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El Catoblepas, número 19, septiembre 2003
  El Catoblepasnúmero 19 • septiembre 2003 • página 10
Artículos

¿El patrimonio de la cultura popular tradicional
es realmente inmaterial o intangible?

Jesús Guanche Pérez

Se discute la separación artificial entre lo material y lo inmaterial y entre lo material y lo espiritual en la que incurre muchas ideologías del presente

En las últimas dos décadas la UNESCO ha promovido esfuerzos sistemáticos por incluir en las políticas gubernamentales destinadas a la preservación del patrimonio mundial esa significativa parte de la creación humana no limitada a los valores patrimoniales objetuales, que abarcan desde la conciencia identitaria y diferenciadora de unos pueblos respecto de otros, basados la tradición oral y gestual, hasta las diversas formas de comunicación artística cuya percepción no sólo depende de algunos órganos de los sentidos como la vista y el tacto.

Un sintético recuento histórico nos hace posible valorar los procesos de avance y las limitaciones que a nuestro juicio aun tienen los esfuerzos realizados:

• En 1972 fue aprobado por la Conferencia General la Convención para la protección del patrimonio mundial cultural y natural. Desde entonces se comienza a tomar cierto interés en la protección del patrimonio no limitado a los bienes objetuales.

• Durante 1988-2002 la Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de la UNESCO publica la revista Oralidad. Para el rescate de la tradición oral de América Latina y el Caribe, que conforma un espacio de reflexión, discusión y difusión del patrimonio oral de la región.

• En 1989 se adopta la Recomendación sobre la salvaguardia de la cultura tradicional y popular. Se define aquí el patrimonio oral y el llamado desde entonces «patrimonio inmaterial» en franca sinominia con el de cultura tradicional y popular como:

«El conjunto de creaciones que emanan de una comunidad cultural fundadas en la tradición, expresadas por un grupo o por individuos y que reconocidamente responden a las expectativas de la comunidad en cuanto a expresión de su identidad cultural y social; las normas y los valores se trasmiten oralmente, por imitación o de otras maneras. Sus formas comprenden, entre otras, la lengua, la literatura, la música, la danza, los juegos, la mitología, los ritos, las costumbres, la artesanía, la arquitectura y otras artes.»{1}

En el ámbito conceptual estricto, si lo analizamos como definición de la «cultura tradicional y popular», que ya en Cuba veníamos publicando materiales al respecto desde fines de la década del 70 del pasado siglo XX,{2} el punto de vista es aceptable aunque ciertamente descriptivo. A la luz de varias décadas aun considero valido el concepto de cultura popular tradicional como categoría antropológica compuesta por tres términos concatenados, donde el tercero especifica la cualidad del segundo y este circunscribe el amplio espectro semántico del primero, que es la referencia principal; es decir, define el núcleo duro de la continuidad cultural en su dinámica implícita. Este criterio se diferencia de otra definición ya referida que parte de una sumatoria simple de términos vinculados por una conjunción gramatical; pero si esta definición se pretende equiparar con el denominado «patrimonio inmaterial» el contenido resulta contradictorio e inapropiado, tal como veremos más adelante.

El paso positivo radicó en reconocer la cultura tradicional y popular como parte del patrimonio, fomentar la cooperación internacional y adoptar medidas para su identificación, conservación, preservación, difusión y protección.

• En 1993 se inician dos proyectos de la UNESCO sobre Los tesoros humanos vivos y El libro de las lenguas en peligro. El primero está dedicado a «personas que encarnan, en grado máximo, las destrezas y técnicas necesarias para la manifestación de ciertos aspectos de la vida cultural de un pueblo y la perdurabilidad de su patrimonio cultural material»{3}; y el segundo «es una iniciativa dirigida a uno de los vehículos fundamentales de la expresión [humana]: la lengua».{4} Debido a este trabajo se publicó en 1996 el Atlas mundial de las lenguas en peligro de desaparición.

• Durante 1995-1999 se auspiciaron ocho conferencias regionales con el objetivo de aplicar la Recomendación de 1989. La correspondiente a América Latina y el Caribe se efectuó en México, en 1997, y resaltó la prioridad de la conservación y el desarrollo de las culturas tradicionales y populares como instrumentos para salvaguardar la diversidad cultural frente a los problemas de la globalización y sus pretensiones homogeneizantes.

• En 1997 también se efectuó en Marruecos una Consulta internacional de expertos sobre la preservación de los espacios culturales populares y se definió el concepto de «el patrimonio oral de la humanidad».

