Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 50 • abril 2006 • página 14
Se discuten cuatro salidas del tiesto a raíz de un interesantísimo congreso en Cuba: la de cierta filosofía cubana, la de cierta Idea de Complejidad, la de
ciertos educadores hispanoamericanos y la del incierto Edgar Morin,
«el pensador planetario de las luciérnagas más luminosas»
«Y al llegar a este punto –a donde deliberadamente he traído la cuestión– debo hacer ver como hasta ahora la filosofía americana –Cuba no es una excepción– ha sido ante todo instrumental, es decir, que ha servido para impulsar grandes ideas de las cuales, a su vez, ha dependido en considerable medida el destino americano, pongamos por caso la Independencia, o la organización constitucional, o muchas de las transformaciones políticas y sociales.»
(Humberto Piñera, Prólogo a Panorama de la Filosofía Cubana, 1960.)
1. ¿Hacia dónde va el pensamiento filosófico cubano? Peligros de deriva
Vaya por delante mi agradecimiento a la organización del Tercer Seminario Bienal Internacional acerca de las Implicaciones Filosóficas, Epistemológicas y Metodológicas de la Teoría de la Complejidad (9-12 de enero de 2006, La Habana, Cuba){1} por aceptar que presentara una comunicación (e invitarme aún a que presentara una segunda) y por organizar un congreso capaz de reunir a gentes de muy diversas disciplinas para discutir seriamente en la encantadora e interesantísima alma de Cuba, la ciudad de la Habana. Agradecemos también al Instituto de Filosofía de la Habana sus muchos apoyos para facilitar mi participación y a nuestros amigos, de dentro y de fuera del Instituto, su amabilísimo trato y acogida que me permitió empezar a conocer la pequeña gran patria cubana.
Esta situación de deuda no ha de ser óbice para dedicar unas páginas a comentar ciertas cosas que allí se pudieron ver, oír y clasificar como «salidas del tiesto», es decir, como instituciones (no sólo públicas, sino también personas o incluso Ideas) que se han desviado de su ámbito tradicional, en procesos que nos parecen no tanto de desbordamiento como de degeneración. Se me podrá reprochar que pudiendo hablar de las cosas buenas que «el evento» trajo consigo, me dedique a señalar las no tan buenas. He de aclarar que esto no lo hago tanto siguiendo la norma periodística de que sólo la mala noticia interesa, como dando por supuesto que el interés de un congreso reside a menudo en la posibilidad de contrastar diferentes puntos de vista; así, el hecho de dedicar un espacio a criticar algunas posiciones que tuvieron su relevancia en el congreso significa que éste sigue aún vivo y merecedor de comentario.
Por lo demás, los cuatro asuntos elegidos no constituyeron, más que superficialmente, el núcleo del congreso; tampoco pretendo denunciar características universales a toda la filosofía cubana, ni a la Idea de Complejidad, ni a la educación hispanoamericana ni a la totalidad de las obras de Edgar Morin, sino de ciertas partes de esas totalidades, como queda advertido en el resumen inicial. Los comentarios que seguirán a cada uno de los asuntos implicados no quieren ni pueden agotar esos asuntos, sino llamar la atención sobre algunas tendencias a sacarlos de sus quicios, para contribuir así modestamente a la salud de los mismos hasta donde sea posible.
Desde esta perspectiva, lo primero que llama la atención es el mismo objeto del congreso: «implicaciones filosóficas, epistemológicas y metodológicas de la teoría de la complejidad.» Aunque en el siguiente apartado se dedican unas palabras a la imposibilidad misma de una tal «teoría de la complejidad» así dicha, en singular, conviene aquí preguntarse por qué en la patria del socialismo se organizan congresos sobre la idea de complejidad.
«El futuro de nuestra patria tiene que ser el futuro de los hombres de ciencia.» La Dra. Concepción Campa Huergo, descubridora de una vacuna contra la malaria y presidenta del Centro de Investigación, Desarrollo y Producción de Vacunas C. J. Finlay inauguraba el congreso con la lectura de esta sentencia del Comandante Fidel Castro.
