Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 25 • marzo 2004 • página 15
De: Íñigo Ongay de Felipe
Fecha: 16 de Octubre de 2003
Asunto: Pío Moa y la Guerra Civil española
Estimados Contertulios:
Muy en la línea de lo sugerido por Atilana Guerrero en su mensaje de apertura del foro, nos gustaría traer a colación para su discusión si los contertulios lo consideran oportuno, un asunto que ya está siendo objeto de una polémica en curso en las páginas de El Catoblepas. Me refiero al problema del final de la II República y el desarrollo de la guerra civil española tal y como lo reconstruye el controvertido historiador vigués Pío Moa Rodríguez –aunque no sólo él: queremos decir que habría que tratar de hacer justicia a las propias fuentes de Moa, otros historiadores «malditos» tales como Ricardo de la Cierva o los hermanos Salas Larrazábal– en su trilogía sobre este período del pretérito de nuestro país (Los orígenes de la guerra civil española, Los personajes de la república vistos por ellos mismos y El derrumbe de la II república y la guerra civil) publicada en la editorial Encuentro (más reciente es una obra que podríamos tipificar como una suerte de epítome de esta trilogía sin perjuicio de que ciertamente no sea sólo eso: Los mitos de la guerra civil). Para quienes se interesen por estas temáticas, hemos de recomendar encarecidamente la lectura de los materiales involucrados en la controversia que, en El Catoblepas, han venido manteniendo Pío Moa y Antonio Sánchez Martínez con Enrique Moradiellos García. También está disponible el extraordinario trabajo de José Manuel Rodríguez Pardo titulado «El papel de la segunda república y la guerra civil en la historia de España». Del mismo autor contamos asimismo con una valoración de la polémica a tres bandas sostenidas en nuestra revista bajo el título «La historiografía universitaria y el mito de la izquierda».
http://nodulo.org/ec/2002/n010p23.htm
http://nodulo.org/ec/2003/n018p10.htm
Nos parece interesante trasponer de alguna manera esta fecunda discusión al presente foro en la medida al menos en que ello nos exigiría de suyo arrostrar la realidad de un período de nuestro pretérito, que se mantiene sin duda alguna operando intensamente en el presente como vienen a demostrarlo las tentativas de recuperación de la «memoria histórica» que sobre ese pasado, algunas asociaciones de la «sociedad civil» han querido ejecutar en nuestros días (unas tentativas que no han podido tampoco disimular –si se nos permite decirlo rápidamente– su carácter de imposturas como tan contundentemente ha puesto sobre el tapete Gustavo Bueno en El mito de la Izquierda). ¿Cuál es el valor historiográfico de la reconstrucción de Pío Moa frente a otra alternativas posibles (Preston, Santos Juliá, Tussell, Nigelio Townson)?, ¿cómo mensurar por así decir, el alcance filosófico de la operación de «limpieza» que a Moa le ha sido dado ensayar a la hora de operar sus reliquias (un «barrido» que, claro está, sólo podrá ser tal cuando se practique sobre unos documentos «basura» –siguiendo aquí un análisis todavía inédito de Pedro Insua–, resultados de la impostura o del engaño, de la propaganda, &c., véase pongo por caso el tema de la «represión fascista» del gobierno tras la «revolución del 34», véase también las descripciones al uso de la «tragedia de Guernica», véase los cuentos que se han contado sobre los alzados del 36, &c.)
No sé cómo verán los contertulios la propuesta, a mí particularmente me parece que no puede decirse en modo alguno que falta «tajo» en el que zambullirse.
Un saludo. Íñigo.
De: José Manuel Rodríguez Pardo
Fecha: 16 de Octubre de 2003
Asunto: La Guerra Civil y la leyenda negra
Estimados amigos:
El tema propuesto por Iñigo Ongay tiene un gran valor no sólo histórico sino de cara al presente (no olvidemos la referencia de la memoria histórica). Como la temática creo que está analizada desde varios aspectos, creo conveniente destacar algunas cuestiones de cara a mostrar el papel que juzgaron los acontecimientos de la II República y la Guerra Civil en la Historia de España, todos ellos acordes con la Leyenda Negra:
1) Buena parte de los historiadores que juzgan el período 1931-1939 no dudan en mostrar la violencia de entonces como una prueba del oscurantismo español. Así lo dice sin recato Gabriel Jackson en su libro, hoy ya desfasado completamente, La república española y la guerra civil, excusándose en que se ha querido contar una leyenda negra sobre la segunda república (como si los errores ajenos pudieran eclipsar los propios o convertirlos en aciertos). En la polémica sostenida en El Catoblepas, Enrique Moradiellos, siguiendo fielmente a su maestro Pablo Preston, sostenía que en el fondo las luchas de la república había que entenderlas desde el punto de vista del conflicto ternario entre reaccionarios (representantes del «oscurantismo» español), revolucionarios, y los reformistas, que serían una especie de santos inocentes víctimas de la violencia de unos y otros.
Sin embargo, Pío Moa advierte que hay que reconstruir la Historia de España anterior al siglo XIX para entender los fenómenos producidos en el XX. En concreto, cuando analiza a las fuerzas conservadoras en El derrumbe de la república y la guerra civil, señala su origen en las doctrinas jesuíticas sobre la democracia cristiana y el combate contra la tiranía, a las que considera (con parte de razón) precedentes del liberalismo moderno. En general, se puede decir que Moa se mueve desde una posición liberal conservadora (a veces más conservadora que liberal), pero tiene el mérito de ser al menos identificable y mínimamente sólida su teoría, cosa que no puede decirse de sus oponentes, instalados en la comodidad de un progresismo-marxismo ciertamente blando y difuso.
2) Otra de las cuestiones interesantes dentro de esta versión de la Leyenda Negra está en el supuesto carácter «cainita» de los españoles, que incluso Borkenau, alemán testigo de la guerra civil, resalta. Lo que no entiendo es ese cinismo de llamar cainitas a los españoles, sabiendo lo que vino después: 80 millones de muertos, cuando la guerra civil no causó ni medio millón de víctimas. Y encima justo después de todas las atrocidades, los alemanes estaban en la ONU, mientras España tenía que vivir aislamiento internacional.
3) Otro de los detalles está en la supuesta conspiración del «oscurantismo» para evitar que el país alcanzara el progreso: la guerra civil habría sido preparada, según autores como Tuñón de Lara, por el viejo bloque de poder que buscaba vencer a los reformadores y revolucionarios, y por supuesto la clase obrera. Sin embargo, Tuñón no muestra criterio alguno desde el que juzgar la revolución, la reforma, ni nada. Para empezar, todos los grandes centros de negocios, ya fueran los Bancos de Santander, Bilbao, la industria, &c., quedaron bajo el dominio del Frente Popular, a quien habría que acusar de ser el protector de ese «bloque de poder». El PCE, partido que mandaba en el Frente Popular realmente, tenía 200.000 afiliados, y dos terceras partes eran gentes adineradas. ¿Dónde estaban los obreros entonces? No sirven los reduccionismos economicistas para explicar estos hechos, pues hay que aludir a instancias políticas y a la lucha de distintas facciones, que quieren no defender a viejos bloques de poder, sino obtener «el poder», el Estado.
4) Resulta curioso apelar al carácter cainita de los franquistas, contando bulos increíbles sobre la represión, y olvidar las checas o salas de tortura del Frente Popular, el crimen de Paracuellos del Jarama (tapado con el bulo sobre la matanza de Badajoz, como bien señala Pío Moa), el asesinato y tortura de Andrés Nin, la pérdida de independencia del Frente Popular, al enviar el oro del Banco de España a manos soviéticas, con la consiguiente posibilidad de quedar engullidos por la URSS, &c. ¿A quién quieren engañar? Todas estas cosas se tapan para denigrar el franquismo, pero gracias a ese período histórico, que por cierto también es una muestra más del «oscurantismo» español, nos hemos incorporado a los estados de bienestar capitalistas. Y hoy día no estamos precisamente en la cola de este grupo.