• En 1998 el Consejo Ejecutivo de la UNESCO aprobó los criterios de elección de los espacios culturales susceptibles de ser proclamados símbolos del patrimonio oral de la humanidad.

• En 1999 se decide crear la distinción internacional Obras maestras del patrimonio oral e inmaterial de la humanidad, cuya primera proclamación se efectuó en París en mayo del 2001. Ya aquí se incorpora la noción de «inmaterial» como concepto añadido al patrimonio oral.

En el área regional de América Latina y el Caribe fueron proclamadas cuatro expresiones culturales:

• La lengua, danzas y música de los garifuna (Belice, Honduras, Guatemala y Nicaragua).
• El carnaval de Oruro (Bolivia).
• Espacio cultural de la hermandad del Espíritu Santo de los congos de Villa Mella (República Dominicana).
• El pueblo zápara (Perú y Ecuador).

• En el 2001 se efectúa en Turín, Italia, la reunión internacional de expertos sobre Patrimonio cultural inmaterial: definiciones operacionales. Ya aquí se encuentra la convocatoria servida sin la oralidad como substancia pertinente, pues lo «inmaterial» la ha subsumido. En este contexto se elabora un plan de acción para salvaguardar el patrimonio cultural denominado «inmaterial» en el que se contempla la redacción de un instrumento normativo internacional de su protección dirigido a los creadores y las comunidades poseedoras de este patrimonio.

• En enero del 2002 se realiza en Brasil el Seminario sobre el patrimonio inmaterial, donde se sientan las bases para la elaboración del Primer anteproyecto de convención internacional para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial.

• En septiembre del 2002 se efectúa en Estambul, Turquía, la IIIª Mesa Redonda de los Ministros de Cultura sobre el tema El patrimonio cultural inmaterial, espejo de la diversidad cultural, como si fuera posible percibir ante un espejo culturalmente diverso manifestaciones ya inmaterializadas por los que pretenden subsumir la permanencia de la realidad objetiva en lo efímero de la conciencia individual. Como resultado del encuentro se da a conocer la Declaración de Estambul,{5} compuesta por nueve puntos que convocan a la reflexión y la acción.

Aunque todo este esfuerzo ha sido continuo y creciente, existen insuficiencias conceptuales y terminológicas que lejos de ayudar y aclarar, confunden y enturbian el desenvolvimiento de tan loable y necesario trabajo.

Si tomamos como referencia inicial la definición de cultura tradicional y popular propuesta en 1989, que de modo equivalente, aunque no ingenuo, se identificó luego con la definición de «patrimonio inmaterial», podemos constatar que cualesquiera de los componentes utilizados para delimitar la definición como: «la lengua, la literatura, la música, la danza, los juegos, la mitología, los ritos, las costumbres, la artesanía, la arquitectura y otras artes» no son en absoluto inmateriales, sino formas particulares y complejas de la materia humana y sociocultural, que abarca desde el psiquismo y su intensa actividad neuronal, fisiológica y metabólica, en constante interacción con el medio, hasta los resultados de la creación humana (individual y colectiva) que previamente ha transitado por las posibilidades que en cada lengua ofrece el pensamiento abstracto, precisamente una de las formas más complejas e inexploradas de la materia.

Para delimitar el campo terminológico de materia, partimos de su contenido filosófico desde el prisma cosmovisivo del materialismo dialéctico. En este sentido, el término materia designa:

«a la materia determinada, es decir, a todo tipo de entidad que, dotada de algún tipo de unidad, consta necesariamente de multiplicidades de partes variables (cuantitativas o cualitativas) que, sin embargo, se codeterminan recíprocamente (causalmente, estructuralmente). La materia determinada comprende diversos géneros de materialidad: un primer género, que engloba a las materialidades dadas en el espacio y en el tiempo (a las materialidades físicas); un segundo género que comprende a las materialidades dadas antes en una dimensión temporal que espacial (son las materialidades de orden subjetivo) y un tercer género de materialidades, en el que se incluyen los sistemas ideales de índole matemática, lógica, &c. y que propiamente no se recluyen en un lugar o tiempo propios» (Bueno, 1990:49-50).

La riqueza de la realidad es siempre más amplia y profunda que el limitado arsenal denominativo que posee cada lengua para definir de modo pertinente los conceptos. De ahí que la idea de nombrar «patrimonio inmaterial» a esta parte tan importante del quehacer humano sea un hecho inapropiado e insuficiente, pero triunfante al menos en el contexto unescario. La noción de «cultura inmaterial» ha representado un significativo salto atrás en relación con lo que la antropología cultural ya había avanzado al colocar a la cultura tradicional y popular en el centro de interés y acción de la UNESCO.

