos los nacionalistas españoles que la F.E, de las J.O.N.S., según propia confesión, disfrazada con el nombre de “movimiento”, es un partido político de izquierdas, que como todas ellas, actúa, en menoscabo del espíritu tradicional español, inyectando en el cuerpo nacional un virus internacionalista que repugna a nuestra condición vernácula.»

No conformes con lo anterior, había una alusión directa, aunque sin mencionarlo, al jefe nacional de FE, por no declarase monárquico:

«[…] la conducta impura observada por algunos individuos, que debiendo todo lo que son a la Monarquía, desde su condición nobiliaria hasta su posición económica, la han abandonado en la hora de la desgracia, cuando creen que ya no pueden obtener de ella ningún provecho personal.»

Otro motivo de fricción tuvo lugar en ese mismo mes de noviembre, con motivo de una intentona de golpe de Estado promovida por los monárquicos, que fracasó al estar el Ejército dividido. Al principio, José Antonio, sin duda presionado por Ramiro Ledesma, y quizás también por Julio Ruiz de Alda (que era, repetimos, socio y amigo íntimo del conspirador Juan Antonio Ansaldo), pensó en participar en la conjura. Es posible que, en esas fechas, el jefe nacional de FE, como se ha especulado, redactase una «Carta a un militar español»{70} ; pero, si fue así, el documento ya no llegó a distribuirse.{71} El motivo sería porque se dio cuenta de que el movimiento subversivo estaba controlado por los monárquicos de Renovación Española. Entonces escribió, el 17 de noviembre, una misiva al general Sanjurjo:

«Le decía que el nuevo intento sólo va a nutrirse, implicando una nueva fragmentación, con gente de la derecha. Y mientas no salgamos de ahí no haremos nada. Los países en que se ha hecho la verdadera revolución nacional la han visto hecha por gentes nada derechistas; por gentes conquistadas al socialismo, al sindicalismo, al anarquismo, gracias a la fuerza inmensa de lo patriótico. No uniendo lo patriótico a lo popular, es decir conservando el patriotismo como una especie de patrimonio de los acomodados, no haremos nada. Por eso yo, con el modesto esfuerzo del que, sin duda, tiene usted noticia, me afano por penetrar entre los obreros y estudiantes revolucionarios. Si a estos se les gana para la causa de España, ofreciéndoles de veras todo lo que hay que darles y renunciando de veras a imponerles cosas que les son antipáticas, España puede alcanzar grandes días. Todo lo demás es perder el tiempo.

Si esta aspiración a nacionalizar las cosas revolucionarias y populares estuviera ya adelantada el nombre de usted podría ponerse a la cabeza sin temor a interpretaciones torcidas. Pero aún estamos muy lejos de la madurez de tal propósito. […]» (OC, I, 785-786).

 
4. La ruptura con los alfonsinos

Hemos dicho que Calvo Sotelo cuando regreso del exilio no fue admitido en FE. Entonces Sáinz Rodríguez, para no desplazar a Antonio Goicoechea de la jefatura de Renovación Española, ideó para Calvo el Bloque Nacional. Una unión de monárquicos reaccionarios (tradicionalistas, alfonsinos y albiñanistas); pero conservando cada grupo su propia identidad, organización y siglas. Había nacido más como una especie de federación de partidos que como una coalición electoral, como había sido su antecesora, la TYRE (Tradicionalistas y Renovación Española). La estructura dirigente estaba constituida por Calvo, como presidente, y con Víctor Pradera, Pedro Sainz y José María Albiñana, como representantes de las entidades adheridas. El día 8 de diciembre de 1934, apareció el manifiesto del Bloque Nacional –cuya publicación fue en gran parte censurada por el Gobierno, así como el nombre de los signatarios–, donde se hacían declaraciones genéricas de justicia social. Según Calvo Sotelo se trataba de «Un programa realista, inmediato. En lo económico, izquierdismo; en lo político, derechismo.»{72} José Antonio publicó una irónica nota de prensa en la cual quería hacer constar que:

«Sin mengua de todas las consideraciones afectivas que le unen al señor Calvo Sotelo como eminente colaborador de su padre, que Falange Española de las JONS no piensa fundirse con ningún otro partido de los existentes ni de los que se preparen, por entender que la tarea de infundir el sentido nacional en las masas más numerosas y enérgicas del país exige precisamente el ritmo y el estilo de la Falange Española de las JONS. Ésta, sin embargo, bien lejos como está de ser un partido de derechas, se felicita de que los grupos conservadores tiendan a nutrir sus programas de contenido nacional en lugar de caracterizarse, como era frecuente hasta ahora, por el propósito de defender intereses de clase.» (OC, I, 800)

Ocho días antes, o sea el mismo día de la publicación de la Norma programática de FE, apareció en el diario ABC una nota con título de: «El marqués de la Eliseda se aparta de Falange Española»:

«Francisco Moreno y de Herrera, marqués de la Eliseda, miembro del Consejo Nacional de Falange Española de las JONS, ha visto con gravísima pesadumbre que en el nuevo programa doctrinal aprobado por la Junta Política, y publicado por el jefe, el movimiento nacionalsindicalista adopta una actitud laica ante el hecho religioso, y de subordinación de los intereses de la Iglesia a los del Estado.

Con ser esto, a juicio del que suscribe, una posición doctrinal insostenible, llega al colmo su tristeza cuando ve que el espíritu que informe el artículo 25 del programa es francamente herético y recuerda que por motivos semejantes fue condenado el movimiento Action Française.

Por todo ello, el que suscribe, con pena hondísima, pero cumpliendo su deber católico, se ve obligado a apartarse del movimiento Falange Española de las JONS.»

El punto 25 de la Norma programática decía así:

«Nuestro movimiento incorpora el sentido católico –de gloriosa tradición y predominante en España– a la reconstrucción nacional.

La Iglesia y el Estado concordarán sus facultades respectivas, sin que se admita intromisión o actividad alguna que menoscabe la dignidad del Estado o la integridad nacional.»

Francisco Moreno y Herrera (1909-1978), marqués consorte de la Eliseda y, posteriormente, conde de los Andes, licenciado en derecho (Universidad de Granada) y en económicas y políticas (Universidad de Oxford), fue directivo de la Juventud Monárquica Independiente (que dirigía Vegas Latapie) y colaborador de Acción Española. Junto a su padre y Ansaldo intervino en el intento de golpe de Estado de 1932, «la Sanjurjada». Como amigo de José Antonio, participó en la fundación de FE y se encargó de la administración de los escasos medios económicos de la Falange. En las elecciones generales de noviembre de 1933, salió elegido diputado (el diputado más joven del Congreso), como independiente, en las candidaturas de derechas, al igual que Primo de Rivera. En el semanario FE hacía los editoriales económico-sociales, siempre desde una óptica corporativista (no en balde, en 1933, había traducido y prologado El estado corporativo de H.E. Goad). En agosto de 1938, fue nombrado gobernador civil de Santander y más tarde miembro del Consejo Nacional del Movimiento. Pero lo importante, a nuestros efectos, es resaltar que era el «depositario del dinero que su padre –el conde de los Andes– le había entregado para apoyar las conspiraciones y actividades monárquicas».{73}

«Paquito», como le llamaba el jefe nacional de FE, muchos años más tarde escribirá que:

«Mi entrega personal a la Falange fue total. […] A partir de la fusión con las JONS mi preocupación por la falta de presencia de pensamiento católico en las propagandas fue en aumento. Ramiro Ledesma Ramos a quien luego expulsó José Antonio de Falange, no era creyente. […] Me aparté de la Falange con honda y sincera tristeza que reflejó mi nota. No me cabía otra alternativa que ingresar en la minoría parlamentaria de Renovación Española. Mucho más tarde acepté un puesto en la directiva. No con ilusión, porque Renovación carecía del aire nuevo y vigoroso que tenía Falange. Cuando Calvo Sotelo lanzó el manifiesto del Bloque Nacional, lo firmé con más entusiasmo que la aceptación de un puesto directivo nominal en Renovación Española.»{74}

Esta aflicción por dejar FE no parece muy sincera. En 1935, o sea, unos meses después de abandonar el partido, publicó el libro Fascismo, Catolicismo, Monarquía sin una sola referencia a la Falange o a Primo de Rivera y con muchos elogios a Mussolini. Decir que dejaba el partido porque en su Norma programática no se decía, expresamente, que el catolicismo es la verdadera religión, nos parece una excusa de mal pagador o la de un católico integrista. No fue el punto 25 lo que motivó la desafección del joven marqués consorte, sino la negativa del líder falangista a integrarse en el Bloque Nacional.