¿Alguien pensaba que la Leyenda Negra era una cosa del pasado? Pues no, sigue siendo la clave principal desde la que la mayoría de hispanistas interpretan nuestra Historia. No hay que olvidar a un autor muy proclive al disparate, Henry Kamen, (o Enrique Kameno, dicho correctamente en nuestra lengua) quien ha afirmado recientemente en su libro Imperio que no había que desechar lo narrado en la Leyenda Negra, sino atribuírselo también a mejicanos, italianos, alemanes, guaranís, &c. que formaban parte de los contingentes y poblaciones del Imperio. Vamos, como si mejicanos, guaranís, italianos y alemanes, mientras sus respectivas nacionalidades étnicas eran parte del Imperio, no fueran políticamente españoles. Vivir para ver.
Un saludo cordial, José Manuel Rodríguez Pardo.
De: María Santillana Acosta
Fecha: 17 de Octubre de 2003
Asunto: Quizá Enric Kamen mejor que Enrique Kameno
Jose Manuel, el «hispanista» Henry Kamen quizá prefiriera ser llamado Enric Kamen mejor que Enrique Kameno.
«Hispanista» es el nombre que recibe un agente o espía, al servicio de otras potencias o intereses, que se especializa en conocer las cosas de España y elabora informes y produce ideología al servicio de quien le mantiene. Sucede que, en nuestra ingenuidad, suele sorprendernos muchas veces que otros se interesen por nuestras cosas, e incluso les ayudamos y ensalzamos, y hasta asumimos sus torcidas interpretaciones, propias de la contrapropaganda enemiga. Como es natural los hispanistas han sido y son preferentemente franceses (al servicio de Francia), alemanes (al servicio de Alemania), ingleses (al servicio de la Gran Bretaña), norteamericanos (al servicio de los Estados Unidos), soviéticos (al servicio antes de la Unión Soviética), chinos (al servicio de la República Popular), y hasta mahometanos los habrá.
«Americanista» es concepto equivalente, introducido por supuesto por los franceses, siempre deseosos, desde que proclamaron los Derechos del hombre y del ciudadano (francés), de lograr afrancesarlo todo... aunque por suerte ni lo consiguieron ni parece que la realidad les sea ya favorable. Sobre los «americanistas» es muy ilustrativo el siguiente artículo:
filosofia.org/ave/001/a051.htm
El caso de Enrique Kameno reviste características particulares. Nacido en Rangún (Birmania) en 1936, en plena decadencia del Imperio británico, aunque educado y doctorado en Oxford siempre fue visto por los exquisitos británicos blanquecinos como un meteco asiático aceitunado, residuo molesto de la periferia de su Imperio. Convertido en «hispanista», acabó asentándose en Barcelona (incluso mantenido directamente por España, a través del CSIC) desde donde procura ningunear cuanto puede al Imperio español, incluso con gran gozo de algunos catalanistas secesionistas. De ahí lo de Enric Kamen.
De: José Manuel Rodríguez Pardo
Fecha: 18 de Octubre de 2003
Asunto: El Imperio de la confusión
Estimados amigos:
Es posible que prefiera el señor Kameno su nombre catalanizado, pero al fin y al cabo la gran mayoría pasa de sus argumentos. Su libro Imperio fue promocionado con una especial devoción, incluso por la prensa deportiva, aunque según mis noticias no ha logrado pasar de la segunda edición. La práctica totalidad de los historiadores, que tampoco están en sus conceptos para tirar cohetes, se han dado cuenta de sus extravagancias y no aceptan su ceremonia de la confusión. Es curioso leer cosas como que España no existe como nación hasta el siglo XVIII, pero él cuenta la historia de España desde el siglo XV. O que diga que España sólo era Imperio gracias al titulito que mostraba en su escudo Carlos V, pero antes habla del papel imperial en las Canarias, América, &c. No me he puesto a contar el número de contradicciones que contiene el libro, pero debe de haber al menos una por cada página. Las cosas de la ideología.
Un saludo cordial, José Manuel Rodríguez Pardo.
De: Íñigo Ongay de Felipe
Fecha: 18 de Octubre de 2003
Asunto: Una rara avis contra la Leyenda Negra entre los «gabachos»
Estimados Contertulios;
Muy ajustadas sin duda las apreciaciones que sobre Enrique Cameno, nos ofrecen María Santillana y José Manuel Rodríguez Pardo. Sólo decir que con todo, entre la estulticia generalizada en el gremio de los historiadores e hispanistas franceses, británicos, &c. (e incluso españoles renegados cómo no) podemos encontrar una honrorísima excepción de lo más significativa, tanto más cuando es así que se trata de un historiador hispanista e hispanófilo procedente de uno de los más destacados centros generadores de la leyenda negra: me refiero al potente erudito francés Jean Dumont, nacido en Lyon en 1923 y fallecido, creo, en 2001, una verdadera «rara avis» (como lo ha denominado alguna vez Atilana Guerrero en relación a sus estudios sobre la inquisición española) por lo demás en el marco de la historiografía francesa concerniente a la historia de España. Así al menos, lo testifican sus imprescindibles obras, publicadas muchas de ellas en Encuentro (curiosamente la misma editorial que ha venido dando acomodo a la trilogía de Moa): yo sólo conozco dos de sus libros, a saber, Proceso contradictorio a la Inquisición Española y Lepanto. La historia oculta (ambos en Encuentro), pero me consta que nuestro autor ha venido ocupándose también de otras temáticas conexas (por ejemplo tiene publicada una monografía sobre la figura de la reina Isabel –La incomparable Isabel la Católica– y otra en torno a la conquista y evangelización de América por parte del Imperio –La hora de Dios en el Nuevo Mundo–).
Un excelente contrapunto a Cameno en definitiva y a tanto Masson redimuerto como parece que abunda en el terreno de la historiografía.
De: Íñigo Ongay de Felipe
Fecha: 18 de Octubre de 2003
Asunto: Pío Moa en CNN+
Estimados Contertulios;
Cristina Losada ha publicado recientemente en Libertad Digital (el Diario en la red que dirige Federico Jiménez Losantos) un «artículo de opinión» en el que se informa de un debate sobre la guerra civil española emitido en la cadena CNN+, en el que al parecer se contó con la presencia de Pío Moa Rodríguez. Por su indudable interés me parece conveniente extractar algunos de los párrafos de ese artículo, a fin de reproducir las atinadas conclusiones de la periodista:
« Aunque quizá debería decir Moa contra todos, pues cuando nuestro conocido compañero de periódico está presente en un debate sobre la guerra civil, él expone sus tesis y los demás, atrincherados en viejos tópicos que ya ni se molestan en desarrollar, se limitan a tirarle cuantas piedras pueden. El fenómeno ocurre pocas veces: la censura funciona y a Moa no se le suele invitar. Pero como no lograron impedir, con el silencio hostil inicial, que sus libros fueran un exitazo de ventas, desde hace algún tiempo combinan el silencio con la descalificación, que es lo que aquí sustituye con harta frecuencia al debate intelectual.»
«En un reciente debate en CNN+, el 'argumento' esencial de su principal contrincante, Jorge Martínez Reverte, consistía en hacer aparecer a Moa como defensor o justificador del golpe militar del 36 y de la dictadura franquista. De este modo, Reverte, como antes hicieron Tusell y otros historiadores de la factoría Polanco, pretendía desplazar el debate del terreno de las ideas y los hechos, al de las intenciones. Intenciones que, además, falsean a sabiendas.»
Sin embargo
«Lo malo para estos nuevos inquisidores de la historia, es que a Moa no le pueden poner la etiqueta de 'franquista' y quedarse tan frescos. Ha sido más antifranquista que la mayoría de ellos. ¿Será eso lo que les molesta más? ¿Que un hombre de la izquierda haya hecho lo que ellos jamás se han atrevido a hacer, que es revisar sus propios mitos y dogmas? Llama la atención que muchos de los que atacan a Moa y tanto se resisten a la investigación y a la verdad históricas procedan de la derecha y de familias del régimen franquista, como es el caso de los jefes y numerosos secuaces del imperio polanquil y del propio Reverte. Lo que hace sospechar que estamos ante un caso de expiación de culpas, de ellos o de sus mayores.»
