El Catoblepas · número 212 · julio-septiembre 2025 · página 11

Breve mirada al fin del globalismo
Olaf Domínguez Prada
Estados Unidos vs. China
Resumen
Vivimos estos días el fin de una época: la muerte del globalismo. Donald Trump ha iniciado una guerra clara en contra de China que no entiende de aliados ni enemigos. El sistema global capitalista impuesto por Estados Unidos desde 1945, pero sobre todo después de la caída de la Unión Soviética, colapsa bajo sus propias contradicciones. Un mundo imposible basado en el idealismo kantiano se desmorona ante la realidad de la dialéctica de clases, estados e imperios.
Presentación
En el artículo de mi autoría, Una mirada al conflicto de Cuba, publicado en el número 210 de esta revista expresaba:
Paradójicamente son los comunistas chinos quienes han creado una burguesía nacional, y un capitalismo, que, con el empuje del estado chino, planta resistencia a la universalización burguesa norteamericana, mientras en Estados Unidos se acepta que el imperio ha tocado sus límites y el enfrentamiento con China está servido.
Ante los acontecimientos de días recientes puedo afirmar que tal enfrentamiento no solo se ha convertido en una realidad, sino que toma un cariz encarnizado. El gobierno de Donald Trump se enfrasca en una batalla económica en contra de China y la coacción verbal y económica a países aliados o no aliados, como es el caso de Dinamarca, Canadá, Panamá. Estamos frente a una nueva Guerra Fría declarada, que según van las cosas, amenaza con volverse caliente en el futuro.
Pero más allá del conflicto en sí, me gustaría en esta reseña ahondar un poco más en el tema de mi artículo anterior, un análisis de la situación desde la perspectiva de la dialéctica de clases, estados e imperios, solo que esta vez la mirada se vierte sobre el sistema capitalista global que ha imperado desde la Segunda Guerra Mundial, transformado según las exigencias de cada momento, ya fuera contener a la Unión Soviética o celebrar la “victoria” sobre esta.
1. Globalismo y contradicciones materiales
En estos momentos presenciamos el fin del modelo de capitalismo global que Estados Unidos propagara por el mundo, sobre todo, ya sin ataduras, tras la desaparición de la Unión Soviética, y que se conoce como globalismo. Este se basaba en la promoción de la ideología de los derechos humanos (cuando convenía estratégicamente, pues como es sabido, los derechos de los humanos que viven sobre las reservas petroleras saudíes jamás han tenido gran importancia), la democracia representativa como régimen político, y el fundamentalismo de mercado en lo económico (mercado libre, libre comercio), ideas todas que desde el materialismo filosófico se han catalogado de idealistas, o kantianas si se quiere. Aquí yo me propongo mostrar cómo tal modelo arrastraba las contradicciones inherentes a tal idealismo -recuérdese el famoso fin de la historia de Francis Fukuyama-, y que, como se ha demostrado en la práctica, según los hechos presentes, estaba destinado a fracasar.
No hay necesidad de recurrir a Carlos Marx para demostrar que el beneficio, es decir, la base económica del sistema capitalista de reproducción social tiene su fuente en el excedente productivo, sin que nos importe tanto si su origen está en el plustrabajo del obrero, o en el capital (la maquinaria, organización productiva, avance tecnológico, &c.). El mero hecho de que las mercancías se vendan a precios por encima de sus costes de producción para la obtención del beneficio hace imposible que los trabajadores productivos -digamos, los obreros- consuman toda la producción: se necesitan consumidores provenientes de otras clases, ya sean capitalistas, funcionarios, países extranjeros (exportaciones), personas que viven de la asistencia pública, &c., o trabajadores endeudados mediante el crédito al consumo. Como las mercancías se intercambian por dinero, o divisas, es necesario que los consumidores del excedente provean dinero externo a la producción, dinero cuya cantidad debe crecer de forma paulatina para que el sistema sea sostenible en el tiempo, o por lo menos no se someta a crisis periódicas, debido a la competencia y otros mecanismos que conducen a la acumulación de capital, sobre todo a medida que el dinero se desvía más y más hacia inversiones especulativas, no productivas, o sea parasitarias de la economía real. El sistema capitalista, cuando se toma como un sistema cerrado - por ejemplo, el sistema de una nación como Estados Unidos-, necesita la expansión del mercado hacia la esfera internacional, algo que encuentra sus límites en la competencia entre naciones (o burguesías nacionales apoyadas por sus estados). A la vez se requiere la expansión del crédito, tanto privado como estatal, o sea, la deuda que sostenga la actividad económica -nuevas inversiones que mantengan viva la llama de las ganancias y las pérdidas. En un entramado esencialmente inestable, la deuda soberana se erige como la salvación del sistema, es decir, los déficits, convirtiendo al estado emisor de moneda en el perdedor universal por necesidad, algo que con el establecimiento de dinero fiduciario a partir de 1971 posibilitó que la deuda pública creciera a niveles descomunales. Según el Fondo Monetario Internacional, la deuda pública global llega a los 100 billones de dólares, o casi 100% del PIB global (1). Esto involucra la descabellada realidad de que los estados pagan interés por un capital ficticio -así probablemente lo llamaría Marx- creado de la nada, y cuyos pagos, hoy por hoy, constituyen más de la mitad del déficit presupuestario de Estados Unidos (2).
