El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas · número 212 · julio-septiembre 2025 · página 14
Libros

Platón, el zar de todas las Rusias o sobre la filosofía política de Duguin

Pablo García Ariño

Reseña de Platonismo político. La Filosofía de la política, edición de Pedro José Grande Sánchez (Fides 2023)

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Conocido como uno de los pensadores más influyentes y polémicos de la Rusia contemporánea, Aleksander Guélievich Duguin (1962) ha dejado una profunda huella en el ámbito de la filosofía política y, sobre todo, la geopolítica, disciplina algo huraña para el saber filosófico, pero cuya dimensión subyace en la gran mayoría de sus escritos. Su obra, marcada por una crítica radical al liberalismo y una acérrima defensa del tradicionalismo, lo ha llevado a ser apodado «el filósofo de Putin» o, incluso, «el Rasputín de Putin», debido a la supuesta influencia de sus ideas en la política exterior rusa y vinculación con el Kremlin. Entre sus libros más destacados se encuentran Fundamentos de Geopolítica (1997) y La Cuarta Teoría Política (2009), en los cuales articula una visión del mundo multipolar y rechaza los valores hegemónicos de Occidente. La mayor parte de su obra se encuentra sólo en ruso, si bien algunos títulos se han traducido a otras lenguas, mayoritariamente la inglesa, y de estas a otras a su vez, como es el caso de la que aquí reseñamos.

La edición, traducción, notas y presentación corren a cargo de Pedro José Grande Sánchez, profesor e investigador en la Universidad Complutense de Madrid, quien, en un sucinto estudio introductorio y un total de cincuenta y tres glosas, ha realizado numerosas aclaraciones terminológicas y conceptuales. Con respecto de la traducción, esta se ha ejecutado, como reconoce el propio traductor, bajo criterios estrictamente filosóficos, pues los libros de Duguin, por lo general, no son obras fáciles de digerir, lo que ha supuesto, en cierta medida, la pérdida de claridad literaria (Grande, como citado en Duguin, 2023, p. 17). Es por esto por lo que se han mantenido las construcciones lógicas del autor en favor de su contenido filosófico y los conceptos fundamentales en su lengua de origen (como logos en griego, narod en ruso, État-providence en francés o Volk en alemán), por otro lado, ya canónicos muchos de ellos en la tradición filosófica.

El volumen, corto en extensión, es un compendio de ocho ensayos (capítulos segundo, tercero, cuarto, quinto, sexto, séptimo, noveno y décimo), una conferencia transcrita (capítulo primero) y una entrevista (capítulo octavo) que, aunque difieran en tono y enfoque entre sí, exponen lo que Duguin denomina «platonismo político», una nueva corriente filosófica y política que se contrapone a la Modernidad occidental y se enfrenta, entre otros, al individualismo metodológico y a la democracia liberal que acarrea. Con ella, Duguin pretende, en primer lugar, rescatar y actualizar la dimensión política del pensamiento de Platón; en segundo lugar, someter la filosofía política moderna a una deconstrucción radical que abarca desde antes de Heráclito hasta más allá de Heidegger; y tercer lugar, mostrar la existencia de una alternativa a la Modernidad existente que reviva formas políticas y sociales superiores y proporcione una base sólida para la resistencia al colapso del mundo contemporáneo. En este sentido, el platonismo político se presenta «como un «arca de la salvación» para el final de los tiempos» (Grande, como citado en Duguin, 2023, p. 15).

En el primer capítulo, «La Filosofía de la política», Duguin sostiene que, si bien es cierto que la verdadera política siempre está guiada por la filosofía, sea una u otra filosofía, la Modernidad ha introducido actores políticos que carecen de una dimensión filosófica:

«Las personas que no tienen filosofía de la política, que no tienen filosofía, son tan políticos como los programadores informáticos. De hecho, una persona que no sabe de filosofía no puede dedicarse a la política; no es un político. Es un trabajador contratado por el gobierno que simplemente está frente a una pared. Alguien le ha dicho: ve allí, haz eso. Qué hacer, adónde ir (…) Puede ser un excelente usuario, pero en realidad los políticos que carecen de una dimensión filosófica están simplemente en una obra, en una obra extranjera» (Duguin, 2023, p. 21).