«Pero la persistencia con que proceden a esa purga no puede entenderse sin considerar su rentabilidad contante y sonante. Los conversos que pasaron del franquismo a la izquierda habían erigido un monopolio ideológico. Su versión de la guerra civil, que en síntesis es un remake de la propaganda del Frente Popular, se había impuesto como única verdadera. Moa vino a quebrar ese monopolio, a fastidiarles el negocio. Y a jorobarles el futuro del negocio: la falsa historia de la República y la guerra es la base sobre la cual la izquierda española funda una legitimidad que la experiencia felipista hizo pedazos. Gracias a esa falsificación, la izquierda puede tirar del tópico de una derecha genéticamente hostil a la democracia.»
De: Pedro Insua Rodríguez
Fecha: 18 de Octubre de 2003
Asunto: Dumont
En efecto «rara avis», en referencia a la intervención de Íñigo con respecto a J. Dumont, es este erudito francés y antiguo editor: que yo sepa, es autor de dos libros más, además de los mencionados por Íñigo Ongay: La iglesia ante el reto de la historia, editado en Encuentro en 1987, siendo su edición francesa del año 1981 (Adolphe Ardant-Criterion, Limoges). Este libro es, por así decir, la matriz del que salen los demás: cada capítulo de este libro se convertirá posteriormente en monografía, una monografía que desarrolla más ampliamente lo desarrollado en el capítulo de esta su, que yo sepa, primera obra traducida al español. Con todo algún capítulo se queda sin «monografiar», y algún otro capítulo genera dos monografías. Este último es el caso del Capítulo Tercero: «La Iglesia, ¿opresora de los indios de América?», del que van a salir la obra que ha mencionado Íñigo, esto es, La hora de Dios en el Nuevo Mundo (1993 en Encuentro, 1991 en Editions Fleurus, París) que compone una serie de biografías de distintas personalidades «americanas» (Jerónimo de Loaisa, Santo Toribio, Vasco de Quiroga y Bernardino de Sahagún) y El amanecer de los derechos del hombre (Encuentro 1997, Critèrion 1995), una obra en torno a la controversia de Valladolid (Sepúlveda-Las Casas). (En nuestro artículo de El Catoblepas, «Quiasmo sobre Salamanca y el Nuevo Mundo» y en «España y la inversión teológica» lo mencionamos porque, en buena medida, estos artículos están basados en este libro y la historiografía que maneja.) El título de una de las obras que menciona Íñigo es en realidad La «incomparable» Isabel la Católica (Encuentro 1993, Criterion, 1992; se ha vuelto a editar en Encuentro recientemente). Resaltamos lo de las comillas que figuran en el título porque es indicio del modo de trabajar de este hombre como historiador: el libro nace con motivo de la controversia en torno a la canonización de Isabel la Católica; la expresión «incomparable» es del italiano Anglería: el título sin comillas enseguida comportaría partidismo por parte del historiador, sin embargo, Dumont tiene, aún estando de acuerdo con Anglería, la prudencia de ponerlo en boca de otros coetáneos a la propia Isabel para mostrar, entre otras cosas, que ese calificativo no es un anacronismo producido desde el «nacional-catolicismo»...
En fin, estas seis obras que entre Íñigo y yo hemos mencionado, son las que yo conozco, y, por lo menos, merecerían ser discutidas por parte de ese gremio de historiadores del que habla Íñigo que no tienen la mínima decencia de mencionarlo..., y lo conocen, sé que lo conocen. Sabía que vivía entre Francia y España, pero lo que no sabía es que había fallecido (Íñigo, de todas formas no parece estar muy seguro de tal calamidad).
Saludos, Pedro Insua
De: Íñigo Ongay de Felipe
Fecha: 18 de Octubre de 2003
Asunto:
Estimados Amigos;
Pues sí, parece que falleció Dumont en Versalles, concretamente en julio de 2001. La noticia relativa a este óbito (y estoy de acuerdo por entero con Pedro en notar el carácter desgraciado del mismo; sobre todo para la historiografía en torno a España, el Imperio, &c) la obtuve curioseando por internet;
http://ctv.es/USERS/aje/julio01.htm
De: José Manuel Rodríguez Pardo
Fecha: 20 de Octubre de 2003
Asunto: Bartolomé Bennassar
Estimados amigos:
Al hilo de las aportaciones de Insua y Ongay sobre Dumont (de quien por cierto hizo una necrológica el protestante César Vidal), he encontrado recientemente un libro que tiene interés a mi juicio: se trata de La América española y la América portuguesa de Bartolomé Bennassar, discípulo del sospechoso y recientemente finado Pedro Vilar. No se trata de una obra cumbre, pero plantea de forma esquemática lo que fueron las estructuras económicas y las «mentalidades» (el término se las trae también) de la colonización española y portuguesa.
Ciertamente, los portugueses no salen muy bien parados: aparte de ser escasas las referencias, suelen ser detalles bastante negativos: frente al desarrollo español en América, los portugueses no colonizan a fondo Brasil hasta bien entrado el siglo XVII. Sin olvidar la práctica de la caza del hombre por medio de los bandeirantes, el recurso a la deportación para lograr que se poblase su parte de América, y la inexistencia de una política social por parte de los portugueses. Las órdenes religiosas no estaban al parecer sometidas al estado, como sí sucedía en España y resalta constantemente Bennassar. Los portugueses, por lo tanto, no seguían la misma línea de «inversión teológica» que Insua y Guerrero han señalado en El Catoblepas. Curioso el desarrollo portugués: exclusivamente comercial en sus comienzos, y muy tardío respecto al español en la creación de su imperio civil. Quizás sea esta la causa principal de lo poco que dan que hablar nuestros vecinos en la Historia, al margen de sus marinos y navegantes.
Sin embargo, respecto a España, Bennassar tiene a mi juicio el acierto de señalar un caso que es absolutamente único en la Historia: la colonización de América fue desarrollada por hombres libres, que poblaron por voluntad propia y bajo la legalidad de la corona el Nuevo Mundo. Los demás estados que se expandieron por ultramar lo hicieron bien por objetivos exclusivamente económicos (Brasil hasta 1530 era un simple negocio maderero), bien para dar cabida a una gran población penal que no podían mantener (Francia, Inglaterra) o por persecuciones políticas e ideológicas. Resulta curioso que el señor Enrique Kameno señale este hecho, pero lo interprete de forma disparatada: para él, que la colonización de América fuera una iniciativa privada, demostraba que la Corona no controlaba lo que allí sucedía. Pero entonces ¿qué hay de las estadísticas de la Casa de Contratación? Tanto investigar, y resulta que los documentos esenciales no existen para Kameno.
Otra cuestión más de detalle que me ha llamado positivamente la atención es el relato de Bennassar sobre las reducciones jesuíticas en Paraguay. Ante los ataques perpetrados por los portugueses, afirmaba Kameno que los jesuitas instruyeron a los guaraníes para convertirlos en el mejor ejército de América. Sin embargo, tal noticia sonaba ciertamente a bulo, y Bennassar tiene al menos el detalle de explicarnos que fueron en realidad varios veteranos de los Tercios de Flandes, enrolados en la orden, quienes instruyeron a los indígenas en el arte de la guerra. El resultado no se hizo esperar, y en 1641, en Mboreré, les zurraron severamente a los portugueses. Ese ejército de guaraníes fue el mismo que en 1697 rechazó a los franceses en Buenos Aires, que en 1704 descendió el Paraná en barcazas, con el objetivo de defender la ciudad contra los ingleses, y que en 1724 expulsó a los portugueses de Montevideo. Ciertamente, salvo que pensemos que los jesuitas eran una suerte de monjes Shaolin, convertir a unos indios en el mejor ejército del continente era tarea imposible. Y es que Kameno dice unas tonterías...
Un saludo cordial, José Manuel Rodríguez Pardo.
