Nódulo materialistaSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas, número 33, noviembre 2004
  El Catoblepasnúmero 33 • noviembre 2004 • página 11
Artículos
Filosofía y Cine. Seminario preparatorio del 42 Congreso de Filósofos Jóvenes

EEUU: «¡Por el Mito hacia el Imperio!»
El cine y el «mito del Héroe y de la Libertad»

Miguel Ángel Navarro Crego

Acercamiento al «mito del Héroe» portador de la «Libertad» en contextos cinematográficos de nuestro presente, principalmente en el cine de los EEUU

Daniel Boone representado por Fess ParkerDavid Crockett representado por John WayneBuffalo Bill representado por Buffalo BillGeorge W. Bush representado por George W. Bush

Presentación

Desde el dintorno y el contorno de Nódulo Materialista (jornadas sobre la Globalización, debates en los foros, artículos en El Catoblepas, &c.) se ha reflexionado ya sobre la Hispanidad y en términos generales sobre la Historia de España, y esto entre otras razones porque las obras que Gustavo Bueno ha desarrollado en materia de Filosofía Política (Primer ensayo sobre las categorías de las 'ciencias políticas', España frente a Europa, &c.) ofrecen un instrumental conceptual y lógico-material que permite abordar dichos temas desde el Materialismo Filosófico. Bajo estas coordenadas queremos acercarnos al cine y al mito del héroe, en la medida en que la cinematografía es un ámbito de reconstrucción material de mitos.

Por otra parte, entendemos que el «saber mitológico» no es exclusivo de sociedades pretéritas históricamente dadas, como por ejemplo la Grecia micénica, ni tiene un único lenguaje constitutivo preferencial y excluyente (así la tradición oral) sino que (y por lo que respecta a la temática del presente artículo) a lo largo del siglo XX y en nuestro presente forma parte del entramado que constituye el núcleo de la identidad ideológica de los Estados Unidos de Norteamérica. Pensamos que los mitos son partes formales de la ideología, donde la dialéctica circular entre apariencia y realidad está más viva y es en muchos sentidos multiforme, cuando se construye cinematográficamente.

Queremos así corresponder (aunque sea con un modesto trabajo imperfecto y programático) con el amable ofrecimiento que nos hicieron algunos miembros de Nódulo, en el contexto de una reflexión general y dialogada que mantuvimos sobre las diferencias entre la historia de España y la de los Estados Unidos.

Cuestiones proemiales de ontología y gnoseología

Admito de forma consciente que la frase «EEUU: ¡Por el Mito hacia el Imperio!» (así con tono imperativo) tiene de entrada mucho de provocativa, sobre todo porque puede parecer apriorismo metafísico. Justificarla racionalmente sería tarea de toda una tesis doctoral de filosofía política e histórica, con los trámites ontológicos y gnoseológicos pertinentes. Pensamos sinceramente que esto solo podría ser llevado a cabo desde el Materialismo Filosófico.

Por mi parte puedo decir con modestia que llevo algunos años estudiando películas y analizando el «mito del héroe» en el western para una posible tesis doctoral. Es decir, me he ocupado de reunir material e intentar analizar el género cinematográfico, que por antonomasia, se denomina entre los cinéfilos el «género americano» (por ejemplo la crítica especializada francesa de orientación psicoanalítica y estructuralista, o lo que es lo mismo Cahiers du Cinemá).

Es a partir de este campo fenoménico de referencia y después de navegar también por muchas páginas web de instituciones y empresas de los Estados Unidos, por lo que nos atrevemos a decir –aunque sea al modo de una intuición– que la «mitología»{1} y la «realidad» del Imperio USA están íntimamente relacionadas, y no de cualquier forma.

Queremos dejar claro que si la citada frase tiene algún sentido para nosotros, lo tiene desde el Materialismo Histórico en cuanto que incorporado al Materialismo Filosófico. Es decir, en la medida en que entendemos que los «mitos y arquetipos» son realidades fenoménicas, tan materiales, como la «necesidad de controlar la producción y comercialización del petróleo, en cuanto fuente de energía o sangre del mundo, por parte del Imperio capitalista USA».

Más allá de entender la «superestructura» como mero reflejo de la «base», se trataría de comprender los mitos que nutren una Ideología como incardinados operatoriamente en las diferentes «Capas del cuerpo de la sociedad política». Principalmente en la «Capa conjuntiva» (eje circular), aunque sin agotarla, porque en el caso de la sociedad norteamericana afectan también a la «Capa basal» (eje radial) y posiblemente a la «Capa cortical» (eje angular){2}.

Nuestra tesis es una tesis fuerte, a saber:

El curso evolutivo de los Estados Unidos de Norteamérica, como realidad histórica infecta que se está haciendo dialécticamente frente a otras realidades históricas, es indisociable del «logos mitológico». Dicho de otro modo, este «logos mitológico» forma parte a diferentes escalas del «núcleo», «curso» y «cuerpo» de la realidad histórica e ideológica de los EEUU.{3}

Cuando hablamos (vid. infra) de «logos», «mitología» e «ideología» queremos coordinar estas ideas con los tres géneros de materialidad de la Ontología Especial (M1, M2, M3), tal como los expone Bueno en los Ensayos Materialistas.{4}

Desde el Materialismo Filosófico, en cuanto dice pluralismo (ni monismo ni atomismo) en el plano ontológico (ordo essendi), y negación del reduccionismo y del holismo en el plano gnoseológico (ordo cognoscendi), Logos, Mito e Ideología están en Symploké dialéctica formando parte de un curso operatorio circular (regressus/progressus).