La inconsistencia de la definición maniquea de «patrimonio inmaterial» parte de su oposición a la de patrimonio material, tal como se evidencia en múltiples textos de la UNESCO, como si lo que no se pudiera tocar o ver a simple tacto o golpe de vista no fuera sencillamente materia. Esta inconsistencia tiene profundas implicaciones en los órdenes lógico y metodológico, pues la definición se asocia más con la noción de materia en el lenguaje vulgar o mundano que en los ámbitos científico y filosófico.

Si la UNESCO es una respetable Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura, ¿por qué no aprovecha precisamente todo lo aportado por la cultura científica y por otros saberes de la humanidad para volcarlo de modo útil en aspectos claves del pensamiento abstracto como es la definición de conceptos?

La noción de patrimonio material es lógicamente identificable con el concepto de materia física o corpórea en un estado sólido, pues «la sustancia corpórea sólida tiene el principio de ser operable en cuanto tal y su situación en física podría compararse a la que conviene a los números reales en cuanto instrumentos de medida» (Bueno, 1990:17).

Opuestamente, la otra noción de «patrimonio inmaterial» se asocia con la materia física incorpórea que incluye múltiples estados de la materia, como las ondas lumínicas, sonoras, calóricas y otras, que no pueden ser percibidas de modo simple por determinados órganos de los sentidos, pero existen –tal como han demostrado las leyes físicas, biológicas y de otras ciencias naturales– independientemente de nuestra conciencia. Por lo que la propia denominación de «inmaterial» resulta inapropiada y metodológicamente inconsistente contra algo que se quiere proteger.

Con el concepto de «patrimonio inmaterial» sucede algo equivalente a lo que con el concepto físico de «antimateria».{6} El propio desarrollo de la mecánica cuántica, la física nuclear, la astrofísica y más recientemente la nanotecnología, han llevado a la necesidad de reconocer campos de la realidad que operan más allá de la materialidad conocida y de modo también paradójico fue formulado el concepto físico de «antimateria», que en el orden lógico es un concepto poco riguroso y mal articulado, independientemente de la objetividad de la realidad que con el se designa.

En este sentido, el así denominado «patrimonio inmaterial» pretende identificar una significativa parte del propio patrimonio material que opera en los ámbitos axiológico, gnoseológico y ontológico, es decir, en los modos de valorar lo propio y lo ajeno, en el conocer y conocerse, y en las cualidades que asume la conciencia sobre el ser individual y social, pero debido a su inconsistencia denominativa figura como contrario al concepto general envolvente.

Como alternativa a dicha idea se ha empleado la de patrimonio cultural intangible, tal como señala en uno de sus mensajes el Director General de la UNESCO,{7} quien lo define:

«como las creaciones colectivas de una comunidad cultural, enraizada en sus tradiciones. [Sus] diferentes formas [...] se expresan a través de los idiomas, las tradiciones orales, las costumbres, la música, la danza, los ritos, los festivales, la medicina tradicional, la artesanía y las habilidades constructivas tradicionales.»{8}

Es decir, una definición muy cercana a la de cultura tradicional y popular, pero sin el ruido subjetivista de lo «inmaterial».

Resulta también paradójico que la UNESCO haya promovido importantes foros internacionales sobre pensamiento complejo,{9} transdisciplinariedad{10} y otros problemas actuales del conocimiento y en este aspecto se haya caído en la trampa del simplismo al tratar de oponer al patrimonio material, un supuesto concepto de «patrimonio inmaterial» que filosóficamente anula la gigantesca riqueza humana que pretende defender.

En ocasiones también se identifican la noción de «patrimonio inmaterial» con la de patrimonio intangible como si fueran sinónimos o conceptos equivalentes. La propia revista Oralidad a la que hemos hecho referencia también puede servir de ejemplo. En el texto dedicado a «La UNESCO y el patrimonio inmaterial» se hace referencia a las Obras maestras del patrimonio oral e inmaterial de la humanidad (2002:8), mientras que posteriormente se anuncian las Obras maestras del patrimonio oral e intangible de la región (2002:12) de América Latina y el Caribe.

Aunque la noción de patrimonio intangible es más sensualista, pues su alcance semántico se encuentra limitado a uno de los órganos de los sentidos (el tacto) y por lo tanto también resulta estrecho en su potencialidad epistemológica, el concepto ya desarrollado de cultura tradicional y popular mantiene un mayor y más preciso alcance antropológico y por definición se encuentra en la esencia misma de la creación y transmisión de la cultura.