De: José Manuel Rodríguez Pardo
Fecha: 20 de Octubre de 2003
Asunto: Moa y el marxismo
Estimados amigos:
Respecto a lo que afirma Íñigo Ongay sobre el debate de Moa en CNN+, creo que se repite lo mismo que ha sucedido en otros lugares: ninguneo sistemático. No son capaces de rechazar sus argumentos los progresistas, y se ven obligados al insulto y la descalificación ahora que sus libros son auténticos números uno en las ventas. El caso de Moradiellos en El Catoblepas ha sido igual de descalificador pero más sutil: ha querido identificar a Moa con el franquismo, diciendo que sus fuentes son las de historiadores franquistas. Pero como Moradiellos no se dignó siquiera a citar párrafos concretos de su trilogía o Los mitos de la guerra civil donde se apreciara ese detalle, resulta que lo que hizo el fiel alumno del «hispanista» Pablo Preston fue simplemente inventarse la obra de Moa con retazos de lo que le dio la gana. Todo un maestro de la difamación Preston, y alumno aventajado suyo Moradiellos.
Por otro lado, Moa ofrece una visión filosófica que le acerca mucho a posiciones tradicionalistas, como las que mantienen en la revista del fallecido Gonzalo Fernández de la Mora, Razón Española. Una tesis suya que aparece en Los orígenes de la guerra civil española (las ideologías son teorías que reivindican la razón y la ciencia frente a la religión) parece calcada de El crepúsculo de las ideologías del famoso ministro desarrollista. Además, suele ser muy habitual que critique el marxismo reduciéndolo a un simple corporeísmo, con lo que su posición espiritualista queda más que evidente. Yo no he leído sus memorias sobre la estancia en el GRAPO, pero lo cierto es que su formación marxista debía ser muy escasa: no conocía ni la definición de ideología, ni los fundamentos básicos del materialismo histórico. Razón de más para olvidarnos de tales grupúsculos ignorantes.
Un saludo cordial, José Manuel Rodríguez Pardo.
De: José Manuel Rodríguez Pardo
Fecha: 22 de Octubre de 2003
Asunto: Dumont
Estimados amigos:
A pesar de la calidad de la obra de Dumont, debemos considerar también un detalle: cuando hablamos de su calidad de hispanista, no lo es tanto por su posición análoga a Kameno, Preston y demás estudiosos que parecen buscar más desprestigiar que analizar. Lo es más bien por su filiación a la Iglesia católica (Dumont era clérigo si no me equivoco). Esto le situaría en una posición bien distinta a las del resto de los autores citados en este foro. De hecho, su lugar estaría más cerca, a mi juicio, de autores como Antonio Caponnetto, Maeztu y los reivindicadores del término Hispanidad.
Un saludo cordial, José Manuel Rodríguez Pardo.
De: Felipe Giménez Pérez
Fecha: 22 de Octubre de 2003
Asunto:
Estimados contertulios: Si Pío Moa tiene razón, entonces ¿cómo interpretar la larga duración de la dictadura franquista? Si las cosas son como las pinta Moa, entonces la dictadura hubiera tenido que ser breve y comisarial y no larga y soberana y constituyente. Alejado el peligro rojo, nada más fácil que restablecer la legalidad republicana. Es algo que para mí no encaja en la hermenéutica de Pío Moa sobre la República y la Guerra Civil. Atentamente,
De: José Manuel Rodríguez Pardo
Fecha: 22 de Octubre de 2003
Asunto: Guerra y posguerra civil
Estimados amigos:
Felipe plantea una serie de interrogantes acerca de la duración de la dictadura franquista. Pienso que son plausibles hasta cierto punto, pero ha de rechazarse la posibilidad de retomar la legalidad republicana. Creo que el tema es complejo, pero puede resumirse en los siguientes puntos:
1) El objetivo del plan de Emilio Mola era tomar el poder rápidamente para restaurar un orden republicano nuevo, alejando a los partidos del Frente Popular que lo estaban derribando lenta pero seguramente. Se incluía un referéndum sobre la constitución en el que el sufragio sería capacitario y una serie de medidas. De hecho, la alocución radiada de Franco desde Marruecos del 17 de julio ensalza la libertad, la igualdad y la fraternidad en la línea más liberal.
2) Sin embargo, al producirse el alzamiento, éste fracasa en su primera formulación y da lugar a una guerra civil más larga. Asimismo, la idea de recuperar la república muere cuando ésta es desbordada por los revolucionarios y el gobierno, al armar a las masas, pierde cualquier capacidad de mantener el orden. En ese momento, Franco va perfilando un nuevo régimen que tomará forma definida a partir del decreto de unificación de 1937, formando el llamado Movimiento Nacional, de carácter levemente fascista en sus manifestaciones externas en un primer momento, pero luego de carácter corporativista, al estilo del régimen de Oliveira Salazar en Portugal. Asimismo, consideraba que la época de los regímenes pluripartidistas había finalizado, y que se necesitaba de una larga postración para que España saliera adelante.
3) En esta tesitura, y con un gobierno del Frente Popular formado por los mismos partidos que habían asaltado el poder, y poco a poco volcado hacia la Unión Soviética, sólo quedaban dos opciones: o dictadura del proletariado, o régimen corporativista. Ganó, como sabemos, la segunda opción.
4) Los planes de Franco, a partir de los primeros días de guerra, y una vez que todos los generales le reconocieron como jefe de estado, eran los de restaurar la monarquía. Sin embargo, esta restauración no debía hacerse durante la guerra ni tampoco tras la victoria futura, para evitar que el monarca fuera identificado con alguno de los dos bandos. De ahí que no fuera hasta 1971 (no recuerdo ahora mismo la fecha exacta) cuando Franco nombró a Juan Carlos I como sucesor en la jefatura del estado y líder del Movimiento Nacional.
5) En esta tesitura, el régimen franquista bien pudiera haberse tenido que implicar en la II Guerra Mundial, aunque Franco supo hacer malabarismos entre el Eje y los aliados, y mantuvo su neutralidad. Lo pagó caro en los primeros años por el aislamiento internacional, pero a partir de los años 50 la ayuda norteamericana permitió la modernización del país y su transición hacia el actual régimen del 78.
Esta es a grandes rasgos la exposición que Pío Moa realiza en su trilogía y en Los mitos de la guerra civil, que puede ser realizada de modo más amplio, por supuesto.
Un saludo cordial, José Manuel Rodríguez Pardo.
De: José Manuel Rodríguez Pardo
Fecha: 22 de Octubre de 2003
Asunto: Rectificación
Estimados amigos:
Deseo rectificar dos detalles sobre mi resumen de la tesis de Pío Moa acerca de la postguerra civil española. En primer lugar, no fue en 1971 cuando Franco nombró a Juan Carlos I sucesor suyo, sino en 1969. No olvidemos que Franco se había considerado a sí mismo como regente del Reino de España.
En segundo lugar, Moa dice que España no debe nada a los norteamericanos. Es sorprendente, pero ignora que a partir de los años 50 llegaron los fondos vía EUA a la península para reflotar el país. Por lo tanto, aquí la tesis de Pío Moa sí que tendría un fallo, aunque haya que situarlo en la postguerra y fuera del alcance del estudio fundamental.
Un saludo cordial, José Manuel Rodríguez Pardo.
De: Eliseo Rabadán Fernández
Fecha: 25 de Octubre de 2003
Asunto: Ayuda norteamericana a España
Pío Moa posiblemente se refiere al hecho de que España no recibió la ayuda del llamado Plan Marshall, que sí benefició enormemente a Alemania, sin embargo. Luego EEUU alquiló las bases militares norteamericanas, y comenzaron a invertir en España muy poco, en comparación con otros Estados de Europa. España salvó el expediente, en gran parte, gracias a la emigración a Europa de más de medio millón de españoles en los sesentas, y mandaron tal cantidad de divisas (marco alemán, franco francés) que ayudaron , junto con el turismo, a poner a España un poco menos lejos de sus vecinos de la II Guerra.