Es obvio que la deserción, al hacerse con publicidad, buscaba dañar a al movimiento y a su jefe nacional, en el sentido de negar que FE fuese un partido católico. En aquella época, y especialmente en determinados sectores de la población, esa era una grave acusación. Pero el perjuicio mayor que ocasionó al partido, sin duda, fue el económico. Francisco Moreno, además de las aportaciones dinerarias extraordinarias (era persona pudiente) que hacía al partido, era el que pagaba el alquiler de la sede de Falange, un chalé de tres plantas en la calle Marqués de Riscal de Madrid, ya que el contrato de arrendamiento estaba a su nombre. José Antonio, que conocía perfectamente los motivos reales por los cuales «Paquito» dejaba a sus camaradas en una grave situación económica, contestó con una nota llena de fina ironía:

«El marqués de la Eliseda buscaba hace tiempo pretexto para apartarse de Falange Española de las JONS, cuyos rigores compartió bien poco. No ha querido hacerlo sin dejar tras de sí, como despedida, una ruidosa declaración que se pudiera suponer guiada por el propósito de sobresaltar la conciencia religiosa de innumerables católicos alistados en la Falange.

Estos, sin embargo, son inteligentes de sobra para saber: primero, que la declaración sobre el problema religioso contenido en el punto 25 del programa de Falange Española de las JONS coincide exactamente con la manera de entender el problema que tuvieron nuestros más preclaros y católicos reyes; y segundo, que la Iglesia tiene sus doctores para calificar el acierto de cada cual en materia religiosa; pero que, desde luego, entre esos doctores no figura hasta ahora el marqués de la Eliseda.»

A José Antonio le dolió el comportamiento de su examigo. Se mudó de escaño para no tener que sentarse a su lado en el Congreso de los Diputados. A pesar de la importancia de la defección –tanto por los aspectos políticos (creación del Bloque Nacional), como por el aspecto económico, así como por el motivo religioso alegado–, Ramiro Ledesma, tan anticlerical y tan dado a ciertos comentarios críticos, despacha el tema en apenas dos líneas. Así escribe:

«Algunos sectores, procedentes de la derecha, fueron dándose de baja día a día, para ingresar en el Bloque Nacional, entidad reaccionaria que creó por entonces Calvo Sotelo. Al frente de ellos, Eliseda, el único diputado que con Primo mantenía en el Parlamento filiación fascista.»{75}

Con Eliseda se marchó el teniente coronel Rada, que se incorporó al tradicionalismo como Inspector Nacional de Requetés. La mayoría de los falangistas, que se habían afiliado al inicio del movimiento, militantes de clara ideología derechista, buscaban acomodo en otras organizaciones más afines a su ideario. Dos meses más tarde, sería el turno del sector izquierdista: Ledesma, Sotomayor y otros.

La situación económica de FE, como consecuencia de la ruptura con los alfonsinos, era desastrosa.  En esas condiciones, a finales de diciembre de 1934, se reunió la Junta Política de FE de las JONS:

«En el salón hacía un frío enorme, pues el gran edificio de la calle del Marqués de Riscal, 16, lleva varias semanas sin calefacción. Apenas iniciada la Junta, se hizo de noche, y hubo que encender dos velas, porque también aquella aristocrática mansión se encontraba sin luz eléctrica cortada días antes por falta de pago a la Compañía. […] Primo reconoció en esa reunión que la situación del Partido era angustiosa, que había entrado en un bache de gran profundidad y peligro»{76}

Con esa situación tan calamitosa, Ramiro Ledesma vio que el proyecto sindical de la CONS estaba condenado al fracaso y consideró llegado el momento de romper con José Antonio. A mediados de enero, él y Sotomayor comunicaron a la prensa que las JONS se apartaban de la disciplina de Falange. Su idea era crear el Partido Español Nacional Sindicalista. Los alfonsinos, para castigar a Primo de Rivera, le subvencionaron a Ramiro un semanario, La Patria Libre, donde se pueden encontrar alabanzas a los dirigentes de la derecha y, sobre todo, ataques e insidias contra el líder falangista.{77}

La pérdida de las aportaciones económicas que realizaban los alfonsinos deja a FE en una posición de gran indigencia. La circunstancia es tan dramática{78} que hará que José Antonio se replantee tender una mano al Bloque Nacional. Ruiz de Alda lo disuade con el argumento de que, debido a su situación de extrema penuria, no conseguirá ningún buen acuerdo; para ello era necesario, previamente, reforzarse para negociar un buen pacto.{79}

Falto de recursos propios (muchos militantes eran estudiantes menores de veintiún años), Primo de Rivera se entrevistó, en el mes de mayo de 1935, con Mussolini y consiguió una subvención de 50.000 liras mensuales (unas 30.000 pesetas de la época), que en enero serían reducidas a la mitad y que José Antonio ya no llegaría a percibir debido a su detención.

El 19 de mayo, José Antonio pronunció el «Discurso sobre la Revolución Española», ante diez mil asistentes que llenaban completamente el local (un antiguo frontón, de los más grandes de España) e incluso dependencias exteriores. Seguramente, la parte más conocida de ese discurso es su referencia a la Monarquía: «El 14 de abril de 1931 –hay que reconocerlo, en verdad– no fue derribada la Monarquía española: cayó la Monarquía española.» Esta frase: «cayó la Monarquía española» fue censurada de sus Obras Completas y no aparecería hasta la última edición de 2007 (para que luego algunos dinásticos digan que Franco no era monárquico). Más adelante dirá:

«Pues bien: nosotros –ya me habéis oído desde el principio–, nosotros entendemos, sin sombra de irreverencia, sin sombra de rencor, sin sombra de antipatía, muchos incluso con mil motivos sentimentales de afecto, nosotros entendemos que la Monarquía española cumplió su ciclo, se quedó sin sustancia y se desprendió como cáscara muerta, el 14 de abril de 1931. Nosotros hacemos constar su caída con toda la emoción que merece y tenemos sumo respeto para los partidos monárquicos que, creyéndola aún con capacidad de futuro, lanzan a las gentes a su reconquista; pero nosotros, aunque nos pese, aunque se alcen dentro de algunos reservas sentimentales o nostalgias respetables, no podemos lanzar el ímpetu fresco de la juventud que nos sigue para el recobro de una institución que reputamos gloriosamente fenecida.» (OC, II, 1001)

Tampoco falta una referencia a sus amigos monárquicos:

«a los contrarrevolucionarios, porque esperaron al principio que nosotros viniéramos a ser la avanzada de sus intereses en riesgo, y entonces se ofrecían a protegernos y asistirnos y hasta a darnos alguna moneda y ahora se vuelven locos de desesperación al ver que lo que creían la vanguardia se ha convertido en el Ejército entero independiente.» (OC, II, 1003).