Ante la ausencia del gobierno global necesario para inyectar dinero sin más restricciones que las que impongan “los mercados de bonos”, como hemos visto recientemente, han sido los estados nacionales, cada cual tirando para su lado, la fuente del dinero fiduciario salvador del sistema global, administrado por la burguesía financiera internacional que acumula en acciones, bonos e inmuebles las ganancias. A la funcionalidad sistémica ha contribuido el armamento de Estados Unidos, que a la vez ha actuado como policía internacional, y cuyo presupuesto armamentístico contribuye buena parte de la deuda pública. No podemos olvidar toda la serie de organizaciones que, se puede decir, constituyen, sin llegar a serlo, pero acercándose mucho, ese gobierno global: Naciones Unidas, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Organización Mundial del Comercio, OTAN, OMC, UNESCO, FAO, &c., &c. Ni pasar por alto otros aspectos globalizados como, digamos:
– la aparición de empresas “too big to fail” y los correspondientes rescates gubernamentales,
– compra de acciones por las propias empresas para engrosar los dividendos,
– la fusión y la concentración de sectores productivos en menos y menos empresas multinacionales,
– salarios astronómicos para los ejecutivos,
– economía gig,
– traspaso del trabajo al consumidor (modelo IKEA),
– propaganda comercial, marcas, y demás técnicas de mercadeo,
– obsolescencia programada,
– el declive educacional o atontamiento poblacional,
– la sustitución de las cuestiones sobre el modelo económico por cuestiones sociales o culturales en la política,
– la eliminación fáctica de las fronteras o el papel del estado en el control de estas, &c.
Cuando hace muy pocos años se hablaba de la erosión, y posible desaparición de los estados-naciones -idea que hoy podemos dar por muerta-, sus proponentes no estaban muy lejos de lo cierto: la máquina funcionaba muy bien engrasada.
2. Dialécticas inherentes al sistema
Si leemos con detenimiento los párrafos anteriores, vemos como se manifiestan las condiciones para la dialéctica de clases, estados e imperios, y las contradicciones inherentes del globalismo, o sistema capitalista actual. Por citar algunos:
Dialéctica de clases: trabajadores productores por un lado; capitalistas, funcionarios, países extranjeros, &c., por otro lado como consumidores; trabajadores nacionales contra inmigrantes; creación de una extensa clase de deudores y acreedores; acumulación de capital extrema que lleva a una desigualdad extrema (la persona más rica de Estados Unidos en 1960, John Paul Getty, poseía un equivalente a 11 mil millones de dólares de hoy en día; Elon Musk ha llegado a tener un patrimonio superior a 25 veces esa cantidad, mientras el salario promedio ni siquiera se ha doblado, por citar un ejemplo); deuda soberana financiada con impuestos.
Dialéctica de estados: importaciones/exportaciones (balance comercial, tan en boga), divisas (manipulación del valor de la moneda, tan en boga), ampliación de mercados, competencia internacional;
Dialéctica de imperios: necesidad de un gobierno global, o un imperio universal que se constituya en el salvador último del capitalismo globalmente estructurado en enfrentamiento dialéctico con los focos nacionales/supranacionales capitalistas que el sistema genera -por ejemplo, China, la Unión Europea- y la resistencia de algunos estados/imperios a caer presas parciales o totales del sistema, si no en lo económico -China-, al menos en lo político e ideológico: Rusia.
No hay que ser un genio para apreciar que el sistema impuesto a partir de 1945, y sobre todo desde la caída de la Unión Soviética, más que sumirnos en la paz perpetua kantiana llevaba el conflicto en sus entrañas. Bastó con que China, o más bien el Partido Comunista Chino, resistiera los embistes que intentaban establecer la democracia en el gigante asiático y, desde el estado, controlara a su emergente burguesía nacional y organizara su capitalismo, o socialismo con características chinas, manipulando su moneda a su favor (dialéctica de estados) como habría de esperarse de cualquier estado independiente, para que el mundo volviera a la realidad: Estados Unidos ha reculado y dado por muerto el globalismo ante la emergencia de un nuevo estado/imperio adversario/enemigo. La armonía universal que solo pudo existir en papel se ha borrado: siempre fue falsa e imposible.