Entendemos Mitología como parámetro de partida, a modo de un todo que dice o incorpora diacrónicamente «reliquias, relatos y creencias» a la cultura objetiva (objetual), intersubjetiva (intersomática o social) y, en algunos casos, a la cultura compleja instrumental. Además, la mitología en cuanto «cultura circunscrita» apunta en el Progressus de las partes al todo hacia la Ideología como realidad terciogenérica.{5}

Logos entendido etic como «formas de hablar y de pensar», «mentalidades», en cuanto realidades subjetuales (pero no completamente subjetivas) empíricamente constatables, que eventualmente un etnolingüista o sociólogo puede reconstruir desde sus coordenadas categoriales (comprendido así holóticamente en el plano ontológico como M1).Comenzando por la Mitología como un todo, el Regressus nos haría percibir al Logos como una determinación de las partes (aunque en el Progressus las «mentalidades» &c., no agoten lo que es una Mitología).{6}

Mitología entendida etic como «referencias constantes y entrecruzadas a ciertos objetos de veneración, arquetipos morales, héroes ejemplares, instituciones paradigmáticas, &c.,» y todo ello en cuanto se constata que aquélla pertenece al mundo de la subjetividad e intersubjetividad común de los estadounidenses, es decir como «mitos envolventes», vistos ahora éstos como estruturas holóticas interconectadas de forma sinecoide con los individuos. (La Mitología comprendida pues como contenidos M2).

Ideología entendida etic como un «conjunto de planes, proyectos políticos o filosóficos» que orientan el ortograma de los Estados Unidos como Nación, Estado e Imperio. Esto no sólo viendo a los EEUU como un Todo Atributivo, en competencia dialéctica con otros Estados, sino y a veces sobre todo, como una Totalidad Distributiva que se realiza y se nutre en y a partir de sus «ciudadanos libres» (salva veritate), a los que hay que «adoctrinar» como últimos depositarios y garantes de la «Libertad» de los Estados Unidos. (Por ejemplo en cuanto «milicia organizada» que salvaguarda la libertad de la patria, y esto es esencial –M3– en la Constitución americana.)

Ideología como M3 supone entender el sentido imperativo o exhortativo de la frase «¡Por el Mito hacia el Imperio!» –y bajo esta óptica la idea que se ejerce representacionalmente en muchas películas USA y en otras instituciones de la «Cultura objetiva estadounidense» solo aparentemente nos remite a M2–, como formando parte al «modo maquiavélico o hegeliano» de los «arcana imperii», de la «Razón de Estado» (ratio imperii) que coadyuva y forma parte esencial de la eutaxia del Imperio Americano (USA). La Ideología como un todo se refiere aquí al camino del Progressus de dicho todo a la reconstrucción de la Mitología como parte. No obstante el todo, la Ideología, no se agota en sus partes. Es decir no todo lo que constituye una Ideología es Mitología. (Lo cual en el cine USA también es evidente en muchos casos.)

Decimos esto último en el mismo sentido (pero con referencia como es evidente distinta) en el que Atilana Guerrero y Pedro Insua, desde las coordenadas del Materialismo Filosófico de las ya citadas obras de Bueno, se refieren al Imperio español analizando la divisa «Por el Imperio hacia Dios», en su respuesta a Fernando Pérez Herranz. Me estoy remitiendo a su artículo «España y la 'inversión teológica'» (El Catoblepas, nº 20).{7}

Ciertas realidades contempladas etic (armas como el «bowie knife», «el Pennsylvania o Kentucky long-rifle», «Hawken rifle», «el Winchester», &c.; personajes históricos o legendarios como Daniel Boone, David Crockett, Kit Carson, Buffalo Bill, el general Custer, Teddy Roosevelt y los Rough Riders, el general MacArthur, &c.; instituciones como «West-Point», «el Séptimo de Caballería», clubes de excombatientes, el cuerpo de Marines, las celebraciones o conmemoraciones militares –Doughboys..., &c.–, las fiestas o celebraciones «reenactment», la N.R.A., la N.M.L.R.A., &c.) no se pueden entender sólo como realidades primogenéricas, segundogenéricas o terciogenéricas (en el ordo essendi), pues únicamente cuando la perspectiva etic puede reconstruir la emic en el ordo cognoscendi (por ejemplo la del americano medio que ejerce el «American Way of Life»), pueden entenderse dichas realidades como formando parte de la bóveda ideológica (aquí mitológica, pero no exclusivamente) de dicho ciudadano medio americano, que por ejemplo se considera a sí mismo como «hombre libre» o buen «patriota».

Desde una perspectiva emic y en el plano ontológico que nosotros etic defendemos (aplicado a ese supuesto ciudadano medio americano), coleccionar cuchillos bowie (objeto M1), practicar la caza con armas de avancarga (M2) y educar a los hijos según los planes teóricos y con las becas de la N.R.A. (Asociación Nacional del Rifle) (M3) no son realidades entre sí reductibles.

Ahora bien, desde las coordenadas de quien ejerce la racionalidad filosófica (etic) (por ejemplo un europeo), todo ese campo fenoménico, esas realidades que pertenecen al «mundo» emic del americano medio (ontología especial), se nos presentan como necesarias y objetivas y en ese sentido independientes en cierto modo de la voluntad y de la libertad del sujeto operatorio (ciudadano). Y esto, en tanto en cuanto la libertad del ciudadano medio americano se ejerce a través de prólepsis que no se ejercitan sobre o a partir de una «libertad cósmica indeterminada y transmundana». Dicho rápidamente, el ciudadano «libre», «decide», en cuanto que «coleccionar cuchillos bowie», «cazar con armas de avancarga» y «educar a sus hijos según las doctrinas de la N.R.A.» son realidades infectas dadas en su «mundo entorno» (Umwelt).

No negamos la libertad, sino que por el contrario la circunscribimos a los tres ejes del Espacio Antropológico.{8}

Desde la Gnoseología constructivista y materialista entendemos que géneros literarios como «cierta novela histórica o épica», y géneros cinematográficos como el «western», el llamado (emic) «cine histórico» o «épico», son contextos infectos en los que por ejemplo (y en los últimos cien años de la Historia de los EEUU) se ejercen y se representan «mitos y arquetipos».

Mitos y arquetipos tomados aquí como contenidos de M2, en los que se reconstruyen «formas de vida y de pensamiento» (por ejemplo «la vida como aventura», «epopeya», &c.), pero que en cuanto generan un «logos» (M1) que se repite como invariante (por decirlo al modo estructuralista), nos remiten a contextos esenciales (M3). Es decir, la Mitología apunta aquí hacia el horizonte de la Ideología.{9}

EEUU: la dialéctica entre Mito e Historia

En este sentido, y siguiendo en la perspectiva gnoseológica, las «Historias del Oeste» o «Far-West», ¿qué son?, es decir ¿qué son gnoseológicamente?{10}

Nuestra tesis (tesis que emitimos después de haber leído versiones o traducciones españolas, francesas o inglesas) es aquí también una tesis fuerte, a saber: se trata de Mitologías con mayor o menor grado de compromiso ideológico.