El joven marqués de Estela, que solo cinco años atrás recorría la península pronunciando discursos como vicesecretario de la Unión Monárquica Nacional, reconocía que la Monarquía era una institución anacrónica. Él sabía que defendiendo el régimen monárquico no conseguiría la adhesión de la juventud ni tampoco la nacionalización del proletariado. Como patriota, debía anteponer el interés de España a sus sentimientos monárquicos.{80} Con ese discurso, José Antonio había roto, definitivamente, los puentes con la extrema derecha. Ya no podía haber vuelta atrás.

Ni que decir tiene, que las palabras del líder falangista sentaron muy mal en determinados ambientes de la derecha. Así el diario La Nación (del cual José Antonio era accionista importante, y que había nacido como portavoz oficioso de la Dictadura del general Primo de Rivera) publicaría: «el batallador Jefe de Falange Española defendía con ardimiento en 1930, próxima la proclamación de la República, la supervivencia de la Monarquía en los actos resonantes de la Unión Monárquica». Como eso no era cierto, el joven Primo de Rivera contestó mediante una carta al director, Manuel Delgado Barreto (el mismo que dos años antes había lanzado el abortado diario El Fascio), que no fue publicada. La carta decía así:

«Otro cualquiera podría echarme en cara mi paso efímero y sacrificado por aquella errónea tentativa de la Unión Monárquica Nacional fundada por ex ministros de la Dictadura; pero… ¿usted? ¿Usted, confidente de tantas intimidades espirituales de mi padre y mías? ¿Usted, que sabe hasta qué punto fui ajeno al bautismo y al programa de aquella tentativa, a la que me uní –¡Dios y usted saben con cuánto esfuerzo interior!– para defender la obra de mi padre y de sus colaboradores, atacada entonces despiadadamente? Repase usted las reseñas publicadas en La Nación misma de los actos celebrados por la Unión Monárquica y a ver si encuentra un solo párrafo pronunciado por mí –ardiente o tibio– que denuncia contradicción con mi actitud de ahora. Me duele que quede este recuerdo de una amistad larga. No le envidio en su situación de ahora, pero tampoco le guardo rencor.» (OC, II, 1016).

La consecuencia más grande que tuvo la radicalización, de José Antonio, es que fue vetado para formar parte de la candidatura antirrevolucionaria en las elecciones de 1936. Ello motivó que, al no obtener acta de diputado, perdiera la inmunidad parlamentaria. La versión que dio el muñidor de las candidaturas, Gil Robles, es que, en la primera entrevista con José Antonio (el 14 de enero de 1936), «le ofrecí tres actas de las que consideraba seguras, y otras tres que podían estimarse como dudosas.»{81} El falangista habría aceptado, pero al día siguiente, según el líder de la CEDA, la oferta fue rechazada por los directivos de Falange por considerarla insuficiente (estos, que eran unos inexpertos en lides electorales, creyeron que estaban en un regateo). Pero hubo una última entrevista (el 7 de febrero), en la que José Antonio, que sabía que si iban en solitario no sacarían ningún diputado (sistema mayoritario en el que, además, solo podían votar los mayores de 23 años), le planteó «la posibilidad de obtener algún acta en aquellas circunscripciones en las que pudiera llegarse a un acuerdo. De nuevo sus amigos malograrían este propósito.» Ahora bien, no dice Gil Robles cuántas actas le ofreció en esa última entrevista. Según el jefe del sindicato falangista de estudiantes (SEU), miembro de la Junta Política y que durante el final de la campaña electoral actuó de secretario general de FE, Alejandro Salazar: «Yo creo que José Antonio se ha arrepentido de sus gestiones. Han sido extensas pero infructíferas. Gil Robles le concedía 1 puesto, a lo sumo 2, él pedía 3 o 4 y no ha sido posible, por fortuna, el arreglo.»{82}

Quizás, los alfonsinos presionaron a Gil Robles en la rebaja de actas. En este sentido, el testimonio de Areilza puede ser clarificador cuando dice que las organizaciones de la derecha (sin especificar, lo cual incluye a sus amigos monárquicos).

«acabaron aislándolo casi del todo y que culminaron en el lamentable y bochornoso boicot de febrero de 1936, en el que no se quiso encontrar un hueco para dar albergue a su nombre en toda la geografía electoral hispana y protegerlo con la inmunidad parlamentaria de la inevitable persecución hasta la muerte, que se produciría en el caso de victoria del Frente Popular.»{83}

Tenemos, además, otro testimonio. Dos días antes de las elecciones, el diario monárquico ABC publicaba un editorial con el título de «Exhortación a unas juventudes generosas», escrito, sin duda, por el director y candidato a diputado por Sevilla, Juan Ignacio Luca de Tena, amigo de José Antonio.{84} En este artículo se puede leer:

«Somos los primeros en reconocer el profundo error estratégico y la gran injusticia consumada al no incluir en la candidatura del frente antirrevolucionario de Madrid a un representante de Falange Española. […] Nos separan sólo cuarenta y ocho horas de la jornada electoral, y, ante las evidentes dificultades casi insuperables de rectificar ese error y de reparar esa injusticia, nosotros nos dirigimos –con la autoridad que nos da nuestra absoluta exención de culpa en una y en otro– a Falange [en realidad, se dirige a José Antonio] para hablarle a su gran corazón y también a su inteligencia sagaz. En aquellas provincias en donde este partido tiene posibilidades claras de sacar triunfantes a sus candidatos, nos parece muy acertada y muy digna de aliento su resolución de mantenerlos en la contienda. Pero en Madrid no es éste el caso.»

El artículo acaba pidiendo que («apelamos a los nobles sentimientos de Falange Española» léase, otra vez, José Antonio) se retiren las candidaturas de FE en Madrid para no perjudicar al frente antirrevolucionario. Evidentemente, este artículo perjudicó en gran medida los votos de FE, puesto que las elecciones se celebraron «a vida o muerte» entre los dos bloques. Pero no es eso lo que ahora nos interesa, sino que el editorialista reconozca que se ha cometido un «error y una injusticia» al «no incluir a un representante de Falange Española» en la candidatura de derechas. El hecho de que el autor aluda, explícitamente, a su «absoluta exención de culpa» en el error y en la injusticia, quizás se pueda entender como una crítica a sus amigos monárquicos y que él no ha tenido parte en ello. No obstante, Gutiérrez Ravé le comentó a Robinson que fue Gil Robles quién «vetó el nombre de José Antonio de la candidatura de la capital».{85}

Cuando Ximénez de Sandoval le preguntó a José Antonio si el responsable de su exclusión de la candidatura contrarrevolucionaria era Gil Robles o Calvo Sotelo, le respondió: «Las derechas. Esa cosa absurda, difusa, vaga, cobarde y maniobrera que se llama “las derechas”. ¿Qué más da?»{86} Vemos que coincide con lo testimoniado por Areilza.

La candidatura derechista para la capital no fue acordada hasta el 4 de febrero, y las elecciones eran para el 16, es posible que Gil Robles no tuviera ya mucho margen cuando se reunió con José Antonio el día 7. Así y todo, en nuestra opinión, puede que Gil Robles recibiera (o al menos así lo creyera José Antonio){87} algún tipo de presión de los alfonsinos en el sentido de excluir al líder falangista en la candidatura de Madrid; si bien, no descartando a otros dirigentes falangistas de renombre (Ruiz de Alda y Fernando Primo de Rivera). No sería el único caso, puesto que también vetaron a Miguel Maura (en la circunscripción de la capital), por su republicanismo. En cambio, según Gil Robles, presionaron para que aceptara la inclusión de Giménez Caballero (enemistado con José Antonio){88} por Madrid. Así este consiguió figurar en el antepenúltimo puesto de la candidatura del Frente Nacional Contrarrevolucionario, aunque no saldría elegido diputado.