No era la doctora la única eminencia científica presente en el congreso, que se componía de distintos talleres, algunos de los cuales contaban con la colaboración y presencia de grandes nombres en sus correspondientes disciplinas:
Sin embargo, la filosofía tenía importancia singular como muestra el título del seminario central, al que correspondían las conferencias plenarias. Y es que el evento estaba «auspiciado por la Cátedra de Complejidad» asociada al Instituto de Filosofía de Cuba. Lo curioso es que esta cátedra de complejidad, cuyo director es el profesor Pedro Luis Sotolongo, es una entre las varias que se han ido creando en los últimos años en la isla. Como veremos más adelante, la Idea de Complejidad recibe diferentes tratamientos, y no sería arriesgado decir que algunos filósofos en Cuba, desencantados tras la caída de la URSS con los recursos propios del sistema del materialismo dialéctico, abrazan ahora a la «teoría de la complejidad», como si ésta fuera un sistema con recursos siquiera parecidos. Esto encierra un peligro de hipóstasis de la complejidad que supondría, a mi juicio, un empobrecimiento del pensamiento cubano en lo que tiene de sacarlo de sus tradicionales quicios para implantarlo en moldes extraños. Estos moldes, además de extraños, son filosóficamente problemáticos, como veremos a continuación.
2. Los límites de la Idea de Complejidad
En el congreso se habló a menudo de «ciencia de la complejidad» o «pensamiento de la complejidad», con mesas de discusión como «el impacto del pensamiento de la complejidad sobre la comprensión de la evolución biológica» y otras similares. Hay que aclarar ante todo que, al cruzar tan diversas categorías, la «complejidad», de este modo utilizada, conviene tratarla como una Idea filosófica, pues decir que es objeto propio de la «ciencia de la complejidad» delataría flagrante petición de principio por parte de sus promotores, que primero tienen que demostrar que tal cosa existe más allá de sus programas académicos.
Pero si la filosofía de la ciencia no quiere ser mera divulgación científica ha de proponer una teoría acerca del origen y estructura de esas construcciones humanas peculiares que llamamos científicas. Según el materialismo gnoseológico, tal como ha sido defendido por Gustavo Bueno en los tomos hasta ahora publicados de la Teoría del Cierre Categorial, lo propio de las ciencias reside en las relaciones objetivas que las operaciones de los científicos establecen entre los materiales que van conformando el campo de referencia, de suerte que una categoría forma una totalidad atributiva análoga a un cuerpo cuyas partes se estructuran en función del todo. Aplicando el esquema aristotélico hilemórfico, el problema de la pregunta por la ciencia descansará en gran parte en la composición de la materia y la forma de ese cuerpo.
Según el materialismo gnoseológico, los materiales a los que las prácticas humanas van dando forma durante siglos comienzan a organizarse en el seno de las ciencias en torno a núcleos de verdad definida como identidad sintética y no como ninguna «adecuación del intelecto a la cosa». Para llegar a tales núcleos la naturaleza no se da amorfa ni unitariamente, sino agrupada en contextos materiales que darían cuenta de las distinciones entre las ciencias.
Desde este punto de vista, la «complejidad» habrá podido tomar forma a partir de operaciones materiales determinadas en cada ciencia, verbigracia la teoría de sistemas en matemáticas o los crecimientos no lineales en biología. Pero su traslado de una ciencia a otra podrá tener lugar en el modo gnoseológico del «modelo», que aplicado, cuando proceda, a diferentes materiales producirá distintos resultados en el mejor de los casos. Así, los modelos matemáticos de la complejidad son de gran utilidad en diversas categorías científicas. Sin embargo, muchos científicos en sus ratos libres y muchos filósofos de la ciencia deducen de dicha fertilidad que la «ciencia de la complejidad» es candidata a atravesar los materiales de las más diversas ciencias ensartándolas y ordenándolas; una auténtica teoría de la ciencia unificada que continuamente culpa a la especialización tradicional de las irreductibilidades entre las ciencias, reduciendo el problema filosófico de las categorías a análisis sociológicos más o menos interesantes.