Cuando la Historia Fenoménica no es capaz de establecer nexos causales entre o a partir de las» reliquias y los relatos» y solo se resuelve en «epopeya rapsódica», en un plano β2-operatorio, estamos ante un género literario propio de las «biografías ejemplares». Es el reino de la Mitología con funciones ideológicas.{11}

En el caso de los EEUU la cantidad de «anécdotas históricas» intranscendentes, pero que en cuanto son parte de un curso mitologizador e ideológico se nos presentan como «esenciales», es abrumador, y esto muchas veces por efecto de la falsa conciencia interesada, luego como Ideología políticamente implantada.{12}

El Mito no es «Historia de la historia» (Ciencia Histórica categorial), no es por supuesto «Historia de la Historia» (Historiografía). Pero tampoco es «historia de la Historia» (relatos sobre lo ya escrito y construido categorialmente como «ciencia histórica»). El Mito, la Mitología, es «historia de la historia». Es decir, relato fenoménico (en este caso queremos decir «periodístico» o a lo sumo «sociológico») con intención edificante o moralizadora (biografías elevadas al grado de «excelencias», &c.){13}

El relato fenoménico comienza siendo oral y es esa oralidad la que le da su fuerza y sus límites gnoseológicos. En el relato el espacio-tiempo aparece como un continuo, donde los hechos se dibujan, se desdibujan o se pierden. Los fenómenos que se nos narran aparecen desconectados de los contextos envolventes, causales y determinantes por efecto del olvido, por la «pérdida de la memoria». Este mecanismo, que ya lo conocía perfectamente Platón, le llevó a desarrollar en el ejercicio de sus diálogos de madurez la «Teoría del Logos» y por eso Platón pudo luchar contra el Mito y restituir alguna de sus funciones en el marco de la Filosofía.{14}

El mito surge tras el olvido como «anámnesis». Es el reino gnoseológico del «Érase una vez...». Así comienzan las fábulas y así comienzan los mitos. Por eso, si el concepto de «memoria histórica» es un concepto difuso, no riguroso por referencia a las Historias categoriales, si tiene sentido gnoseológico en la Gnoseología del Mito, si redefinimos esa «memoria histórica» como «mentalidad común» (p.e. referencias a «héroes» como arquetipos morales, &c.)

Por razones (económicas, demográficas, ideológicas, &c.) muy amplias que no puedo desarrollar aquí, el relato oral pasó a ser recogido en la «literatura de cordel». Las llamadas por los propios historiadores de los Estados Unidos «novelas de cinco centavos».

Se trataba de «almanaques» y «novelas cortas», algunas a modo casi de «comic», que «reconstruían» con evidentes confusiones espacio-temporales y por magnificación y tergiversación las hazañas de personajes históricos reales (Daniel Boone, David Crockett, Kit Carson, &c.). Cuando cambió el «telón histórico» de fondo, los bandoleros sudistas que no se rindieron, los «cowboys» tejanos, los generales de las guerras indias, los aguerridos caudillos indios que no se plegaron a la política de las «reservas», &c., fueron el nuevo «campo semántico y mitologizador» de los relatos orales y de la «literatura popular».

Se da el hecho de que cuando los relatos orales interaccionaron con la tradición novelística romántica (rousseauniana, «mito del buen salvaje», «idealización de la naturaleza» &c.), presente en autores como Fenimore Cooper (novelas como El último mohicano, El cazador de ciervos,...) y otros menos importantes, la «imaginación popular», si se nos permite esta expresión, desdibuja los personajes reales confundiéndolos con los novelescos (así el Daniel Boone real con el personaje «Ojo de halcón», «Nathaniel» o «Medias de cuero» de las novelas de J. F. Cooper).

La propia biografía de W. F. Cody (alias Búffalo Bill, 1846-1917) es un ejemplo de mitologización, pues se pasó representando en su circo (y hubo otros), en el Este de los EEUU y en Europa, lo que había hecho en el Oeste («heroicidades», «proezas»,...). Pero el primero que lanzó a la fama a este personaje fue un autor de novelas baratas. Se trata de Ned Buntline, pseudónimo de Edward Zane Carroll Judson (1823-1886). Este individuo, con gran olfato para los negocios, orquestó varias campañas de propaganda en torno a personajes célebres en el Oeste. Evidentemente Clint Eastwood lo «quintaesencia» y ridiculiza críticamente en su excepcional Unforgiven (Sin perdón, 1992).

Para decirlo al modo orteguiano, si la Historia comienza cuando uno se olvida de la nariz de Cleopatra o del hermoso cuello de Nefertiti, los americanos (el indocto, pero no necesariamente ignorante americano medio), no se olvida de cuan excelente era el rifle (la dulce «Betsy») de Tennesse de David Crockett, qué genial soldado era el general Custer, y qué abnegados los marines en la guerra de Vietnam. Y todo esto por razones objetivas, es decir terciogenéricas.

No estamos negando, como es evidente, que haya ciencia histórica sobre los Estados Unidos. La hay excelente, y en cuanto tal, los «elementos arquetípicos y míticos» no aparecen entre los fenómenos o sólo se citan a modo de anécdota divertida. Pero son libros como los de Robert M. Utley o Joseph G. Rosa{15}, que restauran por ejemplo la «verdad histórica» del «bandolerismo y de las mal llamadas –desde el mito– guerras ganaderas en el último tercio del siglo XIX». Ahora bien, estos libros universitarios no «nutren» a las masas populares de la llamada «América profunda».

Sin embargo hay multitud de páginas web de los Estados Unidos (de empresas como fábricas de armas, instituiciones, clubs de caza, tiendas de suministros para cazadores y tramperos, &c.) que viven de, desde, por y para el Mito.

