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El Catoblepas, número 123, mayo 2012
  El Catoblepasnúmero 123 • mayo 2012 • página 5
Voz judía también hay

Manasés Ben Israel
y otros sionistas de 1650

Gustavo D. Perednik

Entre los protosionistas del siglo XVII
destaca el Gran Rabino de Ámsterdam

Manasés según el retrato de Rembrandt

En el primer cuarto del siglo XVII, Holanda destacaba en Europa por su tolerancia hacia los judíos, dos mil de los cuales residían en Ámsterdam; más tarde duplicaron esa cifra. Su libertad y bienestar atrajo a la los hebreos que huían de la Península Ibérica; entre ellos a la familia Soeiro, cuyo padre, Joséf Ben Israel, había sido atormentado por la Inquisición.

Su hijo Manoel Dias Soeiro (1604-1657), había nacido probablemente en la isla de Madeira; arribado a Holanda a los seis años de edad, y eventualmente devino en una de las figuras impresionantes de finales del Renacimiento.

Los hebreos que se establecieron a orillas del Amstel, crearon una activa vida intelectual y próspero comercio. En 1637, fundaron una academia llamada Etz Jaim, y su industria impresora brilló en el mercado internacional del libro hebreo.

Manoel fue uno de los grandes impresores durante dos décadas; bajo el nombre Manasés Ben Israel llegó a ser el gran rabino de Ámsterdam.

Manasés fue objeto de un memorable retrato de Rembrandt (1636) y, casi dos siglos más tarde, de una mendaz caricatura que sorprendentemente provino de la pluma de un gran romántico y defensor de los derechos humanos: Víctor Hugo.

En su drama Cromwell (1827) se menciona a un «espía, usurero y astrólogo, burdo de todos lados, viejo rabino judío, de espalda encorvada, ojos penetrantes bajo cejas blancas, frente amplia, calva, arrugada» quien pide que se le complazca «reabriendo nuestras sinagogas y revocando la ley contra los astrólogos» y a quien, para comenzar, se le llama «judío inmundo, que cuelgue entre perros».

Contrariamente a esta descripción, Manasés era un hombre culto y versado. En 1641 redactó en español el Conciliador{1} para reivindicar la unidad del Pentateuco por medio de resolver sus supuestas contradicciones internas. Manasés, quien fue el maestro (y ulteriormente el detractor) de Barúj Spinoza, publicó asimismo varias obras filosóficas en latín y en portugués. Entre ellas: De Creatione Problemata (en la que antepone la cosmología maimonídea a la aristotélica), y De termino vitae (colección de tres ensayos sobre el libre albedrío y el límite temporal de la vida).

Sus inquietudes cambiaron a partir del 19 de septiembre de 1644, cuando visitó Ámsterdam Antonio (Aarón Leví) de Montezinos, quien dos años antes había estado en la América hispana, y aducía haber descubierto allí a indios americanos supuestos descendientes de las Tribus Perdidas de Israel.

Montezinos era un Nuevo Cristiano nacido en Portugal, en la ciudad de Villaflor, conocido centro de criptojudíos, y hasta 1644 vivió en las Indias Occidentales. Después de medio año en Ámsterdam, volvió a zarpar.

Su aventura se había originado en una zona agreste entre el puerto colombiano de Honda y la Audiencia de Quito. Montezinos cruzó la cordillera con indios a los que había contratado para cargar sus mercancías, y el cacique Francisco le hizo saber de una tribu oculta que tramaba vengar el maltrato que se les daba.

En Cartagena de Indias, encarcelado por la Inquisición, Montezinos especuló que los indios furtivos podrían ser hebreos. Cuando fue liberado se propuso visitarlos, y en marzo de 1642 marchó con su guía Francisco durante una semana a través de montañas. Según su relato, una tribu salió a recibirlos con cánticos en hebreo, y Montezinos permaneció tres días con aquellos trescientos indios. A pesar de su inverosimilitud, el relato tuvo gran repercusión.

Los amigos cristianos de Manasés pidieron a éste que se expidiera por escrito acerca del mismo, y el rabino redactó un verdadero manifiesto, nuevamente en idioma español. Con él se quebraba la hasta entonces habitual reclusión de los judíos, y por primera vez, la comunidad judeoportuguesa de Ámsterdam y el criptojudaísmo fueron colocados en un primer plano de atención.

El libro de Manasés, titulado La esperanza de Israel (1650), fundamenta la fe mesiánica del pueblo hebreo en el añorado retorno a la Tierra de Israel. Al poco tiempo fue publicado también en latín, y más tarde traducido a media docena de idiomas; aun hoy en día es frecuentemente reeditado.

Holanda vivía una época dorada: la larga guerra contra España acababa de concluir con el tratado de Münster, del 30 de enero de 1648, por el que Felipe IV reconocía la independencia neerlandesa. Cecil Roth denominó a la Ámsterdam de marras «la Jerusalén holandesa», y Descartes escribía desde allí (en una carta del 15 de mayo de 1631): «¿En qué otro lugar del mundo, como en éste, son tan fáciles todas las comodidades de la vida y todas las curiosidades a las que se pueda aspirar?»

Aquella Ámsterdam floreciente generó también algunos pimpollos del sionismo cristiano o Restauracionismo. En el año 1649, cuando los puritanos llegaban al clímax de su gobierno en Inglaterra, dos de ellos (Joanna y Ebenezer Cartwright) solicitaron al gobierno que «esta nación de Inglaterra, junto con los habitantes de Holanda, sean los primeros y más dispuestos en transportar en sus barcos a los hijos e hijas de Israel a la tierra prometida a sus antepasados, Abraham, Isaac y Jacob, para inmortal herencia… y que también sean recibidos entre vosotros en esta tierra, para residir y comerciar».