Pero las relaciones entre los diferentes cuerpos científicos no han de ser a priori armónicas, y aunque siempre existe la posibilidad de que se solapen, la interdisciplinariedad saca muchas veces a relucir contradicciones entre diferentes ciencias cuando éstas se refieren a los mismos términos desde perspectivas incompatibles, señalando problemas que, por desbordar particulares tratamientos científicos, se ajustan más a los métodos dialécticos y sistemáticos de la Filosofía. En este caso, de una gnoseología especial capaz de dar cuenta del cierre efectivo entre las partes de una ciencia concreta que la configura frente a otras, como brillantemente ha hecho Evaristo Álvarez González al explicar por qué la misma roca vista desde la cristalografía o desde la geología dará lugar a prácticas y teoremas muy diferentes.{2}
Una tal teoría de la ciencia unificada es tributaria de una ontología monista, en el mejor estilo de la Scala Naturae, según la cual la trabazón de las cosas del mundo procede de abajo arriba mediante emergencias destinadas a ser reducidas en modelos científicos de complejidad. Esta «escala de la complejidad», basada en la descontextualización de los esquemas de «auto-organización», se dedica a establecer un vínculo direccional entre el magma primordial, los elementos químicos y su estructuración en cristales, las moléculas orgánicas, los tejidos, los organismos y sus relaciones evolutivas, la «mente» humana y las estructuras políticas. Dado que semejante perspectiva desborda una ciencia concreta (sea la física del estado sólido, la biología evolutiva o la antropología) podemos decir que sólo puede ser defendida desde posiciones filosóficas, que por su falta de capacidad de progresar a los fenómenos de partida (las ciencias y las cosas del mundo) tildaremos de metafísica.
Justo es, por tanto, responder a sus aspiraciones desde otra filosofía, en este caso el materialismo pluralista presentado por vez primera en su forma sistemática en los Ensayos materialistas, en 1972. Siguiendo el principio platónico de la Symploké, según el cual no todo está relacionado con todo pues nada se conocería, el materialismo filosófico define a la materia por el pluralismo y la codeterminación. Así, la materia corpórea, la materia temporal subjetiva ligada a las operaciones animales y la materialidad propia de las Ideas objetivas o teoremas científicos históricamente instituidos (y que sería absurdo atribuir a un mundo espiritual o a los sujetos individuales, que más bien se encuentran con un mundo ya organizado en su lengua en conceptos e ideas) son tres géneros que no pueden subsistir separadamente pero tampoco ser reducidos a una única escala. Aunque quepa hablar de las rocas del precámbrico cuando entonces no había animales para percibirlas, hay que reconocer las limitaciones de este modo de hablar, pues no cabe abstraer el papel que los filtros de percepción animales y humanos juegan en la construcción de la roca. Semejante pluralismo dialécticamente defendido por reducción al absurdo de otras posibilidades ontológicas tiene como correlato crítico de todo monismo mundanista, como el que presenta toda categoría como composición de las anteriores, a la Materia Ontológico General, que, como materialidad indeterminada, cae del todo fuera del campo de las ciencias y justifica por sí sola la necesidad de la filosofía sistemática y dialéctica para tratar estos asuntos.
Entonces, por ejemplo, cabe esperar que el «pensamiento de la complejidad» tome una forma propia en la teoría de la evolución, categoría en la que tendrá que jugárselas con términos como herencia, individuo e incluso comportamiento; términos que no se dejarán tratar desde categorías científicas estrictamente bioquímicas ni podrán dar cuenta de formaciones antropológicas o culturales cuando los componentes den lugar, por metábasis, a un género nuevo.
Cuando los modelos de la complejidad aplicados a cada caso no funcionan o quedan en meras funciones formalistas, los científicos acuden de hecho a la figura de la anamórfosis, que a veces resuelven como «emergencia» sin advertir que ésta no explica nada sino que deja la puerta abierta a creacionismos delirantes como los del «diseño inteligente». La anamórfosis es alternativa gnoseológica (puesto que aparecen con el problema circular de regresar a los componentes de una transformación y progresar desde ellos a la transformación de partida) cuando los procesos gnoseológicos, aunque referidos a contextos ontológicos, directos se hacen inviables (reducción, evolución, &c.). El requisito en esos contextos ontológicos será que la estructura de la que se parte proceda causalmente de los componentes, y aquí apelar a la aparición de nuevas propiedades por relaciones supersumativas no explica nada. Excluida la emergencia metafísica o el mero desarrollo de propiedades escondidas y cuando los caminos reduccionistas no puedan dar cuenta del progressus, sólo queda triturar los componentes y recomponerlos con elementos del entorno que permitan saltar a otro género.
Si se quiere sacar de su quicio a los conceptos científicos de complejidad, habrá que hacerlo teniendo en cuenta las dificultades gnoseológicas y ontológicas que se abren, y estar dispuesto a argumentar en esos terrenos. Lamentablemente, a veces más bien parece que la complejidad consistiese en una particular visión del mundo en la que puede creerse o no, y que al creyente es capaz de reportarle pingües beneficios, como veremos a continuación.