Características del mito en contextos cinematográficos

No negamos tampoco que desde la industria cinematográfica de Hollywood haya habido directores desmitificadores, de hecho los hay y los hubo, empezando por John Ford en sus últimos años. Si uno ve la película Boinas verdes de John Wayne (1968), ve un mito, peor o mejor construido, pero al servicio de una ideología y unos intereses, en este caso justificar la guerra del Vietnam. Asimismo Francis Ford Coppola, con Apocalipsis Now (1979), desmitifica esta guerra en la medida en la que nos la representa como un «descenso a los infiernos».

Pero directores como Coppola, Kubrick, Oliver Stone (con muchas reservas y remitiéndonos a algunas películas sólo), Clint Eastwood, &c., son siempre una minoría, teniendo que producirse sus películas más «personales» o «comprometidas» (desmitificadoras).

Por nuestra parte pensamos que estudiar el «mito del héroe» en el western es una buena forma de evaluar la evolución ideológica de los Estados Unidos. Así distinguiríamos:

a) Desde 1903 (The Great Train Robbery de Edwin S. Porter) hasta la llegada del cine sonoro en 1928.

b) Desde 1928 hasta el inicio del llamado «western maduro o adulto», en 1939 (Stagecoach, John Ford, 1939).

c) La época dorada hasta el «western crepuscular» (hasta The Man Who Shot Liberty Valance, John Ford, 1962).

d.1) «Western» crepuscular o el «western como parábola o reflexión sobre el mito».

d.2) La degeneración esteticista de una mitología o el «spaghetti-western» europeo como «antimitología» (Sergio Leone y su Trilogía del dollar)

d.3) Clint Eastwood y «la muerte digna de una mitología», síntesis y superación de un género (Unforgiven, 1992).

De hecho y dicho sea de pasada, la figura del «vaquero tejano» (cowboy) sirvió en el cine (y en el comic) para reconstruir mitológicamente e incorporar a la puritana cultura del Este de los EEUU muchas de las virtudes de la tradición y cultura españolas presentes en nuestros conquistadores, así por ejemplo su «sentido caballeresco del honor», su austeridad, su amor a los espacios abiertos y sin fronteras, &c. (véase, sin más, Open Range, de Kevin Costner, 2003).

Comprenda el lector que no podemos aquí desarrollar un tema que es objeto de un amplio trabajo de investigación. No obstante diremos lo siguiente.

Las grandes superproducciones cinematográficas de la industria de Hollywood en los últimos años «ejercen el mito del héroe» y «del héroe que lucha por la Libertad», y lo ejercen en la medida en que lo representan. Nos referimos, sin rebuscar mucho, a películas como: Braveheart (de Mel Gibson, 1995), Saving private Ryan (Salvar al soldado Ryan, de Steven Spielberg, 1998), The Patriot (El Patriota, dirigida por Roland Emmerich, 2000), Gladiator (Gladiador, de Ridley Scott, 2000), Troy (Troya, de Wolfgang Petersen, 2004), y la recién estrenada King Arthur (El Rey Arturo, de Antoine Fuqua, 2004).

Para tomar contacto con lo que decimos, recomendamos al lector que visite las páginas web oficiales en Internet de películas recién estrenadas. (Algunas tienen un formato informático muy parecido y esto suponemos que no es ocasional.)

Evidentemente la «mitología» no puede existir sin la industria, una industria que en cuanto que incorpora a casi todos los países desarrollados del globo (al ser sus habitantes potenciales consumidores, es decir espectadores) se toma «demasiadas molestias» en «operar con ciertas ideas». Así la idea de «Honor», de «Dignidad», de «Libertad», de «Imperio».

Nuestra tesis es que, por decirlo con un refrán castizo, «el que paga manda» o lo que es lo mismo «determina».

Las ideas (y la modulación de éstas) que se desarrollan en una película (en este caso en un contexto mitologizador), no dependen tanto de la «nebulosa libertad subjetiva» de guionistas, directores y productores, que «crean» «genialmente» desde su «mismidad». Dependen, y ésta es nuestra tesis, de «proyectos objetivos en marcha», donde la «astucia de la Razón» opera conscientemente.

La idea de «libertad» que manipulan autores como Fukuyama y David Landes{16}, u otros «teóricos e ideólogos» al servicio de los EEUU y su «ortograma imperial», es de raíz hegeliana, pero leída a través de la «Teoría del Sujeto y de la autoconciencia» de ciertos exégetas existencialistas (vía Heidegger) como Alexander Kojève («la lucha de las autoconciencias» como «lucha por el reconocimiento»).

Esta «idea de Libertad», que en contextos de geopolítica y geoestrategia científico-tecnológica puede ser útil para encubrir (crear una cortina de humo) a quien tiene las riendas de los derroteros en los desarrollos tecnológicos, en la medida en que «crea la apariencia subjetiva de libertad y de relativismo», esta idea decimos, es útil en contextos cinematográficos mitologizadores para crear un «prototipo de héroe» que justifique épicamente una determinada política imperial.

Después del 11-S de 2001, del atentado a las Torres Gemelas en el corazón financiero del Imperio USA, la política imperial de los EEUU con su intervención armada en Irak necesita un aval fenoménico que justifique su proceder, y esto más allá (luego con más razón, razón en este caso fenoménica y operatoria) de la «supuesta armonía preestablecida en la ONU».

Quien viola las «Leyes» (intervención en Irak no refrendada por la ONU) es porque materialmente puede hacerlo, lo cual no quiere decir que recursivamente no necesite generar «contextos justificadores» que creen la «apariencia de una necesidad».

En cuanto el «ortograma imperial» es objetivo (terciogenérico, M3) sobrevuela en sus determinaciones, a la voluntad incluso de quien sea eventual inquilino de la Casa Blanca. Mas en cuanto que incorpora a la democracia (el voto de todos los ciudadanos) en su proceso dialéctico realimentativo necesita del «adoctrinamiento ideológico», y esto por vía mitologizadora lo hace espléndidamente la industria cinematográfica.