Está claro que la cultura es un componente esencial de la condición humana, por lo que la valoración y designación del patrimonio creado por la humanidad es un resultado complejo cuya definición no debe reducirse a determinadas cualidades limitadas a los órganos de los sentidos, sino a todas ellas. Todo ese patrimonio ubicado hasta hoy en la pequeña esfera azul que compartimos como casa común está constituido por formas específicas de la materia, desde los cuerpos sólidos que conforman las ciudades y obras arquitectónicas, hasta los impulsos nerviosos que se transmiten a alta velocidad para propiciar la conversión de ideas en modos orales, gestuales o escritos de comunicación.

La separación artificial entre lo material y lo inmaterial, entre lo material y lo espiritual, representa una convención estéril que opone el pensamiento simple al pensamiento complejo, nos aleja de la riqueza misma de la realidad y limita nuestras capacidades para el conocimiento verdadero.

Fuentes

Alvargonzález, David. «Transdisciplinariedad», en El Catoblepas, enero 2003, nº 11, página 12. En http://nodulo.org/ec/2003/n011p12.htm

Bueno, Gustavo. Materia, Pentalfa Ediciones, Oviedo 1990.

Colectivo de autores. Cultura popular tradicional cubana, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana «Juan Marinello» y Centro de Antropología, La Habana 1999.

El correo de la UNESCO, París, febrero de 1996.

Enciclopedia Encarta, Microsoft Corporation, 2002.

Guanche, Jesús. «Significación de la cultura popular tradicional», en Revolución y Cultura, nº 85, La Habana, 1979: 26-29 y en boletín Atlas, nº 1, La Habana, 1980: 14-20.

— «Hacia un enfoque sistémico de la cultura cubana», en Revolución y Cultura, nº 90, La Habana, 1980: 35-40.

Matsuura, Koichiro. «Mensaje del Director General de la UNESCO», en Oralidad. Para el rescate de la tradición oral de América Latina y el Caribe, nº 11, La Habana, 2002: 5.

s./a. «La UNESCO y el patrimonio inmaterial», en Oralidad. Para el rescate de la tradición oral de América Latina y el Caribe, nº 11, La Habana, 2002: 7-9.

Notas

{1} Véase «La UNESCO y el patrimonio inmaterial», en Oralidad. Para el rescate de la tradición oral de América Latina y el Caribe, nº 11, La Habana, 2002:7.

{2} Véanse Jesús Guanche, «Significación de la cultura popular tradicional», en Revolución y Cultura, nº 85, La Habana, 1979: 26-29 y en boletín Atlas, nº 1, La Habana, 1980: 14-20; «Hacia un enfoque sistémico de la cultura cubana», en Revolución y Cultura, nº 90, La Habana, 1980: 35-40; y Colectivo de autores, Cultura popular tradicional cubana, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana «Juan Marinello» y Centro de Antropología, La Habana 1999.

{3} «La UNESCO y el patrimonio inmaterial», en op. cit., 2002: 8.

{4} Ibídem. 2002:8.

{5} «Declaración de Estambul», en op. cit., 2002: 10-11.

{6} Puede definirse como la materia compuesta de partículas elementales que son imágenes especulares –en cierto sentido– de las partículas que forman la materia ordinaria que conocemos. Las también denominadas antipartículas tienen la misma masa que las partículas correspondientes, pero su carga eléctrica y otras propiedades son inversas. Por ejemplo, la antipartícula correspondiente al electrón, llamada positrón, tiene carga positiva, pero en todos los demás aspectos es idéntica al electrón. La antipartícula correspondiente al neutrón, que no tiene carga, difiere de éste por tener un momento magnético de signo opuesto (el momento magnético es otra propiedad electromagnética). En cuanto al resto de parámetros que determinan las propiedades dinámicas de las partículas elementales, como la masa o los tiempos de desintegración, las antipartículas son idénticas a las partículas correspondientes (Véase Enciclopedia Encarta, 2002).

{7} Véase Koichiro Matsuura. «Mensaje del Director General de la UNESCO», en Oralidad. Para el rescate de la tradición oral de América Latina y el Caribe, nº 11, La Habana, 2002: 5.

{8} Ibídem, 2002: 5.

{9} La revista El correo de la UNESCO de febrero de 1996 fue dedicada a la Complejidad.

{10} Véase a David Alvargonzález, «Transdisciplinariedad» (sobre la crítica a esta concepción), en El Catoblepas, enero 2003, nº 11, página 12.

 

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