3. La Universidad en Hispanoamérica y sus abusos
En el continente americano, tanto en el norte como en el sur, proliferan centros de enseñanza superior privados de calidad variable respecto a los públicos según el Estado que se tenga en cuenta. Esta proliferación tradicionalmente sirvió de plataforma a grupos ideológicos o religiosos, así como a empresas con objetivos más explícitamente lucrativos.
El peligro obvio de este sistema estriba en la dificultad de encontrar y aplicar criterios mínimos de control de la calidad educativa desde el momento en que miles de instituciones ofrecen sus servicios de modo absolutamente independiente. Esto genera ciertos negocios en torno a la educación superior que van desde la expedición de títulos universitarios previo pago, a tapaderas para migraciones ilegales o fundación de instituciones garantes de la calidad educativa, también previo pago{3}.
Esta situación va en detrimento del consumidor, dado que puede ser difícil diferenciar cuándo se está siendo estafado y cuándo no. Así, por ejemplo, quien encuentre en internet un enlace a la Universidad Gestalt de América, sita en México, y compruebe que ha recibido premios a la excelencia educativa, ¿cómo va a sospechar que fue a cambio de un puñado de dólares?
En medio de este panorama, es difícil valorar la siguiente nota de color del congreso: tras la invalorable charla a la que nos referiremos más tarde impartida por Edgar Morin, maestro de tantos, se procedió a la presentación, tomen asiento y respiren hondo, de la «Multiversidad del Mundo Real: 'Edgar Morin'», que al parecer se ha levantado en pleno desierto en Hermosillo, Sonora, México. Grandes esfuerzos precisamos para seguir el hilo de la presentación porque era difícil no deshacerse en carcajadas. Sin embargo, con la calma que ofrece la distancia se comprende mejor la gravedad del asunto, que hace perentoria una visita a la página web (www.edgarmorin.org) y una mínima glosa aquí de lo que tuvimos oportunidad de presenciar.
Pues bien, Rubén Reynaga Valdez, quien en privado y con aspecto desconfiado aclaró que no conocía la Fundación Hombre y Mundo (lo cual causa sorpresa y congoja: si la mala hierba se nutre de varias raíces, combatirla se hace heroico; México sabrá crecerse ante tal reto), después de unas palabras como promotor y director de la universidad nos obsequió con un vídeo inolvidable.
Una realización asombrosamente chabacana, indigna de un anuncio de concesionario en una televisión local, prolongó durante diez minutos una serie de imágenes, entrevistas y aforismos diseñados para embaucar a algún sujeto difícil de imaginar, pero seguramente existente en algún lugar del mundo y con dinero suficiente para invertir en una educación universal, galáctica, interdisciplinar, realizatoria, humanista, civilizatoria, futurista, innovadora, libre, identitaria, multiversal... total, la de Dios es Cristo y, cómo no, compleja; es más, dirigida a la construcción del Homo complejus (sic).
Pero vayamos por partes; primero las imágenes: comienza el vídeo con imágenes galácticas y estelares, fogonazos futuristas y títulos impactantes. Cuando la cosa apenas empieza a oler, sorprenden los actores elegidos para representar a las primeras personas hipotéticamente felices tras sus cursos multiversitarios: una serie de mujeres y hombres de un rubio nórdico sorprendente para un proyecto que se inicia en México, cuando se comprueba que en todo el vídeo sólo aparece una mujer con aspecto de pertenecer a la «raza cósmica», saltan las preguntas ante una tan cuidada selección: ¿será que buscan un público especialmente privilegiado, que consideran más apto para la propaganda el color blanco o que el «impulso civilizatorio» que dicen promover pasa por encima de la población hispanoamericana? Entre los meteoritos, astros, planetas, satélites y demás glorias astrofísicas aparece a menudo un océano, y en sus playas, paseando distraídamente cual pareja enamorada, Edgar y Rubén, los maestros del tinglado.
