David Stoll, ¿América Latina se vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico
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La campaña para salvar a El Salvador

En medio de la guerra contrainsurgente, podía parecer que la identificación de la derecha religiosa con Washington daba jugosos dividendos. Entre 1977 y 1981, las fuerzas de seguridad en un país bautizado con el nombre del Salvador asesinaron a cuatro monjas norteamericanas, a once sacerdotes católicos y a un arzobispo. Sin ser una coincidencia, los evangélicos en el aparentemente católico El Salvador crecían con una de las tasas más rápidas del mundo. La Misión Centroamericana informó que, entre sus iglesias allí, cien miembros habían sido asesinados en cuatro años de lucha entre el gobierno y las fuerzas revolucionarias. Aproximadamente un cuarto de su membrecía –de dos a tres mil personas principalmente de clase media– habían dejado el país. No obstante, la misión esperaba recuperar esta cifra en un solo año de evangelismo.{80} A medida que la violencia se extendía por el país, el crecimiento se disparaba hacia arriba. Con un 4% de incremento en 1979, las iglesias de la Misión Centroamericana crecieron en un 30% al siguiente año.{81} Desde 1976 hasta 1985, las Asambleas de Dios registraron un incremento de 63.000 a 200.000 miembros.{82} Para 1986, los evangélicos afirmaban haberse triplicado, incluso cuadruplicado, y que representaban la quinta parte de la población.{83}

Una razón por la que las iglesias evangélicas estaban creciendo tan rápido era que servían como un asilo de la violencia oficial. De acuerdo a un líder evangélico, un grupo de soldados lo arrastró fuera de su vehículo junto con su esposa y cuatro hijos y los puso contra una pared. Estaban a punto de ser ejecutados como una célula marxista, cuando él los persuadió a mirar la literatura religiosa en el interior del automóvil; esto salvó sus vidas.{84} Los folletos evangélicos podían servir como un salvoconducto porque, a pesar de las afirmaciones ocasionales de neutralidad, la mayoría de los líderes evangélicos apoyaban al régimen contrainsurgente. Su hábito de denunciar a los revolucionarios como [204] sirvientes de Satanás hacía fácil identificar a los evangélicos como un bloque pro-gubernamental.

En 1979, poco antes de ser derrocado, el dictador salvadoreño Carlos Humberto Romero entregó su corazón a Cristo en un intento de entablar un «diálogo nacional» en el cual la mayor parte del clero católico rehusó participar. El no fue el último jefe de estado sitiado que atrajo a los evangelistas. Durante la subsecuente junta civil-militar, optimistas embajadores por Cristo afirmaban haber obtenido profesiones de fe del Presidente Duarte y del Coronel Jaime Gutiérrez.{85} A pesar de que estas decisiones parecen haber sido efímeras, era verdad que una buena parte de las clases media y alta llamaban a Jesús a sus corazones, especialmente entre las familias militares. En efecto, se volteaba hacia una nueva fuente de solaz espiritual, una que no criticaba la estructura social de la que se beneficiaban, pero que los absolvía de responsabilidades. No obstante, como sugiere la historia del pastor frente a la pared, los motivos de los neófitos podían estar mezclados. Otro grupo que decía estar particularmente tocado por el Espíritu Santo eran los estudiantes universitarios. En un país en donde los militares automáticamente calificaban a los estudiantes como subversivos, y mataban a miles de prisioneros sin juicio, la capacidad de dar un testimonio de fe proporcionaba un sentimiento de seguridad.

En contra de las apariencias, la comunidad evangélica estaba dividida entre los activistas sociales, por un lado, y aquellos que deseaban estar seguros, por el otro. Mientras algunos reaccionaban a las matanzas por parte del gobierno, otros reaccionaban a las matanzas por parte de las guerrillas. La represión oficial a finales de los años setenta y principios de los ochenta radicalizó a numerosos evangélicos, especialmente entre los bautistas, luteranos y episcopales. Ellos sintieron un llamado para ayudar a los refugiados de los bombardeos y rastreos contrainsurgentes. Debido a que los refugiados tendían a apoyar a la guerrilla, el gobierno sospechaba que los trabajadores religiosos servían como un canal de comunicación entre los dos.