En la medida en que el cine ayuda a generar el espejismo de que la «necesidad» es la «Libertad», «la Dignidad de un pueblo oprimido», «el Honor de un hombre que se reconcilia con su Imperio a través del 'reconocimiento'», se crea un ámbito apariencial que es funcional si el pueblo, las masas, se lo creen. Aunque la auténtica «necesidad», la que determina por encima de la voluntad subjetiva de los individuos, sea por ejemplo la de controlar el petróleo del globo durante los próximos cincuenta años.

Desde el Materialismo Filosófico, Libertad y Necesidad son dos «conceptos conjugados», y conjugados diaméricamente en contextos operatorios concretos dentro de los «ejes del espacio antropológico».

Ahora bien, en el ámbito del «cine épico» o «histórico», la «libertad» de las apariencias pasa por generar la «apariencia» de la Libertad. La libertad de la «Necesidad» pasa por gestar la «necesidad» de Libertad.

Por eso el cine de Hollywood objetiviza estos quiasmos en un constante ejercicio mitologizador. Así y desde la «Razón de Estado», los héroes de Hollywood no se parecen ahora en nada a, por ejemplo, los clásicos «héroes trágicos» del cine japonés de Akira Kurosawa. Por eso también la «Razón de Estado» opera con el «estado de la razón», ya que la «fuerza de las ideas» necesita manipular las «ideas fuerza» (por ejemplo, la de Libertad).

Con esto creemos haber justificado nuestra frase: «EEUU: ¡Por el Mito hacia el Imperio!» De todos modos analicemos, aunque sea someramente, las películas recientemente estrenadas El Rey Arturo (Antoine Fuqua, 2004) y El Álamo, la leyenda (John Lee Hancock, 2004).

El Alamo, la leyenda, 2004El Rey Arturo, 2004

El Rey Arturo y El Alamo, la leyenda

Respecto a la primera película podríamos comenzar haciendo la siguiente pregunta. ¿Por qué se fusiona en un mismo tiempo mítico la «cultura sármata», la «caída del Imperio Romano», las «enseñanzas del hereje Pelagio», las «invasiones sajonas» en Gran Bretaña, las «guerras con los bárbaros Pictos» más allá de la «Muralla de Adriano» y la «saga artúrica» de los «caballeros de la Tabla Redonda»? Esta pregunta no es meramente retórica, pues la película El Rey Arturo se anunciaba en fechas recientes y en los centros comerciales globalizados, como «la verdadera historia que dio lugar a la leyenda».

Cualquier espectador (y por eso ahorro al lector tan prolija exposición) puede comprobar en enciclopedias tan genéricas como la Encarta o incluso en la Historia (si es que gnoseológicamente se la puede llamar así) de Isaac Asimov,{17} que el anacronismo brilla por su abundante presencia en el filme y esto desde el momento en que se fusionan en un mismo tiempo mitológico elementos tan dispares. (Así por ejemplo la referencia a las doctrinas de Pelagio, que es esencial para construir el núcleo de la idea de Libertad que la película nos quiere inculcar, está realmente traída por los pelos.)

Sospechamos que toda esa fusión mítica (al pueblo Sármata se le ubica intencionalmente cerca de la actual Turquía, Kurdistán o Asia Menor) pero pretendidamente histórica no es fortuita, sabiendo como sabemos que es colosal la cantidad de dinero y de infraestructura de producción que se invierten en la realización de películas «épicas e históricas» como esta. Por otra parte las referencias textuales, de guión, al «honor» y a la «libertad» son constantes y aparecen en los momentos claves para hacer avanzar la acción y para establecer nexos semánticos (mitologizadores) con fines ideológicos.

De esta guisa tenemos que los caballeros sármatas, mercenarios a sueldo del Imperio Romano acaudillados por Arturo, se consideran liberados cuando obtengan la licencia absoluta. Aquí la libertad aparece de forma negativa como «Libertad de», frente a su dependencia del decadente Imperio ya citado. Asimismo estos paladines se autoconsideran libres (en el plano emic), porque en su última misión y más allá del deber para con Roma «acompañan» a Arturo por lealtad o amistad hacia él. Aquí la «libertad» es ya positiva (Libertad para), pero su sustancia es ética y no moral.

En este contexto, la conversación entre Arturo y el caballero Lancelot sirve de forma fenoménica para subrayar esos «vínculos éticos» y no religiosos.

En los primeros contactos con los Pictos, en esta parte de la película, éstos son presentados desde el «eje angular» como fuerzas misteriosas y telúricas que acechan, atacan escondidos y «envuelven» a Arturo y los suyos. Cuando Arturo y sus paladines liberan a un importante ciudadano romano (construido como un miembro de la «capa cortical»), las estructuras del vínculo ético (Espíritu subjetivo) se objetivarán (Espíritu objetivo). El héroe (Arturo), el portavoz de la libertad, al comprobar el trato inhumano (éticamente) que el romano da a sus esclavos por herejes, convierte por la mediación de la heroína (Ginebra) la sustancia ética subjetiva en eticidad objetiva, para decirlo al modo hegeliano. Así lo Ético pasa a ser Moral y Político.{18}

En la película, la ruptura de Arturo con el Imperio Romano se construye proyectando sobre la subjetividad de aquél la maldad y decadencia intrínsecas del Imperio, al ser asesinado Pelagio y traicionadas sus salvíficas enseñanzas. Su reacción es la «negación de la negación». Lo más importante aquí es que se utiliza a la mujer (Ginebra) como portadora del «discurso de la libertad subjetiva», es decir, como un «universal mítico» que engarzará así con la idea de Libertad objetiva, vinculada a la «patria» y a una «misión histórica».

Estos mecanismos hegelianos propios de la Fenomenología del espíritu son muy útiles cinematográficamente hablando, pues sirven para transmitir una ideología de la libertad muy cara a ideólogos como Francis Fukuyama (vid. supra).

Al punto Ginebra, ataviada como una diosa griega y con un arco recurvado típicamente oriental, pues a partir de ahora los anacronismos sintácticos en la película van en aumento, junto con Arturo y sus huestes presentan batalla sobre la helada superficie de un río. Aquí el cine, como tantas otras veces, se plagia a sí mismo, pues bien parece que se construye el episodio sobre la travesía del Mar Rojo por los hebreos, tal y como nos la contaba Cecil B. De Mille en Los diez mandamientos (1956).