Luego las entrevistas: hechas al director de la presunta Multiversidad, cuyo rostro tras el púlpito era lo único iluminado por los focos del magnífico salón durante la proyección del vídeo, a Edgar Morin, a algún pedagogo, a una periodista... todos hermanados en construir de la nada y en pleno desierto, un centro del saber pionero en la «nueva ciencia de la complejidad». La retórica es siempre la misma; cojamos un ejemplo de la página web que, sí bien es cierto que es de los más escandalosos, no se da ni mucho menos aislado y de por sí justificaría ya férreos recelos, dado que lo firma el promotor, Ingeniero Rubén Reynaga:
«La Multiversidad Mundo Real Edgar Morin dimensiona y pone en práctica el sentido de su misión que es contribuir en la construcción de conocimiento pertinente; un conocimiento que permita educar para la vida y nos conduzca hacia la generación de un ciudadano universal, de una comunidad mundo y una visión planetaria, donde prevalezcan la identidad terrenal y la comprensión del género humano.»
«Porque el destino del hombre es hacer camino al andar», comienza la narración entusiasta del vídeo; y en esa misma línea van los aforismos que ésta va lanzando como cohetes multidimensionales supercalifragilísticos. Por respeto al lector no vamos a reproducir aquí más perlas, excepto una inevitable: «Edgar Morin, el pensador planetario de las luciérnagas más luminosas.» Aparentemente, el título de «pensador planetario» se lo otorgó al ilustre escritor la UNESCO, en un acto gracioso auspiciado seguramente por un comité de expertos en filosofía intergaláctica. El añadido poético debe ser cosa del sol del desierto...
Nos parece, cómo no, encomiable la voluntad de hacer una «universidad pertinente», capaz de trascender los muros de la academia cuando ésta se anquilosa en escolasticismo dogmático y huero propio del gnosticismo o del simple conformismo satisfecho. Juzgamos, sin embargo, absolutamente errada la ideología subyacente a este proyecto concreto (una ontología monista espiritualista; una antropología armonista y teleoclinea; una gnoseología teoreticista...) y tramposo su uso para publicitar un centro de enseñanza que termina siendo de lo más convencional: formando técnicos superiores. Y es que las carreras que ofrece son: Ingeniería en Productividad Organizacional, Ingeniería en Ciencias de la Nutrición, Licenciatura en Gobierno y Políticas Públicas, Licentura (sic) en Gestión Ambiental y Territorial, Licenciatura en Informática Organizacional.
Seguramente convenga transcribir los objetivos generales comunes a estas carreras, porque permiten comprender algunas cosas, entre ellas, por qué Edgar Morin se ha dejado llevar por la tentación de prestar su firma y solera a este singular proyecto:
«Formar profesionales:
Muy bonito y metafísico todo. Entre los objetivos específicos de cada carrera ya empiezan a aparecer términos como «ciencias exactas», aunque mantienen el tono vago y metafísico con el que pretenden embaucar a alguien con pocas referencias, ganas de un título pero no de una educación convencional y poseedor de una cuenta corriente capaz.
Es en la especificación de las asignaturas donde se aprecia que, a pesar de la buena voluntad de nuestros emprendedores metafísicos praeterorbitales, si se quiere enseñar algo, especialmente carreras técnicas, hay que acudir a lo que hay, y no a plataformas aureolares futuras que no sostienen sino voluntarismo e ideología.
Mucho más se podría decir de este proyecto. Sería interesante, por ejemplo, comprender cómo han sido elegidos los miembros del consejo de la universidad de entre varias universidades de todo el mundo, algunas de ellas católicas. Pero mejor será dejar esas curiosidades al lector y centrarse en la figura a la que va dedicado este nuevo centro del saber, el maestro del pensamiento complejo Edgar Morin.
4. Edgar Morin
Gran parte del atractivo de la metafísica concepción de la complejidad que la Universidad Mundo Real propone le viene por vía de su instigador Edgar Morin.