No sólo pedían que Inglaterra ayudara a restablecer los judíos en Palestina, sino también que se repudiara la expulsión de Eduardo I, que ya llevaba tres siglos y medio de vigencia, ergo que los hebreos pudieran regresar a Inglaterra.

También en Ámsterdam, actuó el diplomático danés Holger Paulli (1644-1714) quien había llegado allí después de que iluminaciones religiosas le hicieran abandonar a su familia en Copenhague y viajar a Francia y a Holanda.

Paulli fue considerado un pionero en proyectos de rehabilitación judía en la Tierra de Israel, ya que aprovechó la Conferencia de Paz de Ryswick (que el 30 de septiembre de 1697 puso fin a la guerra de una década entre Francia y sus vecinos), para detallar un programa de establecimiento de un Estado judío, que presentó ante los reyes de Francia e Inglaterra.

El encuentro entre Manasés y los Restauracionistas

Manasés se encontró con aquellos restauracionistas un año después de la aparición de su libro La Esperanza de Israel. A la sazón, arribaba a Ámsterdam una delegación de Londres encabezada por Oliver St. John, con el propósito de negociar una alianza anglo-holandesa (Cromwell se hallaba en pie de guerra con Portugal).

Los delegados ingleses fueron autorizados a acercarse también al ya afamado rabino, y le informaron que había en su país un clima favorable al retorno de los judíos, que habían sido expulsados en 1290.

En efecto, Cromwell aspiraba a trasladar a los comerciantes judíos de Ámsterdam a Londres, para verse beneficiado en la competencia comercial con Holanda. Además, la ejecución del Rey Carlos I en enero de 1649, había sido percibida por muchos puritanos como un signo escatológico.

Alentado por las noticias, Manasés formuló un pedido oficial al Consejo de Estado para la gran readmisión de los judíos a Inglaterra.

La idea de la alianza anglo-holandesa fracasó estrepitosamente: fue rechazada por los holandeses, Inglaterra prohibió el comercio de barcos extranjeros, y la guerra entre los dos países volvió a estallar en 1665.

Anticipándose a ese desenlace, Cromwell, un día después de promulgar la prohibitiva Acta de Navegación, mandó un pasaporte a Manasés para que viajara a Inglaterra y presentara su caso en persona.

El audaz rabino partió de Ámsterdam el 2 de septiembre de 1655, acompañado por su hijo Samuel. Había redactado los siete puntos que se proponía transmitir a Cromwell: «Estas son las gracias y favores que, en nombre de mi nación hebrea, yo, Manasés ben Israel, pido a Vuestra Serenísima Alteza»… que sean admitidos y protegidos; que puedan ejercer públicamente su religión contando con sinagogas y cementerio; que comercien libremente, y que se deroguen leyes contra ellos.

La Esperanza de Israel pasa por dos rieles: el sorprendente relato de Montezinos, y el mesianismo. Empieza por refutar categóricamente el supuesto origen judío de los indios; prosigue con la crónica de otros viajes, y finalmente plantea la inminencia del fortalecimiento de los hebreos y la venida del mesías.

El libro fue influyente a corto, mediano y largo plazo. En la inmediatez, fue impulsor de un movimiento literario. En segundo lugar, lanzó la gestión política para la readmisión de los hebreos en Gran Bretaña. A largo plazo, predispuso a los judíos hacia el pseudomesiasmo: en 1666 fueron seducidos por la aparición en Esmirna de un supuesto redentor de nombre Sabetai Zvi, cuya influencia perdura aún hoy.

Además de expresar el mesianismo imperante, la obra de Manasés fue un modo pragmático de canalizar en favor del pueblo judío la efervescencia milenarista europea.

La Esperanza de Israel consta de 20 capítulos, de los que el décimo es el corazón del libro con un programa de readmisión. En el texto se mezclan versículos bíblicos con glosas talmúdicas; descripciones de países lejanos y de extraños pueblos, con aventuras por la selva virgen; descubrimientos misteriosos, con episodios dramáticos de los criptojudíos.

En 1655 se produjo el esperado encuentro entre Manasés y Cromwell, y los oponentes de éste esgrimieron de inmediato las trilladas calumnias judeofóbicas: «Cromwell es judío», los israelitas son «asesinos rituales», y «hay un plan judío para apoderarse de la Catedral de San Pablo».

Desatada esa polémica, el comité de Cromwell no llegó a ninguna conclusión acerca de la propuesta de readmisión, y el debate fue abandonado.

Pero en 1656, en plena guerra anglo-española, los marranos en Londres fueron autorizados a desprenderse de su disfraz de españoles y ganar permiso oficial para abrir una sinagoga y derechos limitados como residentes ingleses.

Es notable que en el siglo XIX el escritor Peretz Smolenskin (1842-1885) vio en la iniciativa del rabí un primer gran paso en la marcha hacia la liberación judía, y que en el siglo XX el primer historiador del sionismo, Nahum Sokolow (1851-1936), comenzó con Manasés Ben Israel su monumental Historia del Sionismo (1918).

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{1} El título completo de la obra es: De la conveniencia de los lugares de la Sagrada Escritura que repugnantes entre sí parecen.

 

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