Después de las elecciones, Primo de Rivera fue detenido, junto con los miembros de la Junta Política que fueron hallados. Con la finalidad de que recobrara la libertad, fue incluido (encabezando la lista con Goicoechea) en la candidatura de las derechas, en el mes de mayo, en las elecciones por la circunscripción de Cuenca, que habían sido anuladas. Pero las izquierdas prohibieron que el líder falangista fuera proclamado candidato, alegando que no había sido candidato por esa circunscripción en el mes de febrero. Lo cual suponía contravenir el decreto de convocatoria que señalaba que se trataba de una «nueva elección».{89}

José Antonio, con la excepción de Goicoechea, no mantuvo relaciones con los monárquicos de Renovación Española, ni durante la campaña electoral de febrero, ni tampoco después. Según Raimundo Fernández-Cuesta, «Calvo visitó a José Antonio en los calabozos de las Salesas y después en la cárcel. Iba acompañado de Salgado Biempica, y la entrevista en la cárcel fue bastante desagradable, pues José Antonio apenas le hizo caso.»{90} Este, en el mes de junio de 1936, publicaría, en el tercer (y último) número del boletín clandestino No importa, una tremenda diatriba contra la derecha alfonsina, en general, y contra Calvo Sotelo (aunque sin nombrarlo), en particular. En el artículo, que lleva por título: «Vista a la derecha. Aviso a los “madrugadores”, la Falange no es una fuerza cipaya», podemos leer:

«Nunca veréis al madrugador en los días difíciles. Jamás se arriesgará pisar el umbral de su Patria en tiempos de persecución sin una inmunidad parlamentaria que le escude. Jamás saldrá a la calle con menos de tres o cuatro policías a su zaga. Su cuerpo no conocerá las cárceles ni las privaciones.{91}

El madrugador no tiene escrúpulos. A codazos se abrirá paso en sus propias filas. Traicionará y tratará de eclipsar a sus jefes (tanto más fáciles de eclipsar cuanto más elegantemente adversos a esa especie de groseros pugilatos).»

Jorge Vigón, secretario general del Bloque Nacional, tampoco sin nombrarlo, desde las páginas del diario La Época (1-VII-1936) responde al jefe falangista:

«Pero cuando el ensayista le aflige además un deseo incontenido de mando, deja de ser un ejemplar literario pintoresco, para ser un peligro nacional en potencia. Peligro tanto más grave cuanto más le adorne esas cualidades accesorias que son la simpatía, la fluidez verbal, la prestancia física y el valor. Por eso cuando ellas se acumulan en el ensayista, si la cultura, la inteligencia y un verdadero amor a la patria no sirven de correctivo a la frivolidad de su espíritu inquieto y disperso, es preciso vigilar muy de cerca a este futuro portador de daños irreparables.»{92}

Al día siguiente, «Fernando Primo de Rivera se presentó en la Época exigiendo a su director, José Ignacio Escobar, que le dijese el nombre del autor del anónimo artículo, para enviarle los padrinos y llevarle al llamado campo del honor.»{93} Así terminaron, después de veinte meses de desencuentros, las relaciones de José Antonio con los monárquicos alfonsinos.

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{1} Le dijo a su padre: «Tú rociaste de catalanismo tu manifiesto inaugural y tus primeros pasos. Luego fuiste rodando hacia un centralismo absoluto. Pensaste en un movimiento patriótico, y te ha salido una cofradía devota. Hablaste de unas Cortes representativas y sinceras y hemos tenido una Asamblea con aire de tertulia casera.», en PEMAN, José Mª.: Mis almuerzos con gente importante, Dopesa, Madrid 1973, pp. 48-49.

{2} XIMÉNEZ DE SANDOVAL, Felipe: José Antonio (biografía apasionada), Fuerza Nueva Editorial, Madrid, 1980, p. 192, n. 1.

{3} PRIMO DE RIVERA, José Antonio: Obras completas, Plataforma 2003 (Madrid 2007), vol. I, p. 207 (en adelante, OC).

{4} Según le comunicó a su amigo Ramón Serrano Suñer, no participo en el golpe porque estimaba que España estaba «atrasadísima para la implantación de un sistema autoritario, y desde luego no consideraba capaces para dirigirlo a los organizadores de este movimiento.» (OC, I, 278).

{5} Se trataba, en realidad, de una comisión parlamentaria integrada por 25 diputados. José Calvo Sotelo, a diferencia de José Antonio, no reconoció la legitimidad de dicha Comisión. Calvo atribuyó la actitud del primero a cuestiones de táctica procesal: si no aceptaba la legitimidad de la Comisión, ¿cómo iba a pedir la absolución de su defendido?

{6} Primo de Rivera, en su actividad pública, nunca hizo uso de su título nobiliario; pero en su esfera privada siempre fue muy marqués. Así, para manifestar su poca simpatía por Calvo Sotelo, decía que este no podía ser el caudillo del movimiento insurreccional porque no sabía montar a caballo.

{7} Alfonso García-Valdecasas y García-Valdecasas (1904-1993), catedrático de Derecho civil, diputado en la Cortes Constituyentes (1931-1933), por la Agrupación al Servicio de la República. Fundador, en 1932, del Frente Español, partido que se inspiraba en el pensamiento político del filósofo José Ortega y Gasset. Nada más fundarse Falange, se casó con una aristócrata y abandonó la actividad política. Durante la Guerra Civil, se incorporó al Partido Único y desempeñó cargos en el régimen de Franco.

{8} Julio Ruiz de Alda Miqueleiz (1897-1936), militar y aviador de renombre, en 1926 protagonizó, junto a Ramón Franco, el vuelo transatlántico del «Plus Ultra». A finales de la Monarquía, se relacionó con el Centro Constitucionalista, que dirigía Francesc Cambó. En 1933, fundó con José Antonio Primo de Rivera el Movimiento Español Sindicalista, que sería el embrión de Falange Española. Fue asesinado, junto al hermano menor de José Antonio, Fernando, en la Cárcel Modelo de Madrid por milicianos como represalia por los bombardeos de la aviación sublevada.

{9} Acción Española, núm. 40 (1-XI-1933), p. 305. La revista, que era el órgano teórico de los monárquicos, reprodujo íntegro el discurso de Primo de Rivera. En contra de lo que a veces se escribe, José Antonio no escribió nunca en la citada revista. En cambio, Ramiro Ledesma, el líder de las JONS, sí publicó un artículo. No solo esto, también asistía a las tertulias de la redacción. Así lo cuenta Vegas Latapie: «Y de las visitas rápidas y misteriosas de “don Aníbal”, pseudónimo con que, para evitar indiscreciones, se hacía anunciar Ramiro Ledesma Ramos.» cf. «Prólogo» a Defensa de la Hispanidad de Ramiro de Maeztu, 3ª edición, 1938; aunque yo lo tomo de VEGAS LATAPIE, Eugenio: Escritos políticos. Cultura Española (Madrid 1940), pp. 244-245.

{10} Pedro Sáinz Rodríguez (1897-1986), en sus memorias, no alude a dicho acuerdo. Sáinz era catedrático de Lengua y Literatura Españolas, en las Cortes Constituyentes de 1931 formó parte de la minoría Agraria, después militó en Renovación Española, que dirigía Antonio Goicoechea, y cuando regresó del exilio José Calvo Sotelo, creó el Bloque Nacional.

{11} GIL ROBLES, José María: No fue posible la paz. Ediciones Ariel (Barcelona 1968), pp. 442.