«Edgar Morin es un pensador multidisciplinar conocido especialmente como sociólogo y epistemólogo. Es considerado uno de los pocos maîtres à penser del siglo XX. Figura como pionero en los estudios sobre complejidad. En su colosal obra El Método, sintetiza todos los nuevos desarrollos en teoría de sistemas, teoría de la información, cibernética, reformulando el método de la complejidad donde se reúnen las aportaciones de Prigogine, von Foerster, Henri Atlan, Maturana, Varela...»{4} Excombatiente de la Resistencia Francesa, profesor de la Universidad París 5, doctor honoris causa por varias universidades, director emérito del CNRS, sujeto de varios títulos honoríficos otorgados por diferentes países incluyendo a España, ganador de premios variopintos y, sobre todo y a nuestros efectos, titular de la Cátedra Itinerante de la UNESCO «Edgar Morin» por el Pensamiento Complejo. Esta última circunstancia la viene explotando Morin con especial éxito en países hispanoamericanos, de suerte que es Presidente del Instituto Internacional por el pensamiento complejo en la Universidad del Salvador en Buenos Aires, organizador de numerosos congresos y cursos al respecto en una suerte de tupida red del «pensamiento complejo», con conexiones como la Universidad Cándido Mendes de Río de Janeiro, donde se celebró el Congreso Interlatino por el Pensamiento Complejo, presidido por otro inefable: Federico Mayor Zaragoza. Como ya sabemos, esta red incluye la Multiversidad Mundo Real Edgar Morin.
Como no podía ser menos, Edgar Morin en persona ofreció la conferencia inaugural del congreso de la Habana, pronunciada en español y con el título de: Complejidad restringida, complejidad generalizada o las complejidades de la complejidad. En ella se vieron las claves de una embaucadora miscelánea de ideologuemas con apariencia de sistema metafísico con componentes ontológicos, gnoseológicos y políticos. La hipóstasis de la Idea de Complejidad, así como su uso historiográfico para entender las actuales situaciones de la ciencia y del orden político, se ajustan bien a las críticas desarrolladas en el apartado segundo de este trabajo, pero van mucho más allá de la salida del tiesto de la Idea de Complejidad, porque los límites que rebasa no son los de esta Idea sino los de la lógica y la sindéresis.
«Una ciencia que aporta posibilidades de autoconocimiento, que se abre sobre una solidaridad cósmica, que no desintegra el semblante de los seres y de los existentes, que reconoce el misterio en todas las cosas, podría proponer un principio de acción que no ordene, sino organice; que no manipule, sino comunique; que no dirija, sino anime.»{5}
Estas palabras acerca de las virtudes de la Ciencia de la Complejidad contienen muy bien el tono general de su conferencia, que a su vez sintetizó, muy bien también, los puntos débiles de su «colosal obra» El Método. Lo más brevemente posible, nos permitimos transcribir algunas notas tomadas de su conferencia en relación con párrafos de El Método. Confiamos en que por sí mismos los párrafos de Morin den idea de lo metafísico y confesionario de su sistema, por lo demás plagado de buenas intenciones. En cualquier caso, una crítica más detallada e implacable a las ideas espiritualistas de Morin escrita a propósito de un artículo de Javier Gimeno Perelló puede verse en David Alvargonzález: «Transdisciplinariedad.»{6}
Según Morin, el pensamiento de la complejidad no se encuentra explícitamente desarrollado en la historia de la filosofía, pero los grandes pensadores sí la ejercitan de algún modo. Es la tradición científica, absolutista y parcial la que fue contraria a la complejidad, dadas sus tres características definitorias: determinismo, reducción y disyunción. La lógica disyuntiva habría llevado a la parcelación de la geografía disciplinaria en ciencias separadas: «en el mundo cortado de las disciplinas no hay lugar para la complejidad». Dada la identificación de la ciencia clásica con lo verdadero, el término complejo habría adquirido la significación negativa que lo relaciona con lo farragoso y lo difícil. No hace falta recordar al lector que atribuir la «fragmentación del conocimiento» a una cierta «lógica» equivale a reconocer que se parte del teoreticismo de corte idealista; la interpretación materialista sostiene, en cambio, lo siguiente:
«Son las propias operaciones materiales establecidas entre ciertos términos corpóreos las que van provocando el cierre de un sistema de operaciones según un mecanismo parecido al que se da en álgebra cuando hablamos de estructuras tales como «cuerpo» o «anillo» y de un conjunto cerrado para una serie de operaciones. Es decir, llega un momento en que las operaciones materiales, manuales, fisicalistas (juntar, separar, mezclar, calentar, romper, &c.) desplegadas sobre ciertos cuerpos (sustancias, compuestos, organismos, móviles, &c.) dan como resultado términos de esos mismos conjuntos y segregan otros muchos términos o aspectos no pertinentes. No tiene sentido, por ejemplo, dentro del campo de la geometría, preguntarse por el sabor, el color, o el peso de las figuras geométricas puesto que las operaciones con colores o con pesos son propias de otros campos (Óptica, Mecánica, Psicología). El cierre operatorio de las ciencias, a diferencia del concepto algebraico de cierre, es un cierre material que incluye objetos corpóreos que quedan ligados unos a otros por medio de las operaciones. Es en el interior de cada campo donde aparecen los teoremas y los principios característicos de cada ciencia.»{7}
¿Qué es la complejidad? Para Morin habría que recuperar el sentido que se descubre en su etimología. Complejo procede del latín «com/plexus», «tejido común». Morin pretende situar en la termodinámica la irrupción de la complejidad en el panorama científico contemporáneo. Sin embargo, la aparición de la complejidad como término se da entre ingenieros y matemáticos que, aislados de las ciencias humanas (superar el esquema de las dos culturas, descrito por Snow, es uno de los objetivos del «humanismo científico» de este resistente francés) tratan de medir el grado de diversidad que caracteriza a los sistemas. Según Morin, aquí radica la novedad del asunto, pues se asume la unión entre la diversidad y la unidad.