Es decir, en lo que al equilibrio entre políticos y burócratas en el gobierno se refiere, Duguin se muestra en favor de los primeros, pues considera que la política ha de tener un fundamento último que le guíe y dé sentido (de ahí que a toda política subyazca una u otra filosofía) e ir más allá de la mera gestión o técnica politicoadministrativa. Sin duda, la distinción schmittiana amigo-enemigo como categoría política, en manos del político gobernante capaz de tomar decisiones e impropio del técnico, está presente en todo momento en la propuesta duguiniana.

En el segundo capítulo, «Deconstrucción de la Democracia», Duguin considera que la democracia no es un concepto neutral. Además de ser un régimen político y sistema de valores, la democracia

«es una forma de culto secular o una herramienta de dogmática política, por lo que, para ser plenamente aceptado en la sociedad de Occidente, es necesario por defecto estar «a favor» de la democracia. Quien la pone en duda queda fuera del campo de lo políticamente correcto. La oposición marginal se tolera; pero si es más marginal, la democracia pone sus máquinas de opresión contra sus alternativas como cualquier régimen, ideología y religión dominante» (Duguin, 2023, p. 29).

Ahora bien, la posición política de Duguin con respecto de la democracia, más allá de toda crítica legítima y oportuna (como su advertencia sobre la confusión existente en torno a la raíz demos-, la cual no solo significa «pueblo» o «población» en general, sino un pueblo o población concretos y circunscritos legal y administrativamente a un determinado territorio, como los distintos demos o circunscripciones administrativas en que se dividía el territorio de la antigua Atenas), resulta un tanto arbitraria por la falta de una discrecionalidad motivada: «Por eso, en los debates sobre la democracia debemos decir de una vez si estamos completamente a favor o completamente en contra. Responderé con franqueza: Yo estoy en contra, pero sólo porque Occidente está favor» (Duguin, 2023, p. 29).

En el tercer capítulo, «El platonismo político y sus bases ontológicas», Duguin propone un orden jerárquico y vertical en la sociedad, donde el conocimiento, el cosmos y la política estén interconectados. Duguin sostiene que el poder debe ser sagrado, racional e ideal, con un rey filósofo a la cabeza; rechaza la Modernidad y la postmodernidad por su carácter antiplatónico, viendo en el platonismo político una alternativa ordenada y trascendental. Asimismo, vincula su teoría con el tradicionalismo; y entiende la democracia moderna como una degeneración política, la cual no solo ha abandonado la tradición, sino que se opone a ella. Cabe advertir sobre el carácter, acaso, esotérico que rezuma en algunas partes del libro, como es el caso del presente capítulo. En este sentido, conviene reparar en la filiación e interés de Duguin por el Círculo Yúzhinski, grupo de intelectuales interesados por el ocultismo.

En el cuarto capítulo, «Tradicionalismo contra Diabolópolis», Duguin reflexiona sobre la importancia del Primer Congreso Ruso de Tradicionalistas acaecido en 2011 y señala que, en términos históricos,

«aunque el desarrollo técnico continúa a toda velocidad, los mecanismos se perfeccionan, las máquinas se vuelven «más inteligentes» y los medios de comunicación mejoran sus posibilidades, esto no afecta en absoluto a la felicidad humana de forma directa, no garantiza ninguna altura moral o espiritual, y tampoco aumenta la justicia en el orden social» (Duguin, 2023, p. 45).