{12} LANZAS, Roberto (seudónimo de Ramiro Ledesma): ¿Fascismo en España? (Sus orígenes, su desarrollo, sus hombres), 1935, citamos por LEDESMA RAMOS, Ramiro: Obras Completas, Fundación Ramiro Ledesma Ramos, Madrid-Barcelona, 2004, v. IV, p. 225. En nuestra opinión, Ledesma se refiere al total de la ayuda (esto vendría corroborado por el hecho de que, según Ansaldo, alentaban más a las JONS que a la FE); pero el profesor Eduardo GONZÁLEZ CALLEJA interpreta que se trata de «unas 100.000 pesetas mensuales» ensu libro Contrarrevolucionarios, Alianza Editorial, Madrid 2011, p. 208.

{13} Los dos informes en: GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro Carlos: Acción Española. Teología política y nacionalismo autoritario e España (1918-1936). Tecnos (Madrid 1998), p. 213. Este profesor cree, en nuestra modesta opinión acertadamente, que la redacción del segundo informe es obra de Juan Antonio Ansaldo. También apunta a que el técnico, que decidirá las cantidades a repartir, «quizá» sea Valentín Galarza. En nuestra opinión, se trata seguramente de Pedro Sainz Rodríguez. El apodo de «El técnico», con que fue conocido Galarza, data de la conspiración de 1936.

{14} RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, José Luis: Historia de Falange Española de las JONS. Alianza Editorial (Madrid 2000), p. 168.

{15} VIÑAS, Ángel: ¿Quién quiso la Guerra Civil? Historia de una conspiración. Crítica (Barcelona 2019), pp. 101 y 149. No solo hace una interpretación sesgada, sino que afirma que González Cuevas «no lo contextualiza en el tiempo», n. 12.

{16} La frase «la dialéctica de los puños y las pistolas», en el discurso de Primo de Rivera, solo quería significar –aunque mal expresado, eso sí– que usarían la violencia contra la violencia de los enemigos. Por eso habla de dialéctica. En la Norma programática de noviembre de 1934, desapareció la referencia a la violencia. Es más, en el discurso que pronunció José Antonio, en Sevilla, el 22-XII-1935 (después de decir: «Nosotros acabaremos por entendernos con estos que hoy dialogan con nosotros a tiros.»), pidió el indulto de Jerónimo Misa, comunista condenado a muerte por haber asesinado a un falangista por 20 pesetas (menos de 50 euros). También consideró justificada la amnistía, aprobada por el Frente Popular, por los sucesos de Asturias de octubre de 1934.

{17} José Antonio llegaría a querellarse contra el conde Álvaro Alcalá-Galiano por incitación al asesinato.

{18} Juan Antonio Ansaldo Vejarano (1901-1954), licenciado en Derecho y aviador (en la guerra de Marruecos obtuvo la Laureada de San Fernando), era amigo personal y socio de Julio Ruiz de Alda en la Compañía Española de Trabajos Fotogramétricos Aéreos (CETFA). Después de la Guerra Civil, se convertiría en un acérrimo antifranquista, muriendo en el exilio.

{19} ANSALDO, Juan Antonio: ¿Para qué…?, ob. cit., p. 71. Este, sin ningún remordimiento, escribe: «Era ingrata y difícil tarea iniciar a un grupo de seres humanos en la terrible misión de matar a sus semejantes. ¡Pero se consiguió al fin!», p. 73.

{20} GIL PECHARROMÁN, Julio: José Antonio Primo de Rivera. Retrato de un visionario. Temas de hoy (Madrid 1996), pp. 289-290.

{21} «Los chíbiris eran llamados así por la tendencia que mostraban a musicalizar sus gritos con esa canción popular y chabacana.» LANZAS, Roberto: ¿Fascismo en España…?, ob. cit., p.245. Según el escritor y pintor alemán Fedor Ganz (1910-1983), que vivió en España durante la República, «los jóvenes socialistas de Madrid, en sus excursiones dominicales a la Sierra solían llevar en la mochila, para sus ejercicios de tiro, armas de pequeño calibre, bien engrasadas dentro de la tortilla»; cf. GANZ, Fedor: Ensayo marxista de la Historia de España, Grijalbo (Madrid 1977), p. 106.

{22} AGUINAGA, Enrique y Staley G. PAYNE: José Antonio Primo de Rivera. Ediciones B (Barcelona 2002), P. 197. Cristóbal CÓRDOBA relaciona catorce víctimas mortales, pero no todos poseían el carné de militante; cf. De cada cuatro cayeron tres. Persecución y muerte de la Falange fundacional. Ediciones Barbarroja (Madrid 2011), p. 331.

{23} Ansaldo, con su cinismo habitual, escribe: «cayó, desgraciadamente, una mujer socialista entre otras víctimas: Juanita Rico, cuyo nombre sirvió después para justificación de represalias y crueldades.»; ANSALDO, Juan Antonio: ¿Para qué…?,(De Alfonso XIII a Juan III), Editorial Vasca Ekin (Buenos Aires 1951), p. 73.

{24} ROJAS, Carlos: Momentos estelares de la guerra de España. Plaza & Janés (Barcelona 1996), p. 160 y 165. Sin embargo, el propio Rojas añade: «a poco de las muertes de Manuel (sic) Cuéllar y Juanita Rico, le confesará [José Antonio] pesarosamente a Ramón Serrano Suñer: “Si no hubiese corrido la sangre, hoy mismo licenciaba la Falange. Me pregunto qué haría con esta gente si llegásemos al poder. Tendría que desterrarlos al Congo.”», p. 165.

{25} ANSALDO, Juan Antonio: ¿Para qué…?, ob. cit., p. 81.

{26} José Calvo Sotelo (1893-1936), abogado del Estado, maurista y ministro de Hacienda en la Dictadura de Primo de Rivera. Al igual que José Antonio, era un gran orador, aunque su elocuencia no fuera lírica, como la del líder falangista, sino seca y dura. A él se le debe el Estatuto Municipal de 1924, que es, sin duda, el más importante texto municipalista español (en él se reconoce, por primera vez, la autonomía de los municipios, como entidades naturales anteriores a la ley y al Estado. También reconoció el voto femenino en las elecciones municipales.) Como es sabido, Calvo fue asesinado por una patrulla de guardias de asalto (aunque el ejecutor material fue un pistolero socialista de la escolta de Prieto), como represalia por la muerte del teniente de la Guardia de Asalto José del Castillo.

{27} Cuenta Ridruejo que: «Había escrito Calvo algo así como: “los grandes triunfadores son hoscos a la comandita”. Y José Antonio maliciaba: “¿Pero es que se puede hablar así? ¡Hoscos a la comandita! Parece un plato de menú.”»; cf. RIDRUEJO, Dionisio: Casi unas memorias. Planeta (Barcelona 1976), p. 55.

{28} LANZAS, Roberto: ¿Fascismo en España?, ob. cit., p. 246.

{29} La policía detuvo a un falangista, en la carretera de Chamartín, que tenía en su poder unas pistolas y revólveres, que eran de los militantes que protegían el domicilio de José Antonio. Este alegó que las armas eran suyas y que tenía la licencia, pero que faltaba tramitar las guías correspondientes.

{30} PRIETO, Indalecio: Convulsiones de España (Pequeños detalles de grandes sucesos), Ediciones Oasis (México 1967), pp. 128-130.

{31} LANZAS, Roberto: ¿Fascismo en España?, ob. cit., pp. 254-255.