Con la física cuántica, aparece la incertidumbre y otros componentes revolucionarios para la ciencia; revolución que habría sido completada por las nociones de catástrofe (René Thom), fractalidad (Mandelbrot) y caos. Todas estas teorías fueron aunadas por vez primera en el Instituto de Santa Fe bajo la rúbrica de «sistemas» o «ciencias» de la Complejidad. Sin embargo, a Morin le sigue pareciendo insuficiente el proyecto del Instituto de Santa Fe, que todavía estaría inmerso, según las coordenadas de Morin, en la inercia de la parcelación científica. El plural de ciencias (de la complejidad) que aquí se utiliza sería sintomático de una «complejidad restringida».
«La primera aparición (termodinámica) del desorden ha aportado la muerte. La segunda (microfísica) nos ha aportado el ser. La tercera (genésica) nos aporta la creación. La cuarta (teórica) une muerte, ser, creación y organización»{8}
Esta aparición teórica del desorden viene, claro, de la mano del propio Morin. La vieja epistemología que adecua ley y naturaleza, al estar limitada a la investigación de sistemas particulares, se limita a describir la emergencia de estructuras, pero no captura el problema epistemológico fundamental que desborda a esta pluralidad fenoménica: la aparición de estructuras emergentes a partir de componentes preexistentes. Lo que demanda, por tanto, Edgar Morin, es la necesidad de una filosofía de la complejidad, que tenga en cuenta a su objeto no ya como fenómeno empírico sino como «noción paradigmática». Morin ofrece un ejemplo clásico de fenómeno complejo: comportamientos biológicos (nacer) y etológicos (reproducirse) se transforman al ser insertados en los contextos antropológicos (las ceremonias del bautismo y del matrimonio). Lo que no ofrece, a nuestro juicio, es ningún modo esencial de resolver el fenómeno más que la vana palabrería.
La complejidad restringida, tal como quedó definida más arriba, habría deparado tres nociones básicas que exigirían un desarrollo epistemológico: sistema, emergencia y caos. Veamos las líneas de un tal desarrollo que el pensador planetario propone:
1. Sistema: que ahora permite a las partes libertad y autonomía. Siguiendo a Pascal (y desafiando el principio de la Symploké platónica, sin el cual el pensamiento sencillamente es imposible) todas las cosas están religadas y el todo y las partes se necesitan mutuamente para ser y poder ser conocidas, frente a holismos y reduccionismos. Se abre así la puerta a la supersumatividad, a la emergencia.
2. Emergencia: ésta permite definir «organización», «vida», «antropología», no como sustancias sino como emergencias de propiedades nuevas. Así, la «complejidad lógica» permite recuperar intuiciones e ideas viejas y dotarlas de sentido; por ejemplo, la unión heraclítea Vida-Muerte son ahora las células que se «suicidan» por el bien del sistema; como nosotros mismos somos a la vez productos y productores, construidos por la sociedad y necesarios para ella igual que el individuo a la especie, completando una causalidad circular que permite comprender los sistemas complejos. Hablaba aquí Morin como si de veras hubiera dicho cómo comprender alguno de esos sistemas. La idea de «creación evolutiva» será la herramienta idónea para tal empresa; suponemos por nuestra parte que además sería capaz de armonizar las posiciones enfrentadas entre los defensores y detractores del Diseño Inteligente, que surgen en parte por los problemas relativos a las «complejidades emergentes» (nos permitimos remitir al apartado dos de este trabajo).