Tal sospecha es, aparentemente, la razón por la cual un grupo de soldados asesinó al pastor luterano David Fernández.{86} El incidente fue una de tantas reacciones oficiales en contra de los evangélicos que [205] ayudaban a los refugiados, incluyendo la tortura de un obispo luterano y el arresto de un pastor norteamericano de las Asambleas de Dios.{87} Inclusive CESAD, el conservador comité evangélico de auxilio y desarrollo, fue acusado de subversión por ayudar a los campesinos en la zona guerrillera.{88} De acuerdo a observadores conservadores como los Bautistas del Sur y la Misión Centroamericana, los evangélicos rurales sufrieron tanto por el gobierno como por las guerrillas. Según estas fuentes las guerrillas presionaban a los creyentes para que se les unieran, asesinaban a supuestos informantes, y mataban a otras personas por equivocación, pero también hablaban de las masacres gubernamentales y de la destrucción de las iglesias en bombardeos aéreos.{89}

Alentando los sentimientos pro-gubernamentales se encontraban los misioneros norteamericanos. Para el ejército salvadoreño y la embajada estadounidense, los grupos como Auxilio Mundial y Ministerios Paravida eran una bienvenida alternativa a las agencias que rehusaban participar en los programas oficiales para reubicar a refugiados.{90} Dentro del ejército salvadoreño, Juventud con una Misión había emprendido un programa de capellanía bajo un coronel norteamericano.{91} Cuando llegaron los nuevos grupos carismáticos en busca de cristianos dignos de auspicio, los hombres que habían fundado iglesias en barrios pobres se alinearon con sus manos extendidas. Mientras tanto, las agencias paraeclesiales organizaron a los salvadoreños para el evangelismo de puerta a puerta. La Cruzada Estudiantil y Profesional fue especialmente activa en esta clase de evangelismo de «saturación», apoyado por películas, manifestaciones y predicadores de la calle. Operando en conjunto con las iglesias locales, la primera campaña de la Cruzada Estudiantil en 1978-1980 afirmaba haber obtenido 64.000 decisiones por Cristo.{92}

En 1986, el director de Campus Crusade en El Salvador, Adonai Leiva, se encontraba trabajando con una de las misiones involucradas en Polonia, la Cruzada Mundial de Literatura (WLC). Con dos mil voluntarios provenientes de trescientas iglesias locales, los organizadores planificaron llegar a la cuarta parte de la población nacional en dos días. Para no omitir a las áreas controladas por los rebeldes, una denominación salvadoreña a lo largo del montañoso y devastado norte, llamada la Iglesia de los Apóstoles y Profetas, realizaría la campaña allí también. [206] «Queremos dar a toda persona en la región una oportunidad para mirar más allá de las falsas esperanzas del Comunismo y encontrar la verdadera salvación en Jesucristo», explicaba la WLC.{93} Este fue el inicio de su campaña para visitar cada hogar en lo que llamaba el «triángulo estratégico» –América Central, México y el Caribe. Al ser una región estratégica para los Estados Unidos, afirmaba la WLC, necesitaba convertirse en la prioridad suprema para cada cristiano.

El triángulo estratégico era una idea desarrollada por el antropólogo evangélico Dale Kietzman, un ex-oficial de los Traductores Wycliffe de la Biblia, quien anteriormente había ayudado a Puertas Abiertas a organizar una campaña similar llamada «Proyecto Fuego Cruzado».{94} Fuego Cruzado y sus semejantes podían ser una táctica eficaz para solicitar fondos en los Estados Unidos, en donde tantos cristianos hablaban como estrategas frustrados del Pentágono. Pero no parecían muy cristianos en los países que sufrían de la clase de violencia sobre la que los norteamericanos fantaseaban tan frívolamente.