Al final de la película y tras la redención del héroe (Arturo) por la mediación del amor (Ginebra), en un mecanismo mitologizador típicamente hegeliano, aquél podrá decir ya «todas las vidas que he segado me han traído hasta este momento», pues la ontogenia del espíritu se despliega hasta converger con la Historia como destino del Héroe. Así, cuando Arturo, apodado «el casto», aparezca tras la muralla como una teofanía, investido de toda su majestad, sin importar los anacronismos en el atuendo, armas (con Excalibur, la mítica espada) y armadura, es ya el vehículo mitológico perfecto de la idea de libertad que la película nos quiere transmitir. El héroe lucha por la libertad de un pueblo (los bretones y pictos hermanados como el núcleo generador del mundo anglosajón), más allá de las pasadas traiciones imperiales, más allá de su propia biografía (muerte de su padre). Es esa idea de libertad a la que ya nos hemos referido varias veces, que tan presente está en tantos directores y productores de Hollywood y que tan querida es por los ideólogos imperiales de los EE. UU. Por eso puede decirle al bárbaro caudillo sajón «yo lucho por una causa por encima de Roma y de tu entendimiento». Esa causa, lo reiteramos una vez más, es la Libertad.

Para subrayar épicamente más aún todo esto, los paladines no abandonan a Arturo pues hacen suya esa misión de llevar el estandarte de la Libertad. Se recurre así a una «angularización» de los caballos para presentar a los héroes como númenes. En la película, los míticos héroes de «Badon Hill» representan cada uno una cultura luchando por la libertad contra los bárbaros, contra el «eje del mal». Así se nos presenta a un caballero vestido y armado como un mogol o tártaro y a otro como un luchador samurai japonés.

Nada importan anacronismos y claras mentiras (Ginebra, heroína ahora de su etnicidad, luchando como una experta en artes marciales), pues de lo que se trata es de subrayar la idea, la ideología construida mitológicamente con el lenguaje del cine.

Al final se recurre a Stonehenge (símbolo supremo de esta clase de películas que utilizan la saga artúrica) para dar una unidad temática a la civilización británica, pero no se olvida que la cruzada contra el «eje del mal» es internacional y pluricultural, pues el «alma» del caballero sármata Lancelot (y este sí que es un grave falseamiento) cabalga libre por las estepas hacia su patria (nuevo recurso angular).

Poco importa que el señor Tony Blair y su política en el conflicto de Irak apenas sepan nada (si es el caso) de películas como esta. La bóveda ideológica desde la que se construye el relato fílmico funciona objetivamente.

Pasemos ahora a comentar El Álamo, la leyenda. En esta película el presidente George Bush sí se interesó por alguno de los eventos organizados en torno al rodaje, como se puede constatar en Internet.

En este caso nos llama la atención que la publicidad hacía hincapié en los componentes (tópicos) más vulgares y comúnmente épicos y patrioteros. Así el filme se anunciaba afirmando: «Durante trece días unos pocos centenares de hombres corrientes desafiaron a un gran ejército. Rendirse no es una opción.» Mas tras el evidente reclamo publicitario del que la industria cinematográfica no puede prescindir ¿qué nos encontramos?

En muchos aspectos esta película se parece poco a la clásica El Álamo (John Wayne, 1960), donde los protagonistas históricos David Crockett (interpretado por el propio John Wayne) y James Bowie (Richard Widmarck) entre otros, eran ensalzados e idealizados hasta el límite máximo de una narración ideológicamente optimista y patriótica.

¿Por qué arriesgarse a realizar un «remake» que no puede compararse con la industria y el sistema de los estudios del Hollywood, de los años 50 y 60 del siglo pasado? Múltiples páginas web en Internet nos comentan el fracaso en taquilla y en los EEUU de una producción de este tipo.

Más allá de avatares como los cortes en metraje por razones comerciales en la fase de postproducción y de la limitación en la crudeza de algunas escenas violentas, por razones de censura y adecuación por parte de la Disney a un público consumidor adolescente, lo cierto es que la película tiene una lectura en clave ideológico-política.

En este caso revisitar el Álamo y su leyenda es un tópico para construir un discurso de «corrección política» alejado del patriotismo triunfalista, a pesar de que la taquilla, es decir el negocio, hubiese aconsejado lo contrario. Así los personajes clave, David Crockett, Sam Huston, el Coronel William Travis, Jim Bowie, se nos presentan como individualidades de carne y hueso, se dan pinceladas sobre sus circunstancias, sus vicios y su pasado, en definitiva se desmitifica a los héroes. Crockett como leyenda viva de hombre duro de la frontera (frontiersman) desmiente su propia fama.

Por otro lado, el filme ejercita un constante acercamiento a la cultura española, a lo que fue el Imperio español de las Américas. Así el papel de Juan Seguín (interpretado precisamente por el español Jordi Moyá) sirve de puente entre las dos culturas, luego no hay choque de civilizaciones (Huntington), pues él es la voz del pueblo tejano oprimido por Santa Anna. Seguín no es presentado como un traidor sino como un héroe testimonial, pues él es el aliado frente aun enemigo común. Las referencias a la religiosidad católica no salen en conjunto mal paradas en la película. La confrontación «cultural» se reconstruye a través del mito de Orfeo, pues el violín, todo un símbolo de las entrañas de la música popular anglosajona amansa a los que tocan a «degüello». No obstante, se nos informa que esta marcha tiene un origen árabe antes que español.

Las «guerras indias» quedan totalmente desmitificadas por boca de un protagonista de excepción, el «mítico» Crockett, que con la narración de una matanza efectuada sobre los indígenas americanos anticipa el destino propio de ellos mismos, los sitiados en el Álamo. En este sentido, y como máxima concesión fabuladora a la épica y al mito, se nos muestra el disparo certero con su «long rifle» de Tennesse sobre la hombrera del general mejicano como un acierto a medias, sin subrayados. También está bastante lograda la reconstrucción fenoménica (pero con categorías etic) del general Santa Anna, que percibe etic como piratas a los que resisten en la antigua misión y que es presentado como el ejecutor de la Razón de Estado hecha historia. Además, la guerra aparece en la película sin ribetes míticos o apologéticos, subrayando con cierto laconismo la casi infancia del ejército sitiador.