{32} El día 20 de diciembre del año anterior, Prieto profirió, en una sesión del Congreso de los Diputados, conceptos ofensivos contra el general Primo de Rivera. José Antonio, en un salto prodigioso, llegó hasta los «escaños marxistas para aplicarles un correctivo»; cf. GUTIÉRREZ-RAVÉ, José: Gil Robles, caudillo frustrado. E.R.S.A. (Madrid 1967), pp. 113-114.

{33} LANZAS, Roberto: ¿Fascismo en España?, ob. cit, pp. 255-256. Para que nos hagamos una idea de lo mal que cayó el gesto de Primo de Rivera entre los monárquicos, veamos lo que cuenta Vegas: «Durante su etapa de diputado en las Cortes de 1933-1935 era seguro verle [a Maeztu, director de Acción Española y diputado] exasperado cuando algún diputado de significación nacional –monárquico o indiferentista– saludaba o departía con Indalecio Prieto u otros prohombres del marxismo. “No se dan cuenta –decía– de que nos van a matar.” Un día interrumpe un discurso de Prieto, gritándole: “Me doy por muerto.”»; cf. VEGAS LATAPIE, Eugenio: Escritos…, ob. cit., p. 250. Por lo visto, Maeztu estaba convencido que sería asesinado. Como así fue, pero después de que sus amigos hubiesen iniciado la Guerra Civil.

{34} Prieto dijo: «El Sr. Primo de Rivera personifica de una manera individual el sector de opinión que representa, y esto deben considerarlo los señores Diputados en el sentido de que, salvados, como quedan ya salvados, los máximos respetos a la justicia con el voto que acaba de otorgar la Cámara, pudieran suspenderse las actuaciones judiciales en forma que la voz del Sr. Primo de Rivera, mientras este Parlamento exista, en nombre del sector político que él representa, pueda ser aquí oída. No me parece la cosa desdeñable.» Estas palabras, pronunciadas solo tres semanas más tarde del asesinato de Juanita Rico, son una prueba de la simpatía mutua que había entre los dos diputados.

{35} León Simón Sanz, después de pasar por los Sindicatos Libres, había sido jefe de los guardaespaldas de José María Albiñana, el excéntrico jefe del Partido Nacionalista Español. Simón –que sería asesinado, en Madrid, en septiembre de 1936–, fue acusado de estar involucrado en el asesinato de Manuel Andrés Casaus (10-IX-1934), que había sido director general de Seguridad con Azaña. Al parecer, se habría efectuado como represalia por el asesinato de Manuel Carrión Damborenea, jefe local de la Falange de San Sebastián. Es difícil que Simón, que estaba domiciliado en Madrid, pudiera participar en el atentado de Andrés (ejecutado unas pocas horas después del Carrión). Con relación a ese crimen, Azaña escribe: «Se habló de venganza policíaca. Lo cierto es que no pusieron interés en descubrir nada.»; cf. AZAÑA, Manuel: Memorias políticas y de guerra, vol. II, Editorial Crítica (Barcelona 1981), p. 17

{36} Raimundo Fernández-Cuesta Merelo (1896-1992), notario, debido a su amistad con José Antonio, este lo nombró secretario general de FE de las JONS. Se salvó de la matanza de agosto de 1936, en la cárcel modelo de Madrid, y, posteriormente, sería canjeado por Justino de Azcárate. Después de la Guerra Civil, sería varias veces ministro ocupando las carteras de Agricultura, de Justicia y del Movimiento. Aunque buen orador y con buena formación política, su debilidad de carácter lo convirtió en un subalterno de Franco. En su época de ministro de Justicia, se aprobó la Ley de Sociedades Anónimas. Para la Falange radical, fue un personaje nefasto que, durante la Transición, coaligaría FE con Fuerza Nueva de Blas Piñar.

{37} LANZAS, Roberto: ¿Fascismo en España?, ob. cit., p. 256.

{38} Ibidem, pp. 258-259.

{39} Ibidem, pp. 260.

{40} SAZ, Ismael: «Tres acotaciones a propósito de los orígenes, desarrollo y crisis del fascismo español», Revista de Estudios Políticos (Nueva Época), núm. 50 (1986), p. 201, n. 52.

{41} ANSALDO, Juan Antonio: ¿Para qué…?, ob. cit. p. 87. Según una carta de Fernández-Cuesta (9-II-1942), José Antonio, después de hablar con Ansaldo, «decidió su expulsión en decreto que Julio no quiso firmar, dada la intimidad que con Ansaldo tenía, haciéndolo Ramiro, después de muchas objeciones, en entrevista tenida en mi domicilio.»; véase XIMÉNEZ DE SANDOVAL, Felipe: José Antonio, ob. cit., p. 384. La versión de Fernández-Cuesta se ajusta más a la realidad de los hechos.

{42} Véase, SALMADOR, Víctor G.: Juan Antonio Ansaldo, caballero de la lealtad, (Montevideo 1962).

{43} Ansaldo estuvo involucrado en un intento de asesinato del presidente de la República, Manuel Azaña, que había producirse durante el desfile del 14 de abril de 1936. Al estallar la Guerra Civil, tenía que trasladar al general Sanjurjo de Portugal a España. Al despegar, su avioneta se estrelló ocasionando la muerte del general. Según Ansaldo el accidente fue motivado por exceso de peso de la maleta del general. Lo que no dice es que el traslado tenía que hacerlo otro aparato más grande, y que él se las apañó para que fuese su avioneta. El gran enemigo de Franco fue el que posibilitó que este fuese el Generalísimo, cargo que, como es sabido, estaba reservado a Sanjurjo. Ironías de la vida (y de la Historia). Como dice su amigo Pedro Sáinz Rodríguez, refiriéndose a ese hecho: «Lo peor de Ansaldo era lo que tenía de “señorito”.»

{44} ANSALDO, Juan Antonio: ¿Para qué…?, ob. cit., p. 89.

{45} Según Ansaldo, su entrevista con Carceller, fundador de CEPSA, «en su oficina de Petrolillos, y en presencia de Ruiz de Alda, fue dura y casi violenta, por discrepancias esenciales. JAN [Ansaldo] creyó por algún tiempo que el propio Carceller, aspiraba al puesto de jefe del partido y que su carácter realista, dinámico y brusco de aristas, le hacía penosa la convivencia con José Antonio y su corte de poetas y literatos.»

{46} Agradecemos a Pilar Benito, de la FUE, su amabilidad al facilitarnos copia del documento.

{47} SAINZ RODRÍGUEZ, Pedro: Testimonio y Recuerdos, Planeta, Barcelona 1978, p. 232.

{48} VIÑAS, Ángel: ¿Quién quiso?, pp. 251-252.

{49} Con relación al libro de Sáinz Rodríguez, Un reinado en la sombra, Eugenio VEGAS LATAPIE escribe: «Es triste comprobar los estragos que el transcurso del tiempo produce en la memoria de personas que me fueron muy queridas y que otrora la tuvieron privilegiada.» (ABC, 8-XII-1981).

{50} El 20 de mayo de 1936, desde la Cárcel Modelo de Madrid, José Antonio escribe a Antonio Goicoechea: «[…] tengo pruebas reiteradísimas de su leal manera de comportarse conmigo.» (OC, II, 1479).

{51} Nicasio Álvarez de Sotomayor Gordillo y Aguilar (1899-1936), parece ser que llegó a terminar la licenciatura en medicina y fue secretario general de la Federación Local de la CNT de Madrid. Su enfrentamiento con los líderes de la Federación Anarquista Ibérica provocó su expulsión de la Confederación. En 1932, participó en la fundación de la Agrupación «Técnica y Trabajo» (TECTRA). En agosto de 1933, ingreso en las JONS. En enero de 1935, juntamente con Ledesma, provocó una escisión en FE de las JONS. Meses después de la escisión, regresaría a su pueblo natal, Cilleros (Cáceres), ingresaría en el PSOE y sería, en 1936 y por unos meses, alcalde. En los inicios de la Guerra Civil, huyo a las montañas y fue abatido por una patrulla de guardias civiles y falangistas. Sobre ese personaje, se puede consultar mi trabajo «Nicasio Álvarez de Sotomayor y la escisión de Ramiro Ledesma», El Catoblepas, núm. 202, enero-marzo 2023, p. 10.