Los norteamericanos no dan nada... sin esperar a cambio bastante más de lo que «prestan». En este sentido, quizá, a pesar de los ataques sin piedad a Moradiellos, puede tener sentido el desinterés de nuestros vecinos por meter a España en el Plan Marshall...
De: José Manuel Rodríguez Pardo
Fecha: 25 de Octubre de 2003
Asunto: EEUU-España
Estimados amigos:
Sobre el tema de las relaciones EEUU-España durante la Guerra Fría, es interesante el libro de Ángel Viñas, Los pactos secretos de Franco con Estados Unidos, publicado en Grijalbo en 1981. A pesar de ser antifranquista, el libro muestra que los norteamericanos invirtieron una buena suma de dinero. España les interesaba por su posición estratégica en el Mediterráneo. Pero lo cierto es que hubo un tira y afloja constante, porque los EEUU querían libertad de cultos para los protestantes, prensa, &c.
Franco dijo que se haría poco a poco, y cuando él se muriera, lo que quisieran. Pero mientras tanto, la implantación de EEUU en España se realizó paso a paso y en muchos aspectos fue muy tardía. Claro que España mantuvo su neutralidad durante la II Guerra Mundial, y los americanos no tenían, naturalmente, intención alguna de conquistar España, sobre todo después de haber hecho ésta gala de su anticomunismo. Como dice Eliseo, los norteamericanos no dan nada a cambio de nada. Sabían sin embargo que la inversión en España les daría sus frutos tarde o temprano. Y lo cierto es que los EEUU permitieron el desarrollo de la sociedad española, en lugar de frenarlo, y esa estrategia no puede considerarse depredadora ni mucho menos.
Un saludo cordial, José Manuel Rodríguez Pardo.
De: Antonio Sánchez Martínez
Fecha: 27 de Octubre de 2003
Asunto: Sobre la falta de piedad con Moradiellos
Estimados amigos, he seguido con mucha atención vuestras interesantes aportaciones a este foro, pero hay una frase de Eliseo Rabadán cuyo sentido no me queda claro. Dice Eliseo:
«Los norteamericanos no dan nada... sin esperar a cambio bastante más de lo que «prestan». En este sentido, quizá, a pesar de los ataques sin piedad a Moradiellos, puede tener sentido el desinterés de nuestros vecinos por meter a España en el Plan Marshall...»
No entiendo a qué se refiere con los «ataques sin piedad a Moradiellos». Si no le importa le agradecería que me lo aclarase.
Un saludo de Antonio Sánchez
De: José Manuel Rodríguez Pardo
Fecha: 27 de Octubre de 2003
Asunto: Texto de Pío Moa
Estimados amigos:
Este texto aparece en el artículo de Pío Moa en La Revista de Libertad Digital del 24 de octubre, «Bibliotecas para nada». El punto de referencia es, desde luego, las múltiples obras sobre la guerra civil española y sus desenfoques.
«Quien lea con espíritu crítico percibe fácilmente las continuas incoherencias, omisiones y distorsiones por parte de esa historiografía que quiere pasar por la última y definitiva palabra sobre la guerra civil. Y quien vea la prensa y documentación de la época, o simplemente estudie los diarios de Azaña, entiende cómo esa historiografía lastrada por la propaganda enturbia nuestro conocimiento de la realidad histórica. Y sin embargo multitud de historiadores insiste con asombrosa tenacidad en retorcer inverosímilmente los hechos para encajarlos en sus esquemas. Una vez más, ¡bibliotecas para nada! Aunque no todo se pierde, claro. La mera investigación siempre saca a la luz hechos y datos nuevos y aprovechables, pero el fatal desenfoque los priva de valor. Viene a ser como construir un barco deforme, con los costados desiguales y la proa cuadrada. Aunque los materiales de construcción sean de buena calidad, el engendro navegará muy mal, si es que navega. En cambio sus materiales siempre podrán utilizarse como material de desguace.»
¿No resulta esto una definición ejercida del concepto de basura historiográfica que presentó Pedro Insua hace tiempo? Los libros de Juliá y otros, a pesar de su desenfoque y de ser basura respecto a la verdad historiográfica, no por ello son prescindibles. Es necesario triturar la basura que no se barre del campo historiográfico, para poder construir la historiografía con el material de desguace.
Un saludo cordial, José Manuel Rodríguez Pardo.
De: Íñigo Ongay de Felipe
Fecha: 27 de Octubre de 2003
Asunto: Pío Moa y la «basura historiográfica»
Coincido con José Manuel en su apreciación sobre la aplicación del concepto de «basura historiográfica» (el texto de Insua se encuentra publicado ya en el último número de El Basilisco) a la obra de Pío Moa, algo así había sugerido yo mismo en mi mensaje de apertura de esta sección del foro «España». Ciertamente de este modo, podrá además ser reencuadrado de otra manera lo que acerca del proceder apagógico de Moa, el mismo José Manuel advierte certeramente en uno de sus trabajos para El Catoblepas:
«Para decirlo en términos filosóficos, Moa escribe la historia (hace historiografía) de forma dialéctica, aunque a él posiblemente no le guste utilizar dicha palabra. En términos del materialismo filosófico, el razonamiento de Pío Moa es apagógico. Es decir, busca, por demostración de la falsedad de las tesis opuestas, afirmar la verdad de sus propias tesis. Proceder nada dogmático, pues supone presentar las alternativas existentes y juzgar sobre ellas. De hecho, este proceder resulta para el lector neófito, como era mi caso no hace mucho tiempo, de gran provecho, ya que permite corroborar de primera mano si lo que dice Moa es cierto o es una deformación. Permite tener noticia de obras de las que a veces se ignora su existencia, así como poder comprobar la veracidad de las versiones de Pío Moa sobre ellas, cosa que me he molestado en indagar, por supuesto. Al menos, este ha sido uno de los puntos de interés que me han llevado a seguir estudiando el tema de la Segunda República y la Guerra Civil española. También ha sido el posicionamiento opuesto, es decir, el carácter cerril y unilateral de la llamada «historiografía universitaria» (no toda, por supuesto), de la que Enrique Moradiellos demuestra ser un auténtico paradigma, lo que me hace desecharla como explicación plausible para entender la II República y la Guerra Civil española» (http://nodulo.org/ec/2003/n018p10.htm)
En fin, parece claro que en efecto, los relatos confeccionados por Preston, Juliá, &c. (en menor medida también Thowson e incluso César Vidal en su libro La guerra de Franco) aparecen –al menos en muchos de sus tramos– calificados como «basura historiográfica» tras la operación de «barrer» que ensaya Moa a través de sus propias reconstrucciones de la reliquias (algunas de ellas incongruentes con otras) con lo que tales autores dejarán de ser verdaderos historiadores y sus obras, verdaderos relatos históricos, antes bien, comparecerán más bien como «relatos basura» (resultantes de la falsificación o de la propaganda) sin que ello signifique que puedan tampoco ser expulsados al «entorno» del campo histórico (dado que habrán de revertir a él como verdaderas «reliquias-documento»).
No sé cómo verá Pedro este aprovechamiento del desarrollo presentado por él mismo en El Basilisco, nº 33.
De: Pedro Insua Rodríguez
Fecha: 27 de Octubre de 2003
Asunto:
Pues lo veo estupendo y es que no es un aprovechamiento, sino un desarrollo: me parece que tal concepto merece la pena desarrollarlo y definirlo con más precisión de lo que yo lo he hecho en El Basilisco: esta polémica de Moa adversus prisa-polanquismo (o viceversa) me parece que es un caso ejemplar en el que se ejercita el concepto de basura historiográfica, tal como señalan Íñigo y José Manuel. Ahora bien, lo que no sé es si se puede situar tal polémica en el campo de la «historia fenoménica» (que requiere al sujeto temático ya muerto). En todo caso el concepto de «basura historiográfica» se podría generalizar, me parece a mi, a otros campos beta-operatorios con las pertinentes precisiones.