Por todo lo anterior Texas y el Álamo (en «aparente» tierra de nadie después de las pérdidas coloniales españolas), se reconstruyen como un núcleo generador de un Imperio que en la película quiere mostrarse como integrador y no avasallador, papel este último reservado a Santa Anna como Napoleón de la pradera tejana. Mucho nos tememos que una película así se quede a medio camino y no convenza ni a tirios ni a troyanos, aunque en su «corrección política» pueda ser mejor comprendida en Europa que en América.

Con películas como ésta (impensables en su contenido ideológico hace unas décadas), los EE. UU. pretenden potenciar su imagen de amigos de los Pueblos y de las Civilizaciones, en lucha constante contra los tiranos que oprimen a su propia población, reducida ésta a condición de súbditos. Por todo lo dicho el filme que comentamos es «posible» y «necesario» ahora, en este tiempo presente, con unos EEUU enfangados en la guerra de Irak, como constructo ideológico que aúna «patria» y «libertad y respeto» para con otras civilizaciones.

Como hemos visto en estas dos películas, en primer lugar, el «mito del héroe» que convierte la libertad cósmica y la libertad subjetiva en estandarte de la liberación de un pueblo unido, da buenos resultados ideológicos, como también los da y nos referimos a la segunda obra, el «mito de la nación libertadora y generadora». Pero mito entendido aquí no tanto como referencia epistemológica al problema de la verdad (por ejemplo la supuesta verdad de los proyectos políticos de los EEUU en su ortograma imperial), sino mito gnoseológicamente comprendido, es decir, como vehículo de ideología donde las ideas-fuerza (libertad , pueblo, gloria, patria, &c.) y su modulación son el principal contenido, y aquí la «verdad» está en el efecto persuasivo y doctrinario de la fuerza de las ideas míticamente construidas con el logos cinematográfico.

Notas

{1} Para una reconstrucción desde el Materialismo Filosófico del término Mito, véase la obra de Gustavo Bueno, El mito de la cultura. Ensayo de una filosofía materialista de la cultura, Prensa Ibérica, Barcelona 1996, págs. 11-27.

{2} En lo referente a las capas de la sociedad política véase Gustavo Bueno, Primer ensayo sobre las categorías de las 'ciencias políticas', Biblioteca Riojana, Logroño 1991, págs. 307-354. Una exposición de los «tres ejes» del Espacio antropológico en Gustavo Bueno, «Sobre el concepto de 'espacio antropológico'», El Basilisco, nº 5, Oviedo 1978, págsp. 57-69, y en El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996, lectura segunda, págs. 89-114.

{3} Una exposición general de la Esencia genérica (teoría de la): Núcleo/Cuerpo/Curso en Pelayo García Sierra, Diccionario filosófico, Pentalfa, Oviedo 2000, págs. 82-83. Un desarrollo de la Teoría de la Esencia genérica en contextos de Filosofía de la religión, véase en Gustavo Bueno, El animal divino. Ensayo de una filosofía materialista de la religión, Pentalfa, Oviedo 1996 (1ª ed. 1985), págs. 111-113, 139-308. También en cuestiones de Ontología Política ver Gustavo Bueno, Primer ensayo sobre las categorías de las 'ciencias políticas', ed. cit., págs. 119-127, 129-228, 229-269, 271-399.

{4} Gustavo Bueno, Ensayos materialistas, Taurus, Madrid 1972, págs. 291-369. También en Diccionario filosófico..., §72-75, págs. 102-105.

{5} Sobre lo sentidos de la Idea de Cultura ver Gustavo Bueno, El mito de la cultura (y a modo de definiciones en el Glosario de dicha obra, págs. 235-237.). También en Diccionario filosófico..., págs. 408-410. Para la distinción Emic/Etic ver Gustavo Bueno, Nosotros y ellos. Ensayo de reconstrucción de la distinción emic/etic de Pike, Pentalfa, Oviedo 1990.

{6} Ensayamos aquí una teoría del «Logos» no estructuralista ni mentalista, pero reconocemos la influencia de Santiago González Escudero profesor de Filosofía antigua en la Universidad de Oviedo y de Emilio Lledó. Véase de este autor La memoria del Logos, Taurus, Madrid 1984, págs. 54-59, 135-138; El surco del tiempo. Meditaciones sobre el mito platónico de la escritura y la memoria, Crítica en Círculo de Lectores, Barcelona 1994. Para la crítica a la teoría idealista de las mentalidades véase Gustavo Bueno, Primer ensayo..., Logroño 1991, pág. 160.

{7} Véase Gustavo Bueno, España frente a Europa, Alba Editorial, Barcelona 1999, págs. 239-367, y Atilana Guerrero & Pedro Insua, «España y la 'inversión teológica'», El Catoblepas, nº 20, pág. 19.

{8} Para la idea de Libertad consúltese Gustavo Bueno, El sentido de la vida. Seis lecturas de filosofía moral, Pentalfa, Oviedo 1996, págs. 237-336. En lo referente a la «Libertad para», pág. 239, también en su circunscripción al «espacio antropológico» desde el Materialismo Filosófico, págs. 330-336.

{9} Respecto a la concepción de la Ideología nos remitimos a Pelayo García Sierra, Diccionario filosófico, §296 y 297, págs. 310-312.

{10} Mencionamos aquí algunos modelos de «sociología» o «periodismo» respecto al «Far-West». Así Jean-Louis Reipeyrout, Historia del Far-West, 2 volúmenes, Luis de Caralt, Barcelona 1972 (original París 1967); H. J. Stammel, La gran aventura de los cowboys, Noguer, Barcelona 1975 (original en alemán, 1970); VV. AA., La Historia del Oeste, 4 volúmenes, Ediciones Picazo, Barcelona 1979; D. Venner, Les armes americaines, Jacques Grancher éditeur, París 1985; R. L. Wilson, The Peacemakers. Arms and adventure in the American West, Randon House, Nueva York 1992. Muchas otras obras que aquí no citamos «reconstruyen» míticamente algunos episodios de la historia de los EEUU, a partir de la evolución tecnológica de las armas de fuego en ese país.

