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El Catoblepas, número 46, diciembre 2005
  El Catoblepasnúmero 46 • diciembre 2005 • página 16
Polémica

Defensa de un «absurdo metafísico» indice de la polémica

Javier Alvarado Pérez

Comentarios tardíos a un artículo de Javier Delgado Palomar publicado aquí en 2002 en el que analiza otro de Javier Alvarado Pérez titulado «A propósito de la tendencia al descenso de la tasa de ganancia. Un esquema de acumulación», también publicado aquí el mismo año

Lamento que la amable e interesante respuesta de Javier Delgado Palomar titulada Gnoseología de un texto económico que suscitó mi artículo Sobre la tendencia al descenso de la tasa de ganancia. Un esquema de acumulación, publicados ambos en esta revista en el año 2002, haya permanecido tanto tiempo sin la respuesta que la cortesía más elemental impone. Comienzo pidiendo disculpas por ello.

Con mucho acierto, Javier Delgado percibe el aspecto filosófico y el científico de mi artículo. En relación con el primero y siguiendo al Althusser posterior a su «Autocrítica» no hay mucho que decir. La filosofía se limita a exponer tesis y puesto que por ello no es otra cosa que política («en la teoría», añadiría Althusser, de forma un poco estrecha según mi criterio) no está sujeta a demostraciones. De derecho, tan buenas son las tesis de Javier Delgado como las mías, tal vez porque donde habita la política el derecho, en sentido fuerte, no existe. Una proposición filosófica sólo se puede juzgar por sus efectos: permite que una ciencia trabaje o lo impide; funciona en espacios y prácticas materialistas o en espacios y prácticas idealistas. Por lo tanto, y en ausencia de garantías, en un espacio de guerra, debo insistir una vez más en que los conceptos no reflejan ninguna realidad. Son una realidad más cuya particularidad consiste en la producción de un efecto que llamamos conocimiento. Con respecto al debate sobre la procedencia de los conceptos nada tengo que decir porque resulta ajena a una filosofía materialista. Ni siquiera para situarme en la posición del Einstein citado por Delgado, citado a su vez por Gustavo Bueno, implícita en su afirmación de «que no se puede fabricar la teoría a partir de resultados de observación, sino sólo inventarla», en una suerte de ateísmo gnoseológico que, como el ateísmo religioso no logra escapar de la problemática (en el sentido althusseriano) religiosa. No deseo que se me malinterprete: la labor de los biógrafos resulta dignísima, pero el procedimiento para distinguir a los mejor o peor documentados, los ramplones, los sólidos y a veces incluso los poéticos, de los pésimos biógrafos no es otro que el de preguntarles si se definen como biógrafos o como filósofos del conocimiento sorprendidos en medio de cualquiera de sus trochas ascendentes y descendentes.

En relación con el aspecto científico, lo principal es la modestia de la ambición. Ningún científico que estime su trabajo pretende conocer más de lo que se ha propuesto conocer y ningún científico que estime el conocimiento juzgará una teoría por lo que ha dejado de explicar. Mi trabajo tiene como objetivo modestísimo demostrar que el modo de producción capitalista es consistente. Para eso no precisa de erudición bibliográfica{1} ni del recurso a ningún «dato empírico», del mismo modo que al físico que trabaja sobre la fuerza electromagnética no le interesan los materiales de los que se componen el dado o el tapete sobre que es lanzado, ni si hacía viento en el momento de la tirada o si los presentes gritaban o permanecían en silencio. Que el modo de producción capitalista sea consistente implica que puede durar eternamente. Eso no quiere decir, naturalmente, que las sociedades capitalistas no puedan desaparecer{2}, experimentar periodos de expansión del valor más o menos intensos, sufrir la influencia de los flujos de población, las guerras y hasta la de los astros. Y todo eso seria digno de considerar si hubiese pretendido algo distinto que exponer algunas verdades en medio de una gigantesca farfolla que en un período teórico que a nadie interesa ya se expresaba con una enorme fuerza en torno al problema del «derrumbe» y coqueteando con conceptos más o menos marxianos, y que hoy se expresa con la misma pujanza pero con un pauperismo intelectual ya estupefaciente en cualquier palabra y en cualquier acto. Detrás de todo eso hay, en filosofía, un combate antiguo contra el progresismo al que he querido sumarme{3}.

Notas

{1} Tal vez la erudición resulte necesaria para el historiador teórico. Delgado, por extemporáneo, como él mismo reconoce, realiza, a mi juicio, un ejercicio exhibicionista en este sentido. Ciertamente, cada quien participa de una cierta estética, pero como quiera que mi trabajo no es de historia del pensamiento, defiendo la mía frente a sus reproches: cita a varios autores «extrañamente omitidos por Javier Alvarado, como si entre Grossman y Mandel no hubiera habido nada.» (Javier Delgado, «Gnoseología...», El Catoblepas. Revista crítica del presente, nº 8 (octubre 2002), pág. 19, nota 4).

{2} Delgado me malinterpreta en este punto: «lo que deja las puertas abiertas a Alvarado para concluir un absurdo metafísico, a saber, el del perpetuum mobile (el capitalismo puede durar eternamente)» (Javier Delgado, «Gnoseología de un texto económico», El Catoblepas. Revista crítica del presente, nº 8, octubre 2002, pág. 19).

{3} Por el contenido de su nota 14 (Javier Delgado, «Gnoseología...», El Catoblepas. Revista crítica del presente, nº 8, octubre 2002,, pág. 19.) deduzco con mucho pesar que Delgado, buen conocedor de ciertas teorías del nacional y glorificado Gustavo Bueno, bajo cuyo escrutinio padezco clasificación y confinamiento, desconoce la trayectoria de Louis Althusser y las fracturas de su obra, grandezas y miserias incluidas.

 

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