Saludos, Pedro Insua
De: Antonio Sánchez Martínez
Fecha: 29 de Octubre de 2003
Asunto:
La lectura del artículo de Atilana Guerrero Sánchez («El Dios de los políticos» de El Basilisco, nº 33, me ha sugerido algunas ideas sobre la posible concatenación entre la problemática de la «expulsión de los judíos» y la «guerra civil española». Concatenaciones que, por otra parte, están presentes en el Materialismo Filosófico de manera más o menos ejercitada y representada (según me lo represento yo mismo con mayor o menor claridad).
Atilana nos habla del papel político de la institución inquisitorial española respecto a la conformación del Imperio. El poder político tenía que incorporar a todos los «hombres» (fuese cual fuese su credo religioso) como «ciudadanos españoles». La cuestión era que entonces muchas divergencias políticas se expresaban religiosamente, en unas sociedades en que la religión aún no era «civil» o «privada», o, lo que es similar, en que las «morales» religiosas, que debían coordinarse políticamente, tenían mucho peso en la conformación de la «ciudadanía» (los aspectos nucleares de la numinosidad «animal» estaban muy borrados en las religiones terciarias, y era la moral lo más determinante en la práctica religiosa).
Atilana cita a J. Pérez que nos dice:
«En los debates actuales en torno al multiculturalismo, el historiador apunta coincidencias curiosas con la situación de la España medieval: el derecho a la diferencia se transforma siempre en la diferencia de derechos; hasta ahora, las sociedades europeas siempre se han mostrado reacias ante todo lo que podía ser multiculturalismo. España probablemente se adelantó a aquella tendencia: pretendió asimilar a judíos y conversos para que, en sus reinos no hubiera más que católicos...»
Y comenta Atilana:
«La máquina inquisitorial (...) es, entonces, la racionalización política con la que «en la antesala del ateísmo» se permitió, a cualquiera que tuviera los suficientes intereses 'terrenales', 'vivir' en España. A cambio, había de 'convertirse'...»,
y nos expone las consecuencias «morales» y políticas que implicaba dicha conversión. Por cierto, la mayoría de los «anticatólicos» españoles y extranjeros no pueden o no quieren ver los componentes morales del catolicismo que la política española desarrolló de manera «racional», y que un catolicismo ateo puede seguir apreciando.
Atilana desarrolla tesis de España frente a Europa y del Primer ensayo sobre las categorías de las 'ciencias políticas' en que se incide en la conformación de los estados a través de la guerra (en la conformación de la capa cortical del Imperio Español). La capa cortical proviene del desarrollo del poder político en relación al eje angular, en relación a los númenes. Y los hombres, en la medida en que se presentan como «extraños» serán catalogados como «incompatibles» políticamente, como «extranjeros» (no asimilables sin más a la capa conjuntiva). Aunque no se perciban como «in-humanos», se conciben a través de una especie de «refluencia» de su carácter angular, dentro de la capa «cortical» política (entretejida con la capa conjuntiva).
La parte de la sociedad política que «gobierna», que mantiene una determinada moral, intentará coordinar y mantener en un equilibrio inestable las distintas morales del estado (y los proyectos que la acompañan) para que no se conviertan en un «estado dentro del estado» que arrastre a la distaxia. En los casos en que una moral se muestre como incompatible o inconmensurable con la del gobierno, entonces cabe la posibilidad de que se desate una «guerra civil» abierta. En dicha tesitura se enfrentan los «poderes» respectivos. Y los contrincantes intentarán asimilar, expulsar o exterminar al adversario (esto último es propio de algunas morales protestantes, no de la moral católica española, en contra de Netanyahu, al que cita Atilana). Si ninguno de los contendientes consigue vencer, en los sentidos mencionados, podrán dividir, en proporción a su poder respectivo, las «propiedades» que ya no pueden ser comunes (incluido el territorio).
Pues bien, en la Guerra civil española (como en cualquier guerra) también se dieron incompatibilidades «morales» ligadas a proyectos políticos. Pero creemos que la dialéctica se intentó resolver de distinta manera por los dos contendientes. En el bando frentepopulista se intentó solventar la disputa a través del «exterminio» del adversario. En el bando franquista también hubo (¿Cómo evitarlo radicalmente?) abusos y venganzas de carácter «psicoetológico», pero no hubo un «programa» (más o menos difuso o explícito, pero de carácter colectivo y con finalidades políticas) para exterminar al adversario. La represión franquista tuvo sus urgencias y procedimientos sumarísimos frente al enemigo (muchas veces aprovechados para la venganza personal, como también ocurrió recién acabada la guerra). Pero en general la «represión», cuando no había delitos de sangre por parte de un claro enemigo, no recurría a la ejecución capital y, sobre todo, no se «exterminaba» de manera sistemática al enemigo por pertenecer a la «moral» contraria (como se hacía con simples creyentes católicos de los que no se conocía su enemistad política).
Creemos que el bando franquista, en general, se guió por una moral católica, a pesar de las interpretaciones de algunos tradicionalistas que quisieron ver en la guerra una cruzada de la cristiandad contra el socialismo (la barbarie), o la resurrección del Imperio español frente a un imperio enemigo. Pero algo de verdad había en estas apreciaciones.
En el bando frentepopulista había multitud de «morales» y proyectos, pero tenían el común denominador de ser «anticatólicos» y de aceptar la Leyenda Negra que se había enquistado en la Historia de España (y que aún persiste de manera contumaz, entre las izquierdas sobre todo). La perspectiva de muchos «liberales» (Azaña, Martínez Barrio, &c.) sobre las «supersticiones» del catolicismo (desde posiciones sobre todo masónicas, con raíces ilustradas y protestantes) confluyó con la concepción de las siguientes generaciones de izquierdas que hablaban de la «inhumanidad» de los explotadores capitalistas, identificados con las capas más pudientes de la sociedad y con la Iglesia (como creían anarquistas, socialistas y comunistas), de manera que forjaron un común denominador en el que se identificaba al catolicismo con el capitalismo: un catolicismo capitalista. Hoy día muchos siguen confundiendo ambos conceptos, atribuyéndoles una «moral» homogénea, con un proyecto común de explotación de la clase proletaria (que no debería ser católica).
Esta «ideología» global la mantuvo la España frentepopulista, que creía enfrentarse a enemigos «inhumanos», a «extraños» no sólo difíciles de asimilar o coordinar con las propias posiciones, sino a sujetos indignos de seguir con vida (como «demonios» o anticristos)...
Respecto al carácter «exterminador» de algunos regímenes del siglo XX creemos que se podría puntualizar lo siguiente. El nazismo contemporáneo (que muchos pretenden atribuir al franquismo cuando le llaman «fascista», no «nacionalsocialista») parte de concepciones míticas de la Naturaleza y la Cultura que le llevan a suponer que sólo la raza aria ha generado un hombre pleno, capaz de desarrollar una cultura y civilización digna (etnocentrismo...) Las demás «razas» serían impotentes para tal hazaña, lo que predestinaría su inferior desarrollo. La superioridad aria se fundamentaría en componentes «raciales», genéticos. Esta concepción tiene raíces protestantes, ligadas a la «predestinación»...
Los anarquistas, socialistas y comunistas (en general) parten de mitos que presuponen que la «civilización» capitalista (con superestructuras despreciables, irracionales y superfluas) es resultado de una humanización degenerada, alienada (o que no ha llegado a conformarse como auténtica humanidad), y cuya causa habría que buscar en las estructuras (bases) económicas «injustas» (presuponiendo la Justicia desde el modelo de la verdadera «historia» de la Humanidad, según Marx). Pero la raíz de dichas injusticias se suelen situar, vulgarmente, en el carácter depredador de la clase explotadora (los anarquistas suelen medir dicha «degeneración» respecto a una edad de oro «natural», en que la cultura política no habría corrompido aún las relaciones humanas comunitarias. Marx se limita a suponer que la «verdadera historia» de la Humanidad aún no se ha dado, aunque no reduce tal proceso «formativo» a factores genéticos o etológicos, que también deben tenerse en cuenta).