He aquí, pues, la razón por la que (re)surge el tradicionalismo, de corte platónico, «una filosofía, una cosmovisión, una ideología, un estilo» (Duguin, 2023, p. 46), que abandera Duguin y que «representa una orientación original, viva y, en gran medida, reactiva, que absorbe en sus filas a muchos jóvenes intelectuales, estudiantes, graduados y académicos» (Duguin, 2023, p. 47), todo ello debido a que la «tradición es integridad [totalidad]. La modernidad es la entropía, la dispersión y la disipación elevadas a rango de valor y difundidas activamente por todas partes» (Duguin, 2023, p. 50). Sólo el tradicionalismo, en todas sus vertientes, pues Duguin, junto al platonismo político, aúna el conservadurismo radical, la fe ortodoxa y otras confesiones tradicionales por igual, «si se quiere, bajo la bandera de la «Revolución contra el mundo posmoderno»» (Duguin, 2023, p. 59) puede hacer frente a la «crisis y el pronto final del orden conocido» (Duguin, 2023, p. 58).

En el quinto capítulo, «La relevancia de Platón para Rusia y el mínimo platónico», Duguin propone una educación masiva en la filosofía de Platón, tanto para aquellos que no están familiarizados con el filósofo griego como para los que no lo entienden. Conocer el pensamiento platónico es de capital importancia, pues, de no ser así, las personas anteriores «deberían ser apartadas rápidamente del Estado» (Duguin, 2023, p. 61). Ahora bien, cabe destacar que este proyecto político basado en el conocimiento de Platón es el que Duguin estima oportuno implantar en su patria: «El proyecto de una Nueva Rusia debe comenzar con el anuncio platónico» (Duguin, 2023, p. 64)

En el sexto capítulo, «Cristianismo y neoplatonismo», Duguin considera que el platonismo y el cristianismo son doctrinas compatibles y complementarias, ya que el primero, a través del neoplatonismo «entendido cristianamente, es precisamente el fundamento del aparato conceptual de toda la dogmática nicena» (Duguin, 2023, p. 65). Sin embargo, teniendo en consideración el capítulo anterior y que Rusia es un Estado multiconfesional, Duguin obvia o no encuentra relación entre el platonismo y otras confesiones no cristianas, como la musulmana o la budista, ambas presentes en amplios sectores de la población rusa.

En el séptimo capítulo, «Heráclito y la Rusia contemporánea», Duguin argumenta que la filosofía rusa aún no ha comenzado verdaderamente a andar, es decir, que no existe todavía una auténtica y genuina filosofía rusa, y que su punto de partida debería ser Heráclito. Sostiene que Rusia está dominada por el caos, pero un caos que contiene el logos en su interior. Para que los rusos desarrollen una verdadera y propia filosofía, deben despertar del sueño caótico y buscar el logos en la multiplicidad del mundo. Duguin también critica la evolución de la filosofía occidental, que comenzó con Heráclito, pero se corrompió con el tiempo. Finalmente, propone que Rusia debe redescubrir a Heráclito para forjar su propio camino filosófico.

En el octavo capítulo, «Una conversación sobre la Noomaquia», se advierte por vez primera sobre el eurasianismo, corriente de la que Duguin es el máximo exponente y adalid a nivel internacional y cuya idea fundamental radica en «la pluralidad de civilizaciones y la falta de fundamento de la pretensión occidental de universalismo» (Duguin, 2023, p. 73). Sin embargo, a tal efecto, Rusia se podría presentar como la plataforma estatal a partir de la cual se articule este proyecto político intercontinental.

En el noveno capítulo, «La teoría existencial de la sociedad», Duguin desarrolla una sociología filosófica basada en la noción heideggeriana del Dasein, aplicada a la sociedad entendida como Volk o narod. En otras palabras, el autor sostiene que la sociedad no debe concebirse como una mera agregación de individuos, sino como una entidad existencial con raíces ontológicas profundas. La economía, la producción, la cultura o la religión no son simples estructuras funcionales, sino manifestaciones esenciales de su ser, determinadas por la preocupación existencial (Sorge). En este sentido, el narod no solo actúa, sino que también es, en términos ontológicos, el sujeto, el horizonte de la arrojadura (Geworfenheit) y su crecimiento en todas direcciones. A tal efecto, la sociedad auténtica es aquella que reconoce y actualiza esta dimensión existencial, trascendiendo las construcciones modernas alienantes como el individuo, la clase o el Estado. Así, la política se convierte en un acto ontológico, un retorno a los fundamentos existenciales olvidados por las ideologías modernas.