{11} Nos remitimos al artículo de Gustavo Bueno, «Reliquias y relatos: construcción del concepto de 'historia fenoménica'», El Basilisco, nº 1, Oviedo 1978, págs. 5-16. Véase Gustavo Bueno, «En torno al concepto de 'ciencias humanas'. La distinción entre metodologías α-operatorias y β-operatorias», El Basilisco, nº 2, Oviedo 1978, págs. 12-46. También en Pelayo García Sierra, Diccionario filosófico, §230-232, 436, 437, 439, págs. 261-263 y 447-451.

{12} Gustavo Bueno, Ensayos materialistas, Taurus, Madrid 1972, apéndice II. El concepto de «implantación de la conciencia filosófica». Implantación gnóstica e implantación política, págs. 235-263.

{13} En estas distinciones en torno a la «historia» y la «Historia», seguimos un trabajo mecanografiado de Gustavo Bueno, Facultad de Geografía e Historia, Oviedo 1974. También pero aplicados al ámbito de la Historia de la Filosofía en Gustavo Bueno, La Metafísica Presocrática, Pentalfa, Oviedo 1974, Introducción, págs. 7-42.

{14} Véanse las obras de Emilio Lledó citadas en la nota 6. Seguimos también aquí la tesis doctoral de Román García, Una Teoría de la imagen y la publicidad en Platón, Eikasia, Oviedo 2001.

{15} Joseph G. Rosa, The Gunfigther. Man or Mith?, University of Oklahoma Press, Publishing Division of the University, Norman 1969. Gunsmoke. A Study of Violence in the Wild West (en colaboración con Robin May), Londres 1977. Robert M. Utley, High Noon in Lincoln. Violence on the Western Frontier, University of New Mexico Press, Alburquerque 1987 (4ª reimp. 1995). Estos autores también han cultivado la biografía bien documentada y no mitologizadora, así Robert M. Utley, Billy the Kid. A Short and Violent Life, University of Nebraska Press, 1989 (hay edición española, Billy el Niño: Una vida breve y violenta, Paidós, Barcelona 1991). También J. G. Rosa, They Called Wild Bill. The Life and Adventures of James Butler Hickok, University of Oklahoma Press, Norman 1964 (2ª edición, 1974). The west of the Wild Bill Hickok, University of Oklahoma Press, Norman 1982. Wild Bill Hickok. The Mand and His Myth, University Press of Kansas, 1996.

{16} Francis Fukuyama, El fin de la historia y el último hombre, Planeta-De Agostini, Barcelona 1994 (The end of History and the last man, 1992), parte V, págs. 387-401. Para una crítica a Fukuyama y su teoría de la libertad en contextos de Filosofía de la ciencia y de la tecnología ver Iñigo Ongay de Felipe, «Ciencia, Tecnología y Sociedad... y Filosofía», El Catoblepas, nº 31, pág. 1, también en nota 34 y 41; pero sobre todo remitimos al lector a la obra sobre la que se ejerce el estudio anterior, a saber: Pablo Huerga Melcón, ¡Que piensen ellos! Cuestiones sobre Materialismo y Relativismo, El Viejo Topo, Barcelona 2003, pág. 113; véase así la «Primera crítica a la concepción del horizonte impersonal», págs. 126-137 (pág. 136) y la «Segunda crítica a la noción de Horizonte impersonal: construcción materialista de la idea de libertad y su aplicación crítica al movimiento CTS», págs. 138-153. Sobre la idea de «Imperio» y para la noción de «ortograma imperial» consúltese Gustavo Bueno, España frente a Europa, Alba Editorial, Barcelona 1999, capítulo III, págs. 171-238; capítulo IV, págs. 239-367 y Glosario, pág. 465. Sobre los «Conceptos conjugados» ver Gustavo Bueno, «Conceptos conjugados», El Basilisco, nº 1, Oviedo, 1978, págs. 88-92. También en Pelayo García Sierra, Diccionario filosófico, §34, 35, 53, págs. 58-59, 80-81.

{17} Isaac Asimov, La formación de Inglaterra, Historia universal Asimov, Alianza Editorial, Madrid 1982 (4ª reimp., orig. 1969), págs. 9-63. Llamamos la atención sobre cómo en la película El Álamo, la leyenda (2004) se dan unas brevísimas indicaciones en torno a la no existencia de esclavitud en México, es decir entre los católicos, pues ciertamente había sido abolida en 1831. También nos llama la atención que incluso en una historia tan ingenuamente descriptiva (idealista) como la de Asimov, se percibe que dicha institución jugó un importante papel en las estrategias políticas de México, Texas, los EEUU y Gran Bretaña, ya que la mayoría de los colonos norteamericanos que se asentaban en Texas eran esclavistas y tenían esclavos. Véase pues Asimov, Los Estados Unidos desde 1816 hasta la Guerra Civil, Alianza Editorial, Madrid, 2ª ed. 1985 (orig. 1975), págs. 94-100. Asimov concede también bastante importancia (y en ese sentido contribuye a alimentar y mantener el «mito») al uso del «long-rifle» de Pennsylvania, o «rifle de Kentucky», por parte de los colonos en la marcha de la «Guerra de Independencia de los EEUU»; Asimov, El nacimiento de los Estados Unidos, 1763-1816, Alianza Editorial, Madrid 1990 (original 1974), págs. 64 y 142.

{18} Para la distinción entre Ética y Moral véase Gustavo Bueno, El sentido de la vida. Seis Lecturas de filosofía moral, Pentalfa, Oviedo 1996. Lectura Primera: Ética y moral y derecho, págs. 15-88. Gustavo Bueno, La vuelta a la caverna. Terrorismo, Guerra y Globalización, Ediciones B, Barcelona 2004, apéndice II: «En nombre de la Ética» (artículo publicado en El Catoblepas, nº 16, junio de 2003), págs. 375-400.

 

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