Pero la cuestión es que de cara a la «lucha de clases» (propagandísticamente) la causa de tal injusticia se suele atribuir a factores «psicoetológicos» genéricos, a la tendencia a la rapiña y la «explotación» que lleva a cabo una parte de la «humanidad» sobre la otra (los capitalistas impedirían la eclosión de la verdadera salvación para toda la Humanidad). Por lo que la «clase explotadora» sería «inhumana», y merecedora del exterminio de no rendirse a las consignas de la clase proletaria, que acabaría constituyéndose como la verdadera y única representante de la Humanidad. Hoy día muchos prefieren no mencionar al proletariado y hablan del «pueblo», de la «sociedad civil», o incluso de la ONU, entendida como una instancia «democrática» judicial superior, distribuidora de los «Derechos humanos», y supuestamente capacitada para hacer por fin justicia. Dicha perspectiva, como podemos ver, tiene multitud de componentes mitológicos, que incluso conciben sus poderes de una manera sobrerracional, cuasidivina).
Por lo tanto, diríamos que, al menos propagandísticamente, las izquierdas anarquistas, socialistas y comunistas (aunque con proyectos distintos) se enfrentan a la «clase» capitalista (entendida de forma unitaria) por su supuesta falta de ética, por su degeneración «humana». La Teología de la Liberación, como dice Bueno en Cuestiones cuodlibetales, conecta con buena parte de las tesis «soteriológicas» de que hemos hablado para la humanidad explotada (los proletarios, los pobres o los indígenas). Los liberales suelen centrarse más en la crítica a la «superstición» del «poder católico», como una especie de superestructura irracional que afectaría a todos sus componentes –espero que la obra de Dale K. Van Kley, Los orígenes religiosos de la revolución francesa, Ed. Encuentro, me ayude a desentrañar más aspectos ligados a esta tesis–).
En esta interpretación eticista de la política se ven sumidas la mayoría de las izquierdas actuales, lo cual implica que entre ellas hay, como ha comentado José Manuel Rodríguez Pardo en el foro de América sobre Chile, una cierta ecualización. Pero dicha deriva ecualizadora creemos que se da, como sugiere Bueno, cuando se difuminan sus proyectos más «definidos» (políticos) por su fracaso, cuando reaparecen, por tanto, sus supuestos mitológicos respecto al origen y desarrollo de las sociedades políticas.
Y para terminar, me gustaría que Eliseo Rabadán, si es posible, me aclarase lo que le pido en el anterior mensaje respecto a «los ataques sin piedad» a Moradiellos. Sinceramente no veo con claridad a qué se refiere.
Un saludo, Antonio Sánchez.
De: Eliseo Rabadán Fernández
Fecha: 29 de Octubre de 2003
Asunto: Ataques sin piedad a Moradiellos
Lo que quería decir, y reconozco que no lo dejé claro, es que al atacar a Moradiellos, a mi juicio, del modo en que se ha venido haciendo en El Catoblepas, se deja a un lado, me parece, su importante aportación a la manera en que Francia, Gran Bretaña, especialmente, jugaron a esa «neutralidad benévola» que perjudicó no ya a la República, sino a España y la posibilidad de que esa República fuera encauzada de modo más equilibrado, y de ello puede ser muestra el modo en que la propia República cortó el estallido minero del 34... Por ahí es por donde yo quería introducir esta idea de ataques sin piedad.
Perdona por no haberlo aclarado antes, Eliseo R.
De: Íñigo Ongay de Felipe
Fecha: 29 de Octubre de 2003
Asunto:
Estimados Contertulios;
A lo dicho por Eliseo, habría que hacer una matización a mi juicio muy importante, veamos: Hay una cierta anfibología en lo comentado por Eliseo Rabadán, ante todo en su uso del término «república». Dice Eliseo:
«la posibilidad de que esa República fuera encauzada de modo más equilibrado, y de ello puede ser muestra el modo en que la propia República cortó el estallido minero del 34... por ahí es por donde yo quería introducir esta idea de ataques sin piedad.»
Aquí parece que Eliseo –evidentemente con razón– identifica la «república» con el gobierno republicano que atajó la revolución de octubre del 34, esto es: el ejecutivo de «centro-derecha» conformado por el Partido Radical de Lerroux y la CEDA (y precisamente la introducción de los ministros cedistas fue lo que conformó la «excusa» para la intentona golpista del PSOE, UGT, CNT, &c.). Pues bien, precisamente esas fuerzas políticas fueron en su momento consideradas como «escasamente republicanas» por la propia izquierda –utilizando el famoso «accidentalismo» de acción popular, &c.– e incluso directamente como «antirrepublicanas» (las «fuerzas monarquizantes» que habrían usurpado el gobierno de la república según la declaración del estado catalán de Companys)... y no nos referimos precisamente al «bolchevizante» PSOE, si no también al mismísimo y «democrático» Azaña que juzgaba la propia república como cosa de dominio exclusivo para los republicanos de izquierda (y esto lo demuestra Moa por activa y por pasiva). Y sin embargo es evidente que si la república pudo mantener su «eutaxia» (maltrecha sin embargo) dos años más, fue precisamente a la acción del propio gobierno juzgado antirrepublicano por los propagandistas progres (por los de entonces y por los de ahora: Preston, Juliá, &c.). También es verdad que si el propio régimen no pudo durar más de dos años después del 34 fue ante todo por la conducta de las izquierdas, por sus planes y programas pero esa es otra cuestión.
Bien, y sin embargo, una vez situados en el contexto de la guerra, hay que decir que la «república» a la que en todo caso perjudicó la «neutralidad benévola» de la que habla Moradiellos –a la que probablemente habrá que poner entre paréntesis, pero en fin– no es la misma que atajó el «estallido minero» y ni siquiera la misma que resultó de las elecciones de abril del 31 o que pudo prepararse en las conspiraciones del pacto de San Sebastián, &c., y ello entre otras cosas justamente debido a que las mismas fuerzas políticas y personajes que representaron a la república en el 34 se habían alzado contra «ella» en el 36 (es el caso de muchos sectores «radicales» y desde luego de la CEDA) como lo habían hecho también algunos de los conspiradores del 31 (Queipo o el mismo Sanjurjo no lo olvidemos, Cabanellas, &c.). Por todo ello, resulta confuso y anfibológico , hablar en el contexto de la guerra del supuesto «bando republicano» para referirse al «frente popular» (también había republicanos entre los nacionales: Mola, Queipo, Cabanellas y otros generales que sin serlo habían sido leales a la república hasta el final y me refiero a Franco), es más ajustado, como propone Moa, referirse a los contendientes como «populistas» o «nacionales» respectivamente, entre otras cosas (Moa, de la Cierva) dado que en el 36 no subsistía la legalidad republicana propiamente dicha, al menos la instituida en el 31
Atentamente, Íñigo
De: Antonio Sánchez Martínez
Fecha: 29 de Octubre de 2003
Asunto: Sobre la impiedad con Moradiellos
Estimado Eliseo, no creo que ninguno de los que polemizamos con Enrique Moradiellos hayamos menospreciado globalmente la aportación de Moradiellos al esclarecimiento de lo sucedido durante la guerra civil. Pero de las «aportaciones» de un autor, como creo que dejé bien claro, hay que distinguir los aspectos heurísticos de los interpretativos (son disociables pero inseparables).