Finalmente, en el décimo capítulo, «El caos pensante y el otro comienzo de la Filosofía», Duguin explora la posibilidad de una nueva filosofía que trascienda la lógica tradicional, a la que denomina Logos y considera agotada tras milenios de hegemonía en el pensamiento occidental. Argumenta que Logos, como principio de orden y exclusión, ha conducido a la fragmentación y la alienación de la Modernidad. En su lugar, propone un retorno al Caos, entendido no como desorden, sino como un principio de inclusión total, anterior y superior a Logos. Este fue construido excluyendo a aquel desde el inicio de la filosofía griega. No obstante, Caos no es nada, sino todo lo que Logos rechaza: «Logos excluye todo lo que no incluye, pero como lo incluye todo, sólo la nada queda fuera de él, pero trata a esta nada con dureza» (Duguin, 2023, p. 114). Entonces, para superar este límite, Duguin sugiere un «otro comienzo» filosófico basado en una comprensión radicalmente diferente, donde Caos se convierte en un principio creador y fértil que permite una reconstrucción filosófica más allá de la Modernidad.

El platonismo político duguiniano se presenta como un intento de reconfigurar el pensamiento político contemporáneo desde una perspectiva tradicionalista y antimoderna. A través de una reelaboración del pensamiento platónico, el autor busca fundamentar un orden político jerárquico, trascendental y opuesto a los principios liberales y democráticos de la Modernidad occidental. No obstante, bien podría decirse que su interpretación de Platón responde más a una instrumentalización ideológica que a un análisis filosófico riguroso. Al igual que advierte sobre «la crisis de la civilización moderna, la contradicción interna de la ideología occidental, los dobles raseros claramente obvios de la política internacional y la crisis moral de la sociedad tecnológica» (Duguin, 2023, p. 54), otro tanto podría decirse sobre el tradicionalismo o eurasianismo de los que hace gala, por ejemplo, a la hora de excluir a todos aquellos profanos del platonismo del demos político, incluidos conciudadanos suyos, o justificar imperialismos futuros que excedan el eurasianismo y lo reduzcan a interés de Estado, de un solo Estado, como podría ser Rusia. Además, cuando considera a Heráclito como punto de referencia a partir del cual crear una verdadera filosofía rusa, pareciera que el filósofo griego es más un símbolo, casi esotérico, que una referencia filosófica rigurosa. A este respecto, por qué no Anaximandro y el ápeiron. Asimismo, su propuesta, lejos de ser una exégesis desinteresada del pensamiento platónico, reconfigura su doctrina en clave reaccionaria, proyectando sobre ella una lectura teleológica que legitima su visión de un mundo estructurado en torno a principios absolutos y un poder (platónico) sacralizado. En este sentido, se hace pertinente recordar el aforismo de Nicolás Gómez Dávila: «En todo reaccionario Platón resucita». Es por todo esto por lo que Duguin no sólo revive al Platón político, sino que lo convierte en el eje de un proyecto que, bajo el pretexto de restaurar un orden perdido, se inscribe en una crítica radical a la Modernidad que, si bien resulta provocadora, adolece de una fundamentación filosófica más matizada y menos dogmática, pues de no ser así, pareciera invertirse el mito platónico de tal manera que la única moraleja no es otra sino regresar a la caverna.

Referencia bibliográfica

Aleksander Duguin Guélievich, Platonismo político. La Filosofía de la política, traducción, presentación y notas por Pedro José Grande Sánchez (Ediciones Fides, Torredembarra 2023).


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