3. Caos. El cosmos podrá reconstruirse como producto del caos, de ahí el término que Morin acuñara: «caosmos». La complejidad necesita aislar los elementos para su comprensión, pero contextualizándolos. Nos unimos al diagnóstico del profesor Alvargonzález en el artículo citado: Morin inventa palabras imposibles de «pintar».
«La organización es la disposición de relaciones entre componentes o individuos que produce unidad compleja o sistema, dotado de cualidades desconocidas en el nivel de los componentes o individuos. La organización une de forma interrelacional elementos o individuos diversos que a partir de ahí se convierten en los componentes de un todo. Asegura solidaridad y solidez relativa a estas uniones, asegura, pues, al sistema una cierta posibilidad de duración a pesar de las perturbaciones aleatorias. La organización, pues: transforma, produce, reúne, mantiene»{9}
La coda final de la conferencia inaugural del congreso se compuso de conclusiones humanistas y ecologistas al más puro estilo de la izquierda divagante (en el sentido de El Mito de la Izquierda{10}), preconizando una política capaz de hacer sus planes en referencia a una «contextualización» de la historia humana con ligazones al parecer antes insospechadas: política nacional e internacional, ciencia (cuya complejidad es tal, que no sólo incluye demostraciones, sino axiomas indemostrables añadidos por la «mente humana») y tecnología en sociedad, generaciones presentes y futuras, &c.
Si en El Método, Morin se presentaba como el sustituto de Descartes, ahora utilizó el conferenciante el nombre de Giambatista Vico para propugnar su propia «Ciencia Nueva», capaz de trascender sin borrar las arcanas divisiones, mediante la dichosa transdisciplinariedad. Un pensamiento complejo parejo a una «ética de la comprensión», capaz de no «demonizar ni siquiera a Colón» (sic), pues éste habría permitido al humanismo desarrollarse en Europa y a los pueblos tomarlo como bandera de su independización. Vamos, que aún aplicando la brocha gorda del anti-imperialismo por norma, no hay mal que por bien no venga. «Sólo la conciencia de la catástrofe podrá salvarnos de ella o, en palabras de Heidegger, el origen no está en el principio, sino en el futuro.»
Concluimos con una llamada de alerta ante el especial éxito de estos sistemas relajados, confusos y espiritualistas, aunque agradables al oído, en las naciones hermanas de Hispanoamérica. Si tomamos en serio la cita con que abríamos el trabajo, en pocas ocasiones esta concentración de sinsentidos ontológicos, gnoseológicos, antropológicos y políticos puede ser más dañina que en estos momentos de redefinición política del continente Iberoamericano.
Notas
{1} No puedo menos que agradecer también a Laura Nuño de la Rosa su apoyo logístico y argumentativo durante los días del congreso y sus comentarios y aportes al presente trabajo.
{2} Evaristo Álvarez Muñoz, Filosofía de las Ciencias de la Tierra: el Cierre Categorial de la Geología, Pentalfa Ediciones, Oviedo 2004. Especialmente para asuntos relacionados con la Idea de Complejidad ver el capítulo 5: Escalas y Categorías, págs. 123-41.
{3} Ver por ejemplo el artículo de María Santillana Acosta, «Industria peruana del premio de pago y el título académico de camelo», El Catoblepas, nº 23.
{4} Todo según la página web http://www.complexus.org/garcia/index.htm
{5} Edgar Morin, El método, pág. 436. El método ha sido publicado en español (traducido por Ana Sánchez) por la editorial Cátedra: El Método I. La naturaleza de la naturaleza, Cátedra, Madrid 1981; El Método II. La vida de la vida, Cátedra, Madrid 1983; El Método III. El conocimiento del conocimiento, Cátedra, Madrid 1988; El Método IV. Las ideas, Cátedra, Madrid 1992.
{6} David Alvargonzález: «Transdisciplinariedad», El Catoblepas, nº 11, enero 2003.
{7} Idem, recomendamos al lector acudir a los ejemplo que el autor utiliza en el texto referido.
{8} Edgar Morín, El Método, pág. 60.
{9} Idem, pág. 126.
{10} Del que se puede leer, para empezar, la presentación publicada por Marcelino Javier Suárez Ardura en esta revista.