{52} En cambio, para el profesor Julio Gil la creación de la CONS fue «una exigencia impuesta por los alfonsinos»; cf. GIL PECHARROMÁN, Julio: José Antonio…, ob. cit., p. 301. Pero eso no es lo que dice el Acuerdo, ni tampoco aporta ninguna fuente que lo respalde. Por otra parte,6 la aseveración del profesor, que de ser cierta implicaría una connivencia entre Ledesma y los monárquicos, tiene el inconveniente de que esos no aportaron el dinero a que se habían comprometido.

{53} LEDESMA RAMOS, Ramiro: Obras Completas, vol. IV, p. 525. A raíz de la escisión de enero, Alejandro Salazar (1913-1936) jefe nacional del Sindicato Español Universitario (SEU) y miembro de la Junta Política de FE, escribe su Diario: «Surje [sic] una nueva intentona de motín dentro de la Falange. Ya en el mes de agosto se intentó despojar de la Jefatura a Primo de Rivera. Desde hace tiempo Ramiro Ledesma no es nuestro.»; cf. IBÁÑEZ HERNÁNDEZ, Rafael: Estudio y acción. La Falange fundacional a la luz del Diario de Alejandro Salazar (1934-1936). Ediciones Barbarroja (Madrid 1993), p. 34.

{54} El manifiesto «A los trabajadores en general, y a los parados en particular» corresponde a la última semana de agosto de 1934 (OC, I, 680).

{55} VEGAS LATAPIE, Eugenio: Memorias políticas, ob. cit., p. 218. Una muestra de la hipocresía de los monárquicos es la ironía de Sainz sobre la violencia de los falangistas. De todas formas, Vegas puede que no viera nunca más que una copia no muy fiel del Acuerdo. Basamos esta suposición en que, en otro momento, dice que conserva «copia mecanografiada» de la carta que José Antonio envió, el 20 de mayo de 1936, a Goicoechea (que hemos transcrito parcialmente en una nota anterior) y al reproducirla se ve que es una «versión muy libre», para decirlo con las palabras del recopilador de las OC. Se pueden comprobar las grandes diferencias existentes entre las dos versiones consultando la nota «b», de la mencionada página 1479, que reproduce la versión de Vegas. Es más, Vegas la fecha el 26 de mayo. Como señala un autor refiriéndose a Vegas: «En cualquier caso, uno no puede fiarse de él, ya que suponemos que no es una mera casualidad que su hoja de servicios se encuentre en blanco, lavada con Persil, como se hizo en Alemania con muchos expedientes nazis, tras 1945.»; cf. VIÑAS, Ángel: ¿Quién quiso…?, ob. cit., p. 233. De todo esto se puede inferir que el «Acuerdo», que nos transmitió Sainz, no es muy fiable.

{56} ANSALDO, Juan Antonio: ¿Para qué…?, ob. cit., p. 89, n.1.

{57} Ibidem, pp. 71 y 73.

{58} LANZAS, Roberto: ¿Fascismo en España?, ob. cit., p.243. Téngase en cuenta que Ramiro escribió el libro solo un año después de los hechos.

{59} SAINZ RODRÍGUEZ, Pedro: Testimonio…, ob. cit., p. 222.

{60} MAS RIGO, Jeroni Miquel: De los Sindicatos Libres a los Sindicatos Verticales. Aproximación histórica al sindicalismo nacional (1931-1936), Punto Rojo Libros, Sevilla 2022, p. 88.

{61} FUE: PSR 1/11.520. Reiteramos las gracias a Pilar Benito.

{62} LIZARZA, Antonio: Memorias de la conspiración (1931-1936). Ediciones Dyrsa (Madrid 1986), p. 30.

{63} Ibidem, p. 31.

{64} Ángel VIÑAS también considera que las memorias del piloto monárquico son poco fiables, y añade, que era un cuentista y que «No es imposible que su situación militar, más que su alabado monarquismo, fuese el elemento que influyó de forma decisiva en su ulterior enfrentamiento con Franco»; cf. ¿Quién quiso…?, ob. cit., pp. 270 y 281-282.

{65} ANSALDO, Juan Antonio: ¿Para qué…?, ob. cit., p. 79.

{66} LERROUX, Alejandro: La pequeña historia de España, 1930-1936. Editorial Mitre (Barcelona 1985), pp. 201-202.

{67} Ibidem, p.202. El viva a Lerroux no fue recogido por el diario monárquico La Nación (7-X-1934) y este es el motivo por el cual tampoco aparece en las OC. En la arenga, el jefe de FE dijo: «[…] ¡Qué importa el estado de guerra! Nosotros, primero un grupo de muchachos, y luego esta muchedumbre que veis, teníamos que venir, aunque nos ametrallaran, a daros las gracias.» Para Ledesma: «Era el momento de un discurso certero y preñado de futuro histórico. Que fuese, a la vez que remate y consecuencia de la manifestación efectuada, consigna para aquellas masas y aviso implacable para aquel ministerio. […] Las palabras de Primo de Rivera fueron inexpertas, ingenuas y candorosas.» LANZAS, Roberto: ¿Fascismo en España?, ob. cit., 269. En cambio, para el joven jonsista y consejero nacional, Javier Martínez de Bedoya: «A mí me gustó mucho su intervención –muy aplaudida– porque dio perspectiva a los hechos que estábamos viviendo.»; cf. Memorias desde mi aldea. Ámbito (Valladolid 1996), p.76

{68} ANSALDO, Juan Antonio: ¿Para qué…?, ob. cit., p. 94.

{69} José María Albiñana Sans (1883-1936), diputado, fundador del Partido Nacionalista Español y de su organización paramilitar, Los legionarios de España. Durante la Guerra Civil, el PNE se integraría en la Comunión Tradicionalista. A José Antonio le preguntó la periodista catalana Irene Polo:

«–Y el doctor Albiñana, ¿qué le parece?

– No me lo pregunte a mí: pregúntele a un especialista; es una cosa de manicomio. No lo diga…» (L’Opinió, 26-IV-1934). Pero como la periodista lo publicó y, para más inri, la entrevista fue reproducida por el diario madrileño Luz, Primo de Rivera escribió una rectificación, al día siguiente, en La Nación: «Pero lo que más me interesa rectificar, porque, de ser cierto, envolvería una crueldad de mal gusto, es que haya publicado la opinión que se me atribuye acerca del doctor Albiñana, persona para quien guardo, en medio de toda discrepancia ideológica, una afectuosa consideración personal.» [La cursiva es nuestra].

{70} En ese documento, José Antonio advierte a «los militares que no cuentan con suficiente formación política», y, por ello, no deben repetir los errores del general Primo de Rivera, que fracasó al no tener una doctrina. «No olvidéis que quien rompe con la normalidad de un Estado contrae la obligación de edificar un Estado nuevo, no restablecer una apariencia de orden.» (OC, II, 1037).

{71} Como ha sido puesto de manifiesto, el documento impreso fue distribuido en los meses de mayo o junio de 1935; véase la nota del recopilador de las OC de José Antonio, ob. cit., p. 1033.

{72} GALINDO HERRERO, Santiago: Los partidos monárquicos bajo la Segunda República, Ediciones Rialp, Madrid 1956, p. 253.