La idea, en todo caso, era utilizar a los evangélicos latinoamericanos para combatir a las ideologías revolucionarias. «Cristo ha entrado en mi corazón y me ha llevado a ver y a pensar en una forma distinta a la anterior», atribuía Puertas Abiertas a un ex-guerrillero. «Ahora me doy cuenta que la causa por la que había estado trabajando era completamente utópica e inservible.»{95} Ahora, las mismas jóvenes legiones enlistadas por el Proyecto Fuego Cruzado iban a trabajar para la Cruzada Mundial de Literatura, extendiéndose sobre el triángulo estratégico, según las palabras de Dale Kietzman, «con el fuego del evangelismo dirigido por el Espíritu».{96}{****}

Notas

{****} Poco antes de que la edición en inglés saliera a la luz, recibí el siguiente comentario de un evangélico que vivía en El Salvador: «Es verdad que muchos líderes tienen una agenda política conservadora. Esto ciertamente ocurre en las organizaciones estadounidenses como la Cruzada Estudiantil, los afiliados salvadoreños de dichas organizaciones, los evangélicos salvadoreños adinerados, y los líderes evangélicos salvadoreños de cualquier clase social. Sin embargo, la mayoría de los evangélicos salvadoreños son campesinos y habitantes urbanos pobres, y la mayoría de ellos probablemente se describen como apolíticos. En las zonas controladas por la guerrilla usted encontrará a evangélicos de varias iglesias que simpatizan con ella. [Pero en otros lugares] 'no soy político', o 'no me involucro en la política', son refranes que se escuchan a menudo. La principal razón política que lleva a los pobres hacia el evangelicalismo no es el anticomunismo sino la seguridad... [Además], la doctrina evangélica da una razón –no una solución– para el sufrimiento al que se enfrentan los pobres. Muchos pobres han perdido la esperanza de encontrar soluciones. No sé cuántas veces he escuchado decir a la gente: 'Esta guerra nunca va a terminar'. Se conforman con una explicación que dé sentido a su mundo caótico. La más frecuente es que la guerra es una señal bíblica del fin de este mundo y de la venida de Cristo.»

{80} «El Salvador: A Special Report», CAM Bulletin, nº 2, 1984, pp. 2-12.

{81} «Evangelicals Blossom Brightly Amid El Salvador's Wasteland of Violence», Christianity Today, 8 de mayo de 1981, p. 34.

{82} Entrevista telefónica del autor a Ronald Iwasko, Asambleas de Dios, Springfield, Missouri, 31 de mayo de 1988.

{83} Simons 1986. Erich Bridges, «El Salvador: Hanging in There», Commission, octubre-noviembre de 1984, 17-22. Para antecedentes sobre los evangélicos salvadoreños, véase Holland 1981: 53-68.

{84} Dan Wooding, «I Saw El Salvador in Crisis», Moody Monthly, mayo de 1982, pp. 97-99.

{85} Stephen Sywulka, «Romero's Death Undermines Evangelical Neutrality», Christianity Today, 2 de mayo de 1980, p. 61. Garry Parker, «Evangelicals Blossom Brightly Amid El Salvador's Wasteland of Violence», 8 de mayo de 1981, p. 34.

{86} Rob Cogswell, «El Salvador Still Suffers», Christian Century, 27 de noviembre de 1985, pp. 1094-1098.

{87} Ivan Santiago G., «Salvadoran Protestants Succor War Victims, Risk Reprisals», Latinamerica Press, 16 de enero de 1986, pp. 1-2.

{88} Erich Bridges, «El Salvador: Hanging in There.»

{89} Ibid. «El Salvador: A Special Report», CAM Bulletin. Ward 1986.

{90} Simons 1986, Barry et al. 1986: 24, y Resource Center 1988c.

{91} Meredith Puff, «Central America: Strategic in God's Kingdom», Frontlines (Youth With A Mission –Juventud con una Misión–), invierno de 1985, pp. 13, 15. También Frontlines, primavera de 1985, p. 4.

{92} Judy Ford, «Battle for an Anguished Land», Worldwide Challenge, (San Bernardino, California: Campus Crusade for Christ –Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo–), enero 1983, p. 57.

{93} EHC World News (Studio City, California: World Literature Crusade), febrero de 1986, p. 1. WLC es también conocida como Every Home Crusade.

{94} Kietzman 1986: 3, 49-50. Véase también Kietzman 1985.

{95} Open Doors 1984b.

{96} Kietzman 1986: 49.

 

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