3. Dialéctica de clases
Hasta que se impuso la realidad: mientras la burguesía financiera internacional y otros agentes capitalistas acaparaban más y más riqueza, llevando la desigualdad extrema, los asalariados estadounidenses viven con ingresos estancados dentro de una sociedad que consume sin descanso a base de tarjetas de crédito, hipotecas y préstamos para coches, todo esto mientras el país se desindustrializa, desaparecen las pensiones y el retiro pasa a ser parte del casino bursátil, se teme que el sistema nacional de retiro se quede sin fondos en la próxima década, aumenta la deuda estudiantil, en fin, se estanca la clase media a la vez que el país se inunda de personas que hablan español... (Creo que no hay necesidad de exponer qué ha ocurrido en Europa, que en lo económico, político y social se parece mucho ha Estados Unidos). El descontento ha sido aprovechado Donald Trump, un personaje que en medio de sus limitaciones, sin embargo, desde su juventud asociaba la política con la dialéctica de estados, al no dejar de mencionar que el problema de Estados Unidos consistía en que otros países 'se aprovechaban'” (2), lo cual, siendo rigurosamente falso, sirve para levantar y arrastrar el espíritu de sus votantes más fanatizados. Trump llegó para darle el tiro de gracia al globalismo y redirigir al imperio norteamericano en una nueva dirección de enfrentamiento directo con China, en el que, según observamos los planes para África y el desmantelamiento de la agencia USAID, parece que Estados Unidos se replegará al área que pueda dominar. Es decir, va a forzar a los estados menores a alinearse, sobre todo, creo yo, en América, territorio que siempre se ha visto como parte “natural” del Imperio (Doctrina Monroe).
4. Sobre la lucha de clases
Algo curioso que ha sucedido, y recuerda a Gustavo Bueno, es que una vez más se demuestra la desunión del proletariado. Mientras que los endeudados trabajadores norteamericanos se han beneficiado materialmente de la diferencia salarial entre ellos y los trabajadores del resto del mundo (por ejemplo, el tamaño promedio de la vivienda en Estados Unidos ha crecido de alrededor de 900 pies cuadrados en 1950 a 1800 pies cuadrados hoy, y a veces ha rondado los 2500 pies cuadrados; se ha pasado de un coche por familia a tres coches, &c.), desde el punto de vista marxista, todos, norteamericanos y no norteamericanos, son víctimas del sistema, explotados a base de endeudamiento (occidentales) o extracción clásica de plusvalía (China, sudeste asiático). Sin embargo, el internacionalismo proletario brilla por su ausencia, y a la hora de ir a la guerra no cabe duda que allí estarán los proletarios yankis listos para enfrentarse a los proletarios chinos, como en la Primera Guerra Mundial. Las condiciones objetivas para una revolución marxista, según el credo, las ha aprovechado un oportunista, Donald Trump, para crear un movimiento nacionalista que en esencia echa a pelear a pobres de Alabama contra pobres llegados de otras partes del mundo, o en otras partes del mundo... Más allá de las rídiculas tarifas puestas en contra de la isla habitada por pingüinos, me parecen sumamente inmorales las impuestas a Lesotho, por mencionar uno de los tantos países afectados. Queda por ver si los trabajadores estadounidenses se beneficiarán de la nueva guerra, pues lo que hemos vivido por décadas surge y se sostiene en el accionar de las élites burguesas de Estados Unidos, los grandes beneficiados si observamos la lista de las personas más ricas del mundo. Trump habrá acabado con el globalismo, pero los trabajadores estadounidenses seguirán sujetos a los designios de los dueños del capital, como no puede ser de otra manera en el capitalismo. Ya vemos cómo el FMI hoy mismo le reclama a los estados arreglar la casa (1), o sea austeridad, y Trump promete una reducción del déficit, es decir, probablemente los programas sociales. En definitiva, el éxito o fracaso de Trump depende de sus victorias internacionales, de cuán bien le funcione a las élites estadounidenses, agrupadas en torno a Trump, como se vio en la inauguración presidencial, la válvula de escape ante su pueblo: la dialéctica de clases.
Conclusión
Vivimos el fin de una época, el fin del globalismo, y el comienzo de un nuevo mundo, en el que de momento la incertidumbre es la norma. De algo sí podemos estar seguro: el futuro se decidirá en una guerra entre Estados Unidos y China. La armonía universal es imposible... Pero esto ya lo sabíamos.
Referencias
- Rising Global Debt Requires Countries to Put their Fiscal House in Order, Fondo Monetario Internacional, imf.org, 23 de abril, 2025
- Monthly Budget Review: Summary for Fiscal Year 2024, Congressional Budget Office, cbo.gov
- Donald Trump, entrevistado por David Letterman, 1987: youtu.be/9TXLY8hnhlo
- Bloomberg Billionaires Index: bloomberg.com