{73} VEGAS LATAPIE, Eugenio: Memorias políticas, ob. cit., p. 224.

{74} CONDE DE LOS ANDES: «Un episodio en la historia de Falange Española», Historia y Vida, núm. 25, abril 1970, pp. 40-41. Su firma figura en el manifiesto del Bloque Nacional. José Antonio ironizó, una vez más, sobre los firmantes: «Como era de prever, las firmas del manifiesto quedaron reducidas a las de las figuras relevantes en dos partidos de la ultraderecha y a las de unas cuantas personas de esas que no faltan en ninguno de los sitios donde se firma, sea la petición del premio Nobel para algún ilustre compatriota, sea la convocatoria a un banquete en honor del señor Salazar Alonso [alcalde de Madrid].»; cf. Arriba, núm. 6, 25-IV-1935.

{75} LANZAS, Roberto: ¿Fascismo en España?, ob. cit., p. 2787.

{76} LANZAS, Roberto: ¿Fascismo en España?, ob. cit., p. 279-281.

{77} Sobre la escisión de Ramiro Ledesma, puede consultarse MAS RIGO, Jeroni Miquel: De los Sindicatos Libres…, ob. cit., pp. 102-119 y del mismo autor: «Nicasio Álvarez de Sotomayor y la escisión de Ramiro Ledesma», El Catoblepas, núm. 202, enero-marzo 2023, p. 10.

{78} En el juicio oral celebrado el 17 de noviembre de 1936, en Alicante, José Antonio dirá: «Y entonces [las derechas] me maquinan disensiones dentro de mi movimiento. Me organizan la de Ramiro Ledesma y Sotomayor, me someten a un cerco político, económico y personal espantoso, me vienen a dejar sin cuartos. Estamos cuatro meses sin poder pagar la casa en Madrid, nos cortan el teléfono y nos quitan la casa y así estamos porque las derechas quieren a toda costa que no me interponga» (OC, p. 1685).

{79} ANSALDO, Juan Antonio: ¿Para qué…?, bo. cit., p. 101. Ansaldo añade que, conociendo a José Antonio, sabía que si Falange volvía a estar preponderante no volvería a pactar con ellos.

{80} El 28 de junio de 1936, en carta dirigida a Miguel Maura dice: «Cuando analices en frío esto de la “dictadura nacional republicana” verás que lo de republicana, si quiere decir algo más que no monárquica (nota negativa en que todos ahora, menos los insensatos, tienen que estar conformes) […]». (OC, II, p. 1523). [Las cursivas son del original].

{81} GIL ROBLES, José María: No fue posible la paz, Ariel, Barcelona, 1968, p. 444.

{82} IBÁÑEZ HERNÁNDEZ, Rafael: Estudio y acción. La Falange fundacional a la luz del “Diario” de Alejandro Salazar (1934-1936), Ediciones Barbarroja, Madrid. p. 39. Salazar, que sería asesinado al inicio de la guerra, no era partidario de participar en la coalición contrarrevolucionaria.

{83} AREILZA, José María: Así los he visto, Planeta, Barcelona, 1974, p. 156.

{84} El día 1 de febrero José Antonio había dirigido una carta Luca de Tena en la que le decía: «No veas en la presentación de dos nombres nuestros por Servilla la menor hostilidad hacia ti, ni menos las relaciones con el silencio poco amistoso guardado por ABC acerca de nuestros últimos impresionantes actos. Para que veas que ninguna de estas consideraciones políticas pesa en mis actitudes personales de amistad, anoche, apenas leída tu carta, telegrafié a Sevilla diciendo que retirasen mi candidatura y presentasen sólo la de Sancho Dávila.» (OC, II, 1341). Hay que señalar que Luca de Tena representaba, dentro de los alfonsinos, el sector más liberal.

{85} ROBINSON, Richard A. H.: Los orígenes de la España de Franco, Ediciones Éxito, Barcelona 1978 (la edición inglesa es de 1970), p. 409, n. 30. Gutiérrez-Ravé había sido el jefe del gabinete de prensa de Renovación Española. Pero en otra ocasión dijo que Falange Española «fue relegada por los máximos mangoneadores», sin especificar; GUTÉRREZ RAVÉ, José: Gil Robles, caudillo frustrado, E.R.S.A., Madrid, 1967, p. 154.

{86} XIMÉNEZ DE SANDOVAL, Felipe: José Antonio…, ob. cit., p. 415.

{87} Según Bravo, miembro de la Junta Política de FE, que tuvo confidencias de José Antonio sobre las negociaciones para conseguir la inclusión del partido en la candidatura derechista: «Ahora no es ocasión de recordar sus palabras [de José Antonio]; quizás no lo sean nunca»; BRAVO MARTÍNEZ, Francisco: José Antonio. El hombre, el jefe, el camarada, Ediciones Españolas, Madrid 1939, p. 119.Este mismo autor, en otra obra suya, acusa a las derechas, sin especificar tampoco; véase Historia de Falange Española de las JONS, Ediciones FE, Madrid 1940, p. 174.

{88} Sánchez Mazas y Luca de Tena intentaron que Giménez Caballero cediera su puesto a Ruiz de Alda, pero el afectado se negó, alegando que su candidatura la había pagado Juan March, el financiero mallorquín. Seguramente, es en ese contexto donde hay que situar el incidente que relata, sin datar, Luca de Tena: José Antonio zarandeó las solapas del escritor vanguardista y le llamó traidor en el Café Universal de Madrid.

{89} Ángel Pestaña, en nombre del Frente Popular, sostuvo en el Parlamento que las derechas, jurídicamente, tenían razón; pero que no la tenían éticamente, al pretender «traer a la Cámara a un fascista». El sindicalista, ahora que era diputado, quería enmascarar sus encuentros con José Antonio. «Pestaña tenía mucho interés en que yo me entrevistase con Primo de Rivera», según declaró Abad de Santillán, secretario del Comité Peninsular de la Federación Anarquista Ibérica, a Vicente TALÓN: 1936-1939Luchamos por la República, Grafite Ediciones, Madrid 2006, p. 37.

{90} Fernández-Cuesta (carta citada en la nota 41) en XIMÉNEZ DE SANDOVAL Felipe: José Antonio, ob. cit., p. 380, n. 1. Según Eugenio VEGAS LATAPIE, José Antonio, al ver a Calvo Sotelo, le volvió la espalda, Memorias, ob. cit., p. 296. Tampoco hay constancia alguna que, después de las elecciones, José Antonio volviera a hablar con Gil Robles.

{91} José Antonio tuvo que lamentar, pocos días después (cuando Calvo Sotelo fue asesinado, en la madrugada del día 13 de julio), esas palabras.

{92} Alusión irónica a la expresión joseantoniana de que «el hombre es portador de valores eternos». Jorge Vigón era un destacado miembro de la UME y sería ministro con Franco. El artículo de Vigón se halla reproducido íntegro en GIBSON, Ian: En busca de José Antonio, Planeta, Barcelona 1980, pp.124-127. Muchos años después, Vigón dirá sobre el líder falangista: «Era un hombre extraordinariamente atractivo, que era el secreto de su personalidad. A los chicos les atraía. Hablaba muy bien. Y decía cosas. Era amable, benévolo. De extraordinarias condiciones humanas.», en GUTIÉRREZ GÓMEZ, Juan de la Cruz: «Apuntes para la historia», diario Ya, Madrid, junio de 1976, recogido en: AGUINAGA, Enrique de y Emilio GONZÁLEZNAVAS: Mil veces José Antonio, Plataforma 2003, Madrid 2003, p. 508.

{93} VEGAS LATAPIE, Eugenio: Memorias, ob. cit., p. 298.


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