Y yo mismo remarqué que tanto Moa como Moradiellos (o Bolloten, Coverdale, La Cierva, &c.) partían de datos historiográficos similares, pero las diferencias estaban, sobre todo, en las maneras de interpretarlos, en su enfoque ideológico. Y este enfoque propiciaba que Moradiellos llegase a conclusiones que, desde mi punto de vista (o el de Moa), son insostenibles. José Manuel Rodríguez ha vuelto a resaltar este aspecto en este foro al sugerir la aplicación del concepto de «basura historiográfica» a algunos relatos sobre los acontecimientos de la guerra civil. Aunque habría que hablar, sobre todo, de ideología, de «basura ideológica» y «falsa conciencia», en la medida en que los sucesos de la guerra civil son mucho más «presentes» de lo que muchos creen (el mismo Pedro Insua comenta esta dificultad para tratar los relatos de la guerra civil como parte de la «Historia»). Si Moradiellos se releyera con atención la obra de Bolloten La guerra civil: revolución y contrarrevolución, dudo mucho que (si es honesto) mantuviese su posición actual. El simple hecho de que acusase a Moa (e indirectamente a Bolloten) de que los testimonios de los que parte son mayoritariamente franquistas demuestra no sólo su «falsa conciencia» sino su «mala fe». La obra de Moa, y especialmente la de Bolloten (que creo que es la base principal para entender la dialéctica política durante el período de la guerra civil) está conformada casi exclusivamente con los relatos de los personajes del Frente Popular (muchos de los cuales «rectificaron», aunque a destiempo). Prieto, sin embargo (del que dice José María Laso que «se arrepintió» de lo ocurrido durante la Revolución de Octubre) ni rectificó ni se arrepintió. Si así hubiera sido habría afrontado sus errores rindiéndose a Franco (como hizo Besteiro, que fue honesto en este sentido). Aunque el arrepentirse (sin rectificar) es doblemente miserable, como dijo Espinosa. Pero Prieto ni siquiera se arrepintió (sinceramente, en términos «luteranos», de la «conciencia») como demuestra la carta que «envió» (publicó) a Franco en la postguerra (que recoge, por ejemplo, La Cierva en su obra El 18 de julio...).
Creo que es desacertada la posibilidad que sugieres de comparar la persistencia de la República tras la Revolución del 34 y lo que podría haber sido si Francia e Inglaterra hubieran intervenido de otro modo (¿apoyando al Frente Popular?). El mismo Bolloten ya resalta lo que nosotros repetimos en nuestros artículos. Dicho «equilibrio» fue imposible porque las posturas eran totalmente incompatibles, y, sobre todo, las izquierdas no creían en la República (como se demostró en la Revolución que se desató en el 19 de julio y los acontecimientos posteriores). Vuelvo a repetir que la prensa de la época (que ha consultado minuciosamente Bolloten) no deja lugar a dudas.
En este sentido, la comparación que haces entre el equilibrio alcanzado en el 34 y el que se «pudo» alcanzar en el 36 me parece mal enfocado. El «estallido minero» del 34 se pudo cortar, pero no por «la República» (estamos hablando de una guerra civil), sino por el Gobierno de la «derecha» (al que los que el bando de los sublevados de Octubre no querían dejar gobernar...). Y, por el contrario, en 1936 los que gobernaban eran los que querían monopolizar la República parlamentaria (y en este sentido querían cargársela, como se volvió a comprobar desde poco después de ganar las elecciones de febrero). Francia y, sobre todo Gran Bretaña, sabían que el régimen del Frente Popular era un «Gran camuflaje», un gran engaño, una impostura, como ha descrito soberbiamente Bolloten (aunque son 1.100 páginas de libro, y de letra pequeña, es el mejor que conozco en este sentido). Por tanto, no sé cómo crees que podría haberse favorecido la persistencia de España (o del sistema Republicano) con otro tipo de actuación (menos «pérfida», respecto al Frente popular) Inglaterra y Francia.
Y, como dije en alguno de los artículos de El Catoblepas, si realmente aprecio a Moradiellos mi obligación (si considero que se equivoca) no es adularle (como a un tonto o a un loco), sino «corregirle» (y viceversa). Sólo así cabe un auténtico «diálogo». De lo contrario es imposible. Por tanto no creo que nadie haya faltado a la piedad (o, mejor, a la generosidad o la honestidad, mientras no se demuestre que es un numen) para con él. Y, de todos modos, ahí tiene las páginas de El Catoblepas para contestar. Pero mucho me temo que va a seguir la estrategia que han seguido otros (como Reig Tapia) respecto a Moa (la censura o el insulto). ¡Ojalá me equivoque!
Un saludo. Antonio Sánchez
De: José Manuel Rodríguez Pardo
Fecha: 29 de Octubre de 2003
Asunto: Neutralidad benévola
Estimados amigos:
Creo que Íñigo y Eliseo no se refieren a los mismos acontecimientos cuando presentan sus mensajes. A raíz de la respuesta de Eliseo a las dudas de Antonio Sánchez, creo entender que la supuesta loa a Moradiellos se refiere a los intentos de los demás países europeos (Francia, Inglaterra y Alemania sobre todo) por tenernos alejados del Plan Marshall, para convertirnos en una nación de segunda fila. En ese sentido, sí podría interpretarse en principio la neutralidad benévola de la que habla Moradiellos.
Ahora bien, ¿realmente habla Moradiellos en ese sentido cuando introduce como factor de la derrota frentepopulista la citada no intervención? Creo que no nos referimos a la misma cosa, pues Moradiellos, que yo sepa, no plantea los problemas en clave de posguerra, sino en la misma guerra civil. De hecho, su tesis es que la no intervención de Francia e Inglaterra ahogó a la república. Y aquí sin duda tiene razón Íñigo cuando resalta la anfibología del citado término: ¿hablamos de la república del 14 de abril o del gobierno formado por los partidos que la atacaron en 1934?
En general, como han demostrado Moa y Antonio Sánchez, éste especialmente en su artículo Moa contra Moradiellos: divergencias sobre España, la ayuda extranjera fue muy equilibrada, con ligera ventaja para el Frente Popular, que además contaba con la práctica totalidad de la industria y de las reservas financieras. Fueron en realidad las divergencias entre los distintos partidos frentepopulistas, y su sumisión ante la Unión Soviética, las que determinaron a la postre su derrota.
Ahora bien: lo cierto es que sin duda Francia e Inglaterra intentaron que España quedase lo más en desventaja posible. Churchill, en esa ocasión en la oposición, como ha señalado Moa en El derrumbe de la república y la guerra civil, prefería la neutralidad, pues la victoria frentepopulista acercaría el peligro comunista, y la victoria de Franco, en su opinión, consolidaría a España. Los franceses también aportaron materiales y mantuvieron su frontera abierta para el Frente Popular (véase el artículo de Antonio Sánchez), y no estaban dispuestos a intervenir, bajo el riesgo de una conflagración mundial que deseaban postergar en la medida de lo posible. Al final, la declaración de neutralidad de Franco en 1938, tras la anexión de Checoslovaquia por los nazis, llenó de alivio a los ingleses, que pudieron asegurar Gibraltar como punto estratégico desde el que plantear sus ofensivas en la futura guerra. En general, pienso que las noticias que llegaron al extranjero de España durante la II República (quema de conventos, revolución de 1934, caos durante el gobierno del Frente Popular, asesinatos en sus embajadas al comenzar la contienda) no debían precisamente alimentar la creencia de que aún existía la legalidad republicana más allá de la fachada que presentaban los frentepopulistas. Claro que no todos pensaban así: los miembros de las Brigadas Internacionales no dudaron en acudir a combatir a España, cumpliendo la profecía de Donoso Cortés que anunciaba la presencia de soldados del Imperio ruso, en este caso del Imperio soviético, en las calles de Madrid.
Un saludo cordial, José Manuel Rodríguez Pardo.
De: Felipe Giménez Pérez
Fecha: 10 de Noviembre de 2003
Asunto:
Estimados contertulios: Entonces, si Pío Moa tiene razón, entonces Franco tenía razón y la dictadura no fue para tanto, máxime si leemos las memorias de José María Laso Prieto, hombre de todos conocido en Gijón, Oviedo y Madrid principalmente, quien nos cuenta los seminarios, foros, revistas, tertulias, cursos que se daban en la cárcel de Burgos, llena de comunistas, quienes convirtieron la cárcel en una academia platónica con la complicidad de la dictadura de Franco, que entonces en 1958 era ya un elefante de Papel a juzgar por lo que se estudiaba en la cárcel. Vamos que al final vamos a tener que levantar un monumento a Franco. Ahora resulta que en el fondo tuvimos suerte con la dictadura franquista puesto que la izquierda fue la que inició la guerra civil y perdió. Qué cosas, tantas tonterías progres y comunistas para nada. Atentamente,